9
Edimburgo ESPIONAGE.
Victoria Street
La parte de arriba del ESPIONAGE, la que quedaba a pie de calle, seguía siendo un pub muy popular, conocido como «el Mercado de la carne».
Pero, cuando seguías las escaleras que había detrás de aquella puerta roja ubicada en el lado derecho de la sala, el infierno del placer ocupaba su lugar. Indra inhaló el aroma a cuero y a desinfectante. Era el olor principal de las mazmorras. En esas celdas se hacía de todo.
Prácticas que guerreros como él, hombres curtidos y sin miedo a propasarse, adoraban y se convertían en una válvula de escape, en un modo de vida.
El ser amo y dominante no era nada raro ni peculiar para él.
Era lo que era: su esencia, su manera de ser. Había oído que el amo se hacía. Pero él no creía en ello. El amo residía en el interior de uno como una esencia y se apoderaba de todos tus instintos y tus impulsos. Su esencia le había reclamado de humano. Siempre había follado duro como Ōtsutsuki.
Después, lo mataron y conoció a Sakura; pero, en el Asgard, aquello para lo que casi respiraba no se le concedía. Él vivía por Sakura, moría de deseo eterno por ella y anhelaba hacerle el amor como él sabía. Pero Freyja y la propia valkyria, no se lo permitieron.
Ahora Freyja le había abierto la veda, y Sakura no podía rechazarlo. Era su momento.
Sakura tragó saliva mientras Indra la bajaba al sótano, allí donde los deseos más oscuros se hacían realidad.
Debía estar preparada para cualquier cosa.
Se dirigieron a una puerta negra ubicada al fondo del pasillo. La abrieron, y la música de Warzone de The Wanted estalló a todo volumen en los oídos de la valkyria.
I can ́t believe I had to see
The girl of my dreams cheating on me
The pain you caused has left me dead inside
I'm gonna make sure you regret that night
No puedo creer que haya tenido que ver
a la chica de mis sueños engañándome.
El dolor que me causaste me dejó muerto por dentro,
y voy a asegurarme de que te arrepientas de esa noche...
Dos de los trillizos, llamados la Tríada, estaban en el centro de la sala oscura y desnuda. Eran Kerrick y Mervin.
A Sakura le parecieron desafiantes y sexys, y con solo mirarlos se imaginó de lo que serían capaces de hacer en terrenos sexuales. Indra había dicho sobre ellos que eran muy feos. Pero no lo eran. Era atractivos y exóticos: morenos de piel, con ojos oscuros, con aquella tez curtida llena de tatuajes. Vestían una camiseta negra de tirantes, unos pantalones negros y botas.
Un fluorescente iluminaba una parte del salón desnudo; y una bombilla de bajo consumo oscilaba colgante y abandonada del techo.
Los dos hombres, rapados y musculosos, se situaban en el centro de la sala con las piernas abiertas en posición de defensa. En cada mano llevaban un látigo y una pala.
Sakura entrecerró los ojos hasta que vio que a cada extremo de la sala se encontraban dos personas colgando. Eran siervos de sangre, esclavos. Sakura podía oler el cambio en su hemoglobina y ver las mordeduras de los vampiros; tenían incisiones en axilas e ingles. Estaban más pálidos de lo normal, y su mirada perdida rogaba que les calmaran el tipo de anisedad que les llevaba a un lugar como aquel.
El placer del dolor.
Sakura entendió que los nosferatus usaban a sus siervos de muchas maneras. También en terrenos sexuales.
—¿Dónde está Logan? —preguntó Indra sin mirar a los esclavos.
—Hola, Generala —los vanirios saludaron a Sakura.
Esta respondió con un asentimiento de cabeza.
—Hola.
—Silencio, esclava —contestó Indra mirándola por encima del hombro.
Mervin y Kerrick se miraron el uno al otro, asombrados por el tono que había empleado su líder con aquella valkyria tan poderosa.
Sakura se mordió la lengua, pero acató la orden.
—¿Logan? —repitió Indra malhumorado.
—En la sala contigua. Ella está aquí —informó Mervin.
Indra no podía creer su suerte. ¿De verdad los dioses le iban a regalar a Ada en aquel preciso momento? Miró a Sakura de soslayo y, consciente plenamente de a quién se referían, se atrevió a preguntar:
—¿Quién?
