¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.
Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 11
El momento por fin había llegado.
El sonido de los cascos de los caballos resonaba en las calles de la ciudad a medida que los carruajes se desplazaban, llevando a los miembros de la aristocracia hacia las grandes galas que se estaban celebrando. Pero había una de ellas que era reconocida como el evento de apertura de la gran temporada en Zándar: la velada floral ofrecida por los duques de Berkel.
Y ese era nuestro destino.
Ellos abrían las puertas de su majestuoso invernadero, donde se podían observar los colores y gozar de los aromas de las más exóticas flores. Pero había una que era tan especial, que la celebración giraba en torno a ella: la gran Dama de Medianoche, una preciosa y fragante flor blanca que abría sus pétalos una vez al año y permanecía así por tan solo unos cuantos minutos antes de morir, justo a medianoche. De allí derivaba su curioso nombre, según sabía.
Había tenido la oportunidad de asistir a la mágica velada de los Berkel durante mi primera temporada en sociedad, y nuevamente atestiguaría el florecimiento y la muerte de la misteriosa flor, gracias a la mujer que iba frente a mí.
Lady Rosmond lucía tan regia y serena, envuelta en su elegante vestido vino tinto, que parecía más opaco debido a la oscuridad que nos acompañaba dentro del carruaje. Todo lo contrario a mí, que temblaba como una hoja azotada por la brisa otoñal. Y no se debía al miedo, sino más bien a la zozobra natural debida a la incertidumbre, porque de mi desempeño esa noche dependería el resultado deseado al final de la temporada: una propuesta de matrimonio. Y no una cualquiera, sino la del hombre que yo escogiera como el indicado para ser mi compañero de vida.
―Todo estará bien, niña mía ―ondeó la refinada voz de la duquesa―. No dejes que los nervios te gobiernen.
―Estaré bien, su gracia… Es solo que de esta noche dependen muchas cosas.
Aun con la poca luz que se filtraba por las ventanas de cristal, pude vislumbrar su sonrisa rojiza.
―Es cierto, pero nos hemos preparado bien para ello ―mencionó, señalándome de arriba abajo.
Observé mi atuendo; los primeros vestidos que había confeccionado la señorita Gardiner eran vaporosos, de corte sugerente en corpiño y espalda, y de conmovedores colores como el azul cerúleo que llevaba puesto, y que se arremolinaba con el fondo blanco en la falda, marcando patrones florales. La descripción de lady Rosmond al verme fue: "un precioso y pacífico cielo".
―Serás admirada como un diamante, querida Sakura, pero lo más importante de todo, es mostrarte tal cual eres: una mujer encantadora, risueña y muy inteligente. No vayas a reprimirte por nada del mundo ―mencionó y palmeó mi mano.
Asentí, recordando lo que me había dicho apenas subimos al carruaje. No había estrategia, no había plan porque no estaría a la caza de un marido como lo harían las demás damas y debutantes. Mi único objetivo era sonreír, divertirme, conversar y resplandecer.
Miré hacia abajo de nuevo. La señorita Akisuki había hecho su parte al exaltar mi belleza externa; dependía de mí hacerles ver a la verdadera mujer que vivía en mi interior. Y si bien existía el riesgo de no agradarles, estaba dispuesta a tomarlo porque no quería mostrarme con una máscara de perfección que significaría la muerte para mí, ya que no podría sostenerla por mucho tiempo; menos con quién sería mi socio en la más grande aventura llamada vida.
Ambos merecíamos conocernos y aceptarnos mutuamente. Así de sencillo.
―Quizás esta noche no se generen tantas conversaciones, así que aprovecha cada ocasión para demostrar que no eres un mero adorno.
―Trataré de llevar las pláticas apropiadamente, así sabré a quién descartar ―asentí, llenándome de confianza.
