CAPÍTULO TREINTA Y DOS
O. se recostó en el gran sillón, con las manos apoyadas en los brazos raídos, las piernas abiertas, para dejar espacio a la mujer arrodillada delante de ella. Ella sólo llevaba una camisa desabrochada, con rayas en el centro. Un pálido brazo se estiraba hacia arriba, a lo largo de su abdomen, para rodear su pecho derecho. Unos dedos apretaban rítmicamente su duro pezón, mientras una suave lengua rodeaba su hinchado clítoris, manteniéndola con cuidado en el borde, pero sin permitir la liberación que ella tanto anhelaba. Su respiración irregular era el único sonido. La habitación estaba casi a oscuras, y no se veía más que las sombras cambiantes en la nebulosa penumbra. El sillón donde estaba sentada, sin embargo, estaba iluminado por un rayo de luz de la luna, y cuando miró hacia abajo, vislumbró los ojos de la mujer mirando hacia arriba, observando con avidez, como el efecto de lo que le estaba haciendo con la boca, se mostraba en el rostro de O., a través de una parpadeante iluminación. A medida que la presión aumentaba en su interior, los muslos de O. empezaron a temblar y sus dedos se apretaron. Con cada barrido largo, de la lengua cálida, los músculos de su abdomen se contraían. Arqueó su cuello y gimió suavemente, mientras los golpes crecientes continuaban contra su zona, ya muy sensible. Mirando fijamente a los ojos hipnotizantes, O. vio la cabeza morena entre sus muslos.
"Rav", susurró.
No hubo respuesta.
Sin descanso, el ritmo perfecto la volvía cada vez más cercana a la explosión. Cuando sus caderas se levantaron, y el calor la golpeó en espiral a lo largo de su columna vertebral, murmuró con voz ronca: "Voy a entrar con la boca."
Los insistentes labios succionando hacia ella, la empujaban más allá de su propia voluntad. Su cuerpo se tensó, se puso rígida, y luego se arrugó mientras gritaba fuertemente, en señal de rendición. Jadeando, se retorció impotente cuando el orgasmo la atravesó.
"O."
Varios golpes en la puerta la sacaron de su sueño, con los últimos restos de su clímax nocturno todavía zumbando por sus venas.
"¿Qué?" dijo con voz ronca. Ella miró a su alrededor con confusión. La noche, a través de la ventana, era como un pez negro. Se aclaró la garganta y se sentó rápidamente. "¿Sí?"
"Saca el culo de la cama, Oficial," dijo Lexa bruscamente. "Tenemos que irnos."
Todavía sintiéndose un poco inestable, O. agarró la cosa más cercana que pudo encontrar, que resultó ser un par de pantalones vaqueros azules desteñidos, y se los puso. Agarró una camisa de pana, que había dejado sobre el respaldo de una silla, y se la puso. Se la abotonó con una mano, mientras abría la puerta con la otra, y se quedó mirando a Lexa. La sheriff llevaba vaqueros, con una camisa de uniforme caqui. Su insignia estaba colocada en el bolsillo de su camisa y su automática enfundada en su cadera derecha.
"¿Qué está pasando?"
"Coge tu arma," ordenó Lexa. "Hay un incendio en Truro, y están pidiendo ayuda."
Mucho antes de que se pararan, detrás de una larga fila de vehículos oficiales, era muy fácil ver las llamas que salían, hacia el cielo, desde un edificio totalmente engullido por el fuego. Había varios camiones de bomberos delante de la estructura quemada, una gran confusión de mangueras que arrojaban agua, dibujando arcos en el techo medio desintegrado. Los bomberos, paramédicos y agentes del orden se apresuraban de un lado para otro, delante del aparcamiento del edificio de tres pisos.
El jefe de la policía de Truro vio a Lexa y le hizo señas para que se acercara. "¡Wood! Cristo, este lugar se ha quemado como una caja de cerillas en menos de cinco minutos. No hemos tenido tiempo para evacuar a los moteles vecinos. Tengo gente trabajando en ambos lados de la calle, pero nuestra principal prioridad es evacuar a todo el personal de ese motel que está al lado. Tienen cuarenta y cinco habitaciones, la mayoría de ellas están ocupadas, y no estamos seguros de que todo el mundo haya salido. No tengo gente suficiente para ir habitación por habitación."
"Roger. Nos encargaremos nosotras de ello."
O. siguió a Lexa mientras corrían hacia el motel adyacente. Las personas corrían por delante de ellas con maletas y pertenencias, en un loco éxodo. Un grupo de coches, avanzaban pegados tratando de salir del estrecho aparcamiento, creando un atasco en la salida a la Ruta 6.
"O." una voz familiar la llamó.
O. miró a su derecha y vio a otros tres oficiales que corrían hacia ella, dándose cuenta que conocía bien a uno de ellos. "Emory"
"¿Cuál es el plan?" Emory preguntó sin aliento, acercándose a un paso junto a O. "Estamos para ayudaros, me lo ha dicho mi jefe."
