¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.

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Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.

Bueno a comenzar :D

La dama de medianoche

Capítulo 15

Las fiestas de jardín que ofrecía la vizcondesa Kobayashi eran conocidas en todo Zándar por la diversión que ofrecían como: conciertos al aire libre, exposiciones de arte y sus tan afamadas búsquedas de tesoros. La mayoría de las personas participaban por el gusto exquisito que la dama tenía para los premios; pero lo realmente valioso, o por lo cual yo asistía a sus juegos, eran las preciosas pistas que tenían un aire literario.

Y a pesar de no saber si las escribía ella o algún poeta remunerado, siempre lograba hacerlas cada vez más interesantes.

Desde nuestra posición, a la sombra de un alejado árbol de gran tamaño, se podía atestiguar el dedicado esfuerzo de nuestra elegante anfitriona en hacer sentir bien a sus invitados: ya fuera en los deliciosos bocadillos servidos en distintas mesas blancas, la soberbia ambientación en tonos rojizos, y hasta en la suave música que tocaba el cuarteto de cuerdas para amenizar. Todo había sido planeado con esmero por la vizcondesa de cabellos chocolates que conversaba y reía entre todos los asistentes, con un carisma inigualable. Lamentablemente, era algo que no parecía ser apreciado por su ausente esposo que, según se decía, solo aparecía en los eventos importantes para guardar las apariencias.

Suspiré y la observé mover su abanico con gracia; alguna vez había escuchado que las mujeres adquirían libertad al estar casadas porque, siempre que se fuera discreto, llevaban emocionantes vidas separadas. Pero ¿realmente así era? Porque, ante mis ojos, era como vivir con un grillete atado al tobillo.

Di un respingo cuando mi hermano carraspeó a mi lado. Aun cuando trataba de conservar su elegante postura, Touya alternaba su peso entre un pie y otro con incomodidad, y ya era la quinta vez que pasaba su dedo con disimulo por el espacio entre su garganta y el pañuelo sostenido por la corbata. Parecía fatigado, incluso ahogado, lo cual era gracioso porque antes de todo lo ocurrido, él había adorado vestir a la última moda masculina.

―Gracias por haberme acompañado hoy ―musité, sintiendo un poco de pena por él.

―No tienes que agradecer. Es mi rol como tu hermano mayor.

―Aun así, gracias.

―Es solo que… ―resopló y bajó la mirada hacia su ropa―, después de haber conocido la sencillez y la practicidad, volver a estos trajes me está resultando un completo incordio.

―Eso veo ―me reí.

―Y me siento como un maldito muñeco.

―Cuidado con el lenguaje. Soy tu hermana pero también soy una dama ―le señalé con el abanico cerrado.

―Tu repertorio de groserías cuando estás furiosa, es más rico que el mío, hermana querida.

―Y eso es algo que solo mis hermanos deben saber.

―¿Y tu futuro marido? ¿Lo mantendrás en la ignorancia con respecto a ese pormenor?

Le sonreí con falsa dulzura.

―Se enterará cuando tengamos nuestra primera discusión.

―Eres una mujer cruel.

―Lo aprendí de los mejores ―le guiñé un ojo, ganándome una sonrisa altiva de su parte, muy característica de él.

Ambos volvimos la mirada al frente y al notar que varios de los presentes nos estudiaban con cierto descaro, suspiramos al mismo tiempo.

―Esto también es un incordio ―señaló al frente con su cabeza―. Y te aseguro que están más interesados en el chisme que involucra mi apresurado matrimonio, que mi nuevo estado civil por sí mismo.

Hice una mueca porque tenía toda la razón, aunque todo se debía más al rumor que había dejado rodar nuestra madre: la apasionada historia de amor entre mi hermano y una dama hermosísima durante su "viaje" por las tierras altas.

"Quedó tan hechizado, lady Yamada, que regresó con un anillo en el dedo y una sonrisa en la boca ¡Enorme sorpresa la mía, imaginará! Aunque no me molesta siempre que él sea feliz", fue lo que le dijo durante la vista de una de las mejores cotillas de nuestra ciudad.

