19

Costa noroeste de Escocia. Wester Ross

Isla Maree

En las Highlands, dando la cara al océano Atlántico y situado en latitudes nórdicas, se encontraba el paisaje más salvaje de Escocia en el que los colores verdes, anaranjados y ocres, huérfanos de árboles, se mezclaban con el azul de los ríos y del mar que lo rodeaba.

Ese trozo de tierra carecía de pueblos, aunque cada varios kilómetros podías encontrarte pequeñas agrupaciones de casas, con solitarios vecinos separados por grandes extensiones de terreno.

Allí, en medio del salvajismo agreste más indómito, se ubicaba un lago cobijado entre dos altísimas lomas: se llamaba Loch Maree. Custodiado por verdes colinas, poseía cinco islas interiores con sus respectivos islotes, que aún salvaguardaban restos de construcciones antiguas de los celtas. Y la más importantes de las islas, la Isla Maree, poseía un lago interior lleno de cuevas y grutas.

En esas cavidades, los malheridos Naruto, Temari, Madara, Mei, Izumo, Kawaki y los cuatro einherjars, habían decidido protegerse de los ataques y contactar con los clanes para pedir ayuda urgente. Antes, Madara y Naruto debían sanar de todas las heridas, por eso las dos valkyrias habían ocupado su tiempo en recuperarles.

Gracias a eso, al aviso que habían realizado mediante las instalaciones informáticas que contenían las grutas, y que el mismo Indra se había encargado de construir, Kakashi y los vanirios y berserkers de la Black Country e Isamu y los vanirios de Chicago y los berserkers de Milwaukee habían llegado a Escocia a echar una mano.

Sakura fue la primera en llegar a la isla, seguida a escasos metros por un inquieto Indra. Kakashi había pedido viajar con ella sobre Angélico, puesto que era un berserker y no podía volar, y debía dar la información que Suiren había facilitado sobre lo que sucedía ahora con los puntos electromagnéticos de la Tierra. Mientras tanto, los demás vanirios y berserkers llegarían a su ritmo a la isla, abandonando una desolada y partida isla de Arran.

La oscuridad del cielo y los gases que habían emanado de las grietas debido al terremoto le facilitaron poder viajar con Angélico y pasar desapercibidos.

La velocidad de su querido animal era apenas detectable por el ojo humano, aunque el movimiento de sus majestuosas alas dejara una estela luminosa a sus espaldas.

—¿De dónde has sacado este caballo? —le había preguntado Kakashi cogiéndose a su cintura.

—Es un regalo de Freyja —contestó la Generala.

Kakashi acarició el pelo blanco del animal y sonrió.

—Es un magnífico ejemplar —contestó, captando a la perfección las corrientes de energía que había entre Sakura y Indra.

—Gracias.

—¿Puedo preguntarte algo, Sakura? —Kakashi, que había vuelto a adquirir su estado humano normal, tenía ahora el pelo largo y rubio plateado suelto. Vestía de capoeira, con camiseta y pantalones anchos y elásticos. Sus ojos amarillos brillaban con creciente interés, y su piercing negro, en forma de estaca, sobresalía a través de los mechones de su pelo.

—Claro —había contestado la valiente guerrera.

—¿Qué problema tiene Naori con el hecho de que la toquen?

Sakura se tensó y lo miró por encima de sus hombreras metálicas.

—Básicamente es este: si la tocas, te mato.

—¿Por qué no se la puede tocar?

—Porque es una virtud que le ha dado Freyja.

—¿Cómo puede ser que, después de todo lo que has pasado por culpa de la diosa —irrumpió Indra, volando a la misma velocidad que su caballo—, sigas hablando de Freyja con palabras como virtud?

—¿Oyes algo? —preguntó Sakura a Kakashi.

Indra puso los ojos en blanco y censuró a Kakashi con la mirada deshecha por la rabia. No soportaba que lo ignorasen y, ahora que sabía la verdad, no aguantaba que Kakashi tocara a Sakura.

—Espero que me cures esto, ¿oyes, valkyria? —Indra sacudió las alas y se colocó delante de Angélico, que intentó golpearle con las patas delanteras. Se señaló el cuerpo envuelto en sangre, con hinchazones y cortes.

—Es como un zumbido extraño... —comentó Sakura mirando al frente, pero sin fijarse en Indra en ningún momento.

El highlander, al ver que Sakura no iba a hablarle, dio una voltereta sobre sí mismo y descendió a tierra firme.

Y, en tierra, era Mei quien esperaba la llegada de los guerreros.

Con el hermoso rostro impasible y los ojos verdes centrados en la nube de guerreros que se acercaban a la mágica isla, la valkyria aguardaba paciente y sonreía emocionada a la figura que copaba el lomo del pegaso: su nonne Sakura.

Mei había sufrido su muerte y su desaparición; su sacrificio y su pena al abandonarlas. Había sido cruel con ella durante eones, porque no entendía por qué a la Generala le gustaba sufrir gratuitamente, y por ende, por qué la hacía sufrir a ella también.