―Y recuerda: la belleza atrae ―dijo, mirando su abanico sin borrar la sonrisa―, pero el ingenio, querida, el ingenio atrapa, seduce, cautiva. Muestra a la mujer audaz, inteligente y de valor que eres. ―Afirmé con la cabeza―. ¿Recuerdas los nombres de la lista?
―Sí ―musité y volví a experimentar esa pequeña incomodidad que me invadió cuando la leí, pues el nombre del conde de Wemberly no estaba en ella.
―Es solo una guía basada en las personalidades e intereses de los jóvenes, pero lo realmente importante es cómo te sientas con cada uno de ellos. Date el tiempo de conocerlos y déjate conocer, ¿está bien? Aun cuando tenemos encima la apuesta con el marqués de Winslow, no debemos apresurarnos.
―De acuerdo.
―Siendo así, estamos listas para la primera contienda. ―Movió su abanico con ligereza y añadió en tono dramático―: Quien diga que soy una pésima matrona, no sabe de lo que está hablando. Soy la mejor de todas, todos deberían amarme.
Me reí y le agradecí por todo lo que estaba haciendo, porque era debido a ella que vivía en mí todavía la esperanza de poder elegir por mí misma.
Poco tiempo después, el carruaje se internó en los terrenos de la gran mansión Berkel, un impresionante edificio de paredes claras y altas, impregnadas de poder e historia, que parecía resplandecer. Y aunque sonara absurdo, tuvimos que esperar alrededor de veinte minutos para llegar a la entrada principal del jardín, por la gran cantidad de carruajes que habían estado frente al nuestro. La velada era exclusiva y solo los miembros más influyentes de la sociedad estaban invitados, aunque eso no quería decir que fueran pocos.
El lacayo abrió la puerta y la primera en descender fui yo. Quedé cegada instantáneamente por la luminosidad que ofrecían las antorchas que marcaban un camino hacia la derecha; seguramente guiaba al jardín donde estaría desarrollándose la velada.
―Creo que se han esforzado más que los años anteriores ―dijo lady Rosmond cuando llegó a mi lado.
―Debe ser porque su hija será presentada en sociedad esta noche ―mencioné en un susurro.
―Pues lo lamento por lady Mai, porque será opacada por mi precioso diamante.
―Suena como una madre predadora ―me reí, iniciando el camino junto a ella.
―Oh, Sakura, soy la peor de todas. Por eso mi hijo debe estar desesperado, viendo que su cumpleaños está cada vez más cerca.
Tuve que apretar mis labios para no reír como quería hacerlo, porque era cierto. El duque de Rosmond se había salvado de ser lanzado a las leonas por su madre, porque no era bien visto que un hombre se mostrara interesado en el mercado matrimonial antes de los veinticinco años. Los jóvenes asistían a las fiestas con el único propósito de divertirse, pero al cumplir la edad la historia cambiaba… y con ella la actitud de las madres que empezaban a buscarles una "esposa adecuada". En el caso de Watanuki Reed, una duquesa ideal que fuera capaz de ocupar el lugar de lady Rosmond… Y eso ya era decir bastante.
―Oh, mira ―señaló la entrada que era custodiada por un arco magnífico de flores amarillas y blancas.
―Son lirios ―sonreí, porque yo los adoraba.
Mis dedos enguantados en seda blanca acariciaron los delicados pétalos cuando pasamos por el arco, y aspiré el aroma dulzón que nos rodeó en un instante.
El jardín nos dio la bienvenida y quedé casi hipnotizada por la exquisita decoración. Preciosas lámparas de cristal parecían flotar sobre las personas que departían felices, y una la lustrosa pista de baile estaba custodiada por arbustos que habían sido vestidos de gala con listones dorados.
Pero el oro no se detenía allí.
También estaba presente en los arreglos florales sobre las mesas, y en los bocadillos, postres y bebidas que estaban dispuestos sobre los blancos manteles.
―Allá están los duques de Berkel ―musitó lady Rosmond, tapando sus labios rojos con su abanico―. Vamos a presentar nuestros saludos.
