¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
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Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 13
Las cenas siempre habían sido momentos casi sagrados para la familia Kinomoto porque, a diferencia de otras familias, nosotros solíamos aprovechar esos minutos para compartir. Ya fueran las risas provocadas por los chistes malos de Naoki, las peleas que provocaba Touya con su altivez y, por supuesto, las anécdotas familiares y de la empresa que papá solía contar y de las cuales no nos aburríamos jamás.
Dejar atrás una costumbre tan alegre con la furiosa partida de mi hermano mayor, había sido como atestiguar la caída del primer pilar de nuestra siempre unida familia. Por eso me había alegrado mucho que mis padres se hubieran esforzado por retomarla después de nuestra reconciliación, aprovechando cada precioso segundo que nos quedaba juntos, para crear sonrientes y nuevos recuerdos, como decía papá. Sin lugar a dudas, noches valiosas y alegres para los tres Kinomoto que quedaban en casa… y por eso no comprendía por qué el desesperante chirrido de los cubiertos contra la porcelana había regresado para imponerse entre nosotros, al mismo tiempo que el incómodo aire pesaroso.
Levanté la vista de mi plato y observé a mi padre primero; sus hombros estaban ligeramente encorvados y apenas había probado bocado, algo que era muy inusual en él porque su postura siempre se mantenía derecha. Traté de encontrar una respuesta en los ojos de mi madre, pero las veces que ella alzó los suyos, iban con preocupación a su esposo.
¿Acaso habría tenido una decaída en su estado de salud y yo no me había dado cuenta? Me fijé en su semblante; sus labios parecían tensos y sus ojos no tenían su brillo habitual. Más que enfermo parecía… triste, aunque no podía descartar su salud con tan solo eso.
«Tiempo, ¿por qué eres tan cruel al seguir tu curso indolente ante nuestros pesares?», suspiré y volví la mirada a mi plato. En nuestro actual escenario, lo mejor sería preguntar directamente, pero estaba segura de que mi padre no respondería, más si estaba relacionado con su enfermedad para no preocuparnos. Así que, dejando los cubiertos a un lado con delicadeza, esbocé una sonrisa pequeña y decidí dar un paso para retomar nuestra querida costumbre. Eso, al menos, lo alegraría un poco y quizás se animara a decirnos qué estaba pasando.
―Esta temporada parece que será diferente a las anteriores. ―Ambos voltearon a mirarme―. Algunas debutantes son interesantes.
―¿En qué sentido? ―preguntó mi madre.
―Bueno… se parecen un poco a mí, así que ya no me siento tan extraña ―me reí―. Tienen intereses intelectuales y eso me emociona mucho. Estoy segura que serán dignas contendientes.
―Oh, vaya… Y nosotros pensando que teníamos una joya rara en nuestras manos ―bromeó mamá.
―La tenemos ―aseveró padre, dedicándome una sonrisa pequeña y orgullosa―. Estoy seguro que nadie llega a los talones de nuestra hija.
Le devolví el gesto con agrado ante su cumplido.
―De eso no hay ninguna duda ―continuó mi madre con emoción―. Y por lo que leí en el Rumores del Viento de esta mañana, hay muy buenos partidos esta temporada. Lady Ventisca ha dicho que la corona se la están jugando lord M y el reservado lord W. Lady Rowbottom me dijo que se refiere a lord Melford y al conde de Wemberly que regresó hace poco de un largo viaje.
Bajé la cabeza para ocultar la pequeña sonrisa traviesa, porque había pasado tal como lo había predicho: lady Ventisca había metido de cabeza al conde en el mercado matrimonial.
"Ambos caballeros han dejado a más de una sin aliento, pero si me lo preguntan a mí, queridos lectores, lord W tiene un aire enigmático que seduce por sí solo. Esta escritora se pregunta: ¿alguna damita será lo suficientemente ágil para atrapar al escurridizo viudo?", eso había escrito en su columna al día siguiente de la velada floral, y a pesar de no haberme mencionado ―gracias al cielo―, su "disimulado" favoritismo por lord Wemberly despertó el interés de las damas… y el acoso hacia mí.
En las tres galas posteriores al evento de la dama de medianoche, había tenido que aguantar, sonriente los interrogatorios sobre la "simpatía" que el conde me había mostrado, y repetir una y otra vez que solo había sido amabilidad. ¡Una tortura!… así como lo había sido el tener que fingir desinterés cuando, en realidad, mis ojos lo habían buscado en cada fiesta. Aunque, para mi fortuna o desgracia, todavía no estaba segura, no habíamos vuelto a coincidir.
