Disclaimer: No me pertenece ningún elemento de Hakuouki. Esta historia es escrita por placer y sin ánimo de lucro.
Un amigo como tú
Capítulo 4
"El inadaptado"
Por Lady Yomi
Verano, 20 de Setiembre de 1863. Una semana después de que Sannan comenzara a atenderse con el doctor Tani Mantaro.
—¡Eh, Sannan-san! —Okita Souji le salió al encuentro con una sonrisa maliciosa, su cabello parecía todavía más rojizo a la luz del mediodía—. ¿Cómo estuvo la visita médica?
Sannan hizo una mueca, incapaz de determinar si el resultado había sido bueno o malo.
—El doctor te brindará detalles más exactos que los míos.
—Bah, ¿por qué la cara larga? —Posó sus ojos en el cabestrillo que protegía el brazo de su compañero—. Yo agradecería una licencia como la tuya.
—No hables a la ligera, Okita-kun. Enloquecerías de no poder contribuir al desarrollo del Roshigumi por dos semanas seguidas. —Se sujetó el mentón y elevó las cejas con curiosidad—. ¿Quién te mandó a buscarme? Los dos sabemos que puedo volver al cuartel sin inconvenientes.
—Se dice "gracias", Sannan-san. —Torció los labios y emprendió la marcha por el sendero que bordeaba el río que cortaba la ciudad en dos—. La cortesía te lleva a muchas partes.
—Curioso que eso venga de ti. —Se acomodó los anteojos y lo miró con una expresión más amable que la que le dirigió al salir de la clínica—. Sospecho que Kondou-san teme que sea un blanco fácil para nuestros enemigos.
Okita se encogió de hombros y escondió las manos dentro de las mangas de su haori.
—No te endulzaré los oídos, Sannan-san. Si yo fuera el enemigo te dejaría el cuerpo tan maltrecho como ese brazo inútil que te esmeras en ocultar. —Apretó los labios y meneó la cabeza—. No deberías pasearte por Kyoto con dos espadas como si fueras el maldito Miyamoto Musashi, en esa condición tuya sólo te buscarás problemas.
—No temo pelear en desventaja. —Su mirada se movió de las calles polvorientas a la superficie cristalina del agua donde varios residentes se sacudían el azote del calor con un chapuzón.
—Sé que no —Okita apartó un mechón de cabello sudoroso de su frente—, pero el Roshigumi no está en condiciones de perder a uno de sus capitanes en una batalla callejera de segunda. Arruinaría nuestra reputación mucho más de lo que el memo de Serizawa ya está haciendo.
—No le digas memo. Serizawa-san es nuestro jefe y le debemos respeto.
—Eso no lo hace menos memo. —Puso los ojos en blanco—. Entre él y ese tipejo Tani no podríamos caer más bajo.
Sannan se detuvo a causa de la sorpresa y parpadeó varias veces antes de retomar la caminata.
—Pensé que era el único al que le incomodaba la actitud del nuevo capitán.
—Estás lejos de serlo. —Soltó aire entre los dientes—. ¿Notaste lo mucho que trata de parecerse a mí?
—¿Parecerse a ti? —Sannan hizo una mueca—. No creo que Tani actúe de forma similar a la tuya.
—¡Claro que sí! —Okita infló las mejillas y se cruzó de brazos en un acceso de indignación—. ¡No soy el único que se dio cuenta! ¡Harada-san fue su alumno en el estilo Tyokushin Ryu y me dijo que estoy en lo correcto!
—No desestimo la opinión de Harada-san, es sólo que no sería la primera vez que sientes celos de otro espadachín.
—¡¿Celos?! —Rió con incredulidad—. ¡Ja! ¡Si ni siquiera usa una espada! Nunca envidiaría al zopenco que se vale de una lanza para evitar el combate cercano. —Giró sobre los talones y examinó a Sannan con una mirada inquisitiva—. A ti también te cae mal, ¿verdad? Supongo que no es porque estás celoso de él.