Justo en ese momento, Lexa se detuvo de repente y empezó a dar órdenes. "Vosotros dos", señaló a los dos agentes de uniforme Wellfleet, "comiencen por el extremo de la planta baja y mirar en todas las habitaciones. En cada habitación. Romper las puertas si es necesario". Miró a O. y Emory. "Vosotras ir por las plantas superiores", indicó con un gesto de cabeza, hacia el pasillo exterior, que recorría todo el segundo piso del motel. "Que sea rápido. El viento está acelerando, y ya hay chispas en el techo."
En cuestión de minutos, hombres, mujeres, y niños en varios estados de desnudez, comenzaron a salir de las habitaciones del motel, mientras que los agentes golpeaban las puertas y gritaban instrucciones. A lo lejos, las sirenas se acercaban y se unían al resto de camiones de bomberos y personal de emergencia.
"O., mira el techo" le gritó Emory mientras trotaba por el pasillo y se acercaba a la siguiente habitación.
Mirando hacia arriba, O. se sorprendió al ver casi toda la superficie de cedro en llamas.
"Jesús, se está extendiendo muy rápido. ¡Date prisa!"
Salía humo a través de las puertas de las habitaciones abiertas, pero había al menos una docena de habitaciones que aún estaban cerradas y, presumiblemente ocupadas.
"¿Por qué no están saliendo?" O. gritó mientras sus ojos comenzaron a arder con las nubes de humo que enturbiaban su alrededor.
Tosiendo, Emory dijo: "Tal vez algunos de ellos salieron de fiesta esta noche y no han escuchado las sirenas. O tal vez hay más humo en esas habitaciones de lo que pensamos. Tal vez ellos no pueden salir."
"Sólo quedan un par más", jadeó O. "Vamos a abrir. "
Desde abajo, coordinando la evacuación, Lexa observó a O. y a Emory correr hacia las últimas habitaciones, en el extremo del edificio, que estaba siendo más fuertemente implicada por el fuego. Se volvió hacia el propietario del motel que había estado paseando, con ansiedad, por su lado. "¿Están esas habitaciones ocupadas?"
"Sólo la que está en el otro extremo," dijo, su voz aguda por la tensión. "No puedo recordar quién está ahí."
Mientras hablaban, parte del techo cayó, y Lexa agarró un megáfono del capitán de bomberos, y corrió hacia las escaleras que conducían al segundo piso, donde había visto por última vez O. y Emory.
"Kane", gritó por el megáfono. "Kane, despeja la zona lo antes posible. Kane, ¿me escuchas?"
En el momento en que llegó a la segunda planta, sus pulmones ardían y sus ojos se llenaban delas lágrimas. El humo era tan denso que no podía ver a través de él, así que corrió en la dirección que había visto por última vez a las alumnas. Desde abajo, el capitán de bomberos no podía ver a nadie, en absoluto, en el segundo piso, cuando el resto del techo se derrumbó en una nube de chispas y cenizas volando.
Clarke estaba de camino a su Jeep cuando el todo terreno se detuvo en el camino de la entrada a su casa. Solo hacía diez o quice minutos, desde que había hablado con Lexa, y había decidido que si el fuego era lo suficientemente grave, como para que necesitaran refuerzos, podía ser que la necesitaran también.
"Marcus," le llamó Clarke cuando él bajó del coche y se dirigió hacia ella. "Yo estaba preparada para irme." Las luces de seguridad se habían encendido, bajo el alero de la casa, cuando él se detuvo en la entrada, y pudo ver su cara claramente, gracias a la iluminación falsamente brillante. Su expresión le causó tal escalofrío que se le encogió el corazón. "¿Qué pasa?" Clarke gritó, intentando mantener su tono de voz. Apoyó la mano en el costado de su vehículo, con las piernas temblando casi incontrolablemente. Esto no puede estar pasando. No otra vez. No puede pasar esto otra vez.
"Hay cuatro edificios quemados ya." La voz de Marcus era plana, con los ojos extrañamente vacíos. "Una gran cantidad de lesiones menores. El motel próximo al punto de partida casi ha desaparecido."
"Marcus", dijo Clarke con dureza, reconociendo que estaba casi en estado de shock. Quería gritar, estaba a punto de hacerlo. "¿Qué ha pasado?
"O."
"Oh no" Clarke jadeó, viendo se obligada a apoyarse levemente contra el Jeep. No podemos perder a O.
"O. y otra chica... otro cadete... estaban tratando de evacuar a los pisos superiores... cuando se derrumbó."
Se obligó a actuar, a pensar a pesar del pánico eclipsando su razón, Clarke se acercó a él y le puso la mano en el antebrazo. "Marcus, ¿están heridas?"
"Desaparecidas", dijo con voz ronca. Sus manos temblaban mientras se las frotaba contra la cara. "Ella... no salió."
"Vamos," dijo ella con urgencia, pero antes de que pudiera moverse, el resto de ella se vió golpeado. Marcus la había abrazado con mucha fuerza. Ella contuvo el aliento mientras el dolor la atravesaba. Si O. no aparece, entonces ¿dónde está... pero ya sabes, ¿no? Lexa iría tras ella. Nunca la dejaría herida en el campo. Especialmente a O. Lexa nunca dejaría a O.
"Oh dios, Marcus... no puede ser"
Sólo pudo asentir con la cabeza, con ilimitado terror.
