Han pasado algunos años y Draco comienza a buscar respuestas. Tiempo después el reencuentro con Harry Potter ocurre de una manera totalmente inesperada.

Gracias por continuar con la lectura de esta historia y gracias por eso bonitos comentarios, estoy muy impresionada por las reacciones que hubo, creo que ha tenido un impacto positivo y eso me da mucha alegría.


Enero de 2002

Draco observó los autos que pasaban uno detrás de otro salpicando el agua acumulada en las calles. El brillo de las lámparas era tenue en aquella zona y apenas si se alcanzaban a vislumbrar las siluetas de las personas que rondaban por la zona.

Caminó un poco más, adentrándose a aquella zona que se decía era prohibida; cualquiera que se considerara decente o que al menos deseara preservar la vida no pondría un pie en aquel barrio, pero Draco había escuchado todo tipo de historias que más que asustarlo, atrajeron su atención. Deseaba con premura comprobar si, en efecto, durante la noche las personas se reunían y se permitían ser quienes eran sin temor a ser juzgados.

Marzo de 2002

Draco llevaba dos meses frecuentando el bar gay más famoso de Ámsterdam.

Dirty Dick's, ese era el nombre. Y aunque al inicio le pareció agradable, poco a poco se dio cuenta que tampoco encajaba en ese lugar.

Las conquistas de una noche que logró durante sus visitas, le proporcionaron un placer sexual que había deseado experimentar desde hace mucho tiempo, pero algo dentro de ella se sentía vacío.

El simple hecho de saber que estos hombres solamente la buscaban por el sólo hecho de que lo veían como a un hombre, terminó por dejarla insatisfecha.

Draco ansiaba ser deseada, sí, y mucho, pero también deseaba que la lujuria que despertara en otros hombres no fuera porque tenía una polla y un culo para ofrecer. Quería que le vieran de otra manera, como quien realmente era, pero… ¿cómo lograr eso si no podía escapar de la prisión que representaba su cuerpo?

Así que, cuando un tipo alto y fornido se acercó con la intensión de ligar, se dio la vuelta y lentamente salió del bar.

Suspiró desanimada una vez tuvo acceso al aire fresco del exterior.

Consciente de que ya no quería frecuentar los bares de la zona, decidió dar un paseo, dispuesta a hacer lo que hacía siempre que tenía una crisis existencial, es decir, repensar su vida.

Se alejó lentamente del área más concurrida hasta que se aproximó al puerto. Era un área bastante solitaria por la noche, y ese fue el motivo por el cual Draco caminó hasta allí. Quería estar sola, alejada de todo y de todos.

Sin embargo, mientras observaba el cielo estrellado, escuchó fuertes gritos que provenían de la bahía.

En primera instancia, su instinto le gritó que huyera, así que dio media vuelta y dio un par de pasos antes de detenerse.

«Sólo vete, Draco. Lo que sea que esté ocurriendo allá no es tu problema», se dijo a sí misma.

Pero sólo dio un par de pasos antes de que otro grito de ayuda hiciera que se detuviera definitivamente.

«Espero que no te arrepientas de esto», pensó antes de dar media vuelta e ir en busca de la persona en problemas.

Al acercarse más a la costa, alcanzó a ver a un par de hombres que pateaban a diestra y siniestra a una persona que se retorcía en el suelo.

Mientras analizaba la escena, se dio cuenta de que la persona en el suelo llevaba un vestido color rosa y su cabello era largo y rojo como el fuego. Se trataba de una mujer.

—Hey, déjenla en paz —gritó sin siquiera detenerse a pensar en las consecuencias de su impertinente acción; era sólo que esos muggles eran unas bestias, no podría enfrentarlos a puño limpio, pero tampoco iba a permitir que mataran a esa mujer frente a sus ojos.

— ¿Y tú qué mierda quieres? —gritó uno de ellos.

— Sólo advertirles que ya he llamado a la policía y están en camino.

Eso pareció hacer reaccionar a los dos hombres quienes dejaron de golpear a la mujer, pero en su lugar centraron toda su atención en ella.

Draco sintió miedo. Posiblemente ahora irían tras ella.

Definitivamente no debió dejar la varita en casa.

— Es un marica —dijo uno de ellos señalando a la mujer que se retorcía en el suelo mientras tocía y de su boca caían cuajos de sangre.

Draco no entendió.

Sabía lo que significaba ser un «marica», pero no entendía por qué llamaban así a la mujer.

De pronto, el sonido de la sirena de una patrulla acercándose se hizo presente y sin más, ambos hombres salieron huyendo del lugar.

De inmediato, Draco se acercó a ella, se agachó y la tomó suavemente por los hombros.

— ¿Estás bien? ¿Puedes levantarte?

Ella asintió. Y con su ayuda se puso de pie.

Tambaleándose, se apoyó en Draco. Su respiración entrecortada le indicó que tendría que llevarla ella misma a un lugar donde la policía no las viera.

