Capítulo 12
Gracias a que tenía que ponerse al día por haber faltado a trabajar casi una semana, Hinata no tuvo tiempo de pararse a pensar si estaba siendo profesional o no. Naruto Namikaze había recibido un aluvión de trabajo mientras Hinata no estaba. Debe haber trabajado hasta la noche cada día. Y como la tablet y el móvil de Hinata estaban sincronizados con él, Hinata pudo ver todo lo que Naruto había hecho. Tomó notas breves para que tanto Ino como Hinata redactaran comunicados de prensa. Hinata se puso al día con todo y para el miércoles ya no le quedaba nada pendiente.
Entró al despacho de Naruto en cuanto mandó un email a una empresa que Naruto quería comprar. Llamó suavemente a la puerta:
–¿Señor Namikaze?
Naruto estaba de pie, con las manos detrás de la espalda, mirando por el enorme ventanal a la ciudad que se extendía debajo de ellos. Se giró para mirarla.
–¿Sí, señorita Hyuga?
–¿Hay que hacer algo más para hoy?
Hinata miró de refilón el reloj, eran casi las seis y había quedado con su familia a las seis y media. Si tenía que cancelar debía hacerlo de inmediato.
–Nada más, has trabajado el doble estos últimos días. Gracias, valoro todo tu trabajo. Tengo una reunión más pero puedo ir solo. –Volvió a mirar por la ventana–. Que pases buena tarde, señorita Hyuga.
–Igualmente, señor.
Hinata dudó, pero finalmente volvió a su despacho. Había estado tentada de decirle que era su cumpleaños. Pero, ¿de qué serviría? No era más que un número. A lo largo de todo el día no había recibido ni una llamada ni un email para felicitarla por su cumpleaños. No le importaba, ¿por qué le había dado por pensar de pronto que necesitaba una felicitación de él?
Bajó deprisa por las escaleras y pasó al servicio de la planta baja para revisar su retocó los labios y salió para conducir hasta el Michael Angelos.
Su familia estaba esperándola dentro, ya habían pedido una botella de vino.
–¡Hola, cariño! –Su padre se levantó para darle un beso–. ¡Feliz cumple!
–¡Es verdad! –Hanabi levantó la botella de vino–. Había olvidado que hoy era tu cumpleaños.
Felicidades. –Iba a servirle una copa cuando se dio cuenta de que la botella estaba vacía–.¡Vaya! Creo que hemos empezado sin ti. –Llamó al camarero para que trajera otra botella.
La madre de Hinata le sonrió.
–Feliz cumpleaños. ¿Crees que a estas alturas el próximo año estaremos esperando bebé?
–¿Cómo? –Hinata parpadeó.
La única silla libre que había estaba en un rincón, detrás de Kiba. Hinata tuvo que pedirle que se echara para adelante para poder pasar.
–Por Hanabi. –Su madre puso los ojos en blanco–. Hablaba de Kiba y Hanabi, de si van a tener hijos. De si por fin me van a dar un nieto.
Kiba se levantó y empujó su silla. Se apartó como para dejar pasar a Hinata, luego la sorprendió dándole un beso en los labios.
Hinata estaba concentrada para no rozar ni lo más mínimo su polla y por ello no vio cuando él acercaba la cabeza. Se quedó helada en cuanto sintió sus labios.
–Feliz cumpleaños, Hinata. –Le dio una palmada en el trasero antes de dejarla pasar.
Nadie se dio cuenta. En shock, Hinata se sentó y cogió la carta. La sostuvo alta para cubrirse la cara y que nadie se diera cuenta de que la tenía en llamas. Cuando al fin se calmó lo suficiente para tomar parte en la conversación, se dio cuenta de que habían traído la segunda botella de vino y de que se habían llenado todas las copas, salvo la de ella. Cogió la botella, con la sorpresa de que otra vez estaba vacía.
La copa de Kiba, la de Hanabi y la de su madre estaba llenas hasta el borde.
–Toma –le dijo su padre pasándole su copa–. Yo no debo beber. –Le guiñó el ojo–. La he llenado al máximo para ti.