—Claro que no. —Meneó la cabeza y sus cejas cayeron peligrosamente sobre sus párpados cuando recordó el momento en el que conoció a Tani Sanjuro—. Sólo pienso que sería un individuo mucho más tolerable si tuviera mayor control sobre su lengua. —Suspiró al preguntar—: ¿Quieres saber lo que me dijo durante la patrulla de ayer?
—Si te dijo que eras una carga yo habría coincidido con él —señaló Okita con picardía—, aunque espero equivocarme.
—Dijo que el Roshigumi era un grupo muy piadoso.
—¿Hmm? —Okita arqueó las cejas—. ¿Y por qué diría algo como eso?
Sannan soltó una risa amarga que se quedó a mitad de su garganta.
—Porque se tomó la molestia de designar un nuevo capitán para la tropa especial de lisiados.
—Bah. —Chasqueó la lengua y frunció las cejas—. Es un golpe bajo de aficionado, yo habría dicho algo más ingenioso.
—Aficionado o no, logró que me sintiera como un fracasado.
—Si te sientes así es por tu culpa, no deberías hacerle caso a sus tonterías.
Sannan gruñó y se pasó una mano por la coronilla, fastidiado por la indiferencia de su compañero.
—¡Es fácil decirlo cuando no eres el que no puede empuñar su espada!
Okita torció los labios con la vista fija en el cabestrillo de Sannan.
—Quizá estés en lo cierto, pero el cese de sus ironías no conseguirá que te recuperes más rápido, ¿verdad? Si permites que se meta bajo tu piel acabarás por sentirte el doble de mal.
—Por todos los señores feudales, Okita-kun. —Sannan dejó caer los hombros—. Ojalá fuera tan fácil ignorar sus palabras. Me temo que no lo entenderás a menos que estés en mi posición y el cielo sabe que no le deseo este infortunio a ninguno de ustedes.
—No seas dramático. —Chasqueó la lengua y desvió la mirada—. Es sólo que te ofendes por muy poco.
—¿Yo lo hago? —Sus cejas desaparecieron bajo sus anteojos—. ¿Y qué hay de ti? No tienes pruebas de que él está imitándote pero insistes en ser subjetivo.
—Subjetivo mi trasero. Ese sujeto empezó a molestarme desde el segundo día que estuvo en el cuartel. Estábamos discutiendo un tema fascinante con el resto de los chicos, pero Tani decidió invitarse a sí mismo a la conversación.
—¿Qué tema? —suspiró Sannan con visible desinterés.
—Tratábamos de determinar quien era la mujer más bella de Kyoto —declaró con una sonrisa arrogante.
—Menuda pérdida de tiempo. ¿Eso es lo que hacen cuando Hijikata-kun se va a dormir la siesta?
—Guarda silencio o no te contaré el resto.
—Como si fuera a perderme de algo crucial.
—Como decía... —continuó Okita, ignorando el hastío de su acompañante—, me tocó opinar de último así que dije lo obvio; que la maiko Kohana de Shimabara era la única merecedora de tal título entre el hato de tontas que nominaron antes.
—¿Kohana de Shimabara? —Sannan se llevó una mano al mentón—. Es hermosa, sí, aunque demasiado joven para la tarea que desempeña.
—Su juventud no le impide realizar bien su trabajo, jamás la vi errar un sólo paso de danza. —Se encogió de hombros sin apartar los ojos del camino—. Es una profesional y creo que eso incrementa su popularidad.
Sannan rió por lo bajo.
—¿Desde cuándo te volviste crítico de Okiyas, Okita-kun?
—No es para tanto... —Chasqueó la lengua, encogiéndose de hombros mientras se detenía bajo un árbol repleto de chicharras ruidosas—. Sabes que sólo voy a beber a esos sitios. Al final no era más que un pasatiempo para pasar el rato, no deberías tomártelo tan en serio.
