IV
En la casa de los Burton.
Bass recién termina de desempacar sus cachivaches a la vez que ayuda a decorar la sala colgando su gran pez espada que había capturado en el Lago Toluca. En el sofá, Moira, acomodando sus juventudes sobre los cojines de borlas verdes y rojas, conversaba, hasta donde se puede interpretar ello, con Tina.
—Y entonces ... ¿cómo dicen que se conocieron? —Preguntó con indiscreta curiosidad.
—Ah, en el circuito de Motocross —respondió con una bella sonrisa.
—Tina estuvo espectacular. —Se volvió Bass, con los ojos encandilados—. La hubieran visto: Una diosa sobre ruedas.
—Espera —señaló Moira—, ¿tú corriste en el circuito?
—Pues claro, ja —Tina solía mantener esa sonrisa de suspensión—, Bass es más de Monsters 4x4, y es un verdadero monstruo en la arena, debo decir —y le levanté las coquetas cejas—. Intercambiamos herramientas a veces, y bueno, crece lo que nace —termina dedicándole una sonrisa de hoyuelos encantadores.
—Espera —se inquietó Moira de nuevo—, ¿tú misma reparas tu moto?
—Pues claro, ja —volvió a reírse de la obviedad—, no dejaría que nadie le pusiera un dedo encima a Nova, nadie la comprende como yo, jajá —comenta con unas risillas jocosas salteadas—, a veces he pensado que tengo una conexión psiquiátrica con las máquinas, ja.
Moira quedó parcialmente impresionado, y quizás un poco más confundida.
—... Eh, ¿te puedo preguntar qué has estudiado?
—Pues claro.
Hubo un pequeño silencio y Moira no quiso que se alargase demasiado.
—... ¿Y qué estudiaste?
—Ah, Mecánica-Física. Lo dejé porque la Universidad me limitaba mucho.
Otro pequeño silencio y esta vez Moira se esforzó por romperlo.
—Espera ... ¿Qué?
—Ah, pero mi familia quería que estudiara Administración de Negocios Internacionales, ya sabes, para hacerme cargo del Hotel.
—¿Tu familia tiene un hotel? —Hubo un acento agudo en su pregunta.
—Bueno, una cadena.
—Oh dios mío ...
Moira casi se cae patrás.
—Pero eso era muy aburrido, trabajar para gente que se la pasa viajando, no, yo quería viajar y ver el mundo y ... —Tina andaban bamboleándose entre su apatía por las reglas y su ansiedad por aventuras—. Bueno, es un poco tonto, pero mi sueño es ser la primera mujer en el espacio ... —y de pronto su mirada se perdió en astros misteriosos, y empezó a andar liviana por la sala, como envuelta por una débil gravedad, esquivando las cajas de adornos como si fueran los cráteres de un extraño planeta—. Quiero caminar sobre la Luna —y hablaba simulando un eco inexistente.
—Ay, cielito, claro que lo lograrás —Bass se acercó y le zampó un beso en la corona de la cabeza.
Moira prefirió no decirle que ya 5 mujeres han salido al Espacio y al menos 2 de ellas han caminado sobre la superficie lunar. No halló en su corazón la maldad para romper aquella inocente ilusión.
Mientras tanto, Barry se prepara un batido en la cocina. Tenía leche, fresas, moras, piña picada y kiwi, además de avellanas, almendras y nueces. Se le veía bastante contento en realidad.
Entonces, Linda apareció por detrás, cruzó los brazos apoyándose en el refrigerador.
—Sé lo que haces, Barry.
Lo dijo fríamente, de un momento a otro, y dándole un susto con el que se volteó.
—Esto ... ¿Lo sabes? —Preguntó nervioso.
—Claro que sí. ¿Acaso crees que soy tonta?
—Linda, es solo un batido.
-¿What? Estoy hablando de tu estúpido hermano.
—Ahhh —se alivió—. Oye, ¿qué sucede con mi estúpido hermano?
—Sé que no lo echarás de la casa porque buscas castigarme por no dejar que tus amigotes celebren Navidad con nosotros. Intentas obligarme a ceder utilizando a tu hermano como tortura.
