¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.

Bueno a comenzar :D

La dama de medianoche

Capítulo 9

La rueda de personas se formó, dejando en la cabecera a lord Courtenay como el gran juez. De los Grandes Once solo decidimos participar cinco, repartidos entre otros escritores para hacer un total de doce. Los nervios fluían libres por mi cuerpo, haciendo que mis manos temblaran y que mi mirada alternara entre aquellos gigantes que estaba por enfrentar. Necesitaba apaciguarme, debía hacerlo para estar alerta, responder con presteza y que las incoherencias estuvieran lejos de mi boca. Me llevé las manos al pecho y poco a poco fui calmando mi trémula respiración, al retener el aire un par de segundos para dejarlo ir con lentitud.

Miré al frente; no estaba lista, nunca lo estaría, sin embargo, no estaba dispuesta a retroceder.

―Un buen número para jugar, ¿no lo creen? ―abrió el Viajero de Mundos, mostrando una sonrisa amable en su rostro descubierto―. Veo que se nos ha unido alguien nuevo, ¿conoce las reglas, lady Yoshida? ―Asentí con seguridad―. Bien, el tema que he escogido para hoy los pondrá a prueba, y hasta tendremos al gran lord Sakurai y a la incomparable lady Yamaguchi para amenizar con sus instrumentos. ―Señaló hacia un hombre y una mujer a su lado, que ya estaban en posición para iniciar con su violín y su violonchelo―. ¿Preparados?

Un "sí" general se escuchó y ante tal sonido, mi respiración volvió a agitarse, aunque en esa ocasión se debía a la emoción y expectación que también hicieron surgir una sonrisa. El gran duque dio un paso al frente para anunciar el tema con teatralidad: un viaje a tierras desconocidas. Y cuando fue a revelar el nombre de quien iniciaría la ronda, sus ojos azules se posaron en mí y curvó sus labios hacia arriba, haciéndome saber su decisión antes de siquiera decirla.

Tragué grueso. Si bien hubiera querido que otros intervinieran antes de mí… podía hacerlo. Sabía que podía, así que puse mi mente a trabajar, formando la frase perfecta para iniciar.

―Lady Yoshida, le daré ese honor. Tiene veinte segundos a partir de… ahora.

Asentí, y tras dar una larga respiración, dejé ir mi primera oración:

―En las lejanas tierras de Edenia, existía una mística leyenda que narraba la vida y obra de un valiente héroe. Muchos habían querido seguir sus pasos…

Observé a Murakami a mi lado, y tras darme una sonrisa, alzó su voz rasposa para continuar:

―…Para obtener su legado dorado, oculto en las profundidades del bosque de Asfold, que había quedado sin portador tras la muerte de tan valeroso guerrero.

―… Aventuras sin igual era la promesa; un camino largo y plagado de bestias, solo apto para los más osados ―añadió lady Suzuki.

―Y es aquí donde nuestro protagonista aparece, con un mapa, una espada sagrada y un pequeño bolso colgado en su brazo, dispuesto a convertirse en una nueva leyenda ―añadió el siguiente escritor.

De esa forma, fuimos construyendo la historia de ese aventurero y temerario guerrero, que se internó en los peligrosos bosques y montañas que formaban parte de ese mundo que entre todos fuimos creando. Y a medida que la historia avanzó y se hizo más intensa en acción y complejidad, las personas fueron saliendo del círculo. Era emocionante, extremo y estaba encantada. El vigor me hacía estar alerta a cada palabra dicha por mis contrincantes, que también agregaban tonalidades y matices a la voz utilizada, llegando incluso a gesticular o actuar parte de la frase añadida. En respuesta, no podía hacer más que esbozar sonrisas al intentar lo mismo, y usar mi ingenio para guiar la historia hacia los terrenos que yo dominaba como eran las escenas rebosantes de emocionalidad.

Así… de forma sorpresiva, solo quedamos lord Murakami y yo, atrayendo muchas miradas que se arremolinaron para observar el duelo que daría comienzo.

