¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

Todos los derechos reservados. ©

Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.

Bueno a comenzar :D

La dama de medianoche

Capítulo 2

El traqueteo de los carruajes se mezclaba con el murmullo de las personas que andaban a pie, la mayoría de ellos simulando ver las tiendas en los alrededores, cuando sus ojos no hacían más que vigilar el único establecimiento que tenía fila para entrar en él.

Chiharu y yo estábamos en la plaza que debía su nombre a los querubines que parecían juguetear en la fuente central, pasando desapercibidas mientras observábamos con emoción a los particulares compradores que, por su vestimenta, debían ser personas de clase media, no obstante, mi querida doncella conocía a muchos de los sirvientes que trabajan en las casas nobles de la ciudad, y por eso era evidente para nosotras que ellos estaban ahí por pedido exclusivo de sus señores para comprar el nuevo volumen de Pasiones Líricas, que recién había salido a la venta.

―¡Oh, miré! Aquel que llegó es el mayordomo de los Usui ―señaló con disimulo―. Y vea quién va saliendo.

Entrecerré los ojos para detallar mejor a la mujer que llevaba un velo lila cubriendo su cabeza; abrazaba algo contra su pecho, con seguridad el Librillo del Mal. No logré identificarla, pero por su forma de caminar y el discreto y a su vez costoso vestido azul de temporada que llevaba puesto, debía ser una noble. Mi sospecha se confirmó cuando la vi subir a un carruaje una calle más abajo.

―Lady Berkel ―musité con una pequeña sonrisa, al ver el blasón del coche cuando pasó frente a nosotras.

―Imagino que la duquesa no quiso enviar a ninguno de sus sirvientes esta vez, por la necesidad de leer primero que nadie ―musitó Chiharu―. Su doncella me comentó ayer en el mercado que su señora estaba que se trepaba por las paredes de la ansiedad. Así que apostaría mi salario completo a que va leyendo en este instante.

―Debes estar muy segura para apostar tal cantidad, porque mis padres tacaños no son ―me reí.

―Oh, lo estoy, lo estoy. Muy segura.

Mis ojos volvieron a la larga fila y me deleité con las sonrisas satisfechas de todos aquellos que salían de la tienda con el fascículo en sus manos; era puro orgullo. Sabía que yo formaba una minúscula parte de ese librillo, ya que éramos once escritores en total los que le dábamos vida, pero me bastaba con saber que en cada una de esas personas mis personajes cobrarían vida y los hacían reír, llorar, enamorarse y hasta odiar, porque de eso se trataba el escribir, de transmitir un sinfín de emociones que transportaban a los lectores a otros mundos, a otras vidas y les permitía desconectarse de la monotonía a la cual estábamos sometidos.

Algo maravilloso en verdad y que me impulsaba a seguir creando y escribiendo.

―¿Y ve aquella que está sentada allá? Es la doncella de lady Rowbottom. ―Apuntó con su dedo a una joven de vestimenta sencilla que estaba sentada en una de las bancas de piedra, sumergida en la lectura―. No se aguantó las ganas de echar una ojeada rápida antes que su señora.

―Y no es la única ―dije, admirando a varios que hacían lo mismo que ella.

―Menos mal Rika compró los nuestros apenas abrieron las tiendas, porque si no fuera así, estaría llorando de desesperación viendo a la gente leer.

―¡Pero si todavía no has leído! ―me burlé.

―Para cuando la señorita despertó, yo ya había leído el nuevo capítulo de Suzuki ―mencionó con un gesto socarrón que me hizo abrir la boca indignada―. Y debo decir que el giro que le dio a la trama fue épico.

―¡Oh, dios! Sabes que aún no leo y dices eso. ¡Cuánta maldad hay en tu corazón, Chiharu!

Ella no dudó en reírse.

Mi fascículo me lo hacía llegar Kazuya, ya que la editorial lo enviaba a su dirección para que se lo entregara a su "señor", y era mi ritual leerlo en las noches, ya que eran los únicos momentos en los cuales podía adentrarme con gusto en esos maravillosos mundos sin ser interrumpida. Miré de lado a Chiharu y resoplé; sabiendo que Suzuki le había dado un giro tan bueno a su historia de ángeles y demonios, mi espera sería una tortura.

«Espero que no haya matado a Arkadiel… Lloraré si eso pasa», pensé con pesar.

―¿Aquella no es la señora Yanagizawa? ―me sacó de mis pensamientos.

Al mirar al frente, efectivamente me encontré con una discreta Naoko que miraba a todos lados, mientras trataba de tapar su rostro con su abanico celeste, pero era obvio que iba con su Librillo del Mal en mano.

