¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.

Bueno a comenzar :D

La dama de medianoche

Capítulo 5

Las nubes habían estado amenazando con dejar caer un diluvio prácticamente desde el alba, pero eso no había menguado en nada mi ánimo y mucho menos cambiado mis planes. Con tanto que hacer y contar, no había forma en que mis pies quedaran quietos en un sitio y por ello, antes de ir con la modista a realizar mi gran pedido de temporada, le había enviado una nota a Tomoyo para planificar una visita a su hogar.

Al regresar a casa me encontré con la sorpresa de su respuesta y esbocé una sonrisa al leer:

"Tiene que ser hoy mismo. El té de la tarde será adecuado para conversar y realizar mis reclamos por tenerme sollozando y suspirando en la madrugada. ¡Te espero!".

Así que, después de tener un almuerzo un poco más ameno con mis padres, tomé una capa que me protegiera de la ventisca fría de la tarde nublada, y salí rumbo a la mansión de los marqueses de Reever, con Chiharu como mi doncella de compañía. No era la primera vez que iba a ese lugar, pero admitía que me ponía nerviosa encontrarme con el dueño del Palacio de Hielo, llamado así por sus paredes de blanco impoluto y pisos de igual color. El esposo de Tomoyo era un hombre elegante y poderoso, no se le podía negar, pero su carácter era… peculiar, incluso podría decirse que callado en extremo, a tal punto de hacerme sentir cohibida porque no sabía si me estaba juzgando o solo le aburría mi presencia cuando nos veíamos.

Di un largo suspiro, esperando que el marqués estuviera fuera de casa o muy ocupado en sus oficios para que apenas cumpliéramos con las formalidades de un saludo, porque tenerlo con nosotras tomando el té mientras su gélida e inescrutable mirada añil me inspeccionaba… De solo imaginarlo me causaba escalofríos.

―La señorita está muy callada ―escuché decir a Chiharu de repente.

―Solo pensaba en todo lo que tengo por hacer.

―Es emocionante, ¿no es así? ―sonrió―. La temporada iniciará pronto y a eso le sumamos las interesantes veladas que tendrá en la Sociedad. ¡Ah! No puedo esperar para que me cuente de sus aventuras, ¡hasta podría escribir de ello!

―Quizás lo haga… cuando sea una anciana.

―Sus memorias serán muy interesantes de leer ―dijo, moviendo sus cejas, entonces ambas nos echamos a reír. Adoraba el buen humor de mi doncella y su visión tan simple de la vida. Sin problemas, sin complicaciones, solo risas.

El carruaje pronto llegó a su destino y apenas descendimos de él, siendo asistidas por un lacayo, divisé en la escalinata principal del Palacio de Hielo a mi sonriente y querida amiga. En verdad parecía la reina que moraba en aquel lugar, con el precioso vestido violeta que hacía resaltar su blanca piel.

―No tenías que esperar por mí aquí ―la reprendí, después de darle un abrazo.

―Tu nota me dejó tan emocionada que no podía quedarme simplemente viendo las paredes ―hizo una mohína―. Un placer verte, Chiharu.

―Lo mismo digo, lady Reever ―saludó mi doncella, haciendo una reverencia.

―Bien, vamos adentro. Tú tienes mucho que contar y yo mucho que escuchar.

―Imagino que un delicioso té nos está esperando… ¿con galletas de miel y avena, supongo?

―Desde luego, querida, ¿con qué más lo serviría? ―se rio―. Pero tranquila, también mandé a preparar de chocolate para ti. Las de miel y avena son para mí.

―Muy considerado de tu parte.

De esa forma, entre risas y pequeños comentarios, entramos en el armonioso salón principal, decorado con los más exquisitos jarrones de porcelana fina, y en ellos reposaban flores de distintos colores, pero predominaba entre ellos el lila: el color favorito de Tomoyo.

