Cuando llega al vestuario el lunes todos pueden notar que su humor es diferente. Algo ha pasado.

Lawrie le interroga con la mirada y una sonrisa pícara; él simplemente se levanta la manga de su camiseta deportiva y enseña su tatuaje terminado. Este levanta el pulgar y Harry cree que probablemente está pensando que ha pasado algo entre ellos pero le da igual y sonríe. De repente, llevar en el brazo algo que ha hecho Draco le parece genial.

Después de la liga tienen una especie de vacaciones. Cuando eres deportista, como es su caso, no puedes permitirte mucho tiempo sin entrenar aun estando de vacaciones, así que Marcus organiza eventos deportivos de otro tipo para que el equipo se mantenga en forma. Uno de los favoritos de Harry es el remo. Normalmente se separan en dos grupos y compiten para darle algo más de emoción, pero suele ser muy divertido. Y después todos terminan comiendo y bebiendo juntos en un pub, porque no tienen partidos ni ningún otro compromiso.

Mientras recogen sus bebidas, Marcus se acerca a él y le pregunta por la fiesta que tendrá lugar la semana siguiente.

—¿Vas a venir? —le cuestiona bebiendo un sorbo de su bebida.

—No sé —responde desganado—, sabes que no soy muy partidario de ese tipo de cosas.

Oliver se acerca y se queda detrás de Marcus apoyando la cabeza sobre el hombro de este.

—Vamos, Harry, tienes que venir. No seas aguafiestas.

—Tú no lo entiendes —suspira dándose la vuelta y dejando a ambos chicos en la barra. Aunque estos lo imitan y lo siguen—, en esas fiestas no soy Harry el jugador de Quidditch, soy Harry Potter el que vivió o lo que sea que me llamen ahora.

No puede evitar notar como Marcus y Oliver se miran entre ellos. Seguramente buscando algo que lo atraiga a esa fiesta, aun cuando ninguno de los dos realmente quieren verle pasar por eso. Pero el trabajo es el trabajo al fin y al cabo, aunque tu trabajo sea ir a una estúpida fiesta de patrocinadores.

—¿Por qué no traes a alguien? —sugiere Marcus—, algún amigo, alguien que te haga sentir más cómodo y con quien te puedas entretener hablando.

—Si —le anima Oliver—, Marcus ha invitado a Draco para darle las gracias por los tatuajes. Yo pensaba invitar a Angelina. Traete a alguien tú también .

Harry se para en seco y los observa de forma curiosa.

—¿Draco va a la fiesta?

Marcus mira a su pareja con el ceño fruncido por haber revelado ese dato. Pero Harry se marcha asegurándoles que irá a la fiesta y ambos vuelven a mirarse aunque no con la misma expresión.

—¿Porque has tenido que decirle que iba? —le pregunta Marcus con severidad.

—Vamos, está claro que le gusta. Y creo que es mutuo. Además, tú querías que viniera, ha dicho que sí, ¿Qué más da la razón?

El capitán le pasa un brazo por los hombros al guardián del equipo mientras lo mira y suspira.

—Esto solo puede acabar en desastre. Harry y Draco, ¿no los recuerdas en Hogwarts? Siempre estaban intentando maldecirse el uno al otro.

Oliver le observa alzando una ceja.

—¿Te refieres a como tú y yo? Recuerdo cierto sábado en el que quedamos para, literalmente, pegarnos cuando yo estaba en sexto. Terminé con un ojo morado por cierto.

—No me lo recuerdes, aun me duelen los huevos de la patada que me diste. Cuando además, fue tu culpa porque te equivocaste reservando el campo de Quidditch.

Oliver se encoge de hombros con una sonrisa.

—Sobreproteges a ambos como un hermano mayor, por eso no quieres que pase. Pero te aseguro que te guste o no, terminará pasando. Como he dicho antes, reconozco esas miradas.

El día de la fiesta, Harry se mira nervioso al espejo. Ginny, tirada en la cama tras él, con una bolsa de palomitas en la mano, lo mira con el cuarto cambio de ropa.

—A mi me gustaba más el de antes. El pantalón te hacía buen culo. Estos son más holgados.

—¿Tú crees? ¿Qué te parecen los segundos pantalones con la primera camisa? Esta no termina de gustarme.

Ginny sonríe.

—Quieres enseñar todas tus armas, ¿eh? —se levanta y se coloca tras él—, el color de esta me gusta, ¿no puedes hacer un hechizo para que te quede un poco más ajustada?