―Es mu cómico verlos esconderse así, aunque no los comprendo ―susurró Chiharu.

―A las personas les avergüenza ser y pensar diferente a los demás porque temen ser juzgados… y poco a poco van ocultando su verdadero ser ―suspiré, observando a mi amiga perderse entre las personas.

―¡Pero si todas las historias tratan de amor! ¿Qué tiene de malo de leer sobre eso?

―El amor es peligroso para algunos.

―¿A qué se refiere?

―Bueno… es un sentimiento poderoso que puede alejar a las personas del camino que ha sido trazado para ellas. Entonces, intentan ridiculizar a todo aquel que lo busque, tildándolo de idealista, soñador y sentimental… Sin embargo, allí los ves… ―Señalé con la cabeza a un hombre bien vestido que iba saliendo de la tienda―, buscando en las historias que tanto critican aquello que desean tener en sus vidas.

―Lamentablemente, nuestra sociedad está atada a una hipocresía intrínseca que nos incapacita desde la más tierna edad para buscar la libertad, en especial la intelectual ―dijo de repente una voz grave y reposada a mi lado que me provocó un escalofrío―. Y esto se ve más en las esferas más privilegiadas, desde luego.

Mi cabeza giró con lentitud en su dirección y me encontré con unos ojos que, en una primera vista, parecieron dulces y encantadores; sin embargo, navegando un poco más en esas profundidades cobrizas, distinguí algo diferente. No sabía lo que era, pero me daba la sensación de estar siendo tocada por los rayos de sol veraniego. Era la primera vez que veía unos ojos como esos, y le pertenecían a un hombre joven que me estudiaba con un deje de curiosidad, mientras sus labios, ni muy finos ni muy gruesos, parecían ocultar la intención de una sonrisa.

Un pequeño suspiro se me escapó sin poder evitarlo, haciendo que el dulce gesto apareciera de lleno. Mis mejillas se encendieron en respuesta.

―Lo siento, aun cuando no es lo propio, no pude evitar escuchar su conversación y me pareció interesante ―se disculpó y se quitó su sombrero de copa para inclinar levemente su cabeza, revelando una cabellera rebelde y ondulada de un chocolate que destellaba con la incidencia de los rayos del sol.

«¡Oh, dios! Me le he quedado mirando como tonta», me reprendí de inmediato y aclaré mi garganta.

―No se preocupe, no estábamos teniendo especial cuidado. ―Volví la mirada al frente, pero solo fue por pocos segundos porque la tentación de responder a su comentario fue demasiado grande―. ¿Sabe? Se requiere de mucho valor para romper tales cadenas y vivir sin importar lo que la sociedad dictamine.

―Y es por eso que aquellos que lo logran se convierten en héroes y se hacen inmortales.

―Palabras muy ciertas ―le concedí, ladeando mi cabeza.

―Con esto, surge en mí una duda que me gustaría… saciar. ―Su voz pareció acariciar las letras y las alargó en los puntos adecuados para hacerlas sonar sugerentes.

Alcé mi ceja, ¿acaso estaba tratando de ser un seductor? Lo correcto hubiera sido dar una excusa y retirarme, más cuando nos estábamos saltando mínimo diez normas sociales sobre cómo se debían entablar las conversaciones, pero esos ojos adquirieron un tinte retador difícil de ignorar.

Alcé el mentón.

―Si está en mí la respuesta, con gusto se la daré.

―Despierta mi curiosidad saber a cuál grupo pertenece usted ―mencionó y se inclinó hacia adelante para estar a mi altura; mínimo lograba sacarme una cabeza―. ¿Pertenece al grupo que se esconde para leer un libro que es socialmente inadecuado, o al que corta los hilos manipuladores de la colectividad y lucha por su libertad?

Con sus palabras, su mirada cobriza se hizo más intensa y, siendo sincera, me intimidó por un momento. Sacudí la cabeza con disimulo y le di mi sincera respuesta:

―Leer siempre nos brinda conocimiento y como usted mismo dijo, nos hace libres, por eso jamás deberíamos escondernos o avergonzarnos por hacerlo. Además, cada uno de los escritores de Pasiones Líricas, tiene una visión diferente de lo que es el amor, y es fascinante encontrarse con tantos puntos de vista diferentes sobre un mismo tema.

―¿Incluimos en esa respuesta a Murakami también?

Mis mejillas se sonrojaron ante la mención del Erudito de las Sábanas, porque definitivamente no era un tema que debían discutir un hombre y una mujer en plena calle.

―Parece que no… ―suspiró como si estuviera decepcionado.

―¡Por supuesto que está incluido! ―proferí con mi rostro sonrojado y con el corazón retumbando.

―¿Ah, sí?

