Disclaimer: No me pertenece ningún elemento de Hakuouki. Esta historia es escrita por placer y sin ánimo de lucro.
Un amigo como tú
Capítulo 5
"El favorito de papá"
Por Lady Yomi
«—Jamás imaginé que uno de mis compañeros capitanes utilizaría sus horas de vigilancia para hablarle mal de mí a las jovencitas de Kyoto. Es un pasatiempo un tanto siniestro. ¿No lo crees, Chie-chan?»
La voz melosa de Tani Sanjuro provocó que un escalofrío recorriera la espalda de Chie desde la nuca hasta la cintura. Abrió la boca un palmo (tratando de encontrar las palabras para expresar el mar de sentimientos que se le agolpó en la garganta), cuando su padre se sumó al recién llegado:
—¡Me alegra que hayas decidido realizar una visita después de tantos años, Tani! —exclamó el señor Izanagi con una sonrisa de oreja a oreja a la vez que le daba una fuerte palmada en la espalda—. ¡Chie no ha sido la misma desde que te fuiste de Edo!
Las mejillas de la mencionada se encendieron al oír la desvergonzada confesión de su padre y se apresuró a ponerse de pie con tanta violencia que por poco y derrama el pote de sake que Heisuke bebía sobre la mesa.
—¡Y ha... p, pasado un buen tiempo de eso! ¡¿Verdad?! —soltó mientras se rascaba la cabeza frenética, pero disimuladamente—. ¡A, apuesto que... Tani-san no vino para hablar del pasado, papá!
Izanagi la observó con la misma sorpresa que Heisuke pero, para desgracia de la jovencita, no alcanzó a entender los sentimientos de Chie de forma tan clara como lo hizo el segundo. El cocinero pasó un brazo por encima del chico que casi crió, recuperando la sonrisa al continuar:
—¡Pero qué tonterías dices! ¡A árbol sin raíces se lo lleva el temporal! ¿No es una maravillosa coincidencia que ahora vivamos en la capital como tú, Tani-kun?
—Nosotros crecimos, Izanagi-san, y el mundo se ha hecho bastante pequeño desde entonces —declaró con una sonrisa cordial, sin apartar los ojos de Chie.
—Así es, así es. —Izanagi le hizo señas a Chie de que lo siguiera—. ¿Qué tal si los tres nos sentamos a charlar un poco para ponernos al día? ¡Ven, Chie-chan! ¡Vamos a tomar unas buenas medidas de sake con nuestro invitado!
—¡P, papá! —Se quedó inmóvil en el lugar—. ¡Todavía hay muchos clientes que atender!
—Bah, diles que vuelvan más tarde. ¡Esta es una ocasión de celebración para nuestra familia!
—Pero... —Volteó para observar la mesa de Heisuke y parpadeó lentamente al notarla vacía. ¿Cuándo se había levantado? ¿Tan nerviosa estaba que empezaba a perder la noción de lo que pasaba a su alrededor?
—Chie-san. —La voz del capitán de la octava división la sacó de sus dudas. Estaba de pie junto a ella, observándola con una expresión confidente—. Voy a ayudarlo a sacar a los clientes.
—¡Ah! ¡N, no es necesario! Sólo quedan unos pocos y podemos esperar a que se vayan.
—¿Crees que tu padre quiere esperar? —Le señaló la entrada con un movimiento rápido de su cabeza, donde se podía ver al dueño del lugar discutiendo con la clientela que no quería abandonar el restaurante sin haber terminado de comer los platos por los que había pagado—. Si no hago algo esto acabará en trifulca.
Chie trató de negarse, pero Heisuke se dirigió a la puerta con paso seguro y se excusó diciendo que el Roshigumi necesitaba interrogar a los propietarios sobre un tema de importancia para el Shogunato. Los concurrentes empezaron a marcharse lentamente, muchos de ellos lanzando maldiciones dirigidas a los "Perros del Shogunato" por lo bajo.
