¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.
Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 3
Abrazada a mí misma, observé desde mi ventana al glorioso astro rey levantarse una vez más, otorgándole a los seres humanos su calor y su luz de oro; obsequios que siempre me habían parecido maravillosos por representar la esperanza y el resurgir; pero ese día sentía en mi corazón que el sol me daba la espalda y me los negaba, dejándome en un lúgubre gris.
Dando un profundo suspiro preñado de pesar, volví a mi habitación y me observé en el espejo. Las evidencias del cruel desvelo y de las lágrimas derramadas durante la noche estaban presentes, bordeando mis inflamados ojos verdes.
Una pesadilla, eso era lo que estaba viviendo. No hacía más que pensar, analizar y buscar alguna solución que me sacara de tal aprieto, pero no había nada… Absolutamente nada.
Estaba aterrada, confundida y muy enojada, al punto de permanecer en total mutismo cuando llegó la hora del desayuno, provocando una expresión de preocupación en el rostro níveo de mi madre, y que mi padre mantuviera la mirada en su plato en todo momento. La divina providencia era testigo de cuánto lo amaba y el ahogo que me invadía al pensar que su asiento pronto estaría vacío… Pero sabiendo lo que significaba para mí el amor en una pareja, no evitaba preguntarme una y otra vez: «¿Por qué me haces esto?».
―Cariño, espera ―me abordó mi madre a paso presuroso, para darme alcance en la escalera―. No comiste prácticamen…
―No tengo hambre ―musité con la voz raposa por el llanto nocturno.
Mi madre me tomó de las manos, las suyas estaban frías y temblaban con ligereza.
―Sabes que te amamos… eres lo más valioso para nosotros.
―Entonces… ¿por qué?
―No es fácil para Fujitaka, hija mía, créeme, pero su más grande deseo… desde que te vio abrir tus preciosos ojos por primera vez… es el acompañarte al altar para entregarte a un hombre que cuide de ti y así él podrá… él será libre de… ―Su voz se partió y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas―. No lo veas como el villano… te lo imploro.
―No lo hago… ―dije, haciendo todo lo posible por retener las mías―. Pero tampoco quiero vivir una vida llena de arrepentimientos.
―Lo único que puedo ofrecerte es lo que sé ―mencionó, limpiando los rastros salados―. Yo también estaba aterrada cuando me dijeron que me casaría con tu padre, pero hoy doy gracias por ello.
―El amor surgió…
Ella me interrumpió al negar con su cabeza y sonrió.
―Yo decidí que el amor surgiera, mi pequeña. Decidí amarle, decidí formar una preciosa familia y decidí ser feliz. ―Sus manos redoblaron sus temblores―. He sido tan dichosa que estoy aterrada de no saber vivir sin él. Suena estúpido, lo sé, pero… Ha sido mi compañero de toda una vida… mi más grande amor y…
Por un momento, dejé de pensar en mí y mi tristeza para ponerme en los zapatos de ella. Entonces, la abracé y mientras acariciaba su cabellera negra como lo había hecho ella millones de veces conmigo, dejé que desahogara en mis brazos sus miedos, su tristeza y su dolor; sintiendo un poco de envidia al pensar cuán afortunada era mi madre por haber vivido tan hermoso amor.
―Todo estará bien, mamá ―dije y la miré a sus ojos tan verdes como los míos―. Eres fuerte… y papá te necesita a su lado con una sonrisa.
Ella asintió varias veces y tras limpiarse una vez más las lágrimas, mostró esa maternal sonrisa que tanto la caracterizaba y volvió sobre sus pasos.
De regreso en mi habitación, en la misma ventana donde había observado la alborada, volví a pensar… especialmente en las palabras de mi madre y tuve que darle la razón en algo: el ser feliz estaba en nuestras manos, en nuestras decisiones, y estaba en nosotros luchar por ella hasta nuestro último aliento.
Volví a mirarme en el espejo; mi sencillo vestido de día era celeste y contrastaba con mi ondulado cabello miel, el cual caía con libertad ya que no había querido recogérmelo. Tenía sobre mi nariz unas pequeñas pecas que eran la pesadilla de mi madre y mis ojos se veían opacos. No podía engañarme a mí misma: ya no era una debutante y por ello las posibilidades de éxito en mi cruzada eran casi inexistentes.