―La p-pasión forma parte del amor y se vive y se siente en la piel cuando se comparte con la persona adecuada ―dije con cuidado de no ser oída.

Él pareció conforme y así debió morir la conversación, pero en vez de ello, mi boca fue en contra de todo raciocinio y se abrió por sí sola.

―Usted… ¿a cuál grupo pertenece?

La sonrisa del joven se ladeó hacia la derecha, haciendo que un desconocido cosquilleo invadiera mi pecho. Tras colocarse de nuevo su sombrero, me mostró el librillo que había estado ocultando de mi vista todo ese tiempo.

―Soy un hombre al que no le gusta llamar la atención, pero jamás oculto mis pasiones, señorita ―respondió, moviendo el fascículo en el aire―. Y teniendo usted unas ideas tan… interesantes, es una lástima no poder debatir sobre la historia de Suzuki ―suspiró―. Su doncella de compañía tiene razón, el giro argumental que le dio a "Llamas en el paraíso" fue interesante con el resurgir de Hakel…

¡Oh, dios! ¿Entonces revivían al demonio de los cien días? ¡¿Pero cómo?! Mi boca se abrió a más no poder ante la indignación que sentí por tal revelación, ¡¿cómo se atrevía a adelantarme lo que venía en el capítulo?! Y ante mi expresión encrespada, una risa juguetona y musical de boca cerrada, espumó desde su pecho.

―Estoy bromeando, estoy bromeando.

―¡C-con eso no se juega! ―le regañé con justa razón, aunque él no se intimidó y el gesto guasón permaneció en su rostro―. Me ha dado un susto de muerte, ¡sépalo!

Sus ojos se desviaron hacia lo lejos de repente y soltó un resoplido cansino, nada propio de un caballero. Sin poder evitarlo seguí su mirada encontrándome con un hombre mayor de lentes que nos observaba desde la distancia, posiblemente un mayordomo por cómo estaba vestido.

―Lamentablemente, debo irme ―retomó, llamando mi atención―, pero espero encontrarla otro día y tener un debate agradable sobre los Once Grandes, incluyendo a Murakami, por supuesto. ―Tocó su sombrero con la punta de sus largos dedos y sonrió―. Que tenga un maravilloso día, señorita.

―Oh, pero… ¡espere! ¡No me dijo su nombre!

El joven se giró tan solo por un segundo para guiñarme un ojo.

―Mis amigos me llaman Alioth ―respondió y se alejó de nosotras con un andar firme y erguido que destilaba seguridad, muy característico de los aristócratas.

―Alioth… ¿El dios corhyo del caos? ―musité, confundida… ¡y después caí en cuenta que me había tomado el pelo!

Pero que engreído, ¡mínimo debió presentarse, maleducado!

―¡Felicidades! ―dijo de repente Chiharu, llamando mi atención―. ¡Ha mantenido la cordura frente a semejante espécimen!

―¡Chiharu!

―No es necesario que finja conmigo, usted también lo miró desde las puntas achocolatadas de su cabello hasta la de sus lustrosas botas ―se rio… y lamentablemente no pude negarlo―. Pero es natural, es de ese tipo de hombres que quitan el habla con una mirada.

―No lo negaré… pero tiene un sentido del humor que deja mucho que desear ―me quejé, iniciando la marcha.

―A mí me pareció encantador. ¡Hasta su nombre lo es!

―No es su nombre verdadero y tampoco me interesa saberlo ―dije, cruzándome de brazos.

―¿En serio? ―Negué con la cabeza―. Pues debería, porque le ha sacado un buen suspiro ―me picó con su codo.

―¡No digas tonterías, Chiharu! Y vamos que se nos hace tarde ―dije, retomando la compostura―. Mamá dijo que regresáramos a casa para el almuerzo y aun no hago mis compras.

―Sí, sí… pero no negará que tiene unos bonitos ojos cafés.

―Son cobrizos ―no pude evitar corregir y sentí mis mejillas enrojecer ante la sonrisa torcida de Chiharu―. ¡Oh, mira! ¡La boutique de la señora Miyake está allí! ―señalé y hui de su gesto burlón, mientras me abanicaba con mi mano enguantada.

Entré en la tienda dispuesta a olvidar el encuentro, porque aun cuando me había resultado interesante, un hombre que usaba el nombre del dios del caos como apodo, significaba problemas. Así, aquellos ojos fueron perdiéndose entre listones y muselinas, aunque de vez en cuando regresaban al compararlos con algún adorno ambarino. Era hilarante y hasta me reí de mí misma cuando me pillaba haciéndolo, llamando la atención de las damas a mí alrededor, pero poco importaba ya que no volvería a verlo nunca más.

