¡Hola, chicos! Como siempre, aclaro que los personajes de CCS no me pertenecen, pero todo lo que verán en esta historia surgió de mi completa imaginación.
Todos los derechos reservados. ©
Queda terminantemente prohibida la copia parcial o total, así como el uso de escenas o la trama sin mi consentimiento.
Bueno a comenzar :D
La dama de medianoche
Capítulo 16
"El bálsamo sagrado de la mañana se posa sobre los labios rojos de la doncella que, vestida de crueles espinas y enredaderas, me aleja de ella", leí en alta voz la pista que marcaba el inicio de nuestro juego, sintiendo como la emoción se apoderaba de mi corazón.
Cómo había esperado, las pistas eran un deleite, aunque a diferencia de años anteriores, tenían un toque que las hacía especiales e incentivaban a continuar el camino que habían trazado con especial cuidado.
Mis compañeros trataban de dilucidar el significado oculto en la preciosa frase, analizando cada palabra y relacionándola con cualquier cosa que hubiéramos visto en el hogar de la vizcondesa. Afortunadamente, ellos contaban con una ventaja que los demás no tenían: mi yo escritora que estaba adecuada a las alegorías literarias; aunque no quería monopolizar la actividad. Así que me limité a resaltar en una sonrisa una pequeña parte de la pista para estimularlos a continuar:
―El bálsamo sagrado de la mañana se refiere al rocío.
―Entonces estaríamos buscando algo en lo cual se posa el rocío… ―musitó pensativo el marqués―. ¿Una flor, tal vez?
―¡Una rosa! ―exclamaron el señor Kondo y la señorita Ayako al mismo tiempo.
Ambos se observaron y después sonrieron entre sí.
―Los labios de una mujer son comparados siempre con los pétalos de una rosa, así que debe estar hablando del rosal ―los felicité.
―Entonces pongámonos en marcha ―indicó lord Winslow, haciendo un ademán para que las damas fuéramos adelante.
Avanzando por el jardín, aproveché para sondear a los demás equipos y ver si alguno ya había marcado alguna dirección como nosotros. Así era, pero cada uno llevaba su propio rumbo y eso me llevó a preguntarme con admiración, si lady Kobayashi habría preparado pistas distintas para todos.
Miré sobre mi hombro hacia el lugar donde ella había estado junto a lord Wemberly entregando los sobres; solo encontré a la sonriente vizcondesa que conversaba con otra dama. No había rastros de él. ¿A dónde habría ido? ¿Se habría sumado al juego? No, no lo creía porque él había estado involucrado en la planeación.
¿Dónde se había metido?
―¿Señorita Kinomoto? ―Al escuchar el llamado del marqués, espabilé y me di cuenta que me había quedado rezagada.
―¡Lo siento! ―exclamé y les di alcance.
Habiendo llegado a los rosales, nos separamos para abarcar más espacio e iniciamos la búsqueda de la siguiente pista. En mi caso, me había tocado registrar la clásica glorieta de pilares blancos, que habían sido trepados por enredaderas. Busqué debajo de los asientos, en las barandillas y miré hasta el techo abovedado; no había rastros de ningún sobre violeta.
―¿Encontró algo? ―preguntó el señor Kondo llegando a mi lado y yo negué con la cabeza―. ¿Será que nos equivocamos?
―No. Este debe ser el lugar, solo que es muy amplio.
De repente, sentí de nuevo esa sensación de estar siendo acariciada por una mirada ávida e impetuosa. Miré en todas direcciones y solo hallé decepción en la nada.
¿Habría sido él… o sería mi propio deseo haciéndose presente?
―¡Lo encontré! ―exclamó el marqués al otro lado.
Sacudí la cabeza y dirigí mis pasos hacia él para leer la siguiente pista, tratando de apartar de mi mente y mi cuerpo la sensación de estar siendo rozada por las brasas ardientes. Fue en vano porque, inconscientemente, no dejaba de buscarlo entre las demás personas que parecían estar disfrutando de la actividad.