Según los cánones de la belleza, era una mujer de facciones simples, curvas un poco más llenas de lo adecuado y un cabello demasiado soso. También era la hija de un burgués, por lo cual no tendría acceso a las mejores fiestas y tertulias; y aun cuando mi dote era más que generosa, las miradas de los buenos prospectos estarían posadas en las debutantes de sangre noble. Yo no tendría ninguna oportunidad contra ellas.
La desesperanza comenzó a hacer suya mi alma, pero no podía dejarme dominar, no cuando estaba en juego mi futuro y mi amor por la vida, ese que me inspiraba a crear. Por eso, ávida de lucha y de hallar algo que volviera la situación a mi favor, le escribí una nota de auxilio a la única persona que podría ayudarme en tan desfavorecedoras circunstancias. La mujer que me había patrocinado no solo en mi debut en sociedad... sino también en mi carrera como escritora cuando me descubrió: Yuuko Reed, duquesa de Rosmond.
Al tomarme bajo su ala, siendo una apasionada del arte, su señoría no tardó en darse cuenta de mi pasatiempo, pero en vez de reprenderme y encausarme hacia la misión de cualquier señorita, la cual era pescar un marido decente, mi matrona me alentó para que desarrollara mi talento y lo compartiera con el mundo, porque ante sus ojos yo tenía mucho potencial.
De esa forma, fui impulsada por ella para llevar mi novela a una de las editoriales más afamadas de Aurennor, nuestro reino. Y no mentiré; aquellas escaleras de piedra las subí temblando de miedo y llena de millones de sueños, pero viviendo en una sociedad dominada por los hombres, también iba mentalizada en que un "no" era más que factible. Y eso mismo había pasado.
Me rechazaron sin siquiera revisar el escrito por el simple hecho de ser una mujer soñadora, pero lady Rosmond no me permitió desistir y me dijo que enviara solo cuatro capítulos de mi historia como cebo a otra editorial, aunque en esa ocasión decidimos ocultar mi identidad tras un seudónimo masculino. El misticismo del personaje creado funcionó y así nació el Amo de los Suspiros… un sueño que en ese momento estaba en riesgo.
Las dos horas que esperé su respuesta fueron las más sofocantes de mi vida, por eso cuando Rika depositó la nota en mis manos, la enorme roca sobre mis hombros perdió un poquito de su peso:
"Fuiste, eres y serás siempre mi precioso diamante, querida. Y no estoy dispuesta a dejar tan valiosa joya en manos de cualquiera. Ven a tomar el té conmigo mañana en la tarde, le diré a mi cocinero que prepare tus postres favoritos."
Esbocé una pequeña sonrisa y abracé el papel contra mi pecho. La guía de lady Rosmond había sido muy valiosa en el pasado, porque no solo me había ayudado a cumplir mi sueño de escribir profesionalmente, sino que gracias a sus oportunidades había recibido varias propuestas que, en mi afán de buscar al indicado, había rechazado.
Pero situaciones desesperadas, requerían medidas desesperadas.
No quería casarme con el marqués, así que esa temporada debía ser diferente. Yo la haría diferente, o por lo menos lo intentaría. Además… Caminé hacia mi escritorio y saqué el elegante sobre rojo que había dejado allí resguardado; con tantas cosas, no había tomado una decisión, pero siendo la duquesa la que me había conducido al mundo de la escritura, podría aconsejarme con respecto a la Sociedad de la Fruta Prohibida.
No debía ser presa del pánico. Si el sol no salía para mí, yo lo buscaría hasta encontrarlo.
Con eso en mente, traté de sumergirme en mi novela y avanzar, pero viendo que mi capacidad creativa había mermado, al punto de que nada de lo que había escrito me satisfacía, me dediqué a leer cuanto libro se me atravesara para no tener que pensar en nada más que no fuera en la esperanza que sus letras me regalaban.
Así que, después de conversar con mi madre sobre la decisión que había tomado, y contando con su aprobación y sonrisa sincera, a la tarde siguiente abordé el carruaje de mi familia para ir al encuentro de Yuuko Reed.
Había puesto mi mejor esfuerzo en ocultar las ojeras y cualquier señal del insomnio sufrido en las dos últimas noches, pero mi cuerpo se sentía tan pesado que el constante movimiento del coche terminó por arrullarme y quedé en oscuridad el tiempo que duró el trayecto hasta la zona más opulenta de Zándar.
