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El Otro Dean

Por Ladygon

Capítulo 4: Infeliz, pero inmortal.

Este hombre que tenía al frente, tan parecido a su Dean, siendo su Dean sin serlo podría tener la clave que tanto ha buscado.

—Iremos a ese lugar que quieres —dijo, de repente Castiel.

—¿Af cuálf? —preguntó Dean con la boca llena.

Dean estaba muy entretenido comiendo su hamburguesa.

—Ese que dijiste sobre ir a bailar — respondió Castiel.

Dean quedó con la boca abierta y hamburguesa a una mascada de terminarla, después reaccionó.

—¿En verdad quieres ir?

—Por supuesto, es buena idea.

Dean dio una amplia sonrisa. Le encantaba la idea y eso se reflejaba en su rostro de forma increíble. No sabía a cuál local ir, pero buscaría en internet, ahí debería encontrar algo.

—Necesito una computadora —declaró casi al instante Dean.

—No tengo una —dijo Castiel.

—Sé que no la tienes, necesitaremos una y celulares para estar en contacto.

—Eso está bien.

—Iré por ellos, volveré rápido.

—Mejor te acompaño, no sabes de las tecnologías de ahora.

—¿En serio tú sabes?

Dean estaba muy sorprendido con eso.

—Algo, me gustan los celulares, pero todavía no confío en las computadoras.

Dean rio divertido con la salida de Castiel. Recordaba esas llamadas telefónicas extrañas y graciosas, en aquella época donde el Apocalipsis todavía no era una triste realidad. Un tiempo bastante lejano y sobrevivido a duras penas, gracias principalmente a la capacidad de su ángel para curarlo de todas esas veces donde estuvo al filo de la muerte. Realmente, parecía que había muerto he ido al cielo, porque todas esas cosas que estaba viendo en este lugar, le recordaba la forma cómo era él, antes y el después, y no podía decir qué lo separaba de esa forma tan bella, al tenerlo ahí frente suyo. Quizás lo había secuestrado un dijinn y lo tenía en un sueño maravilloso, pero ya a esta altura del partido, donde lo había perdido todo y no tenía nada más, que el deseo de ver a Castiel por última vez, aunque no fuera el suyo, le daba lo mismo si alguien intentaba matarlo con una alucinación. También le daba lo mismo si estaba en el cielo, teniendo esos sueños mágicos por toda la eternidad.

Frente a esto, lo único que le llamaba la atención respecto de todo lo que estaba viviendo en esos instantes, era que tenía la plena seguridad de que todo lo que tenía adelante era real. Si bien, no era su Castiel al cual amó hasta la locura, era el Castiel de esta época y era uno verdadero casi tanto como el suyo. Si le daban una oportunidad de amar a este Castiel, él la tomaría. Era un sobreviviente del amor perdido, del único e irrepetible amor verdadero y si le daban la oportunidad de repetir lo irrepetible, por supuesto que lo tomaría, con lo que significaba al respecto. No se quedaría con la sensación de que todo lo que estaba diciendo era mentira o no podría ser verdad lo que estaba sintiendo dentro de su ser, porque lo sentía tan vivo que dolía.

—Está bien, vamos juntos. Tengo curiosidad de cómo es el mundo ahora mismo.

—Este mundo no cambió nada. A diferencia del tuyo, tú te perderías, porque todo debió destruirse.

—Es verdad Cas, ninguno de estos pueblitos sobrevivió, algunos solo quedaron como hoyos en el suelo, producto del rayo exterminador de los ángeles. Fue un verdadero desastre. Me alegra que estés aquí conmigo —dijo Dean con melancolía.

—A mí también me alegra que estés aquí —dijo Castiel.

—¿En serio? —preguntó esperanzado.

—Por supuesto.

Dean sonrió complacido con esas palabras y luego partieron a la tienda por lo que estaban buscando. Todavía no era de noche y podrán comprar varias cosas entre ellas, un notebook. Encontrar un celular para Dean fue todo un reto, porque Castiel nunca tuvo ese problema, siempre se lo regaló Sam, así que no se preguntaba lo que podía hacer, porque el mismo Sam se lo decía.

—Lo importante es que pueda sacar fotografías y conectarse a internet —dijo Castiel.

—¿No es importante que pueda uno hablar por teléfono? —preguntó Dean.

