¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
Todos los derechos reservados. ©
Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.
Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 4
Estando de regreso en casa, mi meta fue ser menos apática con mis padres, así que conversé un poco durante la cena y reí de algunos comentarios hechos por mamá, haciendo que volviera a los ojos cafés que admiraba y adoraba un poco de su brillo habitual. Y si bien no podía decir que habíamos vuelto a la normalidad, estaba en el aire mi disposición de aprovechar el tiempo que nos quedaba juntos… aunque fuera poco. Arranqué ese pensamiento de mi cabeza y me esforcé por sonreír, fue así hasta que el momento de retirarme llegó.
Le di un profundo abrazo y un beso a mi padre, sacándole una sonrisa rebosante de agradecimiento algo que me llenó el alma y calmó mi sentimiento de culpa, para poder partir a mi aventura un poco más tranquila.
Al subir a mi habitación, cerré la puerta con pasador y enfrenté las miradas animadas de mis doncellas, con el fin de confesarles mis planes para ir a la Sociedad de la Fruta Prohibida esa noche.
―Bien, espero que puedan brindarme su ayuda para cumplir este pequeño capricho mío.
Ambas asintieron y mostraron sonrisas de emoción que se fueron ampliando a medida que fui avanzando. El uso de un carruaje de alquiler hubiera sido lo más idóneo, sin embargo, por la falta de tiempo y los peligros de la noche, no lo creí pertinente. Así que me valí de la disposición de Rika para enviar por su hermano, después de todo, no sería la primera vez que el muchacho conducía un carruaje y podríamos usar el más pequeño de nuestra familia para no atraer miradas.
―Y dile que ponga el precio que él crea conveniente. Yo lo pagaré ―dije con las emociones a flor de piel.
―Iré de inmediato entonces y estaremos de regreso en unos treinta minutos a lo mucho. ―Realizó una inclinación de cabeza y partió a paso presuroso.
Me senté en la cama y cerré mis ojos, imaginando por un momento lo que me esperaría en la Sociedad; tantos escenarios posibles, ¡tantas personas por conocer! Y desde luego, la imagen enmascarada de un caballero apareció. ¿Sería posible encontrarme con Yufeng Murakami? ¿Realmente sería un hombre o podría ser una atrevida mujer? Mi corazón latía desbocado porque estaba a un paso de descubrirlo, aunque siendo sincera no importaba, ya que lo que yo admiraba del personaje era su habilidad literaria. Deseaba con fervor saber cosas de su yo creativo: como su fuente de inspiración y sus técnicas para concebir historias tan grandiosas.
―¿Qué usará la señorita? ―preguntó la castaña que se quedó conmigo, sacándome de mi ensimismamiento. Ella estaba en la puerta de mi armario, esperando mis indicaciones, pero yo tenía otra cosa en mente.
―Necesito algo que refleje la osadía de la mujer que escribe detrás de Haruki Yoshida ―fue mi respuesta y esbocé una sonrisa traviesa―. Mi madre tiene vestidos preciosos…
―Especialmente los últimos que adquirió ―añadió, correspondiendo mi gesto.
No hizo falta más.
Tomada de las manos y tratando de retener nuestras risas, cruzamos el largo pasillo y entramos en los aposentos de mis padres, tras verificar que nadie estuviera allí.
―¿Qué tiene en mente? ―preguntó en un susurro; el silencio fue mi respuesta.
Fui al armario que correspondía a mi madre y allí busqué y busqué hasta dar con lo que quería: un precioso vestido de seda azul marino, cubierta con una vaporosa tela traslúcida que le otorgaba el brillo de pequeñas estrellas; y el escote resaltaba por el magnífico color de la plata.
―Este es.
―Veo que quiere impactar en su primera visita.
―¿Crees que iré más veces?
―La señorita quedará encantada con ellos y ellos con usted ―rio por lo bajito―. Apostaré mi sueldo.
―Bien, acepto ―dije, dándole mi mano―. Yo apuesto mi mejor vestido.
Entre risas bajas, volvimos a mi habitación y con la pericia que le habían dado los años a mi lado, mi doncella comenzó a vestirme. Poco a poco comencé a transformarme ante el espejo en la valiente mujer que quería proyectar y me dije que, si Chiharu tenía razón, tendría que buscar más vestidos de ese tipo para no volver a usar los de mi madre.
