Cinco cosas.

Summary: Blaise Zabini es un chico observador. Es enigmático, con un ojo inigualable para la estética y una lengua sarcástica y mordaz que pocos saben apreciar. Él se maneja en terreno neutral, pero es posible que sea quien mejor conoce a sus compañeros de casa. Y en esta ocasión, nos cuenta cinco cosas de cada uno de ellos.

Disclaimer: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling.


I.

Draco Malfoy tiene un serio problema con las golosinas.

Para alguien cuya madre le envía cada semana una generosa dotación de chocolates franceses, Malfoy no le pone muchos remilgos a cualquier cosa que tenga entre sus ingredientes toneladas de azúcar.

Desde que se nos autorizó a pasear en Hogsmeade los fines de semana, su reserva de golosinas comienza a rivalizar con las dimensiones de la propia Honeydukes; incluso ha encantado su baúl para hacer más espacio a todas sus compras. Éste último fin de semana, sin ir más lejos, se ha gastado diecisiete galeones, cinco sickles y tres knuts en ranas de chocolate, pasteles de calderos, varitas de regaliz y lo más sorprendente de todo: veinticinco cajas de grajeas Bertie Bott de todos los sabores.

II.

Una vez lo encontré leyendo Corazón de Bruja.

¿Lo peor de todo? Ni siquiera se estaba escondiendo. En un costado de la Sala Común, sentado junto a los enormes ventanales e iluminado por la tenue luz verde del Lago Negro, un Malfoy de catorce años pasaba tranquilamente página por página de un ejemplar color rosa chillón que había hurtado a Daphne.

El artículo que finalmente capturó su atención (y mi mirada de reojo, ya que estamos en ello), tenía un título rimbombante: "Amor sin hechizos: quince regalos que vuelven loca a cualquier bruja".

La siguiente semana – el día de San Valentín –, puso en práctica sus recién adquiridos conocimientos: un enorme globo con forma de unicornio atravesaba la Sala Común hasta llegar a los brazos de una sonrojada Pansy Parkinson, quien montó un escándalo emocional al recibirlo. Después ése infame regalo, vinieron muchos más. Un viejo jersey de Quidditch, una cadena de oro de la que pendía un dije de la letra "D", muchas historias inverosímiles para presumir delante de ella, muchas visitas tarde por la noche a la Torre de Astronomía.

III.

Es un maníaco del orden.

Draco puede ser muchas cosas, pero no hay espacio para la improvisación o desorganización en su vida. Desde sus ropas, colgadas en ganchos con una distancia de tres centímetros entre cada uno de ellos, hasta las cuatro vueltas que le da a las mangas de la camisa para que le lleguen a los codos. Nada es dejado al azar.

El aspecto desenfadado que ha adoptado desde tercer curso es cuidadosamente orquestado cada día por la mañana. Su mochila lleva estratégicamente colocado cada banderín de Quidditch y cada pin de Slytherin. También es un obseso de la puntualidad; baja al campo de Quidditch al menos veinte minutos antes del inicio de los entrenamientos para asegurarse de ser el primero y nunca se queja de la tiranía con la que Flint los ejercita. Es constante, disciplinado y exigente, lo que lo convierte en el mejor jugador del equipo.

No que lo vaya a escuchar alguna vez de mi parte, claro.

IV.

En quinto curso perdió una apuesta con Graham Montague y tuvo que nadar desnudo en el Lago Negro.

Fue la apuesta más estúpida de la historia, pero Malfoy siempre ha sentido una perniciosa necesidad de probarse frente a los demás. ¿El reto? Comer diez huevos de doxy sin vomitar en el intento. Cómo es que planeaba forzar a su organismo a no expulsar una sustancia venenosa de su cuerpo es algo que escapa por completo de mi entendimiento, pero iba por el octavo espécimen cuando empezó a sufrir arcadas y su vómito fue a parar a los pies de una muy disgustada Tracey Davis.

Después de administrarle el antídoto, Montague lideró al grupo de Slytherin que salió a los terrenos de Hogwarts a presenciar el pago de la apuesta. Pucey y Bletchley cantaban algo malsonante mientras empujaban a Draco en el camino y Greengrass no perdió detalle alguno tras el lente de su cámara, a pesar de las constantes súplicas de Pansy de no inmortalizar semejante vergüenza.

Draco se deshizo de sus ropas tan rápido como pudo y se lanzó sin pensarlo dos veces a las heladas aguas del Lago. Los vítores, pullas y comentarios soeces se mezclaron con las risas hasta que a lo lejos alguien vislumbró la bombilla de Filch acercándose.

V.

Para cuando cumplió los diecisiete años, todo su cuerpo estaba lleno de cicatrices.

Verás, no se nos permitió visitarlo en la enfermería después de la célebre pelea con Potter en los baños del segundo piso. Ni los mejores argumentos de Nott ni los pintorescos improperios de Greengrass tuvieron el más mínimo efecto en Madame Pomfrey. Después de muchas lágrimas, una que otra rabieta y un papel de novia doliente perfectamente ejecutado, Parkinson obtuvo la autorización expresa del Director para verlo.

Cuando Malfoy volvió de la enfermería tres días después, la transformación que había sufrido su cuerpo hizo que inclusive Nott frunciera el ceño.

La totalidad de su torso estaba cubierta de finos tajos de no más de cinco o seis centímetros de longitud, pero había tantos que costaba trabajo distinguir el fin de uno y el inicio de otro. Su espalda no tenía mucho mejor aspecto: había largas incisiones que iban desde sus hombros hasta la cinturilla de su ropa interior. En el cuello una única cicatriz recorría toda su circunferencia, como si se hubiera pendido a sí mismo de una soga.

Cuando las chicas nos informaron que Potter no había sido expulsado a pesar del claro intento de homicidio, comencé a sospechar que la suerte en nuestra historia ya estaba echada.


Nuevamente, si alguien se tomó la molestia de llegar hasta acá, ¡muchas gracias!