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El Otro Dean

Por Ladygon

Capítulo 8: Viviendo el momento.

Dean descansó como nunca lo había hecho, en realidad nunca tuvo un momento de descanso, porque siempre pasaba algo en su vida. Una lucha continua sin tregua, sin ninguna posibilidad de tener un tiempo para él o para ellos. Era la primera vez que se sentía con tanta tranquilidad y felicidad. Así fue hasta la mañana siguiente y sabía que sería de igual forma todos los días, de ahora en adelante.

El camino fue maravilloso. Le tocó manejar y pudo hacerlo con felicidad. Ni siquiera notó la música del radio. Castiel lo miró de reojo, veía su hermoso perfil con mucho interés, siempre le gustó ese perfil y podría estar siglos viéndolo sin cansarse, con barba o sin barba era hermoso. La carretera parecía menos interminable, ya estaban a punto de llegar a su destino. Podrían ver el mar por fin, nadar y vivir cerca de la playa. Quería darse una nueva oportunidad.

La conversación no fue necesaria por largo tiempo, le gustaba estar a su lado en silencio. Ellos podían sentirse como si fueran uno solo y eso era suficiente. El calor se hacía sentir en su cuerpo. Quitó las prendas de más y quedó en remera. Estaban a punto de llegar a su destino y la carretera los llevó hasta donde querían.

El mar era espectacularmente hermoso. El azul del Océano Pacífico siempre le llamó la atención a Castiel, pero la atención se la llevó Dean, quien estaba fascinado.

—Se parece a tus ojos —dijo Dean.

—¿Qué cosa? —le preguntó su despistado.

—El color del mar es igual al color de tus ojos cuando le da la luz del sol.

Castiel retiró la vista de inmediato. Esto era símbolo de mucha vergüenza de su parte y le dio ternura a Dean verlo de esa forma tan adorable. Castiel siempre fue adorable y lo amaba por eso.

—Ven, vamos a caminar a la playa —dijo Dean.

Castiel asintió y dejaron el vehículo estacionado. El sol estaba en lo alto, daba mucho calor y las personas estaban disfrutando de igual manera el día. La playa tenía mucha gente, pero nadie dio cuenta de ellos dos, porque todos estaban en sus asuntos. Los cuerpos disfrutaban de las bondades de la playa, descansando, leyendo, jugando y riendo.

—Esto es el paraíso —dijo Dean.

—Podría serlo —respondió Castiel.

—No tendría problemas si fuera así.

Castiel sonrió con tanta ternura, que el corazón de Dean dio un vuelco. Decidieron sacarse los zapatos y se arremangaron los pantalones. Caminaron por la playa, Castiel decidió sacarse la gabardina. Él no sufría de calor como Dean, pero lo hizo parecer natural. También sacó su corbata y abrió la blusa.

—Te ves sexy —le dijo Dean.

—Solo me quité la gabardina.

—El sol te hace ver luminoso. Eres un ser de luz Castiel, pero rondas por la oscuridad y no dejas ver tu belleza.

—No digas esas cosas. No pareces tú.

—Cierto, pero soy yo. La diferencia es que estoy muy enamorado de ti y he vivido en la oscuridad. No quiero seguir viviendo de esa manera —respondió Dean con convicción.

Tomó la mano desocupada de Castiel, la que no llevaba los zapatos ni la ropa. Dean también llevaba los zapatos en la otra mano, pero tomó por sorpresa al ángel. Este lo miró con curiosidad, sin soltar su mano. Dean sonrió con amor.

La brisa marina acarició los cabellos de ambos y las olas bañaban sus pies con timidez. Los rostros se acercaron para un beso dulce lleno de deseos. Los ruidos de los bañistas llegaron a sus oídos, eran sonidos de felicidad, de diversión continua: una diversión que les auguraba lo mejor de la vida.

Castiel fue feliz en ese momento. Cuando el besó terminó, miró a su alrededor por si aparecía el Vacío odioso a llevárselo, pero no sucedió nada. Esto le pareció muy extraño, frunció el ceño con sospecha. Miró alrededor, quizás esto era algún tipo de alucinación a causa de un monstruo o Chuck queriendo tomarle el pelo, o incluso, el Vacío riéndose de él

—¿Qué pasa Cas? —preguntó Dean con curiosidad.

—No estoy muerto —dijo Castiel.

—¿Y por qué tendrías que estar muerto?

—Porque soy feliz y esa era la condición para que viniera el Vacío por mí.

—Quizás no le guste la playa —dijo Dean con diversión.

—Es cierto, no creo que le guste —razonó Castiel.

Dean rio de buena gana. Castiel siempre fue divertido y le divertía su actitud adorable. Siguieron caminando por la playa de la mano a vista de todo el mundo. Si alguien los miraba solo era porque eran una pareja muy bella y nada más.

—Prométeme una cosa —dijo Castiel.

Esto le dio mala espina a Dean y no quiso hacerlo, solo quedó en silencio. Castiel pensó que su respuesta era afirmativa.

—Si desaparezco, no me busques. Lo seguro es que el Vacío me llevó —explicó Castiel.