Y tenía que darle méritos porque había basado su plan en tres motivos válidos que no pudimos objetarle. El primero tenía que ver con las características de mi cuñada como lo era su cabello casi naranja y tez clara llena de pecas; muy propias de las personas que provenían de aquellas tierras. En segundo lugar estaba la adoración que tenían los aristócratas por las historias de ese tipo, con un tinte romántico y aceptablemente escandalosas; y tercero pero no menos importante, éramos burgueses. Los nobles no gastarían tiempo y energía en nosotros, mucho menos en una muchacha que "provenía" de tan lejos como para verificar si era o no la hija de unos mercaderes de riqueza media.

―Bueno… al menos se han mantenido al margen ―dije, volviendo la atención a él.

―De momento ―gruñó de brazos cruzados, para mostrar casi de inmediato su verdadero sentir en sus ojos pardos―. En realidad, lo que me inquieta es que todo esto abrume a Kaho.

―Tu esposa no es tan delicada como piensas. Incluso está emocionada por todas las clases que recibirá de mamá.

Touya suspiró y desvió un poco la mirada.

―En realidad está más emocionada por aprender a leer y escribir. Lo poco que sabe se lo enseñé en estos meses.

―Todos colaboraremos para que lo logre muy pronto. ―Sonreí y le di un pequeño golpecito con mi abanico cerrado―. Kaho se fortalecerá y mostrará al mundo su verdadera esencia. Confía en ella y en el ustedes que recién comienza.

Esa vez, mi hermano sonrió con agradecimiento y cabeceó al frente con confianza.

―Bien, volvamos con los curiosos y busquemos al incauto que se casará contigo.

No quise decirle que ya tenía un hombre en mente, porque eso hubiera causado un interrogatorio de su parte que no estaba dispuesta a contestar. Así que me limité a continuar su broma:

―¡Soy tu hermana y se supone que deberías defenderme a mí, no a él!

Touya rio y me ofreció su brazo, gesto que fingí evaluar antes de tomarlo.

―Sé lo importante que es para ti que papá te lleve al altar ―continuó―, pero eres un tesoro, así que no te presiones. Ningún mequetrefe se llevará mi monstruo sin demostrar su valía.

Y así era como Touya Kinomoto seguía manteniendo su título de mejor hermano mayor al conmover mi corazón.

Nos integramos a los grupos y me presentó a varios de sus conocidos al tiempo que se reencontraba con ellos. Prospectos que, según él, podrían ser buenos para mí y lo dejé desenvolverse, a pesar de haber hecho mi elección después de lo ocurrido en la Sociedad dos noches atrás.

Lo había analizado en frío en la soledad de mi habitación, y hasta había elaborado una lista de pros y contras donde había relucido en letras mayúsculas el salir con el corazón roto. Sin embargo, seguía pensando lo mismo: yo no era ninguna cobarde, y si no lo intentaba me lo reprocharía toda la vida.

Así que la decisión se mantenía en pie, y era increíble como la resolución podía influenciar en el estado de ánimo de una persona. Me sentía rebosante de energía, capaz de lograr cualquier cosa y, lo más importante, estaba feliz conmigo misma.

No se lo había dicho a nadie y posiblemente no lo haría, porque era algo que quería conseguir por mi cuenta. Vivir la experiencia y disfrutarla; así el logro de desenmascarar el secreto del conde y de conquistar su corazón sería solo mío.

Miré con disimulo hacia la entrada del jardín, esperando verlo aparecer, pero como había ocurrido las siete veces anteriores, no había rastros de Shaoran Li. Exhalé el aire, desanimada; ¿por qué diantres Tomoyo había tenido que faltar a la recepción de la vizcondesa? Estaba segura que ella sabría el motivo de la ausencia del conde.

―¿Todo bien? ―Me sobresalté ante la pregunta de mi hermano.

Asentí con rapidez y señalé la mesa de los postres como escape.

―Iré a tomar uno, me dio un poco de hambre.

―Te acompañaré.

―Oh, no. Te ves muy entretenido con tu charla; yo estaré bien.

―¿Segura? ―Cabeceé mi respuesta afirmativa―. Bien, te esperaré aquí mismo.