Harry la mira a través del espejo.

—No tengo ni idea de ese tipo de hechizos. ¿Crees que Molly sabrá?

Ella tuerce un poco la cabeza.

—Seguro que sí. Los zapatos, por cierto, recuerda que deberían ser del mismo color que el cinturón —le agarra la camisa por detrás para que le quede más ajustada—, ¿así?

Harry parece contento con el resultado y asiente.

—Definitivamente los pantalones azul marino y esta camisa.

—¿Vas a ponerte chaqueta? —pregunta ella volviendo a sentarse en la cama.

—No, creo que sería demasiado formal, aunque no sé si la camisa sola será suficiente.

Ginny vuelve a levantarse y se acerca al armario.

—¿Qué te parece este chaleco? —dice sacando uno en una percha—, es de este traje de aquí, pero creo que combina bien con tus pantalones. Creo que vas a estar irresistible.

Harry se abotona el chaleco de su traje y se mira satisfecho, le parece que realza mucho su torso.

—No está mal —dice girándose frente al espejo—, ahora sé porqué siempre tengo que llamarte cuando necesito un consejo sobre moda.

—Mientras no quieras mi opinión sobre vestidos, puedo ayudarte —le dice terminándose la bolsa de palomitas—, creo que a ese tío al que quieres impresionar se le va a caer la baba.

—¿Por qué crees que quiero impresionar a alguien? —le pregunta él mirándola, divertido.

—Vamos, llevamos aquí más de una hora. Has ido a un montón de eventos y jamás pones el más mínimo esfuerzo —se acerca a él, le termina de ajustar el chaleco y desabrocha los dos primeros botones de la camisa—. ¿Es un jugador? ¿Le conozco?

—No es un jugador, es el acompañante de un jugador.

—Harry… —le advierte su amiga con preocupación.

—No es lo que crees. Lo trae Marcus porque le hizo un favor y quiere devolvérselo. No te preocupes.

Ginny sonríe satisfecha y aliviada.

—Mañana miraré todas las fotos que publique El Profeta para buscar a ese chico misterioso.

Harry se ríe pensando que aunque Ginny vea a Draco entre los invitados, jamás se le pasará por la cabeza que es a él a quien trata de impresionar.

Cuando llega al lugar de la fiesta, no puede evitar mirar a todas partes un poco deshubicado.

La sala está iluminada por dos grandes lámparas doradas cuelgan del techo, las mesas están vestidas con brillantes manteles blancos y él, como siempre que atiende a este tipo de eventos, se siente fuera de lugar. Como si fuese un impostor. Como si no fuese un jugador titular y estuviese colándose o haciéndose pasar por otro.

Pero gracias a Merlin, pronto sus compañeros empiezan a llegar y se siente más cómodo. Hay mucha gente que no conoce esa noche, pero también hay mucha a la que conoce y con la que se siente cómodo.

—Harry —le saluda Lawrie dándole una palmada en la espalda—, vaya, chico, estás impresionante. Como no sueles venir a estas cosas, me cuesta imaginarte con algo que no sea tu uniforme de quidditch.

Él sonríe y le devuelve la palmada. A los pocos minutos, Edith y Spencer se unen a ellos y se siente aún más relajado. Mientras intenta recordar porque siempre es reacio a este tipo de lugares, un periodista se les acerca.

—¿Nos permitiría hacerle unas pocas preguntas señor Potter?

Harry mira a sus compañeros y estos asienten con una sonrisa, así que se separa del grupo y se acerca al periodista.

—Lo primero, señor Potter, es darle la enhorabuena por haber ganado la liga —le dice mientras ve una vuelapluma escribir a un ritmo frenético—. A nuestros lectores les gustaría saber cómo se siente triunfar en todos los aspectos de su vida.

—Bueno —dice Harry algo incómodo—, no sé si triunfar…

—Vamos, no sea modesto. Es un exitoso jugador de quidditch, venció al que no debe ser nombrado, sale con otra famosa jugadora…

—Ginny Weasley y yo no somos…

—Y encima es humilde. Lo tiene todo, señor Potter. No nos extraña que todas las lectoras de nuestro periódico se pongan como locas cuando sacamos fotos suyas en portada. Me imagino que ganar una copa de Liga no será nada comparado con ganar una guerra.