Tiempo después, teniendo mis brazos cargados de paquetes y bolsas de papel que contenían mis compras, regresé a casa; no podía aparecer allí sin nada porque esa había sido mi excusa para salir en primera instancia.

―¿Dejo esto en la sala de costura? ―preguntó Chiharu, observando las bolsas que ella misma llevaba.

―Mejor lo llevamos a mi habitación, así mi madre no se topará con mis hojas y plumillas otra vez ―dije, pero mi intención cambió cuando la puerta del despacho se abrió y me encontré con dos figuras masculinas que no me esperaba.

Uno era mi padre, Fujitaka Kinomoto, que sonrió apenas me vio, y el otro era un hombre de cabellos oscuros y ojos cafés que tenía porte elegante; Yukito Tsukishiro, marqués de Winslow, y gran amigo de la familia.

―Me alegra ver que ya has regresado, hija mía.

―Las calles estaban un poco congestionadas, pero pude realizar todas mis compras sin problemas ―dije, haciendo una reverencia―. Es un gusto saludarle, su señoría.

―Es siempre un placer ver a tan radiante señorita ―expresó el marqués, inclinando su cabeza en mi dirección―. Es una lástima no poder quedarme más tiempo, pero el deber nunca descansa. ―Al mostrar su agradable sonrisa, se formaron pequeños hoyuelos en sus mejillas.

―¿Están siendo pesadas las sesiones en el parlamento?

―¿Cuándo no lo son, mi estimada Sakura? ―preguntó con un deje irónico y gracioso, muy propio de él―. En fin, espero poder verla otro día y gozar de su maravillosa compañía y su agradable charla.

―Con gusto, su señoría.

―Hija, iré a despedir al marqués, por favor espérame en el despacho que debemos hablar. Es importante.

Extrañada por su pedido, le entregué los paquetes a Chiharu y me encaminé hacia la puerta, y no supe por qué, pero al darles una última mirada a los hombres que conversaban entre ellos, sentí un escalofrío trepar por mi columna. Ingresé en el despacho siendo presa de ese mal presentimiento y las sensaciones se incrementaron al encontrar en el interior a mi madre. Su rostro, generalmente apacible, tenía un velo de preocupación que trataba de ocultar tras una débil sonrisa. Eso aumentó mi ansiedad.

―¿Madre, ha ocurrido algo? ¿Tiene que ver con Touya? ¿O le pasó algo a Naoki? ―traté de indagar de inmediato.

Al verla negar con lentitud, supe entonces que la cuestión a tratar tenía que ver conmigo y eso hizo sonar las alarmas en mi cabeza.

―Siéntate, cariño… Tu padre no tardará mucho en venir.

Miles de pensamientos surcaron mi cabeza, uno más catastrófico que el anterior, pero solo uno hizo que mi respiración se agitara. ¿Ellos… ya lo sabrían? ¿Habrían descubierto que yo era una escritora? Oh, cielos… Mi cuerpo se enfrió de golpe y sentí como si todo comenzara a girar a mi alrededor a una velocidad descomunal. Incluso sentía nauseas… pero afortunadamente mi padre no alargó mucho mi martirio. Al unirse a nosotras, cerró la puerta tras de sí y se sentó en su escritorio de roble, posando sus ojos cafés en mí, color que mis dos hermanos habían heredado.

El vértigo en mi estómago se hizo más profundo al no detectar en ellos su usual gentileza, sino más bien… decisión.

―Esta es una conversación que en realidad no me gustaría tener porque sabes cuánto te amo y te respeto, pero ya no podemos seguir postergándolo.

―Padre…

―Sakura ―enmudecí ante mi nombre―, tienes veintidós años, casi cumples los veintitrés, y por ende esta será tu última temporada en sociedad.

Entonces… era eso. Mis ojos se dirigieron hacia mi regazo donde mis puños se abrían y cerraban, mientras mi padre me recordaba el futuro que me aguardaba si no tomábamos cartas en el asunto. Era mi cuarta temporada en sociedad y estaba a un paso de convertirme en una solterona, algo que en realidad no me molestaba porque, si bien ansiaba conocer a un joven que me enseñara lo que era el amor y la pasión, prefería vivir toda mi vida como una mera espectadora, que secarme al lado de un hombre que matara mi entusiasmo por la vida, el romance… y que cortara mis alas para escribir mis historias.

―Sakura, yo no viviré para siempre y no quiero irme de este mundo dejándote a merced de la caridad de otros…

―Touya jamás me vería como una caridad ―me atreví a interrumpirle y le desafié con la mirada.

Mi padre frunció su ceño y me dio una expresión severa poco común en él.