La joven arrugó el ceño al contemplar la escena. Detestaba las mentiras de cualquier tipo, pero la decisión de Heisuke consiguió que los presentes le echaran la culpa de la brusca decisión al gobierno, en lugar de a su impulsivo padre que casi logró que perdieran un montón de clientes leales. ¿Por qué estaba tan entusiasmado con el regreso de Tani Sanjuro? Chie no podía precisarlo, pero el asunto no terminaba de gustarle. Sus ojos rojizos se movieron hasta la mesa que ocupaba Tani y descubrió con angustia que su corazón se agitaba en su pecho de esa manera peculiar que solía detestar.
El pelirrojo había cambiado mucho en esos cinco años, no sólo físicamente sino de otra manera que a Chie le costaba entender. Sus gestos, la forma en la que hablaba, había algo más "refinado" que saltaba a la vista y le generaba un interés que se esforzaba por ocultar.
—Chie-chan. —El objeto de sus pensares la llamó desde la mesa—. Tu padre fue a buscarnos unos bocadillos, ¿aprovechamos para hacer las paces mientras tanto? ¿O es que aún sigues molesta conmigo?
—¡Ah! —Apretó los labios en una línea—. N, No... ¡No estoy enojada por nada!
—Entonces ven. —Le sonrió con picardía, llevándose el sake que Heisuke no acabó de beber a los labios—. Te prometo que mi compañía será más interesante que los rumores que quiere contarte ese enano chismoso.
Chie frunció el ceño, luchando entre las sospechas y la curiosidad que le generaba el comportamiento afable de su ex-mejor amigo. Al final ganaron sus ganas de comprender sus motivos y sus pies la llevaron suavemente hasta el borde de la mesita que ocupaba. Notó que la observaba fijamente y apartó su propia mirada mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
—¿Cómo has estado, Tani? —soltó de forma seca e impersonal—. Papá sí que se alegró con tu llegada.
—¿Ha sido sólo él?
Lo miró con los ojos entrecerrados desde lo alto.
—¿De qué hablas?
—Esperé que Chie-chan también se sintiera feliz con mi visita.
—Ah, sí. —Se encogió de hombros y volvió a desviar la mirada, esta vez para posarla sobre Heisuke (quien se esforzaba por explicarle lentamente a la anciana señora Yuyume las razones por las que debía abandonar el comercio)—. ¿Te va bien en el Roshigumi, Tani-san?
—No tanto como quisiera. —Soltó un suspiro lastimero—. Parece que tengo problemas de adaptación.
Chie volteó para verlo con el ceño fruncido.
—Lo dices a modo de broma cuando es un tema bastante delicado.
—¿Tienes miedo de que me hagan abrirme la barriga, Chie-chan? —Le sonrió con malicia—. Sabía que te preocupabas por mí.
—No seas tan irresponsable. —La joven suspiró y acomodó su delantal—. Es difícil llegar lejos en el Shogunato si no haces migas con los demás guerreros.
—Estos no son guerreros. —Le dio otro sorbo al sake, mirando a Heisuke de forma despectiva—. Ni siquiera los viejos les hacen caso.
—Con esa actitud no debería sorprenderte que se sientan tentados a quejarse de ti.
—Vaya. —La interrumpió con una sonrisa complaciente—. Extrañaba tus sermones, Chie-chan.
La joven pretendía responder cuando su padre se interpuso entre los dos con una cantidad abrumadora de comida entre sus brazos.
—¡Ah! ¡Ya están poniéndose al día! ¡Bien, así está muy bien! ¡Aprovechen el tiempo perdido!
—Papá... —Chie volvió a fruncir el ceño, extrañadísima por la desmesurada alegría del hombre que la trajo al mundo—. ¿Te ayudo con eso?
—No, no. Tú siéntate con Tani-kun que yo les sirvo estas delicias.