─ ¿Por qué te golpearon esos hombres? ─cuestionó mientras le ayudaba a limpiar la sangre de las heridas en su rostro.

La mujer simplemente se encogió de hombros y gimió adolorida cuando Draco tocó con el paño la herida en su labio inferior.

Estaban debajo de un puente, ella sentada en un bote abandonado, mientras Draco permanecía en cuclillas frente a ella. Tratando de ver con la poca luz de las lámparas.

─ ¿Acaso les debes dinero? ─preguntó simplemente para distraerla.

─ Escuchaste lo que dijeron, ¿no?

Draco apartó la vista del pómulo derecho de la mujer y se concentró en su mirada.

─ Si bueno, puedo cambiar mi aspecto físico, pero mi voz sigue siendo grave, lo cual de inmediato decepciona a los hombres y, en lugar de follarme, terminan golpeándome.

─ Tú…

Draco estaba impresionada.

Ella tenía razón.

Si no hubiera hablado, ella nunca se hubiera dado cuenta de que en realidad se trataba de un hombre vestido de mujer. Sí, la había escuchado gritar en la bahía, pero los gritos de una persona adolorida fácilmente se pueden confundir.

─No soy un marica.

─ ¿Qué? ─exclamó sorprendida.

─ Sé lo que estás pensando, es lo mismo que piensan todas las personas de mí, que soy un hombre que finge ser mujer, pero no es así.

─ ¿Y entonces? ─cuestionó, su curiosidad se había elevado en cuestión de segundos.

─ Soy una mujer. Ni más ni menos.

Abril de 2002

Cuando Draco conoció a Carmina jamás se imaginó que se le abrirían las puertas a un nuevo mundo, pero no cualquier mundo, SU mundo.

Carmina era una mujer transgénero. Y por el alto costo de la cirugía de reasignación sexual, tenía que conformarse simplemente con seguir el tratamiento hormonal. Si bien, ya era una mujer desde su nacimiento, ella continuaba pensando que tener acceso a la cirugía al fin le haría una mujer completa. Que al pasar por las calles de Ámsterdam la gente la miraría como lo que era y no simplemente se burlarían por cómo se vestía.

También conoció otros aspectos de su vida, como lo difícil que era vivir como una persona transgénero, pero también las ventajas que tenía, por ejemplo, poder usar lo que gustes cuando gustes y lucirlo sintiéndote hermosa.

También se hizo su amiga.

Como con todas las personas que conoció a lo largo de su vida, fue difícil confiar en ella, pero al final terminó haciéndolo y comenzó a considerarla su más grande amiga y mentora, por enseñarle que había un lugar para ella.

Además, gracias a Carmina conoció a otras mujeres transgénero y por primera vez en su vida sintió que pertenecía a un lugar.

─ ¿Qué es lo que se supone estudiaste? ─preguntó Alex, una de las chicas que había conocido gracias a Carmina. Le estaba maquillando el rostro, algo que Draco jamás había hecho, pero por la insistencia de todas terminó por aceptar que tocaran su rostro y Alex hiciera lo que quisiera.

─Ehh… ─dudó por un momento, por nada del mundo iba a revelar a unas muggles que había estudiado pociones─. Química, es decir ─carraspeó─, farmacéutica.

─ ¡Impresionante! ¡Sin duda eres muy inteligente! ─expresó realmente impresionada─. Yo no terminé la escuela secundaria.

─ ¡Por perezosa! ─gritó Sasha, otra amiga de Carmina.

─ Calla, tú tampoco terminaste tus estudios.

─ Pero voy a retomarlos ─argumentó enfadada.

─ ¡Basta ya! ─interrumpió Carmina─ ¿Quieren quedarse calladas? Estamos hablando de Draco.

─ Cierto. Y hablando de eso, ¿qué significa Draco? ¿no deberías cambiar ese nombre? ─Sasha señaló.

─ ¿Por qué? ─cuestionó exaltada.

─ Es nombre de chico ─argumentó Alexandra.

Draco frunció el ceño. Jamás había tenido problemas con su nombre y ni siquiera se había planteado la posibilidad de cambiarlo. De hecho, todos sus problemas iban dirigidos al Malfoy, ese sí que podría cambiarlo si eso evitara que la sociedad la siguiera repudiando. Y aunque hace mucho no pisaba tierras inglesas, aún sentía miedo de la manera en que podrían mirarla los demás.

─ No sé, nunca lo había pensado ─murmuró solamente para seguirles la corriente, sin embargo, no estaba muy segura de que quisiera cambiar su nombre, después de todo era el nombre que su madre le había dado.

─ Piénsalo entonces. ─Casi fue como una orden─. ¡Ya está! ¿No te parece que te ves maravillosa? ─Alexandra le pasó el espejo para que pudiera apreciar su trabajo.

