XX
Así que pasaron veinte minutos. Barry salió a hablar con Enrico y logró convencerlo de volver para terminar el juego por todo lo alto. En la oficina, ya todos los STARS se habían relajado y conversaban tranquilos, animosos, sin ningún tipo de resentimiento, incluso Kenneth, Joseph y Richard trajeron café para todos.
—Oye, Chris —le llamó Edward— No te preocupes por lo del regalo. Sé que estuviste ayudando a Valentine estos días con lo de los Santas, así que imagino que no tuviste tiempo. Descuida, viejo. —le extendió la mano, en señal de camaradería.
Chris no creyó esa comprensión, y Jill, que lo escuchó todo, tampoco.
—Cielos, amigo, gracias por comprender —le estrechó la mano, pero su conciencia no estaba tranquila —Pero no es excusa, viejo. Te prometo que te daré un regalo hoy.
—Olvídalo, amigo. Invítame unas cervezas en el Bar Jack y está todo bien.
—Cielos, Edward. Muchas gracias —y se dieron un abrazo no muy largo.
Jill, Richard y Joseph sonrieron al verlos.
—Muy bien, gente, atención. —Le dijo Barry a todos— continuemos con esto de una vez. Y esta vez no habrá interrupciones. Bueno, como Edward ya entregó su regalo, empezaremos de nuevo. Para que vean que tengo el espíritu navideño, yo continuaré.
Todos se pusieron en su lugar y esperaron ansiosos por la revelación.
—A ver, a ver. —Sacó una bolsa negra de debajo de su escritorio— A mí me tocó una persona un poco difícil en su carácter. Es alguien que si bien no he podido conocer tan a fondo, lo considero un buen amigo y en verdad me alegra poder poner mi vida en sus manos. Es un buen compañero, pero también una importante figura de autoridad en esta oficina, y sin él, creo que los STARS no serían lo que son ahora.
—Oh, Barry —dijo Joseph, poniéndose de pie, abriendo los brazos— no tenías que hacerlo, amigo. Yo también te quiero.
—Tu no, no me interrumpas. —Varios rieron— Bueno, como decía, esta persona se tomó muy enserio lo del Santa Secreto y como han podido apreciar hace un momento, hoy no está de muy buen humor. Así que este regalo es precisamente para cambiar eso. Enrico Marini, maldito italiano homosexual, ven aquí a recoger tu obsequio, condenado cabrón testarudo.
Enrico se sorprendió, y luego soltó una risilla.
—Vaya, Barry, esto sí que es una sorpresa. —Tomó la bolsa negra y dentro había una caja envuelta en papel regalo. La comenzó a despedazar— ¿Qué rayos tenemos aquí? —arrancó un pedazo y distinguió un logo familiar— Debes estar bromeando.
—Supe que estuviste buscando esto como loco. Agradécele a Brad que me echó un cable —Enrico volteó a ver a Vickers, quién solo le levantó la mano.
—Oh, Dios, viejo —terminó de arrancar el papel y comprobó lo que venía pensando.
Era el muñeco que Megaman, agotado en todos lados, finalmente con él.
—¿Qué es? —Preguntó Jill— ¿Un juguete? —se esperaba otra cosa.
—Vaya, en verdad son unos niños —dijo Richard.
Enrico giró la caja para que todos pudieran ver la grandiosidad de aquel muñeco. Todo su enojo anterior había desaparecido de pronto y ahora había una gran sonrisa bajo su bigote y una alegría que se le salía del corazón.
—Cielos, viejo. Muchas gracias —y le entró la duda—. Pero... ¿Cómo lo conseguiste? Estaba agotado en todos lados.
—Bueno, digamos que Santa tenía uno. —Todos en la oficina rieron ante el tonto chascarillo—. Esperemos que al capitán no le moleste.
—¿Molestarme qué? —Wesker miró para otro lado—, no sé de qué hablan...
Los STARS asintieron, aliviados por el beneplácito.
—Barry, amigo, mi hijo se volverá loco. Mi esposa me dejará dormir en la cama otra vez. —todos volvieron a reír, aunque de hecho no parecía que Enrico estuviese haciendo ninguna broma.