—No tengo hambre. —Hizo un mohín—. Almorcé en mi descanso hace un par de horas.
—¡Bueno, al menos quédate a hacerle compañía al chico mientras come! —Tomó asiento junto a Tani, llevándose una onigiri rellena de queso a la boca—. ¡Me dijeron que te nombraron instructor de lanza en el Roshi!
—Sí, eso es correcto. —Tani se encogió de hombros con una sonrisita afectada en los labios—. Pero no es un honor tan grande si consideramos que entreno a granjeros y mercaderes como usted, señor.
—Es verdad, es verdad. —Izanagi soltó una risa grave—. ¡Yo jamás me entendería con un artefacto como ese! Tú siempre fuiste muy hábil con ellas, recuerdo como blandías la escoba pretendiendo que era una lanza hace veinte años atrás.
—Estos sujetos ni siquiera alcanzan el escaso nivel que tenía yo en ese entonces. —Puso los ojos en blanco y meneó la cabeza al continuar—: No sabrían defenderse ni siquiera empuñando una escoba.
—Vaya, vaya. Apuesto a que debe ser muy frustrante.
—Lo es. —Hizo una mueca de disgusto al ver que Heisuke se dirigía a ellos con paso cansado tras finalmente conseguir que la anciana se retirara del lugar—. Pero el grupo de ronin de Kyoto estaría perdido de no ser por la caridad de personas de mi estirpe y uno hace lo que puede por su país.
—Ya se fueron todos. —Heisuke los interrumpió con una sonrisa cansada—. Ahora pueden celebrar en paz, Izanagi-san.
—Ya. —El cocinero lo miró con el mismo desprecio que su camarada—. Entonces no tienes nada que hacer aquí, Toudou-san.
Heisuke abrió los ojos en su máxima extensión, sorprendido por la actitud del dueño del restorán, pero se apresuró a disimular la reacción con una sonrisa amistosa que le dirigió a los presentes.
—Lamento defraudarlo, Izanagi-san, pero usted sabe que estoy cumpliendo un servicio de vigilancia que me obliga a importunarlo con mi presencia. —Abrió su haori para extraer la orden firmada por Hijikata y enseñársela a Tani e Izanagi, quienes la ojearon sin demasiado interés.
—Pues dile a Hijikata que yo me encargaré de la vigilancia. —Tani se apoderó de la nota y la guardó en el interior de su manga derecha—. Él sabe donde encontrarme si tiene algún problema con eso.
—Al menos... pudo espantar a la clientela con éxito, Toudou-san. —Chie hizo acoplo de todas sus fuerzas para atreverse a hablar. Estaba sentada entre su padre y Tani, empequeñecida por el rumbo que habían tomado los acontecimientos en los últimos minutos—. Nos hizo un gran favor con eso, ¿sabe? —Le dirigió una mirada suplicante que no se le escapó a Heisuke, por lo que se apresuró a responder:
—No quiero ser un aguafiestas, Chie-san, pero todavía no terminamos de discutir los términos de... ¡la cena de Serizawa-san!
—¿La cena... de Serizawa-san? —Izanagi frunció el ceño de forma grave, sus diminutos ojos negros moviéndose rápidamente del capitán a su hija—. ¿De qué va todo eso?
Chie quería saber lo mismo, pero guardó silencio al entender que sus ruegos silenciosos parecían haber sido escuchados por Heisuke.
—A nuestro segundo comandante le encanta dar fiestas y me pidió informarme de los presupuestos que ofrecen los restaurantes de la ciudad.
—No escuché nada de eso —lo interrumpió Tani Sanjuro, con los párpados tan entrecerrados que apenas sí se veían sus pupilas casi transparentes.
—Es porque me lo encargaron a mí, Tani-san.
—Me hubiera enterado de una fiesta, no es algo que se esconda en el cuartel.
—No es una fiesta común —se apresuró a responder, consciente de la agudeza mental de su contrincante y la desventaja que eso le presentaba—. Es para... Ume-san.