No comprendía por qué ella, que podía disfrutar de la compañía de su einherjar, en una decisión loca y orgullosa frente a los dioses, decidió desterrarlo y romperle el corazón a ambos. Bueno, a los tres. Porque ella sintió su dolor, eternamente, como si fuera suyo.

Ella, gracias al vínculo empático con el que estaban unidas, sabía y sentía todo lo que Sakura experimentaba. De igual modo que Sakura sintió todo lo que sufrió ella a manos de Khani y Seiya, y también cómo le costó aceptar que todos creyeran que iba a traicionarlos de un momento a otro.

Pero, ahora, las dudas, los miedos y las restricciones habían desaparecido.

Ahora solo quedaba la amistad; y también la vida.

Porque la Generala vivía, y viviría, a su lado siempre, hasta que juntas tuvieran que decir un último adiós. Pero, mientras ese adiós no llegase, sus corazones hermanos se pertenecían.

Sakura caminó hacia la entrada de la cueva del lago interior; pero, al ver a Mei allí, sus pasos se aceleraron y al final, acabaron corriendo la una hacia la otra y se fundieron en un abrazo de alegría y emotividad.

Ambas lloraban. Las palabras se atropellaban por todo lo que querían decir. Entre hipidos y sollozos, carcajadas y risas, las dos valkyrias decidieron callarse y disfrutar del cálido arrullo de la bienvenida.

Una venía de la muerte.

La otra de la muerte en vida.

—Tú eres mía, Sakura —le dijo Mei abrazándola con fuerza—. No me vuelvas a dejar sola, ¿me has oído? Si mueres, muero contigo —entrelazó los dedos con ella y unieron sus frentes—. Juntas.

—Juntas —asintió Sakura, sorbiendo por la nariz.

Mei levantó la cabeza y estudió a Kakashi, al que saludó con un gesto de su cabeza. El berserker levantó los dedos de su mano y estudió sus alrededores.

Pero, cuando se encontró con Indra y su patético y desagradable aspecto destrozado y malherido, Mei arqueó una ceja roja y sonrió.

—Vaya... ¿Sigues vivo?

Indra, al que le costaba la vida misma mantenerse fuerte y no ceder al dolor de su maltratado cuerpo, rio y se pasó el dorso de la mano por la cicatriz del labio.

—Mala hierba nunca muere.

—Así que, ni siquiera te has sabido suicidar...

—¿Suicidar? —preguntó Sakura.

Mei enlazó su brazo con el de Sakura y puso los ojos en blanco, mientras le explicaba:

—Sí, sí... El trenzas quería acabar con su vida antes que soportar y cargar sobre sus espaldas con todos los errores y equivocaciones que había cometido contigo y con el resto del clan.

Indra ignoró las puyas de la valkyria, pero Sakura no lo hizo.

—¿Suicidarse? —miró hacia atrás con desinterés—. ¿En serio?

—Sí, sí... Tal y como te digo. Mientras nosotros intentábamos sobreponernos a los ataques aquí, en Wester Ross, y poníamos en contacto a los clanes de la Black Country y a los de Chicago, aquí Braveheart decidió ir a Arran, a su castillo, y regodearse en la pena y el dolor, metiéndose en medio del enjambre de jotuns. ¿No es así, trenzas?

Indra se recolocó el hombro que tenía salido con una rotación de su espalda y después crujió el cuello hacia un lado. ¿Por qué Mei le decía esas cosas? ¿Por qué quería dar a entender a Sakura que estaba arrepentido?

—Métete en tus asuntos, valkyria.

—Ya te hemos dicho, por activa y por pasiva —dijo Temari, apareciendo en el interior de la cueva, yendo a al encuentro de sus hermanas. Abrazó a Sakura con fuerza y la besó en la mejilla—... que ella es asunto nuestro —Temari iba a actuar distinto a Mei, así que sus ojos se volvieron rojo rubí—. Mantente bien lejos de ella, ¿me oyes?

Las tres juntas se metieron en un ascensor de puertas metálicas y plateadas que les llevaba a una planta inferior y subterránea dentro de las cuevas.

Indra y Kakashi las siguieron, y fue el berserker quien le golpeó el hombro amistosamente y le dijo:

—Tío, ¿se supone que la Generala es tuya?

—¿Se supone? —Indra alzó la ceja del piercing y le dirigió una mirada capaz de congelar el desierto—. Ella es mía.

—Ya. Pues parece que ninguna de las tres está de acuerdo.

Le dio dos golpecitos más en la espalda y se adelantó para tomar el ascensor con ellas.

Indra se apresuró cojeando, pero Sakura lo miró y le dio al botón de bajar. Las puertas se cerraron antes de que él pudiera alcanzarles.

Aquel era el hogar de Izumo. Bajo el lago Marae, el joven líder berserker había construido su propia casa. Una casa submarina, rodeada de agua dulce por todos lados.

Las ventanas dejaban ver desde salmones hasta tiburones de agua dulce que él mismo se había encargado de criar, puesto que adoraba los animales. También, de vez en cuando, cruzaban las ventanas desde anguilas a escardinos. La casa tenía iluminación exterior, con lo que la luz que entraba por la ventana teñía de diferentes colores el agua del lago que la cubría.