El juego siguió avanzando, moviéndonos por varias zonas del jardín y pronto el rastro nos llevó al interior de la mansión. Mi equipo estaba entusiasmado porque parecíamos ir más avanzados que los demás, sin embargo, yo había perdido el interés porque tenía mi propia búsqueda que atender. Solo que la única pista que poseía para alcanzar mi tesoro, era ese placentero estremecimiento que me bordeaba cada vez que sentía su presencia cerca, sin siquiera verlo.
La protagonista de Sabor a Pasión se vino a mi mente, y pude comprenderla a la perfección cuando se dijo a sí misma que estaba atrapada en un juego del gato y el ratón con su marqués. Justo así me sentía yo, siguiendo el rastro de lord Wemberly entre las esquinas, miradas y esculturas; aunque a diferencia de la pasión desbordante que le esperaba a Kanna en el capítulo ocho que ya pronto alcanzaría, yo no sabía qué me deparaba el final del camino.
«Algo parecido, ¿tal vez?». Mis mejillas se incendiaron ante ese pensamiento.
―Lo siento.
―¿Eh? ―pregunté confundida ante la voz del marqués y, al ver su rostro sonriente, enseguida me reprendí por estar imaginando tal cosa en público.
El rio y cabeceó al frente. Nuestros compañeros se habían adelantado un poco a nosotros e iban conversando muy animados.
―Se suponía que debía pescarlo para usted, pero creo que la señorita Ayako nos ha ganado la partida.
Me reí ante lo absurdo que había sonado eso y me incliné un poco para susurrarle:
―Para su tranquilidad, no estaba interesada en él.
―Eso es un alivio para mi espíritu casamentero.
―Aunque si lo piensa bien… ―Miré a la pareja y sonreí―, no se nos da tan mal la tarea de juntar personas, ¿no lo cree?
Él miró hacia delante y copió mi gesto.
―Tiene razón, se nos dio natural.
―Hasta podríamos emprender un negocio casamentero.
Mi risa, que inició con un poco de fuerza, se volvió un hilo cuando me encontré de lleno con el rostro sereno de lord Wemberly. Estaba en la lejanía junto a su prima y rodeado de personas. A pesar de ello, sus ojos estaban fijos en mí y no se molestaba en disimularlo, justo como al inicio del camino.
Eso me hizo estremecer.
―Creo que tomaré en consideración su idea.
―¿D-de qué habla? ―pregunté, rompiendo el contacto visual con el conde para mirar al hombre a mi lado.
El noble sonrió misterioso y se inclinó un poco más de lo permitido hacia mí.
―Yo me entiendo, Sakura ―susurró.
Confundida ante sus palabras, no me quedó más que asentir y volví la mirada hacia el frente, encontrándome con la sorpresa de ver a Shaoran Li avanzar hacia nosotros con ese paso regio tan propio de él. Mi cuerpo se acaloró ante el inminente encuentro, y me vi forzada a abrí mi abanico para ocultar el sonrojo que se adueñó de mis mejillas sin clemencia.
Teniéndolo frente a frente, el joven enseñó su perfecto y atento semblante público.
―¿Todo ha ido bien en su búsqueda? ¿Algún problema con las pistas?
―De hecho, ya vamos rumbo a la última ―contestó el marqués con amabilidad.
Lord Wemberly se limitó a asentirle con cortesía y entonces se giró hacia mí, regalándome una diminuta pero sincera sonrisa.
―Sé que es una mujer que disfruta de los desafíos, así que espero que las pistas hayan estado a la altura de sus expectativas, señorita Kinomoto.
―Y-yo… ―Fingí aclarar mi garganta para disimular la voz tan aguda y proseguí―: Han sido maravillosas. Los felicito, milord.
―Me alegra mucho que se esté divirtiendo ―inclinó su cabeza―. Bueno, no los seguiré reteniendo. Los estaremos esperando en el último punto para darles su premio, el cual debo decir que combina con sus ojos.