—No será necesario buscarte —dijo Dean.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres?

—Cuando el Vacío venga por ti, yo me iré contigo.

Castiel abrió los ojos asustados.

—No dejaré que hagas eso —aseguró.

—Vine por ti y no te volveré a perder. Estaré en dónde tú estés —refutó Dean.

A Castiel esto lo asustó. No podía dejar que muriera por su causa después de todo lo que pasó. Por lo menos alguien debía quedar vivo para disfrutar de la vida, era lo mínimo. Sus pensamientos quedaron con este amargor.

—¿Por qué te preocupas tanto? Si una cosa he aprendido de todo lo vivido, es que se debe vivir el momento, porque el futuro llegará después —dijo Dean.

—Pero Dean, tú siempre has luchado por un futuro.

—Eso es cierto, pero hay cosas que no podemos controlar por más que luchemos. Tú tienes un trato con ese ente y no lo puedes deshacer. Te lo digo, yo quise salvar a mi hermano y nunca lo logré, se me fue la vida intentando hacer eso cuando lo que debí hacer, fue pasar más tiempo viviendo. Así cuando llegara el momento, no lo lamentaría tanto.

—Siempre nos hemos preocupado por el futuro de la humanidad —respondió Castiel.

—Pues es hora de ser diferentes.

Castiel lo miró con sorpresas, nunca pensó en ver a Dean de esa forma tan fuerte. Dean era fuerte, pero al sentirlo y verlo de esa manera, tenía un significado especial para él. Uno que quitaba la preocupación que sentía en el interior de su recipiente humano. Disfrutar las pocas horas que le quedaban con él, no parecía ser mala idea.

—¿Vamos a comer algo? —preguntó Castiel.

—Vamos. Busquemos un buen hotel. Esta es una ciudad grande, así que busquemos un lugar donde nos atiendan como reyes.

Castiel asintió, parecía ser una excelente idea y eso hicieron. Después de pasear por la playa, fueron a un restaurante a comer. Uno de esos pintorescos, donde tienen burritos de cinco libras de peso: "El Tepeyac". Tuvieron que hacer una enorme fila.

—¿Por qué quieres comer aquí? —preguntó Castiel.

—¿Bromeas? Salió en "Man vs Food", me encanta ese programa —decía Dean, restregando sus manos.

—¡Oh! ¿Es tipo que come como si se fuera a morir?

—¡Ese mismo!

Curioso que fueran a comer de esa forma, pero si hacía feliz a Dean, él apoyaría. Dean estaba emocionadísimo, parecía niño en dulcería. Comería un burrito decente para variar y se tomaría todo el tiempo del mundo para hacerlo.

—¡Amo los burritos! —decía Dean.

—Lo sé.

Era tan grande que tuvieron que comerlo con tenedor. Lo pasaron muy bien, Dean fue capaz de comerse uno completo y el de Castiel tuvieron que llevárselo, porque ni siquiera Dean fue capaz de atacar el plato del ángel después del suyo.

—¡Ah, estuvo tan rico! ¡Fue lo más delicioso que comí desde hace mucho! —exclamó Dean.

Después siguieron paseando por la ciudad.

—¿Dónde iremos ahora? —preguntó Castiel.

—¿Dónde quieres ir? Estamos de cita, así que podemos ir a cualquier parte.

—¿En serio estamos de cita?

—¿Lo dudabas?

—No, bueno, sí…

—¿Te quieres casar conmigo? —lanzó Dean sin más.

—¿Qué?

—Casarte. Busquemos una joyería y compremos los anillos.

Tomó de la mano a Castiel y lo arrastró por las tiendas del lugar, buscando una joyería. Entraron a una muy elegante. Los precios andaban por las nubes, pero Dean no se asustó.

—Dean no podemos comprar eso es muy caro.

—No te preocupes.

Castiel vio medio nervioso cómo compraba un anillo para su "novio" y alardeaba de estar muy enamorado. El ángel quedó intrigado de dónde sacaría el dinero para semejante gasto. Las alianzas matrimoniales no estaban nada baratas. También le sorprendió cómo se desenvolvía con naturalidad con la vendedora, sin un atisbo de vergüenza. Ese definitivamente no parecía ser Dean.

—¿Te gusta este?

—Estará bien. Deberíamos irnos —respondió Castiel bastante nervioso con la situación.

—Si te gusta este Cas, lo llevamos.

Después comenzó con el proceso de compra. Castiel miró alrededor, quizás tendrían que salir corriendo. Preparó las patitas y la mente para identificar donde dejaron el vehículo. Estaba trazando el camino, cuando Dean pasó la tarjeta de crédito y la vendedora la pasó como si nada.

Salieron de la tienda con los anillos y las felicitaciones de la vendedora.

—Bien, ahora llamaremos al teléfono que nos dio la señorita.

—¿De dónde sacaste la tarjeta?

—Sé falsificar una tarjeta Cas.

—¿Qué?

—¿Aló?

Dean no le dio más explicaciones, comenzó a hablar por el celular mientras Castiel quedó con la pregunta en el aire. Después de unos minutos, Dean colgó.