Engañarme era estúpido: él me gustaba. Me gustaba mucho porque no era el típico caballero que alardeaba o que se airaba ante las intervenciones acertadas de una mujer. Por el contrario, le gustaba debatir sin importar el sexo de su interlocutor, tenía ideas frescas, le gustaba leer, nutrir su cerebro, y gozaba de un sentido del humor rebosante de sarcasmo muy similar al mío.
Nos entendíamos tan bien y siempre disfrutaba de nuestras conversaciones; en especial de la última que me había dejado sin aliento, justo como había mencionado lady Ventisca. Su forma de narrar la historia de la dama de medianoche había sido extraordinaria, y su galantería al compararme con la flor por su significado... De solo recordarlo, suspiraba una y otra vez, pero… lamentablemente él no deseaba casarse como yo había esperado.
Desde luego, eso no detendría a las madres casamenteras y a las jóvenes que ya lo idealizaban; le darían caza sin lugar a dudas porque ellas gozaban de un tiempo que yo… que yo no tenía.
No. Yo debía enfocarme en un objetivo a mi alcance y, por desgracia, Shaoran Li representaba una distracción muy grande. Por eso debía alejarme de él.
―¿No lo crees, hija?
―¿Eh? ―Mi madre me dio una sonrisa indulgente.
―Siempre tan distraída. ―Negó con su cabeza―. Le estoy diciendo a tu padre que, aun cuando lady Rosmond se ha ofrecido a llevarte a todos los eventos, sería bueno que nosotros fuéramos contigo a las fiestas a las cuales hemos sido invitados. La presencia familiar siempre es valiosa.
―Eso es cierto ―musité y dirigí la mirada a mi padre.
Su semblante parecía tranquilo, pero el ceño apenas fruncido revelaba su incomodidad ante algo que parecía no querer compartir. ¿Tendría que ver con su tristeza inicial? Al final, dejó ir un suspiro y observó con fijeza a mi madre:
―Puedes ir tú, querida.
―Pero…
―Aunque me encantaría acompañarlas como antes, últimamente me fatigo con mucha facilidad. ―Tomó la servilleta y limpió su boca, entonces añadió―: Por eso prefiero que vayan solas. Estoy seguro de que se divertirán.
Mi madre se mordió el labio y asintió más que todo por obligación, porque ella y yo sabíamos que, si se negaba, lo haría sentir peor.
―Mamá, solo serán unas pocas semanas ―le sonreí, tratando de relajar el ambiente―. Cuando Touya regrese a casa, él me acompañará en nombre de padre y así podrás quedarte con él, ¿no es así?
Cuando dirigí la mirada a él, me encontré con dos pozos cafés llenos de tristeza y culpabilidad que se clavaron en mi pecho como una estaca. Allí lo comprendí: el verdadero motivo de su congoja era mi hermano mayor.
Sin decir palabra, mi padre se estiró y tomó las manos de ambas, dándonos un ligero pero firme apretón, mientras sus labios se estiraban en un gesto doloroso y cansado.
―No había querido arruinarles la alegría…
―¿Pasó algo con Touya? ¿Habló usted con él?
Asintió y entonces soltó una frase que oprimió mi corazón:
―Él no regresará.
―¿Qué…? Pero… ―Mi madre enmudeció al verlo alzar su mano.
―Ayer estuve en Derlem. Me presenté ante él con una propuesta, pero no quiso escucharme.
―¡Pues insista! Estoy segura que él dejará de lado su orgullo… ―Mi padre negó con su cabeza.
―Touya ha tomado una decisión: cortar todo lazo conmigo y yo lo respetaré ―mencionó con voz tranquila, pero sus ojos revelaban todo su dolor y añoranza por su primogénito.
Papá siempre había sido imparcial con sus tres hijos, dedicándonos tiempo y amor por igual; sin embargo… la relación que él había forjado con Touya era simplemente especial. No podía creer que mi hermano fuera tan obtuso como para negarse a aceptar sus disculpas.
―¿Le contó de su enfermedad? Quizás si él lo sabe… ―dije en un hilo de voz que se perdió entre un sollozo.
―Touya debe estar enfocado en su pequeño ―sonrió con melancolía.