―Debía darle algo de color a este lugar ―dijo ella entre susurros, como si estuviera haciéndome una confidencia―. Y estoy por convencer a Eriol de cambiar esos insulsos muebles marrones por unos azules que se verán preciosos y resaltarán entre tanto blanco.

―Aplica tu arma infalible y el marqués no tendrá nada que hacer ―le respondí en igual forma.

―¿Esta? ―preguntó, haciendo la mohína con la cual solía convencer a todos de hacer lo que ella quería.

―Esa misma.

―Contra él no es muy efectiva, pero he aprendido otras cositas que en definitiva lo dejan fuera de combate ―mencionó, moviendo sus cejas de arriba abajo―. Obviamente, gracias a nuestro apasionado amigo en común.

―¡Marquesa, por favor! ―le regañé entre murmullos, pero al poco tiempo ambas nos echamos a reír.

El mayordomo pronto apareció para quitarnos las capas que nos cubrían, y después de eso, Tomoyo y yo nos tomamos del brazo y nos dirigimos a su salita privada, con mi doncella siguiendo nuestros pasos a una distancia prudente para darnos privacidad. El espacio de la marquesa era cálido, íntimo y femenino, pero ella le había dado su toque personal al combinar adornos en su color favorito con el crema en los muebles y las paredes.

Una mesa redonda estaba en el centro y en ella reposaba un elegante servicio de té de plata con dorados en los bordes; las galletas estaban ordenadas en platos alargados y me sorprendió ver allí unas que claramente ni ella ni yo comeríamos, porque ambas odiábamos las galletas de menta con chispas de chocolates, pero no pregunté nada. Quizás era mero placer de la cocinera hornearlas para comerlas cuando se las llevaran intactas.

Chiharu inmediatamente tomó posición cerca de la puerta, algo que me hizo fruncir el ceño, pero lamentablemente no era mi casa. No sabía que tan apegado era el marqués a las normas sociales y jamás me perdonaría si metía a Tomoyo en un problema con su marido.

Solté un suspiro y en silencio me senté en mi lugar, frente a mi amiga.

―¿Necesita algo más, su señoría? ―preguntó el inexpresivo anciano.

―Que no seamos interrumpidas a menos que sea necesario, por favor, Matsuda.

―Como usted ordene ―respondió el mayordomo y después salió de la estancia, cerrando la puerta tras sí con extrema suavidad.

―Chiharu, sírvete con gusto y siéntate en el mueble ―dijo para nuestra sorpresa.

―¿Está segura, su señoría? ―preguntó ella desde su lugar.

―Tranquila, estamos en confianza y mi marido no dirá nada ―insistió, esta vez señalando la poltrona de terciopelo que estaba diagonal a nosotras.

Ante la sonrisa afable de Tomoyo, Chiharu asintió con las mejillas arreboladas y se acercó.

―Por cierto, ¿dónde está el marqués? ―no pude evitar preguntar cuando la vi tomar la tetera con la gracia que la caracterizaba.

Tomoyo sirvió la humeante y aromática bebida en tres tazas, y en una colocó un poquito de leche y dos terrones de azúcar, justo como me gustaba.

―Está encerrado con su administrador y su abogado en el estudio. Eso lo mantendrá ocupado por un buen tiempo―explicó, tendiéndome mi taza.

―¿Qué… tanto?

―El suficiente para que me expliques: ¿cómo diantres se te ocurrió hacerme algo tan cruel? ―ladró con el ceño fruncido.

―¿D-de que hablas?

―¡De lo que le hiciste al pobre Velkan! ―exclamó, y en ese momento escuché una risilla. Enseguida le dediqué una mirada entornada a Chiharu que hacía todo lo posible para no carcajearse, tras la taza de té que Tomoyo le había dado―. Es en serio, Sakura, ¿cómo pudiste? ¿Acaso no tienes sangre en las venas? ―suspiró dramáticamente.

