.

.

La raíz de todas las pasiones es el amor. De él nace la tristeza, el gozo, la alegría y la desesperación.

- Lope de Vega -.

.

.


CUANDO VOLVAMOS A VERNOS


.

.

CAPITULO 7

.

Marinette se había percatado que ése modelo parisino, era rubio y de ojos verdes. No tan alto como su anterior novio, ni tan rubio. Pero se le parecía bastante.

Negó con la cabeza, atribulada.

No, se dijo a sí misma, no otra vez.

Trató de evitarlo, siempre, ella trató de evitarlo.

Marinette le decía a Gabriel Agreste, que prefería a los hombres morenos o castaños para que modelaran sus prendas, no tenía problema con los pelirrojos. Así, los organizadores de sus desfiles nunca pensaron en contratar a Adrien Agreste, hasta esa última pasarela.

Fue a insistencia del modelo.

Fue a renuencia de ella.

Luego de su extraña entrevista en la panadería, Adrien Agreste fue incluido en la lista de modelos que desfilarían en la siguiente presentación.

Y él se lo tomó muy serio.

Fue al gimnasio a machacarse mucho más que antes. Sacrificó cada croissant que comía a escondidas de su entrenador. Reemplazó la leche de su café, por agua, rebajando un expreso a un triste americano. Cuando llegó la nueva prueba de vestuario, Adrien Agreste estaba más bueno que el pan con chocolate.

Y más hambriento, claro.

Cuando sucedió el desfile, ya no era un modelito francés sino un muñequito griego hecho por los dioses de las pesas y el crossfit.

Manon Chamack, cayó casi al borde de la locura, al verlo así.

Emocionada, estupefacta y atontada, le reservó el traje estrella que Marinette tenía confeccionado y perfeccionado en su oficina. Nunca se lo habían probado. Nadie se lo había probado. Ese traje estaba puesto en un maniquí, al lado de su escritorio de dibujo. Pero Manon sabía que ése era un traje especial, un traje hermoso. Y único. Pantalón gris oscuro, chaleco verde aceituna, con la espalda de seda satinada. Botones negros con leves apliques plateados. Una camisa de cuello estrecho, blanca y acompañada de una corbata pequeña. Tenía que ponerse una gabardina encima, de un tono gris más oscuro que el pantalón. Zapatos acharolados, con lazo apretado.

Manon Chamack, jugando con su futuro profesional, cogió la ropa, desvistiendo al maniquí y como si entregase una ofrenda, se acercó al modelo rubio. Lo miró enamorada, y se lo entregó en silencio.

Al terminar de ponérselo, Adrien Agreste supo que iba a deslumbrar. Poniéndose en frente del espejo, él se dio cuenta que no tenía el cabello cómo a Marinette le gustaba.

Queriendo complacerla, él cogió un poco de cera, se la untó en la melena y pacientemente, con un pequeño peine, se acomodó cada mechón, hasta que consiguió un peinado correcto y estricto. Se aplicó un poco de laca para fijárselo aún más.

No quería decepcionar.

Pronto, lo interrumpieron porque debía salir al escenario.

Se sentía nervioso, aunque había paseado por centenares de pasarelas.

Antes de irse de ahí, se dio un último vistazo en los espejos de la habitación.

Cada croissant sacrificado había valido la pena.

Cada agujeta de su cuerpo macizo había valido la pena.

Se sonrió a sí mismo, sabiéndose guapo y hermoso, por lo que decidió que se quitaría la gabardina a mitad de su desfile, y sonreiría a pesar de estar prohibido. Y se ganaría al público y esperaba, en serio, ganarse a Marinette.

- ¡Agreste! – le pasó la voz, uno de sus amigos de pasarela, un modelo pelirrojo, Nath Kurtzberg. - ¡Que atuendo!¡Han reservado el mejor para ti! -

Presuroso, el modelo pelirrojo le tendió la mano, mientras lo repasaba con la mirada una y otra vez, francamente deslumbrado.

- El tuyo también es genial, Nath. –

- Lo sé, lo sé, pero estás …pareciera que lo hubiesen diseñado para ti. ¡Es espectacular!, ¿Por qué mejor no lo dejas para el cierre? Habla con el organizador. -

Pero no fue necesario hacerlo, al verlo, el organizador lo cogió del hombro y lo arrastró al final de la fila. Adrien se despidio de Nath alzando la palma de la mano.

- No sé de dónde has sacado eso, porque no lo tengo en mis notas, pero es un Dupain-Cheng sin duda alguna… irás de último, Agreste, cerrarás tú…y que dios me coja confesado si a la jefa no le gusta. –

Temblando, el organizador intentó sonreírle, pero en realidad, estaba a punto de llorar.