Les di una sonrisa cortés a sus acompañantes y me dirigí a mi destino. Los pastelitos rellenos de chocolate parecían una tentación divina, así que no dude en tomar uno. Su dulce sabor me deleitó y me hizo sentir renovada.

Miré hacia arriba y protegí mis ojos con la mano; el sol resplandecía como el rey que era y hacía sentir su poderío a través de su agradable calor: debían ser como las dos de la tarde a lo mucho.

―Es un placer encontrarla, señorita Kinomoto.

Dejé caer el trocito que me quedaba del dulce y enseguida me giré; el corazón se me fue a los pies al encontrarme ante la mirada café del marqués de Winslow.

―S-su señoría ―alcancé a decir y realicé una torpe reverencia.

―Es notoria su sorpresa de verme aquí ―sonrió con cierta indulgencia.

―Un poco.

¿Por qué? ¿Por qué cuando había tomado la decisión de pelear por mi felicidad tenía que aparecer?

―Debo ser sincero al decirle que he venido por usted. ―Mi cuerpo se llenó de temblores y bajé la cabeza sin saber qué hacer o qué decir; los dedos enguantados tocaron mi mentón―. No era mi intención entristecerla o molestarla.

No respondí y el silencio se impuso entre nosotros. El noble desvió la mirada en señal de incomodidad, pero pronto recompuso su semblante.

―¿Podríamos conversar un poco? Me gustaría aclarar ciertas cosas con usted.

El "no" resonó fuerte en mi cabeza, así como la necesidad de regresar a la seguridad de los brazos de mi hermano. Sin embargo, en mi interior sabía que esa conversación tarde o temprano pasaría… y me esforcé en recordar que no era una cobarde. Además, podría aprovechar para aclarar un poco mi panorama, ya que lo único que había sabido de sus intenciones conmigo había sido a través de mi padre.

Di mi consentimiento, experimentando esa audacia que se apoderaba cada vez más de mi ser, y acepté el brazo que él me ofreció con sonrisa amable. La corta caminata nos llevó hacia un lateral del jardín; lo suficientemente alejado para tener privacidad, estando a la vista de todos.

―Debo decir que quería tener esta conversación con usted desde hace tiempo, pero imaginé que estaría bastante contrariada con la idea de tenerme cerca.

Respiré profundo y enfrenté su mirada con temple.

―No estoy molesta con usted, su señoría, lo estoy con la situación que es diferente.

Su sonrisa se tornó sagaz al torcerse hacia un lado, como si quisiera decir con ello que no me creía ni un poco.

―Sakura, no quiero que me vea como un enemigo.

―Yo no…

―Lo hace ―me interrumpió en un tono más bien risueño―. Quizás no es su intención y créame que la entiendo.

―Si me entiende, entonces ¿por qué aceptó, milord? Mi padre lo estima y lo respeta tanto, que pudo haberle hecho ver que todo esto es un error.

El marqués se recostó despreocupadamente en el tronco de un árbol, dejando que la fresca brisa primaveral jugara con su cabello oscuro. Así, tan tranquilo, lucía un poco más joven de lo que era.

―¿Cree en verdad que me hubiera escuchado?

―¿Lo intentó al menos?

Sin mirarme, asintió.

―Le dije que usted es una joven muy inteligente, y que ha demostrado tener aptitudes para vivir tranquilamente sin tener un hombre a su lado, si así lo quiere. ―Me observó con un deje de orgullo que me hizo sonrojar. Entonces dijo algo que me descolocó―: Desde luego, Fujitaka supo cómo jugarme la partida y recurrió a lo único a lo que yo no podría negarme nunca.

―¿Y eso es…?

―El amor de padre, Sakura. El amor de padre. ―Se enderezó y me observó sin borrar su gesto afable―. No sé si alguna vez llegué a hablarle de mi esposa durante nuestras conversaciones. ―Ante mi negativa, miró al frente y dejó que su mente se perdiera en sus recuerdos―. Ella fue una mujer como ninguna otra: cándida, cariñosa y muy alegre… La amé con mi vida y su muerte me dejó devastado, algo que no le deseo a nadie.