―Tu hermano no está seguro de tomar las riendas de la empresa y no sabemos si…

―Ha entrenado a Touya durante toda su vida para tomar su lugar, y no creo que por un sinsentido como este vaya a dejar que su patrimonio se pierda en manos de un total desconocido, cuando los Kinomoto se han esforzado por décadas para levantar la compañía. Su orgullo jamás lo permitiría.

―No estamos hablando del futuro de la empresa, estamos hablando de ti ―puntualizó para retomar el tema―. Aun si Touya toma mi lugar, vivirías como una arrimada en esta casa… ¿Acaso no te gustaría formar tu propia familia y tener tu propio hogar? ―cuestionó con una mirada triste.

―Desde luego que me gustaría, pero lo haría con el hombre adecuado.

―Por eso mismo creo que…

―Y cuando digo adecuado ―me atreví a interrumpirle de nuevo―, me refiero al hombre a quien ame.

Mi padre lanzó un largo y pesado suspiro; no era la primera vez que teníamos ese tipo de conversación y mi negativa siempre había sido respetada por él, pero por su tensa posición, la preocupación desbordada en sus ojos y sus labios fruncidos, sabía que esa vez sería diferente. Mi cuerpo comenzó a temblar.

―Hoy le he dicho a tu madre que… ―Lo vi morderse el labio, dubitativo de continuar. En ese momento, mamá avanzó hacia él y tras tomar su mano con fuerza, ambos me miraron con profundo pesar―. Cariño, estoy enfermo ―reveló, haciendo que mi corazón se detuviera.

«No puede ser… imposible».

―Pero… ¿Está seguro? Quizás es un error… Sí, debe ser un error del doctor Daigo y…

―Los médicos me han dicho lo mismo, todos ―enfatizó, haciendo que mis esperanzas fueran arrasadas en mi corazón―. Me queda a lo mucho año y medio… Por eso quiero asegurarme de que mi gran tesoro, mi preciosa hija, estará en buenas manos.

Mis manos se llenaron de temblores y mis ojos empezaron a escocer; no pasó mucho tiempo para que las lágrimas se derramaran por mis mejillas y entonces un profundo sollozo se me escapó.

―¿Por qué… por qué no nos lo dijo antes? ―dije entre hipidos, sintiendo como mi alma se desquebrajaba.

Escuché sus lentos pasos y después sus manos aparecieron en mi campo de visión, al posarlas debajo de mis pómulos. Allí estaba su sonrisa siempre amable y gentil, ese gesto que siempre me mostraba para asegurarme que todo estaría bien y que no tenía nada que temer. Mi padre siempre había sido el héroe de mis cuentos… y no podía imaginar mi vida sin él, no podía.

―¿Ahora entiendes mi angustia, mi pequeña? ―sonrió―. Lo único que deseo es verte feliz y segura… Que formes tu familia y construyas tu camino.

―Pero padre… yo soy feliz como estoy, ¿qué no lo ve? ―le dije, sollozando―. Usted me ha enseñado muchas cosas: el valor de la familia, el esfuerzo que siempre rinde sus frutos… y el significado del amor. Lo veo todos los días en sus ojos cuando observa a madre y… eso es lo que deseo para mí. Por favor… ―Mis palabras se ahogaron en mi garganta cuando lo vi negar con su cabeza con lentitud.

―Te he dado ya muchas oportunidades, Sakura Kinomoto, y viendo que el tiempo literalmente apremia… ―Suspiró y después de enderezarse, caminó de nuevo hacia su escritorio donde se recostó, cruzado de brazos―. El marqués vino hoy a pedido mío. Siendo mi socio principal, merecía conocer mi situación y también le hablé de mi necesidad de buscarte un marido apropiado… Sabes que él enviudó hace varios años y tiene una pequeña niña de ocho que necesita una madre…

―No, por favor…

―Su señoría es un buen hombre, querida. Lo conocemos desde hace años y sabemos que cuidará bien de ti ―dijo mi madre, tratando de tranquilizarme.

―Y si lo que te angustia es la diferencia de edad, sabes que tu madre y yo nos llevamos algunos años, pero eso no impidió que nos enamoráramos el uno del otro ―sonrió, mirando a mamá que le contestó el gesto.

Me mordí la lengua para no gritarles que eran tan sólo ocho años lo que ellos se llevaban, mientras que el marqués me llevaba a mí veinte. Si bien el hombre era un noble respetable y agradable, fácilmente podría ser mi padre. ¿Acaso no les importaba mi opinión? ¿Era mucho pedir amor? ¿Un marido con quién reír y compartir mis secretos? Las náuseas me golpearon con mayor fuerza y mientras mi padre enaltecía las cualidades del caballero, su voz se fue haciendo cada vez más lejana. Era demasiado qué manejar… qué pensar… y cuando escuché entre los murmullos que lord Winslow había accedido a cortejarme, entré en pánico y me levanté de golpe.