—Creo que son dos cosas que…

Al otro lado del salón, Marcus recibe un empujón, haciendo que casi se atragante con la copa de vino blanco que se estaba bebiendo en ese instante.

—Ve a sacarlo de allí antes de que termine hartandose y largandose de la fiesta —le dice Oliver con rudeza mientras señala a Harry que aún charla con el periodista. Este resopla de mal humor pero se dirige a rescatarlo—. Lo siento, Draco —dice ahora dirigiéndose a la otra persona a su lado—, pero a veces Marcus tiene que hacer de relaciones públicas.

—No te preocupes —responde solícito—, solo he venido por la comida y la bebida.

Ambos sonríen y observan como Marcus se lleva a Harry y este vuelve de nuevo sano y salvo con el grupo de jugadores.

—¿Contento? —pregunta Marcus con ironía al volver.

Oliver le da un ligero beso en la mejilla.

—Gracias. No quiero que ahora que has conseguido arrastrarle por fin a una fiesta termine yendose a los diez minutos por culpa de un estúpido periodista.

—No es mi culpa que sea famoso —responde con hastío—, yo solo tengo que ocuparme de la parte deportiva. Lo demás es asunto suyo.

Draco observa divertido la mirada que se lanzan el uno al otro. Aún le hace gracia verles juntos. Los recuerda peleándose a cada instante cuando ambos eran capitanes de sus respectivos equipos de quidditch en Hogwarts. Se pregunta qué pasó para que terminaran juntos. Todavía tiene grabado en la mente cuando Marcus llegó una tarde a su casa maldiciendo porque Wood había vuelto al Puddlemere después de haber estado cedido en otro equipo un par de años. Como empezó con un: "Ese imbécil aun me trata como si estuviésemos en equipos contrarios del colegio" y como terminó con un: "me trata como si aún siguiésemos en el colegio, me siento como si aún fuese un alumno sin preocupaciones, que solo necesita jugar al quidditch y hacerle rabiar. Me hace sentir que la guerra nunca pasó. Como si hubiésemos pasado de séptimo a ahora sin más y todo siguiese siendo un juego". Es como si fuese ayer, el día en que Marcus vino a cubrirse su marca tenebrosa. Cómo Wood agarraba su mano y le susurraba que no tenía porqué hacerlo si no quería y que decidiera lo que decidiera, él iba a estar ahí para él. Decir que no los envidia, sería mentir como un cobarde. Y que la decepción que le llevó a aquel malentendido con Potter, la segunda vez que vino a tatuarse, fue precisamente, porque la noche de la copa de Quidditch, pensó que había tenido esa conexión con él.

Si cierra los ojos, aún siente la brisa fría en el rostro de aquella noche.

Ambos a solas en la azotea del hotel donde se celebraba la fiesta y él había sido llamado para tatuar a todo el equipo; Potter encendiéndose un cigarrillo mientras jura que no fuma pero que esa noche se siente invencible y capaz de todo. Él, que no probaba un cigarro desde su adolescencia, se anima solo porque todo es muy surrealista, y porque el buscador acerca su cigarro al suyo para encendérselo. Porque Harry relajado, a solas, cuando nadie le pregunta sobre la guerra ni sobre el Quidditch, desinhibido y auténtico habla de cosas que él no sabía que le interesaban. Se ríe con ganas y le mira como si fueran amigos. Como si confiase en él.

Le quita su cigarro de los dedos, rozándoselos, para encenderse el suyo de nuevo después de apagarlo intentando tirar la ceniza.

—Hace un frío de cojones —le dice apretándose dentro de su abrigo—, creo que la sobriedad se apodera de mi —saca una botella del bolsillo y le da un sorbo—, ¿quieres?

—No si no quieres que te tatúe las letras torcidas —le responde con una risa ligera—, ¿no deberíamos volver?

—Si, supongo, pero me gusta estar aquí, a solas.

—No estás a solas, yo estoy aquí.

—Ya pero tú no cuentas —dice dándole otra calada a su cigarrillo.

—Vaya, gracias, que considerado por tu parte.

—No me refería a eso. Todo lo contrario —dice trabándose un poco al intentar hablar rápido—. Me confundes mucho, Malfoy. No sé qué esperar de ti y aun así no sé porqué eso me atrae.

—Estás desvariando, algo normal teniendo en cuenta la cantidad de alcohol que llevas en sangre.

