CICATRICES


II. Quemaduras de segundo grado


Ya anochecía; mas la luz de la luna apenas era suficiente para iluminar las manos de quien recibía una carpeta con los documentos acordados. La piel purpúrea en las manos de éste, acompañada de grapas quirúrgicas, provocó en el enfermero civil un terror reflejado en sus intentos por tragar saliva.

—Es todo el registro de la paciente de la habitación 315; por favor, no te acerques a mi familia —suplicó el enfermero, de mediana edad y con pequeñas orejas de nutria en la cabeza. No se atrevía a mirar la cara de con quien hablaba, a pesar de que desde su posición sí era posible ver esos ojos de un azul intenso que parecían perforarlo con la mirada.

—Eso dependerá de lo que haya aquí adentro —contestó la voz de ése a quien tanto temía, previo a darse la vuelta y perderse en la oscuridad. Estaba seguro por completo que ese enfermero no lo atacaría ni llamaría a la policía para buscarlo. Después de todo, ni siquiera había hecho uso de su quirk para aterrorizarlo de esa forma.

Desde pequeño, Touya se caracterizaba por tener un aura intimidante, cuando menos. La gente, aun antes de obtener todas esas cicatrices, solía ser reservada con él. A excepción de sus hermanos Natsuo y Fuyumi, pocos eran los que se atrevían a acercarse a él sin precauciones. Incluso su propia madre, la mujer que lo parió, solía mirarlo con miedo cada vez que él se atrevía a desafiar su autoridad. Y su padre, aunque no le temía, tampoco parecía querer acercarse mucho a él. Decepción, hartazgo, desesperación; era lo que se veía en sus ojos. Aquello que Touya no se atrevía a olvidar. Incluso después de casi diez años de no ver a su familia de frente, su mente mantenía frescas todas y cada una de las miradas de ese hombre.

El bar al que se había dirigido era poco conocido por los de esa zona. Al menos, para aquéllos que no tenían nada que esconder de la ley. No era raro encontrar en ese lugar a personas implicadas en grandes pandillas o novatos en busca de una oportunidad. Por lo que se decía, el gerente del lugar trabajaba para un sujeto capaz de desintegrar a quien tocara con los cinco dedos; así era como se mantenía el lugar sin grandes incidentes.

En pocas palabras: era un sitio tranquilo en el cual Touya podía beber un poco sin preocuparse porque alguien lo provocara o molestara por su apariencia. De tal modo que, al menos una vez a la semana, iba a ese bar. Lo había hecho desde los diecisiete o dieciocho años, cuando todavía no era un lugar sin peleas; pero siempre sin héroes o policías infiltrados.

Esa noche, sin embargo, estaban ocupadas sus mesas favoritas, aquéllas apartadas de la puerta y de la barra; debía conformarse con la única vacía y la que menos le gustaba por la cercanía a la barra. Las conversaciones ajenas solían distraerlo. Mas su garganta exigía ese trago amargo del alcohol y no quería que el viaje fuera en vano. Ya que llegara al apartamento en azotea donde vivía, podría relajarse aún más.

Pidió una cerveza y se sentó frente a aquella mesa, dándole la espalda a la barra. Luego tomó el sobre que el enfermero le había entregado y, tras asegurarse de que nadie lo miraba, sacó las hojas en su interior. A pesar de las palabras que le dijo a su informante, sabía que éste no podría omitir siquiera un detalle sobre aquella paciente: ningún civil era capaz de negarle nada a un sujeto con un rostro como el de Touya. Incluso él prefería no mirarse mucho al espejo cada que renovaba sus grapas o se teñía el cabello.

—Hey, Takeo-kun, tienes casa llena, ¿eh? —cuestionó una voz femenina en la barra—. Dame lo de siempre y dime con quién puedo sentarme sin molestar.

—Es viernes de apuestas, Heather cariño. No sé qué esperabas que... —Trató de contestar el bartender hasta que la chica volvió a interrumpirlo.

—¿Por qué huele a carne quemada? ¿Alguno de tus clientes se peleó con Endeavor o algo así? —cuestionó y entonces Touya se detuvo a escuchar el timbre de voz de aquella mujer— No, espera... No es sólo carne quemada... Siento que es familiar...

—Mierda —susurró Touya mientras guardaba las hojas en el sobre. Sacó el dinero suficiente para la cerveza y se levantó con discreción, aprovechando el momento en el que la mujer alzaba un vaso para beber su contenido.