Cuando Sakura entró en la sala, todos celebraron su vuelta. Naruto se puso muy contento al verla, e hizo algo que no hacía con sus valkyrias: la abrazó y le susurró al oído:

—Eres la líder más espectacular que he visto, Generala. Pero como vuelvas a hacer algo parecido, otra vez, tendré que matarte. No puedes dejarme huérfano en la guerra.

—Lo comprendo, Engel —aseguró Sakura, sorprendida por la muestra de cariño—. Pero una fuerza mayor me obligó a hacerlo.

—Lo sé, y lo respeto. Simplemente, no lo vuelvas a hacer —le guiñó un ojo y le ofreció asiento en la mesa redonda en la que estaban todos los einherjars y el samurái sentados.

Sakura quiso aceptar la silla pero, cuando se movió para sentarse, unos brazitos la rodearon por la cintura y pegaron su pequeño cuerpo a su espalda.

A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas, y no tardó ni un segundo en darse la vuelta y abrazar a Kawasaki con todo su corazón. El híbrido no la soltaba. Hundía el rostro en su estómago para que nadie viera que estaba llorando.

Sakura alzó sus ojos acongojados y se encontró con la afectada mirada de Indra, que tragaba saliva y apretaba la mandíbula al darse cuenta de lo importante que era ella para Kawaki.

Sakura carraspeó y desvió los ojos de él. Indra la miraba de diferente forma: no había ápice de rencor en sus profundidades de obsidiana; en cambio, había un anhelo al que Sakura no se atrevía a ponerle nombre.

Izumo, que había dejado de sonreír desde que la fortaleza cayó mientras él estaba al cargo de todo, saludó a Sakura con cariño.

—Me alegra ver que estás de vuelta, Generala.

—Nunca me fui —contestó ella revisando sus ojeras y su rostro entristecido.

El berserker se sentó en la mesa en silencio y esperó a que aquella reunión empezara.

Y, mientras iban llegando todos los guerreros y Naruto los iba presentando a todos uno a uno, Indra no quitó ojo a Sakura. Y Sakura aprendió a disimular que no se daba cuenta de ello.

Izumo tenía la sensación de que había fracasado.

Cuando el líder de tu clan te pide que cuides de los tuyos y, en vez de hacer eso, dejas que derrumben tu hogar y maten al noventa y cinco por ciento de los guerreros, mujeres y niños que habían en él, no puedes sentirte satisfecho ni orgulloso.

Se sentía decepcionado consigo mismo y también responsable.

Responsable de los últimos y lastimero suspiros de vida de todos los que habían caído bajo las artimañas de Buchannan y las garras de Zetsu.

Ni siquiera se atrevía a mirar a Indra a la cara. El laird no había hablado con él desde entonces; seguramente, se sentiría asqueado con su sola presencia.

Se suponía que él debía ser un líder, como lo fueron su padre y su hermana Scarlett. Y no lo había sido. Las muertes de todos los que habían caído en la batalla de Arran le persiguirían de por vida.

Y, entonces, mientras nadaba en el mar de su autoflagelación, una guerrera vestida de negro y con zapatos de tacón rojos con calaveras de piedras brillantes llegó a la sala acompañada de más vanirios.

Y Izumo se quedó sin palabras y se olvidó de respirar.

La reconoció al instante. Era la joven con la que habló en una video conferencia en el pequeño castillo de Ardan de River Ness. Daimhin. «Mi Daimhin», pensó posesivo. Su cuerpo se quedó muy tenso en la silla; y se levantó poco a poco con los ojos amarillos muy abiertos, centrados solo en la joven desafiante y de larga melena lisa y rubia que llevaba recogida con una delgada goma plateada.

—¿Tú? —susurró Izumo.

Daimhin inclinó la cabeza a un lado y lo estudió de arriba abajo, reconociéndolo al instante, aunque quisiera fingir lo contrario.

—Hola.

—Hola, tú...

Daimhin frunció el ceño y sonrió sin darle la importancia que él le daba. Tras ella, un joven rubio marcó terreno, protegiéndola en todo momento. Los dos se parecían muchísimo, así que Izumo supuso que se trataba de su hermano.

Naruto esperó a que los líderes de cada clan se reunieran en torno a la mesa redonda. Y empezó la reunión sin más dilación.

—Soy Naruto, el líder de los einherjars de Odín.

Tras esa presentación, introdujo a cada uno de los guerreros y explicó un poco sus funciones y sus dones. No se olvidó de nadie.

—Estáis todos aquí porque la situación se ha descontrolado completamente. Zetsu y Buchannan han derribado el castillo de Indra, y han muerto muchísimos guerreros. La falla de Escocia se ha activado, y puede que, tarde o temprano, se agrande; entonces, lo que ha afectado solo a Arran afecte a toda Escocia e Irlanda. Los puntos electromagnéticos que rodean Escocia, Irlanda e Inglaterra han bajado su energía, como si se hubieran dormido. La lanza sigue sin dar señales; y los huevos de purs y etones se pueden reproducir en agua salada, con lo que los mares del planeta podrían estar infestados por completo.