―¡No pueden hacerme esto! ―les grité por primera vez en mi vida.

El rostro de mi padre primero mostró total sorpresa por mi arrebato, pero después su ceño se frunció al punto de asustarme.

―Siéntate, Sakura.

―No lo haré ―negué también con la cabeza y di un paso atrás. Estaba devastada por la noticia de su enfermedad, por dios lo juraba, pero aun sabiéndolo, aun cuando su deseo antes de morir era verme bien casada… no podía concedérselo, simplemente no podía―. Padre, por favor, le ruego me escuche.

―No hay vuelta atrás ―dijo con firmeza―. Aun cuando Yukito dijo que será paciente contigo y no quiso fijar una fecha para la boda, el cortejo se dará para que vayas acostumbrándote estos meses a su presencia y…

Su voz volvió a perderse entre tanto pensamiento. Buscaba y buscaba en mi mente alguna solución, algo que me salvara de la desdicha de unirme a un hombre bajo esas circunstancias, pero nada se me ocurría, nada aparecía. ¿Acaso tendría que resignarme? ¿Tendría que renunciar a mi felicidad?, ¿a mis sueños?

¡No! Yo no quería rendirme… quería luchar por lo que deseaba y lo haría. La fuerza recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica, haciendo que mi espalda se enderezara completa y enfrenté la mirada de mi padre con todo mi temple.

―¡Le tengo una proposición! ―Mi mente trabajaba a toda velocidad, pero viendo que mi confundido padre me otorgaba una oportunidad de mantenerme a flote, dejé que mi boca se abriera y las palabras surgieron―: La temporada dará inicio en un mes, así que le prometo asistir a todo baile, tertulia, concierto y evento social al que seamos invitados… ¡Por favor, deme la oportunidad de escoger a mi marido yo misma!

Los ojos cafés de mi padre me escrutaron a profundidad, como si quisiera conseguir algún deje de inseguridad en mí del cual sujetarse; había muchos, pues estaba aterrada, pero yo estaba dispuesta a intentarlo para no arrepentirme después de no haber dado pelea. Mis puños se apretaron con fuerza y no desvié mi mirada verdosa de la suya, porque esa era mi única oportunidad y debía mantenerme firme.

―¿Qué pasaría si finaliza la temporada y no has encontrado al indicado… o la vieja muerte decide venir por mí antes de tiempo?

Ante ese escenario tan devastador… y para brindarle la seguridad que mi padre ansiaba tener, bajé mi cabeza. Pondría la soga en mi cuello, pero al menos tendría tiempo.

―Aceptaré mi destino y me casaré con el marqués ―dije―. Se pondrá fecha a la boda y no será necesario un cortejo.

Mi padre dejó ir un suspiro y asintió.

―Ocho meses, ese será tu límite, Sakura ―dictaminó―. Si en ese tiempo no se presenta un joven aquí a pedir tu mano, uno que valga la pena porque no permitiré que ningún vividor se aproveche de ti, entonces te casarás con lord Winslow.

―Se lo agradezco, padre ―expresé, aun en reverencia―. Le prometo que daré lo mejor de mí… y trataré de no causarle problemas para que usted… para que pueda… ―Dios, no podía decirlo.

Los brazos de mi padre me envolvieron, transmitiendo en ese gesto cuánto me amaba y yo no dudé en responderle de igual manera. Lo sabía… sabía cuán difícil era para él tener que forzarme a todo eso, pero nada podíamos hacer. Era la sociedad haciéndonos sus presas, justo como lo había dicho el extraño joven que me había encontrado en la plaza.

Tras darle una sonrisa forzada a mis padres, me excusé ante ellos y salí prácticamente huyendo del despacho, pues sentía que el piso se tambaleaba debajo de mis pies, y que las paredes celestes de la estancia parecían querer cerrarse a mi alrededor. No me detuve a detallar los cuadros de Naoki como solía hacer ni los adornos, solo quería llegar a mi habitación y encerrarme allí para recuperar, aunque fuera un poquito de la seguridad que había perdido.

―¿Señorita? ―escuché preguntar a Rika, pero no quise prestarle atención y la pasé de largo hasta llegar a mi refugio donde simplemente exploté. Las lágrimas descendieron sin control y los gemidos de tristeza llenaron el espacio.

Unas manos se posaron en mis hombros que se sacudían y les brindaron un apretón cariñoso que no rechacé… porque me sentía sola y perdida.

―Permítanos cambiarla de ropa ―ofreció Chiharu―. El corset debe estar ahogándola.

