CAPÍTULO VEINTIUNO
"Dios, cómo te he echado de menos" murmuró Raven, cuando salió de su placentero letargo. "Pensé que iba a derretirme."
"Ha sido genial" murmuró O., pasando las manos por la espalda de Rav, que todavía estaba encima de ella, con los brazos y piernas entrelazadas. "Casi me da un ataque."
"Sí, ha sido estupendo" Raven le pasó un dedo por el cuello, bajándolo por su pecho, deteniéndose para acariciarlo con la palma de su mano " ¿Te sientes mejor?"
"No puedo sentir nada en absoluto. Estoy bastante segura de que mis piernas no se mueven."
Raven se echó a reír y se acurrucó aún más cerca, metiendo una pierna sobre los muslos de O. y pasando un brazo alrededor de su cintura. "Te quiero."
"Mmm" O. -murmuró, pasándose los dedos por el cabello suave y dorado. "Por suerte para mí."
"Uh -huh. Y trata de no olvidarlo, ¿de acuerdo?"
"Lo siento. Siento haber sido una idiota," le susurró.
"Está bien," dijo Raven suavemente. "No lo eres."
"Sí, bueno." O. suspiró y besó mientras Raven se acercaba más.
"¿Cómo está Lexa?" preguntó Raven
"Mejor, mucho mejor"
"Lo siento, no he podido verla"
"Tranquila, le diré que le mandas saludos". En el último momento, le preguntó: "¿Has hablado con Clarke últimamente?"
"No desde que Lexa estaba en el hospital. Era una locura… Nunca la pude coger libre"
"¿Así que no lo sabes?"
"¿Saber qué?" Raven preguntó con ansiedad.
"Clarke está embarazada."
"¡Oh, Dios mío! Eso es genial."
"Sí. Bastante bien, ¿eh?"
"Oh, no puedo esperar para ver a Clarke para preguntarle todo sobre embarazo", exclamó Raven. Me gustaría que tuviéramos un bebé algún día, pensó.
"Bueno, hay un partido de la escuela en Barnstable, el viernes del fin de semana del Memorial Day, algo así como una cosa especie de graduación." O. acarició la oreja de Raven con satisfacción.
"Así que has venido por eso, para que nos viéramos, y luego visitar a Clarke y a Lexa." Raven se quedó inmóvil. Después de un momento, dijo, "Uh... es especial, ¿no?"
"Más o menos. Me gustaría que conocieras a mis amigos." O. pensó por un segundo, tratando de aclarar su mente confusa, ya que todavía estaba centrada en lo que sentía entre sus piernas. "Así que, ¿quieres volver conmigo?" O. siguió en silencio, por un momento, y abrió los ojos, de repente despierta. "¿Rav? ¿Qué está pasando?"
"No he tenido la oportunidad de decírtelo por teléfono, porque... ya sabes, empezamos a discutir" La voz de Raven era plana, imposible de leer. "Una parte de la beca, para el próximo año en Francia, consiste en empezar a trabajar."
"Uh -huh". El corazón de O. comenzó a latir rápidamente. Jesús, ¿algo más?
"Me han asignado un trabajo aquí, en el verano. Tengo una orientación ese mismo fin de semana."
O. se incorporó rápidamente y subió la sábana, tapando parte de su cuerpo con ella, en busca de algún tipo de protección. "¿Tú no vas a volver a Ciudad del Cabo para el verano? ¿Vas a quedarte aquí?"
"No es que yo no quiera ir, pero yo..."
"Dios, ¿por qué no me lo dijiste?"
"Yo no lo sé", dijo Raven miserablemente. "Tendría que habértelo dicho antes de..."
"Sí". O. se sorprendió de lo tranquila que se sentía por dentro. No, no estaba calmada. Se Sentía fría. Fría y, afortunadamente, adormecida. "Yo voy a estar allí, y tú te quedarás aquí. Y luego te vas a Europa. Durante todo un año."
Raven se sentó, también. Buscó por el suelo, localizó su ropa y se la puso. Automáticamente, le entregó a O. su camiseta. "Sí, vamos a estar separadas durante un tiempo. ¿Y qué?"
"Oh, vamos." O. no podía soportarlo más. Se levantó de la cama, buscó sus vaqueros, y se los puso.
"¿Qué te pasa?" Raven se puso de pie y agarrando los antebrazos de O. "Sabíamos que esto iba a pasar tarde o temprano."
Las manos de O. temblaban mientras se abrochaba los vaqueros. Ella se dio la vuelta para Rav no la viera. "¿Y qué pasará cuando vuelvas? Tendrás una nueva vida, y no voy a ser parte de ella. Seré la última. No puedo soportar quedarme esperando y preguntándome cuándo va a suceder". O. se acercó a la puerta y cogió el casco y la chaqueta.
"¿A dónde vas?" La voz de Raven se llenó de ira y lágrimas. "Son las dos de la mañana."
O. no podía pensar en nada qué decir. No pudo decir adiós, porque las palabras le podían romper el corazón. Tampoco podía decir Te quiero, porque las palabras no cambiarían lo que temía que sucedería. Al final, no dijo nada.
