¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.
Les dejo una nota importante al final que espero lean ;)
Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 8
"…Volar sola no era la libertad que yo ansiaba, no cuando había experimentado la dicha de hacerlo a su lado. Y aun si el mundo parecía estar en contra, aun cuando lo llamaban traidor, yo seguía creyendo en él porque nadie conocía su corazón mejor que yo. Era una sincronía perfecta, un nexo incorruptible que perduraría por la eternidad y que me permitía sentir en mi pecho la congoja que reinaba en su corazón.
No, ese era un sacrificio que no podía permitir. No para él, que amaba como lo hacía, sin reservas y con toda su alma.
Y mientras cabalgaba por los oscuros prados sin descanso, sin importar el frenético latir en mi pecho, las gotas inclementes que azotaban mi piel, el frío que atravesaba mis huesos o los obstáculos que sabía me esperaban más adelante; yo llegaría a Velkan. Lo haría y lo salvaría porque así… cuando las nubes se despejaran y al fin saliera el sol, únicamente estaríamos él y yo, amándonos, acariciándonos… volviéndonos uno mientras tenía el placer de reflejarme en sus fervientes, apasionados y ardientes ojos… "
―¿Qué…? ―musité y detuve la pluma en seco cuando estuve a punto de escribir: "de oro fundido".
Mi cuerpo se sacudió y dejé la pluma en el escritorio como si quemara. Palmeé mis mejillas con rapidez para despejar tanto el calor acumulado en ellas, como la imagen que se había colado en mi mente sin mi permiso. ¿Por qué? ¡¿Por qué la imagen de Velkan se había diluido y había aparecido Shaoran Li en su lugar?!
Si bien Chiharu había estado insistiendo esos días con el asunto y… bueno, admitía que también había estado remembrando un poco nuestro encantador encuentro en el Palacio de Hielo; tampoco había sido tanto como para usarlo inconscientemente de inspiración.
O al menos eso creía.
Tomé el papel y me atreví a leer lo que había escrito, cediendo a la tentación de completar la frase tal cual la había pensado. Y sin quererlo o haberlo buscado, la imagen se dibujó en mi mente de nuevo por sí sola, como si estuviera hecha de acuarelas. El momento, las caricias suaves, unos labios y… sus ojos. Esos irises viéndome en la oscuridad disipada por pocas velas, adquiriendo el danzante color del fuego y el oro.
Un calor mucho más intenso surgió y no solo se concentró en mis mejillas; se expandió rápido y con furor desde mi pecho hacía mis extremidades. ¡¿Qué estaba pasando conmigo?! ¿Acaso había perdido la cordura? Me abaniqué con la mano y me reprendí mentalmente porque no era correcto tener ese tipo de fantasías… ¡Era lo más indecoroso que había hecho en mi vida! Omitiendo las lecturas de Murakami, desde luego.
Sacudí la cabeza y mis dedos hicieron crujir el papel al arrugarlo, provocando una incomodidad en mi interior que no me permitió desecharlo. Volví a abrirlo y lo releí, enfocándome en lo técnico para dejar fuera todo pensamiento insensato. Y aun cuando mis mejillas volvieron a tornarse rojas y el calor se hizo presente, tuve que admitir que se leía muy bien y me gustaba. La idea de ampliarlo y dejar entrever al lector lo que pasaría cuando ellos se reencontraran, se me hizo tentadora porque podría volverse un preámbulo perfecto.
Estiré el papel sobre el escritorio lo más que pude y tomé de nuevo la pluma para colocar la descripción correcta de Velkan, sacando a lord Wemberly de mis pensamientos, o al menos intentándolo al musitar: "…de profundo mar", a medida que fueron apareciendo las letras negras, y seguí escribiendo hasta dejar en claro mi intención.