—Claro que no, escucha —le dice para llamar su atención—. Creo que eres un tío auténtico. ¿Sabes? al principio, en Hogwarts, todos me hacían la pelota, porque era famoso, luego la gente dejó de confiar en mí cuando Voldemort volvió y nadie me creía, después de eso, cuando fue obvio que había vuelto, querían que lo derrotase y volvieron a adorarme de nuevo como si fuese idiota. Pero tú no. Yo simplemente te caía mal porque me negué a ser tu amigo y te herí el orgullo. Primero pensé que era porque te gustaba Voldemort, ya sabes, pero no —dice con entusiasmo—, porque me ayudaste. Era tan obvio que era yo, frente a ti, en Malfoy Manor, pero dijiste que no me conocías. Y yo pensé: ¿pero qué es esto? ¿me odias o no? y luego en la sala de Menesteres igual; Sabía qué esperar del resto: o me apoyaban y estaban de mi lado o estaban en el bando contrario y querían verme muerto. Pero tú, ¿de qué ibas? ¿Qué querías de mí? llevo años preguntándomelo, y ahora de repente apareces de nuevo, adulto, ridículamente guapo y seguro de tí mismo y vuelves a descolocarme otra vez... Eres la única persona a la que no puedo descifrar. Me gustaría tenerte delante y decirte: ¿qué quieres? ¿qué soy para ti?

—Estoy aquí —dice el tatuador mirándolo conteniendo la respiración—. Puedes preguntarme lo que quieras.

—No sé que preguntarte primero, pero si hubiese bailes del yule en la vida adulta, te pediría que vinieras conmigo y estaría toda la noche oyéndote hablar.

Es gracioso que piense que es seguro de sí mismo. Y que es adulto. Cuando ahora se siente como un adolescente al que tiemblan las rodillas. Aunque igual solo hace frío. Es curioso que mientras tatuaba a Lawrence, Harry lo estuviera escuchando hablar y hablar y él pensase que realmente no le prestaba atención y solo lo miraba así porque estaba borracho.

—No sabes nada de mí —le contesta mientras se ríe.

—Eso es lo mejor —responde rápidamente—, que aun me queda mucho por oír y saber de ti. Sé que yo no te intereso lo más mínimo, pero sería genial.

—No creas que no he pensado y me he preguntado qué habría sido de ti estos años. A parte de verte jugando, claro.

—¿Y por qué nunca me mandaste una lechuza? ¿o me llamaste? ¿O me invitaste a cenar?

Draco se ríe con ligereza. ¿Desde cuándo es tan gracioso? ¿o será solo así cuando está borracho?

—Pues no sé, ¿porque eres Harry Potter? —responde sin más.

—Arg, no me llames así.

—¿Así, como? ¿por tu nombre?

—Como si fuese una marca registrada. Pero volvamos a lo interesante. Pensé que serías algo así como pocionista, o que trabajarías en el ministerio. ¿Por qué te hiciste tatuador?

Draco se queda en silencio durante unos segundos pensando en qué responder porque la explicación es muy larga.

—Digamos que quería hacer algo bonito. Y las pociones aunque sean de gran ayuda, no resultan igual de bonitas.

—Tienes mucho talento, todos los tatuajes que lleva Marcus encima son impresionantes. No puedes quitar la vista de ellos. No sabía que eran tuyos, así que puedes preguntarle a él para saber que es cierto.

—Vaya, gracias, me alegra saber que alguien valora mi trabajo.

—Al lado del tuyo, mi trabajo parece ridículo. Volar tras una pelota.

—A mi me gusta lo que haces. Me gusta verte volar. Siempre que te he visto en un partido me ha parecido que lo estabas disfrutando. No ganar u obtener puntos. Volar, estar a solas ahí arriba, suspendido en el aire, sin nada ni nadie. Solos tú, tu escoba y la snitch. Se nota que te encanta, que te sientes libre ahí arriba.

—¿Cómo puedes saber tan bien como me siento?

—Porque eres muy obvio, Potter. Eres tan claro que cualquiera puede saber lo que estás pensando.

—¿Y sabes en qué estoy pensando ahora mismo?

De repente, Draco es consciente de lo cerca que está. ¿cuándo ha pasado?

—Creo que quieres besarme —dice convencido.

—¿Y cómo lo sabes?

—Porque no paras de mirarme la boca.

—¿Cómo puedes saberlo si tú estás mirando la mía? —entonces sonríe y le mira a los ojos con intensidad antes de preguntarle—: ¿Puedo?