Bajé la mirada porque, sin poder evitarlo, imaginé a lord Wemberly en su lugar, diciendo esas mismas palabras. Y aunque fuera una blasfemia, juraba por Dios que laceraba mi pecho como una quemada profunda, porque era lo único que me daba temor en mi travesía: que él todavía idolatrara el recuerdo de su mujer.

―Lo siento mucho…

―Logré sobrevivir al dolor por mi hija. ―Volvió sus ojos a mí―. Yo perdí a mi esposa y ella perdió a su madre. No era justo que perdiera a su padre también. Eso, Sakura, fue lo que me motivó a seguir adelante. Y por ello fue que no pude negarme al pedido de Fujitaka, porque yo haría cualquier cosa también para que mi hija estuviera protegida.

En sus ojos cafés vi el amor del cual me hablaba y pude sentir una empatía que me hizo sentir culpable.

Había perdonado a mi padre porque sabía que su única intención era cuidarme, pero en mi afán de tener un villano en mi historia, le había otorgado ese papel al marqués de Winslow, olvidándome de quién era él en realidad. Un caballero que, a pesar de no tener un heredero y que seguramente era presionado para obtenerlo, había decidido guardar luto por cinco años con miras a seguirlo haciendo por siempre… Eso era lo que se decía de él y, sin embargo, había cambiado de parecer por ayudar a un amigo a irse en paz consigo mismo.

También había olvidado al hombre que amablemente se había sentado todos esos años a escucharme cuando tenía algo para decir, y que había logrado sacar adelante a su hija. Porque si había algo que estaba presente en todas las conversaciones que habíamos tenido, era su pequeña Ruby. Siempre sonriendo, orgulloso y ávido de compartir sus progresos, y siempre con esa mirada amorosa de padre.

Me sentí horrible al notar que él tenía toda la razón: lo había degradado a la figura de una piedra en mi camino que debía sortear, cuando el marqués solo intentaba ayudar.

―¿Todo bien? ―preguntó, extrayéndome de mis pensamientos―. Luce preocupada.

―Yo… estoy bien.

El noble suspiró pesadamente.

―Sakura, quiero que entienda algo: yo no quiero ser su enemigo, todo lo contrario, quiero ser un soporte para usted, lleguemos a casarnos o no.

―¿C-cómo dijo?

Se rio ante mi confusión.

―Mi único deseo para usted es su felicidad. Por eso, si consigue ese hombre con el cual cree poder formar un buen matrimonio, yo seré el primero en felicitarla.

―Pero usted…

―Nuestra unión solo ocurrirá si dicho caballero no aparece para tranquilidad de mi buen amigo. Aunque siendo usted tan hermosa, inteligente y especial, estoy seguro de que lo conseguirá.

―Bueno, me estoy esforzando por ello ―dije, tratando de sonreír.

―Eso he oído y me alegra mucho. ―Volvió a reírse y a pesar de ser casi inverosímil, me resultó contagiosa y terminé uniéndome a él―. Las sonrisas siempre le han quedado bien.

―Gracias ―mencioné con las mejillas acaloradas, aunque después fruncí mi ceño y añadí―: Creo que le debo una disculpa, milord. Yo en verdad lo juzgué mal y…

―En realidad, no ―me interrumpió―. Inicié esta plática diciéndole que la entiendo y por eso tenía la imperiosa necesidad de aclarar todo con usted.

―Y en verdad se lo agradezco.

―Le prometí a su padre velar por su seguridad y eso se mantendrá aun si no nos casamos ―mencionó, afectuoso―. Por eso, pase lo que pase, quiero que vea en mí a un amigo, alguien en quien pueda confiar, un protector.

Sus palabras, en verdad, habían resultado ser como un bálsamo que calmó esa parte agria de mi alma y hasta habían incrementado mis energías.