—No, ya no tanto para eso están los mensajes.

—¿Y tú los respondías?

—No, la verdad no mucho.

—¡Si te mando un mensaje lo responderás? —dijo ansioso.

—¿Por qué no lo iba a responder?

—Porque antes del Apocalipsis tenías problemas con eso, así que si dices que lo harás, es porque aprendiste a hacerlo bien.

—Aprendí y mucho sobre computadoras y cómo enviar mensajes, sacar fotos e investigar, aunque no lo creas —respondió un tanto ofendido Castiel.

—No digo que no puedas hacer eso, sino que eres increíble todo lo que has evolucionado. En mi mundo Cas…

Guardó silencio, porque las palabras murieron en su garganta. Si bien podía hablar con este Castiel, no podía hablar del suyo propio a causa de la naturaleza de su relación. Era bastante complicado, ya que todavía le faltaba el aire cuando evocaba alguna imagen o episodio de cuando vivía con su hermoso y valiente Castiel.

—¿Qué pasa?

—Nada.

Dean agitó la cabeza y pareció tragar saliva o las palabras de una vez.

—Parece que no puedo hablar de eso todavía —confesó Dean.

—Entiendo, debió ser muy doloroso. Supongo que tu relación con el otro Castiel era bastante fuerte.

—Es cierto, era mi amante y lo amaba mucho. Nos amábamos mucho… y… solo nos teníamos el uno al otro.

Castiel sintió que se le secaba la boca por esa respuesta tan sincera por parte de Dean. No veía así su alma desnuda, desde cuando le confesó lo que sintió al dejarlo en el Purgatorio cuando pudo escapar con Benny. Dean nunca fue bueno para ser sincero o mostrar sus sentimientos al desnudo, siempre los ocultaba y con el tiempo tuvo algunos destellos de esa transparencia, pero casi en todos los demás casos, los cubría con ira, esa misma ira que terminó con la relación de amistad que tenían.

Ahora no quedaba nada de eso, ni siquiera su vínculo. Dean lo había terminado sin ninguna consideración. Un vínculo que quizás nunca estuvo consciente, pero ahí estaba para ellos dos. En cambio, en este Dean, ese vínculo se fortaleció al punto de que se volvieron amantes y todavía este no podía olvidar a su antiguo amor. Era verdaderamente, algo conmovedor en todos los sentidos.

—¿No sobrevivió nadie más? ¿Qué tal Bobby? ¿Qué sucedió con él? —preguntó Castiel extrañado.

—Bobby me ayudó a encontrar el búnker de los Hombres de Letras cuando apareció mi abuelo. Fue una verdadera hazaña que lo encontráramos. Este no había abandonado a mi papá, sino que saltó al futuro —respondió Dean.

—Sí, lo recuerdo. Aquí también pasó eso, pero lo siguió un caballero demonio.

—Abaddon, nos tomó desprevenidos y mató a mi abuelo.

—Lo lamento, aquí terminó igual que allá.

—¿Quieres decir que también lo mató Abaddon?

—Ella lo mató, pero también gatillo la Marca de Caín.

—¿La Marca de Caín? ¿Qué es eso?

—¿No lo sabes?

Al ver la respuesta negativa, supo que la historia no había llegado tan lejos como en este mundo. Las cosas en el otro mundo sucedieron muy diferentes, aunque algunas cosas parecían las mismas. Por eso explicó en qué consistía la Marca de Caín y las consecuencias de ese evento en particular. Demoró bastante tiempo en responder la pregunta, porque seguían unas nuevas y todo se entrelazaba. La actitud de asombro de Dean era increíble, pero le producía al hombre cierta ansiedad como si pensara de que si hubiera hecho esto, o esto otro, quizás las cosas hubieran sucedido de tal manera.

—Eso no te correspondía a ti Dean —dijo Castiel como leyéndole la mente—. Chuck, es decir, Dios no lo hubiera permitido. Él tenía su forma de ponerle fin a la historia y la hizo de esa forma, luego abandonó tu mundo para que terminara de despedazarse. Hace eso con todos los mundos, incluso con este.

—Pero aquí no pasó el Apocalipsis.

—No, porque pudimos detenerlo a tiempo. Perdimos mucho en el camino.