―La señorita se ve preciosa ―musitó, mirándome a través del espejo―. Es tan parecida a la señora que es como verla a ella, pero con el cabello claro.
―Mi madre es mucho más hermosa ―dije, aunque viendo el delicado maquillaje que resaltaba mis ojos, el medio recogido que había elaborado para dejar que parte de mi cabello quedara libre sobre mis pechos; y cómo el vestido se deslizaba sobre mi cuerpo como una segunda piel, marcando mis curvas; pensé en que esa mujer del espejo era en verdad bella.
―La máscara ―dijo, pasando el accesorio plateado por delante y lo sujetó con las cintas del mismo color―. ¡Está lista!
―Gracias, Chiharu. Hiciste un excelente trabajo.
―Siempre que la señorita sea feliz, nosotras lo seremos ―dijo, sonriente―. Nunca permita que apaguen su luz y resplandezca, que ese es el trabajo de las estrellas como usted.
Mis ojos picaron ante esas sinceras palabras y tras darle un abrazo a mi querida cómplice y amiga, me coloqué con su ayuda la capa que me cubría de pies a cabeza. Guardé el sobre rojo en mi bolsito de mano y cuando Rika volvió a aparecer con expresión satisfecha, y usando una capa oscura, supimos que todo estaba listo: era hora de iniciar la gran aventura.
Con cuidado de no ser vistas, bajamos por las escaleras de servicio que daban a la cocina convenientemente solitaria ―obra de Rika, por supuesto―, y sin perder tiempo salimos al frío y oscuro exterior de la casona.
―Kazuya nos está esperando en la calle lateral ―nos informó―. Me pareció lo adecuado para no llamar la atención de las personas que aún transitan por la avenida.
―Perfecto, ¿le dijiste que esperamos estar de regreso a media noche? ―Ella asintió en respuesta―. Bien. Entonces… es todo.
―Espero se divierta mucho y recuerde resplandecer ―susurró Chiharu.
Dándole una sonrisa agradecida, seguí con Rika que tomaría el rol de carabina. Así, ambas nos embarcamos en el camino hacia la Sociedad de la Fruta Prohibida.
Según la dirección que habían apuntado, quedaba en las afueras de la ciudad, por lo que me dediqué a conversar con mi doncella para diluir los nervios que me amenazaban, similares a los que había experimentado aquella noche tan lejana, cuando debuté en sociedad.
Aproximadamente veinticinco minutos después, lo sabía porque había estado contando en mi mente, aparecieron las luces de una poderosa edificación en la lejanía. Por lo que lograba vislumbrar, parecía ser una especie de mansión de dos pisos; quizás una de las propiedades de algún noble, miembro de la Sociedad.
El carruaje se detuvo frente a la escalinata principal que estaba iluminada con antorchas; los nervios comenzaron a invadirme de nuevo, haciendo estragos en mi estómago y provocando temblores que me sacudían entera. Entonces las manos de Rika se posaron sobre las mías que inconscientemente se habían hecho puños.
―Todo estará bien, señorita ―dijo con una sonrisa.
―Todo estará bien ―hice eco, sintiendo como parte de los nervios se iban como por arte de magia―. Gracias, Rika.
Me tomé el tiempo de respirar profundo cinco veces y entonces, asentí. Estaba lista. Mi doncella golpeó con su dedo el cristal y al poco tiempo un joven muy parecido a ella apareció para ayudarnos a bajar. La escalera me parecía tan larga… como si no tuviera fin, y ante tal temor me pregunté: ¿Qué era lo peor que podía pasar? Si me rechazaban daría vuelta atrás y continuaría con mi vida, pero si me abrían sus puertas, miles… No, millones de oportunidades desfilarían ante mí.
No perdería nada, todo lo contrario, ganaría mucho.
―Andando, Rika.
Alcé la falda oscura del vestido que por esa noche era mío y comencé el camino ascendente, sintiendo como los latidos de mi corazón se aceleraban con cada paso, aunque ya no se debía a los nervios o al miedo, sino a la emoción de estar ante una nueva travesía.