No sabía si lograría o no casarme con el hombre que había escogido; esperaba con todo mi corazón que sí porque anhelaba vivir un romance intenso como ningún otro, y experimentar todo eso que "Murakami" escribía en sus historias de la mano de Shaoran Li. Y si al final del camino era rechazada, por lo menos habría dado todo de mí misma y… la mano tendida del marqués ya no se veía como un futuro tan negro. Si bien sería triste en el sentido de no poder conocer la intensidad del amor, al menos tendría en él un buen amigo.

La acepté y sonreí.

―Ya tengo dos perros protectores que ladran y muerden si es necesario. Son mis hermanos, por si no lo sabía.

―Sume uno más a la lista ―dijo y dejó un beso en mis nudillos.

―De acuerdo.

―Me alegra haber aclarado esta situación.

―A mí también. Me siento un poco más ligera… Gracias, milord.

Ofreció su brazo una vez más, marcando con ello el final de nuestra conversación, y emprendimos la vuelta hacia el grupo donde estaba mi hermano. Sin embargo, al estar a medio camino… percibí una ventisca calurosa que estremeció todo mi cuerpo.

Enseguida giré mi cabeza y lo busqué entre las personas, porque él era el único capaz de provocar tal sensación en mí. Solo él. Y lo encontré.

Aunque lord Wemberly estaba cerca de una fuente, rodeado de un grupo de personas, sus ojos de verano no observaban a ninguno de ellos. Estaban fijos en mí y en su rostro yacía una expresión de un calmo lago que resguardaba tesoros secretos en sus profundidades.

Hizo una pequeña reverencia en mi dirección, algo que correspondí como una acción espejo.

―¿Lo conoce?

―¿Eh? ―El marqués rio y cabeceó con disimulo en dirección al conde. Sentí el momento exacto en el que mis mejillas incrementaron su temperatura―. Ah, sí… Es Shaoran Li, conde de Wemberly.

―Con que es él… ―dijo, pensativo―. Según dicen, es un muchacho prominente y muy inteligente para las inversiones.

―Oh… Bueno, es amigo d-del esposo de Tomoyo. Sabe que somos buenas amigas y nos hemos visto algunas veces.

―Entiendo.

Si bien eso fue todo lo que dijo, su sonrisa suspicaz regresó y me hizo sentir más nerviosa.

Una vez llegados al grupo con el cual mi hermano se estaba poniendo al día, se dieron los saludos pertinentes y el marqués se integró a las conversaciones; en todo ese tiempo, no dejé de sentir la mirada del conde en mi nuca.

Y quizás podría sonar trillado, pero estando en su presencia, mis sentidos se concentraban y respondían para buscarlo… percibirlo en mi piel aun estando separados. Era como si él me estuviera dedicando una caricia secreta, justo como lo había imaginado hacía tantas noches en aquel balcón de la Sociedad.

Mis pies ansiaban moverse en su dirección, mis manos deseaban tocarle de alguna forma, y mis ojos querían perderse en los suyos para desvelar en ellos sus misterios. Era demasiada ansiedad con la cual luchar, porque si sucumbía, los chismes darían inicio y estaba segura que tergiversarían mis intenciones.

No. Si realmente quería tener una oportunidad para descubrir su identidad como Murakami y también… para ganarme su corazón, debía hacerlo bien.

De repente la conversación mermó, haciéndome salir de la nube de sensaciones en la cual él me había recluido. Al seguir las miradas, me encontré con la vizcondesa Kobayashi posicionada en el medio del jardín, mostrando su esbelta figura envuelta en terciopelo purpura, al lado del hombre que me había estado atormentado desde su llegada con su mirada de fuego.

Y viéndolo allí, del brazo de ella, me recorrió una descarga desagradable que no supe reconocer hasta que se impuso en mi mente un pensamiento: «quiero ser yo quién sonría a su lado».

No me reconocía a mí misma… ¿Celos?

―Mis estimados invitados, es hora de avivar esta fiesta e iniciar el juego por el cual todos están aquí hoy: ¡la búsqueda del tesoro! ―anunció, alzando su copa―. Por favor, los que deseen participar, formen grupos de dos hombres y dos mujeres, y acérquense para darles su primera pista. Mi querido primo y yo estaremos a su entera disposición para cualquier duda que tengan, ya que hemos preparado juntos todo esto para su diversión. ―Señaló hacia lord Wemberly quién se limitó a sonreír y a inclinar su cabeza―. Las puertas de mi hogar están abiertas para que ustedes lo recorran con total libertad y busquen aquello que ansían encontrar. ¡Que comience la aventura!