—Deberías tener más cuidado con esos comentarios, cielo —respondió en voz baja Takeo, el cantinero—. No a mucha gente le gusta que le recuerden sus batallas perdidas. Aunque nadie aquí es tan estúpido como para enfrentarse al héroe número dos, de todas maneras.

—¿No había un sujeto sentado en esa mesa? Tenía cabello negro y una chaqueta oscura —dijo Heather. En cada mejilla lucía una perforación sencilla y justo arriba de su labio superior, una microdermal.

Takeo miró a la mesa que Heather señalaba y miró la botella a medio beber con unos billetes debajo de ésta. Suspiró.

—Sí... Es un sujeto raro; Dabi, se hace llamar. Es tan solitario como parece; sólo se le acercan aquellos desesperados que buscan hacer negocios con él —explicó el bartender. Heather lo miró con interés.

—¿Por qué? ¿Es muy peligroso?

—Más bien es por su apariencia, cariño. No lo viste porque estaba a espaldas de ti, pero estoy seguro de que incluso tú retrocederías si lo vieras de frente.

—¿Es porque es feo? Vaya, no es como si aquí hubiera un adonis, Takeo-kun. —Se burló la chica.

—No se trata de belleza; al menos no sólo es eso. Es lo que toda su aura desprende; es como si él mismo fuese su propio repelente... Tal vez por eso le dan los trabajos que le dan... —Se aventuró a decir. Heather sonrió y los piercings en sus mejillas se escondieron entre sus hoyuelos.

—¿Qué trabajos son ésos? ¿Asesinatos?

—Probablemente no llegue a eso; intimidación, quizás. Amenazas, informantes... Tú sabes de eso más que yo, querida —añadió sugerentemente. Ella asintió y bebió un trago más largo de su bebida. Las cosas comenzaban a cuadrarle...

—Dime, Takeo-kun... Ese «Dabi»... ¿Su quirk está relacionado con el fuego? —cuestionó con la sonrisa pegada al vaso. Takeo silbó.

—No debería sorprenderme que seas tan buena en esto, Heather, pero, sí. Él mismo llama a su quirk como «cremación», de ahí sale su sobrenombre. Así que ten cuidado con él o podrás quemarte, nena —advirtió. Ella bebió el resto de su bebida y dejó el vaso en la barra.

Se le veía con una sonrisa distinta.

Ahora sabía por qué ese aroma le parecía tan familiar...

...

Cuando Dabi llegó a la azotea donde se encontraba su apartamento, se detuvo a varios metros de la puerta de éste. Una chica estaba sentada en la banca de concreto puesta justo debajo de una de las ventanas. Sus rasgos no habían cambiado desde la secundaria, mas sí lo hacía su apariencia: su cabello usualmente largo y de color oscuro ahora estaba cortado a la altura de los hombros y teñido de un castaño tan claro que rozaba con lo rubio. Además, su rostro estaba adornado con diversas perforaciones que divergían de la inocencia que sus rasgos naturales exponían. Por último, usaba una sudadera amplia que, de niña, habría desechado bajo un pretexto absurdo sobre los defectos visuales que una prenda así le causarían.

—Sabía que tu aroma me llevaría a tu hogar, Touya —dijo la chica. Él hizo una expresión de molestia: tenía casi diez años que nadie lo llamaba de esa forma.

—Ni siquiera te conozco y no tengo idea de cómo o para qué me encontraste; pero si no quieres tratar algún negocio, tendré que acabar contigo de inmediato —dijo Dabi alzando el brazo izquierdo. De inmediato ella sacó una pistola de nueve milímetros y apuntó a su dirección. Por su confianza, parecía que ella tenía una puntería muy buena.

—Yo no intentaría eso, Touya. Hasta donde recuerdo, tu control era tan malo que podrías quemar todo tu precioso apartamento mientras tratas de matarme —argumentó la chica sin moverse un ápice. La expresión de molestia en Dabi aumentó y ella sonrió—. ¿Ahora podemos hablar?

Dabi consideró su argumento un momento antes de bajar su brazo y caminar hacia su apartamento. Ahora estaba seguro de que ella no intentaría nada en su contra.

—No sé con quién estás confundiéndome, pero no perderé el tiempo contigo —contestó.

—Oh, vamos. —Rio ella al tiempo que giraba la pistola entre sus dedos— Moriste y luego regresaste de la muerte, cual pozo de Lázaro, y al fin te encuentro luego de casi diez años... ¿Y me dices que no hablarás conmigo? No tienes que contarme cómo sobreviviste a un incendio forestal que tú mismo provocaste; pero al menos concédeme el mérito de encontrarte, Touya.