La postura de mi contrincante era calmada, luciendo tan dueño de sí mismo como era posible al tener los brazos cruzados; y debía admitir que eso me intimidaba un poco. Pero como había dicho, mis hermanos me habían inculcado un gran espíritu de competición, y aun cuando lo respetaba y admiraba muchísimo, quería ganar. Quería demostrarle precisamente a él lo buena que podía llegar a ser, para así lograr mi meta: que me tomara como su pupila y de esa forma aprender del mejor para retratar las escenas eróticas del amor.

―¡Vaya! La sorpresa de la noche. ¡La Ama de los Suspiros se enfrentará al gran Erudito de las Sábanas! ―le escuché decir a lord Courtenay, ya que mis ojos estaban fijos en los oscuros que me estudiaban.

Y mientras el Viajero de Mundos volvía a repetir las reglas para aquellos que recién se habían acercado para observar, mi contendiente sonrió, provocando que un escalofrío surcara mi espalda. Sin borrar su gesto, se inclinó un poco y susurró lo siguiente para que solo yo pudiera escucharlo:

―Ya que solo quedamos usted y yo, ¿qué le parece si lo hacemos más interesante?

―¿Eh?

―Una apuesta ―propuso, confiado―. El perdedor deberá cumplir un deseo del ganador.

―¿Q-qué clase de deseo? ―En vano, traté de sonar igual que él, porque la voz me falló al temblar un poco.

Él pareció no darse cuenta y se colocó los dedos en el mentón, como si estuviera pensándolo.

―De mi parte me gustaría dejarlo abierto, aunque le aseguro que será algo inocente y sencillo de cumplir. Y podría rebatirme en dado caso.

Parpadeé confundida, porque no sabía qué podría tener yo que le interesara a él, pero en mi caso… en mi caso sí tenía mucho que ganar. Por eso, sin dudar, lancé mi deseo; mi primer paso para mostrarle cuáles eran mis intenciones:

―Quiero tres consejos suyos.

―¿Consejos? ―inquirió en tono claramente de sorpresa y yo asentí con decisión.

―Consejos de escritura, sobre su estilo ―expliqué, sintiendo mi rostro arder.

Murakami permaneció en silencio por unos segundos, quizás analizando si había algo más allá de mi petición. Por supuesto que lo había, y probablemente eso fue lo que provocó su sonrisa intrépida.

―Acepto.

―¡Bien! ―atrajo nuestra atención el juez―. Quedamos en el punto donde nuestro héroe ha sido herido de muerte y se ha refugiado en una cueva. A partir de ese punto deben continuar. ¿Están listos, mis queridos duelistas? ―Ambos nos miramos a los ojos y cabeceamos nuestra muda respuesta afirmativa―. Bien, ¡inicie, lord Murakami!

Tomando aire profundo, soltó su primera frase del duelo:

―Estando en las entrañas de aquella cueva, herido y mirando a la profunda negrura, creyó que su aventura había llegado a su fin.

―Una risa amarga emergió desde lo más profundo de su alma, cuando entendió que no se entonarían canciones con sus hazañas y sería condenado al olvido como muchos otros ―continué con vigor.

―Pero entonces, ―Hizo una pausa casi imperceptible para sonreír―, de la aterradora oscuridad que amenazaba con consumirlo, surgió la más grácil de las criaturas, portadora de unas joyas tan verdes y majestuosas como los prados en los cuales le gustaba reposar ―narró para mi sorpresa, porque con esa frase estaba dirigiendo la epopeya del héroe hacia un romance.

Con rapidez, armé la mía en mi mente y acepté el desafío.

―Un ángel, fue lo que pensó. Cerró sus ojos para entregarse al sueño eterno y en lugar del frío de la muerte, lo cubrió el calor de un cuerpo que disipó su cansancio y su dolor.

―Y con fuerza y brío renovados, deseó conocer el nombre de aquella salvadora de cabellos de dulce miel y labios de terciopelo, que provocaban en él la imperiosa necesidad de poseerlos.