—¿Y por qué te molestó lo que sea que haya hecho Tani?
Okita frunció el ceño cuando el recuerdo acudió a su memoria.
—Usó exactamente los mismos argumentos que yo, pero para referirse a la vulgar amante de Serizawa-san.
—¿Ume-san?
—Exactamente. —Dio un respingo—. Incluso se atrevió a decir que ambas se parecen físicamente y eso las pone en igualdad de condiciones. ¿Puedes creerlo? ¿Igualdad de condiciones al comparar a una maiko con una... mujer como Ume?
—No te ofendas, Okita-kun —musitó Sannan—, pero me sigue pareciendo una riña bastante tonta.
—Voy a matar a ese tipo.
—No seas tan extremo. —Sannan se recostó en el tronco del árbol donde se detuvo Okita, deseoso de descansar un poco antes de continuar la marcha—. El chico es un fastidio, sí, pero tengo la intención de convertirlo en uno de nosotros.
—¿Qué diablos estás pensando?
—Tú no eres la persona más amigable del mundo y aún así estás de nuestro lado.
—No me compares con ese lancero de cuarta.
—Supongo que hay un motivo para que Tani sea tan... —Hizo una pausa para buscar la palabra exacta— ...cínico. Podríamos localizar y comprender esa razón para que se comporte como un camarada más.
—Buena suerte lográndolo después de que lo eche de cabeza al fondo del pozo.
—Ten compasión, Okita-kun. Él me trató peor que a ti y sin embargo estoy dispuesto a darle una oportunidad. No puede ser tan malo como parece. Si soportamos a Serizawa-san, bien podemos ser un poco más pacientes con Tani.
—Esa es tu opinión. —Okita se encogió de hombros y se arremangó el haori con fastidio. El calor lo ponía de un humor espantoso—. ¿Quieres ir a tomar algo a la posada Mao?
—¿Ahora? —Sannan trató de adaptarse al cambio brusco de tema—. ¿No deberíamos reportarnos con Kondou-san primero?
—Tranquilo. —Dio un respingo altivo, pavoneándose rumbo a la puerta del local—. Estás con su capitán favorito, seguro que te perdona la falta.
—Sannan-san. —Chie les salió al encuentro con una bandeja repleta de bolas de arroz. Su rostro estaba encendido a causa de la larga jornada laboral a la que estaba sometida—. ¿Qué los trae por aquí?
—El temor a deshidratarnos —bromeó Sannan mientras señalaba a Okita con su mano libre—. Este es Okita Souji, capitán de la primera división y patán honorario del grupo.
—Oh, ya... veo. —Chie vaciló entre si reír o guardar la compostura. Sus ojos se movieron hacia el desconocido para interpretar su reacción, pero la expresión del espadachín era indescifrable. Bien podría estar sonriendo o a punto de cortarla en dos con su katana, eso sólo la bendita Amaterasu-sama lo sabía por lo que optó por hacer una reverencia a modo de saludo—. ¡Es un placer conocerlo, Okita-san!
—El placer es mío, Chie-chan. —Okita le devolvió la sonrisa—. Me dijo Sannan-san que este bonito lugar se prendió fuego el mes pasado, me alegra que lo hayan restaurado tan rápido.
El rostro de Chie empalideció al recordar el terrible incendio y tuvo que depositar la bandeja sobre la mesa para evitar dejarla caer. Soltó una risita nerviosa mientras se alisaba las arrugas del delantal.
—Sí. Es una suerte que... la gente de Kyoto nos haya ayudado tanto, Okita-san.
—Mejor así. —Sus ojos se pasearon por el lugar y una sonrisa maliciosa se formó sobre sus labios—. Me gustaría ver la viga que casi parte a Sannan-san en dos. Imagino que la tienen en exhibición.
—¿Q, qué? —Chie abrió los ojos de par en par—. ¡N, no! ¡Claro que no!
Okita soltó una risa grave.