En la entrada se encontraba un hombre enmascarado que portaba un traje elegante de color negro, y enseguida inclinó levemente su cabeza castaña ante mí.
―Buenas noches, la Sociedad de la Fruta Prohibida les da la más cordial bienvenida ―dijo, mostrando una sonrisa afable―. ¿Tienen invitación?
―Bu-buenas noches. Sí, aquí la tengo ―respondí, extendiéndole el sobre rojo que había sacado de mi bolsito de mano.
El muchacho lo recibió y procedió a verificar la información que allí estaba. Traté de mantenerme ecuánime en todo momento, mostrando el porte y la actitud de esa poderosa mujer que había decidido interpretar esa noche.
―Es un placer para nosotros recibir a la maestra Yoshida ―dijo al fin, devolviéndome la invitación―. Por favor, sígame. La llevaré al gran salón donde están los demás miembros, aunque su doncella tendrá que esperar en otro lugar.
Miré a Rika con preocupación, pero ella negó con la cabeza y con su siempre gentil sonrisa me instó a continuar.
―¿Sería un atrevimiento de mi parte pedirle que le brinde una bebida caliente a ella y a mi cochero? La noche está helada.
―Le garantizo que ambos estarán bien cuidados mientras esperan por usted ―respondió sin borrar su gesto amable, e hizo un ademán para que lo siguiera al interior de la mansión.
Si el lugar era majestuoso por fuera, por dentro lo era mucho más, al punto de poderle hacer competencia al hogar de los Collingwood por las grandiosas obras de arte que exhibían sus paredes. Era como estar caminando por los pasillos de un museo y, siendo conocedora del arte debido a Ned, pude reconocer pinturas de varios artistas reconocidos como: Matsudaira, el soñador, y el retratista más afamado de todos los tiempos, Seiji Nakahara.
¡Por el cielo! Aún no entraba en el gran salón y ya me sentía como si estuviera caminando entre nubes.
Poco a poco, un eco de voces fue haciéndose cada vez más presente entre nosotros, así como la claridad que ofrecían las luces que se veían al final del corredor.
―¿Desea ser anunciada?
―¡Oh, no! No me gustaría interrumpirlos ―dije, sintiendo mis mejillas arder.
―Bien, entonces la llevaré con lord Courtenay. Su excelencia me pidió expresamente que le avisara de su llegada en caso de no querer ser anunciada.
―¡¿Lord Courtenay está aquí?! ―pregunté con sorpresa ante la mención de uno de los duques más poderosos y longevos de Aurennor.
―Su excelencia es el gran Viajero de Mundos ―sonrió el joven―. Así que, dentro de esta mansión, es llamado maestro Tanikazi.
Mi boca se secó ante tal revelación. No podía creerlo, el duque de Courtenay era el gran… Viajero de Mundos, ¡y estaba esperando por mí! ¡Dios bendito, me sentía como si fuera a conocer al mismísimo rey! Sin poder evitarlo, traté de alisar y acomodar mi vestido lo mejor posible, y solo después de sentirme medianamente conforme, asentí para darle la autorización al joven de guiarme ante el duque.
La luz me deslumbró de inmediato y entonces me vi inmersa en un elegante salón, decorado con finos jarrones de porcelana que contenían las más bellas rosas blancas. Eran tantas que su aroma era fácilmente perceptible. Mis ojos no sabían a donde mirar ya que había más personas de las que esperaba, pero pronto un mayor de alta estatura llamó mi atención, ya que era el único entre todos ellos que no portaba una máscara y tenía una sonrisa agraciada que marcaba las arrugas en su rostro. Sus ojos celestes como el mismo cielo, parecían guardar un brillo juguetón y enseguida recordé a mi difunto abuelo materno, quién nos había consentido a más no poder a mis hermanos y a mí, permitiéndonos las más grandes travesuras en nuestra tierna infancia.
―Maestro, le presento a la dama que escribe detrás del nombre de Haruki Yoshida ―me anunció el muchacho y yo enseguida hice una pulcra reverencia ante él.