El calor que antes se había concentrado en mis mejillas, se extendió mucho más… porque aun cuando era imposible, era difícil alejar la idea de que esa descripción calzaba conmigo. Sacudí la cabeza, debía mantenerme enfocada.

―Su mano se alzó y conoció la tersa piel de sus mejillas ―dije y realicé la acción en el aire―. El fervor se apoderó de él y dejaron de importar la misión fracasada y las recompensas prometidas que jamás alcanzaría, porque en ella, en sus ojos de esperanza, halló su redención.

Murakami estiró sus labios hacia un lado y suavizó su voz para continuar:

―Era su tierra sagrada, y como natural aventurero, ansiaba navegar en su cuerpo. Descubrir con sus dedos colinas, valles, lagunas y cabellos, para finalmente hundirse en su rincón más oculto y anhelado, y provocar las más deliciosas oleadas de pasión en ambos.

Mi rostro ardió en el acto y mi mente se quedó en blanco. Nada… Boqueaba cual pez y no lograba pensar en nada más que no fuera las sensaciones provocadas por esa corta frase: un estremecimiento y un fervor que se concentró en mi pecho y estómago.

Y todo empeoró cuando su sonrisa se amplió y se tornó triunfadora.

―Me declararé vencedor con lo siguiente ―me guiñó un ojo haciendo que mi respiración se paralizara―: El viento sabría su nombre en los gemidos y suspiros de ella, y no había mejor alabanza para un guerrero que esa, convirtiéndose… en su gloria eterna.

Entre vítores y aplausos, lord Courtenay se colocó entre los dos y declaró como ganador a mi contrincante, pero no me sentía molesta o decepcionada. Todo lo contrario. Después de superado el estupor provocado por sus palabras, el frenesí se apoderó de mí porque había sido testigo de la genialidad de Yufeng Murakami. En pocos segundos había torcido la historia con frases claves y me condujo a ese territorio donde él era el soberano: un romance épico que finalizaba con las ansias de un hombre por la mujer que adoraba.

Sonreí y negué con mi cabeza, contra eso no había tenido oportunidad.

―Eso fue maravilloso ―nos felicitó lady Suzuki al acercarse―. ¡Un duelo en toda la palabra!

―¿Por quién apostaste? ―le preguntó sin rodeos el hombre a mi lado, marcando una sonrisa ladeada que ella copió.

―Esta vez debo decir que he perdido.

―Oh, Dios… Lo siento mucho, yo…

―Nada de eso, querida ―dijo y se acercó para dejar un apretón en mi mano―. Créame cuando le digo que pagaré con todo el gusto. Ustedes dos dieron un espectáculo que dará de qué hablar por varias semanas. Que se los digo yo. ―Me guiñó un ojo y después de asegurarse de que me había hecho sentir mejor, abrió su abanico―. Ahora, si me disculpan, iré a saldar mi deuda... y creo que haré nuevas apuestas.

Lord Murakami negó con la cabeza y la señaló como si fuera una reprimenda.

―Eres terrible.

―Lo sé y aun así me adoran todos, ¿no es así? ―Profirió una risa delicada y se alejó de nosotros a paso mesurado.

En verdad, lady Suzuki parecía una persona interesante y enseguida me pregunté: ¿cuál sería su verdadera identidad fuera de la Sociedad? Debía ser una dama noble, su actitud y porte me lo decían, pero más allá de eso, pensé en cuán maravilloso sería saberlo de su boca algún día y departir con ella en otros ambientes.

―Debo decir que estoy impresionado ―dijo él, recuperando mi atención―. No solo se adaptó a la dinámica, sino que supo usar sus habilidades para llevar la historia hacia sus zonas fuertes.

―En ese aspecto, soy una novata ante usted ―le sonreí―. Usó todo su arsenal y me dejó fuera de combate.