Con esas sencillas palabras, el sonrojo se extendió por toda mi cara, provocando que en sus labios apareciera su sonrisa ladeada y satisfecha. Le dio una rápida mirada al marqués y se dio la vuelta para desaparecer por una de las puertas.
Ante eso, no me quedaron dudas: como Kanna, yo era el ratón mientras que Shaoran Li era el gato que disfrutaba del juego.
La risa suave del marqués se escuchó, sacándome de mi estupor.
―¿Seguimos?
Susurré un sí y tomé el brazo que él me ofrecía para continuar, obligándome a canalizar todos mis pensamientos en el juego, porque en la meta estaría esperando el conde. Además, si tenía suerte podría convencerlo de dar un pequeño paseo por el jardín para conversar, y así pescar otras pistas que me llevarían al descubrimiento anhelado.
Porque si Shaoran Li y Murakami resultaban ser en verdad la misma persona como yo sospechaba, ambos tendríamos un secreto que compartir y nos uniría mucho más.
En ello reposaba parte de mis esperanzas.
Pronto le dimos alcance a nuestros compañeros en la sala de música y decidimos dispersarnos una vez más. El lugar más obvio hubiera sido el piano de cola negro y fue allí donde lord Winslow y la señorita Ayako se dirigieron. Yo, por mi parte, fui directo hacia el arpa de gran tamaño que estaba en una esquina, ya que la indicación anterior hablaba de sueños y liras: no había ningún otro instrumento dentro de esa sala que representara tales palabras como ese.
Pasé mis dedos por las cuerdas, escuchando el delicado sonido y después recorrí los bordes ornamentados hasta que logré divisar algo en su base. Me agaché y sonreí.
―¡Lo tengo!
Los otros tres se acercaron con la emoción reflejada en sus rostros.
―Léalo, señorita ―apremió el señor Kondo.
Asentí y abrí el sobre, buscando en el interior el mensaje que nos llevaría a la victoria. Lo que hallé fue… frío, porque las palabras me recordaron sin piedad el destino cruel que le esperaba a mi familia:
"Segundos que pasan como suspiros y se escurren como el agua. Oh, tiempo ingrato que transitas a través de las sombras, mirando satisfecho de lejos como llega el atardecer de una mundana vida."
¿Casualidad o destino? Apareció en mi cabeza esa pregunta, pues a pesar de ser positiva y tratar de llevar mi vida con normalidad para no entristecer a mi padre… siempre aparecía algo que me recordaba la crueldad del tiempo al avanzar hacia su próxima partida.
La temperatura de la habitación descendió de repente, ante la presencia tortuosa y sobrecogedora del ángel de la muerte, que llenó mi mente de imágenes de negro, sollozos y gritos que provendrían del alma misma. Un futuro, nuestro futuro… ¿sería así de desgarrador? ¿Sentiría en mi pecho un dolor tan grande que haría arder mis pulmones?
Y si sería así para mí… ¿cómo sería para mi pobre madre?
―¿Está bien? ―La señorita Ayako me despertó de la cruel pesadilla, al posar su mano en mi hombro.
Parpadeé un poco y la miré; sus ojos oscuros me estudiaban con preocupación, así que, tragando grueso, enmascaré tras una débil sonrisa la melancolía que había hecho suyo mi corazón.
―Lo lamento, egoístamente me quedé analizando la pista. ―Miré al marqués y le tendí el sobre―. ¿Podría usted leerlo en voz alta, por favor?
El amigo de mi padre tenía un semblante serio, mas no preguntó al respecto, lo cual agradecí en el mismo silencio. Tomó la pista y traté de atender al sonido grave de su voz para darle significado, borrando el entorno trágico que yo les había otorgado.
Fue en vano porque solo podía escuchar en mi cabeza: «Su tiempo se acaba», una y otra vez, y nació en mí la imperante necesidad de acabar ese juego maldito e ir a casa para refugiarme con papá… abrazarlo y retratar a fuego su sonrisa. Pero con tan solo verme, él sabría que mi decaimiento se debía a su enfermedad y eso lo haría sentir peor.