—Deja de llamarme así, yo no soy Touya —respondió Dabi una vez más, a sabiendas de que lo mejor sería callar para que ella lo dejara en paz.

—Sólo para que lo sepas, escapé de casa luego de que mamá muriera y ahora tengo que huir de mi padre o me encerrará en un psiquiátrico para evitar que testifique en su contra. No es como que a mí me convenga decir quién soy en verdad; así que entiendo tu postura, Touya. Si le digo a alguien quién eres en realidad, estaría delatándome a mí misma y eso es algo que no me puedo permitir —explicó justo en el momento en el cual Dabi introducía la llave en la puerta. Él se quedó quieto un momento y Heather sonrió—. Es bueno verte, Touya.

—No me llames así —farfulló Dabi con los dientes apretados y mirándola casi con odio. Ahí estaba: el aura al cual todos le temían... El aura al que Heather se acostumbró cuando niña...

—Está bien, Dabi. ¿Así está mejor? —cuestionó mientras se levantaba. Él no contestó y simplemente abrió la puerta— Nos encontraremos después, Dabi. Salúdame la próxima vez que me veas, ¿quieres? Me debes nueve años de conversaciones, amigo.

Dabi entonces se detuvo una vez más y la miró. Casi parecía decepcionado.

—¿Qué? ¿Esperabas algo como una noche de reencuentros cursis donde nos abrazamos, bebemos hasta emborracharnos, tenemos sexo y comenzamos una relación tipo Joker/Harley, pero sin que tú me maltrates? —Se burló Heather y la expresión de Dabi cambió a una ofendida— Lo siento, pero trabajar en conjunto con alguien implica dividir las ganancias y no es algo en lo que esté interesada.

—Nunca dejaste de ser molesta. Ve a olfatear a otro lado, sabueso —dijo Dabi ingresando a su apartamento. Trató de cerrar la puerta tras de sí, mas Heather estiró la mano y la detuvo. Él volvió a mirarla, ahora sorprendido—. ¿Ahora qué es lo que quieres?

—Es una verdadera lástima lo de tu rostro, Dabi; en verdad eras uno de los más atractivos en la secundaria —dijo y el aludido suspiró; no era como si ese dato le importara—. Pero no te desanimes: la novia de Deadpool seguramente se sentaría con gusto en tu cara luego de unos cuantos tragos. —Sonrió.

Dabi estuvo a punto de preguntar quién rayos era Deadpool, mas simplemente empujó la puerta hasta cerrarla y ponerle llave.

—Maldita friki de cómics... —susurró.

...

Una de las razones por las cuales Touya no se sentía cómodo con el hecho de que Kaori lo reconociera era que ya no podía disfrutar de su soledad. Si bien era cierto que no vivían juntos, ella podía encontrarlo básicamente en cualquier parte de la ciudad; su maldita nariz era capaz de rastrearlo sin importar dónde se escondiera.

—Funciona así de bien porque te conozco desde hace mucho tiempo. —Le explicó un día, en el bar de Takeo.

Touya sabía que huir de ella sería inútil; así que a esas alturas, simplemente aceptaba la compañía como algo inevitable. Para su suerte, su propia aura todavía era suficiente para mantener alejados a los curiosos; por lo que sus conversaciones eran tan discretas como ella lo permitía.

—¿No has pensado que no te conviene decir eso? Alguien con un quirk como el tuyo podría hacer averiguaciones —comentó Dabi al tiempo que miraba el documento en sus manos. Le habían pagado por encontrar a ese sujeto; mas debía ser cuidadoso con no alertarlo. Por lo que le habían dicho, él tenía contacto con Knuckleduster, el vigilante que casi acabó con el negocio de la droga trigger— ¿Lo has visto, sabueso? —cuestionó antes de mostrarle la foto. Ella era su primera informante, la más capaz.

Ella miró con atención.

—Sí, es Giran; uno de los mayores contactos en el negocio de los equipos. ¿Por qué? No creo que necesites equipo, Dabi. Pero te vendrían bien un par de perforaciones por aquí y por allá —dijo acercando su mano al rostro de Dabi, sin tocarlo directamente—. Tu rostro se vería más amigable si me dejaras llevarte con...

—¿Dónde lo has visto? —La interrumpió. Llevaba días hablando sobre perforaciones que él no había pedido. No era que jamás le hubieran llamado la atención, sino que no veía la necesidad de perforar todavía más su cuerpo.

Heather suspiró.

—Puedo darte la ubicación exacta, pero eso te costaría la mitad de la paga.

—Entonces no me la des exacta, yo lo buscaré.

Heather rio.