―Me gusta ganar ―se encogió de hombros con sencillez―. Espero no le haya molestado.

―Para nada, más bien, fue todo un placer para mí atestiguar tal despliegue ―me reí con suavidad―. Lo único que lamento es haber perdido la oportunidad de contar con su consejo.

Mostrando un gesto sagaz en sus labios, me ofreció su brazo.

―¿Me acompaña a tomar un poco de aire en la terraza? Después de tal retahíla, he quedado un poco sofocado.

Lancé una mirada nerviosa a mí alrededor; siendo una dama soltera, no debería aceptar tal invitación; sin embargo… tampoco era correcto que estuviera en ese salón sin carabina. Así que, sintiendo como mi corazón revoloteaba con fuerza, enlacé mi brazo con el suyo y comenzamos a andar, siendo abrazada de nuevo por ese aroma tenue que evocaba a las rosas.

No conseguiría mis tres consejos; pero al menos aprovecharía ese tiempo a solas para conversar y así conocer un poco más del hombre que creaba los más fervientes romances.

―Confío en que no será tan cruel con respecto a mi penitencia ―me animé a iniciar.

―Para nada, milady. Le dije que será algo inocente… ―Hizo un gesto pensativo con su boca y después sonrió―. ¿Un baile quizás?

―¿Hacen bailes en la Sociedad?

―No con tanta frecuencia porque no hay muchas damas como se habrá dado cuenta ―se rio―. Pero algunas veces los músicos hacen alarde de sus talentos y podríamos aprovechar la oportunidad para que salde su deuda conmigo. ¿Qué le parece? O podría cambiarlo por un poema dedicado a mí.

Sonreí, sintiendo el rubor en mis mejillas.

―Los poemas no son mi fuerte, mucho menos cuando no conozco a profundidad a quién debería ser mi inspiración. Así que me decantaré por el baile.

―Entonces está decidido ―aceptó él.

Llegamos a la terraza, siendo recibidos por la fresca brisa de la noche vernal. El resplandor del salón y las antorchas fijadas en las paredes blancas del exterior, alumbraban lo suficiente; así pude vislumbrar los balaustres que custodiaban la terraza, adornados en las esquinas por figuras aladas. Había varios caballeros y una que otra dama por allí, conversando y aprovechando para tomar un respiro; así que no estábamos del todo solos, pero su lejanía era suficiente como para tener un poco de privacidad en nuestra charla.

―Tengo una curiosidad y me gustaría saciarla ―dijo, provocándome una extraña sensación de haber escuchado esa misma frase en otro lugar, mas no me dejó llamar el recuerdo al lanzar su pregunta―: Teniendo en cuenta que tenemos estilos muy diferentes, ¿por qué desea que le dé consejos de escritura?

―¿P-por qué desea saber?

Ante su profundo escrutinio me sentí intimidada y desvié la mirada. Si bien sabía que debía justificar mis intenciones, no me había esperado que indagara en ello en ese instante y que fuera tan directo.

―Sus escritos son delicados, cálidos y emocionales. Son muy hermosos tal cual están, aunque, por sus acciones, siento que no está conforme ―respondió, haciendo vibrar mi corazón.

―Solo busco evolucionar.

―¿Reinventarse?

Volví la mirada hacia él, notando que se había acercado un par de pasos y realmente parecía interesado en lo que diría. Jugando con la tela de mi vestido, le di mi respuesta:

―Quizás no tanto como eso… pero sí deseo ponerme a prueba y… ―Solté un suspiro y lo miré a los ojos―. ¿Puedo ser sincera con usted, milord?

―Por favor.