El dolor de perder a su hijo volvió a comerle las entrañas que se suponía no tenía por ser un ángel. Ese dolor se manifestaba de una forma diferente a las otras a lo largo de su existencia. Era como si le arrancaran algo de su ser y lo lanzaran lejos e inalcanzable. Eso se notaba en su rostro, de forma muy profunda y Dean lo pudo ver, incluso palpar esos sentimientos en el aire.

—Entiendo a lo que te refieres. A mí me pasó lo mismo cuando tú moriste —dijo Dean.

Castiel lo quedó mirando con bastante nostalgia, ya que sentía a ese Dean como si fuera su propio Dean. Lamentaba que las cosas se torcieran, pero no había vuelta atrás si quería seguir adelante frente a todo pronóstico. El cielo estaba cerrado y no quería ir allá. Pensaba entonces, encontrar su camino en estos lugares inhóspitos de la Tierra, pero nunca se imaginó encontrar a otro Dean, uno que venía de un mundo paralelo apocalíptico, donde había perdido todo lo que poseía, todas sus personas queridas y estaba completamente solo. Pese a todo esto, no perdió la esperanza y buscó la forma de llegar a otro mundo para encontrarlo a él.

—¿Qué hubiera pasado si no me encontrabas en este mundo? Me refiero a un mundo sin Castiel —preguntó el ángel.

—Pues, me muero —respondió con simpleza.

Dean ni siquiera lo pensó, habló casi al instante de terminar la pregunta. Castiel arrugó su frente con preocupación, no había forma de pensar en algo diferente a lo que dijo, porque el cómo lo dijo fue terminante. El cazador vino con su última esperanza y se estaba jugando el todo por el todo, es decir, doble o nada. Si perdía y Castiel no existía en este mundo donde depositó sus esperanzas, él simplemente, dejaría de existir. La forma tenía poco de interesante, solo debía salir de cacería y hacer un movimiento equivocado. Después de esto, no había ninguna manera de volver atrás o seguir adelante, ya que estancarse parecía una forma simple de morir. Debía ser cómo morían muchos humanos en ese mundo paralelo, los cuales no querían seguir adelante.

—¿Mueren muchos así en tu mundo? —preguntó Castiel como pensando en voz alta.

—Tan simple que da miedo recordarlo. Incluso los monstruos, los demonios o los mismos ángeles. He visto de todo y todos eligen morir o dejarse matar, que para el caso es lo mismo.

—¿No quedaron humanos en tu mundo?

—Algunos, muy pocos, pero no tenían esperanzas. La última la creamos nosotros y fracasamos miserablemente. Decidí huir antes de caer en la desesperación.

—¿No trajiste a los demás?

—Tenía la intención, pero ellos huyeron antes de que pudiera hacerles comprender mi plan. Después me atacaron y tuve que huir hacia este mundo en un último intento de salvar mi vida. Me alegra haberlo hecho, porque te encontré.

—Fue muy afortunado.

—¿Verdad que sí? Es que usé una pluma de mi Cas… en el hechizo para localizarte.

—Por eso me encontraste con facilidad.

—Esa es la razón, pero no creí que resultara. Me propuse encontrarte por todo el mundo sino podía hacerlo la primera vez. Estaba decidido y no me arrepiento de nada. Fue bueno, muy bueno —confesó con una sonrisa hermosa.

Castiel lo quedó mirando con intensidad y la sonrisa de Dean comenzó a desaparecer de a poco, hasta desaparecer por completo. Ellos estaban muy compenetrados en esas miradas insistentes. Necesitaban estar unidos de alguna manera misteriosa y pronto Castiel comprendió lo que estaba sucediendo por la atracción suscitada entre ambos.

Era como una línea invisible que los unía, sin ninguna forma de razón lógica. La misma línea invisible que sentía cuando estaba con su Dean en esos tiempos cuando eran solo uno. Castiel podía sentir a la distancia al cazador cuando lo requería y en cada uno de esos momentos, el ángel aparecía en su encuentro. Aquellos tiempos parecían tan lejanos, que muchas veces pensó que podían ser algún tipo de ilusión macabra de algún tipo, o también, que era Naomi con su maquinita infernal, la cual lo atacaba en uno de sus ojos hasta taladrarle el espíritu de una forma tan maléfica, que no parecía ser un método del cielo.

