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Si se preguntan por qué se llevaron los sucesos del episodio anterior, quizás sea necesario revisar el actual. Resulta que unas horas antes del incidente en la oficina de los STARS, Jill estaba llevando a cabo los primeros pasos de su propio operativo para atrapar a los Santas rebeldes del polo norte.
—¿Cómo vas a Barry?
Barry se retuerce por el dolor auditivo.
—¡Ay, Jill, por favor, bájale al volumen!
—Perdón —todavía alto—, perdón ... —bajando—, ¿Así está mejor? —Muy bajo, como susurro.
—Cielos, Jill ... —respiró Barry, estirándose el saco rojo—, Te lo advierto, esto de la infiltración no es lo mío, eh. En el único lugar en el que me infiltrado antes ha sido en un Concurso de Comer Hot-Dogs ¡y lo gané!
Levantó los brazos, poderoso.
—Concéntrate, Barry. Estos tipos aceptan a casi cualquier sujeto como Santa Claus, así que infiltrarte no fue difícil, pero sabemos la clase de gente con la que nos podemos topar. Deberás mantener tu papel en todo momento.
—Vale, vale, el padre desempleado que quiere ganar dinero extra antes de Navidad para el regalo del pequeño Timmy, ya lo entiendo.
Para ese entonces, Bass ya había pasado 3 días con la misma rutina, agitando esa endemoniada campanita y escuchando a esos puntillosos chiquillos, y estaba molido, destrozado, a punto de mandarlo todo al demonio. Le había agarrado una manía a toda campana y los bastones de caramelo no podía verlos ni en pintura.
—Oye, tú eres el más nuevo aquí, ¿cierto? —Preguntó un Santa recién llegado al Santa que agitaba irregularmente su campanilla—, ¿podrías darme alguna indicación? Me dijeron que mi capacitación dependiente de ti.
—Mira, no soy un guía turístico ... —Bass se giró y pudo reconocer rápidamente y sin duda alguna el rostro brusco de su hermano, y más rápido todavía se giró de vuelta, modificando su voz y ocultando sus facciones con su barba felpudita y su gorro— Eh, yo no sé nada, hermano, digo, viejo ...
—¿Enserio? —Barry levantó una ceja. Su instinto, labrado por tantos tormentosos años, le indicó que esto era sospechoso y que algo ocultaba este Santa. - ¿Seguro que no puedes ayudarme, eh, hermano? —Tanteó el terreno un intimidante Barry.
—¿Hermano? No, claro que no tengo ningún hermano.
—¿Por qué tan nervioso?
—Es que ... comienza a hacer mucho calor.
—¿En Navidad?
—Sí, bueno, yo antes vivía en Alaska.
Barry siguió inspeccionando a ese Santa que se distraía haciéndole "jojojo" a los niños que pasaban cerca y diciendo "Feliz Navidad y todo lo demás"
—Bueno, pues entonces ...
—¡Ah! Sí, ya lo recordé, deberías ir con Susan, es un tío, no vayas a pensar que es una mujer, es un tío, y muy macho, él te indicará dónde te toca y todo el rollo, yo ya no sé nah.
—Bien. ¿Susan, verdad? Vaya nombrecito.
Luego de observarlo por última vez se retiró al fin, dejando a Bass respirar. ¿Era esto una broma? ¿Acaso su hermano confiaba tan poco en él que tenía que venir a vigilarlo de esta manera, o es que ...? Claro, Bass entendió en ese momento que su hermano no debería estar pasando nada bien en la RPD, con ese sueldo hambreador que les dan a los cerdos policías, deben estar muy necesitados. Y Bass, el buen hermano, nunca haría algo como humillarlo al descubrirlo, pero ¿él mismo no se sintió humillado al ser descubierto trabajando de Santa y por eso se había ocultado de su propio hermano cuando descubrirse hubiera hecho todo infinitamente más fácil? No, definitivamente era su hermano el que estaba en problemas. Por el bien de los dos, no diría nada, aceptaría su dinero calladito y se iría a casa a pasar una buena Navidad. A todo esto,
—Oye, Jill, creo que lo tenemos. —Habló al micrófono
—¡¿Enserio, tan rápido?
—Rayos, Jill, mi oído.
—Lo siento —y susurró—, ¿algo para detenerlo?
—Voy a estarlo siguiendo.
—Vale, ¿seguro que no sospecha de ti?
—Estoy completamente seguro que este idiota no tiene ni idea de quién soy.
—No te confíes, Barry.
—Te lo digo, ese tipo tiene cara de idiota. Él y toda su familia deben ser idiotas.