―Muy en el fondo sabes que era necesario para hacerlo resurgir cual fénix ―dije con tranquilidad y después le di un sorbo a mi té. El calor arropó mi lengua agradablemente y el sabor dulce me hizo sonreír.

―Sí, pero… me estás matando a pellizcos, amiga.

―Como a todos ―ondeó la voz de mi doncella desde el mueble.

―¿Ves? Tenemos razones para sentirnos indignadas.

―¡Pero todo valdrá la pena al final!

―Dios, no puedo creerlo, en serio ―masculló Tomoyo entre dientes―. Parezco masoquista porque aun cuando me duele y lloro, sigo leyendo.

―Pues si hablamos de masoquismo… debo mencionar que esta mañana fui de compras con mi madre.

Ella hizo una mueca indignada con su boca.

―¿Te atreviste a ir de compras sin mí?

―Sabes que no dispongo de mucho tiempo y debo aprovechar cada segundo ―me justifiqué―. Pero tranquila, mi madre se ocupó de hacerme visitar cada tienda de la avenida Tradail.

―Como si fuera un castigo el ir de compras ―resopló.

No había actividad que Tomoyo adorara más que ir de tienda en tienda, admirando telas, colores y diseños. Yo, por el contrario, consideraba un incordio pasar tanto tiempo de pie mientras otra persona me tomaba medidas, para luego ahogarme en satén, muselina y otros tipos de tela… Pero estando en mi situación, no podía hacer más que agradecer que la señorita Akisuki me hubiera recibido y aceptado mi extenso pedido con una sonrisa llena de satisfacción y confianza.

La mujer confeccionaba los vestidos más bellos de la ciudad y por eso se había vuelto tan exclusiva, pero no porque poderosos clientes la escogieran, sino porque ella decidía a qué mujeres vestir con sus diseños. Aun no sabía por qué la curiosa modista había accedido a vestirme desde mi primera temporada, tampoco me había animado a preguntarle, y mucho menos lo haría cuando la necesitaba más que nunca, pero algo me decía que lady Rosmond estaba involucrada en ello.

"Siendo su última temporada en sociedad, usted debe resaltar entre tanto pastel, señorita kinomoto. Así que la haremos lucir como lo que es, un diamante en todo su esplendor. Déjelo en mis manos", eso fue lo que me dijo en la mañana cuando le conté sobre mis intenciones de participar con ánimo esa temporada. Pero lo interesante de todo habían sido los colores que ella me había mostrado y escogido para mí: ninguno en tonalidades pasteles, todos eran colores vivos: "Porque van con lo que usted esconde en su alma", dijo cuando le pregunté el motivo.

Mi madre se había visto un poco reacia a la audaz sugerencia, pero con un poco de insistencia de mi parte y de la modista, terminó claudicando. Ciertamente, llamaría la atención, pero dependería de mí que fuera de forma positiva y atraer a la clase adecuada de caballero.

―Pues estoy totalmente de acuerdo con ella. Debes resaltar entre las debutantes o las que están en su segunda temporada ―dijo, cogiendo una galleta―. ¿Y le encargaste el disfraz para mi mascarada? ―Asentí y ella aplaudió encantada―. ¡Perfecto! Estoy segura de que será un momento cumbre y tu carné estará a rebosar de nombres.

―Me enfocaré en divertirme ―dije, haciendo una mueca.

―Claro, no queremos que luzcas como animalito asustado sino como una diosa ―asintió para sí misma―. Esa noche has de brillar. Que te lo digo yo.

―No sé si resplandeceré, pero estoy segura que nadie tendrá un disfraz como el mío, ella me lo ha asegurado ―le conté, tomando una galleta―. Debo admitir que me salvó la vida.

―¿Por aceptar tu pedido extra temporáneo?

―Por eso y por el asunto de los colores ―dije, alzando la comisura derecha de mi labio―. Había estado pensando cómo lograr hacerle un pedido aparte en colores vivos sin que mis padres lo notaran, y por eso su sugerencia me cayó como anillo al dedo.