Silencio. Tani maldijo en su interior al oír el nombre de la involucrada. Era obvio que eso era una mentira, de lo contrario ella se lo habría confiado, pero si usaba la verdad como argumento los demás no tardarían en enterarse de su íntima relación con la susodicha.
¿Acaso el maldito enano sabía algo sobre su aventura amorosa y por eso la trajo a cuestión? Lo observó inquisitivamente, buscando rastros de malicia en sus ojos, pero la mirada del chico era tan honesta como inocente. Era obvio que no sabía nada del tema y su excelente excusa fue pura casualidad.
Una funesta casualidad.
Chasqueó la lengua mientras trataba de ocultar la frustración que lo embargaba. No podía mostrarse de esa forma frente a Chie y su padre, no cuando estaba en el momento más crucial de su regreso.
—¿Para Ume-san? —repitió sin conseguir calmarse lo suficiente—. ¿Y por qué daría Serizawa-san una fiesta para Ume-san?
—Bueno... —Heisuke sintió que unas gotas de sudor empezaban a resbalarle por la frente. Estaba esforzándose para que Chie pudiera salirse de esa situación incómoda, pero se estaba quedando corto de ideas ante la insistente presión de Tani y sus preguntas peligrosas—. N, no lo sé... no me lo dijo.
—Imagino que Serizawa no le daría explicaciones a un chiquillo como tú —soltó Tani en tono burlón—. Sólo pensaba en voz alta, no tenías porqué responder.
—Ah... —Heisuke se rascó la nuca, incapaz de decir nada más.
—No veo por qué hablas de esto con ella en lugar de conmigo —dijo Izanagi sin dejar de comer, ajeno al duelo verbal que acababa de ocurrir frente a sus narices—. Ninguna mujer maneja este lugar.
—Papá. —Chie se inclinó hacia él, deseosa de evitar cualquier tipo de contacto físico con Tani—. Toudou-san es el miembro más joven del Roshigumi y esta tarea es una forma de demostrarles su valía. —Sonrió de forma gentil—. Está haciendo lo mejor que puede, pero no sabe mucho acerca de como se gestionan los restaurantes.
—No tiene sentido. —Giró el rostro hacia el muchacho al que empezaba a encontrar bastante fastidioso—. Ahora sabes como se gestionan y que las mujeres no tienen nada que hacer más que cocinar, así que lárgate y ya veremos cuando hablamos sobre el presupuesto.
—Pero, papá-
—Silencio, Chie. Ya dije suficiente. —Izanagi se quedó viendo fijo a Heisuke y el joven notó como las arrugas del entrecejo del dueño se remarcaban peligrosamente. Lamentaba no poder hacer más, pero ya no estaba en sus manos sacarla de allí.
—E, está bien, Izanagi-san —murmuró Heisuke con la cara roja de vergüenza—. N, no molestaré más.
—Les das un haori y una espada —soltó Tani mientras lo veía retirarse cabizbajo del lugar—, y ya creen que tienen el derecho de meterse en lo que les plazca.
—Ciertamente, Tani-kun —respondió Izanagi concienzudamente—. Ese es el problema con este nuevo sistema del Shogunato. No pueden pedirle a vagabundos que finjan ser algo que no son, ese muchacho tiene más pinta de ladrón que de samurái.
—¡Papá! —Chie lo cortó de manera impulsiva, sin pensar en el tono agresivo que empleaba al hablar—. ¿Olvidas que estás hablando de una de las personas que salvaron mi vida hace un mes?
—No lo olvido, Chie-chan, pero esos sujetos son unos bandidos burdos que no merecen tu interés.
—Lo único que Sannan-san y Toudou-san robaron fue mi alma de manos de la parca, así que tenles más respeto.
—Chie-chan. —Tani la miró con una dulzura afectada—. Siempre tienes piedad de todos los que te rodean, ¿eh? Un acto noble no convierte a alguien en samurái.
