XVII
—Según fuentes internas —reporteaba Ashcroft desde la escena de los hechos—, el agente infiltrado se trataría del querido Barry Burton de los STARS, wau, que, según comunicaciones extraoficiales, habría encontrado a su propio hermano liderando la banda de Santas, eh ¿esto es verdad? Ni sabía que tenía un hermano...
Hablaba por el telepronter y se salía de toma, mientras el camarógrafo enfocaba a los Santas enmarrocados.
A ese tiempo, la puerta de la sala se habría y entraban los hermanos Burton, solo para descubrir al Diablo mismo en persona esperándoles, un Diablo en vestido lavanda que les habló para empezar muy calmado, justo como el Diablo haría.
—Barry. Será mejor que tengas una buena explicación para esto.
—Uy, yo mejor me voy... —dijo Moira saliendo de la sala— Para ver esto desde un lugar seguro... —se escondió en las escaleras al segundo piso.
Los hermanos Burton entraron al mismo tiempo, pero no parecían venir juntos.
—Pues... Es gracioso —dijo Barry juntando las puntas de los dedos— porque resulta que sí tengo una, pero es algo rara...
—Todo fue culpa mía. Lo lamento, Linda. —El matrimonio Burton y su hija Moira se quedaron sorprendidos ante las palabras de Bass— Yo lo arruiné. Intenté conseguir un buen regalo para las niñas y terminé involucrado con gente muy peligrosa. Barry... él me salvó la vida.
Barry no pudo creer las palabras de su hermano. Linda tampoco se esperaba una respuesta así de sincera, así de clara, y así de irresponsable, y ahora Moira estaba aún más intrigada por la resolución de esto.
—Bueno, Bass —respiró ella, tranquila, cerrando y abriendo lentamente los ojos como un tigre que acecha a su presa—, espero que entiendas que tus acciones imprudentes afectaron la imagen pública de mi esposo, y por lo tanto, la de toda mi familia. Y eso yo no lo puedo permitir.
—Lo entiendo, Linda —aceptó Bass, con tono solemne—. Supongo que quieres que pase Navidad en una estación de metro, o en el camper de Tina, quizás sea lo mejor.
—Pues de hecho sí —declaró Linda con la mirada levantada, a lo que Barry y Moira se sorprendieron ante la rapidez de la fría respuesta.
—Bien, le diré a Tina que cambiamos de planes.
Linda hizo una pequeña pausa en su severo mirar.
—Ella no tiene que pagar por tus irresponsabilidades, Bass. —dijo Linda.
Bass lo sopesó unos segundos.
—Oh, entiendo —asintió, sin mayores miramientos—. Creo que tienes razón —Bass buscó en el armario bajo las escaleras, sacando una de esas bolsas de tela amarradas a un palo de escoba que se echó al hombro— Bueno, me voy. Me llevaré mi pez.
Se acercó a descolgar el gran pez espada sobre la chimenea. Pensaba llevarlo fuera, pero un pequeño sentimiento en su corazón lo detuvo, y se volvió hacia su hermano.
—Sabes qué, Barry, mejor consérvalo —y se lo entregó.
—Pero es tu guachinango.
—No. Ahora es tuyo.
A Moira casi se le derrite el corazón de la tristeza. Barry recibió el presente, y había algo en esos ojos de pejerrey que lo conmovieron profundamente.
—¡Espera! —Barry detuvo el tiempo para todos— No puedo dejar que hagas eso —y se volvió hacia su esposa—, sí, Bass es un irresponsable y un idiota, pero no es una mala persona. Es mi hermano y me salvó la vida. No dejaré que se vaya.
Linda Burton alzó una ceja.
—¿Te salvó la vida? —preguntó.
—Así es —afirmó Barry, sin titubeo.
—¿Entonces no solo te obligó a rescatarlo a él sino que también te puso en peligro a ti?
Barry dudó y se rascó la nuca.
—Eh, bueno, no exactamente. No fue su culpa...
—Barry —llamó Bass— déjalo. No discutas con tu esposa por mí. Yo estaré bien en el camper.
—De ninguna manera —declaró Barry, intransigente—. Bass se queda, o nos vamos ambos. —Moira se sorprendió por esa muestra de poderosa fraternidad hasta ahora escondida.
—Bien, estoy de acuerdo —aceptó Linda.
—¿Cómo? —dijeron los tres con tono idéntico.
—Ambos se van.
—Eh, bueno, esto, la verdad. ¿No podemos quedarnos los dos? —Preguntó Barry, temeroso— ya sabes, tengo que recibir a mis amigos de los STARS que van a venir.
—¿Amigos de los STARS? —Linda desplegó su aura oscura— ¿Así que seguías con eso? Dime, Barry Burton, ¿qué te hizo pensar, después de todo lo que han hecho ustedes, que de alguna manera iba a consentir ese capricho tuyo?