Debía calmarme antes de volver a casa. Necesitaba soledad. Quería… estar sola y llorar.
―Es un reloj de sol ―musité. Los tres me observaron con interés y entonces les expliqué―: El tiempo que transcurre a través de las sombras que proyecta la luz del sol, tiene que ser uno.
―Si mal no recuerdo hay dos en esta mansión: uno en el laberinto de setos y el otro cercano a la fuente ―acotó la señorita Ayako.
―También se menciona agua, así que debe ser el de la fuente ―les dije.
―Bueno, entonces ya tenemos un destino ―celebró el señor Kondo.
Cuando iniciaron su marcha triunfante hacia la puerta, mis pies se negaron a abandonar ese santuario de la música porque era el lugar perfecto para calmar mi tristeza.
―¿No vendrá? ―preguntó lord Winslow desde la puerta.
―La verdad… ―Moví mis dedos y provoqué el sonido de una de las cuerdas del arpa―, me gustaría estar sola un momento.
Sus pasos resonaron por la habitación, y sabiendo que él no se atrevería a abandonarme, tomé aire un par de veces y me giré, enfrentándolo con decisión.
―Sakura…
―¿Podría guardar mi premio o dárselo a mi hermano, por favor? Yo… en verdad necesito esto.
Si bien las dudas se reflejaron en sus ojos cafés, nuevamente Yukito Tsukishiro me demostró que era un buen amigo al aceptar mi petición. Tomó mi mano y tras dejar un beso en los nudillos, me regaló una sonrisa.
―Le brindaré la soledad que ansía, pero recuerde, querida: usted nunca estará sola. Nos tiene a todos nosotros, no lo olvide.
Lo único que pude hacer fue asentir, porque no tenía voz con qué responderle. Luego de eso me quedé allí, en ese gran salón, y seguí el llamado silencioso del piano de cola. Levanté la tapa que protegía las piezas de marfil y con lentitud toqué algunas teclas sin orden en específico; notas sueltas y disonantes unas con otras.
Un par de lágrimas corrieron por mi piel ante el recuerdo maravilloso, despertado por el sonido: mi padre sentado al lado de una niña de nueve años frente a un piano similar, tratando de lograr lo que muchos maestros habían intentado.
Todos ellos me habían calificado como una aberración para las artes porque no tenía oído musical, tampoco tenía habilidades para las acuarelas y mucho menos para las manualidades. Aun así, mi padre había hecho oídos sordos y había sacrificado todas sus tardes por dos meses enteros, intentando enseñarme a tocar el piano como lo había hecho con Touya. Me reí ante las imágenes porque en verdad había sido un total desastre, pero mi padre había estado negado a rendirse y un día, al ver mi congoja por no encajar en ninguna de las actividades que en teoría una señorita debía desarrollar, me abrió las puertas de la biblioteca de la familia:
―¿A dónde vamos?
―Todos tenemos ese algo que nos hace únicos y especiales, solo tenemos que descubrirlo ―respondió, delante de una gran puerta.
―¿Cuando? ―le pregunté, desesperada―. Yo no soy buena en nada de esto. Nunca lo seré, padre.
Él me observó con especial afecto y se agachó a mi nivel.
―Quizás lo tuyo está mucho más lejos, fuera de estas paredes, mi pequeña.
―¿Usted cree?
―Tu mente es muy despierta, siempre lo ha sido y ansía ser libre. Por eso… ―Se enderezó y abrió las puertas, revelando una amplia biblioteca―: vamos a extender tus horizontes para que vueles.
