Capítulo 9

Pasados treinta minutos sonó la alarma y Hinata dejó de teclear para apagarla y coger un trozo de apio del florero Mason que tenía en la mesa. Dio un mordisco mientras volvía aponer la alarma y empezaba a trabajar otra vez. Nunca le había gustado el apio, pero en realidad se trataba de agua con forma de planta y al parecer te hacía quemar más calorías de las que contenía. Podía cumplir con el tonto requisito de Naruto de comer cada media hora y le daba a Hinata una cierta esperanza de caber en el vestido de dama de honor.

–¿Dónde está Naruto? –La voz de Shion perforó los pensamientos de Hinata, que apartó la vista de la pantalla del ordenador e hizo un esfuerzo para no poner cara de querer matar a alguien.

Hinata guardó el documento en el que estaba trabajando.

–Está en su despacho.

–¡Bien! –Shion pasó como un torbellino por el despacho de Hinata y se detuvo antes de abrir la puerta de Naruto–. ¿Podrías ir corriendo a traerme un café? Tres de crema y dos de azúcar. Y asegúrate de que sea del Starbucks y no de cualquier otro lugar.

Hinata parpadeó sorprendida. Soltó lo que le quedaba de apio.

–Vale –dijo despacio.

Shion mostró su disgusto arrugando la nariz.

–Lávate las manos antes de ir a por él. No quiero que el vaso de café huela a puerta del despacho se abrió y apareció Naruto, que chocó contra Shion y la hizo caer al suelo.

–¡Shion! Lo siento, ¡no te he visto! –Se agachó para ayudarla.

Ella se frotó el tobillo, por encima de sus tacones de diez centímetros.

–No voy a poder caminar.

Naruto la envolvió entre sus brazos y la levantó para llevarla a su despacho.

Shion entrelazó los brazos de forma dramática alrededor de su cuello y le apoyó la cabeza en el hombro.

–Naruto, me alegro tanto de que estés aquí –lloriqueó–. Hace siglos que no hablamos y quería verte.

–Tenemos que asegurarnos de que tu tobillo esté bien. Tengo hielo en el despacho –Naruto volvió hacia la puerta–. Tengo muchísimo trabajo.

–Yo hago lo que puedo, aún a riesgo de lesionarme –Shion se señaló el tobillo y se giró hacia Hinata con una sonrisa–. Muchísimas gracias por ir a por mi café.

–¿Le vas a traer un café? –preguntó Naruto.–Ha tenido la amabilidad de ofrecerse –dijo Shion.

Claro que sí, zorra, como si no viera por dónde vas. Hinata sonrió con educación.

Naruto la miró un buen rato.

–Ya veo –dijo al fin–. La verdad es que es perfecto, Hinata. Puedes aprovechar para recogerme unas cosas. Espera un segundo.

Llevó a Shion a su despacho y la dejó en el sofá antes de ir a su mesa para coger un bolígrafo y una libreta. Escribió rápido y añadió a la nota un billete de cien dólares. –Gracias –le dijo y cerró la puerta.

Hinata asintió y se quedó mirando la puerta de madera. ¿Cómo era posible que él no se diera cuenta de los teatritos de Shion? Hinata suspiró y caminó hasta su mesa para apagar la alarma de los snacks.

Al salir revisó la nota, esperando que lo que tuviese que recoger para el señor Namikaze estuviera cerca de un Starbucks.

Hinata,

Cómprate un café para ti también y quédate con el cambio.

Por cierto, eres mi asistente, no la de Shion.

Naruto.

Hinata sonrió y se apresuró a arrugar la nota. Naruto había estado especialmente atento desde que ella se había desmayado; también había dejado de tratarla con tanta formalidad. Quizás le gustara salvar a las damiselas en apuros. Y Shion ahora era una.

Hinata suspiró. Era pena. Le daba pena al señor Namikaze por ser tan insegura. Si pudiera cambiar lo haría. Pero ella era así. No quería dar pena. Aunque el dinero extra le venía bien para el regalo de boda de su hermana, no lo iba a coger.

Caminó hasta el Starbucks más cercano, que estaba una manzana más lejos que una cafetería en la que hacían un café delicioso. Pidió dos cafés y alguien le dio un toque en el hombro. Al girarse vio a Ino.

Ino sonrió.

–Hey, ¿tú también vienes a por café?

No se habían visto mucho los últimos días, con Hinata siguiendo a Naruto a las reuniones y pasando más tiempo en el despacho de él que en el de ella. Hinata sacudió la cabeza.

–Ha venido Shion y me ha pedido café.

Ino puso los ojos en blanco.

–Lo negaré si se lo cuentas a alguien, pero odio a esa zorra.

Hinata pidió el café especial y un descafeinado para ella. –Le sonrió a Ino–. Me ha dicho queme lave las manos para que el vaso no le huela a apio. Ha entrado al despacho del señor Namikaze por el mío.

–¿Y por qué ha hecho eso? Puede entrar directamente al de él desde recepción.

–A lo mejor no había nadie en recepción –sugirió Hinata.

Ino meneó la cabeza.

–Siempre hay alguien. Si no estoy yo, se queda Sarah. Nunca dejamos vacía esa mesa. Lo hizo solo para molestarte.

–El señor Namikaze la tiró sin querer al entrar por la puerta que comunica nuestros tuvo que cogerla en brazos para revisarle el tobillo.

–Es ridículo cómo llama la atención. Naruto debería dejarla, ya ni siquiera le gusta.