Mientras avanzaba a su lado, di una discreta mirada a mí alrededor, y comprobé que la mayoría de las personas nos inspeccionaban con especial interés, lo cual no era extraño. Ellos siempre observaban dispuestos a captar cualquier cosa de la que pudieran conversar después; sin embargo, yo no estaba dispuesta a darles ningún material de cotilleo.
Enderecé mi espalda y plasmé en mi rostro mi mejor sonrisa, lista para demostrar con mi actitud que estaba orgullosa de ser quien era: una joven entusiasta e ingeniosa, sin otro afán que disfrutar de su última temporada en sociedad.
Al llegar con los anfitriones, mostramos nuestros respetos y lady Rosmond procedió a realizar las presentaciones pertinentes. Los duques eran una pareja bastante peculiar; siempre se oían buenos comentarios de ellos e imponían tendencia en la sociedad, por eso me había sorprendido mucho que lady Berkel se hubiera arriesgado a comprar Pasiones Líricas por ella misma, la última vez.
Me mordí la lengua para evitar que saliera la pregunta que tenía atorada en la garganta, porque en verdad me gustaría saber la opinión que tenía del último capítulo de mi novela.
―Esperamos que disfruten de la velada y si necesitan algo, no duden en solicitarlo ―dijo ella con resplandeciente sonrisa.
―Desde luego, querida. Estamos seguras de que todo será perfecto esta noche ―dijo lady Rosmond con amabilidad.
―¡Oh! La pista de baile será abierta con la presentación de nuestra Mai, espero no le moleste esperar un poco, señorita Kinomoto.
―Para nada, lady Berkel. Sé muy bien lo que es ser una debutante y me imagino la emoción que debe estar sintiendo su hija.
Los ojos celestes de la mujer se llenaron de orgullo y amplió su sonrisa.
―Será la presentación de nuestra flor más valiosa, por eso las personas sabrán comprendernos y esperar ―dijo lord Berkel con galante sonrisa a su esposa. Luego, sus ojos grises se posaron en mí―. Extienda mis saludos a su padre, señorita Kinomoto.
―Con gusto, su excelencia.
De esa forma, lady Rosmond y yo fuimos abriéndonos paso entre los diferentes grupos formados que charlaban por allí y por allá. En uno de ellos había divisado a lord Ichiro Endo, un joven de cabellos negros que siempre iban bien peinados y de profundos ojos de ultramar. Algunas lo consideraban uno de los mejores partidos por ser el heredero del marqués de Hekkel, no obstante, el motivo por el cual él estaba en la lista de lady Rosmond era por su conocida pasión por la literatura, y los grandes logros académicos que había obtenido durante sus años en la universidad.
Estuve estudiándolo con disimulo por varios minutos: su porte, su actitud, su forma de expresarse… y enseguida llegué a la conclusión de que solo hablaba de temas interesantes con otros hombres. Si había mujeres presentes, se ceñía a las conversaciones socialmente aceptadas como correctas… y era demasiado pedante.
Hice una mueca con mis labios: primer descartado de la noche. Y a ese le siguieron un par más, ya fuera por sus expresiones al verme dar una opinión que ellos consideraban inapropiada o por el simple hecho de haber abierto mi boca.
Así, las conversaciones se fueron haciendo cada vez más banales al punto de no haber ningún reto intelectual en ellas; no sabía si era por la presencia de las damas o porque simplemente no les importaba tocar temas que fueran de mayor valor. Suspiré, el ambiente que me rodeaba no se parecía en nada al vivido en la Sociedad de la Fruta Prohibida.
Y viendo que el tema predilecto por las personas era la particular noche calurosa en la primavera, me sumergí en las ideas que tenía para mi novela. Después de tantas luchas por recuperar mi inspiración, al fin había logrado acabar el capítulo del mes y ya lo había enviado al editor con Kazuya, justo a tiempo. Imaginaba que todo lo que había pasado había afectado en demasía mi capacidad creativa y era comprensible, mas no podía permitir que volviera a ocurrir. Tenía una responsabilidad con la editorial y mis lectores, y debía cumplir con ellos. Por eso había iniciado de una vez con el siguiente, aprovechando la descarga de inspiración que había llegado a mí de repente.