Un suave sonido procedente de un ejército de violines llenó el ambiente, callando a todos los modelos. El presentador habló, introduciendo la colección otoño de Gabriel Agreste, a manos del gran talento franco-inglés, Marinette Dupain-Cheng.

Un piano emitió su melodía.

Unos bailarines al fondo del escenario empezaron a bailar en parejas.

Kurtzberg batió su pelo rojo, metió las manos a los bolsillos y se lanzó a abrir el desfile, arrancando aplausos y fascinación.

Adrien tembló al fondo de la fila.

El sonido de las flautas, se unió a la canción que emanaba de los violines. Adrien reconoció, en su desesperación, qué ese sonido le pertenecía a un vals inglés. Romántico y triste. Agónico y lastimero. Un baile lento y curvo, como si la pareja se meciese de un lado a otro. Despacio. A Adrien se le rompía el corazón y no sabía por qué, tan solo sabía que quería complacer a todos, a la diseñadora, al organizador, a su padre, a sus amigos, a Manon, al vigilante de seguridad y a la novia de su padre, a todos, quería complacer a todos.

Angustiado, ansioso.

Quiso comerse un croissant.

Quiso besar a Marinette.

Quiso abalanzarse sobre ella, aplastarla contra el suelo y susurrarle al oído que la admiraba, que estaba desesperadamente enamorado de ella.

¿Por qué no?

Antes de su conversación en la panadería, ellos dos no habían intercambiado muchas palabras, algún saludo tal vez. Pero entre los modelos, que Marinette Dupain-Cheng, la seria y altiva diseñadora, los eligiese para desfilar era verdaderamente un honor, un premio. Y era una diseñadora justa, ni estrafalaria ni ridícula. Trajes clásicos y serios. La máxima exponente de la elegancia inglesa, adaptada a las pasarelas francesas.

Marinette Dupain-Cheng era un hito de la moda.

Adrien Agreste sentía su corazón latir desbocado cada vez que ella pasaba a su lado, cada vez que hablaba con algún compañero suyo, dando indicaciones. Le excitaba su voz dominante, su gesto adusto y soberbio.

¡Qué mujer!, pensaba Adrien, ¡qué intensa!.

Y, sin embargo, la admiración se trasformó en cariño al detectar amabilidad y suavidad en su voz, cuando enseñaba a Manon, cuando la aconsejaba. Adrien la veía acariciar la tela de los trajes, frotarse la seda de los pañuelos sobre el rostro, y observaba cómo su rostro serio mutaba a un rostro cariñoso y tierno, como si recordara tiempos mejores. Marinette se metía de lleno en una burbuja, como si recordara algo, algo pasado.

- Agreste, sigues tú. ¡Ve! – escuchó que le decían.

Y Adrien abandonó sus recuerdos para enfocarse en el suelo de la pasarela.

Tres, dos, uno.

¡Acción!

Se lanzó seguro y altivo hacia el pasillo, y de inmediato, las luces de los flashes de las cámaras lo enceguecieron como siempre. Debido a su experiencia, eso no significaba ningún problema.

Al tercer paso, recordó que iba a sonreír. Lo hizo entonces, no como un niño tierno, sino como un hombre. Torció la sonrisa, entrecerró la mirada. Abrió la gabardina, al ponerse las manos dentro de los bolsillos del pantalón.

Escuchaba rumores y murmuros de exclamación.

Los violines martillaban la música.

El pianista hacía cantar a su instrumento.

Los danzantes, detrás suyo, giraban y giraban, simulando ser figuritas que flotaban sobre el suelo.

Cuando llegó a lo más lejano de la pasarela, de un gesto rápido y certero, meneó los hombros e hizo caer la gabardina, recogiéndola al vuelo con una mano. Se la colgó en un brazo. Estiró la espalda y alineó los hombros, arrancó su sonrisa y puso un rostro serio. Giró sobre sí mismo, dio una mirada desdeñosa hacia el frente, hacia el público. Luego volvió a sonreír y siguió su camino, desapareciendo detrás de las cortinas en los laterales de la pasarela.

Al saberse fuera de las cámaras, se dejó caer sobre una pared y respiró agitado, con el corazón saliéndose por la boca.

- ¡Fenomenal, Agreste!. ¡Eso fue espectacular!.-

- ¡Increíble! -

- ¡Fascinante! -

El rubio no sabía de donde venían las felicitaciones, pero la ansiedad lo estaba consumiendo.