Me reprendí a mí misma al encontrarme retorciendo todavía más la tela; porque si quería lograr que me tomara en serio, debía dejar de lado mi vergüenza y demostrar que estaba preparada. Así que, tomando aire, dejé ir las palabras:

―Mientras que otros condenan la unión carnal solo a la procreación, usted lo plantea como un símbolo de amor. Es natural, precioso y valioso; sensaciones que ambos amantes comparten. Ellos se acoplan de manera perfecta y se reconocen en el otro ―suspiré―. Es lo que atrapa de sus escritos… o por lo menos es mi opinión y yo… Y yo…

Mordí mi labio inferior y bajé la mirada al sentir que la valentía se me escurría de las manos; entonces unos dedos enguantados se posaron en mi mentón y me alzaron la mirada. Fue en ese instante que pude detallar que sus ojos no eran negros ni cafés como había pensado. Gracias a la antorcha que se sacudía a mi espalda, ellos perdieron su velo, revelando ante mí los matices del verano y el poder… del fuego. Justo como los ojos vehementes de lord Wemberly.

Cerré mis ojos por un momento, eso era imposible. Estaba sugestionada.

―¿Usted qué? ―musitó, volviéndome al presente.

―¿Eh?

Él sonrió.

―Me dijo que mis letras la atrapan.

―Ah… sí ―dije con voz temblorosa, sintiendo frío donde sus dedos habían estado―. Son maravillosas y yo… aspiro a escribir algo así. Incluso he intentado emular su estilo, pero… ―Me sonrojé, haciéndolo reír con suavidad―, no transmito tanto como usted lo hace.

Murakami permaneció callado por un momento, como si estuviera sopesando algo mientras daba pequeños toquecitos en su barbilla fuerte y masculina. Poco después, sus labios se separaron:

―El primer consejo que puedo darle es que se divierta al escribir, porque si lo hace tensa y llena de frustración, eso se reflejará en sus escritos y nada de lo que plasme con su pluma le parecerá adecuado. Créame, he pasado por eso.

―¿P-por qué usted…?

―¿Por qué la ayudo? ―completó por mí y afirmé en silencio―. El principio de la Sociedad de la Fruta Prohibida es ayudarnos unos a otros, ¿no es así? ―Me guiñó un ojo y se cruzó de brazos―. Ahora, mi segundo consejo, lady Suspiros, difiere de aquel que le di cuando nos conocimos; porque no puede buscar ese tipo de experiencias al no ser una mujer casada. ―Mis mejillas se tornaron rojas―. Disculpe por favor mi franqueza, pero es necesario.

―N-no, no se preocupe, yo comprendo.

―Por eso, le recomiendo que lea mucho. No se quede únicamente con mis libros, expanda sus horizontes porque eso le dará una visión más amplia del arte amatorio en cuanto a posiciones que se adoptan, y recursos que se pueden utilizar para hacer la escena más realista y reconocible para el lector.

Mi primer impulso fue desviar la mirada, sintiéndome avergonzada ante tal mención de su parte, mas no lo hice. Permanecí con la vista fija en sus ojos, demostrando con ello que eso era justamente lo que quería. Su sincero consejo, sin tapujos y sin velos.

―Y, para finalizar, le aconsejo que no intente emular mi estilo ni ningún otro ―expresó con sus labios ligeramente apretados―. Usted tiene habilidades únicas; explótelas, úselas a su favor, y mézclelas con lo que le he dicho antes para crear escenas dulces y rebosantes de sensualidad.

―No comprendo.

El joven vestido de negro pareció meditarlo un poco, hasta que una sonrisa ladeada se hizo presente en sus labios, provocando que un estremecimiento me recorriera entera.

―Podría mostrarle con un ejemplo, similar al duelo que hemos tenido... ¿Está dispuesta a experimentar? ―Con los nervios a flor de piel y ansiosa por saber, asentí, humedeciendo mis labios―. Bien. Imagine esta escena: su enamorado le ha traído un regalo, un collar de brillantes que le saca un gemido complacido ―narró con esa voz enronquecida a propósito―. Él, lleno de emoción por haber atinado en sus gustos, le pide que se dé la vuelta para colocárselo él mismo, pero… ―Ladeó su cabeza hacia la derecha sin borrar su sonrisa―. Todos sabemos lo complicado que es manipular esos brochecillos infernales con manos enguantadas. Así que… ―Con movimientos lentos, comenzó a despojarse de sus guantes, dedo por dedo, haciéndome tragar grueso―. Teniendo las manos libres, pasaría sus brazos por encima de usted y dejaría caer los brillantes en su pecho, cerrando con lentitud el broche en su cuello. ―Hizo la mímica como si realmente lo estuviera haciendo―. Y al finalizar… no podría resistirse a dejar una furtiva caricia en su delicada piel ―musitó con lentitud―. Aquí es donde viene nuestro ejercicio, lady Suspiros, ¿cómo se sentiría usted en esta situación?