—Seguro —afirmó Jill—, vaya, esto está yendo mucho mejor de lo que esperaba.
—Sí, y con Chris barriendo las calles, esto es como un sándwich bien tragado.
Hubo un pequeño silencio en ese momento al otro lado del comunicador.
—¿Cómo que barriendo las calles?
—¿No lo sabes? Chris ha estado ahí afuera pateando uno que otro trasero —aclaró Barry—, parece que está dispuesto a revolver toda la mierda para dar con una pista. Dios, debe amar la Navidad.
Hubo otro silencio en la comunicación, con lo que Barry intuyó que la había cagado.
—Eh ... no te preocupes, Jill, ya sabes cómo es, está puertas tocando, haciendo preguntas, ya sabes ... —Intentó paliar, sin éxito. Finalmente, Jill habló.
—Ese tonto ...
A pesar de lo ligero del insulto, en boca de Jill, fue demasiado contundente.
—Espera, Jill, deberíamos ...
—Tendré que confirmar algunas cosas ...
—Él solo ...
Barry intentaba calmar la tormenta que se avecina, sin, como ya saben, conseguir demasiado. Bueno, terminaría enterándose de todas maneras, pensó.
Más o menos en esos momentos, Bass entraba a la oficina a hablar con Rebecca, quién contaba el dinero cuando el jefe no estaba ya que era muy buena con las matemáticas y se había ganado su confianza.
—Quiero cambiarme de turno.
—Eso no se puede, lo siento. Oferta espantándolo con su mano.
—¿Y por qué carajos no?
—Oh, espera —tomó los horarios de los trabajadores— si cambias con Larry ... entonces todo estará bien— Le sonrió. El cambio en su actitud dejó un poco doblado al tradicional Bass.
—Uff, está bien, me salvaste, Becky.
—Pero ... Levantando el dedo índice de la mano derecha— sábado, domingo y lunes todos deben estar aquí desde las 10 de la mañana hasta las 9 de la noche. ¿Bien?
-¿Qué? —Preguntó, con un grito indignado—, ¡¿Por qué?!
—Son los días antes de Navidad. —Dijo de forma tierna— El lugar estará repleto. El jefe me pidió que todos estuvieran en sus puestos —hablaba con unas pausas que reforzaban la razón que llevaba, lo que en realidad causaba mayor irritación en Bass.
—Demonios, esto es una explotación. Tenemos vidas, ¿saben? Además, los niños no sabrán qué pensar cuando vean tanto Santa junto. Les explotará la cabeza. ¿No han pensado en eso, eh? —Su preocupación era legítima.
—No creo que suceda. Ofrecer retomando sus cuentas.
—Bien, pero más les vale que me paguen un dinero chingón.
—Creo que mientras consigas el juguete que buscas todos estarán felices. —Comentó con una sonrisa, lo cual provocó una sensación fría en el cuerpo de Bass.
-¡Me voy! —Y salió corriendo de la oficina.
Había pasado tanto tiempo trabajando, tanto dándole a la maquinaria dignificadora y alienante del laburo, que olvidó por completo sus motivos iniciales, y ni había pensado qué regalo debería comprar para las niñas. Aprovecharía este tiempo libre para resolver esa pregunta.
Hablando de las niñas Burton, vayamos al Hogar de Barry, al día siguiente, donde la señora Burton lidiaba con otro tipo de problema.
Con la ausencia de Bass y Barry, cada uno con excusas distintas pero idénticas razones a fin de cuentas, la señora Burton se había sobrecargado de tareas como limpiar todo, lavar todo, cocinar todo, atender a Polly en todo lo necesario y ya casi no tenía tiempo para su novela de las 4 ni para habar con las amigas por teléfono, cosas que la desestresaban bastante. Tina acostumbraba quedarse en su camper la mayor parte del tiempo, y la verdad la señora Burton la prefería ahí. Aunque se quejaba de su comodidad, nunca pensaría en pedirle ayuda. Moira, por supuesto, no movía un dedo, ni en estas fechas ni en el resto del año. Así era mejor, porque la señora Burton desprecia la torpeza mucho más de lo que aprecia las ganas de ayudar. Sí, ella es la ama y señora del hogar, nada pasa sin que ella lo sepa o lo apruebe, nada se sale de su místico orden,
Quizás por eso reaccionó de tan mala manera cuando Moira fue a dejarle entrever la idea de traer a un "amigo" para Navidad.
—¿Estás loca o me crees estúpida?
—Pero mamá, eso solo un amigo ...
—¿Y cuántos años tiene "tu amigo"?
—Pues ... unos 20 ...