―Fujitaka, nuestro hijo merece saberlo.
―Naddy…
―¡No! ―sollozó―. Yo lo llevé en mi vientre, yo le di a luz y lo crie yo misma, por eso no hay nadie en este mundo que lo conozca mejor que yo y sé… Por dios, sé cuan destrozado estará cuando ya no estés, cuan culpable se sentirá porque no tuvo la oportunidad de compartir más contigo.
―Él ha tomado una decisión y será respetada. Esa es mi última palabra sobre el asunto ―anunció con solemnidad, levantándose de la mesa―. Tengo asuntos legales que planificar y resolver esta misma semana. Estaré en mi estudio.
Mi alma se llenó de angustia porque eso significaba que nombraría legalmente a Naoki como su sucesor y eso… eso mataría el espíritu libre de mi hermano menor. Él no era como Touya que amaba la planificación y estrategia financiera, no… Nao era un artista que dejaba volar su imaginación y plasmaba los más preciosos paisajes con sus manos bendecidas, justo como nuestra abuela. Por eso yo… yo tenía que hacer algo, pero ¿qué?
Estando ya en mi habitación, no dejaba de meditar y meditar, aunque nada se me ocurría. Era la angustia, la acumulación de tantas emociones que me hacían sentir como si estuviera a la deriva en un mar tormentoso y agitado, ante todos los problemas que no dejaban de llegar.
Necesitaba desahogarme, drenar toda la desesperación que amenazaba con consumirme, y la única forma que conocía para hacerlo era escribiendo. Con furia tomé el papel y dejé manar a través de la tinta toda mi ansiedad, sin detenerme a analizar si eran ideas concordantes o razonables porque allí, en esa página, estaba dejando mi alma entera.
Cuando el punto final fue colocado, me atreví a leer lo que había escrito. Enseguida mis ojos se llenaron de dolor porque con esas palabras, comprobé cuan afligido estaba mi espíritu por como mi familia parecía estarse derrumbando... y mi inutilidad para remediarlo.
Arrugué la hoja entre mis manos y bramé porque odiaba sentirme así. Detestaba esa sensación de impotencia que me recorría y que me exigía hacerme un ovillo en mi cama. Pero ¿qué podía hacer una chica como yo para cambiar las cosas… o por lo menos intentarlo?
Y entonces, en medio de tanta desesperación… el recuerdo de Shaoran Li se filtró en mi cabeza sin permiso y sin haberlo convocado. Sus ojos intensos y colmados de seguridad, su sonrisa ladeada… y sus palabras, esas que me había dedicado únicamente a mí: «Es usted una dama de medianoche».
Cerré mis ojos y visualicé esa preciosa flor que simbolizaba la devoción, la perseverancia y la audacia de una mujer por luchar por lo que quería y creía correcto. Y como si hubiera recibido alguna especie de revelación, me levanté y mandé a llamar a Daisy.
Ya podía verlo con mayor claridad. Ganar o perder no era lo importante, sino la sensación de tranquilidad por haber combatido dispuesta a todo por mi familia y por mí misma. Allí estaba la verdadera libertad. En el vivir sin ningún tipo de remordimientos y sin ataduras que nos restringieran.
―¿La señorita necesita algo?
Mirando a Daisy con decisión, asentí.
―Necesito tu ayuda.
De esa forma, bosquejé un plan que me permitiría luchar por la unión de mi familia. Y aun cuando ella estuvo en total desacuerdo por los riesgos que involucraba, no le quedó de otra más que apoyarme ante mi ferviente disposición.
La noche transcurrió con lentitud ante la incertidumbre que me gobernaba, manteniéndome despierta al imaginar los distintos escenarios que me esperarían, cada uno más escalofriante y triste que el anterior, pero eso no me detuvo cuando el sol salió.
Así, poco después del desayuno, Daisy y yo nos aventuramos a las calles cubiertas con capas, y pronto nos vimos en el interior de un carruaje de alquiler, andando por las avenidas poco transitadas de Zándar rumbo al este… hacia Derlem: el sector donde el eterno gris de la pobreza y la desolación hacían suyas las calles.
―¿La señorita está segura de esto? ―preguntó ella, dedicándome una mirada saturada de inquietud―. Ese no es lugar para una dama como usted… Todavía podemos dar la vuelta.