―Es un placer conocerlo, su gracia ―dije al enderezarme―. Debo decir que soy admiradora de su trabajo… aunque ¿quién no lo es, verdad? Es decir, uno puede viajar a través de las páginas a mundos tan extraordinarios y conocer criaturas míticas que nos hacen soñar y temer. Quisiera yo tener tal habilidad, en verdad adoro sus historias y… me he excedido, siempre me pasa cuando estoy nerviosa ―me reprendí a mí misma.
―Adorable sin dudas ―se rio él―. Debo decir que estoy gratamente sorprendido al encontrar que una encantadora señorita es la responsable de deleitarnos con sus dulces letras y romances.
―¿Ha leído mi trabajo? ―dije casi en un susurro.
―Esta vez me toca preguntar a mí: ¿quién no lo ha hecho? ―volvió a reír―. Aunque debo decir que me siento abochornado de que me hicieran ver que solo tenía a diez de los Once Grandes en mi preciada Sociedad. Obviamente, pusimos remedio en el acto y me alegra que haya aceptado.
―Para mí es un honor y un placer, su gracia ―dije, haciendo otra reverencia.
―Disfruto de ver hacia dónde ha ido la literatura con el pasar de los años, y qué mejor que hacerlo de la mano de jóvenes innovadores y frescos como ustedes.
―Y no tan jóvenes, debo corregirle, lord Tanizaki ―indicó una voz femenina detrás del duque.
Una dama que vestía de granate nos observaba, manteniendo en sus labios rojos una sonrisa sesgada. Teniendo nuestra atención, cerró su abanico de seda y se acercó a paso lento sin borrar su gesto. Por lo que su máscara dorada me permitía ver, era joven, unos treinta años quizás; poseía unos ojos rojizos y profundos, y un cabello tan negro como una noche sin luna, que iba recogido en un peinado bastante osado que dejaba libre su cuello y escote.
―Le recuerdo que el Poeta del Invierno tiene alrededor de cincuenta años.
―Pero comparado conmigo, es un jovencito ―se rio el duque.
―Así que usted es la Ama de los Suspiros ―musitó la mujer, abriendo su abanico mientras me observaba con interés.
―Permítame presentarle a una de sus compañeras de letras ―intervino el duque―. Conocida como Shouhei Suzuki, el Hacedor de Sueños.
La dama de máscara dorada hizo una inclinación de cabeza que yo respondí casi por inercia… porque no podía creer que estuviera frente a la creadora de grandes historias como "Llamas en el Paraíso".
―¿C-cómo debo llamarla?
―Lady Suzuki estará bien, así me dicen todos.
―Es un honor.
―El honor es todo mío, querida ―dijo, arqueando sus labios rojos―. Y permítame decirle que me ha hecho usted cien lyras más rica y por eso tiene mi agrado.
―¿Disculpe?
―Bueno, cuando lord Tanizaki nos dijo que había decidido invitarla, las apuestas empezaron ―respondió, señalando un pizarrón que se hallaba del otro lado con su abanico―. Muchos decían que era usted hombre porque narra muy bien la perspectiva masculina, idea que yo desafié porque unas letras tan llenas de sentimiento debían ser obra de una gran mujer. Era obvio.
Mi corazón volvió a aletear ante su cumplido.
―Y le será pagado su dinero, mi estimada Hacedora de Sueños, no tenga duda de ello ―mencionó con galantería de antaño el duque.
―Me imagino que se disponía a mostrarle nuestra preciada Sociedad a lady Yoshida, pero, si no le importa, milord, me gustaría poder hacerlo yo.
―Siendo así, le doy la más cordial bienvenida a su nueva familia, milady ―dijo, haciendo una inclinación de cabeza que ambas correspondimos―. Queda usted en buenas manos.
―Muchas gracias, su excelencia.
El hombre de cabellos canosos sonrió y se perdió entre las personas que departían alegres en el salón. Y observando a todos esos virtuosos a mí alrededor, realmente me sentía como si estuviera entre las más fulgurantes estrellas.
De repente, sentí que alguien me tomaba del brazo y al girar mi cabeza, noté que la dama de rojo estaba a mi lado.
―¿Lista para ser parte de los soles?
Llevé mi mano hasta mi pecho; y sintiendo el latir de mi corazón, asentí.