Temblorosa ante lo que él planteaba, logré decir en voz cohibida:

―S-supongo que… nerviosa.

―Oh, no. No me lo diga, muéstremelo ―sonrió―. Si fuera con mi estilo, me enfocaría en lo que su cuerpo experimentaría. Su piel se erizaría en respuesta al recorrido travieso y tentador dibujado por los dedos; una descarga de excitación ante lo desconocido y lo prohibido, la recorrería de pies a cabeza hasta concentrarse en su vientre bajo. Lo sentiría como un ligero calambre, acompañado de un calor inexorable que no se puede explicar con palabras sencillas, pero está allí, latente y amenazando con devorarla y llevarla a la más cruel y deliciosa locura si le da rienda suelta. ―Dio un paso hacia mí, mostrando que sus ojos se habían tornado casi dorados como el fuego a mi espalda―. Ladearía inconscientemente su cabeza porque ansiaría más, mucho más de aquel que prodiga tal caricia en su piel. Una necesidad que es difícil de controlar, como saciar una sed o respirar. Y en ese punto, mi querida lady Suspiros, usted lo miraría a los ojos con un ruego silencioso en los suyos. Sus irises estarían oscurecidos, irradiando el poder de su pasión contenida y la promesa de un incendio que iniciaría en sus labios y se extendería sin control a cada rincón de su cuerpo.

Oh, cielos… ¿Cómo respondía a eso? Mi respiración se había agitado como si hubiera estado privada del aire todo el tiempo que él había estado hablando. ¿Cómo podía crear algo tan ardiente de la nada? Era simplemente… extraordinario, increíble, prodigioso.

―Es su turno. ―Su voz se había enrarecido, aunque no se debía al esfuerzo por falsearla. Era susurrante, seductora e incitante, al alargar las letras adecuadas―. Muéstreme de lo que es capaz su admirable y sorprendente estilo.

Ante sus impetuosos orbes de cobre, me transporté a esa escena… Y quizás por la sensación que sus ojos me transmitían, me vi en aquel salón de mi casa… y frente a mí estaba Shaoran Li, mostrando esa masculina y segura sonrisa, ladeada hacia la derecha, mientras abría la caja que contenía el collar de brillantes. Él pediría mi permiso con su cálida mirada y yo le daría la espalda sin dudarlo, esperando a que depositara en mi cuello el precioso collar, completamente expectante… y pude sentirlo. No era real, pero allí estaba el toque de sus dedos desnudos, justo en mi nuca… como un hormigueo.

Di un paso al frente, sumergida por completo en esos ojos y en las emociones que me provocaban, entonces mis labios se abrieron para dejar ir las palabras de mi corazón en un susurro cargado:

―Aun estando de espaldas, yo sabría que sus ojos poderosos y dorados estarían recorriendo la piel desnuda de mi cuello. Eso alimentaría la llama interna que aparece solo en su presencia y liberaría un suspiro. ―La escena se había apoderado completamente de mí, así que hice lo que había dicho y di otro paso al frente, perdida en sus ojos―. Escucharía su risa baja y varonil de boca cerrada, porque él sabría que eso lo ha provocado con su caricia furtiva. Mi cabeza… se giraría lentamente, como usted mismo lo ha dicho, y me encontraría al fin con esos soles que me estremecen cada vez que me miran, y me dejaría absorber por esa nebulosa de colores cálidos a la cual ellos me invitan. ―Finalicé con la respiración agitada.

