25

Wester Ross

Lago Maree

Edimburgo había dejado de temblar y la grieta se había detenido momentáneamente; ya no avanzaba para unirse a la verdadera falla de las Highlands y había derivado en una un poco más pequeña.

Las ayudas humanitarias llegaban de todas partes del mundo. La humanidad se hacía eco de lo ocurrido, pero no sabían toda la verdad. Los vanirios kofuns y los vanirios de la Black Country habían trabajado duro para manipular la información mental de la que iban a hacer uso los informadores civiles. Todo quedaría en una desgracia de la Naturaleza, en un terrible suceso que nadie pudo evitar; pero la información corría por Internet como la pólvora, y los vídeos con grabaciones de móviles que mostraban a purs, etones, vampiros y lobeznos destrozando Edimburgo y Glasgow ya no se podían borrar.

La gente dudaba entre creer y no creer.

Por supuesto, había grupos organizados que preparaban sus búnkeres, ignorantes de que ni eso les iba a salvar si el mundo estallaba en mil pedazos. Otros creían en una invasión de intraterrestres; y, los más fantasiosos, hablaban de visitantes.

Los guerreros que habían quedado en las calles derribadas de Glasgow y Edimburgo todavía no habían llegado; pero sabían por Isamu y los einherjars, que tenían bajas importantes. Era lo que sucedía en la guerra. Nadie ganaba, todos perdían.

Atsui estaba redactando todo lo sucedido para los clanes de Inglaterra. No quería dejarse nada. El tío de Naruto se había convertido en el informador de los grupos.

Los vórtices de la Tierra seguían abiertos. Machrie Moor había quedado desactivado después de la batalla en Arran contra Hummus. Pero todavía quedaban todos los demás puntos, que seguían abiertos, preparados y accesibles para aquellos que supieran cómo abrir una puerta dimensional.

Izumo todavía no había llegado; y Kawaki no hacía más que preguntar por Indra y Sakura, que se presentaron, hacía un par de horas, muy malheridos. Atsui ya le había explicado que estaban bien, pero el pequeño necesitaba comprobarlo con sus propios ojos. Sin embargo, mejor que sus inocentes ojos no vieran lo que esa pareja de salvajes iba a hacer cuando se despertaran.

Todas las habitaciones de aquella casa submarina, tenían colores relajantes y estaban decoradas según el estilo feng shui.

La cama en la que se hallaba recostado era casi igual de grande que la que él se había hecho en su fortaleza.

Las sábanas eran cálidas bajo su cuerpo.

Una mujer entonaba la letra de una canción relajante y sanadora que le llenaba de paz. ¿Sería un ángel?

Soon you will see

All of your fears will pass away

Safe in my arms

You're only sleeping

What can you see On the horizon?

Why do the white gulls call?

Across the sea

A pale moon rises

The ships have come to carry you home

Pronto verás

Que todos tus miedos habrán pasado de largo

Estás a salvo en mis brazos

Solo estás durmiendo

¿Qué puedes ver en el horizonte?

¿Qué dicen las blancas gaviotas?

A través del mar

Se levanta la pálida luna.

Los barcos han llegado Para llevarte a casa.

Y unas manos igual de cálidas, tiernas y suaves le recorrían el rostro.

Unos labios cándidos y ardientes le susurraban palabras de amor al oído.

Su cantarina voz le calentó el alma.

Indra pensó que si eras inmortal y morías, ya no tenías posibilidad de volver a sentir contacto físico con nadie. Te convertías en un ente o en una alma; algunas se perdían y otras regresaban al caldero.

Pero, en el lugar en el que estaba, sentía incluso la piel de Sakura desnuda contra la de él. Y su olor. Ese olor a cerezas...

Le entraron ganas de ronronear como un felino enorme.

Y abrió los ojos.

Los ojos turquesas de Sakura le sonreían y, a la vez, le adoraban.

Indra pensó que volvía a encomendarse a ella, como cuando cayó en la isla de Man.

Pero, no podía ser humano dos veces; ni tampoco tener tanta suerte dos veces seguidas.

Sin embargo era el cuerpo de su Generala el que lo cubría como una pequeña manta. La tenía encima de él, como si nunca hubiese muerto, como si jamás una lanza la hubiese atravesado en el cielo.

—¿Morí en el mar y me ha rescatado una sirena?

Sakura enarcó las cejas y sonrió sutilmente.

—No estamos muertos —contestó ella.

No podía creérselo, así que se incorporó y dejó a Sakura, completamente desnuda, sobre sus piernas.

—¿No? —estaban en una de las habitaciones de la casa de Izumo del lago Maree, en Wester Ross. El agua del lago les envolvía, y los peces nadaban a través de las cristaleras observando todo lo que sucedía en el interior de aquella alcoba privada.