Comprendía las dudas y los miedos de Daisy; yo también los tenía al punto de mantener mis manos en puños sobre mi regazo para controlar los temblores, pero habiendo visto la tristeza en los ojos de papá, y la culpabilidad con la cual creía merecer cargar, no podía hacer lo que ella me pedía. No daría la vuelta.
Enderecé mi espalda para proyectar mi seguridad y expresé mi deseo:
―Continuaremos.
Daisy movió sus labios para pronunciar una palabra muda, posiblemente un improperio, y no dijo nada más durante todo el viaje.
El carruaje se internó poco después en aquel laberinto lleno de penurias e inmediatamente me pregunté: ¿cómo dos lugares dentro de una misma ciudad podían ser tan diferentes?
Alamy, ubicada al oeste, se caracterizaba por sus avenidas siempre limpias, tiendas elegantes, plazas y parques de gran verdor por donde pasear, museos que visitar y, desde luego, viviendas opulentas donde las familias más adineradas e influyentes residían. Por ese motivo el sector era sinónimo del lujo y la belleza de Zándar.
Por su lado, en Derlem, se veían casitas pequeñas que debían tener en su interior goteras por como lucían los techos. Las calles estaban tan maltrechas que el carruaje se bamboleaba con fuerza, la suciedad era tal que los dobladillos de las mujeres estaban arruinados sin remedio, y el hedor en el ambiente me hacía llevarme la mano a la nariz cada cierto tiempo.
―Es allí ―anunció Daisy para mi alivio, señalando lo que parecía ser una tienda y en el tope guindaba un pequeño cartel que decía "Panadería".
Cuando el carruaje detuvo su movimiento, diagonal al establecimiento, saqué de mi pequeño bolso un sobre que le extendí.
―Debes ser tú ―musité―. Si me ve allí, posiblemente haga una escena que no nos conviene.
Ella asintió y de esa manera observé a través de la ventana como mi fiel doncella avanzaba a paso presuroso por la calle, hasta la panadería. Me tomé esos segundos para tomar aire y calmar mis nervios porque no sería fácil enfrentar la ira de mi hermano mayor. Siendo tan sobreprotector, él no entendería mis motivos en un principio, así que debía manejar muy bien mi carácter y mis palabras para lograr mi objetivo: que abriera sus ojos, sin tener que llegar a decirle sobre la enfermedad de nuestro padre. Era un secreto que no me pertenecía y no era quién para revelarlo, aunque estaba de acuerdo con mamá al decir que Touya merecía saberlo.
Justo cuando volví a mirar la pequeña tienda, me encontré con la figura masculina que avanzaba hacia el coche a grandes zancadas, dejando atrás a la pobre Daisy que hacía su mejor esfuerzo para darle alcance. Estaba furioso, pero yo estaba lista para la contienda.
Ignorando a mi acompañante, Touya abrió la puerta de golpe y el diminuto espacio se llenó con su presencia aun cuando no había ingresado.
―¡¿Acaso has perdido la cordura?!
―Es un placer verte también, hermano. ―Alcé el mentón con orgullo.
―Te irás a casa, ahora ―masculló entre dientes e hizo el ademán de cerrar la puerta, mas no se lo permití.
―No me iré de aquí hasta que tú y yo hablemos.
―Por el infierno, Sakura. No tientes mi paciencia.
―Tú y yo sabemos lo obstinada que puedo llegar a ser ―dije con aparente calma y me incliné hacia él, enfrentando directamente su mirada café, aunque por dentro temblaba―. Puede que no hablemos hoy, pero entonces vendré mañana y al día siguiente y al que le sigue a ese, hasta que me escuches. Tú decides.
Por un momento ninguno dijo nada, pero Touya sabía que yo cumpliría mi amenaza de ser necesario, porque no había mejor representante de la tenacidad de los Kinomoto que yo. Soltó un suspiro cargado y se adentró en el carruaje, cerrando la puerta tras él. Se sentó en el asiento que estaba frente a mí y me observó de brazos cruzados.
―Espero que al menos hayas sido discreta al venir aquí.
―Por supuesto.
Tomando su misma postura, procedí a explicarle todas las medidas y previsiones que había tomado para salir de casa: como usar la salida al sur que era la más alejada, tomar el carruaje de alquiler lo bastante lejos de nuestro hogar y el haber simulado la llegada de una invitación de Tomoyo para salir a pasear, habiendo enviado yo una nota antes para explicarle la situación y pidiendo que me cubriera en caso de ser necesario.
