Va a matar a Marcus y a Oliver. No solo no le han explicado cómo se comportó, si no que encima, tampoco le han dicho que el tatuador era Draco.
Por el amor de Merlín, ¿qué demonios le diría esa noche?
Por un lado le gustaría ver ese recuerdo, por otro, no sabe si sería capaz de aguantar la vergüenza mientras lo ve.
Se reúne con ambos chicos en un pub y mientras él los mira con recelo, ellos se ríen entre miradas cómplices.
—Lo peor —dice Marcus mientras hace una pausa para darle un sorbo a su pinta de cerveza—, es que creía que cuando supieses quien iba a tatuarnos te ibas a negar. No imaginaba que ibas a ponerte a ligar con él delante de todo el equipo.
Harry se cubre la cara con ambas manos. No quiere saber más detalles. Ha decidido que prefiere seguir en su feliz semi ignorancia. Coge su vaso de limonada y lo mira como si fuera a encontrar la respuesta a una pregunta que ni siquiera se ha hecho todavía.
—Ni siquiera sabía que fuese tatuador, no sabía nada de él desde que terminó la guerra. En el colegio nos llevábamos mal —le recuerda, también se llevaba mal con Marcus, pero era más por el quidditch que por otra cosa—, pero era como una rivalidad entre nosotros. En el momento de la verdad, ambos nos echamos una mano, como sabiendo que lo otro no era más que un juego estúpido de críos y esto era la vida real.
Oliver y Marcus se miran. Suponen que algo parecido pasó entre ellos.
—Draco es muy respetado incluso ahora entre los que fuimos miembros de la casa de Slytherin —le informa Marcus—. Lo que ha hecho por muchos de nosotros, aunque pueda parecer una tontería, nos ha cambiado. Nos ha servido para empezar de cero.
Harry lo mira con duda en los ojos, sin entender bien a qué se refiere. Pero observa como Oliver agarra la mano de su pareja con fuerza, como si intentara consolarle y darle fuerzas para afrontar algo.
—Mira, Harry —casi susurra su antiguo capitán de Gryffindor—, cuando terminó la guerra, muchos chicos de nuestra edad estaban marcados. Marcus —hace una pausa y le mira, este asiente—. Marcus era uno de ellos. Ese tatuaje en su brazo, no solo le recordaba la peor parte de su vida, si no que además, de muchas formas, le impedía empezar una nueva. Pero Draco decidió que no estaba de acuerdo con aquello. Así que aprendió a tatuar para que los chicos que fueron marcados en contra de su voluntad o persuadidos por su familia, como Marcus o como él mismo, pudiesen empezar de cero y sobre todo, pudiesen tomar las riendas de sus propias vidas de una vez.
—Por eso —continúa Marcus—, estoy tan agradecido. Puede que para alguien como tú sea algo sin importancia, una estupidez. Un simple tatuaje. Pero para mi y muchos otros, fue como decirnos: hey, no tenéis que arrastrar este error para el resto de vuestras vidas, podéis empezar de cero.
Harry entiende lo que significa estar marcado. Él también lleva una marca en su frente. Una que aunque ahora sea símbolo de algo bueno, durante la mayoría de su existencia ha sido un lastre tan grande que ha arrastrado su vida con ella sin remedio. Incluso a día de hoy, no hay día que no sueñe en despertarse y que ya no esté ahí.
Ser jugador de Quidditch profesional no es solo jugar partidos, también tiene otras tareas que lo mantienen ocupado fuera del campo. Eventos, entrega de premios, patrocinadores, publicidad y caridad.
No le encantan estas cosas, pero tampoco le desagradan. Excepto las de caridad que hace encantado siempre que puede.
Sabía que eso se iba a intensificar cuando ganasen la liga. Y aunque merece la pena enteramente, a veces le gustaría recordarle a la gente que lo que a él le gusta es estar sobre su escoba, volando lejos de todo el mundo y sintiendo la brisa y los nervios mientras busca la snitch.