—Ada. Tu adorada sumisa. La única que tienes —respondió Kendrick poniendo los ojos en blanco—. La está preparando para ti.
Sakura sintió que los colmillitos pequeños le picaban y rogaban por clavarse en algún lado. Tuvo ganas de morder a alguien, de freír y chamuscar, de arrancar pieles y ojos... El modo en que Kendrick habló de esa tal Ada enmudeció e hirió a Sakura a niveles insospechados. Niveles que ni ella misma creía que podía alcanzar.
Pensaba que estaba congelada. Pero no: todavía tenía capacidad de sentir ira y dolor.
—¿Mi preciosa nena está aquí? —preguntó Indra en dalradiano.
Ella clavó sus ojos claros e impactados en él, en su perfil viril y masculino. En aquellos labios gruesos y el piercing que refulgía en el inferior. Él se lo relamió con la punta de la lengua.
Sí. Esa había sido otra bofetada. No: mejor un puñetazo en todo el estómago, de esos que te dejan de rodillas y sin respiración. «¿Su preciosa nena?». ¿Indra tenía pareja en el Midgard? ¿De verdad?
No lo sabía. Pero, ¿cómo iba a saberlo si no habían hablado de nada desde que se habían vuelto a ver?
Dioses, no. Eso sí que no. Eso no... No estaba preparada para eso. Deseaba, en su fuero interno, que Indra no se atreviera a hacer- le pasar por algo así.
—Ven conmigo. Iremos a por Ada —le dijo Indra tirando de ella, emocionado como nunca lo había visto.
Sakura quiso detenerse en seco y negó con la cabeza.
—No —contestó con voz temblorosa.
—¿No qué? —Indra salió de la mazmorra, y abrió la puerta de la sala vecina—. Tú harás lo que yo te diga.
—No. —Clavó los talones en el suelo y lo miró de frente.
Indra la intimidó con su cuerpo y entrecerró los ojos tatuados.
—No me jodas, valkyria. No es bueno que me desafíes.
Sakura negó con la cabeza y tragó saliva. No, tenía razón. No era bueno desafiarle. Pero tampoco era bueno para ella conocer a ninguna mujer que tuviera algo que ver con Indra. ¡Por favor, si se moría solo de imaginarlo!
—Vamos. —Con un fuerte tirón la arrastró y abrió la puerta de la otra sala en la que Logan estaba preparando a la tal Ada.
Indra no se imaginaba que Ada decidiera venir aquel día. Era su sumisa. Una chica humana, preciosa, que estaba a su cargo desde hacía un año. Rubia, de ojos marrones muy claros, y cuerpo exuberante. Solía avisarlo antes, vía Whatsapp, para decirle que estaba cerca y preguntarle si él estaba disponible. Y él siempre lo estaba para ella, porque era una mujer entregada e increíble.
Y le gustaba. Ada le gustaba.
A Sakura se le helaron las manos cuando la vio. Los celos nunca habían despertado en ella con tanta furia como en ese preciso momento.
Era una joven hermosa. Logan le afianzaba el collar de sumisa y le ataba la correa. Llevaba unos cubrepezones de cuero negro y una braguita del mismo color y el mismo material, abierta por delante, que reflejaba su piel más íntima.
Su sexo estaba descubierto.
La Generala buscó una salida con sus ojos enrojecidos por la rabia y el resentimiento. O salía de ahí o Indra la iba a destrozar. Huir nunca fue una opción para ella antes. Jamás se escapaba. Siempre se enfrentaba a todas las situaciones.
Pero a aquella... No. Definitivamente no. Su cuerpo empezó a temblar y sentía que podía partir nueces con la mandíbula. El estómago se le encogió.
—Indra —lo saludó Ada con voz gatuna.
Esa mujer le dedicó una de esas sonrisas blancas, radiantes y sinceras, que Sakura deseó desfigurar con un rayito.
—Mi preciosa Ada... —Él se acercó a ella, con Sakura todavía amarrada con la correa, llevándola como a una perra, como a una mascota. Se detuvo frente a Ada y le sonrió con dulzura y respeto.
