Difícil es no caer
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Shingeki no kyojin es propiedad de Hajime Isayama.
Esta historia participa en "Casa de Blanco y Negro 2.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Condición: Caer en la tentación.
4
Cigarrillos
El cigarrillo tenía escrito su nombre y emanaba culpa.
Cada vez que sus cuerpos se encontraban, ondulantes y sudorosos, fumaba. A veces lo hacía previo al sexo —como forma de distender los músculos ansiosos de placer—; la gran mayoría, luego. Porco Galliard sabía que aquel vicio lo delataba y que, muy pronto, Pieck lo relacionaría con él. ¿Sería capaz de hilar la fina conexión entre ambos elementos?
No quería averiguarlo, pues suscitaría una pregunta para la cual no tenía respuesta.
¿Por qué disfrutaba acostándose con Reiner Braun? ¿Por qué con él justamente cuando tenía tantas razones para detestarlo?
La vida lo odiaba. Ésa era la única explicación.
La primera vez que lo había probado fue en el Aniversario de la Paz. Pieck se había ido a dormir; Porco aún no se terminaba la botella de vino. Con la mente especiada por la bebida, de repente Reiner Braun no era tan desagradable. Con su camisa a medio abotonar, las mejillas rosadas y su pelo revuelto, era una visión agradable. Lo siguió hasta los baños, esperando que lo golpeara o evitara su presencia, pero él no se apartó cuando Porco le arrancó la hebilla del pantalón y dejó su entrepierna al descubierto. Terminaron encerrados en un cubículo: Reiner de espaldas, con las palmas apoyadas en la pared y los muslos separados, y Porco jadeando contra su piel.
Después del orgasmo —el más intenso y caótico de su vida—, se había fumado una caja entera de cigarrillos, luego de años de no encender uno. Se dijo que aquello fue un error, un desliz, que no volvería a suceder. Pero, ¿cuántas veces se había equivocado desde entonces? Caía en la tentación cuando estaba con él y en el vicio cuando todo terminaba.
El sexo con Reiner era salvaje, brutal y desmedido. Cualquier rincón era propicio para dar rienda suelta al placer. ¿Por qué no sentía lo mismo con Pieck? Mientras a ella la amaba y le acariciaba el rostro en cada amanecer, a Reiner lo deseaba para compartir la cama y las noches.
«Soy un bastardo», pensó.
Sabía que Pieck no se merecía esa traición de su parte, que debía honrar el vínculo que los unía desde su infancia, pero no era fuerte, no podía resistirse. La lujuria se arremolinaba en su vientre de sólo pensar en la conjunción de sus cuerpos. Y Reiner tampoco era lo suficientemente sensato como para mandarlo a la mierda y poner punto final a sus encuentros. Él, al igual que Porco, necesitaba de esos momentos donde no existían límites entre uno y otro.
Por eso encendió el cigarrillo y se lo llevó a los labios. Dejó que el humo invadiera sus pulmones y su conciencia. Echó la cabeza hacia atrás y le dio otra calada.
No se dijo que no volvería a buscarlo —porque era él quien siempre regresaba a su abdomen, a sus piernas, a su espalda—, que su idilio moriría en la clandestinidad tal como había empezado, porque aquella era una promesa que no podía cumplir.