—Poco importa que sea o no un tonto samurái. —Chie frunció el ceño y le mantuvo la mirada por primera vez desde que se reencontraran—. Creo que mi vida vale un poco más que un título, ¿tú no?
—¿Por qué dices eso, Chie-chan? —Se encogió de hombros de forma inocente—. ¿Acaso te di motivos para que pienses así?
Chie se mordió la lengua para refrenar la furia ardiente que le recorrió el cuerpo al oír las palabras de su ex-mejor amigo. ¿Cómo que él jamás antepuso un título a su persona? ¿Y qué tal cuando la abandonó para perseguir su carrera de guerrero, cinco años atrás? ¿Por qué no tuvo en cuenta sus sentimientos? ¿Acaso no fue lo suficientemente obvia al expresarle lo mucho que le gustaba?
Suspiró, derrotada, al entender que quizá no fue tan honesta como debía. Con nada más que trece años y siendo todavía más tímida de lo que era hoy en día, Tani, un chico de alta cuna, tres años mayor que ella y mucho más versado en los asuntos sociales, siempre le había resultado un desafío inalcanzable. Tanto... que a lo mejor se confió demasiado de su condición de "amiga de la infancia" para tenerlo cerca.
Al final fue la única que interpretó esos años juntos como algo especial, ¿verdad? Probablemente era su culpa; de ser un poco más linda o haber tenido una mejor personalidad... quizá Tani se habría dado cuenta de lo que sentía por él.
—Chie... —Su padre notó lo mucho que empalideció—. ¿Por qué observas la mesa de esa manera? ¿No te gusta lo que traje para comer? —Tomó un plato y se lo acercó al rostro de forma brusca, afanándose por hacerla sonreír—. ¡Mira! ¡Es sopa de algas, tu favorita!
—Dije que no tengo hambre... —musitó, haciendo un esfuerzo titánico para no ponerse a llorar—. Oye, papá. ¿Está bien si salgo a tomar aire?
—¿Tomar aire? —El hombre la miró como si le hubiera pedido permiso para lanzarse a volar por los cielos—. ¿Es que no puedes respirar bien aquí? Tengo las ventanas abiertas desde el alba y no cociné nada en los hornos de carbón.
—No, es que... no me siento muy bien.
—¡Por el santo dios de las meriendas, hija! —Izanagi dio un respingo, evidenciando su interés en que la joven provocara una buena impresión en Tani Sanjuro—. ¡Pareciera que estás buscando excusas para ser grosera con nuestro invitado!
—No, no es así. Yo-
Tani la interrumpió con una sonrisa galante que hizo brillar sus ojos grises como dos perlas translúcidas:
—Déjela ir, Izanagi-san. Apuesto a que la avergonzó el escándalo de Toudou-kun y necesita recuperar la compostura.
—¿Esa tontería es la que te aqueja, niña terca y antojadiza?
—Si, papá, es eso mismo. —Lo miró de forma suplicante, ansiosa de que se apartara y la dejara ponerse de pie.
—Al diablo con ese mocoso... —gruñó Izanagi mientras dejaba el camino libre para que su hija se retirara—. Espero no verlo por un buen tiempo en mi restorán.
—Ojalá yo tuviera esa suerte, Izanagi-san —se mofó Tani sin que sus ojos se despegaran de la figura de Chie, quien se perdió rápidamente en el exterior del local.
Chie se alejó rápidamente del restaurante. Temía que Tani y su padre salieran a buscarla si pasaba demasiado tiempo fuera, por lo que se marchó lo suficientemente lejos como para que no dieran con ella en un buen rato. Caminó a paso raudo por la calle de tierra que se extendía junto al río que cortaba la ciudad en dos, hasta que se vio forzada a detenerse en una esquina donde una larga comitiva de carros imperiales le cortaba el paso.