—Naori descendió y nos trajo hjelp. Los dioses se lo dieron para nosotros.

Él se miró el estómago y después revisó la piel de Sakura en busca del agujero de Gungnir. Estaba lisa, suave y tersa como siempre.

—Hemos sobrevivido —murmuró asombrado.

—Sí —Sakura se cogió a sus hombros para levantarse de encima de él—. Y me alegra que vivas, porque así comprobarás lo bien que lo vas a pasar sin poder tocarme —lo miró de reojo y sonrió como una bruja.

Indra recordó lo que le dijo en el cielo, cuando ambos estaban ensartados por Gungnir. Se levantó tras ella, maravillosamente erecto y desnudo, y la cogió de la cintura.

Sakura soltó una risotada, pero Indra la alzó del suelo y la levantó lo suficiente como para poder mirarla a los ojos, a la misma altura.

—Ni siquiera Loki puede evitar que yo te toque, sirena.

Indra la besó sin darle tiempo a replicar. Le metió la lengua en la boca y dejó que ella le succionara como le gustaba. Se mordieron los labios, y Sakura gimió en su boca.

A Indra le enloquecía oírla gemir, y también sus ruidos, su mirada, su deseo... Todo era de él.

Los ojos de Indra se oscurecieron y los de Sakura se enrojecieron.

—¿Quieres palabra de seguridad, Generala?

Sakura negó con la cabeza y sorprendió al supuesto amo que había en el interior de Indra.

—¿No hay nada que temas hacer conmigo? Ahora ya eres mía. Ya puedo hacer todo lo que he deseado hacer con tu cuerpo desde el primer día en que te vi.

Sakura le besó con dulzura en los labios y le dijo:

—Sé que, me hagas lo que me hagas, es tu manera de hacerme el amor. Y eso me basta.

Indra sonrió y negó con la cabeza.

—¿Me quieres volver loco?

—Ya estás loco. Pero creo que aquí no tienes ninguno de tus juguetes para empezar a practicar...

—Sí. Estoy loco por ti. —Miró a su alrededor—. No necesito una mazmorra para hacerte el amor, preciosa. El amo no es amo por sus salas ni sus juguetes. El amo es amo por su actitud y lo devoto y señor que es de su mujer. Yo soy tuyo en todos los sentidos —pegó su frente a la de ella mientras la estiraba en la cama y le abría las piernas para colocarse entre ellas—. Y para mí, el mejor grillete que tengo, es el que me une a tu corazón.

A Sakura le temblaron las piernas al oírle decir aquellas cosas con tanta pasión y sinceridad.

—Yo no me someto ante ti, Indra. Solo hago realidad tus deseos por voluntad propia.

—¿Por qué, mo ghraidh?

Fordi jeg godtar. Jeg elsker deg. Porque te acepto. Te amo. Y quiero pasar mis días dándote todo lo que no te he dado en estos siglos. Fui yo la que nos arrebató nuestro tiempo juntos, y quiero compensártelo.

Indra oscureció la mirada y hundió el rostro en el cuello de Sakura.

—No, Sakura. Te odié durante mucho tiempo cuando pensé que todo lo que me dijiste era sincero. Cuando me echaste de tu lado, morí —dijo con sencillez y honestidad—. Pero, cuando te fuiste por voluntad propia y yo leí tu diario... Todo el amor que sentía por ti regresó más fuerte que nunca. Y me enamoré aún más al saber la lealtad que demostraste hacia Mei; y me volviste loco y perdí la cabeza por ti cuando te sacrificaste por Theo, Ogedei y mi pequeño Kawaki. Esa lealtad, esa fidelidad para con los demás, es lo que hace que yo te admire y te ame hoy más que nunca. No cambies nunca, Generala. Tengo que aprender mucho de ti.

Sakura lloró abrazada a él, feliz por saber que Indra la perdonaba por completo. Ella también lo perdonaba a él. Esas eran las palabras que necesitaba escuchar para sentirse libre de culpa.

Él deslizó una mano entre sus piernas y le acarició la vagina con sus dedos hasta que encontró el piercing. Lo rozó con los dedos y sonrió con dulzura hasta que tiró con fuerza.

Ella siseó entre el placer y el dolor. Y Indra acabó de empalmarse por completo.

—Mira lo que me hace saber que llevas esto ahí —le dijo él cogiendo su mano y llevándosela a su pene erecto—. Me pone duro.

Sakura se abrió más de piernas y dejó que Indra la tocara a sus anchas.

—¿Sí? Me alegra... Te he echado tantísimo de menos —susurró rodeándole el cuello con los brazos y estirando el suyo para que Indra lo mordisqueara—. Me he sentido tan sola... Tan vacía.