—Bien, nos están esperando. Vamos ahora mismo.

No dejó que le respondiera nada, solo tomó de su mano y lo guio hasta el vehículo. Momento después, estaban en una especie de capilla pequeña, bastante linda. El viaje se le hizo cortísimo. Bajaron y en verdad los estaban esperando.

Casarse con Dean fue un sueño, uno bastante lindo. Todo pasó rápido. Los hicieron pasar, les prestaron unas túnicas que se pusieron sobre la ropa. Dean eligió el color azul, parecía ser el color favorito. Después el maestro de ceremonia los hizo ponerse uno al lado del otro. Leyó un libro frente a ellos y les hizo repetir unas palabras.

—¿Tienen votos preparado? —preguntó el maestro de ceremonia.

Dean quedó pensando, no tenía nada, menos Castiel.

—Yo no tengo nada preparado, pero quiero decir algo.

El maestro de ceremonia le dio el paso con un estiramiento de mano. Dean se puso de lado para quedar al frente de Castiel.

—Quiero decirte Cas, que todo lo que te dije en la playa es cierto. Yo estaré a tu lado e iré donde vayas —dijo Dean.

Castiel tuvo un leve sonrojo, con una sonrisa dulce. Supo que no era la primera vez que decía esas palabras o se casaba con él. Debió hacerlo antes para decir esas lindas cosas, ya debió decirlas con anterioridad.

Procedieron con la ceremonia nupcial y se besaron al declararlos esposos. Pusieron música envasada y una señora les tiró pétalos de flores. Castiel estaba feliz, Dean también. Los anillos quedaron preciosos en sus dedos.

Salieron de la capilla nupcial con las mismas vestimentas de antes. Tuvieron que devolver las túnicas, pero algo había cambiado profundamente. Dean sabía dónde quería ir: al hotel.

Llegaron a uno exclusivo de la ciudad. Dean pidió la habitación y ya la tenía reservada con su nombre verdadero.

—Somos Castiel y Dean Winchester —le dijo a la recepcionista—. Pedimos la suit nupcial. Somos recién casados.

La recepcionista los felicitó y comenzó el registro. Llamaron al botones para que los guiara a la habitación, pero reusaron la oferta, porque no traían equipaje de ningún tipo, salvo el laptop y el bolso de mano de Dean. La habitación era muy grande, limpia y maravillosa. Comparable a la de un hotel de cinco estrellas. Solo había una cama con cojines de corazón. Estaba muy bien, todo estaba muy bien.

—¿Desde cuándo llevas preparando todo esto? —preguntó Castiel.

—Casi desde que llegué, cuando decidimos venirnos a Los Ángeles. Hice unas reservas, llamé y aquí estamos.

—Pudiste decirme.

—Era una sorpresa ¿Sorprendido?

—Sí, mucho.

—Me alegra, esa era la idea. Es hora del servicio al cuarto, podemos ocupar la piscina y darnos la gran vida de Luna de Miel.

Castiel sonrió y sí, era lo que quería. Lo deseaba desde que decidió venir a este paraíso terrenal.

Comieron en la habitación y usaron el jacuzzi delicioso. Tomaron champagne y celebraron sus bodas. Después hicieron el amor en la cama, Castiel tomó la iniciativa sobre él y Dean sonrió de buena gana. Desde ahora en adelante, Dean tendría problemas si quería estar arriba, porque le gustaba mucho estar abajo y que Castiel lo tomara, que entrara en él como lo hacía, de esa forma tan brusca y suave al mismo tiempo. Marcaba un vaivén intenso no por lo rápido, sino por la profundidad que alcanzaban sus golpes. Sus caricias lo hacían sentir vivo, que en realidad estaba viviendo en otro mundo lejos de la muerte y sus orgasmos le daban esperanzas de tener un futuro feliz.

A la mañana siguiente, se levantaron temprano con muchos besitos. Tuvieron un rapidito con el ángel al mando, después al baño y desayuno al cuarto.

—Te amo —dijo de improviso Castiel.

Dean se detuvo en el acto y lo miró con significado como si no creyera lo que estaba diciendo.

—¿Me amas a mí? —preguntó Dean.

Castiel comprendió lo que quería decirle, así que tenía que especificar.

—Te amo a ti, solo a ti por lo que eres y por hacerme feliz.

El ángel sonrió con hermosura y Dean le respondió con otra sonrisa. Entonces sucedió:

Vino el Vacío por él.

Una masa negra manchó la pared detrás de Castiel. Este no pudo verlo, pero Dean lo vio y corrió hacia Castiel y lo abrazó con fuerza para luego besarlo con pasión. Castiel respondió el beso con felicidad, porque sintió el amor que emanaba de Dean en todo su ser. Ni siquiera se dio cuenta cuando el Vacío los envolvió a ambos con esa masa negra y se los llevó por la pared.

La habitación quedó vacía, con solo el laptop abierto en una página sobre turismo. Un recorrido por la hermosa ciudad y lugares para recién casados.

Fin capítulo 8