Soltó un quejido lastimoso y dejó caer los hombros ante el obstáculo inesperado. La familia del emperador solía tardarse un buen tiempo en atravesar la ciudad y no podía darse el lujo de quedarse inmóvil; esperando a ser encontrada. Giró el rostro hacia el río, recordando que el muelle pasaba bajo el puente por donde las carretas interrumpían su huida, y se acercó al borde del canal para colgarse hábilmente del muro de piedra y caer de un pequeño salto sobre la madera derruida que crujió bajo su peso.
Sonrió y estiró los brazos, complacida al descubrir que no había perdido la flexibilidad de su cuerpo tras la vida sosegada que debía llevar como mujer en edad casadera, pero esa sonrisa se convirtió en una mueca de terror cuando notó la expresión entre divertida y sorprendida de una persona que pescaba apaciblemente en el muelle.
—¿Vienes a pescar, Chie-san? —soltó Heisuke, tratando de aguantar la risa—. ¿O vas a saltar al río?
—¿En este momento? Creo que la segunda.
—Te dejaría hacerlo, pero me espantarías a los peces. —Le hizo un gesto para que se acercara sin dejar de sujetar la caña—. Lamento lo que pasó allá atrás, no sabía que Tani-san venía conmigo. Seguramente me siguió o algo así.
—¿De qué hablas? —Chie se acercó y se paró a su lado, sin intenciones de sentarse.
—Cuando Tani apareció recordé lo que dijiste sobre no estar en buenos términos con él.
—Ah, sí. —Frunció el ceño sin notarlo—. Me tomó desprevenida y terminé actuando como una tonta.
—¿Por qué dices eso? —Apretó el sedal entre los dientes, concentrado en hilvanar una nueva línea de pesca—. Apuesto a que fue incómodo encontrarte de sorpresa con alguien que no te cae muy simpático.
—¿Eso es lo que piensas? —Lo miró desde lo alto—. ¿Qué no me cae "simpático"?
—A mucha gente le cae mal, no hay que ser un genio para notarlo.
—No es eso... —Suspiró, sujetándose las manos frente al delantal—. Tani-san y yo somos amigos de la infancia.
Heisuke sonrió sin apartar la mirada de la superficie del agua. ¡Al fin! ¡Algo de información sobre el petulante de Tani Sanjuro! Quizá no saldría con las manos vacías de ese encuentro.
—¿De verdad? Vaya, no sé si Chie-san sea la clase de persona que me imaginaría como su amiga de la infancia.
—Bueno, es que nosotros... —Meneó la cabeza de forma brusca y retrocedió un paso al hablar—. Debería irme a casa, no es algo de lo que pueda charlar contigo... ¡Es decir! ¡Con usted, Toudou-san!
—Creo que podrías llamarme Heisuke en lugar de Toudou-san y nadie te sermonearía por ello —remarcó de forma casual—. Apuesto a que tenemos casi la misma edad.
—¡Qué locura! Aún así somos extraños.
—¿Extraños? Bah, un extraño es alguien a quien le compras aceite para pulir tu espada, no la persona que le recomienda un médico decente a un compañero de armas desesperado.
—¿Hmm? —Chie arqueó las cejas, sorprendida por lo que acababa de oír—. B, bueno... cualquiera haría eso. No es como si la doctora fuera yo.
—No cualquiera, Chie-san. —Le sonrió brevemente antes de volver a centrarse en la pesca—. Es por eso que traté de ayudarte a salir del embrollo, aunque creo que lo empeoré con mis estúpidas excusas.
—No seas tan duro contigo mismo. —Tomó asiento a su lado y murmuró discretamente—: Tani-san no es una persona fácil de engañar.
—Ya me enteré.
—Tarde o temprano iba a tener que enfrentarlo. Ya sabes... vivimos en la misma ciudad y eso.
—¿Puedo saber...?
—¿Qué?
