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El Otro Dean
Por Ladygon
Capítulo 3: Un rinconcito propio.
Anduvieron varios kilómetros con la música a todo dar. Dean buscaba las frecuencias y siempre encontraba una que le gustaba, comenzaba a tararearla sin ninguna vergüenza hasta que la cantaba con un corazón poco visto por Castiel.
—Tienes buena voz —le dijo Castiel—. Cantas bonito.
—¿No me habías escuchado?
Castiel lo miró extrañado y luego comprendió a lo que se refería. No, no lo había escuchado nunca de esa forma. El canto era un talento escondido por Dean.
—La verdad, no así. Primera vez que lo escucho… entonado —confesó Castiel.
—Por lo que veo, canta en broma ¿Tímido?
—Muy reservado.
—Ya veo. Tengo una idea, vamos a un bar de karaoke y te cantaré una canción.
—No creo que eso sea adecuado. Recuerda la última vez.
—Mmmmh, bueno sí.
A Castiel le dio curiosidad una cosa.
—¿Y por qué no comenzaste la pelea? El Dean que conozco no se detendría.
Dean sonrió con sabiduría.
—No te mentiré, tenía muchas ganas de golpear a esos idiotas, pero me dio pena la dueña. Ella no tenía la culpa y le destrozaríamos su local. Los iba a matar rápido. Un poco de sangre se puede limpiar fácil.
—Eso pensé.
Un silencio agradable se hizo entre ellos por el entendimiento. La música de Led Zeppelin sonaba en el radio, "All My Love" era el tema y los dos estaban en un mundo compartido por la letra de la canción:
"Debo caer por el amor, mi fuego en la luz
Para perseguir una pluma en el viento
Dentro del brillo que teje un capote de placer
Ahí se mueve un hilo que no tiene fin.
Por muchas horas y días que pasaron
Las mareas han causado que la flama disminuya
Por último el brazo es recto, la mano al telar
¿Es esto terminar o simplemente comenzar?
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti.
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti.
La taza se ha levantado, la tostada está hecha otra vez
Una voz es clara entre el tumulto.
Orgulloso orador un mundo, mi voluntad por sostener
Por mí, la tela girará una vez más.
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti.
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti.
Tuya es la tela, mía es la mano que cose el tiempo
Suya es la fuerza que descansa entre
Nuestro es el fuego, todo el calor que podemos encontrar
Él es una pluma en el viento.
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti.
Todo mi amor, todo mi amor, todo mi amor, para ti."
Sonaba tan maravilloso como promesas de futuro, cosa que nunca había tenido con Dean, solo eran batallas tras batallas. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que esas batallas terminaban. No había más luchas contra seres mega poderosos, donde estaban destinados a sufrir y seguir sufriendo por toda la eternidad.
Podría vivir y ver lo que le daría la vida en este mundo. Hacer con su vida algo bueno a partir de lo que andaba en un camino sin destino, sonaba perfecto en este momento. Por eso dejó que la música lo inundara y no pensó sobre el sentido de la vida. Debía relajarse y disfrutar el instante que compartía con esta voz tan agradable de escuchar. Fue cuando los kilómetros se hicieron parte de su existencia y por fin comprendió el sentimiento de Sam y Dean cuando viajaban por la carretera. Ese sentimiento de familiaridad, que a Castiel se le perdía justo en el momento en que pensaba lo tenía y por esta razón, jamás nunca pudo comprenderlo en su cabalidad como lo sentía ahora.
El viaje fue ameno y después de varios kilómetros de música, Dean comenzó a contar su vida como guerrero del Apocalipsis. También contó sobre su vida privada, él era tan abierto que no parecía ser Dean después de todo. El Apocalipsis había cambiado al cazador. Siempre pensó que sería para peor, eso peor sería la tristeza que lo inundaría al punto de la muerte, pero esa tristeza no fue por Sam, sino por Castiel, aunque no quería decir que no estuviera triste por su hermano.
Unos par de kilómetros más y llegaron al siguiente pueblo. Se detuvieron para descansar, quizás comer algo o llevarse la comida al motel. Después de lo pasado en la cafetería decidieron hacer esto último y se llevaron unas hamburguesas.
—Podríamos ir a la ciudad —dijo Dean mientras mordía el pan, sentado en la mesa de noche frente a él.
—¿Quieres ir a la ciudad?
—Quiero ir a un bar y solo están en las ciudades.
—En todas partes hay uno.
—No es un bar cualquiera, es decir, ni siquiera es un un lugar donde van los hombres a divertirse con otros hombres.
—Eso es un bar —aseguró Castiel.
Dean rio de buena gana.
—Tienes razón, pero en este bar pueden bailar hombres con hombres.
Castiel quedó pensando.
—No veo la diferencia.
—Si nos ponemos a bailar en un bar cualquiera, pasará lo mismo que en la cafetería.
—Mmmmmh, ahora entiendo, pero yo no sé bailar.
—Si quieres te enseño —ofreció Dean con seriedad.
—¿Puedes hacerlo?
—Claro, incluso ahora mismo.
—Pero no tenemos música.
—Eso no importa, yo cantaré la canción.
—¿Vas a cantar? ¿Cantarás para mí?
Dean se levantó de la mesa y empujó la silla hacia un lado para dar espacio suficiente.
—Ven, no seas tan incrédulo. Tú me enseñaste que la fe es buena —dijo Dean.
—Sí, pero eso fue antes de saber que Dios era un hijo de perra.
Dean rio de buena gana por la grosería de su ángel.
—Ven, Cas, mi hermoso ángel.
—¿Eh?