Draco quedó impresionada. El maquillaje no era exagerado, de hecho, apenas si se notaba, pero sí que le daba un aspecto totalmente diferente.

─ Te ves muy bien, Draco. ─Alagó Carmina con una sonrisa.

─ Ahora, ¿qué tal si te pruebas algo de ropa decente? ─Sugirió Sasha prácticamente corriendo al armario.

─ ¡Sí, sí! ─gritó Alex─ esa ropa que llevas definitivamente no va con tu estilo ─dijo, refiriéndose al traje pulcramente planchado que estaba usando.

Esa noche, después de vestirse, maquillarse y ponerse la peluca que todas insistieron que usara, salieron a bailar.

Draco pudo disfrutar por primera vez una noche de diversión por completo. Se sentía bien, por unas cuentas horas fue feliz y se sintió libre. Así que con el tiempo repitió y repitió la rutina.

Por las mañanas iba al ministerio alemán y se dedicaba a realizar el suministro de pociones designadas al Departamento de Aurores, simplemente ligado a lo que todos esperaban de ella, pero llegada la noche, dejaba atrás la prisión de sus miedos y salía a relucir quien realmente era. Usaba la ropa que le gustaba, se arreglaba como le daba la gana y salía a pasear, a disfrutar del mundo.

Entre sus salidas y socialización con su nueva yo, conoció a un muggle muy agradable, su nombre era Heinrich. Era más alto que ella, lo cual era una gran ventaja, porque, como confesión secreta, le encantaba la idea de la pareja enamorada que se besa después de una cita perfecta bajo el cielo estrellado. Él inclinándose ligeramente hacia abajo, mientras que ella se pone de puntitas para alcanzar a su pareja y al fin rozar sus labios suavemente.

Entonces Heinrich tenía un punto a su favor, pero también era amable, atento y parecía quererla por quien era y no por como lucía. Además, era guapo y carismático, sus ojos verdes relucían cuando sonreía, aunque Draco estaba segura de que esos ojos resaltarían más si su cabello fuera oscuro y no claro, pero no se quejaba. Fue así que inició su primera relación formal.

Con un muggle.

Seguro que si su padre se enteraba la desheredaría. Bueno… por eso y muchas cosas más, tal vez salir con un muggle no era tan malo a comparación de todo lo demás.

Estaba enamorada.

¿Cómo negarlo?

Y era feliz.

Por primera vez en su vida comenzó a pensar que estaba haciendo las cosas bien.

Tenía un trabajo estable y hacía lo que siempre había deseado, era pocionista igual que Severus Snape, su padrino y mentor, convivía con personas que la entendían y comprendían sus problemas. Tenía una pareja que la quería y que la trataba con decencia, un hombre a quien no le importaba que el cuerpo de Draco no correspondiera con su género.

Y todo, TODO, habría continuado perfectamente bien si no hubiera sido porque Heinrich no era tan bueno como ella pensaba.

Como todas las noches, Draco se reunió con sus amigas y fueron a uno de los bares más populares de la zona muggle de Ámsterdam.

Los asistentes a Pollux eran en su mayoría transgéneros, aunque era un lugar abierto a todo público. Precisamente ahí fue donde conoció a Heinrich, pero esa noche, su novio tenía una cena de negocios importante, por lo que no pudo ir con Draco, y aunque ella le extrañaba estaba feliz de poder compartir un tiempo con Carmina y las demás.

Estaban bailando y riendo cuando una joven de cabello castaño y grandes ojos azules se acercó hasta ella y tocó su hombro suavemente para llamar su atención.

Dejó de moverse y la miró intrigada.

─ ¿Puedo hablar contigo? ─cuestionó seriamente.

Draco frunció el entrecejo antes de asentir.

Caminaron hasta una mesa, la más alejada del lugar para tener privacidad y que la música no afectara tanto su conversación.

─ ¿Sabes quién soy? –Fue con lo que inició la castaña.

Draco negó con la cabeza.

La otra chica resopló.

─ Esto es demasiado difícil para mí. ─Manifestó mientras miraba a su alrededor.

Draco permaneció en silencio, si ella iba a decir algo importante, más valía que lo hiciera de inmediato, estaba comenzando a estresarse.

─ Mi nombre es Annelise Klein, tengo veintitrés años y estoy a punto de casarme.

─ Asumo que me dices eso por una razón importante.

Ella asintió.

─ El nombre de mi prometido es Heinrich Hoffmann, vamos a casarnos el próximo veinticinco de junio.

Gracias a su padre, fue capaz de mantener la expresión indiferente. Y sólo así fue capaz de fingir que lo que acababa de escuchar no le afectaba en lo más mínimo.

─ Sé que Heinrich tiene una relación contigo, por eso es que vine hasta aquí. ─De pronto pareció demasiado agotada─. Sólo quería decírtelo, que no te ilusiones, él no quiere nada serio contigo.

─ ¿Y contigo sí?