―Más que lista, lady Suzuki.
Ambas fuimos caminando entre aquellos que conversaban y reían, y poco a poco fui relajándome gracias a la limonada que me habían ofrecido y a la encantadora atmosfera intelectual. Cada cierto tiempo la mujer señalaba con su abanico en alguna dirección y luego susurraba en mi oído un nombre, antes de presentarme a alguien nuevo. De esa forma fui conociendo a famosos artistas y algunos no se molestaban en ocultar sus verdaderos nombres, ya que su fama era pública.
Después, cuatro miembros más del Librillo del Mal se unieron a mi lista de conocidos, y mi corazón palpitó como nunca antes, pues eran los responsables de crear historias tan grandiosas como la que había escrito la mujer a mi lado.
Conversé con ellos de tramas, narrativas, desarrollo de personajes y hasta me dieron uno que otro consejo para que la autocorrección fuera más exhaustiva: no podía estar más feliz.
―Veo que está disfrutando.
―No se imagina cuanto ―respondí, sonriéndole―. Los temas de conversación son brillantes y me dejan sedienta de más.
―Siendo así, le presentaré a una persona… particular ―dijo, apuntando hacia la derecha, donde estaba un grupo de caballeros, pero no fue hacia ellos que nos dirigimos, sino más bien hacia un hombre que parecía estar observando con especial interés una partida de ajedrez.
―¿Quién es el caballero?
―¿No lo intuye? ―mencionó con una sonrisa ladeada―. Nuestro escritor más llamativo, desde luego, Yufeng Murakami.
En ese preciso instante mis pies se sembraron en el suelo, sin dejar de observar al joven de espalda ancha y de cabellos tan oscuros como los de mi compañera. Mi cuerpo comenzó a temblar siendo presa de un furor que jamás había experimentado, un júbilo que por poco no me hizo gritar y tuve que morderme los labios para no hacerlo.
―¿Algún problema? ―preguntó ella, frunciendo su ceño―. Sé que tiene un estilo audaz y quizás no lo haya leído, pero…
―Todo lo contrario, he leído sus tres poemarios, dos novelas y desde luego todo lo que ha publicado en Pasiones Líricas ―solté con rapidez, esbozando un gesto que expresaba mi felicidad―. Yo admiro su trabajo… como el de todos ustedes, claro está ―corregí de inmediato, sintiendo mis mejillas arder.
―Por supuesto ―dijo, riendo―. No había mostrado una sonrisa tan radiante como esa en lo que va de noche.
―Créame cuando le digo que…
La dama movió su mano en el aire sin dejar de reír y cabeceó para seguir el camino. No dudé en seguirla, sintiendo cómo se formaba ese vacío delicioso en el estómago ante la expectación del encuentro que había estado esperando desde que recibí mi invitación.
―Déjeme presentarle ahora al miembro más reservado de nuestro querido grupo de once ―dijo, alzando su voz en forma teatral.
El caballero dio la vuelta, dejándome apreciar la máscara negra que cubría su rostro casi en su totalidad, dejando libre solamente la zona de sus labios que no eran ni muy finos ni muy gruesos.
―El misterio es siempre seductor, mi estimada Hacedora de Sueños, y yo tengo un personaje que mantener ―respondió con una voz un tanto rasposa, como si la estuviera forzando de alguna manera. Aun así, no era desagradable, todo lo contrario.
―Prácticamente no hablas con nadie, solo te dedicas a escuchar ―resopló.
―Digo lo que merece ser dicho y por ello me gané tu simpatía ―esbozó una sonrisa galante.
―Querida, él es el gran Yufeng Murakami, el hombre que ha despertado grandes pasiones y que provoca los sueños más profanos en todo Zándar.
―Con esa presentación provocarás que la joven salga huyendo ―mencionó él, dejando libre una risa masculina y musical de labios cerrados.
―Lo dudo mucho ―masculló la dama, riendo―. Ella es la persona que nos regala las historias más dulces del Librillo del Mal. Ante ti, nuestra más joven y nueva adquisición, la Ama de los Suspiros, lady Yoshida.