El semblante de Touya fue expresando cada vez más su descontento a medida que avanzaba y casi vi transitar en su cabeza las preguntas: ¿cómo adquirió tal habilidad?, y ¿se habrá escapado antes, bajo mis propias narices? Comprensiblemente, no estaba dispuesta a contestarlas y tampoco le contaría sobre mis aventuras en la Sociedad de la Fruta Prohibida.
«Si lo supiera, me enviaría al convento más cercano», pensé, tratando de mantener mi semblante tranquilo.
―Bueno… al menos tu reputación no estará entredicha ―suspiró, pasando sus manos por su cabello castaño.
Luego de eso, un profundo silencio se instaló entre ambos, algo que jamás había ocurrido porque siempre teníamos algo que decirnos: ya fueran palabras de afecto o con aire belicoso para buscar esa discordia tan habitual y querida entre hermanos. Porque aun cuando Touya me llevaba seis años y yo le llevaba dos a Nao… los hermanos Kinomoto siempre nos habíamos caracterizado por ser en extremo unidos.
―Han pasado cuatro meses ―me animé a decir y en ese momento apareció una sonrisa guasona en sus labios.
―Y en ese tiempo mi hermanita se ha transformado. Creo que debo advertir a madre que te has convertido en toda una escapista.
―¡Oye!
―Solo digo la verdad.
Touya se rio con ligereza, pero después su mirada se llenó de algo que pude reconocer de inmediato… porque él y papá eran tan parecidos, que reflejaban lo mismo: dolor y culpa. Tras un largo y profundo suspiro, habló de nuevo:
―Sé por qué has venido.
―Resulta bastante obvio.
―Más allá de eso, conozco a mi hermana.
El silencio regresó, más pesado y sombrío que el anterior.
―¿No puedes perdonarlo?
Touya exhaló el aire y desvió la mirada a la ventana.
―Padre conoce lo que es amar, lo que es sentir tanto por una persona que simplemente no puedes vislumbrar una vida sin ella… Aun así, se atrevió a denigrar a mi mujer, a insultarla y hasta me llegó a sugerir que…
Calló por un momento y musitó un apenas audible "lo siento" porque, en teoría, no era algo que una dama como yo debía escuchar. Pero sabía a qué se refería ya que los gritos aquella noche habían sido tales, que había oído a la perfección la sugerencia de papá: que tomara a la chica como amante.
―Pero eso no fue lo más grave… ―prosiguió―. Lo peor fueron las palabras venenosas que él prodigó y que yo respondí con el mismo ímpetu.
―Era la ira hablando.
―Pero fueron dichas y dejaron heridas profundas.
―Touya… ―Me incliné hacia adelante y le tomé la mano con fuerza, haciendo que esos ojos tan similares a los de papá volvieran a mí―. Somos familia…
―Y por eso duele mucho más y es tan difícil de olvidar.
Lo entendía… Lo sabía muy bien porque ese era mi temor más grande: ver en los ojos de papá y hasta en los de Touya el desprecio por lo que yo amaba, por mis tesoros… por mis historias. Dolería como el infierno mismo.
―Imagino que la tapadera que crearon él y madre está por caerse ―continuó―. Debe estar desesperado y lo entiendo… pero el escándalo no durará mucho cuando las personas sepan que me han hecho a un lado. ―Apretó mi mano―. Te prometo que no se verán salpicados, siempre es así.
―No me importa lo que los demás digan ―sollocé, sintiendo como mi corazón se rompía con cada palabra dicha―. Eres mi hermano y jamás podría hacerte a un lado.
―Lo sé… pero hay muchos que dependen del buen nombre de nuestra familia y por ellos es por quienes hablo, Sakura ―expresó con una sonrisa sincera―. Además, estoy seguro de que Nao hará un buen trabajo.
―¿En serio crees eso o es lo que te dices a ti mismo para no sentirte culpable?
―Sakura…
―Ambos sabemos que Naoki hará lo que padre le pida, pero Touya, él es un artista.
―Es un muchacho…
―Sí, es un muchacho de veinte años que posee un alma libre. Se marchitará si lo encierran y lo obligan a trabajar en un escritorio. ¡Tú lo sabes mejor que nadie! ¡Tú descubriste su don! ¡Lo alentaste!
Touya frunció el ceño y sus puños se apretaron hasta que sus nudillos se volvieron blancos.
