CICATRICES
III. Quemaduras de tercer grado
Advertencia: violencia gráfica
Sin darse cuenta, enredado en la obsesión que Heather se convirtió para Dabi, transcurrieron cerca de tres meses. Aunque no vivían juntos y, en realidad, aunque ambos detestaban trabajar juntos, conseguían un pretexto para pasar al menos tres noches a la semana juntos. En ese tiempo, además, Heather lo convenció de hacerse otro par de perforaciones en la nariz.
Y mientras todo eso ocurría, inconscientemente, ambos bajaron la guardia y comenzaron a mostrarse como jamás lo habían hecho con alguien más.
—No es normal que yo lo diga, pero a veces me pregunto qué haré cuando te marches… —dijo Heather en una noche, mientras compartían uno de los tan amados cigarrillos de Dabi. Él no respondió de inmediato— Supongo que tendremos que despedirnos.
—No es como si no pudieses olfatearme como siempre lo haces —contestó Dabi tomando su cigarrillo para darle una calada simple—. Ya me encontraste una vez, no es como si no pudieras hacerlo otra vez, sabueso.
Ella rio.
—Suena a que quieres que lo haga, Dabi… —canturreó ella, picándole la mejilla con un dedo. Él se hizo a un lado.
—No tendré tiempo para ti.
—Sí, eso supongo. Matarás a tu padre y a tu hermano Shoto, ¿no? Tendrás que huir a otro país para que ni siquiera mi nariz pueda encontrarte. —Estiró la mano para quitarle el cigarrillo— Aunque deberás vivir con una máscara todo el tiempo para evitar que la gente te reconozca. O puedes robar un banco para hacerte algunas cirugías reconstructivas…
Dabi desvió la mirada. Le molestaba a sobremanera cuando ella hablaba de su rostro y sus cicatrices. Si tan sólo ella pudiese mantener para sí sus absurdos comentarios sobre su apariencia…
—Dame eso. —Le dijo arrebatándole el cigarro y aplastándolo con su propia mano— No hagas como si te interesara lo que pase conmigo.
Ella lo miró un tanto ofendida. Nunca habían hablado sobre lo que pasó cuando él era un niño; para ambos, el pasado parecía ser un tema tabú. Mas aun con eso, Kaori sentía que era cada día más difícil no decírselo…
—Te hicieron un funeral muy grande hace diez años, Touya. —Le dijo a pesar de lo mucho que él odiaba que lo llamara así— Francamente, sólo tus hermanos Natsuo y Fuyumi te lloraron. Ni siquiera tus padres o el pequeño Shoto derramaron una lágrima presencial por ti. Tampoco lo hicieron los maestros o las chicas que decían estar enamoradas de ti. ¿Sabes qué decían?
—No me importa —contestó él, sintiendo cómo el coraje de esa situación inundaba su cuerpo.
—Dijeron que tú te lo buscaste, que fue tu obsesión lo que te llevó a la muerte. Nadie lo lamentó porque dijeron que tú ibas a morir así tarde o temprano, que nunca supiste cómo controlarte —relató ella al tiempo que encogía las piernas y las abrazaba a su pecho. Podía sentir el humo que emergía del cuerpo de Touya, amenazándola con callarse o convertiría ese lugar en cenizas; mas no quiso detenerse—. Yo no te defendí, los dejé decir todo eso incluso hasta nuestra graduación. Pero no lo hice porque estuviera de acuerdo, sino porque no tenía sentido hablar con ellos.
—Ellos tenían razón—alegó Touya, pero Kaori negó con la cabeza.
—No. No fuiste tú, no fue tu obsesión; fue la de tu padre. Pero ellos jamás lo habrían entendido; nunca se molestaron en entender el verdadero valor de tus cicatrices; así que ¿cómo podrían entenderte a ti? —respondió ella, casi enterrando la mitad de su rostro entre sus rodillas.
—¿A qué te refieres? —cuestionó Touya ya sin emanar humo alguno. Ella alzó un hombro.
—Sólo quien comprende tus cicatrices tiene derecho de conocer tu verdadero rostro, Touya.
El aludido no respondió. No entendía qué era lo que ella quería decir con eso. Su verdadero rostro era el que mostraba en ese momento, el que mostraba todo el tiempo; porque el rostro de Touya ahora se había transformado en el rostro de Dabi. Era el mismo sujeto, pero con cientos de quemaduras encima.