Cada vez me acercaba más y más al clímax que había visualizado hacía tanto y eso me emocionaba en sobremanera, pero había un pequeño asunto que me tenía nerviosa y era la escena erótica que estaba planeando para sorprender a mis lectores. Si bien había dejado pistas en el último capítulo, estaba segura que ellos descartarían una escena de ese tipo de mi parte. Debía pulirme si quería provocar furor y para ello había iniciado el primero de los libros que había comprado: Sabor a pasión.
Apenas le había dado una ojeada al primer capítulo; la protagonista era una dama de sociedad que iba saliendo de su tiempo de duelo, y por lo visto su suegra y familiares tenían mal visto que ella volviera a casarse. Algo que ella anhelaba porque su vida marital previa no había sido tan satisfactoria como había esperado.
Todavía no había aparecido el protagonista y no quería juzgar… aunque por el contexto en el cual estaba atorada la joven viuda, quizás sería algún mozo de cuadra que atraería su atención o algún noble libertino. En verdad esperaba que no fuera así y me equivocara, además, no creía que Murakami me recomendara algo tan predecible para reunir información… Y lord Wemberly también había dicho que eran buenos libros.
¿Qué tendría el capítulo ocho que lo hacía tan especial?, ¿y realmente esperaba que le diera una crítica de los libros?, ¿o lo habría dicho en broma? Esperaba que fuera lo último porque, si bien había aceptado el desafío por el calor del momento, después de analizarlo en frío, me dije que moriría de la vergüenza antes de darle mi reseña.
De repente, unas risas generales se escucharon haciéndome salir de mi ensoñación y tuve que unirme a ellas aun cuando no sabía de qué estaban riendo. Ladeé mi cabeza hacia la entrada en busca de una salida de tan aburrida situación y entonces vi luz: mi querida amiga había llegado al fin, en compañía de su taciturno esposo.
―Su gracia, allí viene Tomoyo y el marqués de Reever.
Lady Rosmond enseguida dirigió sus ojos casi rojizos a la pareja que iba acercándose a nosotras.
―Me alegra verlos juntos ―fue el saludo que la gran mujer les dio apenas llegaron, y ambos mostraron sus respetos ante ella con una reverencia.
―El placer es nuestro, su excelencia ―saludó Tomoyo y su esposo apenas asintió―. Te ves preciosa, Sakura. Esa tonalidad de azul luce muy bien en ti.
―Muchas gracias ―musité con una sonrisa.
―¿Y usted cómo ha estado, lord Reever? ¿Mucho trabajo en el parlamento? ―le forzó a interactuar la duquesa.
El joven aclaró su garganta e inclinó un poco su cabeza antes de responder con voz clara y distinguida:
―Como siempre, su gracia, pero es un trabajo que me gusta realizar.
―Por supuesto, sé de buena fuente que es un orador excelente y le gusta debatir… cuando es estrictamente necesario, claro. ―Ella reanudó el movimiento de su abanico.
El marqués se limitó a asentir y después, por difícil que fuera de creer, posó sus ojos celestes en mí.
―Mi esposa tiene razón, el azul le luce muy bien, señorita Kinomoto.
Sin poder evitarlo, miré mi vestido. En verdad, debía ser una obra maestra porque era la primera vez que Eriol Hiragizawa me dirigía un halago.
―Ahm… Gra-gracias, su señoría.
Él pareció un poco incómodo ante mi mirada y volvió a aclarar su garganta.
―¿Todo bien en casa?
―Muy bien, gracias por preguntar.