«Hijo de puta. Hijo de puta», pensaba la valkyria. A ella no la miraba así. A ella no le hablaba así. ¿Cómo podía siquiera fijarse en otras? Ella, aunque fue la culpable de su separación, nunca pudo olvidarle. Siempre le amó. Siempre lo deseó. No hubo una sola luna en la que no le echara de menos.
Y mientras tanto... Él podía tocar a otras.
Se pasó la lengua por los colmillos, y deseó arrasar con todo el ESPIONAGE. Nunca había sentido tanta energía en el cuerpo como la que ahora se avivaba en ella con la fuerza de un huracán.
Ada desvió la mirada para estudiar a Sakura, y le sonrió con dulzura; y eso reventó a la Generala. No era una sonrisa real. Era una sonrisa forzada para hacer creer a Indra que ella le era indiferente.
Pero no lo era.
Ambas eran mujeres. Ambas marcaban territorio. Ambas conocían sus armas; pero Sakura no podía mostrar ninguna porque Indra se lo había prohibido.
—¿Quién es esta mujer, señor? —preguntó Ada mirándola de reojo, como lo haría un gato a punto de arañar y lanzarse sobre su presa.
«La que te va a quemar las pestañas, cerda», replicó Sakura mentalmente.
—Un juguetito para nosotros.
«¿Un juguetito para vosotros? Tú estás loco, trenzas».
—Logan...
—Sí, ¿laird?
—¿Puedes poner a la esclava colgada de las cadenas en la misma sala en la que vamos a trabajar?
Sakura se agarrotó. Se sentía torpe y entumecida. ¿Qué quería hacer Indra con ella?
Logan asintió con la cabeza y miró dudoso a Sakura, como si no se atreviera a tocarla o a molestarla. Logan era un vanirio inteligente, no como el maldito escocés.
—¿Me acompañas? —preguntó Logan.
—No se lo preguntes, joder —bramó Indra—. Llévatela y punto. Es una maldita esclava. —La miró a los ojos, atravesándola con toda su ira—. No tienes que solicitarle permiso para nada.
Logan no estaba tan de acuerdo. Sakura no dejaba de ser la Generala, la valkyria más fuerte de Freyja. Indra la estaba tratando demasiado mal. Puede que él no supiera lo que había pasado entre ellos, pero sí intuía una cosa: nunca podía subestimar a una mujer con la mirada tan glacial como la de Sakura. Era una asesina, y sus ojos turquesas expresaban sus deseos de vengar todas las ofensas que estaba sufriendo.
Y las vengaría. Logan no sabía cuándo ni cómo pero, aquella guerrera tan guapa y distante se cobraría todos los insultos. Y él no quería estar en medio cuando lo hiciera.
—Te acompaño, Logan. Pero asegúrate de encadenarme bien —susurró con voz perniciosa. Sí, mejor que asegurara bien esos grilletes o sucedería algo que nadie deseaba.
Indra la miró de reojo y, después, dedicó una expresión más melosa a su sumisa.
—¿Te importa que hoy tengamos una sesión compartida? —preguntó Indra a Ada mientras le acariciaba la mejilla con suavidad y después deslizaba sus enormes dedos por la clavícula desnuda de la joven.
Ella negó con la cabeza y se humedeció los labios con la lengua.
—Me encantan estas sesiones, señor. Sobre todo si las comparto contigo.
Indra sonrió y pegó su frente a la de ella, añadiendo un gruñido de aprobación.
«Quiero matarles. Matar. Matar. Matar...», pensaba Sakura sin poder dejar de mirarles, por mucho daño que eso le hiciera. ¿Sería una sádica?
A la mente le vinieron recuerdos de cuando esas caricias se las prodigaba a ella en la tierra de los elfos, o cerca del Puente Arcoíris, cuando creían que podrían luchar juntos en el Ragnarök, él como líder de los einherjars y ella como líder de las valkyrias. Entonces, se las prometían felices. Pero nada más lejos de la realidad.
Todo había cambiado.
El Indra al que le entregó su corazón en el Asgard, no era el mismo que había encontrado en el Midgard.
Y ella no era ni la mitad de fuerte de lo que era en el Valhall. Tenía sus aptitudes limitadas y su destino en manos de un hombre que la odiaba. ¿Cómo había cambiado todo tanto?