El alivio se extendió por mi corazón en la misma medida que los aplausos por el jardín; no obstante, los latidos aun retumbaban en mi pecho como recordatorio de la desagradable experiencia. Cielo santo, jamás me esperé que fuera una mujer celosa.

―Odio estos juegos ―resopló Touya, llamando mi atención.

―S-si quieres puedes quedarte aquí conversando ―musité y traté de ocultar mi nerviosismo tras una sonrisa―. Yo puedo unirme a cualquier equipo.

―¿Y dejarte sola con algún cretino? Ni hablar.

―Ahora entiendo lo de "perro guardián" ―susurró lord Winslow, riendo―. No soy bueno con las pistas, pero para su tranquilidad, Touya, puedo participar con alguna otra dama y estar en el mismo equipo de Sakura. Solo tenemos que ubicar al caballero indicado que la acompañe.

El marqués sonrió en mi dirección y yo le quise corresponder con un gesto de agradecimiento, aunque debió ser más una mueca debido a que el caballero con quien yo deseaba participar, por lo visto, no lo haría.

Mi hermano no pareció conforme, mas terminó accediendo y así el noble y yo nos lanzamos a la búsqueda de nuevos compañeros. Se nos unió pronto el señor Kondo, el amable caballero castaño que me había halagado durante el baile de los Berkel, y una joven de bucles rubios casi perfectos que servía a la marquesa de Rieth como dama de compañía.

―Vaya usted por la primera pista ―indicó el amigo de mi padre, cabeceando sonriente hacia lord Wemberly que estaba entregando los sobres con su prima.

Mis mejillas ardieron, pero no me negué ya que era una excelente oportunidad. Así me fui acercando a él, disfrutando de cómo iba incrementándose el torrente de mi sangre y la temperatura de mi cuerpo con cada paso que daba. Y a pesar de ser un poco ridículo, hasta quería reír. No lo comprendía, era como si mi cuerpo y mis emociones no me pertenecieran más, y eso era excitante y aterrador en partes iguales.

Un par de mujeres me ganaron el paso al último momento, así que me hice a un lado con disimulo. Observé de reojo; si bien parecían animadas de departir con él, en especial la condesa de Markfeld que era conocida como la mayor cotilla de Zándar, lord Wemberly mantenía una sonrisa que, en vez de cortés, parecía tensa.

Decidí prestar atención a lo que decía la mujer:

―Es que es verdad. Cada vez que lo veo, le digo a mi querida nieta que se parece usted más a su difunto padre. ¿No es así, querida? ¡La sangre de los Li es poderosa!

―Desgraciadamente, milady, la herencia me jugó en contra cuando me concibieron.

―¡Oh, muchacho! ¡Qué cosas dice! ―se rio la mujer.

Esas palabras inmediatamente reclamaron un recuerdo, pues eran casi las mismas que me había dicho tiempo atrás en casa de Tomoyo. Extraño y decidí tomar nota mental porque, a pesar de usar frases ocurrentes, la tirantez en su rostro era tal que se hacía obvia la antipatía provocada en él.

«Y al parecer la anciana lo ignora con toda intención». Resoplé y me dije que tendría que salvarlo una vez más.

Me di la vuelta y me moví hasta asegurarme de estar en su campo visual. Entonces sonreí:

―Buenas tardes, su señoría.

La incomodidad se evaporó de inmediato y en sus labios apareció esa sonrisa que tenía un toque de ternura y travesura a la vez; la mía se dibujó instantáneamente.

―Señoras, debo cumplir con mi deber.

Extendió un sobre a la castaña que acompañaba a la condesa y se adelantó hasta donde yo estaba, dejándolas atrás sin decir nada más.

―¿Es costumbre suya meterse en estos líos? ―le pregunté.

Se inclinó un poco hacia adelante, como si fuera a compartir una confidencia, y marcó su gesto ladino.