Aunque él me había visto, día tras día, devorando cada libro, no le había dicho todavía cuán importante era para mí aquel momento: él, literalmente, me había llevado de la mano hacia el descubrimiento de mi pasión. Limpié las pocas lágrimas que habían corrido por mis mejillas y me pregunté si valía la pena el secreto. Sabía que no sería fácil para él comprenderlo debido a nuestro entorno social y por el medio que había usado para publicar mi trabajo, pero… no me gustaría que partiera de mi vida sin saber lo valiosa que había sido su enseñanza. Que él había abierto las puertas del futuro para mí y que gracias a ese bello instante, había logrado tanto.
De repente, una escaladilla de notas se formó por unos dedos desnudos que se movieron ágiles por las teclas. No necesitaba girarme para saber quién era, porque su olor a sándalo me rodeó de inmediato, cómo aquella noche en la velada de los Berkel. Sin embargo, me di el placer de recorrer el camino desde su mano derecha, pasando por su hombro, hasta encontrarme con el perfil del hombre que gobernaba mis pensamientos. Ladeó su cabeza al saberse observado y me dedicó una mirada cargada de un sentimiento que no supe interpretar. No era ese fuego que amenazaba con devorar un bosque entero, sino más bien una cálida fogata que brindaba bienvenida, conforte y hasta cariño.
―No sabía que tocaba el piano ―musité con voz apenas audible.
―Lo suficiente para quitarme de encima a los maestros. ―Se encogió de hombros―. Un minueto, un par de sonatas y si mal no recuerdo, creo que un vals; ese es todo mi repertorio.
―Es más que el mío, se lo aseguro ―traté de sonreír.
Sin ningún aviso, tomó mi mano y se la llevó a sus labios, dejando en la palma cubierta un beso prolongado que hubiera hecho gritar a más de una dama conservadora. Entonces me observó con un fervor tal que derritió mi corazón.
―Nunca debemos renegar de la tristeza, porque si no la conocemos, no sabremos apreciar la felicidad ―susurró―. No sé qué ha pasado y no es necesario que me lo cuente, pero quiero que sepa que yo estoy aquí para usted, siempre que me necesite. Siempre, Sakura. Así que llore, mi Dama de Medianoche, llore si así quiere hacerlo, y florezca después.
El significado de sus palabras era muy similar a las que me había dedicado el marqués. La diferencia estaba en el sentimiento impregnado en cada una de ellas, y en lo impetuoso que había sido al pronunciar mi nombre de pila, logrando provocar un tifón de emociones que me sobrecogieron.
Y aun cuando no era correcto, aun cuando podía ser calificado de impropio y fuera un riesgo para ambos, mi cuerpo se movió hacia delante y mi cabeza terminó apoyada en su hombro, mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas en sollozos silenciosos.
Él no dijo nada ni tampoco intentó apartarme, solo dejó que el calor de su cuerpo me recibiera y me diera la bienvenida, dándome ese conforte que solo el ser querido podía otorgar… Porque no había otro lugar en el cual yo quisiera desahogarme que no fuera en su pecho.
―Solo… solo será un momento, se lo prometo.
Sus manos se posaron justo en el espacio entre las mangas de mi vestido y los guantes de satín blancos, ofreciéndome en una tierna caricia de piel sobre piel, el sosiego que mi alma necesitaba.
Entonces su cálido aliento se hizo presente en mi oreja:
―La eternidad, si es lo que la dama desea.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo porque esas palabras pertenecían al escritor que yo idolatraba. No sabía si había sido un desliz de su parte o lo habría hecho con toda intención para distraerme de mi tristeza, mas no quise arruinar el momento cálido en el que estábamos envueltos con preguntas y deducciones.
Ya habría tiempo después.
Así que me permití disfrutar de las atenciones del caballero que me gustaba, recibiendo su cariño, su tibieza y sus palabras dulces de aliento que fueron disipando poco a poco la congoja. Y si bien el dolor y la desesperanza no habían desaparecido, me sentía tan apoyada, protegida y comprendida, que se hicieron más manejables para mí.
Todo gracias a él.
Cuando estuve más repuesta, lord Wemberly amablemente se ofreció a escoltarme de regreso al jardín, permitiéndome descubrir un lado de él que no había visto: su tierno esmero por hacerme sentir mejor.