—¿Cuál fue el motivo por el que ustedes dos ya no se llevan bien?
—N, no... —Chie apretó los labios en una línea—. No es nada en tu contra, pero no quiero hablar del tema por ahora.
—Entiendo... —Se encogió de hombros con una sonrisa, tratando de disimular su decepción. No quería tener que acercarse más a ella para conseguir esa información, pero sabía que ni Souji ni Hijikata se conformarían con lo poco que sabía de Tani hasta el momento—. Es mejor si no me inmiscuyo en tus cosas, de lo contrario acabaré por meter la pata todavía más.
—No sé que decirte. —Chie rió por lo bajo—. Porque es bastante probable que lo hagas si te dejo.
—¡O, oye! ¡Está bien si yo lo digo, pero no si tú lo haces!
Chie volvió a reír, señalando la caña que se tambaleaba bajo la mano que Heisuke agitaba sin parar.
—¿Está bien si digo que estás a punto de perder tu captura?
—¡Ah! ¡D, diablos! —Volvió la atención a su herramienta y la sostuvo con fuerza, impidiendo sólo por segundos que fuera arrastrada por la corriente—. ¡Este día no podría ponerse más del asco! ¡Hijikata-san me colgará del tejado si vuelvo al cuartel sin los ingredientes para la cena!
—¿Quieres que lo haga por ti?
—¿Qué? —Torció la mandíbula en una mueca de confusión—. ¿Dejarás que te cuelgue del tejado en mi lugar?
—No, mente brillante. Hablo de la pesca.
—¿Puedes pescar?
—¿Qué clase de pregunta es esa, Toudou-san? —Chie hizo un mohín—. Trabajo en un restaurante.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—¿Crees que papá tiene tiempo para pescar, preparar, almacenar y cocinar el pescado, todo por sí mismo?
—Hmm... —Heisuke frunció el ceño y la examinó de pies a cabeza, la desconfianza más pura plasmada en su rostro—. ¿Hace cuánto que pescas? ¿Lo haces bien? Hijikata-san me encargó conseguir estos peces y si no le llevo la cantidad exacta que me pidió va a-
—A colgarte del tejado, ya te oí. —Le quitó la caña con suavidad—. Atraparé el doble de lo que habrías hecho tú y de paso distraeré mis pensamientos de cosas en las que no conviene pensar.
—¿Sabes en qué podrías pensar? —sugirió Heisuke en tono de broma—. En llamarme por mi nombre de pila, oí que tiene efectos sorprendentes en el humor de las personas.
—¿Eso oíste? —Chie disimuló la sonrisa que asomó a sus labios—. Me inquieta saber de parte de quién.
—Lo escuché de... eh... —Se rascó la nuca y escudriñó el horizonte hasta obtener una respuesta razonable—. ¡Ah! ¡Pues de Mantaro-san!
—¿El... hermano de Tani-san? —Chie arrugó la nariz.
—Y el nuevo médico de cabecera de Sannan-san, no lo olvides.
—No vas a convencerme de esa forma tan tonta, Heisuk- —se obligó a callar, avergonzada al notar que casi se le escapa su primer nombre.
El joven no pasó por alto el desliz y se contentó con dejarse caer suavemente de espaldas sobre el muelle, sonriendo de oreja a oreja mientras contemplaba el brillante firmamento estival que se elevaba sobre sus cabezas.
A lo mejor su amistad con Furukawa Chie no tendría que ser una farsa.
Nota de autor:
¡Llegamos al final del quinto episodio! Espero les haya gustado esta entrega porque me divertí muchísimo escribiéndola. Le tengo un montón de cariño a los integrantes de esta historia (personajes Canon de "Hakuouki" y OCs incluidos) y eso se refleja en mis ganas de escribir cada capítulo del fic. ;)
¡Sus comentarios son siempre esperados y agradecidos, así que siéntanse libres de hacerlos llegar! ¡Hasta la próxima!