—¿Isamu ha conseguido una fórmula de choque para las esporas en mar? —preguntó Indra, preocupado.

—Estamos en ello —contestó el japonés—. Nos ocupará unas horas más. Izumo nos cede sus laboratorios para que trabajemos en ellos, así que espero daros pronto buenas noticias.

—¿Y cuál es el plan de acción ahora, Engel? —preguntó Indra.

Naruto no sabía si el tono del highlander era desafiante, como todas las otras veces, o bien, preguntaba por primera vez con respeto y seriedad. Cuando vio que no había rastro de la soberbia mostrada en días anteriores, Naruto rompió una lanza a su favor y dijo:

—¿Qué sugieres tú, laird? Son tus tierras y nadie las conoce mejor que tú. ¿Tienes idea del paradero de Zetsu? Los nosferatus se han hecho más fuertes por el uso de la terapia Stem Cells. Si hallamos a Zetsu, no solo encontraremos la lanza... También podremos destruir la maldita terapia que los está rejuveneciendo.

—Quiero encontrar a Zetsu; pero él nunca está en un sitio físico. Pero, antes, prefiero hallar a Buchannan —entrecerró los ojos hasta que se convirtieron en una línea marrón claro—. Necesito matarlo con mis propias manos.

—Todos queremos —juró Izumo.

—El único que puede tocar la lanza es Hummus —sentenció Kakashi—. Es un tótem divino, y solo los dioses o semidioses pueden tocarlos sin morir por ello. Hummus es un semidiós. Es a Hummus a quien hay que localizar, pues la lanza estará cerca de él.

—Antes de realizar la farvel furie —Sakura se levantó para que todos la vieran y la escucharan—, oí que Zetsu decía que me cargaran y que me llevaran a la isla, que Hummus estaría feliz de verme.

Indra y Naruto se miraron el uno al otro. El highlander, rabioso, reprimió las ganas de golpear el suelo con sus pies. A Sakura le habían dado una paliza inmisiericorde, y él no había hecho nada para detenerlos. Juró que se vengaría.

—Eso recorta nuestro plan de acción. —Naruto sonrió—. Esa isla no debe andar muy lejos entonces...

—Escocia está llena de islas —Temari frunció el ceño, incrédula.

—Le encontraremos, seguro —juró Kakashi.

Él tenía un puñal Guddine. Tal vez, si se dejara guiar por él y siguiera la punta de su hoja, acabaría llegando hasta Hummus; no importaba si estaba a veinte kilómetros o en la otra punta del mundo. Y, dioses..., ¡cómo deseaba encontrárselo de nuevo y acabar con él!

—¿Y la lanza? Si no captamos su señal electromagnética, ¿cómo vamos a saber dónde está? —Madara entrelazó sus dedos tautuados y miró al frente—. Es el tótem más peligroso de todos. Los puntos electromagnéticos despiertos no dejan que la señal de la lanza llegue con claridad. Además, lo más seguro es que la tengan guardada en algún lugar acorazado que corte su señal.

—Yo os traigo noticias desde la Black Country —Kakashi apoyó los codos sobre la mesa y su rostro quedó semi oculto entre su melena platino—. Nuestra científica, Suiren O'Shanne, asegura que los portales de la tierra han disminuido su energía porque están esperando estallar y realizar una última explosión. Cuando esto suceda, la Tierra se convertirá en una puerta a otros mundos. Y no importará dónde claven la lanza, porque todos los portales serán superconductores y podrán convertirse en agujeros de gusano o puertas estelares. Así que, lo que de verdad nos urge es localizar la lanza y su poseedor.

Todos estuvieron de acuerdo, pero debían dividirse entonces para tratar los diferentes frentes.

—Propongo que el clan de Isamu trabaje para desinfectar el mar de esporas —dijo Naruto, mirando a través de las ventanas marinas—. Necesito a los vanirios de la Black Country en todos los puntos calientes de conflicto. Hay que cambiar los pensamientos de los humanos que puedan llegar a vernos.

—Las televisiones ya difunden a gente que habla de ovnis y de extraterrestres que salen de los mares... No les dan mucha credibilidad porque sucede en Escocia —dijo Izumo—; y algunos lo equiparan al mito del Lago Ness; pero hay mucha gente que ya nos ha visto. Los purs y los etones no han dejado de salir del mar desde entonces.

—Ahora sí —aseguró Indra—. La Generala ha electrocutado a los huevos y las esporas y los ha matado a todos. En Arran tardarán en reproducirse de nuevo.

Isamu, el vanirio kofun, pareja del tío de Naruto, encendió su iPad negro y mostró un mapa de Escocia.