El marqués asintió y no agregó más, aunque no fue necesario porque ese pequeño intercambio había sido más que suficiente y estaba segura que todo tenía que ver con Tomoyo. Inmediatamente, compartí con ella una sonrisa disimulada para no incomodar a su esposo; quizás las cosas no habían iniciado bien entre ellos, pero al parecer los esfuerzos de mi amiga estaban rindiendo frutos y eso me hacía muy feliz.
Cuando los Hiragizawa se unieron a la ronda de conversaciones, lady Rosmond aprovechó para dar algunas vueltas con sus amigas y me dejó en su compañía. Gracias a ello descubrí para mi asombro que el rostro del marqués de Reever sí podía expresar algunas emociones como el aburrimiento y el hastío, relacionados con los temas que seguían girando en torno a las trivialidades y lo que se esperaba de esa temporada que apenas iba iniciando. Si bien lo resistía con el temple que lo caracterizaba, al no estar acostumbrado a usar las máscaras de cortesía que eran tan comunes en la sociedad, era notable su desagrado y me daba un poco de gracia y pesar.
Lo miré de reojo; en verdad era un hombre que se imponía con su mera presencia y todavía me intimidaba un poco, sin embargo, con cada cosa nueva que descubría de él, como el asunto de las galletas, me preguntaba: ¿qué tan verdadera sería esa frialdad suya? En ese momento hubo otra ronda de risas y volví a unirme a ellas aun cuando no sabía el motivo, pero no me pasó desapercibido que lord Reever bajó la mirada para observar a su esposa y entonces pasó lo inimaginable, algo que llenó mi pecho de calidez y alegría: él sonrió. Las comisuras de su boca se estiraron lo suficiente para endulzar su semblante y esa afabilidad estaba dirigida a mi querida Tomoyo.
Nadie más lo notó, ni siquiera la aludida, pero estaba segura que lo haría de una u otra forma porque esa clase de miradas no podían disimularse por mucho tiempo. Que lo sabía yo al escribir tanto de ellas.
De repente, el duque de Berkel interrumpió el pequeño momento al hacer sonar su copa con insistencia para atraer la atención de todos los presentes. Con la sonrisa cariñosa y orgullosa de un padre, dio unas palabras de agradecimiento por nuestra asistencia y dirigió su pequeño discurso hacia lo significativo que era para él ese momento: la presentación de su querida hija en sociedad.
Todos nos arremolinamos para observar. Fue en ese momento que lord Berkel extendió su mano hacia un pasillo que provenía del interior de la mansión, formado por arcos florales, mientras se escuchaba una suave melodía de fondo. Pronto, apareció la figura de una joven vestida de resplandeciente blanco, a paso elegante y delicado. Lady Mai avanzaba, mostrando una sonrisa rebosante de emoción y sus ojos azules iban de un lado a otro, queriendo observar todo lo que sus padres habían organizado para ella.
Cuando estuvo más cerca, detallé que en su cabello castaño reposaban flores impolutas y brillantes, entendiendo al fin el motivo de su atuendo.
―Es como la Dama de Medianoche ―mencioné y Tomoyo asintió.
La joven menuda tomó la mano de su padre y juntos emprendieron rumbo a la pista de baile. Los músicos comenzaron a tocar la delicada melodía de un vals y con ello dio inició el baile de presentación de lady Mai.
―Es muy bonito, ¿verdad? ―dijo mi amiga con una sonrisa―. Me recuerda a nosotras.
―Es cierto.
―¿Te animarás a bailar si te lo piden?
―He venido a divertirme, ¿lo recuerdas? ―le guiñé un ojo―. Así que debo hacerlo.
―Una lástima que lord Wemberly no venga esta noche, hubieran hecho una pareja preciosa de baile ―musitó ella cerca de mi oreja y después suspiró con dramatismo; mis mejillas se calentaron.
―Tomoyo…
―Espero coincidan en algún evento porque en verdad ansío ver eso.
―Él no está en la lista de lady Rosmond…
―¿Y? Quizás ella pensó que no estaría buscando esposa esta temporada, pero es un excelente partido como cualquier soltero.