Dejé la pluma en el tintero y volví a releer. Aunque estaba atándome yo misma la soga al cuello, me emocionaba mucho porque se trataba de mi evolución como escritora y deseaba luchar por ella. No sabía cómo lo lograría, pero ya que las puertas de la Sociedad de la Fruta Prohibida estaban abiertas para mí, tendría a mi disposición un mundo de conocimiento amplio que quería usar a mi favor… especialmente si venía de la mano de Yufeng Murakami. Así estaría más orientada en lo técnico y me habituaría a ese tipo de escritos, logrando crear las escenas sin problemas… y sin que imágenes inconvenientes se bosquejaran en mi cabeza.
En ese momento, alguien tocó a mi puerta y mi corazón disparó sus latidos. Con manos temblorosas, apilé las hojas con rapidez, dejando la última que había escrito arriba, pues la tinta aún estaba húmeda. Solo entonces traté de modular un "adelante" sin éxito, ya que mi voz sonó azorada, con un ligero toque chillón que apenas reconocí como mío.
―Lamentamos interrumpirla ―se asomó una sonriente Rika.
―No, no te preocupes… ya he terminado por hoy.
―Qué raro ―señaló Chiharu; entró detrás de su compañera, llevando un paquete en sus manos―, la señorita suele escribir por al menos hora y media, y solo lleva unos… ¿treinta minutos, tal vez?
Mis mejillas se calentaron de nuevo tras acordarme del motivo de la abrupta pausa.
―L-la inspiración me jugó una mala pasada hoy ―expliqué, lo cual no era mentira―. ¿Qué traen allí?
Rika mostró una sonrisa amplia y abrió la caja que mi otra doncella había dejado sobre mi cama.
―Lo que estaba esperando de la marquesa de Reever.
―¡Oh, qué bueno! Pensaba que tendría que asaltar el guardarropa de mi madre otra vez. ―Me levanté prácticamente de un salto y fui hasta ellas para observar con emoción.
Volver a usar ropa de mamá era demasiado riesgoso, y aprovechando que Tomoyo y yo teníamos el mismo talle, le había pedido que me prestara algunos vestidos para ir a la Sociedad, a lo sumo dos, ya que esperaba para la semana siguiente los que estaba confeccionando la señorita Gardiner para mí. Justo para el inicio oficial de la temporada.
Mi piel se erizó cuando Chiharu reveló los tres vestidos vaporosos y elegantes de conmovedores colores: uno era tan verde como las esmeraldas, el siguiente era de un azul turquesa con detalles en blanco, evocando un místico y poderoso cielo, y el siguiente… Dios, el siguiente era de un seductor carmín.
―Esto nos lo dio el lacayo que trajo el paquete ―dijo Rika, extendiéndome un sobre que llevaba el sello de la marquesa de Reever.
Con una sonrisa, lo rasgué y entonces encontré la fina caligrafía de Tomoyo que decía:
"Espero que estos atuendos estén a la altura de la Sociedad. Obviamente deberás contarme todo lo que pase con lujo de detalles, es lo único que te pediré a cambio. Disfruta, querida amiga".
Me llevé la nota al pecho, experimentando una calidez enorme. Esa era Tomoyo, siempre ayudando y buscando la felicidad de los demás.
―¿Cuál usará esta noche la señorita? ―preguntó Rika.
―El carmín resaltaría el tono de su piel y su cabello ―dijo Chiharu―. Atraería las miradas sin lugar a dudas.
De eso no tenía la menor duda, sin embargo, mi objetivo no era ese, sino más bien, parecer interesante. Mis ojos se posaron en el azul; su corte era discreto, al igual que el escote, pero a su vez era encantador por los detalles blancos en él. Dejé que mis dedos vagaran sobre la delicada tela satinada, era tan suave y ligera que debía sentirse como una segunda piel al usarlo.
―El azul será ―dijo Rika con una sonrisa―. Podría usar el antifaz dorado y algunos accesorios a juego.
―Me parece perfecto.
Así, mientras ellas removían el interior del armario en busca de las joyas y la máscara, repasé mentalmente mi plan. En esa ocasión, para no tentar a la suerte, había gestionado el alquiler de un carruaje que nos esperaría dos calles abajo, y el hermano de Rika nos acompañaría únicamente por protección. La hora de encuentro era las ocho de la noche para así llegar a la Sociedad un poco antes de las nueve; de esa forma podría disfrutar mucho más del ambiente tan agradable.