En ese instante, su mirada se fijó en la mía. Debido a la máscara que portaba no pude definir el color exacto de sus ojos oscuros, pero la intensidad y el poder que transmitían eran casi palpables, al punto de cortar mi respiración por un momento. Con lentitud, solté un suspiro sin poder creer todavía que la persona frente a mí… que ese joven fuera mi más grande ídolo. Con el cuerpo tembloroso, realicé la reverencia más torpe de mi vida… haciendo que ambos rieran con ligereza.
―Si bien no conozco su trabajo a profundidad, debo decir que tiene un estilo exquisito, lady Yoshida ―dijo él―. Sus descripciones son placenteras de leer y avivan la imaginación para visualizar los lugares donde se desarrollan las escenas.
―Y no puedes dejar por fuera las emociones que transmite.
―Desde luego. ―Estiró las comisuras de su boca―. Cada palabra escrita está llena de tanto sentimiento que conmueven, algo que pocos escritores logran.
―Yo… me siento halagada al saber q-que dos grandes de la escritura han leído parte de mi trabajo ―dije, sintiendo como se formaba la sonrisa orgullosa en mis labios―. Yo adoro escribir y me esfuerzo lo más que puedo para plasmar con mi pluma personajes creíbles, entrañables y llenos de vida. ¡Incluso los antagonistas! Todos son creados con especial cuidado al igual que las ambientaciones, y ustedes saben que… Olvídenlo, desde luego que lo saben, ¡son prodigios! Y quiero aprovechar para decir que admiro mucho su trabajo, lord Murakami. Es muy poético y prolijo a la hora de escribir, tanto que provoca que las pieles de sus lectores se ericen. Es algo que no he podido lograr, pero que aspiro a hacer algún día.
―¿Ha leído mis escritos? ―preguntó él con cierta sorpresa.
―Según me dijo, ha leído tus tres poemarios, dos novelas y, desde luego, todo lo que has publicado en Pasiones Líricas ―respondió lady Suzuki con una sonrisa ladeada, haciéndome sonrojar mucho más.
―Vaya…
―Sí, parece que nuestra Ama de los Suspiros es seguidora de tu trabajo.
―Amo la literatura y siempre me ha gustado leer de todo para formar mi propio criterio ―traté de defenderme, haciendo una mohína muy característica de mí.
―El que usted tenga ideales y criterios propios, la vuelve una mujer valerosa, como todas las que nos acompañan esta noche, por supuesto ―sonrió en dirección a la Hacedora de Sueños.
―¿Ahora eres un adulador?
―Ya lo mencioné antes: digo lo que debe ser dicho. ―Sus ojos volvieron a mí, provocando la misma sensación electrizante―. Y díganos, por favor, ¿cómo fue que se inició en la escritura?
―Bueno… primero fueron lecturas hasta la medianoche, ya sabe: poemas, novelas románticas, históricas, dramas, fábulas; todo menos terror porque soy una persona muy miedosa. Y luego, un día, simplemente me atreví a crear y… aquí estoy, con ustedes, cumpliendo un gran sueño.
―El leer siempre es el comienzo ―dijo lady Suzuki―. Nos abre las puertas a mundos tan maravillosos que simplemente se nos hace irresistible el crear los propios.
―Sin embargo, permítame darle un consejo ―dijo el hombre, haciendo que mi corazón diera un brinco―. No se limite solamente a leer, porque la vida nos brinda la mejor fuente de inspiración para crear. Atrévase a vivir nuevas experiencias siempre que pueda y no deje que nada frene su evolución como persona y como escritora.
¿Cómo no sentir calidez ante tales palabras? Imposible. Así que, sonriente, agradecí su preciado consejo y lo guardé en mi corazón.
En ese momento, las campanadas del reloj que estaba incrustado en una de las paredes laterales del salón, anunciaron las once de la noche. Mordí mi labio inferior, porque aun cuando me había autoimpuesto esa hora para volver a casa, no quería irme.
―Ah, veo que usted ya ha empezado a vivir, ¿no es así? ―llamó mi atención el afamado escritor, y al volver la vista a él, pude advertir una sonrisa juguetona que danzaba en sus labios―. Escapó de casa, supongo.
―Es posible ―respondí, sin poder evitar devolverle el gesto.