La verdad es que ha tenido suerte de que el día que Malfoy ha elegido para terminar su tatuaje no coincida con ningún otro compromiso. aunque no sabe si llamarlo suerte, le habría encantado tener una excusa para cancelar alguno de los eventos publicitarios, aunque eso hubiese supuesto que Marcus le amenazara de muerte.
Solo unos días más, y sus compañeros dejarán de fastidiarlo y reírse de él por el tema.
Esa misma tarde se reúne con sus compañeros para un par de entrevistas. Gracias a Merlín, mientras esperan, logra apartarse a un lado con Lawrence, uno de los que no encuentran tan divertido burlarse de él y con quien puede tener una conversación normal que no gire en torno a aquella maldita noche y todo el ridículo que hizo en general.
—No es para tanto —le dice el chico sentándose a su lado en el banquillo mientras esperan al entrenador para pasar a la sala de prensa—, además ya has quedado con Malfoy para que te lo termine, ¿no? —le da un codazo y Harry le mira confundido. Pero Lawrie le guiña un ojo y continúa—: Buena jugada, por cierto. Di la verdad, solo querías volver a verle y querías una excusa.
—No es gracioso, ¿te haría tanta gracia a ti enterarte que te emborrachaste y acosaste a alguien? es bochornoso. No sé ni cómo mirarle a la cara.
—Vamos, no es para tanto. Yo no lo llamaría acoso. Él fue el que empezó a flirtear contigo primero.
Harry se queda paralizado.
—¿Cómo?
—¿No te acuerdas? —pregunta mirándolo confundido.
—No recuerdo absolutamente nada. Solo sé que le dije cosas subidas de tono porque me lo dijo él mismo.
—A ver, quizás tú fuiste más explícito, pero definitivamente él empezó. Yo estaba tatuándome cuando llegaste y le oí perfectamente.
—¿Te importaría si veo ese recuerdo? —de repente, siente que necesita verlo aunque al final termine pasando mucha vergüenza.
—No sé cómo hacer eso…
—Es muy fácil y no duele, lo hice bastante durante la guerra.
Su compañero lo mira no muy convencido del todo, pero Harry no va a renunciar tan fácilmente. Necesita ver ese recuerdo.
Después de convencer a Lawrie y de conseguir el recuerdo, se presenta en el ministerio para pedirle a Hermione usar un pensadero de los que hay a disposición del público. Podría hacer toda la burocracia si quisiera, pero está ansioso y por una vez, no le importa usar sus influencias para conseguir algo, aunque eso no le haga sentirse demasiado orgulloso.
Su amiga, intrigada, intenta sonsacarle algo de información al respecto, pero él se hace el misterioso y deja que ella crea que tiene algo que ver con el pasado y la guerra. Él no lo ha dejado claro, si ella se hace una idea equivocada, es enteramente su culpa.
Una vez a solas en la sala, coge aire y lo expulsa muy despacio. No sabe muy bien qué se va a encontrar y ni si le va a gustar lo que va a ver.
Con cuidado, vierte el líquido plateado dentro del recipiente cóncavo y acto seguido contiene la respiración y sumerge la cara en este.
Lo primero que ve, es a Lawrie esperando de pie, con una copa en la mano mientras una de las cazadoras, Edith, termina de tatuarse. Observa a Draco pasar un trozo de pañuelo de papel sobre el tatuaje, limpiarlo bien, aplicar una crema y cubrirlo. Le sorprende verle tan sonriente y solícito. La chica se levanta y Malfoy limpia todo, preparándolo para que Lawrie sea el siguiente. El recuerdo se vuelve borroso y cuando se vuelve nítido de nuevo, el tatuaje de su compañero está casi listo. Lawrie y Malfoy comentan jugadas del partido y se ríen. Entonces, el tatuador levanta la cabeza de dónde está y grita:
—¿Quién va después? Esto está casi listo —dice refiriéndose al tatuaje de Lawrence.