―¿Y para que querías un pedido a parte?

―¿Tú que crees? ―le pregunté mirando la galleta, sin borrar mi gesto.

Tomoyo no tardó más de diez segundos en caer en cuenta que faltaba un tema que discutir y obviamente soltó un pequeño chillido lleno de emoción, que me recordó al proferido por mis doncellas cuando les conté todo al regresar. Se levantó y rodó la silla hasta juntarla con la mía.

―No abuses de mi pobre corazón, por favor.

―No sé… no has sido muy buena conmigo hoy. ―En ese momento soltó un resoplido de exasperación que me hizo reír―. Está bien, está bien, para que veas lo buena amiga que soy te diré que… fui a la Sociedad.

―¿En serio? ¿No estás jugando conmigo? ―Negué con la cabeza en una sonrisa―. ¡Cielos! Tienes que contarme todo con lujo de detalles.

Tomoyo sonrió y ante su mirada brillante, comencé a decirle todo: desde el robo del vestido de mi madre, donde Chiharu aportó una que otra cosa para halagar mi apariencia esa noche, hasta lo que había visto y sentido estando en tan emocionante lugar. El arte, el aire intelectual que los envolvía, los impresionantes temas de conversación, todo había sido tan maravilloso que apenas había podido dormir al regresar a casa, recordando y reviviendo en mi memoria cada detalle, en especial mi encuentro con Yufeng Murakami.

―Es que… lo hubieras visto, Tomoyo, yo… Su forma de hablar y las palabras que dijo…

No sabía cómo describir lo que sentí cuando lo vi. Un momento tan especial e inefable que hacia brotar una sonrisa llena de emoción en mis labios de tan solo recordarlo.

―¡Oh, mi dios! ¡Sí lo viste! ―gritó sin poder controlarse y después se tapó los labios, mirando de un lado a otro―. Lo que daría por poder conocerlo. ¡¿Es joven?!

Asentí con las mejillas sonrojadas.

―No me preguntes su edad porque la máscara no me dejó apreciar mucho de su rostro, pero por su porte y cabello oscuro… debe estar en sus treintas.

―¿Y cómo habla? ¡Cuéntame más!

―Pues… tiene un tono de voz… ¿agradable?

―Oye…

―¡Es que no lo sé! Me pareció un poco forzada, demasiado ronca… quizás la falsea un poco para que no puedan reconocerlo por ella, pero si le quitas eso, es una voz varonil y agradable.

―Pues… siendo así, quizás es un hombre muy conocido en la sociedad.

―¿Tú crees?

Ella asintió, volviendo la silla a su lugar.

―Si no lo fuera, ¿por qué motivo falsearía su voz entonces?

En eso debía darle la razón y me pregunté si debería hacer lo mismo, pero enseguida lo descarté. Siendo una mujer soltera de veintidós años, que apenas se había relacionado con la sociedad en los eventos sociales, no valía la pena. Además, no creía en tales coincidencias.

―¿Y de qué hablaron?

―La verdad, no hablamos mucho ―suspiré con desánimo―. Me lo presentaron cuando estaba por irme, pero fue lo suficiente para saber que es un hombre que no deja que vivan o decidan por él ―narré con una sonrisa, recordando el consejo que me dio y que se había quedado grabado en mi memoria―. Intentaré ir más temprano la próxima vez para así gozar de más tiempo.

―¡¿Próxima vez?! ―Asentí, tomando otra galleta de chocolate―. Pero si casi hay que llevarte a rastras para los eventos sociales…

―Es completamente diferente ―le interrumpí―. En esos eventos, las personas esperan a la más mínima equivocación de alguna persona para señalarla con el dedo al día después, y se hace mucha distinción entre hombres y mujeres ―musité, haciendo una mueca―. En la Sociedad, por el contrario, todos departen en conjunto, las opiniones son escuchadas o debatidas, pero siempre manteniendo el respeto. Se respira un aire tan cómodo e interesante… que quiero seguir allí. Quiero saber más y crecer como escritora.

