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La capacidad de reír juntos, es el amor.

- Francoise Sagan-

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CUANDO VOLVAMOS A VERNOS


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CAPITULO 2.

Siempre había rosas en su recibidor, y café en grano en la cocina. Fotos colgando de las paredes, un piano en el salón. Su novio, el afamado modelo internacional, Adrien Agreste, le había invitado a mudarse con él, a su lujoso departamento en el centro de París.

Marinette no pudo decir que no.

Pero tampoco que sí.

Sucedió simplemente que un buen día, producto de la cotidianeidad, Marinette descubrió que ya su cepillo de dientes hibernaba en el baño de su novio, que sus vestidos estaban perfectamente planchados y colgados en perchas dentro del armario de la habitación principal, y que, para ahorrarse viajes innecesarios, cambió la dirección de envío de su cuenta de Amazon a la del piso de Adrien.

Un día cualquiera, cuando alguien le preguntó qué dónde vivía, ella se sorprendió a sí misma dando indicaciones sobre la residencia de su novio modelo.

Una sonrisa tierna y cálida nació en su rostro, recordando ese momento.

Adrien y Marinette vivían juntos, sin proponérselo realmente, como si todo hubiese sido algo natural y predestinado.

Algo normal.

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Cinco años antes

Félix pronto se dio cuenta que había sido un imbécil, que no debió tratarla así. Había cometido un error, por supuesto, pero errores lo cometen todos. Y además, ella había pedido perdón, había sido amable y considerada. Era torpe, claro. Era tonta, tal vez. Pero era hermosa y tenía unas piernas torneadas, y sus ojos azules brillaban como diamantes cuando estaba enfurecida.

Sonrió, soñando con su rostro candoroso.

Suspiró, desesperado por verla nuevamente.

Miró su finísimo reloj de pulsera sólo para descubrir que faltaban, por suerte, unos pocos minutos para que la camarera francesa saliera de su turno de trabajo.

Revisó con rapidez su vestuario.

Sus zapatos relucientes y limpios, correcto.

Su pantalón de lanilla, correcto.

Su jersey favorito, del mismo verde de todos los días, correcto.

Su camisa blanca bien abotonada, correcto.

La corbata negra, anudada, correcto.

Oh y su pelo.

Con rapidez, estiró sus manos y acarició su perfecto cabello rubio, sólo para cerciorarse que estuviera en orden.

Cabello peinado, correcto.

Se acomodó la gabardina negra que llevaba, estiró las solapas hacia arriba, tratando de cubrirse más. Y para mejorar su postura, metió ambas manos en los bolsillos.

Levantó su mentón, enfrió su mirada.

Empezó a contar los segundos, debatiéndose internamente sobre si lo que hacía era lo correcto.

No podía saberlo.

No hasta que ejecutara su plan.

Apretó fuerte los labios, para congelar su rostro, volviéndolo frío y severo.

La puerta principal de la cafetería se abrió de repente, y de ella, cruzando las puertas de cristal, una jovencita de pelo negro y ojos azules, aferrándose a su bolso, salió presurosa del local.

No pudo dar ni dos pasos, al percatarse quién estaba ahí fuera.

- ¡Félix! - murmuró sorprendida.

Marinette echó un vistazo a su espalda, para comprobar que la cafetería seguía abierta. Y estaba abierta, claro que sí. Ceñuda, ella entrecerró la mirada y habló, sin entender nada.

- Si necesitas un café, puedes pasar y pedirlo, aún estamos atendiendo. -

Era otoño. Los árboles perdían hojas abundantemente, mientras que el viento soplaba fresco y raudo, arrastrándolas consigo. Él tembló, producto del ambiente algo frío, o de la expectación. Él no hacía estas cosas, esperar a una chica, invitarla a salir. No, él no era de ésos de chicos.

Y sin embargo...

- Te esperaba a ti, Dupain-Cheng. -

Una moneda lanzada al aire.

Un corazón que quiere aprender a latir a un ritmo distinto.

Unos tenues labios, rosados y finos.

Unas piernas perfectas.

Una mirada esmeralda, que miraba esperanzada a su futuro.

Y el rostro furioso de una camarera atribulada.

De una camarera atribulada parisina, perdida en Inglaterra.

Marinette sólo había ido a Londres por un verano, para asistir a un cursillo de Audrey Bourgeois, que incluía prácticas remuneradas en su taller. Duraba de junio a setiembre. Sólo realizaba costuras y pegaba botones. Pero ahí, viendo el trabajo en un atelier de verdad, ella fue feliz. Decidió quedarse en Londres, sólo por unas semanas más. De eso había pasado casi un año. No. Más de un año.

Y para llegar a fin de mes, ella debía trabajar ahí, de camarera.

