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El Otro Dean
Por Ladygon
Capítulo 6: Los dos Dean.
Entraron al galpón con sus armas en la mano. Castiel iba con su espada y Dean con un machete ostentoso, el cual compró en una casa de empeños de la ciudad. Comenzaron a revisar el lugar de las víctimas, tratando de encontrar alguna pista que le dijera si era un vampiro solitario o indicios de dos o más, porque eso significaba que había un nido cerca.
Estaban viendo las marcas de las víctimas dibujadas en el suelo.
—¡Cas!
Castiel miró al frente para ver a Dean, pero no era este Dean. Miró hacia la entrada y ahí estaba Dean con Sam a su lado, ambos con rostros sorprendidos.
—¿Dean? —preguntó Castiel.
Ahora fue una situación bastante extraña, porque tenía a los dos Dean de frente y ya no podía diferenciar, cuál era cuál. Podía porque el Dean del mundo paralelo usaba una barba sexy, aunque fueran como dos gotas de agua.
—¿Quién es ese? —preguntó el Dean recién llegado con altanería.
—Eres tú de otro mundo, uno post apocalíptico —explicó Castiel.
—¿Y qué hace aquí? —preguntó Dean con agresividad.
—Vine a estar con Cas —dijo el otro Dean con la simpleza de quien habla del clima.
—Pues ya estuviste, ahora te vas —ordenó Dean.
Los dos Dean se pusieron en actitud de ataque pasivo, es decir, uno apretó su machete con una mano y el otro fijó su arma al frente. Castiel se puso al medio mientras Sam trataba de controlar a su hermano.
—Basta Dean, nos iremos —dijo Castiel.
Castiel tomó la mano del otro Dean y pasó por al lado de los hermanos con dirección a la salida. Sam tuvo que detener a su hermano para que no disparara su arma.
—Dean —dijo su hermano moviendo la cabeza en forma negativa.
Sin embargo, Dean no lo iba a dejar estar así no más, tenía que empeorar las cosas.
—¡Cas! ¡Detente! ¿Adónde crees que vas?
—Me voy Dean, dejémoslo así.
—¿A qué te refieres con eso? No puedes irte.
—En realidad, ya me fui. Creo que eso quedó claro.
—Cas, quiero hablar contigo.
—Ya hablamos Dean, ahora me voy.
Dean no sabía cómo hacer para detener a Castiel, pero tampoco sus pies se movían. Castiel no logró subirse al vehículo para seguir su viaje junto con el otro Dean. Ni siquiera miró hacia atrás.
—Cas —dijo Sam—. No te vaya así. Ni siquiera sé por qué Dean y tú se molestaron.
—Pregúntale a él.
—Te estoy preguntando a ti.
—Sam, no puedo seguir con ustedes. Discúlpame, pero ya no es necesario seguir con esto.
—¡Cas, somos familia!
—No, ya no más.
Subió al vehículo sin mirar para atrás. Sin ver el rostro sorprendido de Sam, quien estaba muy impactado con la respuesta de Castiel y solo entró con rapidez hacia el galpón donde estaba su hermano Dean. Agarró a Dean de las solapas.
—¡Dean, reacciona! ¡Cas se va!
Dean solo abrió los ojos como si recién comprendiera lo que estaba perdiendo. Corrió hacia la salida, pero fue demasiado tarde, porque el vehículo partió.
—¡Vamos a seguirlo!
—No —dijo Dean.
—¡Qué, por qué no!
—¿Olvidas que tenemos un caso que resolver?
Ahí estaba el deber ante todo y era cierto. Si no tomaban el caso, habría más muertes que lamentar.
—Yo veré eso. Ve a detenerlo —dijo Sam.
—No te dejaré solo. Puede ser un nido de vampiros.
—Aunque lo sea, debes ir por Cas.
Dean no le respondió.
—¡Dean!
—Después de esto, iremos por él.
—Después será demasiado tarde.
Siguió un silencio después de eso.
El vehículo iba a una velocidad moderada. Seguía su camino hacia el destino que plantearon entre ellos dos.