Ambos hermanos ahora se vieron miniaturizados ante la presencia enorme y terrible de Linda, la tremenda, la autoritaria, y se abrazaron de miedo, tembleques.
—Hermano, ahora ya veo por qué trabajas tanto. —Dijo Bass muerto de miedo— No quieres tener que vértelas con tu mujer, ¡es un verdadero demonio!
El rostro de Linda se rompió por completo.
Barry y Moira sabían lo que se venía ahora.
Linda finalmente abandonó su postura calmada y su rostro tranquilo aunque cruel, y poseída por una especie de arrebato maligno, levantó las manos con los dedos arqueados y en los ojos apareció un fuego casi infernal.
—¿Qué dijiste, imbécil?—gritó Linda, y Moira podría jurar que le vio un par de cachos entre los cabellos rubios— ¡Te mataré!
Ambos hermanos se pusieron contra la esquina, protegiéndose mutuamente y quizás recordándose así de tiempos más viejos y más o menos igual de oscuros.
—Linda, por favor, cálmate. —suplicaba su esposo.
—No pensaba decir esto para no lastimar sus putos sentimientos, pero ya que has insistido tanto en ser parte de esta familia, Bass, voy a ser muy sincera contigo, pedazo de mierda —Linda hablaba con fuerza y sin ningún tropiezo, agitando violentamente cada tanto las manos—. Dejarte quedar en nuestra casa para Navidad fue una cosa. Dejarte poner tu estúpido camper en medio de nuestro patio fue otra cosa muy distinta, y dejarte colgar tu horrible decoración navideña era lo último que estaba dispuesta a soportar. Pero ¿esto? ¿Poner en peligro a mi esposo, su vida, su trabajo, y por consiguiente la estabilidad y la seguridad de toda mi familia? No, eso no. ¡Eso No Lo Pienso Tolerar! —Gritó, alcanzando nuevas alturas en su cólera—. No tienen la más mínima idea de todo lo que hago para mantener esta familia funcional, ¡no tienen ni puta idea! Pero parece que no les importa, dados sus esfuerzos por tirar todo a la basura, ¡Así que si Barry quiere irse contigo pues bien, que lo haga! He aguantado muchas cosas estos días como para tener que escuchar ahora sus explicaciones absurdas. ¿Creen que me gusta recibir las llamadas insidiosas de mis vecinos quejándose todo el día de ti y de tu novia, malditos degenerados, imbéciles? ¡¿A quién se le ocurre ponerse a freír hamburguesas en ropa interior en pleno invierno?! ¿Es qué no tienen un puto sentido común? ¡¿Qué clase de ejemplo creen que son para mis hijas?!
La casa Burton parecía a punto de venirse abajo con tantos y terribles gritos, y ni siquiera Moira estaba a salvo desde su posición, ni qué decir de los hermanos, que seguían temblando aterrados, hasta que un aviso llegó a la cabeza de Bass.
—Espera un segundo... —se levantó Bass, cortando el ambiente.
Barry y Moira temieron que, dado el historial, hiciera enojar aún más a Linda.
—¿Ustedes creen...? —Preguntó, extrañadísimo—, ¿que Tina es mi novia?
Ahora eran Barry, Moira y Linda los que quedaron como paralizados, sin entender qué estaba diciendo ahora el extravagante Bass.
—¿Acaso...? —Articula Barry— ¿No lo es?
—¡Claro que no! —gritó—. ¡Es mi hija!
Hubo entonces un gran silencio, seguido de un estruendoso alarido.
¡¿QUÉEEEEEEE?!
Barry y Linda se sobresaltaron y Moira salió de su escondite, boquiabierta.
—¡Moira! —Se giró Linda, los brazos como tetera—, ¿Tú sabías de esto? —interrogó.
—Pues... no, la verdad es que no —balbuceó Moira, y luego buscó algunas respuestas de su tío—. Pe... Pero... tío Bass, ¿no dijiste que se conocieron en las carreras de motocross?
—Sí, y así fue. ¿Qué tiene de raro eso?
Todos se quedaron nuevamente en silencio.
—Demonios, Bass, sí que te lo tenías escondido, Jeje —y rio buenamente Barry, dándole unas palmadas a su hermano, contento ahora de enterarse que tenía una sobrina, lo que le inflama el pecho honrosamente.
—Jeje, te dije que algún iba a ponerme con eso.
—Joder, sí —dijo Moira que bajaba emocionada las escaleras—, tengo una prima.
Y estaba emocionada de saber que su nueva prima era tan chida como era Tina.
Linda, de tanto, disminuyó sus deseos asesinos. Aquella aura maligna a su alrededor se disipó, dejando solo un débil olorcillo a incienso. Respiró con más tranquilidad ahora, tomó asiento y se mantuvo en completo silencio, ante la mirada de su esposo, su hija y su cuñado, que como que esperaban su reacción como los enjuiciados esperan el veredicto del juez que definirá sus destinos. Linda se puso de pie, su familia contuvo el aliento, pero ella caminó por la sala casi sin verlos y se dirigió a las escaleras para subir al segundo piso. Llegó, así, al cuarto de Polly.