—Descuida, sólo te estoy tomando el pelo. —Le dirigió una mirada de soslayo a Sannan—. Es una chica inocente, ¿eh? Eso está bien. Tendrá una vida larga si no se involucra en nuestros asuntos.
—No hables de más, Okita-kun... —Sannan se aclaró la garganta—. ¿Ordenarás algo para comer?
—Quizá. —Todavía no había perdido el interés en su nueva conocida. Le gustaba fastidiar a las mujeres tímidas más de lo que le gustaba admitir—. Dime, Chie-chan. ¿Te asustó mucho el fuego?
Sannan se quedó boquiabierto. ¿Cómo se atrevía a preguntarle eso a alguien que estuvo a punto de morir quemada? Quiso pedirle que la dejara en paz, pero la joven se le adelantó:
—No podría decir que no me asusté —admitió—, pero afortunadamente Sannan-san estuvo allí para evitar que el resultado fuera fatal.
—Correcto. —Okita la miró de arriba a abajo, tratando de medir su reacción—. ¿Y qué tal si nadie hubiera llegado a tiempo para rescatarte?
—Basta, Okita-kun. Ocupemos nuestros asientos y dejemos que Chie-chan siga atendiendo a la clientela. —Sannan le sujetó el hombro a modo de advertencia, pero Chie no perdió el tiempo a la hora de explicarse y su expresión se suavizó de una forma que no concordaba con lo oscuro de su respuesta.
—No hay que ser un sabio para prever lo que habría pasado, Okita-san. Simplemente estaría muerta. —Un dejo de tristeza cruzó por su rostro, pero se apresuró a ocultarlo bajo una sonrisa cordial—. Muchas personas mueren por causas injustas. La vida... suele ser así.
—Sí. —Okita se encogió de hombros, fijándose en los clientes que entraban y salían del restaurante—. Yo lo veo de la misma manera. —Empequeñeció los ojos al sonreír con picardía mientras se alejaba en dirección a su mesa favorita—. Esperaba que te fastidiaras, pero me arruinaste la diversión. No me dejas más remedio que obligarte a servirme un trago como castigo, Chie-chan.
La chica no logró evitar sonreír. Sannan-san tenía motivos de sobra para considerarlo un patán honorario. Asintió, lista para preparar el pedido, pero Sannan le cortó el paso con una mirada inquisitiva que se traslucía a través del cristal de sus anteojos.
—Antes de que se vaya, señorita Chie. ¿Le molestaría responder unas preguntas sobre Tani Sanjuro?
Chie dejó caer la mandíbula, muda ante la sorpresa que la embargaba. Volvió a dejar la bandeja en la mesa tras recuperar la calma, bajando la voz para asegurarse de que nadie más la escuchara.
—¿Cómo... sabe que lo conozco?
—No lo sabía, lo acabas de confirmar. —Sannan frunció el ceño—. Hace poco descubrimos que Mantaro-san es su hermano menor y, teniendo en cuenta que me lo recomendaste como doctor, era obvio que tendrías que conocer al heredero del clan Bicchu Matsuyama.
—Pues, sí. —Chie desvió la mirada—. Pero no tengo tiempo para charlar con usted ahora, Sannan-san. Como verá, estoy trabajando. —Apretó los dientes en una sonrisa fingida que no bastó para disimular su incomodidad.
—No quiero interrumpirla, pero es que... —Suspiró, avergonzado por la petición que deseaba hacerle a la mesera—. Me gustaría conocerlo un poco mejor. Estamos teniendo ciertos... problemas con su conducta en el Roshigumi y agradecería su consejo para solucionarlos.
Chie hubiera preferido esconderse en la cocina durante el resto de la tarde que hablar de Tani, pero saber que su viejo amigo tenía dificultades para adaptarse provocó que susurrara la excusa que tantas veces pronunció durante su infancia:
—Él no es tan malo como parece. Sólo... es un poco reacio a confiar en la gente.