Y de Murakami, si corría con suerte.
Por segunda ocasión, toques en la puerta se escucharon y detuvimos en seco nuestro alboroto. Les dirigí una mirada a mis doncellas y les hice señas para que guardaran todo mientras yo me dirigía a la puerta, por si acaso fuera mi madre quien aguardaba. Al abrir me encontré con el rostro pacífico de Inoue, nuestro mayordomo, quien hizo una pequeña inclinación de cabeza.
―Disculpe que la interrumpa, señorita Sakura. Su padre la ha mandado a llamar.
―¿Mi padre? ―pregunté con sorpresa.
―Ha llegado y la está esperando en el salón verde ―respondió e hizo un ademán con su mano para que lo siguiera.
Mi corazón se agitó porque la última vez que mi padre había querido hablar conmigo de esa forma, había sido para comunicarme la noticia que había quebrado mi corazón… y su decisión de sellar mi destino. Las dudas comenzaron invadirme y cada pensamiento era peor que el anterior, haciéndome incluso temblar. Apreté mis manos y traté de enviar lejos el miedo al recordarme quien era mi padre; si él me había dado su palabra de permitirme participar en la temporada como joven casadera, eso sería. Así que, tragando grueso, asentí a Inoue y le pedí que me esperara un momento.
―Que todo esté listo para salir después de cenar ―les dije a mis doncellas en un susurro y ellas cabecearon en respuesta.
Salí de mi habitación y seguí los pasos calmados del amable anciano.
Después de descender por las escaleras centrales y tomar el pasillo de la derecha, las puertas del salón verde no tardaron en aparecer. Inoue tocó dos veces, recibiendo inmediatamente la respuesta amortiguada de mi padre. Dejé que el aire llenara por completo mis pulmones varias veces, tratando de calmar mis nervios y repitiéndome que él jamás rompía una promesa; entonces enderecé mi espalda e ingresé en la estancia que era dominada por el color verde musgo en sus paredes, que armonizaba a la perfección con el crema del mobiliario. Mi padre estaba de espaldas hacia mí, mirando a través del amplio ventanal; mantenía su postura recta de piernas ligeramente abiertas y sus manos cruzadas atrás.
Tomando aire una última vez, incliné mi cabeza:
―Qué bueno verlo, padre. No lo esperábamos tan temprano.
Él se giró hacia mí, mostrándome ese gesto tranquilo y paternal que solía reinar en sus labios.
―Decidí volver antes para conversar un poco contigo.
Mi padre indicó el mueble de tres plazas que destacaba en la sala; asentí con ligereza y recorrí los pasos que me faltaban para sentarme. Él se ubicó a mi lado y ladeó su cabeza hacía mí.
―Espero no haber interrumpido tus actividades.
―Oh, no se preocupe ―musité―. Solo estaba escribiendo algunas cartas.
―Ya veo ―señaló mis dedos manchados de tinta que busqué ocultar de su vista.
Rio con ligereza y después reinó el silencio por un tiempo que se me hizo eterno, porque podía ver las dudas en su expresión. Era como si no supiera por donde comenzar y eso me asustaba mucho en verdad; mis manos comenzaron a temblar otra vez.
―Tu madre me comentó que fueron de compras el otro día. ―Parpadeé extrañada, pero asentí en respuesta―. ¿Te divertiste?
―Usted mejor que nadie sabe que ir de compras no entra dentro de mi definición de diversión, aunque fue agradable pasar tiempo con madre y también necesitaba renovar mi guardarropa para… usted sabe… la temporada ―susurré eso último y mordí mi labio.
Mi padre cabeceó de nuevo y dirigió su mirada al frente.
―Estoy seguro de que te verás preciosa ―mencionó y tras lanzar un suspiro, continuó―: Hoy hablé con lord Winslow sobre tu propuesta.
En ese momento, sentí que mi garganta se cerraba y mi cuerpo se enfrió de golpe.
―¿Q-qué… dijo su señoría?