Sus ojos se encuentran y ambos giran ligeramente la cabeza para encajar. Pero entonces, la puerta de la azotea se abre y Edith aparece tras ella.

—Harry, Oliver lleva buscándote un buen rato.

Este pone los ojos en blanco y resopla molesto.

—Espero que sea importante, si no, voy a cortarle algo aunque Marcus termine echándome del equipo.

Draco vuelve a la sala cuando oye a Marcus maldecir.

—¿Por qué no lo dejan tranquilo? —dice Oliver de mala gana—. Van a terminar por espantarlo entre unos y otros.

—¿Qué pasa? —pregunta el tatuador mirando hacia el grupo de jugadores.

Todos parecen estar tranquilos y sonrientes, del brazo de Harry cuelga un chico que no reconoce, parece un adolescente.

—Es Ben —le aclara el capitán del equipo sin quitar un ojo al grupo—. Está encaprichado de Harry y no lo deja respirar. Y como Harry es un idiota, continúa siendo amable con él porque piensa que se le terminará pasando —Draco mira a ambos con atención, puede ver claramente que el buscador está incómodo—. Es nuevo, salió de Hogwarts el pasado Julio. Es un reserva. Ni siquiera ha jugado todavía, pero no para de perseguir a Harry como un adolescente enamorado.

—Creo —sugiere Draco—, que el problema es que siempre terminas solucionando tú sus problemas.

—Gracias, es exactamente lo que creo yo, pero Ollie me obliga a hacerlo.

—No te obligo —se defiende este—, simplemente creo que no quiere causar problemas y que hará lo que sea para que nadie se sienta incómodo. Aunque no lo soporte.

Draco resopla con fuerza y camina hacia el grupo mirando a ambos. ¿Por qué todos tratan a Harry como si fuese un crío? Es un hombre adulto y capaz.

—Hola —saluda al susodicho.

No puede evitar que algo dentro de él se remueva cuando le ve cambiar la expresión de incomodidad por una sonrisa radiante.

—Hola —le responde—. ¿Lo estás pasando bien?

—Eres el tatuador, ¿verdad? —dice el tal Ben mirándolo con recelo.

—Sí, soy yo —recalca mientras sigue mirando a Harry—, me gustaría hablarte sobre el diseño que he pensado para tu cicatriz.

—¿Has pensado en algo ya? vaya, no me esperaba que fueses tan rápido.

Draco le sonríe con complicidad. Pero el chico los interrumpe de nuevo.

—¿Vas a tatuarte algo Harry? a mi me gustaría, pero me da un poco de miedo.

—Perdona —le corta el tatuador—, ¿te importa? estamos hablando de algo privado.

El chico frunce el ceño y mira a Harry como esperando que este se decante por él.

—Mejor vamos a otro sitio —le sugiere a Draco—, donde podamos hablar más tranquilos.

Una vez en se encuentran a solas en un rincón donde no hay nadie más cerca, Draco decide enfrentarlo.

—Deberías aprender a decir que no—. Harry le mira sorprendido. Pensaba que iban a hablar del tatuaje. —Oliver y Marcus llevan toda la noche agobiados porque eres incapaz de parar a alguien que te está haciendo sentir incómodo. Primero con el periodista de El Profeta y luego con Ben.

Harry lo mira sin saber bien qué decir. Tiene razón, ¿qué puede replicar? Lo sabe. Y sabe que Marcus siempre está ahí para sacarle las castañas del fuego. No es que le guste, pero puede que se apoye demasiado en él.

—Sé que debería…

—Míralo de este modo —le interrumpe—, ¿prefieres que alguien a quien no conoces o con quien no tienes mucha relación pase diez segundos de vergüenza? ¿O que la gente que te importa, como Marcus u Oliver tengan que agobiarse y estar pendientes de ti cuando vienes a este tipo de cosas? Eso sin contarte a ti, claro, que también pareces incómodo con ello.

—No puedo discutir tu lógica —responde sin saber bien qué más decir.

Harry se pregunta porqué ha tenido que venir Draco a darle una lección, ¿sus amigos y allegados le están sobreprotegiendo?

Mientras más le mira más le gusta. Por Merlín, tiene que estar coladisimo si le parece adorable que le esté regañando como a un crío. O quizás es el hecho de que es el único que no tiene miedo a decirle las cosas claras y a la cara.