─ Considerando que me propuso matrimonio…

─ O simplemente quiere escapar de sí mismo. Quizás es del tipo de persona que piensa que haciendo lo que se espera de él estará bien.

─ ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

─ Yo soy ese tipo de persona.

La castaña pareció confundida.

─ Soy una mujer transgénero, espero que eso resuelva tus dudas ─y sin más se puso de pie.

La castaña abrió la boca. Parecía que diría algo, aunque al final no lo hizo, simplemente se quedó allí, contemplando cómo se alejaba.

Al día siguiente terminó con Hoffmann, a pesar de que el hombre le prometió y aseguró que estaba pensando seriamente anular el compromiso con Annelise.

─ ¿Y después qué?

Había preguntado Draco con el fin de conocer las intenciones reales del hombre, pero este no supo responderle. Incluso cuando Draco le propuso irse a vivir juntos, el hombre se negó y alegó que no sería correcto, que si alguien descubría sus desviaciones estaría en peligro su reputación.

Así fue como el corazón de Draco fue herido, pero también comprendió que ese tipo de amor que soñaba no era posible, al menos no para ella.

─ Sólo quiero que me vean como lo que soy. Quiero que me respeten y quieran. Quiero un novio, pero un novio que me ame como mujer, no como hombre ─dijo cuando sus amigas le preguntaron la razón por la que había terminado su relación.

Alex le acarició la espalda suavemente, mientras Carmina apretaba suavemente su rodilla, pero eso no fue suficiente, para sentirse bien no bastaban un par de caricias, sin embargo, no sabía qué era eso que le ayudaría a superar ese mal trago.

Noviembre de 2003

Después de meses de depresión se dio cuenta de que el problema era ella misma y no su ex novio o los que le rodeaban. Y si no aprendía a quererse a sí misma nunca lograría ser feliz.

Así es como Draco Malfoy decidió que iba a ser quien realmente era.

Pero no se trataba únicamente de pensar y querer, tenía que hacerlo. Aceptarse a sí misma como mujer en voz alta. Ante el mundo sin sentir vergüenza o enfado con su persona. Esa fue la razón por la que decidió ir con su madre.

Hacía varios meses que no la veía, de hecho, la última vez que la había visto fue cuando se despidió de ella para mudarse a Ámsterdam. Ella se había quedado en el viñedo de la familia Black, lugar donde decidieron que iniciarían de cero, aunque al final Draco no pudo soportarlo y se fue lejos.

─ Me alegra mucho verte ─dijo ella mirándolo con esos ojos que, aunque nunca se empañaban de lágrimas, siempre que se trataba de Draco demostraban cuando sufrían, anhelaban o eran felices.

Y afortunadamente su madre estaba feliz. No obstante, aún no le revelaba el porqué estaba allí.

─ Soy trans ─casi lo susurró.

Narcissa dejó suavemente la taza de té sobre la mesita y le miró fijamente.

Sus ojos estaban en blanco, esta vez no podía leerlos, así que la incertidumbre le tocó los nervios.

─ He escuchado sobre ello ─dijo de pronto su madre─. Y creo que ya lo sabía, de hecho, siempre lo supe. Desde que jugabas con Pansy a la fiesta de té y tu padre me decía una y otra vez que algo estaba mal contigo.

─ ¿Estás decepcionada?

─ Por supuesto que no. Eres mi bebé, Draco. No importa que seas un mago o una bruja, siempre serás mi bebé, la constelación que alumbra mi vida.

Por simple que parezca para muchos, la aceptación de su madre logró que Draco comenzara a vislumbrar la vida de un modo diferente. Fue el momento en que decidió no sólo aparentar sino hacerlo real.

Y el primer cambio que hizo fue dejarse el cabello largo. Después, perfeccionó una poción que le ayudaba con la reducción del crecimiento del vello. Sin embargo, el cambio más importante llegó con el tratamiento de hormonas, que inició casi un año después y desde entonces, sus facciones fueron cambiando lentamente; comenzó a sentir la piel más suave. La distribución de grasa en su cuerpo se dirigió a otras zonas, perdió masa muscular en los hombros y espalda, y sus piernas ahora eran más delgadas y estilizadas.

Sin embargo, como toda persona transgénero, había ciertos detalles que eran difíciles de cambiar.

Se dio cuenta eso el día en que fue invitada por Carmina y sus amigas a beber a un bar familiar.

Draco se acercó al barman para pedir una bebida.

─ ¿Qué vas a tomar, bonita? ─preguntó el hombre dirigiéndole también una sonrisa.

─ Un Clericot ─respondió rápidamente.

Y al mismo tiempo, la sonrisa del barman se esfumó.

─ ¡Ah, sí! En seguida, señor ─respondió con seriedad.

Draco odiaba que la gente no tuviera el intelecto para respetarle y en su lugar le hablaran como si fuera un desquiciado que no sabía en dónde estaba parado.

Era mujer, y el mundo parecía no querer respetar eso.