- ¿A mí? – preguntó Marinette, casi en un chillido. – No, no… tu portátil no se habrá estropeado, ¿verdad? Porque no tengo nada que ver en ese asunto, ¡nada! Y…además…llevo prisa, mucha, voy a perder el metro…yo…debo irme…ya.-

Giró su cuerpo, apresuró su paso haciendo resonar sus tacones. Huyendo del inglés acosador.

- ¡Marinette! ¡Quería invitarte a salir conmigo!. – gritó Félix con exabrupto, al ver que la paloma en cuestión, no caía en su trampa.

Pero la joven francesa ya estaba a metros de distancia, prácticamente corriendo lejos de él. El ventarrón intenso que levantó hojas y basurilla se metió directo a la boca del rubio, haciéndole toser, matando sus palabras sin que ella lo escuchara.

Cuando volvió a respirar con normalidad, Marinette Dupain-Cheng estaba lejos de ahí, escapando.

Pero no escaparía eternamente.

No, por supuesto que no.

Al día siguiente, llegó mucho más temprano. Félix la saludó muy serio y estirado, pidió su café, su donut. Caminó con parsimonia y ligereza, se sentó en una mesa. Abrió su portátil. Se puso a escribir.

Por el rabillo del ojo, o estirando su cuello, él observaba cómo ella trabajaba, cómo ella atendía. La suavidad de sus palabras, la calidez de su tacto, la docilidad de su pelo.

En un momento dado, en la mesa de al lado, mientras atendía a otros clientes, ella rió abriendo muchísimo la boca, carcajeándose, y Félix, sin quererlo, también rio sin motivo, solidariamente. Marinette se percató de su risa compartida, y dirigiéndole un vistazo amenazante, él calló, para ponerse a sorbetear el café frío que hace horas llevaba bebiendo.

- ¿Qué haces aquí? - le dijo ella, cruzando los brazos, algo enfadada, descubriendo que ese inglés llevaba horas sentado.

- Dupain-Cheng, buenas tardes, espero que hayas tenido un buen día. – Sin devolverle la mirada, él continuó escribiendo, ignorándola.

- Acosador. - musitó la joven, en voz baja. – No quiero que me sigas. -

Félix detuvo el movimiento frenético de sus dedos sobre el teclado, dejándolo todo suspendido en el aire. Respiró, profundamente. Sonrió, sabiendo que poco a poco estaba forjando una relación. Extraña. Muy extraña. Pero relación, al fin y al cabo.

Torció los labios, se recostó en la silla.

- Yo no te estoy acosando, Dupain-Cheng…no sé cómo puedes pensar eso, tu mente no está funcionando adecuadamente, de hecho, espero que le digas a tu novio, Marinette, que no te asfixie tanto con la almohada cuando te da duro por las noches, porque puede dañar tu memoria, confundiendo recuerdos, y alterándote de esta manera…dile que no te apriete el cuello tan fuert…-

El café estaba frío, por suerte, y esta vez, no ensució ni su libreta de notas ni su ordenador. Sólo su pelo y la gabardina. Ella empezó a vociferar algo en francés que él no entendió. Le ordenó que se fuera, en inglés, que no quería volver a verlo.

Mientras recogía todo y salía por la puerta, Félix no pudo sino sonreír luego de escuchar que ella le gritaba, a todo pulmón:

- ¡Y no tengo novio, idiota!. –

Ése día, Félix supo que no todo estaba perdido, ni que todo estaba arruinado.

Una suave sonrisa apareció en sus labios, luego se colgó el maletín en el hombro, le dio la espalda y se marchó.

No tiene novio.

No tiene novio.

Cuando se sentó detrás del volante de su Audi carísimo, Félix pensó que esa palomita francesa, delicada y bravucona, sería toda una fiera en la habitación.

- Y no tiene novio. - musitó, feliz.

El amor había batido sus alas, había hecho su movimiento. Los dados, se habían lanzado sobre la mesa. Cupido, había lanzado su flecha.

O su arpón.

Seguro que fue un arpón.

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La primera parte de cada capitulo se podría localizar en el tiempo actual, cuando pongo el rótulo "hace cinco/cuatro años", me refiero claramente al pasado.

Las letras en cursiva son recuerdos o pensamientos.

Las letras en cursiva y comillas, son locuciones o textos, que ellos leen o escuchan.

Valor.

un fuerte abrazo

Lordthunder1000

- Comenta por aqui o cuentamelo en IG, pero por favor, si algo no te ha gustado o te ha gustado, quiero saberlo. Ya sabeis, feedback. De hecho, esta historia nació de un comentario que me hicieron en Blanco como la nieve...al final del fic lo contaré.-