Al menos, así era como él lo veía; mas una parte de sí mismo, creía que había algo más que todavía no alcanzaba a ver. Y que confiaba, hasta cierto punto, que fuera con Kaori con quien lo descubriera.
...
Después de aquella conversación, la cercanía entre Dabi y Heather pareció agilizarse. No sólo no era raro verlos juntos en el bar de Takeo, sino que incluso comenzaba a ser normal que aceptaran trabajos conjuntos. Se rumoraba, sin fundamentos reales además de la evidente proximidad entre ellos, que planeaban conseguir un lugar más amplio para vivir juntos.
Por supuesto, en realidad no era un asunto que le importase a alguien. No era como si hubiera alguna diferencia sustancial, de cualquier manera.
—Sabía que podía encontrarlos aquí. Soy Sakato —dijo un hombre de ropas negras que se sentó frente a la mesa que Heather y Dabi ocupaban en el bar.
Porque lo que sí les importaba era el hecho de que ya podían contratar a ambos para trabajos que solían dificultarse para una sola persona.
—Estábamos por irnos, en realidad… ¿Qué es lo que quieres? —cuestionó Heather con un cigarrillo en la boca. Dabi jugaba con la cajetilla casi llena en la mesa, sin dejar de mirar al nuevo intruso. Éste sonrió.
—Que encuentren a alguien —Miró a Heather— y lo maten. —Y después a Dabi.
Ninguno de los dos hizo un gesto significativo; simplemente esperaron a que el sujeto continuara. Era obvio que aguardaban por lo más importante de ese negocio.
—La paga equivale a dos millones de yenes, por supuesto —dijo el hombre al tiempo que subía a la mesa un maletín—. Ya sea que lo usen o lo revendan, les garantizo que no se arrepentirán de tomar este trabajo.
De su sonrisa sobresalía un colmillo más largo de lo usual; lo que, combinado con su ropa, lo hacía similar a un clásico vampiro de cine antiguo. Intimidante, pero no lo suficiente para quienes tenía frente a él.
—Ábrelo —ordenó Dabi mirando la maleta. Heather expulsó el humo en su boca al tiempo que indicaba con una cabezada que obedeciera a su compañero.
Sakato asintió antes de abrir la maleta y mostrarles con cautela lo que había dentro. Una docena de jeringas con un extraño líquido verduzco se asomaba. Ambos supieron de inmediato de qué se trataba.
—Olvídalo; no es como que trigger me haga feliz —dijo Heather con simpleza. Dabi le dio la razón simplemente desviando su atención a otro lado.
—El potenciador en trigger les otorgará las más grandes maravillas que…
—Puedo incendiar todo un bosque por mi cuenta, ¿qué más quieres que haga? —cuestionó Dabi, interrumpiéndolo— ¿Incendiar una ciudad entera? Qué aburrido.
—Y en mi caso, sería sumamente molesto escuchar las pláticas de otros cientos de personas, lo siento —añadió Heather con una expresión de molestia—. Además, ya es suficiente con olfatear todas las suciedades en este lugar, ¿por qué querría recibir olores peores que éstos?
Dabi recorrió su silla, dispuesto a irse, mas Sakato volvió a llamar su atención:
—¿Y si les doy los dos millones en efectivo? ¿O tal vez quisieran diez veces más esa cantidad?
—¿Esperas que matemos a All might o qué? Si es así, es fácil encontrarlo; explota un edificio y lo tendrás en dos minutos contigo —contestó Heather con un tono mucho más asombrado del que esperaba.
Su negociador rio ante esa ocurrencia y negó con la cabeza previo a sacar del bolsillo de su chaqueta una fotografía de un muchacho de cabello negro y facciones un tanto infantiles. Parecía una broma.
—Es un niño, ¿por qué vale veinte millones? —preguntó Dabi. Incluso en la foto parecía sonreír, por lo que no veía signos de haber sido alguien maldecido con un quirk complicado.
—Tiene veintitrés años, en realidad.
—Oh… —exclamó Heather deteniéndose justo en el momento en el que iba a declarar que era la misma edad que Dabi y ella tenían.