─Ignóralo ─le susurró Carmina─. Los idiotas suelen abundar bastante por aquí.

Pero no pudo ignorarlo, pensó y pensó en el asunto. A pesar de que ahora se había sometido a la terapia hormonal, no podía sentirse bien por completo. Y después de tanto analizarse a sí misma se dio cuenta de que ella misma se estaba discriminando. Era una constante que los fines de semana, cuando salía con sus amigas a bailar o a comer, se vestía de mujer, pero en el trabajo era distinto. Allí, siempre iba vestida como hombre, aún con los cambios del tratamiento encima. Y también había decidido no contarles a sus compañeros porque presentía que le iban a discriminar, pero quien realmente se estaba rechazando era ella misma. Estaba negando su identidad.

Carmina se dio cuenta de que no estaba bien y le sugirió asistir con una especialista en quien ella confiaba mucho, ya que le ayudó a ella misma durante su propia transición. Al principio se negó, por supuesto, pero después de tanta insistencia y la aparición de su gran amiga Pansy Parkinson, decidió que era apropiado hacerlo.

Fue así que inició su terapia psicológica. Habló honestamente, revelando sus inseguridades y temores por primera vez, permitiendo ver por completo a otra persona lo que pensaba y sentía.

Fue un largo camino y no fue nada fácil, pero gracias al apoyo de su madre, Pansy y Carmina, más su propia fuerza de voluntad, al final logró aceptarse como era, aunque… aún faltaba algo por hacer.

Diciembre de 2009

El último paso para lograr su cometido era volver a su país natal. Volver a donde todo comenzó.

Por supuesto, tenía miedo de lo que podría pasar, de cómo sería recibida. Era un hecho que muchas personas le rechazarían por su pasado de mortífaga y lo que representaba su familia -a pesar de que Pansy insistía en que los tiempos habían cambiado-, pero no permitiría que eso le afectara. Posiblemente también sería vista mal por haber decidido demostrar quién era realmente, pero tampoco le preocupaba, porque ya no tenía miedo de demostrar quién era, ya no sentía temor por mostrarle al mundo que se aceptaba y se quería a pesar de los prejuicios de la sociedad.

Mayo de 2010

Cuando Harry decidió aceptar la invitación de sus compañeros de escuadrón para ir a visitar un club nocturno en la zona más concurrida de Londres, jamás esperó encontrarse con su ex enemigo de colegio. Y mucho menos imaginó las condiciones en que lo encontraría. Bueno, es que era simplemente... peculiar, por decirlo de alguna manera.

McCarther, uno de sus compañeros con más años de experiencia en el cuerpo de aurores dentro del escuadrón, se la había pasado hablando toda la semana sobre ese extraño lugar que había encontrado gracias a su última juerga de fin de semana.

A primera instancia, Harry imaginó que el mago estaba emocionado por encontrar un club de esos que a su vez sirve como prostíbulos, así que no hizo mucho caso al respecto, pero cuando el resto de sus compañeros comenzaron a sentir curiosidad y después arduas ganas de ir al dichoso centro, tuvo que preguntar qué era exactamente lo que se hacía en ese lugar.

─ No voy a pagar a nadie para que me haga un baile erótico. ─Sentenció una vez escuchó decir a su compañero la palabra baile.

Por supuesto, McCarther se rio.

─ No, idiota ─exclamó entre risas─, no es esa clase de lugar. En realidad, es el tipo de lugar al que vas a… ya sabes… ligar. Las chicas no hacen nada de eso. Si quieres llevarte a alguna mujer a casa, tendrás que preguntarle si quiere hacerlo contigo. Si no quiere, no lo hará.

Harry frunció el ceño, ese no era un tipo de entretenimiento que llamaba su atención.

En su lugar, pensó en su hogar, la horrible casa que alguna vez fue de Sirius, donde podría llegar, acurrucarse en el sillón de la sala y ver una película mientras tomaba cerveza y comía pizza. Eso sonaba mucho mejor.

─ Vamos, Harry. Eres el único que no ha dicho que sí. ─Advirtió Cromwell, otro de sus compañeros.

Cromwell era tan solo un año menor que Harry, pero a diferencia de él, parecía estar dispuesto a comerse el mundo de un solo bocado, así que oportunidades como las de esa noche definitivamente no se las perdería.

─ Tómalo como tu fiesta informal de ascenso ─dijo para tratar de convencerlo─. ¡Oh, es tan extraño pensar que en unos cuantos días serás nuestro jefe!

De pronto Cromwell parecía nostálgico.

─ También hay otros tipos de entretenimientos. ─Agregó McCarther con la clara intención de convencerlo─. Música en vivo y un área de casino, tal vez si tienes suerte en el juego, consigas acompañamiento VIP.

─ ¿Acaso eso no es prostitución? ─cuestionó desconcertado.