—¿Estás seguro Cas?
—Lo estoy —dijo sin ninguna duda.
Eso era suficiente para él. No le importaba los otros, solo Castiel. Es cierto que le dio gusto y sorpresa ver a Sam, pero ese no era su hermano. Este era tan adulto, tan maduro que cuando lo vio, no pudo reconocerlo a la primera ojeada, sino cuando comprendió que estaba delante de Sam, del Sam de este mundo. Se veía bien y fuerte, por un lado le dio nostalgia, pero no podía descuidar a Castiel, así que alejó sus sentimientos para enfocarse en lo importante. Era su forma de sobrevivir en el Apocalipsis. Las emociones en control, si te golpeaban, recupérate pronto, porque si te descuidas, mueres.
—¿Quieres ir al motel por las cosas? —preguntó Dean.
—Me gustaría seguir con el viaje, pero dejamos el notebook. Es mejor regresar rápido, pagar la cuenta e irnos.
—Está bien.
Regresaron rápido y Dean quedó en el vehículo mientras Castiel iba por las cosas. Volvió aún más rápido y subió al vehículo como si lo persiguieran en verdad. Dean estaba preocupado al respecto, nunca lo vio de esa forma cuando convivió con su ángel en el otro mundo.
—Cas, podemos seguir el viaje sin problemas hasta el otro pueblo o deseas seguir de largo.
—Sigamos.
Tal como lo pensó Dean, con esa respuesta le dio a entender que el ángel estaba huyendo. No lo culpaba, después de todo él también huyó de su mundo, prefiriendo esto en vez de quedarse y morir con él como debía hacerlo un verdadero héroe.
No se arrepentía, porque estaba con Castiel y eso importaba más que cualquier cosa. Importaba estar con él, porque no veía su vida sin él, podía existir en este mundo si estaba al lado de su ángel. Si él quería vivir lejos de la cacería, también lo seguiría. Desde ahora en adelante viviría por Castiel.
Conduciría todo el resto del día y toda la noche si era necesario. Entre más distancia mucho mejor. Era la forma de sentirse seguro y si Castiel lo necesitaba, entonces se lo daría con mucho gusto. La velocidad fue una prudente, pero constante. Pronto estarían en el próximo pueblo.
—Si quieres puedo conducir. Yo no necesito dormir —dijo Castiel.
—Sé que no necesitas dormir, pero tienes razón.
Cambiaron de lugar y Castiel manejó todo el tiempo. Dean prefirió dormir en el asiento de copiloto. Hace tiempo no dormía tan bien en un vehículo. Después se fijó en algo que no había tomado en cuenta: Baby. Debió estar en ese momento cuando salieron del galpón, pero no se dio cuenta. Si no estuviera tan ensimismado en lo que estaba pasando, pudo haberlo visto. Suspiró triste, aunque también estaba feliz de ver a ese Sam tan bien.
Durmió todo el camino hasta el otro pueblo y cuando despertó se dio cuenta que no habían parado en ningún momento.
—¿Cas?
—¿Sí?
—¿Revisaste el tanque de gasolina?
—Lo chequeé. Todavía tenemos suficiente para llegar al otro pueblo.
—En ese caso, estamos bien entonces ¿No quieres que conduzca yo?
—Estoy bien.
—Ok, veremos donde estamos.
Sacó un mapa de la guantera y comenzó a mirarlo. Castiel pensó en el GPS, pero después descartó la idea, quizás con el asunto del Apocalipsis, Dean no esté familiarizado con el sistema. Así que después de dar vueltas el mapa un par de veces, solo sintió una sonrisa florecer en sus labios. Siguió con su vista al frente conduciendo.
—¿Cuánto nos falta para llegar al otro pueblo según el mapa? —preguntó Castiel
—No mucho, estamos a un par de kilómetros.
—Mmmmh.
—¿Qué pasa?
—Creo que ese mapa está malo. Son cinco kilómetros exactos.
Dean sonrió de buena gana y recordó el excelente sentido de orientación que tenía su ángel.