—Por supuesto que ese regalo técnicamente es para tu hijo, así que qué te parece si mañana nos vamos a por un buen whisky al Bar Jack —le palmeó Barry.
—Me parece excelente. —y se abrazaron entre aplausos.
—Ey, entonces ya somos cuatro —dijo Chris, aunque no le prestaron atención.
—Bueno, ahora me toca a mí —dijo Enrico— como dije, esto fue una sorpresa, porque la persona a la que me toca dar un regalo es una persona muy querida en esta Oficina, incluso podría decir que es el corazón de los STARS, y alguien que me enorgullece decir que es de mis mejores amigos, me ha sacado de muchos aprietos y acaba de sacarme de otro...
—Oh, viejo, me halagas —se acercó Joseph.
—Siéntate, maldito asno —le ordenó Enrico de mala gana, y luego prosiguió con su buen ánimo—, bueno, Barry, viejo amigo, toma esto de mi parte. —y le entregó un paquete, bastante bien envuelto realmente.
—¿Es enserio? —Dijo Joseph— ¿Barry regaló a Enrico y ahora Enrico regala a Barry? Quién lo diría.
—Cielos, Enrico, me encanta —Barry lo abrió rápidamente y encontró un abrigo de invierno marrón con interior de piel de oso blanco y en la espalda un estampado que rezaba ALPHA.
—Siempre hablas de que te gustaría viajar con tu familia a Canadá, sabes, siempre lo mencionas, y ya nos tienes hartos., pero sabes, hace mucho frío allí, así que para que lleves algo que te recuerde al equipo, lo mandé a hacer especialmente para ti, espero que te guste.
—Viejo, eres increíble —Y se abrazaron.
Todos se enternecieron y surgió otra ronda de aplausos calurosos.
—¿Lo ven, malditos? Así se hace esto —se volvió Enrico a putearlos.
—¿Y bueno, quién sigue? —Barry se separó también.
—Eh... —con un gran suspiro, Kenneth puso de pie toda su anatomía—, bueno, iré yo. La persona que me tocó es algo un tanto... peculiar.
"Oh maldición" pensó Chris, y los vellos de la nuca se le pusieron tenso e indisciplinados, "así que era él, tenía que ser él" finalmente ante él estaba la respuesta a la pregunta que tanto lo tenía intrigado, "bueno, dentro de todo es una de las opciones menos malas".
—Digamos que esta persona siempre mantiene un ambiente muy buena onda en la oficina, y siempre nos sorprende con sus ocurrencias.
"Maldición, definitivamente está hablando de ella" pensó Chris al borde del sinsentido.
—Joseph, este es tu regalo —Kenneth le extendió una pequeña bolsa navideña.
—Ohhh, viejo —Joseph se acercó con un paso divertido y un gesto bobo en el rostro—, amigazo, ¿de verdad?
—Tómalo.
Joseph lo recibió, en medio de una ronda suave a aplausos. Los abrió como quien abre una bolsa de dulces, e introdujo su mano para sacar el pequeño objeto interno.
—¿Eh? ¿Un yoyo? ¿Me regalas un puto yoyo? ¿Qué, tengo 10 pinches años?
—El que entendió, entendió.
—¿Enserio? Vamos —se volvió Joseph—, Barry, ¿esto se vale?
—Jeje, pues la verdad me parece un buen regalo para ti —asintió Barry, sonriente.
—Demonios —a Joseph se le borró todo el brillo del rostro.
—Bueno, ya, toma —Kenneth le alcanzó un nuevo paquete.
—¡Oh, demonios, amigo! —se carcajeó, y Joseph suele tener esa risa contagiosa que invade todo un ambiente al primer disparo y se apodera de todos los presentes.
Abrió el nuevo paquete, y esta vez el regalo sí lo dejó con un buen gesto. Era una bandana roja y negra con diseños de estrellas gitanas en dorado.
—Oh, rayos, es genial, amigo —Joseph la apreció unos momentos, antes de proceder a sacarse la que traía y a envolverse la nueva.
—Wau, Joseph, te ves muy bien —le piropea Jill.
—Gracias, señorita —modelaba el muchacho.
