Capítulo 7

A la mañana siguiente, tras una noche agitada, Hinata se levantó temprano y rebuscó en una de las cajas hasta encontrar ropa de deporte.

–No lo hago ni por Hanabi, ni por mi madre, tampoco por Naruto Namikaze –se dijo–. Lo hago solo porque quiero ver cómo es el gimnasio. Solo voy a echar un vistazo y a caminar veinte minutos en la cinta de correr.

Bostezó, sintiéndose como un zombie que aún no había empezado a descomponerse. No he dormido suficiente. ¿La falta de sueño impedía adelgazar? Definitivamente no era algo sano.¿No debería perder peso de forma sana?

–No importa, ahora no. El ejercicio me despertará.

Dejó preparada una falda y una blusa sobre la cama y buscó en el cesto de la ropa sucia(ahora lleno de zapatos) hasta encontrar sus zapatillas de deporte. Salió por la puerta,preguntándose si debía cerrar con llave y mirando hacia la zona de la piscina. A las cuatro el sol aún no había salido, estaba durmiendo.

El aire fresco de la mañana no ayudó a despertarla. Hinata revisó sus mensajes en el corto camino hasta la puerta del gimnasio. Tenía cinco llamadas más de Hanabi y tres de su madre. Incluso había una llamada de Kiba y un mensaje de texto de su padre. Llevaba solo un día de trabajo y ya parecía que el mundo se había venido abajo. Abrió el mensaje de su padre frente a la puerta del gimnasio.

Hinata, cariño, creo que deberías venir a casa. Tu madre y tu hermana están como locas. Quizás tu trabajo debiera esperar hasta después de la boda.

Hinata parpadeó para contener las lágrimas. Él había sido el único que se había alegrado por ella, aunque solo fuera por unos segundos, y ahora le decía que lo dejara, como todos los demás. Solo te lo dice porque no puede aguantar a mamá cuando se pone histérica. A Hinata le dolía de todas formas.

Le respondió de forma breve. Estoy genial. Todo va bien, llamaré a mamá y a Hanabi más tarde.

Guardó el móvil en la bolsa del gimnasio y sacó una botella de agua y una toalla. Se dijo que debía recordar pasar por el supermercado antes o después del trabajo.

Afortunadamente el gimnasio no estaba cerrado con llave. Hinata entró y las luces se encendieron automáticamente. Era casi tan grande como el gimnasio de la oficina, con más espejos que un estudio de ballet. Si estaba medio dormida, ahora se había despertado del todo.

Miró a su alrededor y dejó caer la bolsa al suelo. Debería hacer algo. La mitad de lo que había allí parecía máquinas pensadas para traumatizar o matar a la gente. Montó en la cinta de correr. Era segura, no mataba. Se había cansado con solo montar. Afortunadamente estaba sola.

Hinata encendió la cinta mientras pensaba que tenía que devolverle la llamada a su hermana y preguntándose qué quería. Seguramente a estas alturas su madre y Hanabi se habían reunido para hablar sobre la pésima hermana que era Hinata. Era como si pudiera imaginarlas palabras: desilusión, no se puede confiar en ella, egoísta, etc. Kiba se habría unido a ellas para deformar las cosas y aparecer como el generoso cuñado que se vio obligado a encontrarle un trabajo.

Mientras imaginaba la conversación pulsó el botón de arranque de la cinta y ajustó la velocidad. Se frotó los ojos, bostezó y empezó a caminar. Pero no estaba preparada para la velocidad de la máquina y en cuanto movió el pie izquierdo, se le fue hacia atrás. Intentó correr con el derecho para sujetarse a las barras.

No. Tuvo. Suerte.

El peso de su cuerpo cambió de un lado a otro pero no pudo ajustarse al movimiento de la cinta. Su cabeza dio un latigazo hacia atrás mientras su cuerpo salía disparado hacia la parte posterior del gimnasio. Brazos y piernas que volaban por todas partes, hasta que la espalda chocó contra algo duro.

La a los pies de Naruto Namikaze.

Joder.

–Buenos días, señorita Hyuga–dijo Naruto, frunciendo el ceño–. ¿Estás bien?

Hinata se levantó como pudo, ignorando la mano que él le ofrecía para ayudarla.

–Buenos días, señor Namikaze –dijo, con la cara roja por la vergüenza y el esfuerzo–. No esperaba verte aquí – A las cuatro y media de la mañana.

–He oído que el ejercicio reduce el estrés. A veces necesito toda la ayuda posible.

–Ah. Por supuesto –Hinata se obligó a mirarlo a la cara, en vez de a su camiseta gris, que destacaba sus músculos y lo hacía parecer un dios griego y un humano normal, todo en uno–. Yo ya había terminado.

Que disfrutes el ejercicio –dijo, asintiendo y caminando con tanta dignidad como le fue posible después de lo que acababa de ocurrir. Cogió la bolsa y salió del gimnasio. No se molestó en apagar la cinta de correr.

Quizás la próxima vez lo intentara después de trabajar y solo hiciera lo básico. Las cintas de correr eran máquinas letales, su peligro estaba en que se había dejado engañar por su apariencia de uso sencillo.