─ No lo es, las mujeres deciden si quieren conquistarte si ganas muchas jugadas en el casino y, por tanto, todo lo que ocurre en el club es consensuado.

─ A excepción de prácticamente pagar por compañía si es que eres lo suficientemente bueno en los juegos de azar.

McCarther se puso un poco nervioso, pero al fin y al cabo asintió, y con voz entrecortada dijo:

─ Claro, excepto eso. Pero no es tan malo. Además, ¿de qué te preocupas? Tú eres Harry Potter, no necesitas impresionar a ninguna mujer para vaya hacia ti.

Precisamente, eso era lo que más le preocupaba.

Y después todos sus compañeros habían exclamado que dejara de poner excusas y simplemente fuera con ellos, pero no aceptó hasta que le aseguraron que una vez se sintiera incómodo, podía salir del establecimiento e ir a casa.

Así es como ahora se encontraba en Jewel Aquarium, famoso entre la sociedad media alta del mundo mágico.

Desde que salieron del ministerio, Harry procuró lanzarse un glamour sobre la cicatriz de rayo, a pesar de que todavía solía ocultarla con su cabello y tiempo atrás había dejado de usar sus famosas gafas. No quería que alguno de los visitantes lo reconociera y se entretuviera más en observarlo a él que en lo que realmente iban a ver. Sin embargo, aún se sintió cohibido cuando un camarero se apresuró a llegar a su encuentro y el de sus compañeros para ofrecerles una mesa.

─ Vamos, Harry, tranquilo ─susurró Cromwell rodeándolo por los hombros con un brazo─, después de todo, si esto no es lo tuyo podrás irte cuando lo desees.

Harry esbozó lo que intentó asemejar a una sonrisa.

Su compañero tenía razón, ya que estaba allí era mejor tratar de relajarse que enfurruñarse e intimidarse por todo.

─ Por aquí, señores. ─Escuchó decir antes de que el resto del escuadrón comenzara a avanzar. Cromwell y él rápidamente les siguieron el paso.

Los instalaron casi al frente del escenario. McCarther aseguró que ese era un excelente lugar. Podrían ver todo el espectáculo a una distancia considerable.

Mientras la banda en vivo contratada para esa noche tocaba, sus compañeros comenzaron a charlar un poco sobre el trabajo, pero después se desviaron a quejas sobre sus vidas personales; matrimonios mal llevados, deudas, preocupaciones constantes. La verdad, la charla le aburrió a tal grado que se reprochó por dejarse arrastrar por sus compañeros de trabajo. Tal vez Hermione tenía razón; el no poderse negar ante sus amigos, sus conocidos, su jefe, no estaba haciendo más que empeorar su estado emocional. Algunas ocasiones, como la de ahora, se preguntaba si todo lo que hacía últimamente lo hacía porque quería o sólo porque debía.

Pero a pesar de los reproches, no se sentía lo suficiente capaz de simplemente ponerse de pie y salir de allí. Hace algunos años seguramente no le hubiera importado, pero ahora, como un hombre productivo para la sociedad no podía simplemente romper con los principios de cordialidad.

«Unos minutos más y después me despediré», se dijo a sí mismo y suspirando resignado, se limitó únicamente a observar a sus compañeros sin seguir el tema de la conversación asentada.

─ Ahora dará inicio el show ─comentó McCarther, la emoción se filtró en sus palabras.

Harry frunció el ceño preguntándose qué clase de espectáculo estaría por presenciar.

Mientras él divagaba, las luces se hicieron más tenues y únicamente el escenario quedó enfocado. Harry ya no podía ver el rastro de su bebida en el vaso, aunque si tocaba el borde del vidrio podía sentir claramente el frio de los hielos traspasar el cristal.

─ Empieza el baile. Es el momento de socializar y conocer mujeres ─explicó su compañero.

La música que tocaron a continuación fue más tranquila y mientras tanto, algunas parejas comenzaron a instalarse en el escenario para bailar.

Una hermosa mujer morena se instaló en el centro y comenzó a bailar al ritmo de la música. Estaba usando un bonito vestido rojo que se moldeaba perfectamente a su cuerpo, logrando con ello resaltar sus curvas. Era bonita, Harry no podía negarlo, pero no prestó mayor atención. En cambio, se concentró más en observar el lugar y en pensar que era una especie de centro nocturno retro. No tocaban música muy variada; el decorado y el ambiente por sí mismo parecía antiguo.

Una vez la canción terminó, el baile se dio por concluido, algunas parejas continuaron en el escenario esperando por la siguiente canción, mientras que otras bajaron. La hermosa morena salió del escenario entre aplausos y chiflidos. Harry sólo observó a sus compañeros poniéndose de pie y aplaudiendo a la joven. A pesar del tiempo, siempre le causaba incomodidad ver como los hombres trataban a las mujeres como objetos sexuales con tanta naturalidad. En algún tiempo pensó que todo ese inconformismo se lo debía a Hermione porque ella siempre estaba hablando de los derechos de las mujeres, el daño emocional y físico al que históricamente han estado sometidas y sobre otros tantos temas relacionados, pero, haciendo memoria hacia años atrás, incluso antes de que conociera a Hermione, todo le parecía de mal gusto. El hecho de que Hermione le hablara sobre esos temas sólo reafirmó que tratar a una mujer de ese modo, no era correcto.