—Y ha sido perseguido por maleantes y héroes de gran renombre. Endeavor y Best Jeanist son dos de ellos; mas incluso ellos no pudieron atraparlo —explicó Sakato—. Así que el precio se debe a su extraordinaria habilidad para escapar. No es extraordinariamente fuerte, pero sí es muy hábil; sobre todo en su terreno: Naruhata.
—¿Y por qué cazarlo y no reclutarlo si es tan bueno? —cuestionó Heather permitiendo que su cigarrillo se consumiera. Parecía más interesada en el fugitivo.
—No está de nuestro lado, linda.
—Vigilante —adivinó Dabi y Sakato le dio la razón con una cabezada.
—Se dice que fue entrenado por Knuckleduster; responde al sobrenombre de Crawler. —Continuó al tiempo que les mostraba en su celular una nota periodística donde se le veía huyendo en el cielo de un ataque de Endeavor— Si aceptan el trabajo, les daré más detalles de él; como su nombre real y otros contactos.
—Estoy fuera —dijo Dabi de inmediato antes de ponerse de pie. Heather lo miró confundida. Era un buen trabajo; ella podía encontrarlo donde fuera que se escondiera y una vez acorralado, Dabi podría terminar con él sin problemas.
—¡Pero…! —Empezó ésta.
—Por su nombre, supongo que puede arrastrarse cual sabandija en cualquier superficie; pero si el desgraciado también puede «volar» o algo parecido, quedará fuera de mi alcance a menos que lo lleve a un sitio cerrado—dijo señalando la nota periodística—. Y no parece ser un idiota como para permitir que lo acorralen así.
—Es un buen punto, pero podríamos usar sus debilidades para atraerlo a una bodega —alegó Heather—. Naruhata es conocida por tener decenas de bodegas abandonadas; no creo que nos sea difícil encontrar alguna cerca de su paradero.
—Si lo que quieres es aumentar el precio, podemos hablarlo, Dabi. Ese chico realmente nos estorba y le estorba a alguien más importante que tú y yo juntos— intervino Sakato con más seriedad. Dabi se alzó de hombros.
—Se trata del trigger, ¿no es así? No me importa y jamás me importará ese absurdo negocio de las drogas —aseveró mientras sacaba un cigarrillo de su cajetilla—. Pero déjame darles un consejo. Esperen a que un héroe lo capture, porque lo harán, y entonces mátenlo. Será más fácil acabar con todo un edificio si él está ahí a tratar de matarlo en su territorio.
—¿Y qué tal si lo matas tú entonces? —insistió Sakato; mas antes de que Dabi pudiera responderle, Heather se adelantó:
—Lo convenceré más tarde; pero mientras tanto, yo estoy dentro. Quiero el cinco por ciento por adelantado y comenzaré a trabajar en este instante. —Sonrió y estiró la mano para cerrar el trato. Pese a que ella misma había recomendado no entrometerse en el asunto del trigger, no podía negarse a un trato tan fructífero como el que tenían al frente.
Sí, Crawler parecía ser problemático en más de un aspecto. Pero al final sólo era bueno huyendo, no peleando. Dabi podría acabar con él fácilmente si se lo permitía… Y entonces sus planes en conjunto empezarían a tomar forma.
...
Los días siguientes, empero, Heather no consiguió siquiera una posibilidad de que Dabi accediera al negocio que Sakato les había ofrecido. Por más insistencia y argumentos que le mostrara, él seguía reacio a aceptar. En un inicio, ponía los mismos pretextos que en aquella reunión; mas luego no se molestaba siquiera en contestar.
Fue entonces que Heather decidió dejarlo en paz y dedicarse a lo que en verdad le correspondía a ella.
Lo que se decía de Crawler era cierto; pues aunque Heather no tardó en encontrarlo, en el techo de uno de los edificios cercanos a un hospital, el chico era capaz de perder a un grupo grande de héroes profesionales. Y aunque Heather sabía cómo encontrarlo, no era posible para ella seguirle el paso; parecía tan rápido como el héroe Ingenium.
Por esos motivos, ella solicitó a una persona que pudiera hacerle frente a esa velocidad y permaneció en Naruhata durante una semana. En todo ese tiempo, Dabi no supo nada de ella y tampoco pareció importarle. Dedicaba su tiempo a pequeños trabajos con los que conseguía ahorrar al menos un poco.