Aquel fue el único regalo que Hinata recibió en la mesa. Se quedó sentada en su rinconcito,participando en la conversación cuando se lo pedían, pensando en el trabajo y en Naruto. Se preguntaba a qué reunión había ido y si salía con alguien desde que cortó con Shion. No era asunto suyo.
–¡Hinata!
Parpadeó y dirigió la atención hacia su hermana.
–Lo siento, ¿qué decías?
Hanabi puso los ojos en blanco.
–¿Cuánto has bebido? –No esperó a que Hinata respondiera–. Mamá y yo estábamos hablando de que sería muy bonito si hiciéramos nosotras mismas los regalos de los invitados. Se lleva mucho hacerlos a mano. ¿Qué opinas?
–Sí, claro. Es muy buena idea.
Hanabi aplaudió.
–¡Perfecto! Sabía que te ofrecerías a hacerlos. Ya he pedido el material, el molde para recortar y todo. Vas a tener que hacer unos... –se giró hacia su madre–: ¿doscientos?Doscientos cincuenta.
–¡Espera! ¿Qué?
Hinata intentó darse cuenta de qué parte de la conversación se había perdido. Su madre y su hermana estaban en un extremo de la mesa y ella estaba apretujada entre los dos hombres,que básicamente hablaban de fútbol y otros deportes. Dos cosas que para ella no tenían porqué ir juntas.
–Te he preguntado si te apetecía hacerlos. –Hanabi inclinó la cabeza. Sus cejas se unieron de la forma en que solían unirse cuando algo no iba bien–. Acabas de decir, y estas han sido las palabras exactas: "sí, muy buena idea".
–Pensé que hablabas de que Kiba y tú los ibais a hacer.
Kiba soltó una carcajada.
–Yo no hago esas mierdas.
–Hinata –lloriqueó Hanabi–. No tengo tiempo. Ya he pedido todos los materiales, no los puedo devolver.
Hinata sopló para apartarse el flequillo de la frente.
–¿Y por qué no lo hacemos las dos juntas? –Apartó el plato de pasta con pollo, ya no tenía hambre.
Hanabi le mostró una sonrisa radiante.
–¡Sabía que lo harías!
–Acabo de preguntarte si lo hacemos las dos.
Su hermana movió la mano en el aire.
–Sí, claro, lo que tú digas. Haré que te dejen el material en la oficina para que empieces cuanto antes.
Ya quedaremos luego algún día para dar los toques finales.
La madre de Hinata le sujetó el brazo al camarero que pasaba.
–Ya hemos terminado, ¿le importaría limpiar la mesa y traer la tarta? –Señaló el plato de Hinata–. Y póngame eso para llevar. Mi hija no lo quiere, es que está intentando adelgazar.
¿De verdad? ¿Su madre le estaba haciendo eso el día de su cumpleaños? Hinata meneó la cabeza. Al menos su madre había pedido una tarta, algo era algo.
Cuando el camarero limpió la mesa Hinata miró a su alrededor. Aquel restaurante era uno de los mejores sitios para cenar. Sospechaba que se le iba a ir la nómina completa de un mes tan solo en el vino que su familia se había bebido. Irónicamente, la carta de bebidas había desaparecido de la mesa. Kiba mencionó en algún momento que le encantaba que Hinata pudiera por fin pagar una cuenta. Ella ignoró el comentario, pero empezó a preguntarse para qué había propuesto aquello.
Trajeron una tarta con velitas chispeantes. Hinata sonrió, pero su sonrisa desapareció en cuanto leyó la inscripción: ¡Felicidades, Hanabi & Kiba!
Se quedó mirando a la tarta, mordiéndose la lengua para no lanzar algún comentario afilado.
Hanabi aplaudió.
–Seis meses, cariño, y seré toda tuya. –Cortó la tarta en tres grandes rebanadas y dos muy,muy pequeñitas–. Para ti y para papá. –dijo, pasándole una a Hinata y otra a su padre–. Los dos tenéis que cuidar lo que coméis. Seis meses no es mucho tiempo, Hinata.