―Es muy bueno consolando a las personas.
―Haber nacido en una familia donde las mujeres son mayoría, me llevó a aprender muchas cosas.
―¿Cómo cuáles?
―Bueno, usted ya lo dijo: soy excelente brindando conforte, también soy bueno escuchando, puedo apreciar las diferencias entre telas y diseños, los dulces me quedan exquisitos y llegué incluso a peinar a mi hermana menor. ―Se inclinó un poco y se puso serio al decir―: Esto último mantengámoslo en secreto, por favor, porque no creo que mi habilidad con las horquillas y lazos sea buena para mi reputación.
En ese instante, la risa nació en mi pecho como un burbujeo y pronto se convirtió en una carcajada que me llevó a cerrar los ojos por su intensidad. Y por difícil que fuera de creer, la tristeza que había colmado mi corazón se despejó como un día lluvioso ante el sol que representaba ese hombre para mí.
―Recuerdo que mencionó a su hermana alguna vez.
―Se llama Fanren. Tiene su edad, por cierto ―sonrió, orgulloso como un padre―. Se casó hace tres años con el barón Tomizawa, y después de tan larga angustia están esperando su primer bebé.
―¡Oh! ¡Hermosa noticia!
―Mi madre está loca de felicidad ―se rio―. Tanto que se mudó a su casa para no dejarla hacer nada. Lo cual es un fastidio para Fanren.
―Es evidente su cariño hacia ella.
―Oh, pero mantengámoslo en secreto también o lo usará en mi contra. Puede llegar a ser malévola.
Así, llegamos al jardín y, aunque no quería que ese pequeño y agradable momento desapareciera, la despedida se hizo inminente.
―Espero verla de nuevo muy pronto.
―En una semana será la mascarada de los marqueses de Reever. Lo más seguro es que nos veamos allí ―le dije, con una sonrisa.
―Yo creo que será antes.
―¿Y eso por qué?
Lord Wemberly sacó su pañuelo y tomó mi mano para dejar un último beso en ella.
―Porque siempre logramos conseguir el camino hacia el otro. ―No pude retener el suspiro que salió por mis labios―. Hasta nuestra próxima coincidencia, Sakura.
Sintiendo como mi corazón aleteaba feliz, seguí su espalda hasta que se perdió entre los setos. Entonces y solo entonces… me atreví a susurrar:
―Hasta entonces, Shaoran.
―¿Qué tan cercana eres con ese sujeto que lo llamas por su nombre de pila?
Di un brinco en mi sitio ante la voz de mi hermano. Su ceja estaba alzada y demandaba una respuesta.
―E-es… lord Wemberly, u-un buen amigo. Compartimos gustos por la lectura… también es amigo de Tomoyo… ¡Del esposo de Tomoyo!
Maldije para mis adentros cuando su sonrisa se ladeó.
―¿Así que nuestro incauto es un noble? ―Mis mejillas ardieron y refunfuñé al verme descubierta. Touya rio y palmeó mi mano―. No puedes ocultarme nada, monstruo.
―Ya cállate.
―¿Padre sabe de este "amigo" tuyo?
Negué con la cabeza.
―Me gustaría que me guardes el secreto… por lo menos hasta que vea si su señoría tiene intenciones de cortejarme.
―Por lo que vi, no tardará mucho.
―¿Tú crees? ―pregunté, esperanzada.
Mi hermano bufó con poca elegancia y me dedicó esa mirada llena de autoridad, propia de un hermano mayor.
―Soy hombre, Sakura. Huelo las intenciones a distancia… aunque me gustaría que este lord haga las cosas como se debe y se presente en casa para dictaminar si es un buen partido.
―Es un conde.
―Un título es lo de menos cuando el tesoro que se va a llevar es tan valioso ―sonrió con dulzura.
―Eres… el mejor hermano, Touya Kinomoto.