—Vamos, preciosa —Indra tomó a Ada por el collar y tiró gentilmente de ella, mientras le acariciaba la parte baja de la espalda con sus dedos.
Sakura tuvo que mirar hacia otro lado. No le gustaba aquello, le dolía.
Los cuatro se dirigieron a la sala donde Kendrick, Mervin, y los dos esclavos de sangre esperaban pacientes a hacer la doma.
Logan colocó a Sakura al lado derecho de los dos siervos, y Indra ubicó a Ada enfrente de ella, en el lado opuesto. Formaban un rombo. Cuatro amos y cuatro sumisos dispuestos a disfrutar de las mieles y las hieles de la dominación y la sumisión.
Sakura se prometió a sí misma ser completamente impermeable. Nada le calaría, nada traspasaría su coraza. No se rompería frente a Indra, por mucho que él buscara su maldita rendición o su sumisión. Porque él buscaba eso de ella para humillarla, no para su propio placer.
Logan alzó los brazos de Sakura por encima de su cabeza y rodeó sus muñecas con los grilletes. El sonido del acero al cerrarse entorno a su piel le puso el vello de punta. Logan se dirigió a la pared contraria, y le dio a una de las cuatro manivelas. Sakura se quedó suspendida en el aire, a medio metro sobre el suelo.
Indra clavó la vista en ella, e hizo lo mismo con Ada. Pero de un modo más íntimo y personal del que había utilizado el otro vanirio con ella.
Indra acariciaba el cuerpo de esa mujer, la moldeaba, la modelaba. La humana gemía y ronroneaba presa de sus tiernas caricias. Él se colocó tras ella, sonrió y deslizó su mano por el torso desnudo de Ada, sin dejar de mirar a Sakura que, hipnotizada por aquella cruel visión, no podía apartar sus rojos ojos. Porque estaban rojos. No había duda.
El einherjar parpadeó y clavó sus ojos de obsidiana en el rostro de la valkyria, que era todo un poema. Nunca había visto esa expresión en la Generala. Era como si le estuvieran rompiendo su jueguete más preciado y no pudiera hacer nada para salvarlo. Indra no lo soportó; no toleraba ver ese gesto en ella porque lo consideraba falso y fuera de lugar; así que le dijo a Logan:
—Quítale la ropa.
Sakura apretó los puños y se clavó las uñas en las palmas de las manos.
—No quiero que me toquen —pidió Sakura sin poder morderse la lengua. Indra no solo estaba acariciando a otra mujer frente a ella, sino que la dejaba a la merced de otros.
—¿Cómo has dicho? —Se apartó de Ada, que enseguida añoró su contacto y se quejó de su abandono. Él se situó frente a Sakura y pegó su nariz a la de ella. Estaban a la misma altura.
—Este hombre no tiene derecho a tocarme —murmuró en voz baja la guerrera, alzando la barbilla y mordiéndose los labios para que no le temblaran. Quería llorar y lanzar al aire uno de sus alaridos de valkyria, capaz de romper cristales, agrietar paredes y destruir tímpanos—. Soy una valkyria...
—Eres una esclava.
—... y es mi derecho decidir quién me toca.
—No tienes derechos; solo cumples mis deseos. Y mi deseo es verte en manos de Logan. Ahora, cumple o te echo de aquí.
La Tríada nunca se había sentido tan incómoda como en ese momento.
Sakura parpadeó para que las lágrimas no cedieran.
—¿Sabes qué, Indra?
—¿Qué?
—Vete a la mierda.
Él parpadeó repetidas veces y sus labios dibujaron una línea de frustración y ofensa.
—Está bien. —Indra se encogió de hombros—. Entonces, yo te desnudaré para ellos. —Le desgarró el jersey que la cubría, le quitó las botas y bajó sus pantalones con fuerza, dejándola ante toda la sala en ropa interior. Su cuerpo se mecía de un lado al otro, y el sonido de las cadenas al rozarse era lo único que rompía el espeso silencio. No pudo evitar mirar su cuerpo, su precioso y curvilíneo cuerpo. No se sentía orgulloso de ver cómo ella temblaba y se estremecía, colgada e indefensa ante la Tríada y Ada. Los esclavos de sangre permanecían con los ojos vendados y eran los únicos que no podían ver cómo era el cuerpo de una auténtica valkyria como Sakura. Pero M, K y L sí podían y se estaban colmando la vista con ello, aunque lo hacían un tanto avergonzados.