―Señorita, hemos llegado ―escuché en la lejanía la gentil voz del señor Miyake, nuestro cochero.
Parpadeé varias veces y tras acostumbrarme a la claridad de la tarde que se filtraba por la puerta, pude ver su mano enguantada estirada hacia mí. Al bajar del carruaje, divisé la imponente estructura de tres pisos que era el hogar de los Reed, custodiada por flamantes jardines llenos de esculturas de fantasía y rosas tan rojas como rubíes; el orgullo de la duquesa viuda.
Era un edificio tan antiguo como la misma Aurennor, lleno de obras de arte que contaban la historia de los predecesores del actual duque; un joven de carácter especial como el de su madre, según sabía, ya que no había tenido la oportunidad de interactuar mucho con él.
Tomando aire a profundidad, alcé con delicadeza la falda de mi vestido lila y comencé a subir la gran escalinata que me llevó a la elegante puerta, donde me esperaba el siempre apacible mayordomo de la familia ducal.
―Un placer saludarla, señorita Kinomoto. Teníamos tiempo que no la veíamos por aquí ―dijo, haciendo que sus arrugas se marcaran al sonreír.
―El placer es mío, Yagami.
―Su excelencia la está esperando en el salón jazmín. Si gusta seguirme, por favor. ―Hizo un ademán con su mano y, tomando otra respiración profunda, lo seguí al interior de la mansión.
Siempre que iba a ese lugar la sensación de ser diminuta me abordaba al estar rodeada de tesoros invaluables, adornos en oro, pinturas magnificas y esculturas que podrían dejar sin aliento a cualquiera.
Mis pies se detuvieron justo frente al retrato que mostraba a lady Rosmond y a su fallecido esposo; según las palabras de mi matrona, ellos no se habían amado, pero había surgido una hermosa amistad y complicidad que le había permitido llevar una vida agradable al lado del antiguo duque, Clow Reed. Inmediatamente pensé en mi situación y me pregunté sí eso era lo que me esperaba al lado de lord Winslow… la resignación de llevar una vida tranquila sin amor. Sacudí la cabeza y retomé mi rumbo.
Pasadas varias puertas a lo largo del pasillo, Yagami me condujo a la única que permanecía abierta y entonces distinguí a dos mujeres que reían entre ellas, mientras movían con gracia sus abanicos. Al escuchar mis pasos, ambas giraron sus cabezas en mi dirección y me sentí dichosa al ver que allí estaba mi querida Tomoyo, luciendo tan bella como siempre con ese vestido zafiro.
Ella no dudó ni un segundo en alcanzarme y darme un largo y afectuoso abrazo que me hizo bien, mucho bien, y sin poder resistirlo más, las lágrimas comenzaron a fluir.
―Lo siento… no quería…
―Tranquila, querida ―dijo, mientras acariciaba mi espalda―. Lady Rosmond pensó que mi compañía te animaría y me envió una invitación.
―No quería molestarte con mis problemas… Tú ya tienes suficiente con los tuyos.
―Tus problemas son míos, así como haces tuyos los que me pertenecen. ―Tomoyo me separó de ella para limpiar mis lágrimas―. De eso se trata la amistad.
Asentí, profundamente conmovida por sus palabras.
Tras recuperar un poco la compostura, dirigí la mirada hacia la otra mujer que estaba en el salón, donde el blanco predominaba en las decoraciones. La distinguida dama de cabellos negros se levantó y estiró sus labios rojos en una confortable sonrisa que suavizó un poco mi aflicción.
―Tu mensaje me dejó bastante preocupada, criatura ―dijo, señalando la poltrona que estaba a su derecha; no dudé en obedecer y tomar mi lugar, mientras Tomoyo volvía al suyo―. Lamento mucho lo que estás pasando, pero imagino que debe haber más. Así que cuéntanos y no omitas nada.
―No sé… por dónde iniciar…
―Aquí estamos personas de confianza, nada de lo que digas, saldrá de estas cuatro paredes. ―Sus ojos rojizos se desviaron hacia Yagami que no dudó en asentir y salir de la estancia, cerrando la puerta tras de sí.