―Lo sé ―dijo con aire vanidoso―. Aunque eso no quiere decir que aceptaré tan fácil. Debe demostrar que es más que un noble haragán, solo así tendrá mi aprobación.
Mi única respuesta fue una sonrisa confiada, porque estaba segura que mi querido hermano se llevaría una gran sorpresa, especialmente cuando supiera de la habilidad de Shaoran para los negocios.
Después de todo, las pasiones unían a las personas.
Tiempo después, cuando Touya me dejó en casa, mi primera parada fue el despacho de mi padre y sonreí al verlo revisar algunos documentos que estaban sobre su escritorio. Sus cejas estaban ligeramente arqueadas hacia arriba y daba golpecitos distraídos sobre el escritorio con su dedo índice: ese era el semblante que siempre tenía al trabajar.
De repente, sus ojos pardos me alcanzaron y me confortó ver su sonrisa amable.
―Te esperaba más tarde, querida.
―Touya quería ir a casa temprano para estar con Kaho ―dije, adentrándome en el estudio―. Seguro enviará a madre en el carruaje.
Él asintió y se quedó observándome, como si tratara de indagar en mi mente.
―¿Sucedió algo?
Sacudí mi cabeza y me acerqué para dejar un beso en su frente.
―Quería decirle que lo amo, padre. Solo eso.
Su sonrisa se formó y acarició mi mejilla.
―Y yo a ti, tesoro.
Él abandonó el trabajo y se sentó a mi lado, interesado en saber cómo me había ido en la fiesta, y con especial emoción le conté cada detalle del juego y hasta me animé a hablarle de Shaoran. Aunque no mencioné nombre, solo que había un caballero de mi interés y que esperaba fuera mutuo.
Su gesto orgulloso surgió.
―Sería un tonto si no es así.
Estando rodeada de esa aura tan alegre, me dije que no me seguiría concentrando en los segundos que quedaban, sino en el presente que estaba compartiendo con él. De esa forma, todo se volvería único y valioso a pesar de parecer una nimiedad: cada conversación, cada sonrisa, cada pelea y cada reconciliación; todos esos momentos los valoraría y me alegraría por ellos, disfrutándolos con intensidad.
Así y solo así, podría recordar a mi padre con una sonrisa, el aroma fresco que siempre le acompañaba y su afectuosa voz al llamarme su tesoro.
El ambiente cariñoso se mantuvo mucho después, incluso durante la cena, y estaba segura que todo sería mejor cuando Ned, Touya y Abby se sumaran a la mesa. Las tensiones entre la pareja y mi padre todavía existían, pero algo me decía que no faltaba mucho para que se disolvieran, especialmente porque Touya y papá ya estaban trabajando juntos en la empresa.
Pronto. Pronto mi familia estaría unida y feliz.
Las horas siguieron su curso y aun cuando la oscuridad cubrió mi habitación, mi mente se negó a dejarse ir, repasando una y otra vez lo que había pasado en la fiesta de lady Kobayashi: él, yo, nuestro juego privado y la tierna manera en que me había consolado.
Estiré la mano y cogí el pasador que descansaba en mi mesita de noche, sonriendo al ver el jade y los brillantes que lo adornaba; en verdad hacía juego con mis ojos.
«Porque siempre logramos conseguir el camino hacia el otro».
Me levanté de la cama, decidida a buscar los escritos de Murakami que tenía ocultos, para ubicar entre todos ellos la frase que Shaoran había recitado para mí y la hallé sin problema:
"El cansancio que colma mi cuerpo y la tenue luz de las velas en la alcoba, me invitan a abandonarme al sueño. Y en esa luminosidad danzarina, veo dibujada tu sonrisa, pero no la dulce que me otorgas en nuestra cotidianeidad, tampoco el símbolo de tus travesuras. Es un arco malicioso que promete un destino inmediato y mejor al que tenía planeado; uno que hará olvidar mi agotamiento en el acto.