—¿Eso hago? —Preguntó, y rápido se dio cuenta—. Quiero decir ... ¡Claro que sí, mujer! Ya te lo dije, tú traes a tus hermanas y yo traigo a mi hermano ... ya Tina. Si quieres que los eche ya sabes lo que debes hacer. —Y se cruzó de brazos, tan pancho como pudo.
-All Right.
-¿All Right? —Se extrañó Barry—. ¿Enserio?
—Claro, cariño.
—¿Cuál es el truco? —Preguntó, con actitud defensiva.
—No hay truco, cielo.
—Entonces ... ofrezco ilusionado—. ¿Puedo traer a Chris a la cena navideña?
—Oh no, no, no. No me ha entendido, amor. Verás ... Ya que no te dignas a sacar a tu hermano de nuestra casa, pues no nos queda otra opción que pasar la navidad todos juntos, como una familia. Tú, yo, las niñas, mis hermanas, tu hermano ... y Tina. Espero que estés bien con eso, y disfrutes de pasar tiempo con tu querido hermano mayor. Estoy segura que lo extrañabas. ¿Verdad? —Linda le dedica una sonrisa de labios pegados y hoyuelos marcados. Barry tiembla. —Dos pueden jugar el mismo juego, Barry— Su mirada se afiló.
En ese momento Bass entró a la cocina envuelto en luces de Navidad.
—Oye, Barry ¿Cómo demonios funcionan estas cosas? No son como las del camper de Tina. —Mientras hablaba se podía escuchar cómo se iban quebrando uno por uno cada pequeño foco— Uy, ¿Batido? Me encanta. Gracias, Barry —tomó el batido y lo comenzó a beber de fondo— le Ron —sacó su cantimplora y vertió algo de su contenido. Linda sonrió y Barry trató de mantener la compostura— Me he dado cuenta que falta alcohol en esta casa, Barry. ¿Dónde guardas tu dotación personal? ¿Qué clase de Navidad vamos a celebrar sin alcohol?
—Claro, Bass. ¿Por qué no vamos a comprar unas cervezas para esta noche?
—¿Lo dices enserio?
—Por supuesto. —Dijo sin creérselo él mismo— Hace mucho que no hablamos. Ya sabes, como hermanos.
—Demonios, pues hagámoslo, viejo. —Y salieron ambos riendo de la cocina. Antes de cruzar la puerta, Barry le dedicó una mirada final a su esposa. Una verdadera guerra navideña se estaba desarrollando sin que nadie más que Barry y Linda lo supieran.
Mientras tanto, en el patio trasero de la RPD
Se encontraban Chris, Joseph, Richard y Edward llevando a cabo un juego de baloncesto de dos contra dos. Richard aprovecha un dribleo descuidado para quitarle el balón a Redfield y anota a larga distancia.
—¿Qué sucede, Chris? ¿Tienes la cabeza en otro lado? —Se burla Aiken retornando a su posición.
—Rayos, Chris. Despabílate o vamos a perder. —Reclama Joseph, chasqueando los dedos.
Edward se suma a la burla.
—Seguramente está pensando en qué regalar esta Navidad. ¡Ja, qué marica!
—Cállate, no es eso. Eso no es verdad —se le trababa la lengua.
—Oye, Chris —pregunta Richard— no me dijiste quién te tocó en el papelito ese.
—No te lo voy a decir, viejo.
—Ah, ya sé lo que sucede —acusó.
—¿Qué hablas?
—Estás pensando quién tiene el nombre de Jill, ¿verdad?
Un bochorno patético apareció en el rostro de Chris.
—¡JAJAJAJA! —Los tres comenzaron a reír a costas del nervioso muchacho.
¿Acaso había sido tan evidente su interés en la mujer de la boina azul?
Chris no lo soporta mucho rato.
—¡Ya cállense o se las verán conmigo!
—Ey, hey, tranquilo, Chris, que estamos de tu lado.
—Yo no —respondió Edward.
—Vete al diablo, puto nazi.
—Sí, sí, como sea —se aleja con el balón—, ¿por qué no van a pintarse las uñas? Trío de homosexuales. —Edward comienza a jugar él solo.
—¿Qué te preocupa, viejo? —Pregunta Joseph—. ¿Temes que alguien le haga un regalazo a Jill que la enamore y con lo aguantadaza que se ve que está, ella se le regale?
