CAPÍTULO DOS

Febrero de Provincetown, Ma

Lexa cogió otra carpeta y se sacudió un poco la tensión de los hombros. Ella había estado inclinada sobre su escritorio durante más de una hora rellenando formularios de solicitud para el equipo que necesitaba ser reemplazado, así como completando el papeleo de un disturbio doméstico que habían tenido esa misma mañana. A mitad del invierno, Provincetown estaba mortalmente tranquilo. Cuando la puerta se abrió, entró una ráfaga de aire frío, miró con gratitud como el Sheriff Marcus Kane caminaba hacia ella.

"Hey, jefe."

"Hey, Lexa," dijo Marcus mientras retiraba una ligera capa de nieve de los hombros de su chaqueta de color rojo y negro, para poder quitársela. Colocó la chaqueta sobre un perchero, y puso su sombrero de vaquero en un gancho al lado. "¿Ha ocurrido algo nuevo?"

"No mucho," dijo Lexa con resignación. "Un par de avisos de menor importancia, pero nada grave."

"Bueno", dijo mientras se sentaba detrás de su escritorio, "eso es lo normal para esta época del año. ¿Recuerdas cuando empezaste?, te advertí sobre lo aburrido que podría ser este lugar, en invierno."

"Lo recuerdo".

"¿Has sabido algo de O. últimamente?"

Sorprendida, Lexa negó con la cabeza. "No desde Navidad, cuando ella estaba aquí. ¿Por qué?"

"Por nada en concreto", dijo con indiferencia.

Estaba ligeramente avergonzado de admitir que su hija no le había llamado, en más de un mes, y no había podido contactar con ella, cuando él lo había intentado en su número de Manhattan. Octavia y Lexa tenían una relación cercana, pero él y su hija no. Supuso su cercanía tenía sentido, ya que O. y Lexa habían sido prácticamente cortadas por el mismo molde. Terca, fuerte y valiente. Diablos, si hasta se parecían... ambas de cabello oscuro y ojos verdes salvajes, casi demasiado hermoso para ser mujer. Pero había algo en los ojos de O. que nunca había visto en los de Lexa, una ira creciente que se había iniciado cuando ella era adolescente, y que había sido impulsada por los acontecimientos de dos veranos antes. Pensando en el verano, algo que él trataba de no hacer, hizo una mueca.

"¿Marcus? ¿Va todo bien?"

Se aclaró la garganta. "Sí, estoy bien. ¿Sabes cómo son a los veinte años? Ellas no piensan mucho en llamar a casa."

Lexa asintió con la cabeza, sabiendo que había algo más, pero también dudaba si preguntar. "Si tengo noticias de ella, te lo haré saber"

"No. Olvídalo," dijo con un gesto con la mano. Con la otra buscó en el cajón de su escritorio un rollo de Tums y, después de encontrar su preferido, lo metió en la boca.

En ese momento la puerta se abrió de nuevo, y una mujer de mediana edad entró con una bolsa de compras en un brazo. De mediana estatura, un poco por encima de su peso adecuado, con pelo gris ondulado atado en un pañuelo, y un traje de punto que estaba cubierto con una capa larga hasta los pies. "Dios, qué ganas tengo de que el invierno termine."

"Hay que esperar bastante, Indra," dijo Marcus mientras sonreía a la directora de la oficina del departamento de sheriff.

"Sí, bueno, siempre puedo esperar." Ella sonrió a los dos agentes mientras emprendía su camino, entre las mesas, hacia la gran mesa de trabajo en una esquina de la habitación. "¿Harás algo especial esta noche, Lexa?"

"¿Qué?" Preguntó Lexa, su mente todavía en O.

"Es el Día de San Valentín, ¿recuerdas? ¿Tenéis Clarke y tú algún plan especial?"

"Oh", dijo Lexa, sonrojándose. Incluso después de dos años, no podía acostumbrarse a la familiaridad de los habitantes de la pequeña ciudad. Todo el mundo parecía saber de la vida de todos los demás, y no les importaba hacer preguntas. "Clarke trabaja en Boston hoy."

"¿Sigue volando por allí tres días a la semana?"

Lexa asintió. "Ella no tiene que mantener la clínica abierta aquí a tiempo completo, durante el invierno, y le gusta hacer los cambios de la sala de emergencias. Ella dice que así se mantiene al día con las técnicas más novedosas." El teléfono sonó, y Lexa lo recogió al segundo timbrazo. "Departamento del Sheriff, Wood."

"¿Cariño?"

"¿Clarke?" El corazón de Lexa se aceleró. Era raro que Clarke la llamarla al trabajo, sobre todo cuando ella estaba haciendo su turno, en la sala de urgencias del City Hospital de Boston. "¿Qué te pasa?"

"Nada," dijo Clarke apresuradamente. "Sólo necesito que vengas a Boston."

"Uh... mi turno no termina hasta las siete." Lexa vaciló, mirando a los otros ocupantes de la habitación cuando ella bajó la voz. "¿Es, ya sabes, la hora?"

"Eso es lo que dice mi termómetro. He hablado con Jackson, y él nos puede recibir a las seis."

Tanto Marcus como Indra la observaban fingiendo no hacerlo. Se acercó más al teléfono, como si eso fuera a hacer alguna diferencia. "Voy a buscar a alguien para que me reemplace."

"¿Está todo el mundo escuchando?"

"Uh huh."

"Está bien decírselo, sabes. No es que vayamos a ser capaces de mantener esto en secreto."

"¿No es... ya sabes, mala suerte o algo por el estilo si lo contamos?"

Clarke se rió de nuevo, y el calor de su voz era casi palpable a través de la línea telefónica.

"¿Sabes cuánto te quiero?"

"Ya basta", dijo Lexa en un ronco murmullo. "Se supone que debo estar trabajando".

"Sí, bueno... tus servicios son requeridos en otro lugar. Mete tu trasero en un avión, Sheriff."

"Estaré allí lo antes posible." Lexa se puso de pie, y caminó hacia el perchero junto a la puerta. Ella se encogió de hombros en su chaqueta de vuelo de nylon verde, y se puso su gorra de uniforme de ala ancha, hasta los ojos en un gesto familiar.

"¿Está todo bien?" preguntó Indra, porque sabía que Marcus no se atrevería a hacerlo a pesar de que se estaba muriendo de curiosidad por saber lo que ocurría.

"Sí, perfecto." Lexa abrió la puerta, salió, y luego asomó la cabeza al interior. "Sólo tengo que llegar lo antes posible a Boston para que Clarke y yo podemos hacer un bebé."

Sonriendo, cerró la puerta ante la explosión de preguntas sorpresa.