—Tienes razón, son cinco kilómetros.
—Ya lo decía.
Siguieron en el viaje y llegaron pronto al otro pueblo, donde Castiel no quería quedarse, pero por Dean debía hacerlo. Dean era humano después de todo, tenía que descansar. Llegaron a un motel y Dean lo primero que hizo, fue ir al baño para darse una ducha. Esa ducha le supo a gloria, todas las duchas le daban esa sensación, porque después del Apocalipsis, no había agua de esa forma para bañarse, entonces, disfrutar de eso era la gloria pura.
Castiel pidió una pizza para Dean. Esta llegó bastante rápido, así que cuando Dean salió de la ducha y la pizza lo estaba esperando.
—¡Ah, esto es fabuloso! —dijo Dean con la bata puesta.
Dean caminó hasta la pizza y sacó un trozo con muchas ganas para llevárselo a la boca. La comió a grandes bocados con unas deliciosas palabras de lo exquisita que estaba. Castiel sonrió al ver a Dean tan Dean, como si hubiera olvidado todas las preocupaciones en un instante. Eso lo hacía sentirse bien y olvidar un poco lo sucedido hace un rato.
Castiel también agarró un poco de pizza y la probó. Le gustaba sentir los átomos de esa comida en su paladar. Se podía decir que lo disfrutaba, no tanto como los humanos, pero eso no lo sabía él. Dean lo sabía, de otra forma muy especial.
—Me gusta verte comer —dijo Dean.
—No lo hago a menudo solo como un acto social.
—Me gusta socializar contigo, entonces.
El ángel sonrió divertido con la respuesta de Dean.
—Eres tan hermoso —le dijo Dean.
—Tú también lo eres —respondió Castiel.
Las sonrisas se volvieron muy dulces, Dean tomó la mano de Castiel con cuidado, como si fuera del cristal más fino a punto de quebrarse. El calor que transmitía era diferente a todo lo que había experimentado en la tierra. Es cierto que había tocado a Dean en varias ocasiones, pero nunca lo tocó de esta forma, tan suave y con tanta intensidad al mismo tiempo.
El rostro de Dean se acercó como si fuera magia de lo rápido que lo vio sobre él. No se hizo para atrás o alguna acción evasiva, sino que se quedó donde mismo estaba, miró los labios del otro, volvió a mirarlo a los ojos. Luego debió saberlo, era obvio, el sabor, el calor y los labios sobre los suyos. El problema es que nunca sintió eso antes, era nuevo, con un hombre era todo nuevo y con razón cuando sintió que los brazos fuertes y masculinos lo abrazaban. Ahí sintió que tenía alas otra vez.
Ladeó la cabeza y el beso se volvió profundo. Le gustó esa lengua caliente dentro de su boca, la forma como entrelazaba su lengua como masajearla era placentera. Las manos fuertes recorriendo su espalda y la piel como se sentía extraña. Los labios seguían su exploración lenta, pero al mismo tiempo intensa. Mucho sabía ese Dean de él, cosas que hasta él ignoraba de sí mismo. Eso en vez de molestarlo, le encantó, como todo lo que estaba sintiendo.
Dean quería decirle algo, pero no pudo para no romper el momento mágico que se estaba dando. La continuación de eso era imprescindible, porque lo deseaba demasiado. Los besos continuaron siendo un verdadero descubrimiento agradable. Asimismo, Castiel descubrió que deseaba esto desde hace mucho y ahora tenía la oportunidad y no debía desaprovecharla.
Caminaron unos pasos con algo de torpeza hasta la cama, donde cayeron y siguieron besándose sin despegarse el uno del otro. Dean tenía la experiencia necesaria, así que fue quien tomó la iniciativa y Castiel se dejó hacer. Dejó que se le subiera encima y comenzara a quitarle la ropa con cuidado sin dejar los besos fogosos en sus labios y en su cuerpo. Creer o no creer lo que estaba pasando, ya no tenía ninguna importancia. La importancia iba por otro sentido que todavía no podía vislumbrar.