En el cielo también torturaban y él era una prueba viviente de ello. Castiel no fue ajeno a las torturas no solo de Naomi, sino de sus hermanos ángeles y no tenía ninguna duda de que en ese mundo apocalíptico del que venía este otro Dean, también tenía esas prácticas macabras. La otra forma de ilusión podía ser creada por la posesión angelical, por ejemplo, cuando fue poseído por Lucifer, pero en realidad, no creía que estas cosas le hayan pasado como para tener ese sentimiento extraño de estar viviendo en una ilusión. Sin embargo, ahí estaba ese sentimiento y empezó a temer de que fuera todo una farsa.

—¿Dean, estás seguro que me viniste a buscarme a mí y no a Sam?

Dean lo miró extrañado, como si tratara de entender lo que le preguntaban. Luego abrió los ojos como si algo de su memoria profunda saliera a la luz para confrontar una realidad. Sonrió con tristeza y negó con la cabeza en movimientos lentos, cansados de tantas emociones encontradas.

—Sam murió cuando fue poseído por Lucifer.

—Lo mató Miguel, eso me contaste.

—Sí, él lo mató, pero yo no lo vi, sino que me enteré después por unos demonios que andaban escondidos de los ángeles. Pensé que eso era bueno, pero después vino la aniquilación por parte de los ángeles y ya no estuvo bueno.

—Eso fue, porque Dios no volvió como lo prometió

—Es cierto, no volvió, fue una gran mentira que nos vendió.

—No lo vendió solo en tu mundo, sino en todos los mundos paralelos en los cuales generó el Apocalipsis. Venía, creaba un mundo, le daba su mitología, su historia, desencadenaba el Apocalipsis y se iba —explicó Castiel.

—Ese era su modus Operandi ¡Perra! —exclamó Dean con desprecio.

—Una perra maldita.

—¡Cas! Me alegra verte tan actualizado.

Dean rio de improviso con alegría. Le gustaba esa risa que no veía ten seguido, pero que cuando aparecía, iluminaba su mundo interior. Sin necesidad de otra cosa en su vida. Parecía algo extraño.

De regreso al hotel, comenzaron a configurar el computador. Dean no era muy adepto a los aparatos electrónicos, menos después del Apocalipsis donde dejaron de usarlos por razones obvias, pero comprendía de que necesitaban el internet. Eso fue todo un reto, porque Castiel siempre tuvo internet gracias a que los chicos le ayudaban con el celular. Ahora no tenía idea como se hacía.

—Creo que debemos ir a un servicio electrónico que nos vean estas cosas. A mí me supera —confesó Dean.

—Lo lamento, no debía botar mi celular, pero no quería que me localizaran.

—Está bien, no te preocupes, mañana lo veremos con calma. Podemos preguntar en la cafetería mientras comemos.

—No tengo mucho dinero. No como ni duermo, no esperé necesitarlo cuando salí de Kansas.

—Umh, tienes razón. Entonces buscaré un empleo, debe haber algo por ahí que pueda hacer, así lo juntamos.

—Eso está bien.

—Traje una joya que podemos vender. Fue lo único que se me ocurrió para poder sobrevivir en este lugar si es que llegaba.

—Eso también ayudará.

Ese día mantuvieron la calma en el sueño. Dean durmió profundo en su cama gemela, mientras Castiel se mantuvo en alerta, viendo el sueño del cazador. Lo problemas de dinero no existían en su mundo, por eso no lo tenía y ahora que estaba en este, volvían esos problemas, pero aun así, prefería mil veces tener estos que los del Apocalipsis. Dean conseguiría un trabajo y estarían bien, quizás él mismo podía acompañarlo para trabajar juntos en el mismo lugar. Sería interesante la experiencia con este otro Dean.

Les iría muy bien a ambos. Ambos eran fuertes e inteligentes, no tendrían competencia de ningún tipo, ni enemigos que podrían con ellos y se comerían la vida, por lo menos eso fue el pensamiento de Dean en ese momento. Castiel pensaba lo mismo, aunque no con tanto optimismo, ya que sabía que nunca sería feliz y eso estaba bien a causa del trato con El Vacío, eso significaba que era inmortal. Encontrar la felicidad era tan difícil en esta situación, que lo imposible estaba en su vocabulario, incluso con este otro Dean quien lo amaba con locura ajena.

Fin capítulo 4