—Nos hemos dado cuenta de que la falla de las Highlands, se activó al derribarse parte del acantilado en el que estaba el castillo de Arran —señaló el mapa topográfico—. Pero las esporas han podido colarse entre las fallas, a grandísimas profundidades, y los huevos de etones y purs, al hacerse hueco para nacer, han debido mover las placas tectónicas, y de ahí que la grieta se haya abierto. Si las esporas han viajado a través de las corrientes marinas, la falla no tardará en abrirse de nuevo. Debemos estar preparados para luchar contra etones y purs en cualquier momento.

—Podemos encontrar a Buchannan —soltó Mei con una sonrisa.

Todos la miraron expectantes. Indra se acercó a ella ansioso.

—¿Cómo?

—Pues mira, trenzas —explicó llevándose la mano al escote de su armadura de valkyria—: mientras tú jugabas a los barcos de fuego en Lerwick, nosotras intentábamos salvar el pellejo en Arran. Le arranqué un mechón de pelo a Buchannan. —Alzó la mano y mostró el pelo negro trenzado que tenía entre los dedos—. Esto me dirá dónde está.

—¿Por qué no lo has dicho antes? —Naruto estaba estupefacto.

—Pues no sé... Porque, a ver: tú tenías las rodillas rotas y las costillas te salían del cuerpo; y Madara era un maldito árbol de Navidad con proyectiles de luz por todo el cuerpo. Sakura había muerto, y Indra estaba poseído por un suicida. ¡Debíais sanar para movernos! Los einherjars todavía siguen cicatrizándose de sus heridas, y Kawaki, aunque es el más valiente de todos —le guiñó un ojo al pequeño—, no puede volar ni luchar todavía. Además, éramos muy pocos para enfrentarnos a ellos. No quiero volver a perder en una batalla. ¡Odio perder! —se quejó enfurruñada.

A Sakura la respuesta le pareció tan divertida que se le escapó la risa, y Indra no tuvo más remedio que agradecer a Mei su sarcasmo; porque, gracias a ella, había vuelto a escuchar la divertida risa de Sakura.

—Puedes localizar a Buchannan. —No era una pregunta. Naruto lo aseguraba en su tono.

—Sí.

—Hazlo ahora mismo, nonne —ordenó Sakura secándose las lágrimas de tanto reír.

—De acuerdo, Generala.

—Yo no quiero repetir lo que ha dicho antes Mei —intervino Temari con dulzura—, pero, antes de ir a la guerra otra vez, los einherjars necesitan recuperarse. Necesitan sanar. Theodore, Ogedei, Gengis, William, incluso él —señaló a Indra—, no se recuperan fácilmente de sus heridas. En ese estado no ayudan.

Sakura se quedó callada. Freyja le había dicho que tenía hellbredelse para todos hasta que escogiese a su einherjar. Miró de reojo a Indra y levantó la mano como si fuera la primera de la clase.

—¿Sanar? ¡Yo tengo sanación para ellos!

.

.

.

La valkyria se encontraba en la enfermería. Izumo tenía una sala llena de camas anchas y cómodas para los guerreros heridos, fueran de la raza que fueran. Era un habitáculo grande y sutilmente iluminado, con hilo musical incluido. Sonaba una preciosa canción melódica y armoniosa llamada Stupid Boy, y la cantaba una joven humana llamada Cassadee Pope.

Las paredes de piedra aguantaban mucho el calor, y los cuatro einherjars estaban en sus lechos, con las sábanas que cubrían solo sus piernas.

En el Valhall, Sakura nunca tocó a ningún guerrero; eso pensó mientras sanaba a Ogedei de sus heridas. Jamás tocó a otro hombre que no fuera Indra; esa idea cruzó su mente cuando curó a Gengis. Nunca pensó que podría tener la oportunidad de elegir a su pareja; eso meditó cuando sanó a William. Y, ni en su más remota imaginación, se visualizó perdiendo la virginidad con otro hombre que no fuera el highlander; aquel fue su pensamiento mas incómodo, y lo tuvo cuando descubrió al rubio romano Theodore y palpó su dura carne y su cuerpo definido. Él le arrebató la virginidad y, aunque no llegó al orgasmo, la encendió y le hizo sentir deseo. ¿Qué pasaría si finalizaran ese acto? ¿Le volverían a salir alas? ¿Las abriría como hacían sus nonnes con sus parejas?

Well, she was precious like a flower

She grew wild, wild but innocent

A perfect prayer in a desperate hour

She was everything beautiful and different

Ella era preciosa como una flor,

Creció salvaje, salvaje e inocente

Una oración perfecta en una hora desesperada.

Ella era toda belleza y distinción

Indra se mantenía oculto en la esquina de la sala. La luz solo daba de refilón en sus ciento diez quilos de puro músculo y más de dos metros de altura. Su mirada color obsidiana no podía apartarse de la estampa que formaba Sakura con cada uno de los einherjars que había sanado. Todos eran romanos, excepto William, que era irlandés.

Los celos le carcomieron. No aguantaba ver cómo sus femeninas y delicadas manos, que tanta destrucción podían causar, eran capaces de curar a sus guerreros con tal suavidad y dedicación.

Y le parecía increíble que Sakura fuera capaz de tocar a otros hombres cuando nunca antes lo había hecho. Pero lo aceptó; a desgana, pero lo aceptó. Porque eso era lo que se merecía por todo lo que le había hecho.