—¡20! ¡Apuesto que tiene 25! No, Moira, no es no. —Y comenzó otro griterío.
Moira se rindió, y la mandaron a barrer las hojas del patio trasero, cosa que aunque haga mal, nadie nota. Linda, en tanto, regresó a sus labores, con ese hábito que tiene de hablar sola.
—Ahora, ¿qué me falta? Ash, debo comprar el jamón enlatado para las brujas de mis hermanas. Ahhh, maldito Barry. Sí que te esforzaste este año, pero no hay forma en que me venzas a mí. Muy bien, Polly, vamos a comer ... —Solo entonces se dio cuenta que Polly no estaba— ¿Polly? Ven, Polly, vamos a comer.
Miró debajo de la mesa, donde a veces se escondía. Nada. Vio en la sala, en el baño, subió al segundo piso y revisó su cuarto, y luego cada habitación. Nada una y otra vez. Ni siquiera estaba en el compartimento secreto de su armario de juguetes, donde más de una vez la encontró, con esa sonrisa extraña y única que tenía. Su hija no estaba por ningún lado, y por tanto podía estar en cualquier lugar. Cuando revisó cada rincón del segundo piso por segunda vez, ya estaba entrando en desesperación. Corrió al patio trasero donde solo estaba Moira con la escoba, y tan preocupada estaba que no le dijo nada de que esa no era la escoba para recoger hojas. Así de desesperada.
—¡¿Polly? ¡¿Dónde estás ?! —La señora Burton salió corriendo con dirección a la calle. Se veía limpia, aunque sucia, vacía, aunque transitada, inmensísima, aunque diminuta. ¿Cómo se atrevían la gente al otro lado de la cerca a pesar despreocupadamente? ¿Cómo se atrevían los perros a perseguir su cola? ¿Cómo se atrevía el mundo a quitarle a su hija ya seguir girando como si nada?
Volvió a casa, dispuesta a llamar a la policía, sin permitir que un solo segundo extra, bastardos y facineroso, la separase de su hija. Moira se le acercó por detrás, intrigada por el comportamiento de pánico silencioso de su madre, preguntando qué pasaba y Linda ni tuvo tiempo de decirle nada mientras tomaba el teléfono para marcar con la RPD, pero cuando la voz de la joven Rita se oyó al otro lado del teléfono, una posibilidad vino a su mente. Había un lugar que aún no había revisado.
—Pero no podría ... —le dio el teléfono a Moira que no supo qué decir.
La señora Burton salió al patio delantero, se encaminó al camper, cuya puerta pensaba reventar con sus toques, pero para evitarse la vergüenza de dar explicaciones sobre cómo había perdido a su hija, peor aún en el caso de que no se encontrara allí dentro, prefirió darle la vuelta al vehículo y espiar por una de sus ventanas.
Y allí estaba Polly, cubierta con una manta y con su máscara de Reno, sentada frente a Tina, hablando ... ¿Hablando? Linda hubiera entrado por la ventana en ese momento, pero la impresión de ver a su hija conversando con relativa normalidad, o al menos escuchando a otra persona, la dejó inmovilizada. Observar tal suceso la dejó con una extraña sensación de bella cautividad. Su hechizo duró poco, a pesar de todo. Volvió a dar la vuelta y tocó la puerta del camper, calmada y educadamente, a lo que Tina tardó unos segundos en abrir.
—Hola, señora Burton. ¿Qué hay?
La señora Burton se llama unos segundos.
—¿Qué hace Polly aquí?
—¿Polly? Oh yes. Está aquí.
—Ya lo sé. —Metió la cabeza en el camper— Ven, Polly, ven con mamá. Es hora de comer.
Polly se levantó y caminó con sus pasitos cortitos hacia su madre.
—Je, su hija es una maravilla, señora Burton. Me encanta hablar con ella.
La señora Burton preguntó intrigada, casi conmovida.
—¿Hablar con ella?
—Algún día me gustaría tener hijas, pero tampoco tuve hermanas así que creo que Polly podría ser mi hermanita.
La señora Burton levantó a su hija, y con alguna duda, dijo:
—¿Cómo? No hay manera.
—Pero sí ella ...
—Gracias por cuidar de Polly ... Ahora, nos vamos a comer.
Y se dio media vuelta.
—Adiós, Polly —oyó decir a Tina, y entonces Linda se percató de algo que no tuvo precedentes. Su hija se despedía moviendo la manito.
Madre e hija intercambiaron miradas a través de los agujeros de la máscara. Era esa mirada, esos ojos encantadores y misteriosos que le decían: me amas, y te amo, pero nunca nos conoceremos.