―Pues siendo así, hasta a mí me gustaría participar ―sonrió mientras se servía otra taza de té―. Una lástima que no sea una virtuosa de las artes.

―Te recuerdo que gozas de una voz privilegiada, querida ―palmeé su mano aguantada.

―Para entretener en las veladas ―rio y después suspiró―. Debe ser majestuoso estar de pie en un escenario, mirando al público y dejarse llevar por la música.

―Pues… hablando de eso. ―Tomé otra galleta y sonreí con travesura―. ¿Sabes quién más estaba en la Sociedad?

―¿Quién?

― Koji Kishimoto.

―Oh, por dios… ¿No me estás mintiendo? ―preguntó en voz ahogada.

―Decidió volver a la ciudad y dará un gran concierto dentro de dos meses, por lo que escuché ―susurré como si estuviera haciéndole una confidencia―. Las primeras entradas en palco ya han sido dadas a personas influyentes, según comentó, pero no creo que se le dificulte a su señoría conseguirlas para ustedes si se lo pides, ya que cuentan con bastante tiempo.

Tomoyo profirió otro gritito y saltó de la silla para abrazarme por la noticia. Koji Kishimoto era su compositor favorito en todo el mundo, pero jamás habíamos podido ir a alguno de sus excepcionales y sorpresivos conciertos porque las entradas solían agotarse con rapidez. Sin embargo, siendo la esposa de un importante marqués, estaba segura que al fin mi amiga podría cumplir su sueño. Solo esperaba que lord Reever la complaciera y no lo viera como un mero capricho de su esposa.

Después de eso, nos dedicamos a conversar e imaginar cómo sería tal evento y a quienes podría ella conocer en la sala de conciertos. Incluso Tomoyo llegó a pensar que podría darle la mano a tan magnánimo representante del mundo musical, y entonces entendió como me sentí cuando tuve a Murakami frente a mí, regio, imponente e inalcanzable, pero esperaba que con el pasar de los días, esa distancia fuera acortándose poco a poco y pudiera permitirme aprender lo que él estuviera dispuesto a enseñar.

Suspiré, un sueño maravilloso sin lugar a dudas.

Unos toques en la puerta interrumpieron la agradable charla y nos hicieron congelar en nuestro puesto.

―Quizás sea tu marido.

―Hubiera entrado después de tocar ―musitó ella, frunciendo el ceño―. Debe ser Matsuda … ¡Adelante!

Ante su voz, el anciano rostro del mayordomo se asomó por la puerta, trayendo consigo una bandeja de plata. Luego de realizar una inclinación de cabeza ante Tomoyo y de darle una mirada desaprobatoria a mi doncella, dijo:

―Lamento la interrupción, su señoría, pero ha llegado un visitante.

―¿Quién?

―Lord Wemberly, su señoría. Dijo que tenía una cita con el marqués.

El hombre extendió la bandeja, donde reposaba una pequeña tarjeta que Tomoyo no dudó en coger. Al leer el nombre, mi amiga abrió sus ojos y mordió su labio inferior, quizás inquiriendo en lo que debía hacer con el invitado de su esposo, pero de repente me dio una mirada de reojo… una que no me gustó y entonces sonrió.

―Hágalo pasar de inmediato y mande a traer más té, por favor.

―Como usted ordene, marquesa.

―Este visitante es muy muy especial ―se apresuró a decir Tomoyo―. Es el mejor amigo de Eriol y uno de sus socios principales. De por sí, es considerado uno de los hombres más ricos de Aurennor.

―¿En serio?

―Sí… Es un joven muy agradable y apuesto, ya lo verás. ―Soltó una pequeña risita.