―Estuvo de acuerdo ―dijo, mostrando una pequeña sonrisa―. Yukito es un buen hombre, Sakura, no iba a negarse. Sin embargo, me pidió algo y me gustaría que estés dispuesta a aceptar.
―¿Qué pidió?
―Que le permitiera cortejarte ―respondió y recobró la formalidad al enderezarse―. Acepté porque no lo vi mal, el marqués solo desea pasar tiempo contigo para conocerte como lo haría cualquier otro pretendiente; no obstante, para no truncar tus oportunidades, propuso iniciar dos o tres semanas después de comenzada la temporada.
Asentí porque… ¿qué más podía hacer? En un futuro, si no lograba conseguir el hombre adecuado para mí, lord Winslow se convertiría en mi marido y negarme a su propuesta me podría jugar en contra después.
―Cariño, sé que esto es muy difícil para ti, pero quiero que entiendas que lo hago por tu bien.
―Lo sé ―susurré.
―Yo… no sé cuánto tiempo me queda…
―Padre… ―traté de interrumpirle; el alzó su mano y negó con su cabeza.
―En estas circunstancias, lo mejor es hablar con claridad ―insistió y tomó mi mano―. Los médicos me dieron dos años, pero no sabemos si eso será así, por eso quiero asegurarme de que tú estarás en excelentes manos y protegida. Que mi joya seguirá resplandeciendo y también… ―Estiró las comisuras de su boca en una sonrisa mientras sus ojos resplandecían de orgullo―, me gustaría llevarme el precioso recuerdo de acompañarte al altar y entregarte a un buen hombre.
―Yo… yo… ―Mi voz se extinguió y solo pude abrazarlo, mientras las lágrimas iniciaban su recorrido―. Lo entiendo, papá.
―Espero no me llegues a odiar…
―Jamás podría ―dije y era cierto.
Sabía que las acciones de mi padre eran gobernadas solo por el amor que me profesaba, por eso no podría odiarlo, nunca. Eso me llevó a pensar inmediatamente en mi hermano mayor y sentí mi corazón quebrarse, porque estando en una situación donde el tiempo se había vuelto tan valioso, ellos estaban desperdiciándolo por un orgullo tonto. Así que, olvidándome de mí por un momento, limpié los rastros salados de mi rostro, y me separé para observarlo.
―Imagino que le contará todo a Naoki cuando venga en sus vacaciones, pero… ¿no piensa decirle a Touya? ―Su cuerpo se tensó y desvió la mirada―. Papá, usted mismo lo dijo, no sabemos cuándo… cuándo usted… ―Mi voz terminó por quebrarse al final―. Debe decirle.
Mi padre se levantó y fue hacia la ventana, adoptando la misma pose que le había visto en un principio, tratando de verse impenetrable, inalcanzable, mas no lo era para mí. Me puse en pie también y le di alcance; al sentir mi mano en la suya, sus hombros subieron y bajaron en una profunda respiración.
―Hoy fui hasta Derlem con intención de disculparme… Lo vi de lejos, está trabajando como asistente de un panadero. Se veía feliz, sonreía y atendía a las personas con ánimo.
―Eso se debe a que usted le enseñó que cualquier trabajo es digno y merece ser desempeñado con gratitud y esfuerzo.
―Sí… eso se lo inculqué a los tres. Y por eso no quise acercarme, para no agriar su humor.
Permaneció callado por varios minutos y yo le otorgué el silencio que necesitaba. Si bien la relación entre mi padre, Ned y yo siempre había sido cercana, la que él tenía con Touya era… no había palabras para describirla. Era un nexo envidiable y por eso no comprendía por qué habían llegado a tal punto, sin embargo, estaba segura de que era reparable y se fortalecería si lo intentaban. Solo necesitaban conversarlo y ambos lo sabían. Los conocía demasiado bien.
―Quiero que mis hijos vivan una vida normal y que no se entristezcan por mi partida; eso me haría sentir miserable.
―Entonces…
―Además… ―me interrumpió―, la espera de un hijo, especialmente del primero, es algo que llena el corazón. Por eso no le diré nada a Touya.