Lo quería hacer de esta forma, le estaba gustando mucho. Esos besos le hacían sentir increíble, en especial en su cuerpo. Las manos en su cuerpo desnudo también le estaban gustando demasiado. Se sentían bien, muy bien. Cuando lo acarició allá abajo, fue como elevarse en una nube de placer inimaginable. Perdió un poco la visión de lo que estaba sucediendo, así que no se dio cuenta cuando lo chupaban de maravilla.
Eso se sentía increíble y quería que todo continuara. Los besos, abrazos y las murmuraciones, porque Dean estaba murmurando cosas bastante sugerentes que le hacían sentir bien.
—¿Te gusta esto? —preguntaba Dean con voz sensual.
Por supuesto que le estaba gustando todo lo que le hacía. Tuvo ganas de acariciarlo y responder a todas esas cosas. No tenía tanta experiencia en el sexo como la tenía Dean, aunque dudaba si había tantas personas con la experiencia de Dean. Así que era un poco torpe para deslizar sus manos y se guiaba por lo que vio en el porno.
—Deja de pensar tanto —le dijo Dean.
—¿Cómo sabes lo que estoy pensando?
—Puedo escucharte, ya sé, no tengo ese poder, pero te conozco. No digas nada y solo relájate.
Castiel lo miró con intensidad y supo que podía confiar en él, así que se relajó. Esto fue automático tanto que Dean esbozó una sonrisa satisfecha y sensual. Castiel estaba viendo que su desempeño era bueno, esto lo puso contento. Había diferencias en lo que estaban haciendo y las películas porno, principalmente, porque no vio hombres homosexuales, así que las sensaciones eran una novedad gigantesca, además de una delicia.
La presión fue extraña y sentir la invasión de su cuerpo también lo fue, pero se sintió bien. No dolió tanto como creyó, además estaba acostumbrado al dolor y tenía mucho aguante. Una verdadera delicia para Dean que sabía esto muy bien.
—¿Estás bien? —preguntó Dean cuando ya estuvo al fondo.
—Se siente extraño, pero bien.
Dean le dio una linda sonrisa de satisfacción. A Castiel le encantó esa sonrisa, sintió orgullo el saber que él la causaba, aunque después de eso, sintió el vaivén dentro de su cuerpo y eso dolió, así mantuvo su aguante. Dean se detuvo, esperó que se acostumbrara, después siguió con delicadeza. Se movía con lentitud y eso lo agradecía mucho. La ternura en su cuerpo fue de lo mejor, esos besos y caricias lo hacían sentir como lo más precioso de universo. Deseaba lo que estaba sintiendo y parecía que Dean lo sabía de siempre. Tenerlo adentro, sentirse lleno de él, lo conectaba en formas que no conocía.
El movimiento se hizo rápido, sentía los golpes, el ruido que hacía y el ruido que hacía Dean. Era todo tan erótico, que perdió la cabeza. Dejó que lo mecieran todo lo que quisieran para placer completo de él. Las olas de placer lo embargaban y lo sentía en su cuerpo. Pronto sintió como una bomba de energía en su interior, parecida a las que lanzaba con sus manos. El orgasmo lo invadió por completo y eso fue increíble.
Terminó, doblando la espada con un grito delicioso para los oídos de Dean. Dean sintió venirse al momento de escucharlo, es que era tan erótico, tan increíble y lo amaba tanto que sintió estar en la gloria. No podía estar mejor, estaba feliz de venir a este mundo a encontrarse con Castiel otra vez.
Lo besó en los labios con profundidad y luego comenzó a limpiarlo con su camiseta. Después se acostó a su lado y lo abrazó con cariño.
—Te amo, Cas…
—Yo también te amo… Dean...
Dean sonrió, no permitió que una duda cruel lo atacara de ninguna forma. Se pegó a su espalda y cerró los ojos, antes de quedarse dormido, le dio un beso en la nuca. Castiel no durmió, porque obvio, era un ángel y los ángeles no dormían, pero decidió permanecer en ese lugar calientito al lado del cazador.
Fin capítulo 6