—Aunque no solo he venido aquí a echarte la bronca —le tranquiliza—. Lo del diseño es cierto, aunque más que un diseño, es una idea, pero quiero saber qué opinas antes de seguir adelante con ello.

—Claro, soy todo oídos.

Draco sujeta su mano y la gira hasta que la cicatriz de Harry está a la vista.

—He pensado mucho en tu mano —dice mirándola con atención—, y en que me evoca. En como te imagino alzándola tratando de…

—Perdonad —ambos se giran con brusquedad y se quedan en silencio—. Soy de Corazón de Bruja y me gustaría hacerle un par de preguntas, Señor Potter.

Harry boquea y mira a Draco que aún sostiene su mano entre las suyas. Este alza ambas cejas como dándole apoyo para que sea capaz de decir lo que quiere decir.

—Lo siento —dice bajito—, pero no es un buen momento.

—Sólo me tomará unos segundos. Nuestros lectores están muy interesados en saber si hay alguien ocupando el corazón de nuestro buscador estrella en este momento.

Draco intenta no reírse ante la expresión de Harry, y no es que solo sea de inmensa vergüenza, es que también su cara se ha tornado de un color rojo alarmante.

—Creo que no me ha entendido —responde algo más bruscamente—, le he dicho que no es el momento, además no voy a responder a ninguna pregunta sobre mi vida privada. Solo preguntas sobre Quidditch, y que yo sepa su revista no publica nada deportivo, así que si no le importa, déjenos tranquilos.

El periodista parece muy sorprendido y su cara también se vuelve roja, pero termina claudicando y yéndose.

—Ey —dice Draco dándole con el puño suavemente en el hombro—. Bien hecho. Sabía que podías hacerlo.

—Pensé que iba a sentirme ridículo o incómodo, pero de hecho, me siento bien. Si ahora empiezo a ser un borde con todo el mundo, les diré que es culpa tuya.

—Me alegro que te haya hecho sentir bien. Has aprendido a decir que algo no te gusta, ahora solo necesitas empezar a decir cuando algo sí te gusta —Harry lo mira con intensidad y su respiración se interrumpe durante unos segundos, ¿está diciéndole lo que cree que está diciéndole?—. Y ahora, ¿puedo seguir con mi explicación? —este asiente sintiendo que le han dejado sin palabras—. ¿Por donde iba? ah, si, como iba diciendo, cuando imagino tu mano alzada, la imagino queriendo alcanzar una snitch. Así que he pensado que tatuarte una snitch en la mano sería una buena idea, ¿no crees? ¿Hay algo que ansíes tener en tus manos más que una snitch?

Harry podría decir un par de cosas que ansía más que una snitch en este momento. Todas están frente a él en este mismo instante, y todas pertenecen a Draco: como la mano de Draco o su cintura, o su nuca; imagina sus dedos enredados en su pelo rubio. Dorado, como una snitch.

—Me parece una idea genial —le dice aun obnubilado.

Este sonríe satisfecho por haber tenido una idea que considera genial.

—Voy a trabajar en varios diseños y cuando te los enseñe podrás elegir el que más te guste.

¿No es irónico que el tatuador le haya dado una lección sobre como decir que no cuando es probable que no sea capaz de negarse a nada de lo que salga de su boca?

—Necesito otra cerveza, se que prometiste no volver a probar una gota de alcohol pero pensé que no iba enserio.

—No pienso beber nada. Ya hice bastante el imbécil aquella noche. Igual me lo planteo si vuelvo a ganar otra liga.

—¿Por qué estás tan convencido de que fue horrible? A mi no me lo pareció…

—No sé, Marcus estaba muy cabreado. Me dijo que me pase y que estuve fuera de lugar.

—Marcus se perdió muchas partes de nuestra conversación. Cuando bajamos de la azotea y te bebiste media botella de Ron de una vez fue cuando peor estuviste. Pero ya veníamos charlatanes de antes.

—¿Estuvimos en la azotea? No me creo que subieras a Marcus a un lugar alto sin escoba. Aún no entiendo como puede ser jugador de quidditch y tener miedo a subir a un sitio elevado.

—Marcus no estaba. Solo estábamos tú y yo.

Harry alza las cejas con sorpresa.

—Y —se detiene un Segundo sin saber bien cómo preguntarlo—, ¿de qué estuvimos hablando?

Draco sonríe de lado y se acerca más a él para que nadie pueda oírles.