Y entonces volvió a sentirse culpable y estúpido. ¿Qué mierda estaba haciendo en un lugar como ese?

De pronto, una nueva canción comenzó a sonar. Eso significaba que un grupo de nuevas parejas se instalarían en el escenario. Sin embargo, más que en el escenario, se concentró en tratar de mirar su vaso de whiskey.

─ ¡Wow! ¿Quién es ella? ─Escuchó a Kaiser hablar, él era otro de sus compañeros, el que menos tiempo llevaba dentro del escuadrón.

La exclamación hizo que Harry centrara su atención en la mujer que se estaba posicionando al centro del escenario junto con otra mujer que le pareció sumamente familiar, aunque antes de que pudiera descifrar donde la había visto antes, se dio la vuelta y sólo pudo vislumbrar su cabello negro, por lo que decidió centrar su atención en aquella mujer que señalaba Kaiser.

Dejó escapar una exhalación al ver a una alta y delgada rubia que sonreía serenamente. Su sonrisa y su mirada felina llenas de malicia, inmediatamente atrajeron su total atención.

Mientras se escuchaba la canción al fondo, ella comenzó a bailar. Suave y lento. Su mirada fija en la otra chica.

Un baile. No era más que eso, pero Harry se sintió hipnotizado. No podía apartar la mirada de esa hermosa rubia que se contoneaba al ritmo de la música. Su vestido plateado brillaba como arcoíris gracias a las luces de colores que alumbraban el escenario, haciendo que pareciera una diosa griega. Su cabello largo se balanceaba suavemente y cada vez que chocaba con su cuerpo, parecía que acariciaba sus brazos y caderas.

Con tan solo mirarla desde la audiencia, Harry podía intuir perfectamente el tipo de mujer que era ella. Hermosa, sensual, dulce... inteligente, pero había algo más, algo que no podía descifrar.

─ ¡Te recomiendo que no te ilusiones, amigo! ─exclamó McCarther─ Es bastante mezquina. Según sé, en el poco tiempo que lleva frecuentando este lugar, jamás ha aceptado salir con un hombre.

─ ¿Crees que es de esas mujeres que se sienten mejor que el resto? ─Escuchó preguntar a Kaiser, pero en ese momento el ritmo de la música cambió, provocando que el volumen aumentara repentinamente y por ello no pudo escuchar la respuesta.

Aunque no importaba, no quería pensar en nada más que en la hermosa rubia que continuaba bailando con esa sonrisa arrogante y su mirada fría y calculadora, pensando, tratando de reconocer a qué se debía esa pizca de familiaridad que se extendía entre sus recuerdos. Pensó que tal vez no era la primera vez que la veía, aunque si hubiera visto en su vida a una rubia tan hermosa, seguramente la recordaría.

«Tal vez sólo estoy enloqueciendo», pensó cuando la canción terminó.

El lunes por la mañana todo parecía haber vuelto a la normalidad. Sus compañeros no hablaron de lo que pasó el viernes. Y realmente, de verdad esperaba que alguno de ellos mencionara algo al respecto, porque no soportaba las ganas de hablar de aquella rubia de hermoso y lacio cabello platinado bailando en aquel centro nocturno.

Deseaba saber quién era ella, de dónde venía, por qué frecuentaba un lugar como ese, pero principalmente... saber si la había conocido antes.

Pero no, nadie habló sobre aquello, y eso sólo lo puso aún más ansioso.

Cuando llegó el día miércoles, estaba mucho más intrigado y al no poder encontrar la concentración que requería para hacer los informes que tenía pendientes, decidió tomarse un descanso.

Salió de la oficina y se dirigió a una pequeña cafetería donde solía almorzar con Hermione y en algunas ocasiones también con Ron.

Y mientras bebía de su café, se concentró en pensar en aquella rubia, pero más que en sus aspectos físicos más notorios, se concentró en su mirada, el tipo de aura que emanaba, su sonrisa ladina y su aire de superioridad. Su compañero había asegurado que se trataba de una mujer mezquina. Y conforme se fue concentrando en esos detalles, en su memoria parecía que se acercaba cada vez más a ella, como si en la vida real se hubiera puesto de pie mientras ella bailaba y hubiera caminado en su dirección, lentamente, dando un paso a la vez; la música se desvanecía del recuerdo y en cambio, la mirada penetrante de aquella mujer se hacía mucho más intensa y mucho más clara, tan clara que de pronto esos ojos tomaron color, ya no se veían interferidos por la luces del escenario, ahora eran simple y claramente grises, de un gris tormentoso combinado con ligeros fragmentos de azul. Tal como las nubes oscuras que amenazan el cielo azul de una tarde calurosa.