Chris se indignó.
-¿What? Cállate, claro que no —le respondía de mala gana—. Rayos, solo estoy preocupado por los revoltosos de la universidad de mi hermana. ¿Saben? No quiero que le metan cosas extrañas a la cabeza.
Pero ... ¿y si era verdad?
—Jajaja —ríe Joseph— yo no me preocuparía por su cabeza sino ...
—¡Oye, ¿qué te pasa ?! —Chris casi lo toma de las solapas, pero Richard lo detiene.
—Calma, calma. Sabes cómo es Joseph, no lo decía enserio. Rayos, Chris, un día de estos le vas a declarar la guerra al mundo entero.
—Bueno, quizás el mundo se lo tenga merecido.
Va a sentarse, con un suspiro sudado.
—Perdona, viejo, solo bromeaba —le dice Joseph sentándose a un lado.
—Sí, lo que sea, olvídalo... —se quedó así, como contemplando los balones despreciados y el lustre de la cancha—. Y... —dijo, casi balbuceando—, ¿Qué creen que le guste a Jill?
Ambos se quedaron como medio sorprendidos.
—¿Acaso tienes el nombre de Jill?
—¿Qué? No —y buscó menospreciar el asunto—, solo es curiosidad... ya saben...
—Uhmmm... —Ambos se extrañan y deciden asaltar a Chris para sacarle el papelito de donde lo tenga oculto.
—Ey, ya, ya basta, malditos imbéciles, ¡no lo traigo encima, carajo!
Así que fueron a las taquillas para buscarlo. Lo tenía en el bolsillo de una chaqueta café, al lado de un paquete de cigarrillos lleno de colillas, dos latas de cerveza vacías que habían sido cortadas y usadas como portalápices, discos de música y remezclas apilados y un cargador de m.39. descansando en un costado. Una vez lo tuvo, se volvió con sus compañeros y los tres decidieron mostrar al mismo tiempo su papelito.
—1... 2... ¡3!
Chris y Joseph quedan sorprendidos por el nombre en el papelito de Richard.
—Joder, tío. Te compadezco. —le dice Joseph con una mano en su hombro.
—No me imagino un destino peor —comenta Chris.
—Neh, podría ser peor —responde Richard—. Me podría haber tocado Brad.
—Ya —dice Joseph— yo no me reiría tanto. —se guarda su papelito con el nombre de Brad en la bandana roja de su cabeza.
Chris, ya con la seguridad de que ninguno de sus compañeros tiene el nombre de Jill, decide hablar con un poco más de soltura, aunque cruza los brazos, mira para otro lado y mueve la boca solo por un costado.
—Y entonces... ¿Quién crees que le haya tocado a Wesker?
—Con su suerte, habrá sacado el nombre de Jill. —analiza Richard.
—Sí, y ella el de él.
—Joder, eso sería putamente romántico.
—Dios, creo que tendrán sexo de navidad.
—¿Qué? ¿Sexo de Navidad? —Chris pierde rápido la compostura.
—Sí, y es mucho mejor que el sexo normal.
—Como 10 veces mejor.
—¿Pero acaso ellos...? —hay un claro tono derrotista en la voz de Chris.
—Es lo que todos tememos, Chris —Richard lo compadece con una mano amiga en el hombro—, pero en el fondo, todos sabemos que el capitán es el único capaz de derretir el frío corazón de hielo de Jill. —siempre ha sido el más analítico para los temas del amor.
Chris odia cuando tiene razón.
La conversación dejó peor al buen Redfield. Ahora sabe lo que tiene que hacer, o eso cree. Debe averiguar a toda costa quién tiene el nombre de Jill, y qué nombre le tocó a ella. ¿Por qué? Porque lo necesita, joder. ¿Y qué va a lograr con ello? Joder, lo que sea. Así más o menos eran los mecanismos de su simple pensamiento, motivado por una pasión casi infantil, y un miedo demasiado humano. Si conseguía hacerse con aquella información, quizás él podría entregar un regalo mucho mejor, más interesante, más sorpresivo, ¡más, más, más! Quizás...
Quizás Redfield no es tan bueno después de todo.
Los regalos se entregarán la mañana del 24, el lunes dentro de 9 días.
El tiempo está corriendo.