Él mismo había jugado con otra mujer delante de ella, y había fingido que tenía sexo con ella. Si Sakura sintió una mínima parte del dolor que él experimentaba ahora al ver cómo sus dedos rozaban otra carne, otros músculos que no eran los suyos, entonces, había sido un verdadero sádico. Un cabronazo.

Y sabía lo mucho que había sufrido.

Lo había leído todo en aquel diario. Un diario que desapareció bajo la grieta que se abrió en St. Moliós Cave. Un libro por el que Sakura no había vuelto a preguntar.

Cuando llegó el turno de sanar a Theodore, Indra se puso en tensión y apoyó los codos sobre sus rodillas, inclinando el cuerpo hacia delante. Con Theo parecía todo diferente. Sakura lo miraba más a los ojos y repasaba más sus músculos y su cuerpo, como si se retroalimentara de él.

Y eso estaba matando al Ōtsutsuki, que era víctima de su propia desesperación y su culpa. Ella ya no lo miraba porque la había herido en lo más profundo. Pero se juró que la recuperaría.

La arrollaría como él sabía. No tenía tiempo para respeto ni para cortejos.

La quería para él sí o sí. Al fin y al cabo, era un amo. Un Amo original. Y quería lo que quería y anhelaba lo que anhelaba.

Lo que necesitaba para recuperar su esencia perdida era a esa mujer.

Sakura acabó de sanar a Theodore, que la miró anonadado. El romano tragó saliva y alzó la mano para que Sakura se la cogiera. La valkyria se la aceptó.

Se escuchó un gruñido en la sala, pero ninguno de los dos le prestó atención.

—No soy un hombre de pedir disculpas —dijo Theodore—. Después de lo ocurrido en la fortaleza, Indra nos explicó lo sucedido y nos dijo que tú eras inocente de todos los cargos.

Sakura miró al aludido de reojo. ¿Indra había dicho eso? En realidad, no era del todo inocente. Ella tomó una decisión que rompió su corazón. Si era culpable de algo fue de mentirle y hacerle daño.

—Pero a mí no me hacía falta oírlo —dijo en voz baja y acercándola a sus labios. Sakura giró la cara para que le hablara al oído—. Después de verte luchar y sacrificarte por el pequeño, por nosotros, no me cabe duda de que no eres malvada, ni traicionera. Y lo que seguro no eres es esclava de nadie, más bien al contrario. Que sepas que, a partir de ahora, los einherjars estamos a tus pies, Generala. Yo el primero.

Sakura sintió una oleada de bienestar en su alma y en su corazón al escuchar aquel reconocimiento en la voz de un hombre que la había odiado y que la había hecho suya.

Y se permitió pensar que, tal vez, Theodore y ella podrían llegar a tener más que una noche de sexo histriónico y perturbador. No sabía el qué pero, desde luego, más que cuerdas y vendas.

—Me alegra oírtelo decir, Theodore —reconoció con una sonirsa.

—Llámame Theo —pidió él.

Sakura sonrió. Sí. Tal vez ese más no tenía nada que ver con el fuego ardiente que había sentido con Indra, ni con la necesidad de tocarle con locura como experimentaba cuando presentía que el escocés estaba cerca. Tal vez no necesitaba oler su esencia para calentarse. Pero, fuera lo que fuera lo que pudiera tener con el romano, sería sin duda más calmado, más educado y, a fin de cuentas, viendo cómo había ido todo con Indra, seguramente, hasta podría ser mejor.

Ninguno de los dos sufriría.

Theo se levantó, quedando desnudo de espaldas a Sakura y empezó a vestirse.

Sakura observó sus alas tribales y, entonces, parpadeó confusa. Theodore tenía sus alas igual de congeladas que las había tenido ella. Después, observó a los demás einherjars y se dio cuenta de que los cuatro, tenían sus extensiones tribales del mismo color.

Frunció el ceño y tragó saliva.

¿A todos ellos les habían roto también el corazón? ¿Cómo a ella? Eso les acercaba mucho más de lo que podía pensar. Las almas heridas se atraían para curar sus cicatrices. Y si ella tenía muchas, ellos no podían ser menos.

—Tu espalda... —susurró Sakura levantando la mano y tocando una de sus cenefas, frías y sin vida.

Theo se quedó muy quieto, disfrutando del roce y sintiéndose culpable por ello.

—Está fría —contestó él sin querer darle importancia—. No te preocupes por ellas.

Sakura asintió, aunque no estaba muy conforme con la respuesta.

—Nos vamos, Generala —contestó el moreno, Ogedei. Él también cambió su actitud hacia ella. Ahora todos la respetaban—. Gracias por tu ayuda.

—De nada —contestó—. En el salón hay comida para que recuperéis energías.

Los guerreros asintieron, famélicos como estaban, y dejaron solos a Indra y a la Generala.

Sakura se dio la vuelta y encaró a Indra, que seguía inmóvil en la silla, con las manos entrelazadas, los codos sobre sus rodillas y todo el cuerpo hacia delante; como un felino a punto de saltar sobre su presa.