"Maldición, maldición" pensaba Chris tras sus aplausos y su sonrisa, "entonces eso significa que es Brad, siempre fue Brad, demonios..." intentaba girarse a verlo, pero no lo alcanzaba con sus ojos.
—Bueno, ya que estoy aquí —habló Joseph, haciendo una vana imitación de la seriedad—, la persona a la que tengo que regalarle, que no hay muchas opciones, diría que es muy especial para todos aquí, de hecho, estoy seguro que todos le queremos mucho —un largo rumor de ternura de extendió—, aunque lleva poco con nosotros, yo diría que nos ha cambiado y para bien, muy para bien.
"Demonios, no puedo creer que haya sido Brad" rechinaba los dientes Chris.
—Este es tu regalo —Joseph levantó una caja chata—, señorita Jill Valentine.
Los silbidos y los aullidos iniciaron de rincones inexactos. Jill, con una sonrisa tenue, se acercó al centro de la oficina y recibió el presente. Nadie pareció percatarse del rostro desencajado que se le había quedado a Chris.
—Déjame decirte que yo mismo lo escogí y me lo probé pensando en ti —comentó el burlón Joseph. Jill, con un gracias que era como el soplido entre dos árboles, abrió la caja, revelando un hermoso vestido azul con chaquetita.
—Wao, viejo —señaló Kenneth—, ¿cuánto gastaste en eso?
—Eh, no necesitas gastar mucho si la dependienta te debe algunos favores.
—Vaya... —Jill soltó el vestido, cuya tela caía preciosa y suavemente, como una cascada finísima—, es realmente lo que quería, ¿cómo lo supiste? ¿Acaso me estuviste espiando? —inquirió con una mirada afilada y el dedo acusador.
—Eh... Jeje, no, nada de eso, bueno, digamos que tengo un informante en la RPD.
Chris no sabía ni dónde meter la cara.
—¿Qué me dices, Jill? ¿Hay un poco de cariño para el buen Joseph? —decía abriendo los brazos y meneando el torso.
—Je, ven aquí, tonto —y Jill lo abrazó, y Joseph no terminó muriendo de hipotermia porque era un abrazo cálido y sincero—, muchas gracias.
—Jeje, sí, pero fíjate que tal vez tienes otro regalito por aquí —señaló Joseph.
Jill volvió a buscar en la caja, y efectivamente, encontró un sobre de dimensiones sospechosas. Calculó su peso, y con unos dobleces, intuyó la textura.
—¿Qué es esto, dinero?
—Mejor. Ábrelo.
Jill así lo hizo.
—¿Un vale de descuento... —leyó mejor—, para Alcohólicos Anónimos?
Joseph se queda todo sonriente.
—Joseph, —le miró, esta vez con suspicacia y cierto desprecio—, ¿sí sabes que no soy alcohólica, cierto?
—Tiene vigencia por un año.
Jill giró los ojos. En ese instante, Barry irrumpió con unos estruendosos aplausos y una fuerte risa.
—Bien, bien, muy bonito. Jill, ahora te toca a ti dar tu regalo.
—Bueno —Jill se sonrió y caminó hacia su escritorio. Del cajón con llave sacó una caja más bien mediana, forrada en un elegante papel de azul oscuro con estrellas amarillas—, el compañero al que me tocó regalar, debo decir que si bien no lo conozco tanto como quisiera, sé que es una gran persona, siempre está dispuesto a ayudarnos y al menos para mí ha sido un gran apoyo en todo este tiempo. Es una persona a la que le gusta mucho fumar, y sabe que a mí me desagrada mucho el olor del tabaco y por eso lo ha dejado de hacer en la oficina, y le estoy muy agradecida por ello. Bueno, ya saben quién es: Kenneth, soy tu Santa secreto.
Los aplausos no se dejaron esperar. Kenneth, algo sonrojado, se acercó a recibir el regalo. Lo abrió con algo de brusquedad, desgarrando por completo aquel bonito papel.
—Oh, vaya —rio el hombre, contemplando la fina caja de habanos cubanos que tenía entre las manos—, vaya, vaya, esto realmente lo voy a disfrutar... Muchas gracias, señorita Valentine —Kenneth hizo una pequeña reverencia.