Una tarde, luego de cobrar por un trabajo que apenas valía su esfuerzo, alguien le cerró el paso y le arrebató el cigarrillo que recién iba a prender. Enojado, alzó la mirada y se encontró con la de Sakato; quien era al menos unos diez centímetros más alto que él.
—Creí haberte dicho que no estoy interesado en tu negocio. —Le dijo Dabi.
—No te hagas el gracioso. Dime dónde está Heather y no haré nada en tu contra— advirtió al tiempo que sus colmillos sobresalían de forma amenazante.
Dabi mostró algo de confusión.
—¿Y yo por qué habría de saberlo? Está a tu cargo, no al mío. Si tú la perdiste, es tu pro… —contestó hasta que fue interrumpido:
—Todoroki Rei, Todoroki Natsuo y seguramente Todoroki Enji, ¿no? Son ellos a los que investigas con tanto ímpetu —declaró Sakato. De inmediato, la expresión en Dabi cambió—. Para alguien con un quirk de fuego, parece que olvidas quemar todas tus pistas, «Dabi». —Sakato sonrió al ver cómo los brazos de Dabi se llenaban de fuego— Hazlo y jamás sabrás quién más sabe de tu secreto, muchacho —dijo y el efecto fue instantáneo: el cuerpo de Dabi se apagó, mas su mirada permaneció llena de odio—. Me da igual si está contigo o no; tráela ante mí o divulgaré todo lo que quiera de ti.
—Ella no está conmigo —declaró. Sakato pasó a su derecha sin miedo alguno.
—Tienes veinticuatro horas para encontrarla. Después de todo, siempre fueron unidos, ¿no?
Dabi se congeló por un momento. Sakato no sólo sabía quién era Dabi, sino también había descubierto a Heather. Sus planes, todos sus planes y estrategias se irían a la basura si ese idiota decidía hablar. Todo aquello por lo que se había esforzado durante diez años se vendría abajo; todo cuanto hizo para sobrevivir, todas las humillaciones a las que se sometió… Todo perdido en unos minutos.
Sin pensarlo mucho tiempo, se dio la vuelta y se dirigió al lugar donde Kaori solía vivir. Ella era todavía más descuidada que él, así que seguramente encontraría algo sobre Naruhata que le diera una pista sobre dónde podría estar. Si acaso seguía con vida…
La esperanza de Touya radicaba en que la persona a la que Kaori buscaba era un vigilante mayormente apegado a la moral de los héroes; ese sujeto no se atrevería a matarla sin importar cuán peligrosa la encontrara. Entonces, Touya se inclinaba a pensar en que Kaori simplemente se había escondido para atrapar a Crawler en su momento más vulnerable.
Tal y como lo esperaba, Kaori había dejado en su apartamento de tercera un mapa donde señalaba las bodegas abandonadas de Naruhata que podrían servirle para su emboscada. Empezaría por esos lugares y tenía que hacerlo rápido.
Por supuesto, esa noche no durmió. En su lugar, se dirigió sin contratiempos al barrio mencionado. La cajetilla de cigarrillos que llevaba estaba casi llena, mas algo le decía que no le sería suficiente para esa alborotadora misión. Empero, no tenía tiempo para surtirse de nuevo; ya lo haría cuando regresara con Kaori.
...
Los primeros siete lugares a los que Touya asistió estaban en un completo abandono; el polvo y los animales ahí adentro apenas harían posible cualquier interacción humana antes de salir tosiendo de ahí. Aunque había unos cuantos cigarrillos o condones esparcidos por el lugar, en realidad no parecía un sitio adecuado para luchar. Menos cuando Kaori tenía una nariz tan sensible.
No obstante, el octavo lugar se veía mucho más habitable. No sólo estaba aseado, sino que además mantenía un fresco olor a pintura. Y cuando Touya se adentró más en ese lugar, avanzando con toda la cautela que era capaz, se encontró con una habitación que parecía estar encapsulada en una gelatina gigante de color rojizo. Touya sólo podía acceder a la puerta; mas eso era suficiente para mirar hacia el interior.
Lo que sus ojos captaron de inmediato fue la figura inconsciente de Kaori, en el extremo opuesto de la puerta donde Touya aguardaba. De inmediato, Touya colocó la mano izquierda sobre la gelatina para derretirla. En cuanto el humo emanó de su piel, escuchó un extraño grito procedente de la misma gelatina y retiró la mano, tratando de encontrar el motivo de ese sonido.