Sus ojos tatuados brillaron desafiantes, y sus piercings refulgieron al ser rozados por la tenue iluminación.

Sakura sentía por él todo lo que no sentía por Theo; y se preguntó si alguna vez podría experimentar las mismas emociones por otro hombre, fuera Theo o no.

Indra la miraba y ella prendía tan rápido como una cerilla. No era calmado, no era una pasión a fuego lento; era avasalladora y la dejaba sin fuerzas para luchar contra ella; sin energías para resistirse.

—Supongo que es mi turno —dijo Indra con voz inflexible.

Sakura se encogió de hombros y esquivó su mirada.

—Supongo que sí.

—Aunque puedes elegir no curarme, ¿verdad?

—Sí.

—¿Lo harás?

Sakura estudió sus heridas, que ya había repasado unas cien mil veces, y negó con la cabeza. Ese hombre necesitaba una cura urgente.

—No. El don de la valkyria es el de sanación, y no me puedo negar a él —explicó acercándose a él y colocándose entre sus piernas.

Indra echó el cuerpo hacia atrás y abrió más sus muslos para que la joven encontrara su posición.

—Yo me negué a sanarte. No una vez, sino varias veces —reconoció asqueado consigo mismo.

—Es cierto. —Sakura le sacó las hombreras tirando más fuerte de la cuenta—. No me curaste.

—No estoy orgulloso de ello. Me arrepiento —aseguró alzando la barbilla, y estudiando sus reacciones a sus palabras.

—Bueno, eso ya pasó. No volverá a repetirse. —Le sacó el protector pectoral y procedió a cerrarle todas las heridas.

—No. No volverá a repetirse. —Indra la agarró de la cintura y la sentó sobre sus muslos con un tirón salvaje—. No volverá a repetirse porque ahora sé toda la verdad. Y quiero cuidar de ti; y que me dejes estar a tu lado, para resarcirte de todos los agravios que he cometido en tu contra.

Sakura sintió emoción y rabia al oírle hablar así. Esas palabras llegaban demasiado tarde.

—Suéltame, Indra —pidió con educación.

—No quiero.

—Tu actitud me ha demostrado muchas cosas estos días... —murmuró cada vez más agitada.

—Estaba enfadado. Ha sido mucho tiempo resentido contigo por lo que me hiciste.

—Pudiste preguntarme. Una mísera pregunta, solo una. Y te callaste como un cerdo. No te interesé lo suficiente; y eso ya me ha dicho mucho sobre ti. Ahora, suéltame. Tus palabras llegan tarde.

—Nunca es tarde si todavía hay vida, Generala. —Indra tomó su barbilla entre sus enormes dedos y, con una pasión desbordante, giró su rostro hacia él y la besó.

El primer beso en el Midgard. Así, de aquella manera... Se estaba volviendo loca. Quería dejarse llevar, pero no podía.

Sakura sintió el piercing del labio contra el suyo inferior, y le entraron ganas de mordisquearlo; percibió el gusto de su lengua en su boca, y ardió en deseos de saborearla. Notó la suavidad de sus dientes y también la fuerza de su pasión. Indra estaba poniendo todo lo que tenía en ese profundo beso, que los estaba dejando a ambos sin respiración.

—Mueve los labios, Sakura. Devuélveme el beso, por favor —suplicó hablando sobre su boca—. Necesito sentirte una vez.

Ella parpadeó confusa, se quedó inmóvil; después, negó con la cabeza y empujó su torso para apartarse.

—¡No! —gritó con los ojos húmedos—. No... —repitió asustada.

¡Zas!

Le dio tal bofetada y con tanta fuerza que a Indra por poco le da una vuelta la cabeza.

She laid her heart and soul right in your hands,

And you stole her every dream and you crushed her plans

She never even knew she had a choice and that ́s what happens

When the only voice she hears is telling her she can ́t

You stupid boy

Ella puso su alma y su corazón en tus manos,

Y tú robaste cada uno de sus sueños y destrozaste sus planes

Ella nunca supo que tenía una oportunidad, y eso es lo que sucede

cuando la única voz que oye le está diciendo que no la puede tener.

Tú, chico estúpido...

Sakura se levantó de entre sus piernas. Sus ojos rojos hablaban de despecho y de ganas de dejar las cosas claras. Su cuerpo estaba en tensión, en posición para iniciar una batalla; y la empezaría si él seguía presionándola.

—¡Me has obligado a todo desde que estoy aquí! —le gritó señalando el suelo que pisaba—. ¡Me has hecho tu esclava, me has azotado, has jugado conmigo a tus placeres de dominación y sumisión! Me has obligado a aceptar en mi cuerpo a otro hombre y has ignorado mi palabra de seguridad. ¡No solo eres un amo pésimo! Eres... eres una mala persona. Eres cruel. ¿Y ahora me obligas a que te devuelva el beso?

—Un momento —dijo levantando la mano y alzándose él al mismo tiempo. Sus pantalones caídos dejaban ver los músculos que rodeaban sus caderas—. Yo no te he obligado a estar con otro hombre. No lo permití. No, no lo soporté...