Sentí mi corazón comprimirse aún más, porque sin saber lo que estaba pasando, mi hermano no volvería a casa. Era en extremo orgulloso, eso lo había heredado del hombre que tenía a mi lado… aunque también era inteligente y práctico.
―¿Por qué no le ofrece trabajo en la compañía? ―propuse de repente, atrayendo su atención―. Usted no podrá seguir cubriéndolo para que no estalle el escándalo.
―Has hablado con tu madre ―afirmó, sonriendo, y yo asentí.
―Sabemos que él no querrá volver a casa, pero necesita dinero y estoy segura de que considerará una oferta de trabajo con una remuneración justa.
―No creo que acepte…
―Lo hará si usted sabe cómo proponérselo ―sonreí con audacia―. Después de todo, no se le conoce como un hombre pasivo a la hora de negociar.
―Un don que, por lo visto, heredaste ―se rio.
―Piénselo, padre. No puede ser un cargo de obrero porque despertaría sospechas; sin embargo, un puesto sencillo dentro de la administración le permitiría decir que está entrenando a Touya para que aprenda el negocio desde sus bases y… Bueno, estando allí podría tratar de acercarse a él para limar asperezas. ¿Qué le parece?
Mi padre se llevó los dedos al mentón, considerando mi idea, y al verlo asentir momentos después, mi corazón aleteó de alegría.
―Se lo plantearé el fin de semana para tener tiempo de preparar una buena propuesta y también… para pensar qué decir y disculparme como es debido con él y su esposa.
La felicidad que me recorría era tan grande que sentí mis ojos acuosos; si todo salía bien, podría estar con mi hermano después de tres meses alejados y ver crecer el vientre de mi cuñada.
―Todo saldrá bien, padre. Se lo aseguro.
Sintiéndonos ambos más tranquilos, nos sumergimos en una charla agradable donde él preguntaba y yo respondía y hablaba sin parar. Era el aprovechar cada segundo y cada palabra para memorizar su sonrisa, su voz, su risa y la forma en la que sus ojos se llenaban de afabilidad mientras yo platicaba y debatía como siempre. No importaba el tema, no importaban las opiniones, solo quería pasar tiempo con él… y olvidarme de que era algo finito.
La agradable atmosfera se extendió a la cena y mi madre se incorporó a ella, luciendo muy feliz de vernos tan unidos a mi padre y a mí, como si nuestra discusión sobre mi futuro no hubiera existido. Y si bien las preocupaciones y los miedos seguían allí, latentes y acechándome, lo mejor era dejarlos por fuera cuando estuviera con papá.
Y como solían hacer desde que él nos había revelado su estado de salud, ambos se retiraron para compartir un momento a solas en el jardín. Una bonita costumbre que estaban adoptando para pasar tiempo juntos como pareja, y que era hermoso de ver en la lejanía. Ellos paseando de la mano, padre hablándole al oído, mi madre riendo, y un profundo abrazo lleno de amor… Amor puro y sincero.
―Señorita ―la voz de Rika me sacó de mi ensoñación―. Todo está listo, debemos darnos prisa si queremos llegar a tiempo.
―Sí… claro.
Tras darles una última mirada y sonreír, seguí a mi fiel doncella al interior de la casa. Ya les había dicho a mis padres que me retiraría a descansar temprano por un leve dolor de cabeza y estaba segura que no irían a mi habitación; siempre había sido así.
El vestido azul se posó sobre mi piel y como lo había esperado, la tela se ajustó a mi cuerpo con suavidad. En verdad, muy precioso y de talle perfecto; Tomoyo había tenido muy buen ojo para escogerlo. Un suave maquillaje adornó mis ojos, aunque en esa ocasión quise ser audaz al usar un rojo carmín en los labios.
―Ahora, la máscara ―musitó Chiharu y pronto el accesorio dorado cubrió mi identidad.
Al verme en el espejo, esbocé una sonrisa ladeada y confiada hacia la mujer del reflejo. No era Sakura Kinomoto, allí estaba de nuevo la Ama de los Suspiros que comenzaba a nacer en mí.