—¡Jelly-san! —exclamó la voz de una mujer que ingresó a la habitación por una segunda puerta, cercana a Kaori.
Parecía que sus pasos y acciones estaban libres de la gelatina, por lo que Touya asumió que dicha sustancia sólo fungía de barrera del lado donde Touya se encontraba. Además, posiblemente se tratara del quirk de alguien… O del cuerpo de alguien.
Los ojos de la mujer se enfocaron entonces en Touya. Ella era de baja estatura y tenía las mejillas redondas y rosáceas. Le parecía familiar…
—¿Pero qué haces aquí? —cuestionó ella, un tanto asustada— ¡¿Cómo la encontraste?! —instó al tiempo que corría hacia Kaori y la abrazaba a su pecho— ¡Ella es mía! ¡Mía, siempre ha sido mía! ¡Dejen de quitármela, sucios hombres que no comprenden lo que una mujer quiere!
En ese momento, Touya recordó a otra persona que parecía estar obsesionada con Kaori tiempo atrás. Lentamente, su cabeza conectó las pistas y lo comprendió todo.
Okuzawa Aki estuvo obsesionada con Kaori en la secundaria. La buscaba y trataba de convencerla de pasar tiempo con ella, le preguntaba sobre sus gustos y disgustos. En las clases de deportes, siempre le gritó lo increíble que era y, en términos generales, parecía una chiquilla enamorada de su idol. Entre tanto, Kaori siempre la ignoró y, hasta donde pudo, la evitó.
Mas luego de eso, Touya no supo qué ocurrió con esa chica. Jamás le tomó importancia; así como parecía que Kaori tampoco lo hizo, ya que no la mencionó ni una sola vez desde su reencuentro. A ciencia cierta, ninguno sabía bien cuál era el propósito de esa chica, ni siquiera recordaba cuál era su quirk.
Pero ahí estaba. Más obsesionada que nunca, con un sujeto gelatina que antes había drogado a Kaori para llevársela. Empero, en esa ocasión, Kaori había conseguido huir sin hacer teorías al respecto; su modo de vida hacía que esas situaciones parecieran aleatorias. A cualquiera le podía ocurrir; pues al final, ella aparentaba ser una chica a la que a nadie le importaría si desaparecía o moría.
Mas Touya ahora lo comprendía. No era una situación al azar; era una enferma que buscaba mantener a Kaori consigo así fuera contra su voluntad.
—Ridícula… —musitó Dabi antes de volver a poner la mano sobre la gelatina para seguir derritiéndola.
Ahora, no le importaron los gritos de quien recibía directamente su fuego. Veinte millones de yenes lo protegían del asesinato, después de todo. Se ocuparía de sacar a Kaori y asesinaría al tal Crawler esa misma noche para que Sakato no tuviese más problemas con alguno de los dos.
—¡Detente! ¡Basta! —exigió Aki aferrándose más a Kaori— ¡No vas a quitármela, no tienes derecho alguno sobre ella! ¡Yo la conozco desde la secundaria y siempre será mía! ¡Ya la he perdonado por todas esas veces que la encontré con un hombre mínimamente parecido a ese niño de secundaria que murió! —Touya se detuvo un momento para mirar a Aki— ¡Así es! ¡Tú ni siquiera eres especial! ¡Sólo te busca porque te pareces a ese niño!
Touya sonrió y continuó derritiendo la gelatina. Era tan estúpida como loca.
—No me importa. Tú no te pareces en nada a él. —Se burló— Ahora, déjala ir o tu amigo se volverá grenetina en polvo.
Aki no respondió a la amenaza o a la burla. En cambio, pareció afilar la mirada y por un momento relajó su agarre contra Kaori.
—Tu quirk… ¿por qué se parece tanto al de ese niño muerto?
—Ni siquiera sé de quién hablas —contestó Touya sin dejar de sonreír.
—T-Touya… —susurró Kaori, todavía en los brazos de Aki. Ésta al escucharla, soltó un grito y arrojó a la chica lejos de sí.