─ ¡Malfoy! ─exclamó poniéndose de pie. Todas las personas en el lugar giraron a mirarle, pero poco le importó, sólo se concentró en dejar la paga de su café sobre la mesa más la propina, y salió corriendo de vuelta a su oficina.

Malfoy. Esa bruja tenía la misma mirada arrogante, las mismas expresiones desafiantes, la misma postura aristocrática. «¿Será posible?», se cuestionó pensando en la posibilidad de que aquella mujer fuera familiar de Malfoy. No, no, no... Incluso mejor, aquella mujer en realidad podía ser el mismo Malfoy.

El resto de la semana fue peor. No podía dejar de pensar en las similitudes entre aquella rubia y Malfoy, pero principalmente Malfoy. Por primera vez en diez años se preguntó qué fue del mago. Y es que en un inicio le había seguido el rastro por medio de los periódicos y algunos chismes provenientes de las personas que trabajaban en el ministerio, o de sus mismos amigos que en ocasiones muy escasas llegaban a mencionarlo. Eso ocurrió justo después de los juicios y que Malfoy y su madre fueran perdonados por sus supuestos crímenes, pero al pasar algunos años, el mago había desaparecido completamente del ojo público.

Harry imaginó que se fue a vivir a otro país o que simplemente se había encerrado en su gran mansión, pero ahora se preguntaba si sus especulaciones eran acertadas.

Con toda esa cantidad de ideas rondando por su cabeza, llegó el viernes. Y por la noche se vio de pie contemplando la fachada de aquel lugar, indeciso, esperando que pasara algo que le indicara cuál debía ser su siguiente movimiento. Huir de ahí o tomar valor para entrar.

Dio media vuelta y estaba a punto de aparecerse cuando escuchó el golpeteo de unas zapatillas sobre el concreto mojado.

En su visión, la imagen de una joven mujer con zapatillas de diez pulgadas se acercaba lentamente. Su vestido verde un poco más abajo de la rodilla se balanceaba suavemente según sus movimientos y su abrigo igual de verde se cernía cuidadosamente en su torso.

No hace mucho había parado de llover, por lo que las calles aún brillaban por la lluvia. Ese efecto más los imponentes y seguros movimientos de la mujer que se acercaba en medio de la oscuridad, únicamente difuminada por las lámparas, hicieron que Harry se imaginara que estaba dentro de una película.

Conforme ella se acercaba, Harry descubrió que se trataba de aquella rubia muy parecida a Malfoy. Y entre más la analizaba, más se aseguraba de ello. Si no hubiera conocido al rubio en el colegio, creería que él escondía una hermana gemela.

Ella se detuvo frente a él, titubeó por breves segundos antes de decidir continuar su camino y pasarlo de largo.

Harry la observó darle la espalda y caminar a la parte trasera del club. Y antes de que ella diera vuelta sobre el callejón, Harry gritó:

─ ¡Malfoy!

E inmediatamente se arrepintió. ¿Por qué actuar tan impulsivamente? Se supone que era algo en lo que ya había trabajado demasiado, como auror había aprendido a ser más cauteloso. Era el momento perfecto para retirarse e ir a casa o tal vez ir a visitar a los Weasley, pero no tenía sentido hacerlo si aquella rubia se quedó congelada en su lugar, como si le hubiera aplicado un hechizo paralizante.

─ ¡Malfoy! ─volvió a repetir.

Y entonces la mujer dijo:

─ No sé de qué me hablas.

Y entonces Harry lo supo, ella era un Malfoy, pero no cualquier Malfoy, era Draco Malfoy. Estaba casi cien por ciento seguro de ello, sólo necesitaba una última prueba, un último indicio para estar totalmente seguro.

─ Sí, sí sabes ─dijo mientras caminaba hacia ella.

Al sentir el peligro, la chica trató de aparecerse, pero Harry ya había lanzado un hechizo antiaparición a su alrededor.

─ Lo siento, pero no puedo dejarte ir ─dijo mientras la tomaba suavemente del brazo.

Ella no intentó resistirse, pero permaneció un largo rato en silencio. Harry comenzaba a pesar que había exagerado demasiado, que debía dejarla ir, que todo era una locura, pero cuando la escuchó hablar, algo dentro de él ardió.

─ ¿Por qué? ¿Por qué tenías que ser tú entre todas las personas del mundo?

─ ¿Ser yo?

─ ¡Sí, Potter! ─dijo con furia contenida─ De entre todas las posibles personas, tú me reconociste de inmediato.

Pero Harry ya no escuchaba, su cabeza estaba dando vueltas.

Ella lo había llamado Potter, pero no sólo eso, había usado su apellido de una manera que sólo un mago en todo el mundo lo había hecho.

Ese mago era Draco Malfoy.