Condujo toda la noche, y se detuvo en el parking, frente al centro de formación, antes de la hora. Cuando ella había dejado Manhattan la noche anterior, tenía planeado saltarse su clase de armas de los sábados. Ahora, parecía que la única cosa que podría hacerla olvidar todo el dolor que estaba sintiendo, era estar ocupada acudiendo a sus clases. Estaba cansada por el poco tiempo que había dormido, pero se sentía intranquila, y una vez terminadas las clases, se encontró, de nuevo, sobre su moto. Jugueteó con sus llaves, pensando en lo que hacer el resto del día. La idea de volver a su apartamento estéril, no le hacia gracia. Podía viajar a Provincetown, tal vez visitar a Lexa. Pero ella debía avisarla antes. También podía visitar a su padre. No, él sólo le haría preguntas que ella no tenía fuerzas para responder.
"Hey," Emory dijo mientras se acercaba. "¿Estás bien?"
O. levantó la cabeza, un poco confundida, y luego sonrió débilmente al reconocerla. Emory llevaba unos pantalones ajustados y una camiseta de la academia, con botas camperas. Se la veía fuerte y sexy al mismo tiempo. "Sí, claro. Estoy bien."
"Me ha parecido que estabas un poco distraída en clase. ¿Mala noche?"
O. se rió con amargura. "Sí, algo así."
"¿Qué tal si te hago el desayuno?" La morena se acercó un poco más y le puso una mano en la rodilla.
Ni siquiera lo pensó dos veces. "Está bien."
"Excelente," dijo Emory con una amplia sonrisa, mientras colocaba su mano sobre el hombro de O., pasaba una pierna por encima de la amplia motocicleta y se acurrucaba detrás de O.. Ella envolvió los brazos alrededor de la cintura de O., con las manos descansando en la curva de los muslos. "Excelente."
Al cabo de sólo unos minutos llegaron a casita de Emory.
"¿Esto es toda tuya?" Preguntó O., todavía se sentía un poco desorientada.
Emory bajó de la moto, se quitó el casco y lo colocó sobre el soporte, en la parte posterior de la Harley. "Sí, la estoy alquilando toda por ahora. Dependiendo de donde me designen para mi entrenamiento, decidiré si la realquilo o la dejo".
"Bien", le comentó mientras seguía a Emory por el camino.
"Vamos, entra" Emory abrió la puerta y la llevo hasta un caliente y sorprendentemente acogedor salón. "Siéntate. ¿Quieres café?"
"Sí, eso sería genial." En el último momento, mientras se dirigía hacia el sofá, O. añadió: " ¿Quieres que te ayude en algo?"
"No. Ve y relájate. Parece que podrías necesitarlo." Emory apoyó un hombro contra la puerta de la nevera abierta, observando a su invitada con una pequeña sonrisa, y sacudió la cabeza. "Puedo manejar esto."
O. juntó las manos entre las rodillas y asintió. Ahora que estaba sentada, se dio cuenta de que realmente era lo mejor. Una noche sin dormir, y de diez horas en la carretera la habían dejado un poco borrosa.
"¿O.?"
O. saltó. "¿Qué? Lo siento."
"¿Tostadas y huevos está bien?"
"Por supuesto."
"Sólo dame un minuto."
O. apoyó la cabeza contra el sofá y cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, le tomó unos segundos situarse. Estaba inclinada hacia un lado en la esquina del sofá, con las piernas sobre unos cojines, ocupando la mayor parte del resto de la sala de estar. Emory estaba sentada en el otro extremo, con los pies descalzos apoyados en la mesa de café, con una revista abierta en su regazo.
"¿Buena siesta?" la morena le preguntó con una sonrisa.
"Oh, mierda, lo siento, " O. dijo mientras se incorporaba. Se frotó las manos sobre su cara, mientras miraba el reloj de la pared. Cuando ella vio que era media tarde, se dio cuenta de que había estado dormida varias horas. Avergonzada, miró hacia los lados en los oscuros ojos de Emory. "Qué idiota, ¿eh?"
Emory se acercó más, hasta que sus hombros se tocaron, girando ligeramente para poder encontrarse con los ojos de O. "Uh -uh. Estabas muy guapa dormida. Ni tan siquiera te has dado cuenta cuando te he puesto las piernas en alto."
"Siento lo del desayuno."
"Tranquila, no pasa nada."
De repente, O. fue plenamente consciente del cuerpo de Emory presionando ligeramente a lo largo de su lado. También era consciente de su perfume ligero, un aroma muy diferente al de Rav, pero agradable. O. miró hacia abajo cuando sintió el leve roce de unos dedos sobre su mano. La mano de Emory era pequeña y delicada, cada uña estaba perfectamente esculpida y brillante de un color rosa pálido. Se estaba muy tranquilo a gusto en la habitación. El ritmo suave de la respiración de Emory era relajante y, al mismo tiempo, emocionante.
Un pulso tropezó inesperadamente entre los muslos de O., y ella se quedó sin aliento por la sorpresa. Instintivamente, se puso de pie y se alejó un paso. "Tengo que irme. Tengo mucho que estudiar para ponerse al día."
"¿Vas a salir?" Emory le preguntó mientras se levantaba. "Ya sabes, la noche del sábado en el Breakers"
"No lo sé", dijo O. torpemente. "Tal vez"
"Yo estaré allí," Emory le informó mientras se dirigían hacia la puerta. "Vale, de acuerdo"
"Claro, si mejor me voy."
Cuando O. montó en su motocicleta y salió a la carretera, no se dirigió a su apartamento temporal. Si no que tomó la carretera que serpenteaba a lo largo del océano, y condujo durante horas sin rumbo fijo. En el momento en que regresó, era casi de noche. Ella no iba a salir esa noche.