Así, mientras la poderosa dama nos servía el té y pastitas, fui contándoles con voz temblorosa absolutamente todo, haciendo énfasis en mi desesperada apuesta y las bajas probabilidades que tenía de salir exitosa. Mis manos se cerraban y abrían sobre mi regazo a medida que avanzaba ―una mala maña que tenía desde niña y que mi institutriz no había podido corregir―; al final terminé cerrándolas en puños.
―Puedo comprender a mi padre, en verdad lo hago, pero no podía ceder así como así, no cuando mi vida y mi felicidad dependen de ello ―suspiré―. Yo siempre quise tener el poder de elegir, de buscar el amor… ustedes mejor que nadie lo saben. Por ello, aun cuando estoy consciente de mis bajas posibilidades, quiero intentarlo… ―Observé la figura de la mayor de nosotras, empañada por las lágrimas retenidas―. ¿Puede ayudarme? Yo… esta vez estoy dispuesta a hacer lo que sea.
―Oh, querida. Por supuesto que te ayudaré ―dijo, palmeando mi mano―. Puedo entender muy bien a Fujitaka, mas no comparto su opinión porque tú eres una señorita con temple, valiente, y fácilmente podrías valerte por ti misma. Dinero es lo que te sobra con tus regalías, pero sabemos que esto va más allá de eso y ya has dado tu palabra: Sakura Kinomoto jamás se retracta.
Asentí con el ceño fruncido.
―Pero no todo es malo, Sakura ―intervino Tomoyo, sonriéndome―. Es verdad que no eres una debutante, pero si cuentas con el apoyo de lady Rosmond y el mío, ahora que soy una marquesa, las puertas de la sociedad se abrirán para ti.
―Eso es cierto, sin embargo, tampoco puedes lanzarte desesperadamente a los leones ―acotó la duquesa, tras tomar un sorbo de su té. Posó sus ojos rojizos en mí y continuó―: Te lo dije en mi respuesta, no pienso permitir que mi diamante caiga en manos inadecuadas.
―Pero… solo cuento con el tiempo que dura la temporada.
―Eso es más que suficiente si sabemos que peces debemos pescar ―dijo, colocando la taza sobre la mesa―. Deben ser caballeros de intachable reputación. Nada de libertinos redimidos y, por supuesto, descartaremos a los melindrosos. Tu compañero debe ser un aventurero.
―Con porte distinguido y muy inteligente ―añadió Tomoyo.
―Debe ser un hombre que te inspire a seguir creando, porque después del trabajo que nos costó crear al gran Amo de los Suspiros, no vamos a perderlo.
―¿Y cómo conoceré a ese hombre ideal? ―pregunté, sin poder disimular mi tono lleno de ironía―. En este caso no puedo pensar con el corazón, sino con la cabeza.
―Oh, querida, déjame la parte menos romántica a mí ―dijo la duquesa, riendo―. Haré una lista de posibles prospectos basada en lo que hemos dicho.
―¡Tiene razón, su excelencia! Eso nos reducirá la búsqueda y podremos concentrar nuestros esfuerzos en ellos.
―Es decir… que tendré que estudiarlos para adecuarme a sus gustos ―musité, sintiendo como mi sangre comenzaba a encenderse.
―Oh, no. De ninguna manera, querida ―me contradijo la duquesa―. Estos jóvenes entraran en la categoría de "futuro esposo de Sakura Kinomoto", no al revés. Así que son ellos quienes deben cumplir nuestras expectativas y el lugar perfecto para iniciar será en la velada floral de los duques de Berkel, por su puesto. La dama de medianoche florecerá esa noche y tú lo harás con ella.
―¡Es cierto! Será la apertura de la temporada y asistirá la crema y nata de la sociedad, y antes de que menciones a las debutantes ―alzó la voz Tomoyo al verme abrir la boca―. Déjalo en nuestras manos, ¡te haremos lucir como el precioso diamante que eres! ¡Te verás divina!
―Y tú, mi querida, te enfocarás en lo que eres buena: crea ambiente, busca el romance de tu vida entre esos caballeros, así como lo haces en tus letras ―dijo la duquesa, guiñándome un ojo.
Buscar el romance de mi vida… ¿podría ser posible encontrarlo de una forma tan forzada? Sacudí mi cabeza; debía tener confianza y luchar con todas mis fuerzas por alcanzar aquello que tanto anhelaba… Y si al final no podía, por lo menos no me preguntaría: ¿qué hubiera pasado sí…? Lady Rosmond tenía razón, la velada floral donde la curiosa flor blanca abriría sus pétalos, sería el momento perfecto para que la Ama de los Suspiros buscara el romance para sí misma.