Miró nuevamente a la chica del camper. Respiró antes de decirlo.
—Tina ...
-¿Si?
—¿Quieres venir adentro ... y ayudarme con la cena de hoy y algunas cosas de Navidad? —Soltó un suspiro más— Me ayudaría también que alguien estuviera con Polly.
—Oh, claro, claro que sí, señora Burton, faltaría menos. —Tina recogió algunas de sus cosas, cerró la puerta del camper y entró a la casa detrás de Linda y Polly, quién le extendió la mano para jugar con ella.
Moira aun no sabía qué hacer con el teléfono, pero Linda solo lo tomó y lo colgó. Luego se dirigieron a la cocina donde Linda dejó a su hija menor en una silla y regresó a sus deberes, como si poco más hubiera pasado esa tarde. Moira, desde el arco que conecta la cocina y el pasillo, operan a Tina instalarse en el inquebrantable ecosistema de su madre, quién le dedicó una sonrisa.
Con Tina jugando con Polly, Linda pudo terminar la cena mucho más rápido y Moira no fue molestada en sus pasatiempos ni una sola vez. Si Linda necesita que le alcanzaran algo, Tina era lo suficientemente alta y ágil para hacerlo. Incluso pudo abrir un frasco de pepinillos con el que Linda peleó por 5 minutos, aunque le pidió que no le pusiera de esos a ella, que no le gustaban. Polly jugó con su libro de cuentos de navidad en la mesa, de esos que tienen lengüetas para tirar y hacer bailar unos muñequitos de papel, y ya que hubo tiempo de sobra, Linda decidió hacer algo extra para esa noche.
—Tina, ¿sabes hacer galletas?
—Claro, pero no me salen muy bien.
—Entonces no sabes ... Bueno, ¿quieres aprender?
—¡Claro!
Y comenzó una improvisada clase de repostería en la que Polly era la despia juedadaza. Tina entendió que las galletas necesitaban una cantidad concreta de harina y otros ingredientes, y no solo harina y ya. Cuando terminaron no esperaron a que llegaran los hombres para comer, sino que fueron picando de la mesa, donde descansaban, llenas de polvo de hornear y con olor a vainilla con chispas de chocolate.
—Así que ... ¿Qué hacías antes de conocer a Bass? —Preguntó Linda, tratando de hacer que Tina hablara más de sí y no solo de las cosas a su alrededor o anécdotas perdidas.
—Bueno, vivía en el camper, recorriendo el país.
—Eso tienen en común Bass y tú ¿No?
—Jaja, creo que sí.
—¿Y antes de eso? Oí que estudiabas.
—Sí, cuando estaba con mi madre. Pero eso no era lo mío.
—Oh, bueno, siempre creo que una persona con estudios tiene mejores posibilidades.
—¿Enserio? Yo creo que más bien te limita mucho. En todo caso yo estoy bien porque quedé con estudios a medias. Jajá.
—De seguro a tu familia no le gustó tu decisión.
—Uhmm, no sé, no les pregunté, pero mi madre estuvo de acuerdo.
—¿En verdad? ¿Y ella dónde vive?
—Ella ya murió. Oferta sin apartarse de su labor.
—Oh, lo siento mucho. —Respondió por tradición— Es que como eres tan joven.
—Bueno, mi mamá también era joven ... pero le dio una de esas enfermedades raras, de las que te matan en poco tiempo.
—Debió ser duro. —Tina hizo un gesto con la cabeza y los labios como asintiendo y negando a la vez— ¿Y cuando sucedió?
—Oh, a inicios de este año.
—Ya veo
—Sí, de hecho, esta es la primera navidad que la voy a pasar sin mi mamá. —Linda no tenía nada que decir al respecto— pero me gusta estar aquí. Es lindo. Bass y Barry se ven como buenos hermanos, y sus hijas son un encanto, señora Burton. Y estas galletas, están bien pero les faltan chispas de chocolate.
—No les pongo mucha ... porque le puede caer mal ... a mi Polly ... —a la señora Burton se le entrecortó un poco la voz. Tina se percató pero no supo reaccionar.
—Oigan, ¿hicieron galletas? ¿Me dan? —Moira extendió la mano y Tina le levantó el plato acercándoselo para que pudiera degustar.
La Señora Linda Burton contempló el buen ánimo de su hija Moira, el cómo Polly comía las galletas despacito, de mordidita en mordidita, sin que le cayeran migajas sobre la ropa, pero manchándose los dedos de chocolate, y la inocente dulzura de la nueva adquisición familiar, Tina.
—Creo que esta será una bonita Navidad. Terminal Tina.