- De pie, de pie Adrien. – le murmuró Nath. – Viene mademoiselle Dupain, rápido, de pie. –

Si no fuera por Kurtzberg, Agreste hubiese quedado tendido sobre el suelo, pero el pelirrojo lo cogió de un brazo y tiró hacia arriba del rubio. Cogió la gabardina y se la volvió a colocar sobre los hombros.

Una altiva y francamente, enfurecida, Marinette, apareció como una tromba por detrás de ellos. Casi al borde del llanto.

- ¡¿Cómo te atreves?! - gritó furibunda. - ¡¿De dónde sacaste eso?! ¡¿Quién…-

Gabriel Agreste hizo su aparición en medio del backstage, enmudeciendo a todos ahí presentes, los modelos se hicieron a un lado y bajaron la mirada. Manon también tembló, sabiéndose culpable, y se puso a un costado de ellos, con la cabeza gacha.

- Dupain-Cheng, lo que he visto hoy, no lo volveré a ver jamás. Ha sido francamente, increíble. –

El diseñador observó a su hijo, que estaba moviéndose como un flan, mirándolo con los ojos abiertos como si fuera un búho. – Adrien, ese peinado te favorece. – añadió.

A continuación, Gabriel Agreste le ofreció la mano derecha a Marinette. Ella, aún enfurruñada por el hecho de haber incluido ese traje en el desfile, le clavó su gélida mirada azul, probablemente maldiciéndolo por dentro. Pero a pesar de eso, ella aceptó su gesto. Apoyó su palma contra la palma de su mentor. Gabriel cerró su mano, férreamente. Una vez la tuvo sujeta, Gabriel miró a su hijo y también le ofreció la mano izquierda. Su hijo la tomó sin rechistar y de inmediato.

- Vamos, la gloria nos espera. – les dijo a ambos.

Y así fue.

Apenas los tres pusieron el pie en la pasarela, todos los invitados se pusieron de pie y arrancaron a aplaudir. Gabriel, impasible, no emitió sonrisa alguna. Marinette tampoco. Alguien le alcanzó ramo de flores, ella solo asintió conforme. Pero Adrien sí, sí que sonrió, era su trabajo después de todo, sonreír, complacer. Él era un muñeco coleccionable en un escaparate. Él lo sabía. Siempre lo supo. Siempre lo aceptó.

Pero ese día, Adrien Agreste juró que para Marinette Dupain-Cheng él no sería un simple modelo, un maniquí. No, él quería ser para ella todo, su principio, su final. Su razón de vivir, lo primero que viera al despertar, lo último que viera al dormir.

La gente aplaudía sin cesar.

Marinette sólo quería llorar.

Adrien sólo quería reír.

.*.*

Cuatro años antes

- ¿Qué te pareció, Felix? - preguntó Marinette, desde arriba de la pasarela. Ella llevaba pantalones ajustados, una blusa corta mostrando la piel del ombligo y un blazer rosa pálido. Su cabello suelto, y un collar de perlas.

- Me pareces deliciosa y tierna. - pensó Félix.

El desfile había terminado hace ya un buen rato. Félix, visiblemente emocionado por lo que conseguía su novia, no pudo sino quedarse quieto en su banca, en primera fila, hasta que ella apareció atravesando la pasarela, para encontrarse con él.

No había nadie más que ellos dos ahí dentro.

Él sentado.

Ella de pie.

Él debajo, a sus pies.

Ella arriba, sobre él.

A pesar que escuchó la pregunta, Félix no dijo nada, en cambio, siguió en su silla sentado para luego mirar la orquídea que había traído para ella. Estiró la flor hacia su dueña, y bastante alegre, él le pidió que la aceptara.

- Enhorabuena Marinette, fue un desfile hermoso. Tu primer desfile...pero vendrán más, lo sé. -

Marinette estaba exultante. Había sido un desfile pequeño y compartido con otros jóvenes diseñadores. Ella presentó cinco trajes, uno mejor que el otro. Con modelos todos rubios y altos, sacados del gimnasio que estaba al lado de la cafetería donde antes trabajaba Marinette. Amateurs.

Marinette cogió la orquídea entre sus dedos, e inhaló su aroma, luego estiró los brazos y giró sobre sí misma, como una peonza.