Eso me llevó a recordar el segundo motivo que me había llevado a los dominios ducales. Tras remover el interior de mi pequeño bolso de mano, saqué el sobre rojo y lo dejé en la mesita donde quedaban pocas pastitas ya; ambas lo miraron con curiosidad.
―Hace dos días recibí esto… o más bien, lo recibió Yoshida.
―¿Es… una invitación a la Sociedad de la Fruta Prohibida? ―musitó lady Rosmond, tomando el sobre.
―¿La conoce?
Ella asintió en respuesta y luego me observó.
―Mi difunto esposo fue parte de ella.
―¿En serio? ―pregunté con sorpresa.
Ella sonrió con un deje de melancolía.
―Muy pocos lo saben, pero Clow fue un pintor prodigioso... ¿Puedo?
―Sí, claro.
―¿De qué se trata esta Sociedad? ―intervino Tomoyo, mirándome.
En pocas palabras, le expliqué que la Sociedad de la Fruta Prohibida estaba conformada por artistas de todos los géneros: escultores, pintores, escritores, músicos, entre otros; y se reunían para intercambiar opiniones intelectuales y de actualidad. A ella pertenecían los que eran catalogados como los mejores en sus áreas, incluso podían hallarse virtuosos de otros países, según sabía, y por ello tenía tanto miedo de asistir. Siendo calificada como novata, no sabía si sería lo suficientemente buena para estar entre tantos grandes.
―Es magnífico. Simplemente, magnífico ―aplaudió la duquesa, tras leer―. Sabía que serías grande, querida. Que honor, y ¡siendo tan joven! ¡No sabes lo orgullosa que me siento!
―¿Cree que debo asistir?
―¿Y por qué no lo harías?
―Bueno… creo que es obvio, su excelencia ―mencioné, jugando nerviosa con mis manos―. Ellos esperan encontrarse con Haruki Yoshida, no con una mujer.
―¿Y si te disfrazas de hombre? ―sugirió Tomoyo con emoción.
―Sabes cómo me pongo cuando me dominan los nervios. ―Negué con la cabeza, mostrando una mueca―. Sería un desastre y no tardarían en descubrirme.
La risa de la duquesa se escuchó, llamando nuestra atención.
―¡Oh! ¿Crees que eres la única mujer que escribe tras un seudónimo de hombre? ―Abrió su abanico granate y torció su sonrisa―. Mi niña, cuando te propuse crear al buen Yoshida, lo hice con bases. Sé de varias damas que escriben libros usando algún nombre masculino para ser tomadas en serio. Y siendo la Sociedad un grupo tan diverso y abierto, no tendrán problemas en aceptarte.
―Si eso es así y solo los mejores pertenecen a ese grupo… ¡Oh, por dios! ¡Murakami podría estar entre ellos! ―Mi estómago dio un salto de emoción ante el comentario de Tomoyo―. ¡Podrás descubrir quién es!
―Allí debes tener mucho cuidado, Sakura ―dijo lady Rosmond, moviendo en el aire la segunda tarjeta que había llegado con la invitación, una que reflejaba no solo su dirección y horarios de encuentros, sino también las diez reglas que los regían―. Ellos valoran y respetan mucho la vida privada del artista, por eso…
―Permiten que vayamos con máscaras y el indagar para saber quién se oculta detrás de ellas, es penado con la expulsión ―completé, tomando una pastita.
―Entonces… ―musitó mi amiga y después de eso un largo suspiro.
―Una vez que eres expulsado, jamás podrás ser parte de su grupo otra vez y tu reputación quedará destruida ―dijo la duquesa con mirada seria―. Sé de tu admiración por Murakami, pero debes tener cuidado: una cosa es pedir su consejo y otra muy diferente es forzarlo a dártelo.
―Puedo pedir, mas debo aceptar si él no desea aconsejarme. ―Asentí.
Admitía que al leer las reglas me sentí un poco desanimada, ya que solo podría saber la verdadera identidad de aquellos que ya se hubieran revelado por voluntad propia. Así que… me tocaba rezar para que el Erudito de las Sábanas lo hubiera hecho o ganarme su simpatía para que me lo revelara a mí. Claro, todo eso si me decidía a ir.