―Y después de eso podemos traerle el almuerzo, si gusta ―terció Rika.

―No tengo hambre… p-pero… les agradecería que me ayudaran a liberarme de esto ―dije, sin dejar de llorar.

Ambas chicas sonrieron y entonces pulularon a mi alrededor, tratando de animarme con sus comentarios y chistes, pero nada… nada podría hacerme sonreír en un día tan desgraciado. La idea de perder a mi padre en cualquier momento me aterraba y me destrozaba por dentro, pero también lo hacía su pedido. Me sentía atrapada… sin salida.

―¿Qué vestido le gustaría a la señorita? ―dijo de repente Chiharu―. Si no saldrá de casa, podría optar por…

―Me quedaré así ―dije, mirando el camisón interior de algodón blanco―. No abandonaré mi habitación en lo que resta de día…

Caminé hacia mi cama y me senté en ella, percibiendo un peso horrible sobre mis hombros que me oprimía. Las lágrimas no dejaban de brotar y tampoco quería hacer nada por detenerlas… esperando que el dolor y la tristeza acabaran cuando el rastro salado desapareciera. De repente, ambas doncellas se arrodillaron frente a mí y mostraron sus rostros llenos de preocupación mientras tomaban mis manos.

―Sus historias siempre rebosan de esperanza, vida y color; no se desanime, se lo suplico ―dijo Rika con un hilo de voz―. Todo tiene solución.

―Es cierto, la esperanza es lo último que se pierde. ―Chiharu sorbió por su nariz.

Eso era cierto, pero lo que no me dejaba tener esperanzas era la falta de tiempo. No podría fomentar un romance que me permitiera conocer a mi futuro marido… cultivar el sentimiento y mostrarle mi verdadero ser, ese que le encantaba crear y escribir historias. Y si ese joven no me conocía realmente, entonces ¿cómo podría llegar a amarme de verdad? ¿cómo podría yo amarlo? No había manera.

Tendría que recurrir a lo que Tomoyo había dicho: dejar el corazón de lado y tomar la decisión con la cabeza. Pero no quería… no quería hacer algo que iba en contra de mis principios.

―¿Por qué no lee un poco? ―dijo Chiharu y buscó en la gaveta de mi mesita de noche mi fascículo, en el cual relucían las letras doradas en el fondo vino tinto―. Le aseguro que podrá desconectarse un rato de todo esto y se animará.

―No creo que pueda…

―¡Oh! ¡Lo había olvidado! ―exclamó Rika de repente, llamando nuestra atención. Mi doncella se levantó y fue hacia mi pequeño escritorio donde sacó lo que parecía ser un sobre rojo de una de las gavetas y al volver, me lo extendió con una sonrisa―. Mi cuñada lo trajo, al parecer lo dejaron en casa después de que Ian saliera y prefirió traerlo porque parecía importante.

Recibí el sobre y lo observé, parecía ser una clase de invitación… pero al girarla y ver a quien iba dirigida, mi corazón se saltó un par de latidos; en letras doradas y elegantes, estaba el nombre de Haruki Yoshida.

―La dejaremos sola para que pueda leerlo, pero después nos cuenta todo ―pidió Chiharu, sacándome una débil sonrisa y un ligero asentimiento.

Cuando la puerta se cerró tras ellas, mis ojos regresaron al enigmático sobre. A pesar de la tristeza que gobernaba mi corazón, la expectación lo hacía retumbar contra mi pecho mientras mis manos temblorosas rompían el lacre, que tenía impresa una manzana en el blasón, custodiada por lambrequines representados por unas incitadoras serpientes. Las tarjetas abandonaron el sobre con lentitud y entonces comencé a leer la primera de ellas:

"Estimado Amo de los Suspiros:

La Sociedad de la Fruta Prohibida tiene el inmenso placer de invitarlo a formar parte de nuestro grupo.

Vivimos en una sociedad que avanza a pasos agigantados y nuestro deber es avanzar con ella. Es por ello que brindamos un espacio a nuestros miembros donde pueden expresarse libremente sobre diferentes temas, y departir sobre ese fin que todos perseguimos: brindar al mundo la belleza de las emociones a través de nuestro arte. Sepa usted que, si se une a nosotros, estará entrando a una gran familia cuyos valores se basan en la libertad, la ética, la igualdad y la fraternidad.

Rindámosle culto al arte que hace retumbar corazones, mi estimado Yoshida…".

―Atentamente, Yoshio Tanikazi… Conocido afectuosamente como… Oh por Dios… ¡El Viajero de Mundos! ―susurré con emoción ante el reconocido apodo.