—¿De verdad? —Sannan se llevó una mano al mentón—. Supuse que algo le impedía ser amable, pero jamás pensé que se sentía... inseguro.
—No ha tenido una vida fácil. —Chie luchó en vano por desatar el nudo que le apretaba la garganta—. Y, yo... lo he visto en mejores momentos y... —Sus mejillas se encendieron ante los recuerdos que fluían del lugar en el que los enterró años atrás—. ¡L, lo siento, Sannan-san! ¡No puedo hablar más de esto! ¡Tengo... que volver a trabajar! —Se alejó a pasos raudos, tropezando con algunos clientes mientras se perdía en la distancia.
Sannan exhaló una bocanada de aire y dejó caer los hombros en un acceso de desilusión. ¿Eso sería todo lo que conseguiría saber de Tani Sanjuro? Se sentó frente a Okita con el brazo sano cruzado sobre el cabestrillo y el ceño fruncido por la frustración.
—Hijikata-san te dijo que no le sacarías nada a la mesera.
—¿Cómo escuchaste eso? Hijikata-kun y yo estábamos solos en la sala de reuniones.
El más joven enseñó los dientes en una sonrisa traviesa, agitando la mano derecha entre los dos.
—Ignora mis métodos. ¿Todavía planeas descubrir los puntos débiles de Tani?
—No intento exponer sus debilidades, sólo quiero... —Hizo una pausa para ordenar sus pensamientos—. Tengo la intención de integrarlo al grupo, nada más.
—Pues por mucho que me fastidie admitirlo, Hijikata-san tiene razón. Ella sabe muchas cosas sobre él, pero no te las dirá ni a ti ni a mí.
Sannan suspiró y meneó la cabeza.
—Ya lo noté.
—Pero quizá se las diga a alguien más... amigable —murmuró Okita, asomándose por la ventana con una sonrisa enigmática.
—¿A qué te refieres?
—¿No es obvio? —Entrecerró los ojos con malicia, señalando la patrulla del Roshigumi que aparecía al final de la calle polvorienta. Toudou Heisuke lideraba una tropilla de hombres tan cansados y sudorosos como él—. Démosle un hombro donde llorar sus penas y ella nos dará la información que buscamos.
Otoño, 30 de Setiembre de 1863. Diez días después.
Si Furukawa Chie hubiera sabido que Toudou-san iba a visitarla a diario para interrogarla sobre las cualidades de Tani, probablemente habría tratado de inventar un par de datos falsos para sacárselo de encima. Pero ahí estaba otra vez, escondiéndose en la cocina del restorán y tratando de convencer a Ume para que la cubriera por décima vez.
—No puedes evadirlo para siempre —musitó su amiga mientras espiaba las mesas del salón principal—. Sólo quiere conocer mejor a su compañero. ¿No es lo mismo que preguntó Sannan-san en aquella ocasión? Parece que todos se preocupan por él.
—¿Y por qué no le preguntan a Mantaro-san, entonces? Él es su hermano y debería conocerlo mucho más que yo.
—Sabes que no es así. —Ume (quien conocía la historia de Chie y Sanjuro como si fuera propia), la miró de reojo con los labios apretados—. Su hermano menor no sabe un diablo de Tani y apuesto a que ya se lo dijo a Toudou-kun.
—¡Ya sé! ¡Ya sé! —Chie infló las mejillas—. Pero... es que no puedo. No sé si pueda ponerme a hablar de él sin-
—¿Sin echarte a llorar?
Chie asintió con un gemido lastimoso, ocultando el rostro bajo su delantal. Su berrinche le provocó una risa sincera a su mejor amiga, quien se inclinó para descubrirle el rostro con delicadeza.
—Le debes tu ayuda a Toudou-kun. ¿Acaso no fue el que te atrapó cuando saltaste de tu casa en llamas? No estarías aquí sin Sannan-san o sin él, querida.