El joven soltó una carcajada agradable y después se acercó para tomar mi mano y dejar un casto beso en mis nudillos cubiertos que me erizó la piel.
―Me gustaría disfrutar de sus anécdotas en un próximo encuentro ―dijo, y entonces pude vislumbrar un destello café en sus ojos y un deje de complicidad que me agradó.
―Si usted me cuenta las suyas, con gusto le compartiré las mías.
―Es un trato ―esbozó una sonrisa ladeada que copié.
―Lady Suzuki, gracias por su tiempo, en verdad me divertí mucho.
―Espero que su próxima asistencia sea más larga ―sonrió ella―. Y por cierto… me dejó con lágrimas en los ojos y con ganas de saber más con su último capítulo. La felicito.
Con las mejillas sonrojadas y sintiendo el orgullo desbordarse por cada poro de mi piel, musité un "gracias" y me despedí de los dos jóvenes de cabellos negros, no sin antes darle una última mirada a mi gran ídolo y en ese instante me pareció ver que me guiñaba un ojo. Si lo había hecho realmente o había sido una jugarreta sucia de mi imaginación nunca lo sabría; pero el escalofrío que me recorrió el cuerpo, el calor que se había gestado en mi pecho y la sonrisa involuntaria que se dibujó en mis labios, no las olvidaría nunca.
Y si así había sido mi primera visita a la Sociedad de la Fruta Prohibida, no quería ni imaginar lo que las siguientes me traerían, porque, en definitiva, volvería a asistir.
"Los espasmos todavía nos recorren a ambos y el sabor de tu piel se eterniza en mis labios. Giro hacia ti y, uniendo nuestros dedos en el aire, quedo preso en tus piscinas celestiales aun cuando las obligaciones me llaman. Quiero permanecer a tu lado para seguirnos amando mientras tengamos vigor, que tus dientes insistan en castigar mis labios, invitándome a que te haga mía una vez más. ¿Qué importa lo que el mundo me exija hacer?, ¿qué importa lo que los demás opinen de mí allá afuera? Aquí, dentro de esta habitación... dentro de ti, es que puedo realmente ejercer mi libertad".
Había memorizado ese pequeño pedazo de uno de los escritos de Murakami porque, además de su hermosura, decía una verdad innegable. Una vez que se conocía el placer de la libertad, buscaríamos la manera de seguir volando por el firmamento que se dibujaba ante nosotros. Me giré por última vez y observé al que había plasmado tan excitante realidad, agradeciéndole en silencio: yo estaba dispuesta a seguir volando y no me detendría ante nada. Seguiría creando y para ello debía escoger muy bien a mi compañero.
Esto solo estaba iniciando… y tenía mucho trabajo por hacer.
Y aquí tienen el cuarto capítulo de esta nueva aventura literaria :D En realidad agradezco mucho su compañía, la cual me hacen llegar a través de sus comentarios :)
Hemos visitado la tan afamada Sociedad de la Fruta Prohibida, pero como dijo nuestra protagonista, este es solo el inicio. ¿Qué otras cosas podremos ver en este lugar? ¿A quiénes conoceremos? Ya vemos que Sakura no es la única que se oculta tras un seudónimo masculino, ¿quién será esta dama de carácter tan confiado?
¡Y por fin hemos visto al Erudito de las Sábanas! ¿Qué les pareció su personalidad? Misterioso, ¿cierto? Aunque él mismo lo dijo, el misterio y los secretos seducen xD Y al parecer no se esperaba que ella fuera una fiel seguidora de su trabajo, ¿le habrá gustado descubrir esto? ¿Qué hará Sakura para ganarse el visto bueno de su ídolo para lograr su cometido? ¿Se dejará él seducir por la Ama de los Suspiros? Tendremos que seguir leyendo :D
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero WonderGrinch y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
También, quiero desearle un feliz cumpleaños a Ana Sofía Barrios. Espero que la estés pasando súper chévere al lado de los tuyos :D
Sin más nada que decir, muchas gracias por leerme y espero leer sus preciosos comentarios que siempre nos incitan a seguir creando :D Las cosas se pondrán más interesantes de ahora en más xD
Un beso enorme,
CherryLeeUp