Y Ada la estaba valorando como lo haría una mujer celosa y envidiosa.
—Logan.
—Dime, Indra —contestó con disgusto.
—Utiliza la pala. Diez azotes en cada nalga para ella. —Alzó la ceja del piercing—. Mervin y Kendrick, ya sabéis lo que quieren nuestros amigos. Dádselo y proceded como siempre hacéis.
Los dos hermanos asintieron y cogieron los látigos de nueve colas para empezar a trabajar con los cuerpos semidesnudos de los secuaces de los vampiros.
Las sesiones con los esclavos de sangre siempre las hacían con sus ojos vendados y los oídos tapados. Era el único modo de asegurarse de que ninguno de ellos viera quiénes les hacían la doma, ya que, si les daban sangre a los nosferatu, ellos podrían leer en sus recuerdos; y ni Indra ni la Tríada debían ser reconocidos.
—Bájale las braguitas —pidió Indra mientras se recolocaba detrás de Ada y tomaba la pala que había en el suelo.
Logan se movió y quedó tras la espalda de Sakura. La valkyria estaba pasando un mal rato y lo sabía.
—Con tu permiso, Sakura.
—No lo tienes. Pero haz lo que debas —contestó ella con los ojos rasgados y heridos focalizados en Indra y en cómo estaba tocando a su sumisa. Ella no quería ser su sumisa ni su esclava. Quería volver a ser su Sakura. Pero Indra no se lo permitía; no le preguntaba nada, y ni siquiera se había interesado por lo que ella había hecho durante tanto tiempo sin él.
—¿Lo soportarás? —preguntó Logan en voz baja, tomando a Sakura de las caderas.
Sakura reprimió una arcada; no solo por el contacto de un hombre que no era el que amaba, sino sobre todo, al ver cómo Indra ponía una mano sobre el pecho de aquella humana y lo masajeaba con pasión y deseo. ¡Una maldita humana!
«¿Si lo soportaré? Ahora mismo no lo sé. Siempre he soportado todo lo que me ha caído encima. Todas las decisiones que tomaron por mí, todo lo que yo no quería y acaté. Lo asumí todo». Pero ya no estaba convencida de poder con ello, no estaba segura de querer seguir obedeciendo.
Sus ojos se volvieron dos faros de color rubí, cada vez más claros, cuando Logan le bajó sus braguitas negras para mostrar sus nalgas, que solo él podría ver.
Dioses, aquello no estaba bien.
Indra abrió la boca y pasó la lengua por el cuello de Ada. Esta sonreía mientras la miraba y se dejaba acariciar por el escocés.
Sakura no tuvo valor para cerrar los ojos. Quería embeberse con aquella imagen. Quería envenenarse y dejar de sentir cosas por el trenzas maligno. Si no sintiera nada por él, sería mucho más fácil obedecer ciegamente, porque dejaría de luchar contra su corazón, o lo que quedaba de él, ya que el highlander lo estaba pulverizando con su brutalidad.
Indra sobaba a aquella mujer; la besaba en el hombro, en la comisura de la boca...
—Cuenta, Generala —le pidió Logan suavemente—. Ya van cuatro.
Sakura tragó saliva. Ni siquiera era consciente de que la pala impactaba secamente sobre su tierna carne. No sentía el dolor. Tampoco era consciente de los gritos de los esclavos de sangre ante el contacto de los látigos y la fusta en sus cuerpos...
¿Aquello era dolor? La ausencia de daño, el no sentirse el cuerpo mientras se te resquebrajaban el alma y el espíritu. Aquello sí era dolor.
El BDSM la dominación y la sumisión... Los juegos de amos y sumisos estaban bien. Le podían gustar. Pero no soportaba quebrarse como se estaba quebrando ante Indra. Nunca sería su sumisa. Nunca se pondría en sus manos. Jamás.
Él había permitido que otro la azotara y la viera semidesnuda. Él, que había sido un celoso y posesivo de los grandes, ahora le importaba bien poco quién la tocara... Aunque, en realidad, no la tocaban. Solo la pala impactaba en sus nalgas.