―Esta es una gran oportunidad para crecer, mi precioso diamante, no la desperdicies ―sonrió lady Rosmond―. Te encontrarás con escritores de gran envergadura y con un léxico sin igual. Aprende lo que ellos estén dispuestos a enseñarte y también brinda tu conocimiento, porque por algo te invitaron. La Sociedad no toma en cuenta a quien no puede aportar, y tú tienes mucho para ofrecer al mundo.
Sintiendo mi corazón más ligero, pues al menos tenía un plan con el cual iniciar mi batalla, medité entre más té y risas las palabras de mi matrona. Y si bien tendría que hacer algo que jamás había hecho en mi vida ―escaparme de casa―, sería una gran aventura digna de vivir y contar después como una valiosa anécdota.
Sí, asistiría a la Sociedad de la Fruta Prohibida y aprovecharía todo lo que ellos tenían para mí, estuviera el gran Yufeng Murakami allí o no.
Habiendo tomado mi decisión y teniendo un plan de acción para la temporada, me despedí de ambas mujeres y abandoné la enorme mansión, dejando que mis labios esbozaran una sonrisa que, si bien era diminuta, expresaba mi sincera gratitud por su invaluable apoyo y guía.
El carruaje mantuvo el mismo vaivén adormecedor, pero teniendo tanto por hacer y planificar, dormir era lo que menos quería, porque si bien ellas me abrirían las puertas, de mí dependía encajar y crear mis oportunidades. No se trataba de ofrecerme cuál mercancía, sino de buscar inteligentemente al hombre adecuado que me inspirara a crear, no a destruirme.
Pasando frente a la modista, me dije que tendría que renovar mi vestuario para asistir a todos los eventos sociales, aunque… ese no sería el único motivo. En mi armario se encontraban resguardados los vestidos que no había regalado de la temporada anterior, todos ellos de colores pasteles que gritaban a los cuatro vientos que era una señorita virginal y en edad casadera. Saqué el sobre de rojo seductor y entonces alcé la comisura derecha de mis labios en una sonrisa traviesa; tendría que hacer otra cosa que jamás había hecho, usar un vestido de mi madre sin permiso, porque la visita a la Sociedad de la Fruta Prohibida representaba una gran aventura y debía usar el atuendo apropiado para conocer a grandes virtuosos como el Viajero de Mundos y, si corría con suerte, a mi gran ídolo, el Erudito de las Sábanas.
Sería un momento glorioso y me daría el permiso de disfrutarlo, olvidándome por un par de horas de todos mis problemas y ser quién yo quería ser: una mujer dueña de su destino. La escritora, la Ama de los Suspiros.
Y aquí tienen el tercer capítulo de este nuevo viaje :D Muchas gracias por sus valiosos comentarios y por aquí saludo a esos guest a quienes no puedo responder: Ely, Lunacafeymar, Dariadesu que siempre está atenta, Flor de Gaia y mi querida Kenny que nos dio maravillosos dibujos de esta historia :D Muchas gracias, me super encantaron y si los quieren ver están en mi página de Facebook :)
Vemos que las cosas comienzan a tomar rumbo gracias a esta poderosa duquesa que aprecia tanto a nuestra escritora favorita, al punto de haberla impulsado a cumplir su sueño y ahora la guía en esa batalla tan complicada, ¿podrá ella con todo lo que se avecina?, ¿pescar un marido apropiado?, ¿y como lo hará?, ¿cómo serán esas fiestas? Tendremos que seguir leyendo para saberlo ;)
Y también vimos que La dama de medianoche es el nombre de una flor, ¿qué tendrá que ver esto con nuestra querida Sakura? Y ahora que ha aceptado que se merece ese tiempito para ella en la Sociedad, ¿qué creen que encuentre en ese lugar? Ya vemos que hay otras mujeres escritoras :D ¿se encontrará con ellas? Y, lo más importante, ¿hallará en ese lugar al gran Erudito de las Sábanas? ¿Podrá conocerlo? ¿Llevará máscara o habrá desvelado su verdadera identidad? El próximo capítulo promete varias cositas xD
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero WonderGrinch y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
Sin más nada que decir, muchas gracias por leerme y espero leer sus preciosos comentarios que siempre nos incitan a seguir creando :D
Un beso enorme,
CherryLeeUp