Allí estaba ella, escondida dentro de una casa de muñecas, y Tina afuera, preparando la cena en una cocina de juguete, cortando verduras plásticas y ordenando la pequeña mesa con otros invitados como el señor Conejo, Rodolfo el Reno y Frosty.
—Hola, señora Burton. Mira, Polly, es mamá.
Linda se acercó y sin decir nada se sentó frente a Tina.
—Tina... —le dijo, pero Tina siguió concentrada en mezclar los condimentos correctos para la cena—, ¿Qué tan buen padre es Bass? —preguntó, así, repentina, sorprendiéndola.
—¿Bass? Uhmm, bueno... —Tina lo pensó unos segundos—, la verdad no lo conozco tanto, pero yo diría que es un buen padre. Me ha enseñado muchas cosas en muy poco tiempo y con él todo es más divertido. Es verdad que no estuvo por años, pero eso fue porque mi madre nunca le contó de mí. Cosas personales, supongo. Cuando nos conocimos, primero fuimos amigos, así que cuando descubrí que era mi padre, pues me sentí muy feliz. Es un poco descuidado, por eso me alegra que tenga a Barry como hermano, se nota que se llevan muy bien, Jeje. Bueno, creo que eso ya no tiene mucho que ver con la pregunta ¿No? Polly, ya está lista la comida. —continuó con su ficción.
En ese instante, una serie de conexiones se realizaron en la mente de Linda, y sin tener que considerar nada más ni escuchar a nadie más, tomó su decisión.
En el primer piso, Barry y Bass esperaban en el sofá, comentando detalles y curiosidades, mientras Moira estaba sentada al otro lado, con las piernas subidas en el brazo del sillón, observando a ambos con un casi morboso interés.
—¿Enserio terminaste en medio de todos esos ladrones disfrazados de Santa? —le preguntaba Moira a su tío Bass.
—Oh, sí, y eran unos lunáticos. Se querían comer a Barry.
Se rieron buenamente. Bass reconoció entonces en Moira la fascinación que mostraba por el relato, y decidió tener un buen gesto.
—Pero sabes, es Barry quien debería contar esto, a fin de cuentas, él fue el héroe.
Barry se hizo para atrás.
—Yo no diría héroe, la verdad...
—Ah, pero esta vez tiene razón —insistió Bass— Si no hubieras estado allí no creo que hubiera podido salir. ¡Al menos no con mis dos riñones! —se echó a reír otra vez.
Moira sopesó esas palabras y vio a su padre, observando a su hermano, con una expresión entre seriedad y complacencia.
—Jeje, qué exagerado —dijo Barry.
—Ya, Barry —dijo Moira—, no te hagas el modesto, anda, ¡cuenta!
Aquellas palabras, simples y directas, conmovieron al buen Barry.
Cuando se disponía a comenzar, Linda bajó las escaleras.
—Cielo, ¿ya estás bien? —preguntó Barry, poniéndose de pie.
—Barry... Cariño... —dijo, tras un suspiro y sujetándose los brazos.
—¿Sí...? —se acercó él.
—A las 9 está bien.
—Eh... ¿Cómo?
—Diles a tus amigos que pueden llegar a esa hora. Quizás incluso antes, y que traigan algo bueno, no me gusta tener arrimados.
Entonces en el rostro de Barry se dibujó una sonrisa cada vez más grande, y era como si una luz fuese creciendo desde su interior e iluminara toda la sala. Bass igualmente se alegró y hasta Moira tuvo una sonrisita por el momento.
—¡Yeehhhhh! —saltó Barry, abrazó a su esposa, la levantó en el aire, giraba con ella y la besó en la mejilla.
—¡Barry, basta! —se quejaba Linda riendo, dándole unos manotazos que eran más bien como unas caricias.
—¿Eso significa que también puedo quedarme? —preguntó Bass, emocionado.
—La Navidad es para la familia —dijo Linda, sin más, aún colgada de su esposo.
—¡Oh, sí! —exclamó, con un entusiasmo casi idéntico al de su hermano, pero diferente al fin y al cabo.
Tanta era la alegría en la escena, que hasta Moira se contagió.
—Entonces Dante también podrá venir —dijo, ilusionada.
—No te pases, Moira —su madre le clavó los ojos.
Con un suspiro, Moira se derrumbó en el sofá.
—Genial, yo no puedo traer a Dante pero Barry traerá a todos sus amigotes y seguro hablarán toda la noche de historias de policías. Mátenme, plis.
—Tranquila, Moira —se le acercó Bass, animoso—. Yo te protegeré de Barry y sus historias aburridas.
—¿Aburridas?
—Ay, cariño —dijo Linda— a veces lo son.
—¡Ey!
—Pero hay algunas... Que podría escuchar mil veces.