—¡Mientes! —exclamó, empujándole y sentándolo de nuevo en la silla—. Theo me poseyó en tu maldita mazmorra mientras tú te tirabas a Ada. Y lo hizo contigo delante. Te dio igual... —susurró cada vez más decepcionada. Cuanto más se lo repetía y más lo oía, más se desengañaba—. Te importó bien poco que él me arrebatara la virginidad, ¿eh, escocés? Seguro que hasta te puso cachondo... Por fin: la Generala humillada —sonrió con tristeza.

Indra volvió a levantarse como un resorte, con los ojos oscurecidos por la rabia y las venas del cuello hinchadas.

—¡No fue Theo quien te lo hizo! ¡Fui yo! —Se golpeó el pecho desnudo con el puño—. ¡Yo, maldita sea! ¡No él! ¡Ni siquiera pienses que él podía tocarte de ese modo!

—¡Mentiroso! ¡Trol asqueroso! Dejaste que Logan me tocara y jugara conmigo. ¡¿Por qué no ibas a permitir que Theo hiciera lo mismo?!

—Porque lo mataría después. Fui tonto al pensar que podía dejar que otro te acariciara delante de mí; pensé que ya no sentía nada por ti. ¡Pero cuando Theo se dispuso a tomarte, me volví loco! No podía dejar que nadie tomase lo que estaba reservado para mí.

Sakura retrocedió varios pasos, con los ojos abiertos y sin parpadear. No le creería.

—No te creo. Tú estabas con Ada, no conmigo.

—No es verdad. ¡Pregúntale a Theo! —gritó desesperado. Dioses, Indra tenía ganas hasta de llorar. Pero aquello se lo había ganado él a pulso.

Sakura miró al suelo, después a él y, a continuación, a la puerta de salida de la sala.

—No tenía piercings —musitó para sí misma.

—¿Cómo?

—El hombre que me poseyó —lo miró de frente— no tenía piercings. Tú tienes todo el pene lleno de ellos. No fuiste tú; no me engañes.

Indra parpadeó una vez y no dudó en bajarse los pantalones de golpe. Los piercings se los podía retirar. De hecho, se los quitó para confundirla.

—Mírame. —Indra tomó el pesado pene entre sus manos, semi endurecido y, él mismo, se sacó el primer piercing, el que estaba en el prepucio. Siseó al extraerlo y se lo enseñó a Sakura—. Me los puedo quitar, sirena. Fui yo el que te tuvo —confesó deseoso de que le creyera—. No fue él.

A Sakura la situación le pareció fuera de lugar y de tiempo. Pero verle desnudo la calentó y despertó su entrepierna. Le hormigueaba. Apretó las piernas y los dientes. Lo soportaría; no tenía más remedio.

—Ya no importa quién lo hizo —pero sí importaba. A ella sí—. Lo único que cuenta ahora es que yo ya no tengo kompromiss contigo y que puedo elegir por fin al guerrero que quiera. Es un privilegio que me ha otorgado Freyja. Y lo quiero aprovechar.

—Tú me quieres a mí —contestó, ofendido y abatido.

—Habla en pasado, ¿quieres?

—No lo niegues —protestó—. Ya lo he negado yo durante siglos, como para que ahora alargues más esta tortura. No seas tan estúpida como lo fui yo.

—Yo no torturo a nadie. Tú eres el especialista en eso. Ahora solo estás recibiendo una parte de lo que has dado estos días, Indra.

—No puedes acercarte a otro sintiendo cosas por mí. Es injusto.

—¿Ah, no? Pues, si lo que dices es cierto, entonces tú no debiste acercarte a Ada sabiendo que era a mí a quien echabas de menos y a quien deseabas. Por suerte, tú has decidido quedarte con ella, ¿verdad? Ibas a renunciar a tu don inmortal para morir a su lado —imitó su voz con sorna—. Maldito falso... —susurró dándose la vuelta y alejándose de su lado—. Siento mucho que muriera en el castillo, Indra. —Y lo decía en serio. Se lamentaba de todas las muertes—. Tendrás que buscarte a otra sumisa a partir de ahora.

Indra abrió y cerró la boca. No pudo rebatirle. Sakura había dicho una gran verdad: había utilizado a Ada solo para sacarse a Sakura de la cabeza y, después, para darle celos también. Ahora no podía negar nada.

Pero Ada no había muerto. Si encontraba a Zetsu, tal vez pudiera salvarla en nombre de todos los que no había podido cuidar. En nombre de todos los que habían caído en la emboscada de los jotuns.

—Sakura...

—¿Qué quieres ahora? —dijo malhumorada.

—Pregúntale a Theo. Él te dirá la verdad. Fui yo. Siempre seré yo. No permitiré que nos anules así. Me apretaste como un puño, Sakura. Todavía me pongo cachondo al recordarlo.

Sakura se detuvo bajo el marco de la puerta y se encogió de hombros.

—No voy a preguntar nada. Tú no lo hiciste.