―Todo, milady. Todo habría iniciado con una caricia furtiva y ahora serían los ojos los que se comunicarían, cómplices, y prometiéndose un después febril y embriagador ―musitó y fue él quien dio un nuevo paso más hacia mí, quedando a escasos dos pasos el uno del otro.

Por un momento nos mantuvimos en silencio, observándonos en aquella oscuridad que apenas era disipada por las llamas danzantes de las antorchas. Como si fuéramos capaces de desvelar nuestros más profundos secretos con tan solo eso, y descubrir al verdadero hombre y a la verdadera mujer que se ocultaban tras las máscaras de oro y de negro carbón.

―Creo que ya lo ha comprendido ―musitó al fin y esbozó una sonrisa tenue―. Hemos narrado una misma escena usando nuestros talentos, combinándolos incluso, y hemos logrado evocar la pasión y la belleza de un encuentro como ese. ―Dio un paso atrás y se aclaró la garganta―. Si bien no será sencillo para usted, estoy seguro que lo logrará si lo desea. Así que no dude de su talento, lady Suspiros, nunca lo haga, porque créame cuando le digo que tiene un don.

Experimentando una emoción inefable y desconocida que hizo suyo mi corazón, le creí, realmente lo hice… Y ya no se trataba de querer aparentar ser esa mujer osada e interesante, o seguir disfrazándome de la Ama de los Suspiros. No, yo quería ser ella en verdad.

―¿Le parece si volvemos? Puedo recomendarle algunos libros que pueden ayudarle.

―Eso… sería maravilloso.

Acodó su brazo y mientras me guiaba al interior, le di las gracias admirando su perfil masculino, porque me había ayudado a plantearme un nuevo objetivo sin siquiera saberlo. Yo, Sakura Kinomoto, haría todo lo que estuviera en mis manos para lograr mi evolución y mi liberación, como persona y como escritora.

Sería la Ama de los Suspiros día y noche. Por siempre.

Y aquí tienen el noveno capítulo de esta historia de escritores, que espero les haya gustado porque es uno de mis favoritos, ya que más allá de la sensualidad que busqué imprimirle, dejo cositas que espero les sean de utilidad a aquellos que, como yo, se sientan a crear nuevos mundos :)

Ahora, con respecto al capítulo, ¿hace calor o son ideas mías? En este duelo ambos sacaron a relucir sus talentos, pero fue el erudito quien se llevó el triunfo, aunque no fue porque ella lo hiciera mal, sino que el hombre la dejó fuera de combate con una de las suyas xD Aunque, por lo que hemos leído de él, fue benevolente con la pobre Sakura haha. ¿Cómo creen que se cobrará ese baile? Se vienen cosas muy interesantes (inserto risa malvada).

Y el después, ¡oh, el después! Es una escena que amé cuando la leí y espero que la hayan disfrutado porque, como dije antes, más allá de la sensualidad que quise imprimirle (y que espero haber logrado) quise dejarles datitos que espero les sean de utilidad :)

En verdad, muchas muchas gracias por haberse sumado a esta aventura conmigo, por mostrarme su apoyo, y por decir presente con sus comentarios que siempre nos animan a seguir adelante, a seguir nutriéndonos para entregarles un trabajo de calidad que puedan disfrutar :)

Mi agradecimiento especial a mis lectores cero lady Isabella, conocida como WonderGrinch, y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.

De nuevo, millones de gracias por apoyarme y estar presentes a través de sus opiniones, las cuales siempre espero con mucha ilusión ;)

¿Qué creen que pasará ahora? ¿Sakura aplicará los consejos de Murakami? ¿Volverá a verse con lord Wemberly? ¿Cómo caerá en cuenta que tiene a ambos en un único hombre? ¿O lo descubrirá él primero? Tendremos que seguir leyendo para averiguarlo ;)

Un beso enorme,

CherryLeeUp