Debía darle un punto a favor en eso porque, según mi propia lista de virtudes de un buen esposo, él cumplía con varias… Aunque no estaba segura de querer indagar más al respecto y encontrarme con una fuerte pared que me destrozaría en el proceso: su difunta esposa. Una cosa era que Shaoran Li fuera un hombre inteligente, agradable y hasta coqueto en su trato, algo que parecía muy natural en él; otra muy diferente el querer desprenderse de un recuerdo tan poderoso e iniciar de nuevo.
―Veremos más adelante ―musité para zanjar el tema y me dediqué a ver a las personas danzar.
Poco a poco el ambiente fue haciéndose más ameno y me concentré en disfrutar, conversar y reírme de uno que otro comentario que Tomoyo hacía; al parecer eso fue lo que atrajo la atención de varios caballeros. Y si bien no llené mi carné en su totalidad, tener cinco bailes prometidos era mucho para una casi solterona como yo.
Por primera vez en mis cuatro temporadas, no me preocupé en caerles bien ni en decir lo que debía, solo era disfrutar de las piezas musicales, de las sonrisas y de los movimientos, en especial de las cuadrillas que eran mis favoritas por los pasos rápidos, animados y coquetos, que nos hacía relacionarnos a todos.
Era algo mágico.
Al finalizar la música, todos aplaudimos hacia los músicos y como lo dictaba el protocolo, mi acompañante, que resultó ser bastante diestro y divertido, acodó su brazo para llevarme hacia donde estaba lady Rosmond sentada.
―En verdad disfruté de bailar con usted, es una bailarina extraordinaria ―me alabó en tono gentil.
Alcé la mirada y lo observé con interés; su cabello era de un lindo castaño claro, tenía una sonrisa agradable y sus ojos verdes tenían algunas pinceladas de café que los hacían lucir muy bonitos. Le sonreí de vuelta.
―Usted también es un gran bailarín, señor Kondo.
―Espero compartir un baile con usted en otra ocasión.
―Será un placer ―le dije e incliné mi cabeza en respuesta a su gesto, al llegar con lady Rosmond.
Mi matrona enseguida asintió con aprobación y le devolví la sonrisa que portaba en sus labios rojos.
―Tienes las mejillas arreboladas ―dijo ella en tono divertido.
―El calor y la danza, su excelencia ―burbujeó mi risa.
―Oh… Me había ilusionado.
―Parece ser un joven agradable.
Ella sonrió con suspicacia.
―Pero no lo suficiente, ¿o me equivoco?
Me encogí de hombros.
―Puede cambiar con el tiempo. Me ha dicho que espera bailar conmigo en una próxima coincidencia y eso es bueno. Me gusta bailar y lo sabe.
―Esa es una espléndida tu actitud. Sigue así, querida ―me felicitó, dando palmaditas en mi mano, y yo misma lo hice para mis adentros.
La Sakura Kinomoto de esa mañana habría dicho que no tenía otra opción, pero la de ese momento, la que había bailado y reído tanto, lo había expresado de corazón. Observé al señor Kondo en la distancia, quizás lo mío no sería del tipo "amor a primera vista" del cual muchos escribían, yo incluida, sino de ese que parecía filtrarse en el pecho, sigiloso, y anidaba con cada día que pasaba hasta hacerse notar.
Pensar así ya era un gran avance y me dedicaría a disfrutarlo. No forzaría las cosas.
―Iré a tomar una limonada ―anuncié y me levanté. No había mentido cuando dije que estaba acalorada por la danza―. ¿Desea que le traiga una, lady Rosmond?
―Estoy bien, querida. Gracias.
Gozando de su permiso, me moví entre las personas hasta llegar a la mesa donde me esperaba la jarra de refrescante bebida. No dudé en solicitar un vaso y saciar mi sed después de tanto bailar. Y mientras lo hacía, me di la oportunidad de observar a mí alrededor, las personas parecían estar más alegres y justo en la pista de baile iniciaban los primeros compases de un vals.