–Te llaman por la línea dos, Hinata –dijo Ino al pasar frente a la puerta de su despacho.

Hinata cogió el teléfono sin levantar la vista del comunicado de prensa que estaba redactando.

–Namikaze Enterprises, dígame.

–¡Hinata! –La voz chillona de Hanabi perforó el auricular–. ¡Te necesito ahora mismo!¡Tienes que venir en este instante!

–No puedo, Hanabi –respondió Hinata–. Ya te lo dije, no puedes llamarme al trabajo.

Hanabi sollozó en el teléfono.

–Necesito ayuda –gritó–. Acaba de llegar el vestido de novia y me veo como una prostituta.

–Estoy segura de que te queda bien. Háblalo con la modista. –Hinata se metió un bolígrafo en la boca mientras pensaba lo que había que tachar en la nota de prensa–. Seguro que estás preciosa. Te llamo cuando salga de trabajar.

–Pero...

Hinata colgó, se cubrió la cara con las manos y suspiró. No estaba segura de que perder nueve kilos para ser dama de honor valiera la pena. Me muero por un trozo de tarta, ahora mismo.

–¿Todo bien, señorita Hyuga? –Naruto se detuvo junto a su mesa.

Hinata dio un saltito. No lo había oído salir de su despacho.

–Sí –apretó los labios, formando una línea recta–. Me temo que mi hermana ha encontrado el número de la empresa. ¿Existe alguna forma de bloquear llamadas no deseadas o algo así? Me temo que si no va a probar con todas las líneas de la centralita.

Afortunadamente él no dijo nada respecto a la forma en la que habían chocado en el gimnasio por la mañana. La espalda de Hinata no lo olvidaba.

Naruto la miró pensativo.

–Seguro que algo se puede hacer. –Miró su móvil y este sonó al mismo tiempo que el móvil de trabajo de Hinata–. ¿No hay otra persona que la ayude con la boda?

–Creo que no –dijo Hinata meneando la cabeza–. Es culpa mía, le dije que iba a ser su dama de honor.

–Casi todas las damas de honor a las que he conocido tienen trabajo y vida propia –dijo él consequedad.

Hinata se encogió de hombros.

–Lo siento. –Si perdía el trabajo por culpa de Hanabi, lo que iba a necesitar era quien cargara su ataúd, no una dama de honor–. Hablaré con ella. Intentaré que no me llame tanto.

–No estoy seguro de que puedas hacerla entrar en razón –Naruto se echó a reír–. Si se parece a tu madre.

Hinata levantó la cabeza para mirar a Naruto.

–¿Conoces a mi madre?

–Me ha llamado tres veces hoy para decirme que te despida –La cara de Naruto no dejaba ver nada.

–Mierda –murmuró Hinata.

Iba a tener que matar a su familia, definitivamente. Varias veces. Luego iría a la cárcel por asesinato.

Fuera como fuese perdería su trabajo.

–Señor Namikaze, lo entenderé si... Si tienes que despedirme. –Suspiró–. Mi familia provoca un montón de molestias y, si no me equivoco, la función de las asistentes personales es eliminar molestias.

–Así es –dijo Naruto–. Una asistente personal debería eliminar molestias. –Hizo una pausa y se inclinó hacia adelante–. Eso es exactamente lo que tú haces.

Hinata se quedó en shock. Él la consideraba de valor, ¿a pesar de que su madre le hubiera suplicado que la despidiera?¿A pesar del embarazoso número del gimnasio que la declaraba señorita incompetencia? ¿De... De verdad?

–Sí –dijo él sonriendo–. El día de ayer mi trabajo fue más sencillo que en mucho tiempo. Y está claro que eres una buena asistente personal si tu hermana insiste tanto para que seas su wedding planner.

Créeme, no tengo ninguna intención de despedirte.

Hinata sonrió, aunque no estaba muy segura de cómo responder al cumplido.

–Gracias, señor Namikaze. Me alegro de ser de utilidad.

–Eres de mucha utilidad –dijo él–. Y espero que sigas siéndolo.

Hinata se sonrojó y deseó haberse puesto un kilo de maquillaje para que no se le notara.

–Gracias, señor Namikaze–dijo otra vez, deseando poder decir algo más inteligente. Miró a Naruto sin saber si eso era todo lo que él quería, pero no se atrevió a preguntar.

Naruto parpadeó como para salir del trance.

–Eh, uh, ¿el tinte? ¿Puedes ir a recoger mis cosas?

Hinata se levantó y caminó hasta el armario de abrigos que había en una esquina. Abrió la puerta y sacó dos trajes limpios.

–Los recogí cuando salí a comer. No estaba segura de cuándo los ibas a necesitar, así que decidí que cuanto antes mejor.

–¡Gracias! –Naruto sonreía de oreja a oreja cuando cogió los trajes–. Recuerda que necesito el comunicado de prensa en quince minutos, y por favor mándales un mensaje a los de informática para que nos cuenten cómo va lo del virus.

–En seguida, señor –dijo Hinata.

Volvió a su mesa y sonrió mientras Naruto volvía a su despacho. Quizás no estuviera haciéndolo tan mal después de todo.