Hinata se quedó mirando la rebanada que sería como mucho de tres bocados.
–Gracias –murmuró.
Hanabi había logrado robar el único día del año que era de Hinata. Ni siquiera le apetecía la tarta, así que le pasó su trozo a su padre cuando él se acabó el suyo. Él le guiñó un ojo y ella sonrió.
Cuando trajeron la cuenta Kiba señaló a Hinata.
–Hoy corre a cargo de ella.
Hinata se estiró por encima de Kiba, deseando en secreto darle "accidentalmente" con el codo en la nariz. Por supuesto eso no ocurrió.
El camarero le ofreció a Hinata la primera sonrisa sincera que ella había recibido desde que entró al restaurante.
–Alguien ha pagado ya su cuenta, señorita –dijo sonriente, como si se tratara de algún tipo de juego.
–¿Qué? –Kiba cogió la carterita de cuero rojo que contenía la cuenta.
Hinata se la arrebató de las manos y la abrió. La cuenta llevaba el sello de pagada.
–¿Quién ha pagado? –Miró a todos los miembros de su familia y uno a uno menearon la cabeza.
–Ha sido aquel caballero –dijo el camarero, señalando a un rincón donde se encontraba una mujer con un espectacular vestido rojo. El hombre con el que estaba se encontraba sentado de espaldas.
Hinata no sabía de quién se trataba. Le encantaba el vestido que llevaba la preciosa ó poder ponerse algo así. Ese sería su deseo de cumpleaños si pudiera pedir uno;poder ponerse un vestido rojo entallado como aquel y verse bien.
–Joder –balbuceó Kiba.
Hinata estaba mirando a la mesa de la esquina cuando la mujer le tocó la mano al hombre y este se levantó para caminar hacia la mesa de Hinata con una copa en la mano.
Naruto Namikaze.
Hinata sabía que tenía la boca abierta. Pero no sabía qué decir cuando él se acercó.
–Buenas noches –dijo Naruto.
Al parecer, la familia de Hinata tampoco sabía qué decir.
Kiba se levantó y le estrechó la mano a Naruto.
–Hey, colega, ¿cómo estás?
–Bien, gracias. –Naruto alzó su copa–. He oído que es su cumpleaños, señorita Hyuga.
Hinata asintió, quedando arrinconada cuando Kiba se volvió a sentar.
–Feliz cumpleaños. Lamento no haberme dado cuenta de ello antes. La habría dejado salir antes del trabajo –le guiñó un ojo–. Salud. –Sonrió y volvió a su mesa con su chica sin volver a mirarlos.
–Qué raro –le dijo la madre a Hanabi.
Kiba sonrió.–Seguro que lo hace con todas sus asistentes personales.
–¿Qué has querido decir con eso? –Hinata tenía la cara roja de rabia.
Naruto tan solo había tenido un detalle bonito. No tenía ninguna obligación pero lo había hecho. ¿Por qué querían convertirlo en algo malo?
Hanabi le dio una patada a Kiba por debajo de la mesa. Su 'au' audible le arrancó una sonrisa a Hinata.
–Alguien como él no se acostaría con mi hermana. Os lo aseguro.
Hinata estaba deseando que terminara la noche. Fingió un bostezo y se levantó.
–Gracias a todos por... por –Intentaba pensar en algo que hubiesen hecho por ella–. Por haber venido.
Esperó a que Kiba se levantara para poder marcharse.
–¡Repitámoslo el próximo año! –Kiba la observó atentamente mientras ella se estiraba para coger el abrigo. Él inclinó la cabeza–. Has cambiado –le dijo en un tono incómodamente bajo–. Te lo noto, estás diferente.
–No –Hinata sacudió la cabeza–. Soy la de siempre. –Miró hacia la mesa en la que estaba la morena guapa–. Gracias otra vez –susurró sin dirigirse a nadie en concreto, pero deseando que Naruto pudiera oírla desde el otro lado del salón.