Dean lo tomó de la cintura con una mano y con su mano derecha, tomó la izquierda de Castiel. Explicó cómo debía rodearlo por su cuello con el otro brazo y así, en esa posición, le dijo los pasos.
—Es fácil, solo llevamos el ritmo juntos —dijo Dean.
Castiel no se vio muy seguro de eso, hasta cuando Dean comenzó a cantar suave y lento:
"Si el sol se negó a brillar
Aún te amaría
Cuando las montañas se desmoronan al mar
Todavía estaremos tú y yo"
—Conozco esa canción, es "Thank You", pero no es así —dijo Castiel.
—¿Así cómo? ¿Por lo lento que estoy cantando?
Y siguió cantando:
"Ángel amable, te doy mi todo
Ángel amable, nada más"
—Es de Led Zeppelin, me la diste en un casete.
Dean abrió los ojos y luego sonrió.
—Es cierto, esta canción es una versión solo para ti. La canto lenta, para que no me pises —explicó Dean.
—Ah, por eso.
—Trata de memorizar los pasos, tú tienes buena memoria y no te será difícil.
—Está bien.
Dean siguió cantando sin dejar de bailar con Castiel.
"Pequeñas gotas de lluvia, susurro del dolor
Lágrimas de amores perdidos en los días pasados
Mi amor es fuerte contigo. No hay nada malo
Juntos iremos hasta morir
Inspiración es lo que eres para mí
Inspiración, mira para ver
Y así hoy, mi mundo sonríe
Tu mano en la mía caminamos las millas
Gracias a ti se hará
Porque tú para mí eres el único
Felicidad, ya no triste
Felicidad, me alegro
Si el sol se negó a brillar
Aún te amaría
Cuando las montañas se desmoronan al mar
Seguirás siendo tú, yo y yo".
Se balancearon con cuidado. Castiel miraba sus pies para no pisar a Dean.
—No necesitas hacer eso, solo mírame a los ojos —dijo Dean.
—¿Y si te piso?
—No pasará nada —aseguró el cazador.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tienes buena memoria y ya memorizaste los pasos, así que estaré bien. Ahora mírame a los ojos.
—¿Por qué debo mirarte a los ojos?
—Porque de eso se trata el baile. No se miran los pies, sino los ojos de tu pareja.
Castiel no dijo nada, en vez de eso alzó la vista y trató de seguir el baile con la vista clavada en los ojos verdes de Dean. Fue tal como lo dijo, porque, aunque perdió el paso, no pisó ninguno de sus pies. Dean hasta le dio una vuelta para tomarlo de la cintura otra vez y seguir bailando. Castiel esbozó una sonrisa tímida con esa sensación agradable de alegría. Le encantaba esa sensación tan íntima, era como si su vínculo estuviera con todas las fuerzas, como en los primeros momentos de su reclamación por su alma cuando lo sacó de la perdición.
—Eso estuvo fabuloso —dijo Dean sin soltar a Castiel.
Castiel no dejó de mirarlo a los ojos con esa bella sonrisa y el cazador sentía que se derretía en esa posición. Estuvieron un buen rato sin hacer nada más que mirarse entre los dos, solo fueron interrumpidos por el estómago de Dean, pues no habían comido casi nada. El rugido sacó un sonrojo y se separaron para alcanzar la hamburguesa.
—Tienes hambre Dean, mejor comamos —dijo Castiel.
—Buena idea.
Se sentaron alrededor de la mesita de noche y tomaron las hamburguesas para acompañarlas con una cerveza. Comieron en silencio y Dean estaba sonrojado bajo esa barba de unos días.
—Esa barba te queda —dijo Castiel.
Dean sonrió.
—Gracias.
—Dean tenía una barba así cuando estuvimos en el Purgatorio.
—¿Estuvieron en el Purgatorio? ¿Eso existe? —preguntó este Dean, bastante sorprendido.
—Fue después de la guerra en el cielo.
—Cuéntame.
Así contó esa parte de su vida. Esta forma sería repetida a lo largo de su estadía juntos, pues era la forma de contar todo lo sucedido, pero de forma detallada. Es decir, Dean sabía todo lo que había pasado hasta el momento cuando se encontró con Castiel, pero en general, Castiel no hondó en detalles por la razón obvia de que estaría toda la vida tratando de hacer eso, aunque la verdadera razón, es que Castiel no acostumbraba explicar mucho las cosas. Dean sabía esto desde siempre, porque lo conocía bastante bien y le agradaba que después pudiera pedirle los detalles.
—Te gustó el Purgatorio ¿Verdad?
—Creí que pertenecía a ese lugar y que era mi deber quedarme ahí.
—No perteneces a ese lugar Cas, perteneces aquí. En este mismo lugar donde estás parado.
Cierto o no, Castiel sonrió. Dean hace mucho tiempo le dijo lo mismo y lo creyó, pero después de la muerte de Jack todo había cambiado. Por eso estaba como en el limbo y ya no sabía dónde estaba su hogar, específicamente. Podía ser que toda la Tierra era su hogar y podría encontrar un rinconcito propio para él donde poder regresar, ya que antes ese rincón era con los Winchester.
—No debes pensarlo tanto, porque lo sabrás cuando lo veas.
Eso era cierto, podría encontrarlo, así como lo hizo cuando estuvo en esa cabaña con Kelly mientras esperaban a Jack. Ese momento fue corto y pese a eso, uno de los más felices de su vida. No tenía por qué pensar que no podría volver a encontrar algo parecido, quizás no tan perfecto como esa vez lleno de esperanzas, ni tan prometedor, pero algo que pudiera llamar hogar.
Fin capítulo 3
