CAPÍTULO 2

Las dos semanas siguientes, Tissaia se esforzó por recuperarse lo más rápido posible, pero su cuerpo y lesiones llevaban su ritmo propio. Los pequeños rodeos por la habitación se fueron convirtiendo, con el pasar de los días, en paseos a lo largo del pasillo, los cuales la permitieron visitar a las brujas heridas y animarlas en su recuperación.

Hoy era el primer día que se sintió con la fuerza suficiente como para bajar a las estancias principales de la escuela y presentarse, si fuera posible, ante el nuevo director de Ban Ard.

Sin embargo, el camino se hizo largo por las innumerables interrupciones que tuvo que hacer para saludar a todas y cada una de las alumnas que se alegraban de verla tan recuperada frenándola a su paso. Fue precisamente durante una de aquellas paradas cuando oyó una voz masculina a su espalda:

- ¡Veo que ya se encuentra mucho mejor!

Tissaia se giró inmediatamente encontrándose cara a cara con un hombre de mediana edad, quizá algo mayor que ella, de pelo negro, aunque algo canoso al igual que su barba crecida de no más de tres días, corpulento y con penetrantes ojos oscuros. Percatándose de llevaba demasiado tiempo sin contestar, únicamente escrutando su aspecto, tendió su mano ante él diciendo:

- Tissaia de Vries.

Él sonrió divertido, con una expresión tan peculiar que Tissaia no sabía si estaba intentando parecer agradable o si por el contrario se estaba burlando de ella sin disimularlo.

- Finrod, es un placer conocerla al fin – lo dijo tomando la mano de Tissaia entre la suya y acercándola hacia su boca para besarla con extrema delicadeza.

No era muy habitual fuera de la corte este tipo de presentaciones, por eso cogió a Tissaia totalmente desprevenida. Retiró la mano lo más pronto que pudo tratando de comprender porqué aquel hombre no la desagradaba en absoluto, más bien todo lo contrario. Era atractivo, caballeroso, educado…y aquella sonrisa la desconcertaba.

- Seguramente ya le habrán puesto al día de las novedades. No obstante, me gustaría explicarle yo mismo la situación…ya que entiendo que no estará siendo nada fácil para usted.

- Eso es algo evidente – contestó rápidamente Tissaia alzando aún más el cuello y juntando las manos sobre su regazo, como era su costumbre.

- ¿Le apetece dar un paseo? – preguntó sonriendo de nuevo y ofreciéndole el brazo con cortesía.

- Claro… - respondió ella, aunque negándole todo contacto físico.

Dejando atrás las aulas de Aretuza, llegaron al patio exterior de la escuela que colindaba con los acantilados. A Tissaia le gustaba recorrerlo después de terminar las duras jornadas de enseñanza. Le ayudaba a despejar la mente, a recuperar el control.

- No voy a intentar convencerla para que me vea como un amigo…al fin y al cabo pertenezco al bando al que usted y sus amigos se enfrentaron, sin mucho éxito, por cierto. He llegado aquí, a su escuela, revolviéndolo todo y ahora está por debajo de mí, a mis órdenes y bajo mi supervisión…

- ¿Hay algo que tenga que contarme que no sepa ya? – le interrumpió Tissaia bruscamente.

- ¡Vaya! – de nuevo esa sonrisa burlona – ¡Qué carácter!

Se paró en seco, delante de ella. La sonrisa fue transformándose en una mueca mientras miraba a Tissaia intensamente, escrutándola. Ella permanecía impasible, sosteniendo desafiante su mirada.

- Solo quiero que nos llevemos bien, nada más. – Empleó un tono mucho más brusco, más áspero. Finalmente, Tissaia le estaba llevando a su terreno. Empezaba a ponerse nervioso y tenso y aquella reacción le daba poder a ella. De alguna manera lo estaba sometiendo.

- Creo que eso es algo que ambos deberíamos descartar desde el primer momento. Únicamente el hecho de que cumpla órdenes de Nilfgaard me repele profundamente.

- Ya veo…de todas maneras, no voy a ponérselo difícil. Su vida en Aretuza será como siempre ha sido, contando con el hecho de que no podrá salir del recinto sin que yo la acompañe en todo momento. – En este instante empezó a caminar de nuevo, rompiendo el contacto visual - Tendremos una reunión semanal en la que me pondrá al corriente de los avances de cada una de sus chicas, especialmente en lo referente al estudio de la magia negra. – Volvió a detenerse, contemplando el atardecer que se imponía sobre el horizonte. – Seguramente tenga que comprobarlo personalmente en alguna ocasión, pero le digo desde ya que eso ocurrirá muy de vez en cuando.

Volviéndose hacia ella dio por finalizada la conversación diciendo:

- Le prometo que la molestaré lo menos posible, apenas se enterará de que estoy aquí.

Pasó a su lado sin rozarla y se alejó por el camino de piedra que llegaba de nuevo al recinto de Aretuza.

Tissaia permaneció allí un rato más, sin moverse, hasta que el sol finalmente se puso sumiendo todo en la claridad velada del final de la tarde. No podía negar que aquel primer encuentro la había dejado confusa, inquieta. Aquel tal Finrod era muy distinto de todos los hombres que había conocido: simples, egoístas y previsibles.

"Es el enemigo", susurró. "El enemigo".

Aquella turbación se disipó al instante. El control alejó los pequeños resquicios de caos y volvió a sentirse fuerte y decidida. Tendría que actuar tal y como esperaban. Proteger a las chicas era su máxima prioridad.

Dando media vuelta, se dirigió a Aretuza, su hogar, su fortaleza.