Jill no lo dejó hincar la rodilla y le dio otro de sus abrazos revitalizadores.
Aplausos. Con esto, todos habían dado y recibido.
—Bien, bien —decía Enrico, con su Megaman bajo el brazo—, así se cierra el círculo. Gracias a todos por jugar, como pudieron ver, esto realmente fue bueno para todos y... eh... eh... ¿qué es eso? ¿Qué mierda es eso? —Señalaba indignado Enrico la gran caja forrada al lado del panel de comunicaciones—, ¿qué rayos es eso?
—Es mi regalo —dijo Brad, con una seriedad inaudita.
—¿Brad? ¿Faltabas tú? ¿Y a quién diablos le regalarás? Recuerda que Dooley no juega, eh.
—Ya sé que no juega —Brad se levantó—. Mi regalo es no es para él —empezó a caminar por la oficina, con confianza y soltura nunca vistas en él—. Mi regalo es para una persona muy genial.
—¿Yo? —preguntó Richard.
—No, esta persona es muy divertida.
—¿Yo? —preguntó Joseph.
—No, también es amable con todos aquí.
—¿Yo? —preguntó Barry.
—No, carajo, es una persona súper querida por todos los STARS y la RPD.
Guardaron silencio unos segundos.
—¿Seguro que no soy yo? —volvió a preguntar Joseph.
—¡Claro que no, mierda!
—Bien, ¿entonces quién es? —Preguntó Enrico—, ¡nadie en toda Raccoon City cumple con esa descripción!
—¡No, tienen que adivinar! —se emperró.
—¡Dinos quién es, mierda, o te pego! —levantó el puño Enrico.
—¡Soy yo, joder, soy yo! —gritó Brad saltando al escritorio y levantando los brazos y las piernas como un gato que se defiende desesperadamente.
—¿Tú? ¿Te regalas a ti mismo? —interrogó Jill, confundida.
—Joder, Brad, eso no está en las putas reglas —se molestó Enrico.
—Yo se los dije, pero ustedes no hicieron ca...
—¡Claro que no, no dijiste nada! ¡No mientras, Brad, ¿por qué mierda mientes?! —y casi se le va encima sino fuera porque Chris, Joseph y Richard lo lograron contener.
—Bueno, si alguien me escuchara aquí —dijo Brad luego de bajar las piernas—, pero no, yo tengo que comprarme mi propio regalo. ¿Qué me habrá comprado mi Santa Secreto, Brad? No lo sé, Brad. Vamos a descubrirlo, Brad. Oh, vaya, Brad.
—Genial, Brad enloqueció —dijo Joseph, mientras Brad abría su gran caja delicadamente forrada con una cólera de indignado—. Eh... Eh... ¿eso es...? —Miraba embobado Joseph mientras una intensa luz empezaba a crecer en sus ojos—, una... ¿una Joy Station 5? ¡Una puta Joy Station 5, joder!
Todos los STARS, a excepción de la señorita Valentine, se apresuraron a echarle un ojo al regalo, que brillaba con el aura dorada de los mejores regalos del año.
—¡Acordamos que los regalos no podían pasar los 100 dólares! —Le gritó Enrico—, ¿Qué te crees, eh, maldito idiota hereje de mierda friki mal parido para regalarte algo tan caro?
—Porque es para mí —Brad se levantó, envalentonado—, yo soy mi Santa Secreto, así que me puedo regalar lo que yo quiera.
—Joder, eres un hijo de perra —dijo Enrico, a punto de que se le reventara una vena.
—Oh, Brad, debí saber que serías un bastardo codicioso —dijo Forest.
—Sí, sí, sí, feliz navidad, feliz navidad —iba diciendo mientras los chicos iban dejando la oficina y dejaban a Brad con su costoso auto-obsequio, más solo que una piedra—, y próspero año nuevo.
—Hey, Brad —se detuvo Jill en la puerta—, Feliz Navidad, que lo disfrutes —le sonrió, dejando al tipo patidifuso, perfecto para que Richard y Joseph lo cogieran desprevenido.
—Oye, Brad —Joseph le pasó el brazo por el hombro—, vao a tu jato a jugar play pe.