—Necesitas aprender a negociar, Dabi. Puede ser que tu intimidación funcione con muchos, pero te encontrarás con muchas personas que no le temerán a tu apariencia. —Le recordó— ¿Qué te parece un piercing en la ceja? Resaltaría tus ojos azules. —Sintió la mirada pesada de Dabi, mas no se rindió— Tu nariz es de las pocas cosas que todavía no arruinas, y sigue tan bonita como antes. Podríamos empezar por ahí.

—¿A eso te referías con negociar?

—Si no quieres darme tu dinero, bien. Pero no podrás negarte a una modificación corporal; al menos una pequeña. —Dabi no respondió— Yo la pagaré.

—Bien.

—Aunque ahora te recomendaría no meterte tanto con el asunto del trigger; en Naruhata están atrapando a varios que se sometieron a esa droga y creo que no les está yendo bien —contó—. Pero allá tú.

—No me interesan las drogas, no las necesito —respondió.

—Cierto, ya tienes experiencia perdiendo el control por tu cuenta...

El asunto de esa droga había empezado tres años atrás, cuando Touya tenía diecinueve años. Escuchó que en algunos barrios, principalmente en Naruhata, se había esparcido el uso de una droga capaz de sobreexplotar el quirk de quien la usaba. En algunos casos, los usuarios terminaban convirtiéndose en criaturas amorfas carentes de sentido y en otras, se decía que eran controlados por un tercero.

Fuese como fuese, Dabi no podía estar menos interesado en esa situación. Aunque era un tema que parecía estar en boca de todos, lo cierto era que los héroes y vigilantes de las zonas ya estaban haciéndose cargo de todo eso; por lo que no era viable entrometerse o terminaría encarcelado antes de que pudiese hacer algo de lo que planeaba.

Y aunque ya habían pasado tres años de eso, se rumoraba que dicha droga había resurgido y que uno de los que se encargó de básicamente eliminar a los distribuidores había sido Knuckleduster, un famoso vigilante de Naruhata. Así, era natural que las personas inmiscuidas en el trigger, desearan deshacerse de ese sujeto.

En realidad, la persona que contrató a Dabi quería que él mismo se encargara de Knuckleduster; mas Dabi se negó al trabajo porque sabía que dicho vigilante tenía lazos con héroes profesionales y no planeaba arriesgar todo por ese negocio. Así, acordaron simplemente encontrar a su contacto más directo. Se decía que Giran no vendía a sus clientes, pero tal vez sería posible llegar a un acuerdo. Mas, de nuevo, Dabi se había negado a ser él quien le sacara la información a tan resbaladizo sujeto; el número de contactos de Giran podía poner en peligro a Dabi. Y lo único que Dabi buscaba por ahora era dinero.

Así, Heather le entregó la información precisa de dónde podían encontrar a Giran los jueves por la noche a cambio de que Dabi accediera a una perforación lateral en la nariz. Y una vez con esa información, Dabi recibió una mínima suma de dinero. En realidad, no podía pedir demasiado por tan poco; así que tampoco era como si se quejara.

Dos semanas más tarde, Dabi traía un cigarrillo en la boca mientras se dirigía a su apartamento. Pasaban ya de las dos de la madrugada; por lo que sólo quería llegar a dormir un poco. Sin embargo, como siempre incordiando en los peores momentos, se encontró con una adormilada Heather que sólo cabeceaba en la banca de cemento cercana a su puerta.

—Si dejaste de pagar la renta, no es problema mío. Búscate otra casa donde echarte, sabueso. —Le dijo Dabi, despertándola de sopetón. En cuanto ella lo miró, Dabi se percató de sus pupilas dilatadas— ¿Estás drogada?

—No lo sé, supongo. Conseguí huir, vine aquí por impulso, tal vez. No conozco a quien me hizo esto, parecía hecho de gelatina; sólo sentí un piquete, luego lo golpeé y me eché a correr. No quería ser un problema por lo del trigger y eso, así que... No, espera, me dijeron algo mientras me perseguían... —parloteó hasta que Dabi la interrumpió:

—No me importa. Vete, quiero dormir.

—Dijeron que me llevarían con alguien, alguien quería verme. —Continuó Heather, tomándolo del brazo pese a su renuencia— Digo, entiendo que mis servicios sean solicitados, pero ¿por qué no hacer algo más amable como una iniciativa vengadores o una tradicional invitación a los X-men? Dabi, ¿puedo quedarme contigo esta noche? Prometo no tratar de seducirte.

—No —contestó él—. ¿No se supone que debería estar dormida si está tan drogada? —musitó en voz muy baja.