- Te imaginas, Félix. Tener mi propio desfile, algún día. Todo un desfile para mí. Presentaría más de veinte modelos, todos profesionales. De ésos que ya saben su trabajo, a los que prácticamente no hubiera nada que corregir. Y quisiera tener una ayudante, de las que hacen todo por tí, ¿sabes? Yo podría hacerlo, pero no me daría tiempo de estar tras bambalinas y a la vez, estar sentada en primera fila. Sí, una ayudante, varios modelos, y clientes...muchos... - Marinette contempló la orquídea, de color amarillo, fragante y hermosa. Con delicadeza, se la pinchó en una de las solapas del blazer. - Quisiera una orquesta de cámara aquí. - señaló ella a su derecha. - Y un pianista entre ellos. Tocarían música clásica, o música actual versionada a clásica. Y bailarines, de esos que bailan en parejas. Y cantantes sí, de esos que cantan a capella. Y en medio de ellos, estaría la pasarela, atravesándolos. Y en ella, mis modelos caminarían. -

Félix sonrió intensamente al oírla soñar despierta.

Él quiso darle todo, sus sueños, sus esperanzas.

Estaba orgulloso de ella, de lo mucho que había conseguido con tan solo con un leve empujón.

- Lo conseguirás, Marinette, estoy seguro de ello. -

Pero el amor se sabe que es efímero y volátil, pasional. Y así como vino, podría irse. Félix había observado cómo era el mundo de la moda por dentro. Hombres y mujeres semidesnudos, culturistas del cuerpo, materialismo y placer, hedonismo. Y tuvo miedo. Marinette era guapa y perfecta, torpe sí, e impuntual, y dormilona. Roncaba por las noches, y en invierno, le quitaba la manta que compartían al dormir. Félix, congelado de frío, se arrullaba al lado suyo, teniendo que abrazarla para entrar en calor. Y él, en cambio, era tan distinto. Tan poco atractivo. Sabía que llamaba la atención, tan solo por ser alto y rubio, pero cuando abría la boca y empezaba a enfurruñarse, la gente volaba a su alrededor, alejándose de él.

Él tuvo miedo.

- Mari, ¿me llevarás contigo? ¿cuando seas realmente famosa y exitosa...estaré a tu lado? -

Marinette, desde arriba en la pasarela, observó hacia abajo, y contempló a su novio, inseguro por primera vez en su vida.

- Estaremos siempre juntos, Félix. Hasta el final. - Marinette dio unos pasos a izquierda y derecha, pensando que más decir. - ¿y tú? ¿tú estarás junto a mí? Hoy una modelo te estaba mirando, no te quitó la vista de encima. Es más alta que yo, tiene mejor cuerpo...en mi familia, tendemos a engordar cuando envejecemos, y soy pequeña, será más pequeña aún. Yo...¿estás seguro que yo...?.-

- Oh, Marinette yo te amaría aunque fueras redondita como un bollo. -

Marinette abrió la mandíbula y se carcajeó sinceramente. Él también la acompañó en su risa, aligerando el ambiente.

- Nunca me dejes, Marinette. No podría soportarlo. Déjame estar a tu lado. -

Félix dejó su silla y se puso de pie. Estiró sus brazos hacia ella y adelantó un pierna para soportar mejor el peso. La miró dichoso y feliz.

- Ahora ven, Marinette. Ven aquí, cielo. -

Marinette reía aún, ahí arriba donde estaba. Estaría como a un metro del suelo. Colocó su cabello por detrás de las orejas, sujetó bien la orquídea y contempló a su novio, antes de lanzarse sobre él.

Y ella lo recordaría así, perfectamente peinado, con su mirada esmeralda brillando en la profundidad de sus ojos, sus labios tirantes imitando una sonrisa sincera, su pose perfecta, sus brazos fuertes esperando recibirla en ellos. Y su amor. y sus palabras. Su confianza en ella, su orgullo y sus dudas.

Lo amaba tanto.

La amaba tanto.

- Vamos, cariño - insistió Félix.

Marinette cogió aire, tomó impulso y se lanzó hacia delante.

Los brazos abiertos, la flor en su mano, una sonrisa en su rostro.

Ella gritó su nombre.

Él la recibió en sus brazos.

La hizo girar un par de veces y luego, mareados y atontados, empezaron a reír, nuevamente.

Se dieron la mano, entrelazaron los dedos, columpiaron los brazos, se miraron a los ojos.

Echaron a andar.

Afuera, era otoño otra vez. Las hojas caían, y el viento, soplaba fuerte.

.

.

.


Hola! uy que me quedé dormida como un tronco y no actualicé! Deshonor, verguenza!

Agradezco enormemente a los comentaristas, he intentado contestar a casi todos. Como os decía previamente, llevo contando dos historias en tiempos distintos.

Quizá una historia más bonita que la otra. O quizá más efímera.

Mientras tanto un poco más de dulce felinette. ¿Habéis visto a la gran danismilek en IG?...ESTA HACIENDO MARAVILLAS, pero maravillas, id a verla -usuario danismilek.

Un fuerte abrazo.

PD. creo q un cap más y preparen pañuelitos.

Lordthunder1000