Lo más llamativo de todo, fue que Tomoyo estaba entre los bailarines y su esposo la acompañaba. El marqués la guiaba con agiles pasos y ella lo seguía a la perfección; sonreí, en verdad se veían muy bien juntos y me aseguraría de hacérselo ver más tarde.
Alcé la mirada al cielo nocturno, ¿qué hora sería? Había perdido totalmente la noción del tiempo, pero me imaginaba que el evento principal debía estar por iniciar en cualquier instante. Devolví el vaso al amable lacayo que me lo había servido y justo al darme la vuelta… mi corazón dio un vuelco.
Aun cuando estaba a cierta distancia y rodeado de un par de madres y sus hijas, pude reconocer su perfil de fuerte barbilla, la postura distinguida de su cuerpo que mantenía un brazo en su espalda, su cabello ondulado que parecía más oscuro bajo el manto estrellado… y esa mirada que no había abandonado mi mente sin importar que fuera de día o de noche.
El conde de Wemberly había asistido. Aun cuando le había dicho a los Hiragizawa que no lo haría… él estaba allí.
Y como si fuera una polilla seducida por la luz, mis pies iniciaron su marcha hacia él sin apenas notarlo, disfrutando de esa oportunidad de admirarlo sin que él notara mi presencia. Las comisuras de sus labios estaban extendidas, pero habiendo tenido la oportunidad de disfrutar de sus verdaderas sonrisas, colmadas de travesura y con un toque de dulzura y algo de misterio, era evidente que esa representaba un falso gesto de cortesía, de esos que nos veíamos obligados a mostrar en público.
Me sorprendió incluso que pudiera detectar la incomodidad en su forma de alternar el peso de su cuerpo entre sus fuertes piernas.
―No debería, no debería, no debería ―musité sin dejar de mirarlo y mordí mi labio inferior.
¿Terminar de acercarme o no? Allí estaba la cuestión.
La respuesta llegó a mí cuando lo vi suspirar con pesadez. Definitivamente, acercarme. Y al ver a un grupo de hombres a un lado que parecían demasiado animados por la bebida, supe lo que tenía que hacer para lograrlo sin dar de qué hablar.
No me gustaba usar las bien llamadas "artimañas femeninas", sin embargo, ese era un caso de emergencia. Además, sería una travesura digna de comentar después.
―Bien. ―Alcé un poco el dobladillo de mi vestido y avancé con temple―. En este cuento, será la doncella quién rescate al caballero.
Y aquí tienen el capítulo once de esta aventura, ¡vamos rápido! :O
Llega el primer evento social de nuestra querida Ama de los Suspiros, y les agradezco un montón a aquellas que participaron para ayudarme a escoger el vestido de nuestra chica :D Se ve preciosa, ¿verdad?
Este evento promete muchas cosas :O Empezó con calma, viéndola desenvolverse y ganarse la atención de varios caballeros, sin embargo, el que está en su radar ha llegado a la celebración a pesar de haberle dicho a Eriol que no asistiría :O ¿Qué le habrá hecho cambiar de parecer? ¿Y qué hará nuestra Sakura para rescatarlo del grupo de madres, que ansían su atención para conseguir un matrimonio conveniente para sus hijas? La doncella irá a rescatar a su caballero y tendremos que seguir leyendo para ver cómo se desenvolverá todo :D
¿Qué les puedo adelantar del siguiente capítulo? Que los compensaré porque es bastante largo y… ¡narrará nuestro conde! :D Espero les guste porque es uno de mis favoritos xD
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero lady Isabella y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
Y de nuevo, millones de gracias por apoyarme y estar presentes a través de sus opiniones, las cuales siempre espero con mucha ilusión ;)
¿Qué creen que pasará con la llegada del conde?
Un beso enorme,
CherryLeeUp