—Sí —musitó la mesera por lo bajo—, pero ya envié a Sannan-san con un doctor. ¿No es pago suficiente para saldar mi deuda?
—¿Lo harás sentarse a esperarte en esa mesa durante diez días más?
—¡No es mi culpa que Hijikata-san piense que los Choshu se reúnen aquí para planear su próximo ataque! ¡Aunque no le diga nada de Tani él tendrá que seguir vigilando todo lo que pasa desde ahí!
—Dicen que no hay forma de salirse del Roshigumi sin cometer seppuku... —murmuró Ume de forma grave—. ¿Qué pasa si los problemas de adaptación de Tani logran que lo obliguen a abrirse la barriga como castigo?
—¡Oh, Ume! —Chie empalideció y su boca tembló al hablar—. ¡N, no digas eso, por Dios!
—No trato de manipularte. —Le sujetó la mano para ayudarla a ponerse de pie—. Sino de que no te hagas más daño del que ya te hicieron, amiga. Sé que si a él le ocurre una desgracia por tu culpa jamás te lo perdonarás.
—Sí... —Se quedó con la mirada fija en sus propios pies—. No te equivocas en eso, Ume.
—Ayuda a Toudou-kun a comprenderlo. Eso te dará tranquilidad.
—Yo... creo que quizá pueda intentarlo.
—Entonces ve. No temas a las lágrimas de tus ojos, sino a las de tu corazón. —Le dio un pequeño empujón que bastó para sacarla de la cocina, pero no del mar de inquietudes que la ahogaban conforme se acercaba a la mesa que ocupaba el capitán de la octava división.
—¡Ah, Chie-san! —Heisuke se puso de pie con una sonrisa de alivio bailándole en los labios—. ¡Al fin doy contigo!
La mesera lo miró con una cuota de rencor que se le dificultó ocultar. Sabía que el joven tenía buenas intenciones para con quien fuera su mejor amigo del pasado, pero se había jurado no volver a pensar en Tani ni en nada que concerniera a sus asuntos y sentía que se traicionaba a sí misma... otra vez.
—Perdona que no viniera antes —musitó, tomando asiento junto a él mientras se quitaba el pañuelo del cabello—, pero no estoy en el mejor de los términos con tu compañero y... preferiría no hablar de él.
—L, lo sé... ¡Es decir! Se nota que te apena el asunto. —Se rascó la nuca para calmar los nervios y forzó una sonrisa mientras apoyaba las manos sobre la mesita de café. ¡Maldito fuera Souji por postularlo a ese asco de misión donde debía enterarse de los secretos de una pobre jovencita! ¿No se suponía que Yamazaki-kun se ocupaba de ese tipo de cosas tan deprimentes? Heisuke habría cortado cien ronin antes de manipularla, así que su disculpa sonó más sufrida de lo que debía cuando exclamó—: ¡Lo lamento, Chie-san!
—No lo lamentes. —Elevó los ojos suavemente, mirándolo con una pequeña determinación que crecía a medida que sus nervios desaparecían—. Ya decidí que... pues que todo esto es por su bien.
—Claro que sí. —Heisuke asintió con la cabeza, dándole un golpecito a la mesa con los nudillos—. Sé que Tani no es el sujeto más divertido de la fiesta, pero sería bueno que supiéramos con quien tratamos antes de abrazar una opinión errónea de la que podríamos avergonzarnos más tarde. —Se encogió de hombros, desanimado al pensar en su situación actual—. Las apariencias engañan, ¿eh?
—Sí. —Chie bajó la mirada, observando su propio reflejo sobre la taza de té que reposaba en la mesita—. A veces engañan incluso en los recuerdos.
—¿Eh? —Heisuke parpadeó de par en par—. ¿Chie-san? ¿Qué estás diciendo?
—¡Oh! —La joven se sonrojó al notar su distracción—. ¡L, lo lamento! ¡Estaba pensando en voz alta!
Heisuke rió de buena gana, quitándole importancia al asunto con un movimiento suave de la mano.