—Vamos a solucionar eso, valkyria —gruñó Indra introduciendo la punta de su erección en su vagina.

Sakura se rio.

—No me refería a ese tipo de vacío... Pero aceptamos barco.

Indra la miró sin comprenderla y Sakura puso los ojos en blanco.

—Ni caso. Es unos de los juegos favoritos de Naori. El Scattergories... Se trata de... —Cuando sintió que él deslizaba su enorme miembro en su húmedo interior, se olvidó de lo que iba a decir—. ¡Por todos los dioses!

—¡Ah, joder!

Indra y Sakura empezaron a moverse al unísono. Ella levantaba las caderas y él empujaba hacia delante y hacia arriba hasta meterse en su interior por completo. Entraba y salía, rotaba y retrocedía; y Sakura enloquecía.

Entrelazaron sus manos y se besaron mientras hacían el amor.

Entonces, el dorso de la mano izquierda de Sakura y el de la mano derecha de Indra sufrieron una quemazón, y un símbolo al rojo vivo se grabó a fuego en sus pieles.

—¡Hijo de puta! —rugió Indra sin soltar la mano de Sakura.

Ella apretaba los dientes sin comprender qué era eso que tanto daño les hacía.

El símbolo era una runa. La runa de Gungnir. La runa Gar.

En el Valhall había una leyenda que decía que si Odín tiraba su lanza contra alguien quería decir que le pertenecía y que velaría por él o ella y dirigiría y valoraría siempre sus hazañas. Era un modo de consagrarse al cielo.

Incluso, Bragi aseguró que su padre se había marcado el cuerpo con su propia lanza, para él también consagrarse al Asgard para siempre.

—La marca de Odín. —Indra giró la mano de Sakura y le estudió el dorso—. Tú también la tienes. Hemos sido felicitados por él, Generala.

Sakura se abstuvo de decir que no necesitaba medallas de Odín; que ella se debía solo a Freyja. Pero suponía que eso sería un insulto para Indra, que parecía un niño con un juguete nuevo, así que se mordió la lengua y se calló.

—Maravilloso. Me ha dolido un poco, ¿verdad? Pero maravilloso —fingió Sakura.

—No te ha gustado.

—Me acaba de tatuar una mano sin mi permiso.

—No. No te ha gustado —ratificó el highlander emitiendo una carcajada—. Acéptalo. Es un regalo divino y un símbolo de protección. Todos sabrán que Odín está de nuestra parte y que somos importantes para él.

—Me da igual ser importante para él. Yo solo quiero ser importante para una persona —juró Sakura, tomando la cara de su hermoso einherjar entre sus manos.

—Freyja.

Sakura negó con la cabeza.

—Tus valkyrias.

—Ya sé que soy importante para ellas —dijo Sakura alzando la cabeza y tirando del piercing de su labio inferior.

—¿Kawaki?

—¿Cómo lo has sabido? —bromeó.

Indra sonrió, y su mirada reflejó un sincero arrepentimiento.

—Te dije que no te quería para él.

—Sí. Fuiste muy cruel.

—Lo sé. Pero, Sakura, ahora... no, no se me ocurre nadie mejor para que me ayude a... a tratarlo. Quiero que estemos juntos en esto. ¿Me harías ese honor?

Sakura no se lo pensó dos veces. Las valkyrias no podían tener hijos, pero ella amaría a Kawaki como si fuera suyo. Y Indra adoraba al crío, era su bien más preciado. Y le estaba dando parte de esa responsabilidad para cuidarlo.

—Me encantará enseñarle a montar a Angélico —contestó con los ojos húmedos—. Y adoraré darle los bollos que tú no quieres que coma. Si pudiera, hasta le enseñaría a lanzar rayos...

Indra tragó el nudo que tenía en la garganta, asintió feliz y le hundió los dedos en la larga melena rosa.

—No te hagas de rogar más, Generala —mordió su orejita puntiaguda con suavidad—. ¿Quién es ese persona para la que quieres ser importante? ¿Yo? —Los ojos color obsidiana de Indra, esa increíble mirada tatuada se llenó de amor, un resplandeciente y subyugante amor por ella—. ¿Solo quieres ser importante para mí?

—Sí, mo duine. Tú.

Él dejó escapar el aire de sus pulmones y besó a Sakura en los labios.

—Dime, Generala. ¿Por qué una mujer que controla todo como tú no necesita una palabra segura para jugar conmigo? —retomó las penetraciones y lo hizo cada vez con más ímpetu.

Sakura miró al techo, mientras disfrutaba de la posesión del highlander. La respuesta estaba muy clara para ella.

—Porque en el amor no hay palabra segura.

FIN


Sólo nos queda el epílogo.