―Siempre que pueda usted rescatarme.

La electricidad que me recorrió el cuerpo fue mucho más intensa, causando un suspiro que fue imposible detener. Mi ser entero vibró ante su cercanía… ante lo que él representaba para mí después de mi última visita a la Sociedad.

Y teniéndolo así, frente a mí, llamé la imagen de Yufeng Murakami para compararlos, buscando algún rasgo o marca que pudiera relacionarlos. No hallé nada más allá de su especial forma de mirarme y la curvatura de sus labios.

―Yo… Ya que el marqués de Reever no pudo venir, no esperaba verlo aquí.

―Bueno, hay asuntos de los cuales desgraciadamente no puedo zafarme ―resopló hacia su prima que estaba entretenida con los grupos que se habían acercado a ella. Después me entregó su mirada profunda y curvó sus labios―. Aunque esta vez resultó bien si pude encontrarme con usted.

Me sentí acalorada y tentada de desviar la mirada, pero no quise perderme el espectáculo de sus ojos a la luz directa del sol. Lucían más claros, permitiendo detallar los rastros de oro que se fundían con la tierra.

―Yo… ―Aclaré mi garganta al notarla un poco áspera y proseguí―: He venido por la pista.

―Vi que formó su equipo con rapidez.

La emoción que sus palabras provocaron se materializó en una sonrisa que él no pudo apreciar, por haber alargado su mirada por encima de mi hombro. No sabía lo que estaba observando, pero por breves segundos lo vi fruncir un poco su ceño. Una expresión tan tenue y rápida que me hizo dudar si lo había visto en realidad.

Sus ojos volvieron a mí y su boca se abrió, como si estuviera ansioso de decir o preguntar algo. Al final solo extendió un sobre violeta.

―Espero se divierta, sé que le gustan los retos y nos hemos esmerado con las pistas.

El cambio en su actitud había sido tan drástico que quise indagar el motivo, mas no me pareció adecuado. Tomé el sobre y tras obsequiarle una sonrisa, retorné con mi grupo. Sin embargo, en cada centímetro de mi piel percibí como su mirada me acompañó durante todo el trayecto.

Y que Dios me amparase, porque parecía que sería abrasada por esos ojos durante todo el evento… y no me desagradaba la idea.

Un nuevo juego estaba por dar comienzo.

Y aquí tienen el capítulo quince de esta aventura :D Uno muy interesante porque explora algo muy interesante: los celos. Y es algo que viene de parte y parte, porque a pesar de que nuestra Ama de los Suspiros los supera al saber que la vizcondesa es prima de su conde, este Erudito se quedó mirando a quien estuvo acompañando a la dama en la fiesta y que participará en el evento junto a su escritora favorita.

Las cosas ya van en ascenso y solo pronostican… fuego xD Vienen las fogatas y luego… el incendio haha.

Sakura a pesar de querer comprobar sus sospechas, ya habla de Murakami y Shaoran como la misma persona… ¿Conseguirá las pistas que necesita?

La semana que viene tenemos capítulo, pero recuerden que el 28/11 habrá pausa. En verdad les agradezco la paciencia y la comprensión ;)

Mi agradecimiento especial a mis lectores cero lady Isabella y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.

Y debo acotar que Fanficion sigue jugándomela feo y no me llega ninguna notificación -_- Pero eso no me detiene y les contesto sus maravillosos mensajes. Nuevamente, ¡un beso a PaoPao! Y espero que esta vez si estés leyendo el capítulo con tu bebito en brazos. ¡Infinitas bendiciones! Y también aprovecho para felicitar a Jazmín Jiménez que está hoy de cumpleaños, espero que disfrutes mucho tu día :D

¿Me siguen acompañando en esta aventura literaria? Espero que sí. Y de nuevo, muchas gracias por su apoyo y por sus mensajes que espero con tanta ilusión :D

Y por si no lo vieron en mis redes, hoy tenemos encuentro en la Fanpage de grupolivo en Facebook. Así que nos vemos por allí a las 8PM hora de Venezuela :D

Nos vemos en la noche :D

Un beso enorme,

CherryLeeUp