—No hay nada que lamentar. Imagino que no sabes por donde empezar.
—Me gustaría enterarme de lo que pasa con él primero.
—¿Hmm? ¿Cómo que lo que pasa con él?
—¿Cuál es ese terrible problema de conducta que tan preocupados los tiene?
—Pues... —Heisuke apretó los labios, inseguro sobre cómo expresar las quejas que tenían sobre este hombre que tanto parecía afectarla—. Bueno. Él... digamos que mete la pata casi de forma intencional.
—¿A qué te refieres con meter la pata?
—Tiende a hacer comentarios groseros y se queja demasiado de todo. —La miró, temeroso de que la ofendieran sus palabras, pero comprobó que se veía más curiosa que alterada, por lo que continuó con confianza renovada—: Es más petulante que Souji... y eso es decir poco.
—La verdad es que él siempre tuvo opiniones muy fuertes. Tani-san no era partidario de cambiarlas para respetar las sensibilidades ajenas.
—Ya. Eso lo tengo claro. Pero donde le salga con una ocurrencia de esas a Hijikata-san o Serizawa-san... —Apretó los dientes, tamborileando los dedos contra la superficie de la mesa— ...se las va a ver negras de verdad.
—Sí, lo supuse y por eso decidí ayudarte.
—Bien. —Heisuke sonrió satisfecho, dándole un sorbo a su pote de sake—. Don Tani-petulante-Sanjuro está haciendo muchos enemigos con esa farsa de portarse como un bravucón. Las cosas van a ser más fáciles para él (y para todos nosotros también) si nos enteramos de sus puntos débiles.
Chie arrugó la nariz.
—¿Puntos débiles? No voy a darles ideas para fastidiarlo o algo así.
—¡N, no! —Heisuke tosió al atorarse con la bebida y se apresuró a interponer la palma de la mano entre los dos—. ¡No me malinterpretes! ¡Sólo... queremos saber como hacer para que deje de ser tan cerrado y... agresivo con los demás!
—Es que yo... —Chie se mordió el labio inferior, luchando contra las ganas de levantarse y salir huyendo del lugar—. Jamás supe manejarlo como tú piensas. Él es muy independiente y no suele escuchar consejos de nadie. —Sonrió con resignación—. Es el típico guerrero orgulloso.
—Nosotros también lo somos y no vamos por ahí insultando el origen de los demás.
—¿A qué te refieres?
—Él no tiene derecho a decir que algunos de los nuestros son menos valiosos debido a la forma en la que vinieron al mundo. El Roshigumi no distingue entre clases sociales, problemas con la justicia y demás estupideces sin sentido.
—Tani es un heredero de prestigio que comparte el punto de vista de su gente. Todavía le faltan algunas cosas que aprender, pero estoy segura de que las entenderá con el paso del tiempo.
—Yo diría que muchas, de hecho... —murmuró, esforzándose por esconder lo mucho que le molestó verse juzgado por Sanjuro y sus subordinados cuando interceptaron la carta con dinero para el tratamiento de Sannan que le envió su padre desde el dominio Toudou. Ser llamado un ronin bastardo entre risas y burlas fue algo que nunca pensó sufrir bajo el techo del Roshigumi.
Se hizo un silencio de tumba entre los dos y Heisuke notó que el rostro pecoso de Chie se contraía en un gesto que denotaba tanto sorpresa como angustia. Abrió la boca para saber el porqué de su extraña reacción, pero una mano que se posó en su hombro se lo impidió. Sólo entendió la verdadera situación cuando la voz del mismísimo Tani Sanjuro se dejó oír a sus espaldas:
—Jamás imaginé que uno de mis compañeros capitanes utilizaría sus horas de vigilancia para hablarle mal de mí a las jovencitas de Kyoto. Es un pasatiempo un tanto siniestro. ¿No lo crees, Chie-chan?
¡Fin del episodio! ¡Nos leemos pronto!