Me cubrí con una capa completa de color negro y usamos las escaleras de servicio para salir al exterior como lo habíamos hecho la vez pasada. La noche fría casi no la sentía por los nervios y la emoción que me recorrían, producto de la sed de aventuras que aguardaban por mí en la Sociedad de la Fruta Prohibida.
No sabía qué me esperaría al llegar, pero estaba segura que sería maravilloso.
Y no me equivoqué.
Las puertas de la mansión aparecieron ante mí tiempo después, solemnes e imponentes, como guardianes de un reino del saber. Y tras darles una mirada a Kazuya y Rika que me observaban animosos, di un paso al interior, siendo guiada por el lacayo enmascarado que me había dado una cordial bienvenida. Las luces volvieron a deslumbrarme, así como los murmullos que se expandían por todos lados. Dejé que el extasío hiciera suyo mi corazón, pues sentía que había llegado al mundo al cual yo pertenecía, y me encantaba.
Abrí el abanico dorado que había llevado conmigo y me adentré en el salón a paso lento y confiado, las personas saludaban con ligeras inclinaciones de cabeza y yo les correspondía, manteniendo mis labios rojos curvados hacia arriba.
Moví mi cabeza de un lugar a otro buscando reconocer a alguna persona entre tantas máscaras, y sonreí al dar con una silueta conocida, una mujer de cabellera negra, recogida en un peinado ladeado, y que en esa ocasión llevaba un vestido tan dorado como el sol. Era la Hacedora de Sueños sin lugar a dudas, y sonrió en mi dirección apenas me identificó.
―Es grato volver a verla, lady Yoshida ―saludó con una elegante reverencia que imité.
―Lo mismo digo, lady Suzuki.
―Ha venido un poco más temprano ―sonrió y movió su abanico naranja―, eso significa que le gustó lo que encontró en su visita pasada.
―Quería disfrutar un poco más del maravilloso aire que se respira aquí.
―Excelente, excelente ―aprobó, asintiendo con su cabeza―. Y me alegra que haya venido precisamente hoy: es noche de dinámicas.
―¿Noche de dinámicas?
―Los mismos juegos de salón que puede disfrutar en algún evento social, pero nosotros solemos darle un giro más interesante. ¿Me acompaña?
Sin entender muy bien de qué iba aquello, accedí y entonces ella enlazó su brazo al mío, para comenzar a guiarme entre los diferentes grupos de personas que reían y se divertían. Habían dispuesto mesas para aquellos que preferían una relajante partida de cartas, tableros de ajedrez suficientes para un pequeño torneo, caballetes para concursos de pintura, y otras actividades más que permitían respirar el ambiente competitivo de todos esos artistas. Y lo más asombroso de todo, era verlos ejecutar sus artes de forma prodigiosa.
―¿Le agrada?
―Es… grandioso verlos en plena acción.
―Por allá están los actores ―dijo, señalando un grupo que parecía estar jugando a las charadas―. Deben representar una escena de una obra en particular y su compañero debe adivinarla e identificar el acto al cual pertenece.
―Oh, vaya… Ahora comprendo eso de "un giro más interesante" ―me reí.
―Es entretenido de ver y sirve para ejercitar nuestras habilidades.
―Veo que decidió escaparse de casa nuevamente ―dijo una voz rasposa y masculina a nuestra espalda.
Mi corazón duplicó la velocidad de sus latidos en respuesta y un delicioso vacío se apoderó de mi estómago. Con lentitud, me di la vuelta, saboreando el momento previo a encontrarme con ese hombre, creador de los más apasionados romances. Iba de negro, incluso la máscara que enmarcaba su mirada, proyectando una sombra que no me dejaba definir el color exacto de sus ojos. ¿Negros o cafés? No sabría precisarlo con exactitud.
Sus labios se estiraron en una sonrisa ladeada que me provocó un ligero estremecimiento y entonces inclinó su cabeza, haciendo que unos rebeldes mechones negros se fueran hacia su frente.
―Es un placer verla nuevamente, lady Suspiros.
Mis mejillas ardieron ante ese apelativo.
―E-el placer es mío, lord Murakami.