Doce, trece.
Y, mientras tanto, Indra dejaba que Ada viera lo que le hacía y colaba una mano entre sus piernas, para tocarla y estimularla.
—¿Quieres que te regale un orgasmo? —le preguntó Indra al oído.
La chica asintió frenética, excitada por ver a una belleza como Sakura siendo fustigada; animada al oír los gritos de los dos hombres que pendían de las cadenas al igual que ellas. Y sobreestimulada por el dedo que le frotaba entre las piernas.
Las orejas de Sakura se removieron en desacuerdo. ¿Cómo se atrevía él a hacerle eso? Por Freyja, ¿tanto asco le daba? Qué ilusa había sido al pensar que él podría perdonarla.
¿Por qué? Que ella le amara con locura no significaba que él tuviera que sentir lo mismo.
—Más fuerte, Logan —ordenó Indra mientras mordía el hombro de la sumisa. El highlander no se perdía un solo detalle de la disciplina del vanirio sobre Sakura.
«¿Es así como me quieres?», se preguntaba Sakura. «¿Así, vendida e indefensa? Entonces, disfruta de lo que ves ahora, porque nunca más volverás a verme de este modo», se prometió a sí misma.
En realidad, ella no aguantaba eso por el miedo a que Indra la devolviera al Midgard sin honores. Ella lo aguantaba porque había pensado que podría recuperar su amor y su respeto. Pensó que sería suficiente con explicarle todo si él llegaba a preguntar alguna vez. Pero Indra no la había interrogado. Indra solo la arrastraba por el lodo de su orgullo herido y su amor propio.
Ahora que Sakura lo entendía, ahora que aprendía la lección de su trato, era el momento de tomar decisiones.
—¡Más fuerte, Logan! —ordenó el laird.
Logan obedeció, pero Sakura no reaccionaba a los palazos. Sus ojos permanecían perdidos, fijos en Indra, y en las manos que acariciaban el cuerpo de aquella humana.
—¡Joder! Hazte cargo de Ada —gruñó Indra soltando a Ada y dirigiéndose a Logan. Le arrebató la pala y tiró del pelo de Sakura—. Ahora quiero que grites y que cuentes, ¡¿me oyes?! Y si no puedes con esto, ya sabes cuál es tu palabra de seguridad... —sus ojos de obsidiana brillaron maliciosos.
Sakura clavó la vista en el techo oscuro y sonrió indiferente. «Fóllame, ¿verdad?». Cerró los ojos con placer: el placer de no sentir absolutamente nada. Si no tuviera las alas heladas se le habrían congelado ipso facto.
Indra no tuvo clemencia; le daba con la pala con tanta fuerza que el cuerpo de Sakura se movía de un lado al otro. Sus nalgas se enrojecían por la acumulación de la sangre en esa zona. La piel le ardía, debía arderle. Indra no entendía cómo esa mujer no soltaba un solo gemido, un alarido, un grito... Algo que le indicara que sentía lo que le estaba haciendo. Parecía que se había ido de ese plano y que no estaba en el espacio sumiso, ese que era como un limbo de placer y entrega para los esclavos. No; Sakura no estaba ahí. Estaba en otro sitio.
Indra tiró la pala al suelo con rabia y dio un paso atrás para ver lo que le había hecho a Sakura. Sus nalgas estaban rojas a más no poder; pero Sakura seguía con los ojos cerrados y respirando con aparente tranquilidad. Su pelo rosa cubría sus alas azules.
Sintió que la bilis se le subía al estómago. Nunca había tratado a nadie así. Lanzó la pala al suelo y se pasó las manos por la cara, avergonzado por perder así el control.
—Logan, bájala —pidió Indra disgustado—. Y sácala de aquí. —Se dirigió a Ada de nuevo pero se detuvo al oír la risa de Sakura.
—No me bajes —pidió Sakura abriendo los ojos sin vida y dedicándole una mirada llena de determinación—. Puedes seguir, amo. Puedes seguir tanto como desees. La sumisión está en la mente; y tú no tienes esa parte de mí, así que ya puedes darme tan fuerte como quieras, que no encontrarás una respuesta sumisa por mi parte, nunca. Vamos, dame. —Parpadeó sonriendo vacuamente—. No siento nada en absoluto. No siento como ella. —Señaló a Ada con la barbilla—. Puedes follártela delante de mí si es lo que deseas. —Sakura deseaba que no lo hiciera, pero estaba harta de aquello.