—¡Ése es su nombre! ¡Ése era el chico que la seguía todo el tiempo! ¡¿Por qué dices su nombre?! ¡¿Por qué no dices el mío?! —gritó Aki al tiempo que, sin piedad, pateaba a Kaori en el estómago.
—¡¿Pero qué mierda te pasa?! —exclamó Touya al tiempo que colocaba la otra mano sobre la gelatina y aceleraba el proceso de derretimiento.
Mas a pesar de sus esfuerzos, el sujeto de gelatina tardó en ceder. Y mientras eso ocurría, Aki continuó golpeando a una Kaori que comenzaba a sangrar.
—¡Deja de llamarlo! ¡Él ha muerto! ¡Murió y ya no regresará! ¡Sucia infiel! —gritó Aki sin detenerse.
—¡Estás loca! ¡Vas a matarla! ¡Su quirk la hace más sensible a los golpes, idiota! —advirtió Touya un poco más desesperado. Y aunque la gelatina parecía derretirse, sólo disminuía a lo ancho, mas no a lo largo; por lo que Touya todavía no podía llegar a Kaori, quien a pesar de los golpes, insistía en abrir los ojos. Parecía buscarlo con la mirada.
—Touya… —repitió antes de recibir una patada en el rostro.
—No… ¡Deja de patearla, hija de perra! ¡La estás matando! —insistió Dabi al tiempo que intensificaba todavía más las llamas en sus manos. Los gritos del sujeto de gelatina ahora se confundían con los de Aki, envuelta en su locura.
—¡¿Por qué?! ¡Dime por qué está llamando a un muerto! —exigió Aki sosteniendo a Kaori del cuello de la ropa.
—¡No está muerto, estúpida obsesiva! —contestó Touya. Y entonces la mujer lo miró de nuevo, confundida— ¡Me está llamando a mí, maldita perra!
Los ojos de Aki mostraron la paulatina comprensión. Asintió un par de veces y volvió a mirar a Kaori.
—Entonces al final tenías razón… Tú dijiste que él no estaba muerto y que un pedazo de mandíbula no definía nada, ¿cierto? —Le preguntó a una Kaori cuya boca ya emanaba un río de sangre. Obviamente, ella no le respondió— Comprendo; por eso lo buscaste en todos los chicos que se parecían a él. Hiciste un mejor trabajo que el que hizo su propia familia.
El tono ameno con el que hablaba, lejos de tranquilizar a Touya, lo preocupó más. Con justo motivo, pues entonces Aki sacó una jeringa de su pantalón. Una jeringa con un verduzco líquido que Touya reconoció de inmediato.
Y entonces, recordó su quirk:
«Globo». Era capaz de inflar lo que fuera que tocara, de material orgánico, hasta hacerlo reventar. De forma natural, sólo funcionaba con frutas pequeñas o animales diminutos.
—¡No! ¡No! ¡Detente! —gritó Touya al tiempo que la veía inyectarse el trigger a sí misma— ¡No te atrevas a tocarla o juro que…!
—No debiste aparecerte, Todoroki… —musitó Aki— No puedo competir contra el verdadero Touya, así que no tiene sentido dejarla vivir.
—Maldita globo, no te atrevas…
—Sé que me matarás lo haga o no. ¿Cuál es la diferencia? —cuestionó ella mientras tocaba con delicadeza el rostro ensangrentado de Kaori.
—No… —susurró Touya. Y mientras escuchaba los últimos gritos del tipo gelatina, que por fin se reducía considerablemente, vio cómo el cuerpo de la chica que lo encontró en más de dos ocasiones comenzaba a inflarse cual globo. Primero el rostro, luego el torso, los brazos…
Y como si estuvieran coordinados de algún modo, tanto «Jelly» como Heather explotaron al mismo tiempo. Las manos de Aki, así como las de Touya, estaban bañadas de sangre. ¿La diferencia? Mientras que el rostro de Touya mostraba una confusión y negación ante lo ocurrido, el de Aki expresaba una enfermiza paz.
—¿Sabías que tu madre está recluida en un psiquiátrico por culpa tuya? —cuestionó Aki mientras se miraba las manos, aún hinchadas a causa de su quirk— Tu padre se volvió loco luego de tu falsa muerte y los vecinos dijeron que la violencia en tu casa se intensificó. El rostro de tu hermano menor se arruinó por eso y ahora son una familia completamente rota. Todo a causa tuya —relató—. Creí que informarme de lo que pasó con tu familia me ayudaría a acercarme a Kaori-chan; que podríamos compartir el dolor, aunque el mío fuese falso.
