Capítulo 5
Hinata puso la dirección de su apartamento en el GPS y se movió por las calles hasta donde tenía que ir.
No reconocía la calle, pero daba por sentado que no estaría lejos de la oficina de Naruto Namikaze .Su antiguo barrio de casitas desapareció para ser sustituido por uno de casas de estilo rural detrás de la carretera.
Por el número y la dirección creía que se trataría de un edificio de apartamentos. Se rascó la cabeza al detenerse frente a una casa muy moderna y muy grande que acababa junto a la larga reja que daba paso a un garaje. Hinata revisó la dirección y el GPS.
Los dos estaban bien. Salvo que se tratara de algún tipo de broma de mal gusto de Kiba.
Apretó la mandíbula mientras bajaba la ventanilla y hablaba al telefonillo.
–Hola, sí. Soy, eh, Hinata Hyuga. Eh, me mudo hoy.
¿Por qué sonaba como una estúpida? Al menos la persona que controlaba la reja no se había reído de ella. O si lo había hecho había tenido el detalle de cubrir el micrófono. Se pasó la lengua por los labios y miró el reloj. Eran las ocho y media y el sol había desaparecido. Había anochecido temprano, lo que le indicaba a Hinata que el verano se había rendido ante el otoño.
Mientras pensaba si debía dar marcha atrás y volver derrotada a la casa de sus padres, las rejas se abrieron silenciosamente.
–Gracias –balbuceó. Cerró la ventanilla y subió por la se había fijado bien en la casa antes y ahora, con la oscuridad, no veía mucho, salvo la moderna estructura y lo que parecía un montón de ventanas. No había mucha iluminación,salvo una fila de luces que indicaban el camino hasta una gran zona de aparcamiento con una fuente en el centro. Aparcó en el último espacio, cerca de un patio trasero cercado por una reja de hierro. No había iluminación allí atrás, salvo la luz plateada de la luna. Estaba segura de haber visto una piscina, pero no se molestó en confirmarlo porque le costaba ver en la oscuridad.
Un hombre mayor salió de la casa por una puerta cercana a donde ella había aparcado.
Hinata saltó para llamar su atención.
–¡Perdone!
Él levantó la cabeza asustado.
–Lo siento 'ñorita. M'ha sustao. –Era imposible no notar su fuerte acento escocés.
–Busco la suite número dos –No tenía ni idea de cómo explicarlo de otra manera.
El hombre sonrió.
–Ya. Usté es la nueva asistente del señor Namikaze. Bienvenida. –Le tendió la mano y ella se la estrechó.
–Así que estoy en el lugar correcto, empezaba a dudarlo. Soy Hinata Hyuga.
–¡'cantao! Yo soy Murray MacBane, el cocinero. –Le señaló el camino con la mano–. Entre,bonita.
Le enseño su suite. El señor Namikaze mencionó que quizás llegaría esta noche. L'hice una tarta y se la dejé en el frigorífico por si acaso.
–Gracias. –A su madre no le iba a gustar este hombre que hacía tartas y contribuía a que engordara antes de la boda. Hinata sonrió–. Me alegro de haberlo encontrado.
–¡Sip! ¡'taba a punto de marcharme! Yo también me alegro. –La condujo a través de las rejas de hierro hasta una puerta en la parte posterior, marcada con el número dos–. Hemos llegao. He dejao la llave que usé en su buzón.
El hombre le ofreció una amplia sonrisa. Su pelo parecía de plata bajo la luz del balcón que había encima de ellos.
–Muchas gracias.
Se giró para marcharse pero luego se detuvo y la miró.
–¿Necesita ayuda pa descargar el coche?
Ella sonrió.
–No, gracias. No he traído muchas cosas... de momento. Solo lo básico.
¿Por qué le daba vergüenza admitir que todas sus pertenencias cabían en el coche?
–¡Buena suerte, señorita!
Murray se despidió moviendo la mano y se marchó por donde entraron.
Hinata giró el pomo de la puerta. Estaba cerrada con llave. Sacó del bolso la llave que le dio Naruto. El señor Namikaze. Tenía que asegurarse de llamarlo así; por lo visto todo el mundo lo hacía.
Cuando abrió la puerta y entró las luces se encendieron automáticamente. Se quedó con la boca abierta. Tonos grises, blancos y crema decoraban el enorme apartamento. Ya desde la puerta Hinata pudo apreciar el concepto de espacio abierto. Tenía fácilmente dos mil metros cuadrados, y eso era tan solo la zona de la cocina y el salón. Había una puerta entre abierta que dejaba ver el dormitorio. Hinata se echó a reír. ¿Qué le iba a pedir que hiciera el señor Namikaze? Fuera lo que fuera, no le importaba: ¡lo haría!
Se quitó los zapatos y corrió por el suelo de madera auténtica, haciendo piruetas en el salón. ¡Había tanto espacio! ¡Habría trabajado gratis con tal de vivir en aquel lugar! Acarició la encimera de granito y abrió el frigorífico, sentía curiosidad por la tarta de la que le había hablado Murray.
En el interior del frigorífico de doble puerta de acero inoxidable había una pequeña tarta de carne y una botella de vino blanco. ¡Perfecto! Encendió el horno para calentarla y cogió una copa del colgador que había junto al frigorífico. ¡Namikaze no bromeaba cuando había dicho que el apartamento estaba totalmente equipado!
Se sirvió una copa de vino y la levantó para brindar consigo misma y con el apartamento.
–¡El dormitorio!
Dejó la copa en la encimera y corrió a verlo. Había una enorme cama tamaño king size y un armario vestidor que tenía el mismo tamaño del dormitorio que Hinata tenía en el sótano de sus padres. Baño en suite con jacuzzi y una ducha en la que cabían tranquilamente cuatro personas. Hinata casi coge el móvil para darle las gracias a Kiba. Sonó la campanita del horno para indicar que había alcanzado la temperatura deseada y fue a la cocina a meter la tarta. Mientras se calentaba, llevó las cajas con sus pertenencias al apartamento.
Desembaló unas cuantas cosas mientras comía la deliciosa tarta de patatas y carne,disfrutando de otra copa de vino y luego de otra más. Pasaba de la medianoche cuando al fin se tumbó en la lujosamente suave y a la vez firme cama para cerrar los ojos un momento.