―Le estaba enseñando las diferentes dinámicas que se desarrollan hoy ―intervino lady Suzuki.
―La pasada ronda de charadas ha estado interesante ―nos contó él―. Tomaron una de las escenas de mi primer libro.
―¿En serio? ¿Cuál? ¿Acaso fue el momento de la reconciliación de Brianna y Jhon? ¿O quizás el suicidio de Francis? ―pregunté con emoción.
La risa emergió como un sonido suave y gentil que me provocó cierta familiaridad, como si no fuera la primera vez que lo oía. Traté de hacer memoria y enseguida unos ojos de lava aparecieron en mi mente haciéndome estremecer; enseguida sacudí la cabeza para expulsarlo. Era increíble que pensara en Shaoran Li aun estando en la Sociedad y con mi escritor favorito en frente, ¿qué estaba mal conmigo?
―Creo que es una prueba irrefutable de que ella ha leído tus obras.
―Y me siento honrado, en verdad ―sonrió con un tinte de dulzura que provocó en mí una reacción idéntica.
―Me empecé a interesar en los trabajos de los grandes diez cuando me aceptaron en Pasiones Líricas ―dije, sintiendo un agradable calor en mi pecho―. Cada uno tiene un estilo y una forma de retratar el amor tan únicos, que me hace querer ser mejor para estar a la altura.
―Usted también ha creado un estilo único para retratar al amor. Logra evocar emociones profundas y hermosas, así que no menosprecie su trabajo, lady Suspiros.
―P-pensé que… no había leído mucho de mi trabajo.
―Pero lo que he leído es suficiente para notarlo. ―Tomó mi mano y dejó un beso en el dorso, apenas perceptible por la tela de mi guante―: Llegará lejos, milady, estoy seguro de ello.
Con el arrebol adornando mis mejillas, mis labios se estiraron en una amplia sonrisa llena de orgullo y agradecimiento, porque no había nada mejor en la vida que una persona a quien admiraba, reconocerá mi arduo trabajo y habilidades.
Era felicidad, tan simple como eso.
―Oh, creo que comenzará nuestra dinámica ―interrumpió la Hacedora de Sueños.
―¿La nuestra?
―Venga, le explicaremos mientras nos acercamos ―ofreció Murakami, acodando sus brazos para ambas, y al tomarlo un aroma sutil a rosas me hizo suspirar.
Usando ese tono ronco y aterciopelado a su vez, con el cual disfrazaba su voz, fue diciéndome las reglas principales de la dinámica. El juez, que generalmente era lord Courtenay, el Viajero de mundos, planteaba una idea base de la cual debíamos crear una historia con oraciones elaboradas, dándose un tiempo límite de veinte segundos a cada participante para pensar y pronunciar su frase. Parecía ser algo sencillo, pero el truco estaba en los detalles: lo que dijéramos debía tener lógica y mantener una cohesión y fluidez adecuada, para crear así una historia hilada. Quienes no cumplieran con ello, irían saliendo del círculo hasta que se coronara un ganador.
―¿Le parece interesante?
―Pues… aunque me daría algo de vergüenza quedar mal ante tanta gente, mentiría al decir que no me emociona. ―Ladeé un poco mi cabeza y le sonreí―. Gracias a mis hermanos, desarrollé un gran espíritu competitivo.
―Aquí no juzgamos, lady Yoshida, así que no se preocupe ―mencionó la escritora, inclinándose un poco para verme―. Anímese. Como le dije anteriormente, sirve para ejercitar un poco nuestras habilidades y divertirnos, desde luego.
―Lo que tú adoras son las apuestas, mi querida Hacedora ―se río Murakami.
―No es el dinero sino la emoción, mis queridos demonios. ―Nos guiñó un ojo.
Mientras ellos seguían la conversación, lo consideré un poco y, aun cuando ella dijera que no me juzgarían, me daba un poco de miedo ser la primera en perder. Sin embargo… era una oportunidad única para progresar como escritora, porque no estaría compitiendo contra ellos sino contra mis propias inseguridades.