Logan se dispuso a acariciar las nalgas azotadas de Sakura para calmar la picazón, pero a Indra ese gesto le incomodó.
—No la toques —ordenó—. Solo bájala.
—Oye, tío... pero tiene la piel muy maltratada.
Sakura se encogió de hombros.
—Sanará, no te preocupes, Logan.
Indra la miró y estuvo a punto de decir algo más, pero se calló.
—Señor —interrumpió Ada—... ¿Y a mí me vas a dejar así? —movió las caderas de un lado al otro de modo seductor.
Indra sacudió la cabeza y se dirigió a ella. Abarcó todo su sexo con una mano y empezó a masturbarla con los dedos. Sakura observó la escena con un escudo de indiferencia, como si la hubieran matado por dentro. Sin embargo, algo en ella había cambiado: una fuente de energía despertaba en su interior. Una nacida de la más auténtica furia, de la más poderosa de todos los tiempos: la furia valkyria, la rabia y la ira de una mujer rota y herida.
Logan le quitó los grilletes y Sakura pudo tocar con los pies en el suelo. Estaba frío y eso le gustó.
—Vamos afuera. —El vanirio recogió sus ropas mientras Sakura se subía las braguitas—. Aquí ya lo tienen todo controlado.
Sakura también entendió que ya había tenido suficiente. Indra le regalaba orgasmos a Ada y a ella la dejaba en manos de la pala de otro hombre.
Era tan esclarecedor como obvio.
Humillante y, a la vez, liberador.
Indra no la quería ver, ni mucho menos perdonar. Ya estaba rehaciendo su vida con una maldita humana... ¿Prefería a esa Ada en vez de a ella, que era la Generala de las valkyrias? De acuerdo.
—Llévala al Johnnie Foxes —pidió Indra—. He quedado con Naruto allí.
Con la barbilla alzada, pero sintiéndose completamente rechazada como guerrera y mujer, abandonó la mazmorra.
Al salir, Logan la miró por encima del hombro y la guió a otra sala en la que poder cambiarse. Mientras ella se ponía los pantalones y el jersey, el vanirio rapado estudiaba su pose y su honorabilidad. Quería preguntarle sobre el tipo de relación que tenían. Sobre si ella era, en realidad, la mujer que le había roto el corazón; pero Sakura se adelantó.
—¿Qué haréis con los esclavos de sangre? —Se calzó una bota y luego la otra—. ¿De qué sirve que les hagáis la doma si no obtenéis información sobre ellos ni sobre lo que hacían en Glasgow?
—Mervin y Kendrick se encargarán de leerles la mente y ver en sus recuerdos. No pueden beber su sangre, pero la podemos analizar. Creemos que ellos no viajaron porque no eran aptos.
—¿Aptos para alimentar a los nosferatus y rejuvenecerlos?
—Sí —contestó Logan cruzándose de brazos y apoyándose en la pared—. Ya sabemos que la terapia Stem Cells, aplicada en los humanos, da una sangre rica y rejuvenecedora para los vampiros. Como ese tal Hidan, que todavía sigue vivo... Él está tomando esa terapia. Los esclavos de sangre que vienen aquí eran tratados con Stem Cells.
—¿Cómo lo sabéis?
—Por los pinchazos en la parte baja de la columna vertebral que lucen todos.
Sakura no se había fijado en ello.
—Puede que los dos esclavos que hay en esa sala todavía necesiten alguna terapia más; o puede que ya no les interesen. Seguiremos sus siguientes movimientos a partir de ahora y analizaremos su sangre. M y K les pincharán sin que se den cuenta.
Sakura asintió con la cabeza; al menos tenían un plan para seguir.
—¿Puedo hacerte una pregunta, Generala?
Ella le miró a los ojos y volvió a asentir.
—¿Por qué una guerrera tan poderosa como tú permite el trato que te está dispensando Indra? No eres humana como Ada; eres una valkyria. La más fuerte me han dicho.