—Existen drogas que, al contrario, te inyectan una especie de adrenalina, Dabi. No te las recomiendo. Aunque no entiendo por qué ponerme hiperactiva los ayudaría a llevarme con Alguien. ¿Quién es Alguien? ¿Lo conoces?

—Estás hablando en inglés, sabueso, y tú eras pésima para el inglés.

—Pero tú eras muy bueno, así que no hay forma de que no me entiendas. Dijiste que a los de tu familia se les dan bien los idiomas.

—Cállate, de eso ya tiene diez años —dijo antes de soltarse de su agarre y continuar caminando hacia su hogar.

—¿Puedes matar a la persona que me persiguió? Seguramente se te dan bien esas cosas de homicidios y eso.

—No me pagarías lo suficiente para eso. Y sólo asesino cuando me dan la garantía de cubrirme —contestó él sin darle mucha importancia—. Además, al asesinarlo perderías el rastro de la persona que te busca; serías muy estúpida si lo haces.

—¿Me puedo quedar contigo? —repitió ella, ignorando todo su parloteo anterior.

—Ya te dije que no.

—¡Pero ya te prometí no tratar de seducirte! —Dabi la miró con aburrimiento— Aunque si quieres, puedo seducirte. Por mi quirk, mi piel es muy, pero muy sensible.

Dabi hizo una mueca de molestia y siguió caminando. Heather se alzó de hombros; el estado de su cerebro no le permitía leer esa expresión, así que lo siguió.

—De espaldas eres muy atractivo. Tu espalda es muy interesante, ¿no te interesaría hacerte un tatuaje en la espalda? Las clásicas alas se verían bien en tus hombros, pero creo que no va con tu estilo. Pero ponerte llamas sería muy cliché...

—Si cierras la boca, puedes quedarte en el suelo —dijo Dabi, ya harto de su parloteo, mientras abría la puerta. Sabía que simplemente podía cerrar la puerta y dejarla afuera, mas también sabía que Heather era capaz de seguir hablando hasta el amanecer. Y, para su infortunio, las paredes de su apartamento eran muy delgadas; por lo que indudablemente no lo dejaría dormir.

—Hace tiempo que no experimento el sexo en silencio, me parece aburrido; pero si insistes, podrías amordazarme la boca, es más interesante así...

—Lo único que haré con tu boca será cosértela —advirtió Dabi ya adentro del apartamento. Heather pasó justo detrás de él y miró a su alrededor.

—Ah, así que no te gusta el sexo oral; entiendo. Avísame si cambias de opinión; aunque espero que no tengas injertos en el pene, sería muy raro. Me pregunto qué sabor tendría, tal vez como una llanta quemada...

—Eres asquerosamente vulgar. —Le dijo al tiempo que abría una puerta; la única en ese lugar.

—¿Debería tomarlo como un halago o como un insulto? —cuestionó ella justo antes de que Dabi cerrara con un portazo— Creo que era un insulto...

—No te atrevas a pasar o juro que incendio todo lo que hay aquí. Tengo experiencia sobreviviendo a grandes incendios —dijo Dabi desde lo que evidentemente era el baño; no alzaba la voz, pues sabía que Heather era capaz de escucharlo así susurrara a diez metros de ella.

La escuchó reír. Si tenía que decirlo: le exasperaba su actitud. No conseguía entenderla y no tenía idea de si quería hacerlo. Pero más que eso, no sabía por qué ella insistía en acercarse a él. Nunca hablaban del pasado, ella no preguntaba sobre su accidente en las montañas, no le preguntaba sobre qué quería hacer con su padre o el resto de su familia. No se inmiscuía en las cosas verdaderamente importantes; al contrario, sólo decía cosas que en realidad no le importaban.

Mas, por alguna razón, había llegado a un punto en el cual ya no podía ignorarla. No era que le entretuviera escuchar sus aventuras o situaciones; simplemente su cerebro ya no podía ignorar nada de lo que ella hiciera o dijera.

Y a partir de esa noche, en la cual el tema salió como una broma de mal gusto, tampoco pudo ignorar la terrible tensión sexual existente entre ambos.


¡Hola!:

Sí, tenía ganas de que Kaori-Heather usara referencias de cómics. Y, bueno, también tenía ganas de meter algo de Vigilantes porque me encanta Vigilantes. Se lo recomiendo mucho a cualquiera, Koichi es un amor y tiene mi corazón para siempre.

En fin, el siguiente capítulo es algo-bastante fuerte. Vayan con cuidado.

¡Gracias por el apoyo!