―Entonces, ¿nos deleitará con su compañía, lady Suspiros?
Una sonrisa sesgada y retadora estaba en la boca del hombre a quien admiraba; mi sangre ardió ante el desafío y, sonriendo, le di mi respuesta:
―Participaré.
―Esplendido ―dijo él, guiñándome un ojo.
Miré al frente con decisión, observando a las personas reunirse para el espectáculo que estaba por dar inicio. Definitivamente, la Sociedad tenía las mejores aventuras y yo estaba dispuestas a vivirlas.
Y aquí tienen el octavo capítulo de esta nueva historia :D Primero que nada, quiero agradecerles un montón por acompañarme a través de sus maravillosos comentarios que siempre leo. Son maravillosos todos ustedes y que me envíen sus buenos deseos y hasta consejos me hace sentir feliz porque me hacen ver que la historia llega a ustedes y la están haciendo suya :)
Bien, como les dije al principio, debo aclarar algo que creo es IMPORTANTE ya que está generando un poco de confusión: Cuando cree el mundo en el cual se desarrolla mi historia, me basé en un Londres de la época de la regencia y por ende, uso las reglas protocolares inglesas.
Aunque los nobles tienen apellidos como todos nosotros, no los usan como título. Esto se debe a que, cuando el título se hereda, puede ocurrir un cambio de apellido porque el heredero es de otra rama familiar, sin embargo, el título debe permanecer inalterable a pesar de que el apellido del heredero cambie. Es por este motivo que el nombre o apellido de un noble nunca se dice como título.
Eso quiere decir que tenemos a Shaoran Li, conde de Wemberly, y será llamado por su título y no por su apellido. No será lord Li ni lord Shaoran, es lord Wemberly, así como sucede con todos los demás: Yukito que es el marqués de Winslow será llamado como lord Winslow y Eriol, marqués de Reever, será llamado como lord Reever o simplemente Reever por sus pares. Lo mismo con las damas que son llamadas como Lady Reever en el caso de Tomoyo, y Yuuko que es la duquesa de Rosmond y por ende será Lady Rosmond.
Incluso en mi historia original, mi protagonista se llama Ethan Ashworth, conde de Wemberly, y es llamado como lord Wemberly, no lord Ashworth :)
Cherry, pero ¿podría ser que el apellido y el título fueran el mismo? Sí, pero sería en casos muy particulares donde los cromosomas le jugaron a favor a la familia y pudieron perpetuar el apellido desde el origen del título xD Pero Cherry, yo he leído en algunos libros un lord Jhon Cavendish, ¿qué pasó aquí? Pues que lord Jhon Cavendish es el hijo de un noble, mas no el heredero del título. Entonces se le da el trato de lord Jhon + apellido de la familia, aquí si se usa el apellido y lo mismo ocurre con las hijas del noble. Esto aplica desde duques hasta condes ;)
Un poco largo, pero espero que esto aclare sus dudas con respecto al hecho de que Shaoran es llamado lord Wemberly y no lord Li ni lord Shaoran :)
Ahora, volviendo al capítulo :O Me huele a que pronto aparecerá Touya :O ¿Ustedes que opinan? ¿Su padre logrará convencerlo de volver a casa sin decirle que está enfermo? Las escenas familiares de los Kinomoto me gustan mucho y espero que sean de su agrado :)
¡Y hemos regresado a la Sociedad de la Fruta Prohibida con una competencia! ¿Qué creen que pasará? ¿Quién se llevará el triunfo? ¿Veremos el despliegue de la Ama de los Suspiros? Pues tendremos que leer el próximo domingo ;) Y desde ya les digo que ese encuentro de escritores será muy muy muy interesante, sé por qué se los digo XD Es uno de mis capítulos favoritos.
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero WonderGrinch y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
Y de nuevo, millones de gracias por apoyarme y estar presentes a través de sus opiniones, las cuales siempre espero con mucha ilusión ;)
¡Vamos a leer ese encuentro de escritores! ¿Qué tipo de sorpresas nos dejará? ¡Domingo vuelve pronto!
Un beso enorme,
CherryLeeUp