Hinata arqueó las cejas. No era asunto suyo si la relación de Naruto iba bien o no, pero le interesaba de todas formas. Solo porque odio a Shion. No por ningún otro motivo.

–¿Cómo empezaron a salir? Son totalmente opuestos. –Genial, ya estaba cotilleando y eso era algo que odiaba.

Ino la miró extrañada.

–En realidad creo que se parecen bastante –dijo–. Empezaron a salir hará cosa de un año,pero los dos están tan metidos en su trabajo que no han tenido tiempo de tomárselo enserio. Estoy segura de que se utilizan solo para follar y para salir a algún sitio cuando se sienten solos; o si tienen que ir a algún sitio por trabajo. Nada más. No es que eso tenga nada de malo, pero creo que Shion quiere más. Naruto está tan centrado en su trabajo que no se da ni cuenta de cuánto le molesta verla.

A Hinata le parecía bastante obvio, pero no iba a decirlo en voz alta. No la habían contratado para hablar del jefe y sabía que eso a Naruto no le gustaría. Sus cafés estaban listos y cogió los dos vasos.

Ino la siguió, mirando a su alrededor como si hubiera empleados espiándolas por todas partes.

–No te lo tomes a mal, pero, ¿tenéis algo Naruto y tú?

–¿Qué? –Hinata sintió que se le calentaban las mejillas–. ¡Por supuesto que no!

–Bien –dijo Ino–. Solo quería estar segura. Corren rumores en la oficina.

–¿Y por qué iba alguien a pensar una cosa así?

Hinata era absolutamente profesional, salvo cuando mencionaba a su hermana y cuando se desmayó.

Pero no era motivo suficiente para que la gente sacara esas conclusiones. Además, ella no era del tipo de él.

–Bueno, os quedáis hasta tarde cada noche, os vais al mismo tiempo y él te llama por tu nombre de pila.

–Estoy segura de que usa el nombre de pila con mucha gente. –Se alegraba de que Ino no supiera que vivía en la propiedad de Naruto.

Ino meneó la cabeza.

–No, con ninguno de sus empleados. El señor Namikaze siempre es muy formal. Con todo el mundo, menos contigo. ¿Por qué sois siempre los últimos en marcharos de la oficina?

–¡Por trabajo! Al... el señor Namikaze trabaja siempre todo lo que puede. –Sacudió la cabeza, le molestaba tener que defenderse ante Ino–. Soy su asistente personal. Trabajamos juntos para ser tan eficientes que se puede. ¿Por qué es tan difícil de creer? – Joder, si me escogió porque soy la última persona con la que follaría–. Lo que ocurra en la vida personal del señor Namikaze no debe importarnos ni a ti ni a mí. –Se giró para marcharse.

Ino se encogió de hombros.

–Hasta donde yo sé, el señor Namikaze no tiene un tipo concreto. Lo he visto salir con chicas delo más diverso, ninguna se parecía a Shion. Solo te digo eso.

Sí, claro, pero estoy segura de que todas eran talla treinta y cuatro, modelos y ricas.

–Solo somos un jefe y su empleada. Soy su asistente personal, nada más.

–¿Segura? –Ino empezaba a presionarla cuando la llamaron para sus cafés.

–Ni ahora ni nunca.

Hinata salió de la cafetería y volvió a la oficina enfadada y confundida. Estaba segura de que se podía rumorear de todo respecto a ella, menos eso. Era totalmente absurdo que Naruto y ella se acostaran cuando él tenía a Shion a su disposición. Le costaba creer que Ino pensara algo así. Creía que eran amigas.

¿Qué le había dicho una vez su padre? Ten a tus amigos cerca, pero más a tus acertado para este caso.

–¡Espera! –gritó Ino, corriendo por la calle con el café en la mano. Dejó de correr para coger aire en cuanto llegó a la altura de Hinata.

Hinata siguió caminando, ignorándola.

–Lo siento –dijo Ino–. No quería que sonara como una acusación. Si me dices que no es verdad te creo.

–Mira –dijo Hinata mientras seguía con su paso acelerado; era un pequeño placer que Ino tuviese que apresurarse para seguirla–. Me contrataron para trabajar con el señor Namikaze porque soy profesional y porque me dejo el alma trabajando. No me gustan los cotilleos de oficina y no voy a entrar al trapo.

–Lo siento –dijo Ino sin aliento, intentando coger pequeñas bocanadas de aire–. ¿Puedes ir un poco más despacio? No es una carrera.

Hinata se esforzó por moverse a un ritmo más normal.

–Me alegro de que seas profesional. Pareces muy dulce, Hinata. Demasiado.

–¿Qué quieres decir? –Se alegraba de que la oficina estuviera a cien metros.–El señor Namikaze es un rompe corazones –dijo Ino–. No es romántico. Nunca se va a apartarlo suficiente del trabajo para preocuparse por nadie.

Hinata asintió. Aunque quería creer que él no era así, sabía que era verdad. Tienes que dejar de estar colada por ese tío, escucha a Ino. Se ha dado cuenta de cómo lo miras. Por eso hay rumores. Qué pena, estaba demasiado bueno como para que se desperdiciara entregándolo todo al trabajo. Desde luego no se lo iba a decir a Ino.

–El señor Namikaze adora su empresa. Trabaja muy duro para que sea un éxito y que así personas como tú y como yo tengamos una nómina todos los meses. Te contrataron para que trabajes, no para que cotillees.

Hinata empujó las puertas y fue directa a las escaleras, dejando a Ino con la boca abierta afuera del edificio.

¿Y ahora quién dejaba atrás a quién?