Entonces, Harry (el Harry de la noche de la final), aparece ante él. No es la primera vez que se ve a sí mismo en un recuerdo, pero tiene que admitir que es raro.
Su otro yo, avanza inestable debido al alcohol, deja un vaso de tubo sobre una mesa y se acerca a la silla de tatuar.
—Yo soy el siguiente, Malfoy —dice con el tono afectado.
Acto seguido se saca la camiseta por la cabeza con algo de torpeza.
Su antiguo compañero del colegio abre los ojos y la boca con sorpresa, aunque no de forma exagerada, así que entiende que su yo borracho no fuese consciente de lo que había suscitado en él.
Justo por detrás aparece uno de los bateadores y le abraza. El otro Harry deja escapar un gemido bastante alto.
—¡Joder, Spence! tienes las manos congeladas, cortate un poco.
Malfoy los mira de reojo con la mano parada sobre el brazo de Lawrence.
—Oye —dice este último—, si este tío —aclara señalando a Draco—, se equivoca por que lo estáis molestando os corto los huevos.
—Potter —interrumpe Draco notablemente alterado—, te agradecería si pudieses…
—¿Ya? —pregunta este creyendo que es su turno y en un tono mucho más bajo se acerca a decirle—, dime, ¿como lo quieres?, ¿me tumbo? ¿dónde quieres hacérmelo?
Puede notar la como la cara del tatuador se tiñe de rojo y traga saliva con dificultad, entonces deja escapar un largo suspiro.
Spencer le apoya la bebida sobre la espalda, y Harry da un pequeño salto haciendo que se rocen y suelta otro jadeo.
—¡Vale! —grita Draco—, todos menos Lawrence y Potter, fuera de aquí.
—Oye —susurra Harry acercándose a él—, ¿por qué estás tan alterado?
Este se aparta de él y lo mira de arriba abajo.
—No sé —ironiza—, quizás es el hecho de que estés medio desnudo, gimiendo y haciéndome preguntas como "¿dónde quieres hacérmelo?"
Harry se ríe a carcajadas ante la respuesta del tatuador.
—Lo siento, dejaré de gemir —dice entre risas—, también puedo ponerme la camiseta si quieres —esto lo dice en un tono un poco diferente.
Draco sonríe de lado y mira hacia abajo.
—Déjalo así, Potter, hacía mucho que no tenía tan buenas vistas alrededor.
¡Aja! así que Lawrie tenía razón, fue Malfoy el primero que empezó a flirtear con él.
El otro Harry imita la sonrisa y lo mira con intensidad.
—Pues qué injusto, teniendo en cuenta el paisaje que se puede observar por aquí.
Draco tuerce los labios de forma graciosa y lo mira alzando una ceja.
—¿Te gusta lo que ves, Potter?
—Puf, no me hagas hablar, Malfoy, que esta noche he tenido muchas emociones y he bebido mucho. Tengo la adrenalina por las nubes.
—Ya he visto tu salto kamikaze —dice cruzándose de brazos—, solo de verlo se me ha encogido el estómago. Y he de admitir que me he puesto un poco caliente.
—Eh, vosotros dos, ¿podéis dejar de tontear y que alguno de los dos termine esto?
Lawrie parece algo incómodo además de borracho.
Draco le sonríe de forma muy muy significativa antes de darse la vuelta e irse a su silla. Él se queda de pie mirándole, intentando que todo a su alrededor no se mueva.
—¡Harry! —oye a su derecha—, ¡tequila!
Oliver aparece de repente, con cuatro chupitos de tequila, dos para cada uno y él se los toma sin pensarselo.
A partir de ahí, la cosa solo va a peor así que decide parar su visionado. Ya ha pasado suficiente vergüenza, y total, lo único que quería ver era que no se había comportado como un baboso acosador.