Touya no respondió. Sus ojos no dejaban de mirar los restos de Kaori; apenas una parte de él prestaba atención a las palabras de Aki, pues lo demás se obligaba a negar que esos trozos de carne, huesos y órganos fueran la persona que lo acompañó durante casi medio año.
—Pero tuviste que arruinarlo apareciéndote de nuevo. Todo esto es culpa tuya, Touya. —Le dijo y el aludido la miró con un poco más de atención debido a que usó su verdadero nombre. La vio suspirar y agitar las manos para quitarse el resto de la sangre de Kaori— Debiste saberlo desde que eras un niño. Tu destino es estar solo; todas las personas que te amen están destinadas a morir por ti.
—¿Qué? —cuestionó Touya con una mirada inyectada de odio— No me culpes por tu locura. Cada quién debe cargar con su locura interna y sus consecuencias. Tú la mataste.
—Sí, pero no lo habría hecho si tú no existieras. Toda tu familia está arruinada por tu existencia y todas las personas que busquen amarte, serán jodidas por lo mismo. Tu destino nunca fue ser el héroe número uno, Touya —declaró.
—¡Cállate! —gritó Touya antes de alzar ambos brazos y, sin importarle nada más, dejarlos caer para crear una nube de fuego tan intensa que ahogó su propio grito y, sobre todo, desvaneció la vida y el cuerpo de Okuzawa Aki… Llevándose, además, los restos de Hirose Kaori.
...
Sakato se encontraba en su oficina, cómodamente sentado en un sillón de piel con una maleta que contenía diez millones de yenes a su lado. Faltaban dos horas para que el plazo puesto a Dabi concluyera; así que estaba dispuesto a usar ese dinero para revelar a nivel mundial lo que en verdad era ese sujeto y su oportunista amante; alterando la historia a su favor, por supuesto. Jamás le había permitido a nadie que se burlaran de él y no habría una primera vez.
Suspiró al imaginarse el infierno en el que Dabi se metería una vez fuese buscado por todos los héroes del país sin la posibilidad de defenderse de calumnias mezcladas con verdades. Mas en ese momento, la puerta se abrió sin cuidado alguno y por ella entró el hombre en el que había estado pensando. Sus ropas lucían más desgastadas de lo usual y desprendía de sí un terrible olor a piel quemada. Además, su rostro estaba repleto de la sangre que salía de sus injertos.
Sonreía. Como si supiera que jamás se había visto más atemorizante.
Sakato tragó saliva, fingiendo impasibilidad.
—¿Me traes las cenizas de Haimawari Koichi o por qué vienes tan feliz, Dabi? —cuestionó controlando el tono de su voz. Su visitante sonrió aún más.
—Me importa una mierda quién sea ese infeliz y a ti debería importarte lo mismo, vampiro de baja monta —contestó Dabi al tiempo que sus brazos se llenaban de un par de llamas más intensas a las que antes alguien había visto—. Porque debes concentrarte en los nombres de quienes saben «mi secreto».
—Mátame, no te los daré —respondió Sakato poniéndose de pie para caminar hacia su escritorio; mas Dabi movió apenas el brazo derecho para arrojar sus llamas hacia éste.
—Lo que no entiendes es que no tienes opción. Todo el edificio está igual que tu escritorio; sólo que no puedes oír el grito de tus empleados porque no queda nada de esos sucios contrabandistas. ¿Acaso no hueles el humo, asqueroso hijo de perra? —inquirió con los ojos más abiertos, llenos de locura.
Sakato tardó en responder. No, no podía ser cierto… Todo su negocio arruinado… Sus esfuerzos, su gente… Pero ¿cómo era posible que él tuviera tanta fuerza para hacer eso?
—Te inyectaste trigger… —susurró más asustado que nunca. Dabi rio.
—Además de inepto, eres sordo. Patético —dijo acercándose a él hasta hacerlo retroceder—. Pero yo te lo repetiré: dame el nombre de quienes lo saben. —Sakato no contestó, aferrándose a la oportunidad de al menos llevarse eso a la tumba para hacer miserable a Dabi— Te sacaré de aquí antes de que las llamas debiliten la estructura del edificio; soy tu única oportunidad de vivir. Después de todo, debes saber que soy bueno sobreviviendo a grandes incendios.