No podía creer que el gran escritor, catalogado como el padre del género de fantasía… ¡se hubiera tomado un tiempo para invitarme a formar parte de la Sociedad que él mismo había creado! Mi corazón estaba acelerado a más no poder porque era el sueño de todo artista ser parte de un grupo tan selecto… ¡Y yo había sido invitada! ¡Me habían tomado en cuenta! Aun no podía creerlo… me sentía… Cielos, no sabía ni cómo debía sentirme. Obviamente halagada, pero también tenía un hoyo en mi pecho por todo lo que estaba pasando en mi vida, y a eso debía añadirle el miedo porque ellos esperaban encontrarse con un hombre…

Vi sobre mi regazo el fascículo y leí la lista de los Once Grandes que plasmábamos allí nuestras creaciones… Si yo había sido invitada, que era la autora más reciente del librillo… ¿habría alguna posibilidad de que Murakami perteneciera a la Sociedad? Pasé las páginas hasta llegar a su escrito y acaricié con la yema de mis dedos las letras mientras leía uno de los párrafos:

"La definición del momento que vivo puedo compararlo con aquel que queda tras la ebriedad, o tras el sueño interrumpido por una luz que lastima… Solo queda el vacío. Las cortinas se mecen al compás invisible del viento, dejando que la efímera luz del atardecer se cuele a través de las cortinas de nuestro refugio. Mis ojos recorren tu perfecta figura que es delineada por el claroscuro de tan maravilloso ocaso; la desnudez que generalmente me enloquece, hoy me brinda serenidad después de habernos amado. Mis dedos, que en cualquier otro momento estarían reconociendo tus curvas, ahora dibujan tus mejillas, tu delicado mentón, y tus suaves labios carmín que sonríen al contacto. Es una alegría dolorosa, que lacera con la misma intensidad que hace sanar, que provoca una risa acompañada de lágrimas, porque somos conocedores de lo que sigue después, cuando abandonemos el lecho. El amor, aunque carnal entre nosotros, no deja de ser amor, y la despedida nos lastimará… Tú te iras, pero yo me quedaré en esta habitación, soñando con volverte a sentir debajo de mí… para seguir amando tu piel."

Las emociones en ese pequeño párrafo me recorrieron entera, haciendo que más lágrimas recorrieran mi rostro. No sabía el porqué, pero Murakami había cambiado su forma de escribir en los últimos tres meses, dejando que un sutil velo melancólico cubriera sus letras. Seguía siendo apasionado y vehemente como solo él sabía serlo, enseñando al mundo que la unión carnal podía ser hermosa; un arte que se disfrutaba cuando se estaba con la persona correcta… pero entre líneas se podía ver la nostalgia, la añoranza y la pasión que ansiaba experimentar con su amada. Era muy sutil, pero allí estaba y eso había despertado enormemente mi curiosidad.

Observé el sobre en mis manos… habían pasado tantas cosas ese día que simplemente… no sabía qué hacer y cómo sentirme.

¿Por qué pasaba esto justo ahora?

Y aquí tienen el segundo capítulo de esta aventura :D Les agradezco mucho la receptividad que tuvo el primer capítulo y sus valiosos comentarios que son muy valiosos para mí. Por aquí les agradezco a Lunacareymar, mi querida Kenny, mia bella luna, Paopao, Dariadesu y Flor de Gaia, que me dejaron comentarios como guest ;) Súper agradecida con ellas y con aquellos a quienes si pude contestarles :D

Primero, vemos que Sakura se ha encontrado con un joven que tiene un sentido del humor bastante peculiar xD Alioth jummmm… el dios del caos, ¿será que le traerá más caos a la pobre de lo que ya tiene? ¿Se lo volverá a encontrar o será como ella dijo? :P

Luego le dan dos noticias fulminantes que la dejen devastada: la enfermedad de su padre y un compromiso con un hombre que es mucho mayor que ella :( ¿Creen que su plan desesperado resulte? Porque ahora la chica que había sido tan esquiva en las temporadas, tendrá que lanzarse de cabeza a buscar marido :O

Y como si un fuera poco (y cabe acotar que nada más iba medio día xD) recibe un sobre rojo muy misterioso, una invitación a esa Sociedad de la cual les hablé un poquito durante el tiempo que estuve alimentándoles la curiosidad xD ¿Creen que asistirá? Y si lo hace, ¿qué pasará si esas personas esperan encontrarse con un "hombre"? ¿Se encontrará allí al gran Erudito de las Sábanas? ¿Y cómo es eso de que en sus últimos escritos ha visto melancolía?

Mi agradecimiento especial a mis lectores cero Wonder y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.

Sin más nada que decir, muchas gracias por leerme y por sus valiosos comentarios.

Un beso enorme,

CherryLeeUp