Mi ceja se arqueó en respuesta porque sabía muy bien que detrás de eso y de esa mirada destellante, había una clara intención. Era despistada, pero no tonta: ella había entrado en plan de casamentera. Con toda intención de expresar mi descontento, me crucé de brazos y fruncí mi ceño, pero ella me ignoró deliberadamente al mordisquear una de las galletas de miel y avena.

―Creo que eso no le funcionará ―canturreó mi doncella, ganándose una mirada ceñuda de mi parte que la hizo reír.

Infiernos, solo esperaba que Tomoyo no me hiciera pasar vergüenza al exaltar mis puntos buenos ante el caballero o la mataría.

Pero pensándolo bien, lo que era igual no era trampa, ¿cierto? Bien podía jugar yo el mismo juego con el marqués. Sería interesante ver el rostro sonrojado de mi amiga ante esa movida, aunque había un pequeño… ínfimo problema en mi plan: esa mirada azulada y gélida del caballero.

Solté un suspiro… descartado.

Al cabo de un par de minutos, la puerta de la salita volvió a abrirse y nosotras nos levantamos para darle la bienvenida al invitado de lord Reever.

―Lord Wemberly está aquí, marquesa ―anunció el mayordomo y al hacerse a un lado para dejar pasar al noble, todo dejó de existir a mi alrededor.

No sentía el aire que entraba en mis pulmones, no escuchaba sonidos y mis ojos no miraban otra cosa que no fuera… él.

Podría haber olvidado su altura, podría haber olvidado su rostro, el cómo su cabello chocolate y ondulado caía desordenadamente sobre su frente, o incluso podría haber olvidado el tono aterciopelado de su voz… pero jamás… nunca podría dejar perder entre mis memorias la sensación de ser abrazada por los rayos cálidos del sol, provocada por esos ojos de dulce miel.

Su cara denotó sorpresa por un momento, expresión que seguramente tenía yo, pero enseguida la suplantó por un gesto llano, tintado de travesura y audacia. Él me había reconocido también… sus ojos intensos me lo decían, y en respuesta mi cuerpo fue asediado por pequeños espasmos que erizaron mi piel. Jamás… había tenido una reacción como esa y ante tal asombro me pregunté si debía quedarme a enfrentar a ese taimado y seductor dios del caos… o salir huyendo.

Pero cuando lo tuve frente a frente, destilando esa seguridad que parecía ser parte de él, me dije que Sakura Kinomoto no era una cobarde. Alcé mi mentón y sentí la emoción correr por mis venas ante el duelo fascinante que estaba por iniciar, porque si él era Alioth, yo me convertiría en Emyra, la diosa que gobernaba en las noches y era la rival del dios del caos.

Y aquí tienen el quinto capítulo de esta nueva aventura literaria :D Muchas gracias a todos por mostrarme su compañía a través de sus comentarios :)

Fue un capítulo cortito, pero que nos deja abiertas muchas puertas. En primer lugar, ¡estamos en la casa del gran marqués! Oh, eso significa que saldrá en el próximo capítulo :D También nos vuelven a mencionar la famosa mascarada de los marqueses de Reever y un particular concierto :O ¿Qué cosas veremos cuando lleguen esos grandiosos eventos? Y al final… El dios del caos ha aparecido, repito, ¡el dios de caos ha aparecido! ¿Qué tipo de enfrentamiento tendrán? ¿Habrá guerra o un armisticio? Y si es así, ¿logrará ella metérselo en el bolsillo o será al revés? xD

¿Qué harás, querida Ama de los Suspiros? Tendremos que seguir leyendo para descubrirlo :D

Mi agradecimiento especial a mis lectores cero WonderGrinch y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.

Sin más nada que decir, muchas gracias por leerme y espero leer sus preciosos comentarios que siempre nos incitan a seguir creando :D Las cosas se pondrán… muy interesantes en la vida de nuestra querida Ama de los Suspiros.

Un beso enorme,

CherryLeeUp