—Sí, lo soy. —Se calzó la otra bota y, después, se abrochó el botón del pantalón. Sentía el culo escocido, pero no importaba. Incluso le agradaba la sensación. Se recogió el pelo rosa en una cola alta y la dejó que reposara toda sobre un hombro—. Tengo la necesidad de purgar mis pecados.
—¿Y por eso te sometes a la dureza del laird? Con todos mis respetos, creo que estás loca. Ese hombre no tiene ni un gramo de compasión en sus venas, excepto para los suyos. ¿Tú eres suya?
—¿Yo? —preguntó abriendo los ojos incrédula—. No —se rio sin ganas—. Hubo un tiempo en que nos pertenecimos; pero ahora él pertenece a otro mundo. Y no es el mío.
—No deberías estar tan segura de eso. Indra mata, destierra y olvida a quien no le importa. A ti no puede dejarte en paz.
—No puede dejar de molestarme y tratarme mal, que es diferente.
Logan se encogió de hombros y resopló.
—¿Y qué? Es lo mismo, ¿no? No le eres indiferente.
Sakura tuvo ganas de gritar. Ella prefería que se metiera ese interés por donde le cupiera a que continuara tratándola así. Le impedía utilizar sus rayos, le había quitado sus bue y la humillaba delante de todos. Sí, lo mejor sería ser invisible para él.
—Prefiero su indiferencia, créeme.
Logan sonrió, y fue un gesto que suavizó sus rasgos adustos.
Sakura se relajó un poco y le devolvió una sonrisa que no sentía.
—Logan, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro; si tengo respuesta, te la daré.
—Es sobre Kidōmaru y Buchannan. Y también sobre vosotros. La mirada del vanirio se ensombreció y miró hacia otro lado.
—Me imagino por dónde va tu pregunta...
—¿Sí? ¿Podrás contestármela?
—Prueba.
Sakura se acercó a él, cara a cara.
—¿Cómo es de insufrible la sed vaniria?
—¿Cómo? Es un dolor que te mata poco a poco... No se va —contestó llanamente.
—Y ese dolor os puede enloquecer de tal modo que seríais capaces de traicionar a los vuestros e iros con Loki, ¿verdad?
Algo en esa pregunta no le gustó a Logan, que gruñó ofendido.
—¿En qué estás pensando, valkyria?
—En que Kidōmaru y Buchannan han perdido a sus parejas. Indra tuvo que matar a Kidōmaru por traicionarlo, porque sucumbió a Loki. ¿Buchannan podría sucumbir también?
—¿Buchannan? —repitió asqueado—. ¡Joder, no! Es el más leal de todos. Antes de traicionarnos e irse al lado oscuro, se inmolaría. Acabaría con su vida. Buchannan solo podría venderse por volver a ver a su cáraid Amanda. Pero murió. Buchannan jamás traicionaría el recuerdo de Mandy.
Sakura se quedó pensativa, frotándose la barbilla con el pulgar. No es que desconfiara de la palabra de Logan, pero eran vanirios que habían perdido a sus parejas y, tarde o temprano, podrían enloquecer. Kidōmaru no tardó nada en venderse. Buchannan podría ser el siguiente, o incluso la Tríada...
—Ni siquiera lo pienses, Generala. Yo no tengo cáraid, y gracias a las pastillas Aodhan, que nos facilitó el sanador de la Black Country, el hambre se lleva mucho mejor. Por tanto, por nuestra parte, no deberías temer ningún tipo de traición. El solo mencionarlo me ofende, señorita.
Sakura ni siquiera se disculpó. Ella era muy honesta y analizaba todas las situaciones desde todos los puntos.
—No es mi intención ofenderte. Disculpa.
Sin embargo, la conversación no le tranquilizó. Indra confiaba en los suyos del mismo modo que ella había confiado en Mei. Él no creía en posibles rebeliones, igual que ella no había creído en Mei asestándole una puñalada rastrera y yéndose con Loki. Pero la posi- bilidad estaba ahí.
Lo había visto en la imagen holográfica de Buchannan y en su mirada oscura.
Sakura reconocía esa mirada. La mirada de la rendición y el hastío que indicaban que ya nada importaba. Y la reconocía porque ella tenía, exactamente, la misma en ese momento.