Los ojos de Sakato brillaron ante la esperanza.
—¿Por qué me mantendrías vivo? —cuestionó, todavía dudando.
—Es obvio, quiero los veinte millones.
—Pero Crawler…
—¿Quieres vivir o no? —espetó con los brazos ardiendo en alto.
Sakato cerró los ojos antes de exponer a detalle a la única persona, además de él, que sabía su identidad gracias a la ardua investigación robada a una chica obsesionada por Heather. Así que estaban ligados hasta ese punto…
—Nadie más lo sabe, puedo asegurártelo —dijo Sakato—. Ahora sácame de aquí antes de… ¡Agh!
Su cuello fue inmediatamente apresado por las manos de Dabi, que no dejaban de arder. De inmediato, Sakato trató de halar aire; mas la asfixia por el humo además de la presión no le dieron oportunidad de siquiera decir una palabra más.
El cuerpo muerto del distribuidor del trigger cayó al suelo. Dabi lo miraba con la misma expresión de locura con la que entró al cuarto.
Sus ojos se desviaron a la maleta negra en el sofá y la abrió. Dinero, no sabía cuánto, abarrotaba dicha maleta. Seguramente sería suficiente para comenzar de nuevo y para cubrir los últimos crímenes en los que se había metido y se metería hasta resguardar su secreto.
...
Tras cuatro meses, todo eso había quedado como un recuerdo. En su expediente criminal apenas había delitos menores como robo o extorsión. Ni siquiera el uso de su quirk en zonas públicas figuraba. El incendio del edificio de Sakato había sido considerado un accidente por parte de uno de los trabajadores de ahí; mas de cualquier modo, al tratarse de distribuidores de drogas sumamente peligrosas, la investigación del caso se cerró casi de inmediato. Al gobierno no le gustaba gastar recursos en gente de tan mala reputación.
Asimismo, Dabi había quemado con cuidado todo lo que tenía en su apartamento en azotea y adquirió una especie de apartamento en un callejón del Barrio Rojo; el más peligroso de Tokio. En realidad, era el sótano de un edificio de tres pisos que contaba con una llave de gas y una de agua, donde instaló una cocina, y un baño completo. No había divisiones, cuartos o algo semejante además del baño. Sólo una puerta de entrada y una ventana.
Esa tarde, cuando regresaba a su nuevo hogar, llovía. Era el clima perfecto para profundizar en sus pensamientos y preguntarse si acaso ese lugar habría sido el indicado para que Kaori y él develaran a todo el país su verdadera historia; quiénes eran sus padres y qué habían querido hacer con ellos.
Preguntarse acaso si ella había sido la única que conocería su rostro más allá del nombre que ocultaba.
Sacudió la cabeza, eliminando esos pensamientos de su mente para concentrarse en el trabajo que acababa de realizar para el sujeto que lo frecuentaba últimamente…
Esa tarde de lluvia y pensamientos sobre el pasado y el futuro que nunca pudo ser, conoció a «esa» persona. Sudadera azul marino, pantalones grises y tenis rojos. A esa persona de cabello y ojos verdes… A esa persona que más tarde que temprano, le respondería todas sus inquietudes acerca de sí mismo y de ese sentimiento que se negó a reconocer.
Esa persona que tanto esperó que Kaori fuera.
¡Hola!:
Finalmente, Kaori sólo vino a morir... Jejeje... Pos perdón.
En fin, necesitaba un trauma romántico en Touya para Freaks y pues así nació Kaori... Aunque sí me siento mal por su muerte, si he de ser honesta. Espero que la historia entre estos dos personajes les haya gustado.
Lo que resta es un epílogo narrado en primera persona, directamente relacionado con los acontecimientos ocurridos en Freaks; pero si quieren leerlo y no quieren leer Freaks, les basta con saber que por algún motivo bien rarito, Izuku y Dabi son amigos cuando Izuku estudia en la UA y de vez en cuando lo va a visitar a su nuevo apartamento. Izuku tiene la loca idea de salvarlo de sus demonios o cosa así.
En fin, ¡gracias por el apoyo! Nos andamos leyendo.