―¿Y debo sacrificarme yo entonces? ¿Abandonar a la mujer que amo? ¿A mi hijo?
―¡Nadie te está pidiendo eso!
―Quizás ustedes no… pero estoy seguro que eso era lo que padre venía a pedirme.
¿En qué… momento había perdido el control de la conversación? Todo había ido tan bien y ahora… ahora sentía unas ganas inmensas de zarandearlo y gritarle un "despierta, maldita sea" que tenía atorado en mi garganta.
Y como bien decían: la furia jamás era buena consejera.
Siendo presa del frenético ardor de mi sangre, siendo presa de mi desesperación y del dolor que sus palabras egoístas me causaban, separé mis labios y dejé escapar lo que había prometido no revelar, en voz cargada y temblorosa:
―Papá está muriendo.
Ante esa simple frase, pude ver como sus ojos se abrían y se llenaban de sorpresa para pasar al terror, uno tan puro y tenebroso que llegó a mi propio corazón.
Y ante ese dolor, los recuerdos del hombre que nos había criado comenzaron a transitar… La forma en la que solía cargar a Nao en sus hombros cuando era tan solo un pequeño, la animosa sonrisa que siempre tenía para mí cuando leíamos juntos, aquellas cabalgatas de los cuatro por los prados del campo… y su eterna promesa de que todo estaría bien. Dios, cuanto dolía.
Y así como había visto todo eso… lo mismo debió pasar con Touya y detecté el momento exacto en el que mi hermano se vino abajo al llevarse las manos al cabello, colmando de desesperación sus ojos.
―¿Cuándo…?
―¿Cuándo me enteré? Hace unas semanas ―respondí, tratando de ahogar mis propios sollozos y después lo miré directo a los ojos al decir―: ¿Desde cuándo lo ha estado ocultando? No lo sé… ¿Y cuándo morirá? No lo sabemos, los médicos han dado una estimación de dos años a lo mucho.
―No puede ser… no puede… Él no me lo dijo… no me dijo nada… Oh, dios… cómo me atrevo a decir esto si ni siquiera le di la oportunidad de hablar.
Touya no lloraba, pero el temblor en su voz denotaba su conmoción y su necesidad de consuelo. Así que, siendo atenta a su silencioso ruego, me levanté y fui a su lado, rodeándolo con mis brazos y él enseguida me abrazó.
―Soy un idiota…
―No lo eres. Solo estás dolido como bien lo dijiste y es natural, pero… ―Mordí mi labio para ahogar un sollozo―. Ante esto necesitamos estar unidos.
―No puedo abandonar a Kaho.
―Papá no quiere que dejes a tu mujer y mucho menos que abandones a tu hijo. Posiblemente nunca te lo perdonaría porque bien te enseñó lo que un caballero debe ser. ―Me atreví a reírme un poco y continué―: Él quiere que tomes tu lugar y que ella esté a tu lado.
―Ella no pertenece a ese mundo… La destruirían y yo no podría soportarlo.
Lo tomé de las mejillas con fuerza y lo observé con el ceño fruncido.
―Esto es algo que solo ella puede decidir ―refunfuñé y endurecí mi mirada todo lo que pude―. Touya, tú fuiste capaz de renunciar a todo por Kaho, a dejar a tu familia y al mundo que conocías para vivir en este, sabiendo que no sería fácil para ti ―señalé su ropa humilde.
―No es lo mismo.
―Sí, lo es ―aseveré―. Demostraste que tu amor es grande y sincero. Ahora, dale a ella la oportunidad de demostrarlo también. Y si es reciproco, estoy segura que querrá enfrentarse al mismísimo demonio por ti, si es necesario. Además… también deben pensar en lo que sería mejor para el bebé.
Touya suspiró y luego sonrió.
―A madre le daría un desmayo si te escucha hablando así.
―Y por eso me guardarás el secreto.
―Uno más que añadir a la lista, supongo.
Curvé mis labios hacia arriba y después dejé un beso en su frente.
―Lo mejor que podemos hacer por papá es crear recuerdos nuevos con él y… sonreír. Eso y el rostro de su nieto quedarán grabados en su alma para siempre… ―Él asintió con lentitud―. Es por eso mismo que yo…
―¿Que tú qué? ―hizo eco, frunciendo el ceño.