Teniendo mi atención, tus manos inician la lenta tarea de deshacer las ataduras que mantienen tu belleza oculta de mí. Primero descubres la cremosa piel de tus hombros, y después la turgencia de tus senos que hacen que mi memoria corporal traiga la sensación a mi boca, evocando su textura y sabor. La sed que experimento no se resolverá con agua, sino con el sabor dulce y salobre a la vez que me ofrece tu cuerpo glorioso y desnudo.
La luz selenita y las flamas tímidas logran una danza etérea en las curvas de tus caderas, donde se encuentra mi perdición y mi salvación. Y con un aire de diosa pagana, pareces flotar hacia mí, inundándome con tu aroma floral, y la tersa suavidad que mis manos desean alcanzar. Siento tu apenas perceptible peso comprimiendo mi ya palpitante miembro, y sonríes con maldad al saberte dueña de mi voluntad.
―¿Me amarás esta noche?
Me dirijo a tu oreja y tras dejar un rastro húmedo con mi lengua, te doy mi respuesta:
―Toda la eternidad, si es lo que la dama desea."
Abracé las paginas contra mi pecho y dejé que la posibilidad de que ellos fueran la misma persona me hiciera suya. Era maravilloso, arrollador y caluroso. Un extasío difícil de explicar que me llevó a hacer algo que jamás había hecho con un escrito de Murakami: imaginar.
Cerré mis ojos y evoqué aquella habitación de dorado resplandor, vislumbrándome a mí misma desatando con lentitud los cintos que sostenían en su lugar la seda. Mi fantasía me llevó a percibir las cosquillas que provocaría mi cabello en la espalda cuando la tela cayera a mis pies, y mis labios formaron esa sonrisa perversa que a Shaoran encendería. Entonces me vi caminando completamente desnuda hacia él, contoneando mis caderas mientras las llamas de esos dos soles devoraban mi cuerpo. Apreté mis piernas al percibir una humedad entre ellas, y me moví en busca de la sensación palpitante que él había descrito que sentiría al sentarme encima de él.
Mi respiración se aceleró, el calor me recorrió con mayor vigor haciéndome anhelar algo que desconocía, pero no me detuve. Seguí imaginando y me llevé la mano al cuello donde él habría dejado el rastro húmedo. Allí… llamé el recuerdo de su voz grave y masculina en mi oído al decir la misma frase: "Toda la eternidad, si es lo que la dama desea".
Un pequeño estallido sucedió en mi vértice femenino, causando que ligeros calambres se apoderaran de mis piernas y en un suspiro ahogado, abandonó mis labios su nombre:
―Shaoran…
Me llevé la mano a mi pecho agitado… ¿qué infiernos había sido eso?
Capítulo dieciséis. Los celos en nuestro conde estuvieron interesantes, al punto de hacerlo seguir a la Ama de los Suspiros por toda la mansión desde las esquinas. El calor ya es casi incontrolable entre ellos y vemos que pronto se viene la mascarada de los Reever. Comiencen cuenta regresiva en tres, chicos. En el próximo capítulo.
¿Creen que fue un desliz lo que dijo Shaoran? Y lo que hizo Sakura… solo diré: ¿hace calor? Y luego huyo xD
Recuerden que el 28/11 habrá pausa. En verdad les agradezco la paciencia y la comprensión ;) ¿Qué puedo adelantarles? Que alguien estará muy avergonzada y no querrá ver a su Erudito ni en pintura xD Desde luego, esta autora no se la dejará tan fácil muahaha.
Mi agradecimiento especial a mis lectores cero lady Isabella y lord Pepsipez por su valiosa revisión y comentarios.
Espero estén disfrutando del regalo de aniversario del Príncipe de la Máscara :D Recuerden dejarme su opinión a través de mi Fanpage en Facebook o en Instagram ;)
¿Me siguen acompañando en esta aventura literaria? Espero que sí, más cuando les digo que la cuenta regresiva empieza en tres. Y de nuevo, muchas gracias por su apoyo y por sus mensajes que espero con tanta ilusión :D
Un beso enorme,
CherryLeeUp