—Hablamos de muchas cosas. Aunque básicamente fuiste tú quien más habló, dijiste que yo te resultaba muy interesante y auténtico. Qué te costaba entenderme —Draco se arma de valor para seguir— hablaste sin parar un buen rato hasta que me preguntaste si podías besarme.

Puede ver la sorpresa y la vergüenza en su cara. Y también puede ver como traga con dificultad.

—Lo siento —comienza diciendo, pero de repente cambia de opinión—, ¿que me respondiste?

Draco se queda un poco alucinado con que no lo cuestione, que confíe en lo que le está diciendo sin más.

—No pude contestarte porque la bateadora del equipo llegó y nos interrumpió.

Draco nota a Harry respirar de nuevo. Como si hubiese estado aguantando la respiración hasta ahora. También parece decepcionado. Podría haber sido un poco más honesto y decirle que no le respondió pero que acercó su boca a la suya sin más. Pero prefiere guardarse esa ventaja porque al fin y al cabo Harry estaba borracho y no sabe cómo va a reaccionar. Él tiene la ventaja de que si decide que no lo recuerda o lo hizo bajo los efectos del alcohol, así que piensa que también necesita una carta bajo la manga para no sentirse culpable.

—¿Y qué tengo que hacer para que me contestes?

La pregunta toma totalmente desprevenido a Draco. Lo mira con intensidad durante unos segundos.

—Supongo que tendrás que volver a preguntármelo —le responde sin más, sin pensarlo mucho porque si lo piensa, no tendría el valor de decirlo.

Harry mira a ambos lados, como para comprobar quien está a la vista, pero no es tan inconsciente como para hacer eso en una sala llena de periodistas y con sus compañeros de equipo.

—Voy a ir a por esa cerveza —dice Draco atrayendo su atención de nuevo

Cree que es momento de poner un poco de distancia, está empezando a sentir como si todo a su alrededor estuviese desapareciendo y sólo importase Harry. Y no puede dejarse llevar. Necesita una excusa para sacarlo de allí. Para salir de ese salón con él sin que sea muy obvio.

La oportunidad se presenta unas pocas horas después. Uno de sus compañeros se acerca y les pregunta dónde está el baño, parece un poco mareado después de toda la noche bebiendo y Harry se ofrece a acompañarlo. Por supuesto, él también se ofrece, así que cuando después de la visita al baño, cuando los tres vuelven de nuevo, tira del brazo del buscador del Puddlemere para que se quede fuera con él.

Una vez a solas en uno de los pasillos, Draco acorrala a Harry contra una de las paredes.

—Preguntamelo otra vez —le dice con la mirada cargada de intenciones.

Harry sabe muy bien qué es lo que quiere que le pregunte. No puede apartar sus ojos de los labios del tatuador y solo piensa en una cosa desde que tuvieron esa conversación. Y ahora que lo tiene tan cerca y tan claro, es como si no hubiese nada más en ese momento que ellos dos.

—¿Puedo besarte? —le pregunta alzando su mirada hasta que se encuentra con la gris de Draco.

Este agacha la cabeza hasta que por fin, sus labios se encuentran. Es un beso muy lento. No sabe porqué Harry pensó que iba a ser acelerado y ansioso, pero no. Todo lo contrario. Es lento y cadencioso. Draco abre mucho la boca, como si quisiera comérselo entero. Siente su lengua dentro de él caliente y húmeda. Sabe a cerveza y a algo que tiene que ser su propio sabor porque no lo reconoce, pero le encanta. Harry hace un ruidito mientras se besan y Draco se pega aún más a él, haciendo que el jugador de Quidditch alce ambos brazos y los apoye sobre los hombros del rubio.

Por alguna razón, ninguno de los dos lleva el beso a más. Están en un lugar público donde pueden ser interrumpidos en cualquier momento, así que se quedan así todo lo que pueden, hasta una de las veces que deciden separarse para coger aire.

—Sé que va a sonar a excusa, pero tengo que irme —dice Harry verdaderamente afectado—, son casi las tres de la mañana y Ginny me necesita temprano para que la ayude con algo.

—Está bien —le corta enseguida—, de verdad.

Cuando Harry se va, ambos saben que va a haber algo más, ambos saben que lo de esa noche, es solo el principio, un anticipo. Por lo que cuando ambos se meten en su cama esa noche, lo hacen con una sonrisa.