Sabía que no le gustaría lo que le iba a decir, pero prefería darle mi propia versión de la historia para evitar más tensión en su relación con papá. Así que, tomando aire, le dije que yo misma había decidido casarme esa temporada. Ya pensaría en cómo justificar mi unión con lord Winslow si todo salía mal al final.
Aunque esperaba que ese momento no llegara jamás.
―Siendo tan sobreprotector, imagino que tendrás mucho que opinar sobre mis pretendientes y te estás perdiendo de todo esto por tu tozudez.
Suspiró y me tomó de las mejillas.
―Mi mayor deseo es que seas feliz, hermana, por eso no concibo la idea de verte casada por mero compromiso. Tú mereces ese tipo de amor que solo encuentras en esos libros que tanto te gustan, así que no me importaría hablar con padre. Podría decirle que yo… ―Touya enmudeció ante mi conmovida negativa.
Palmeé su mano y le sonreí.
―Te lo agradezco mucho, pero sé cuán importante es para él llevarme al altar y asegurarse de que uniré mi vida a un buen hombre. Además… ―imité su mejor sonrisa sesgada―, hay muy buenos partidos este año.
―Nadie se merece a mi monstruo.
―Eso es de chiquillos ―me reí.
―Nadie se merece a mi monstruo ―repitió con solemnidad―. Pero, si esto es lo que realmente deseas… he de cumplir mi rol como tu hermano mayor y aprobar a tu futuro marido.
―Entonces tú… ―Touya asintió y aun cuando mis ojos seguían derramando lágrimas, sonreí ampliamente mientras apretaba su mano―. Gracias… gracias.
―No, querida ―musitó y respondió a mi apretón―. Gracias a ti… gracias por haber sido tan valiente y venir hasta aquí.
―Si no lo hubiera hecho yo, lo hubiera hecho mamá ―me reí suavemente―. Anoche estaba muy molesta con papá por ordenarnos guardar silencio… Él en verdad no quería entristecer el momento de la dulce espera de tu hijo, y mucho menos quería que te sintieras forzado.
―Eso suena a él ―sonrió amargamente y después asintió con decisión―. Hablaré esta noche con Kaho y mañana mismo iré con él.
―¿Podrías omitir el hecho de que he… venido hoy?
―¿Temes el encierro, hermana? ―preguntó, guasón.
―He roto mi promesa y no me gustaría perder su confianza justo ahora ―musité, aunque la verdad era que temía más que mi padre sintiera que me estaba desviando del buen juicio, y apresurara las cosas con el marqués.
―Eso nunca pasaría, eres la niña de sus ojos ―dijo, dándome un beso en la frente―. Pero te prometo que no diré nada. Será un secreto entre los dos.
Así, estando entre los brazos de mi hermano y disfrutando de aquella complicidad tan preciada, recuperé la esperanza en el mundo y en mí misma porque no era una inútil. Había logrado afrontar y manejar esa difícil situación con temple y valentía, y lo más importante, había ayudado a mi familia. Y si había logrado eso, entonces podría afrontar lo que viniera en mi vida.
Me había fortalecido, había cultivado mi dama de medianoche interior y la pequeña flor… empezaba a abrir sus pétalos a la luna para mostrar su esplendor.
Así me sentía y era precioso.
Y aquí tienen el capítulo trece de esta aventura, uno que a mi parecer es muy bonito porque se ve la relación que tiene nuestra Ama de los Suspiros con su hermano mayor.
Este Touya es muy orgulloso, pero gracias a Sakura lo dejará de lado para disfrutar del tiempo que le queda con su papá. Adoro este Touya que siempre busca lo mejor para su familia :D
Y aunque nuestro conde no apareció, vemos que ya fue lanzado al mercado matrimonial por la columna de chismes de Zándar xD Pobrecito, creo que por eso no ha querido ir a más fiestas y ha dejado esperando a Sakura.
Ahora, ¿qué les puedo adelantar del siguiente capítulo? Bueno… ¡que nos vamos a la sociedad! :D Ya la extrañábamos, ¿verdad? Y debo decir que será un capítulo muy… caluroso (se aclara la garganta). Aunque siempre que el Erudito aparece, lo es haha.
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero lady Isabella y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
Y de nuevo, millones de gracias por apoyarme y estar presentes a través de sus opiniones, las cuales siempre espero con mucha ilusión.
¿Me siguen acompañando en esta aventura literaria? Espero que sí :D
Un beso enorme,
CherryLeeUp
