CAPITULO 4
Aquel viaje la había desconcertado totalmente. Tissaia se sentía vulnerable…y cuando eso pasaba, procuraba centrarse en sus tareas, en sus chicas, en sus papeles, con el fin de alejar de ella aquella sensación.
Esta vez no fue diferente. La semana siguiente al suceso se volcó de lleno en la escuela. Como estaba muy acostumbrada a fingir, a mostrar al mundo su máscara de hielo aunque su interior ardiera, nadie de su entorno más cercano se percató de la turbación que sentía.
Procuraba alejarse de las ventanas, no salir de los pasillos asignados a sus alumnas, no atravesar los patios y utilizar las salas comunes lo menos posible. Con este régimen había conseguido no cruzarse con Finrod ni una sola vez en aquellos días…y con ello parecía que la calma volvía a acompañarla.
Mientras ordenaba y revisaba algunos informes sentada en su despacho, escuchó dos golpes en la puerta cerrada.
- ¡Adelante! – gritó sin desviar la mirada del escritorio
La puerta se abrió y comenzó a escuchar fuertes pisadas que se dirigían al centro de la estancia. Al levantar la vista le vio, allí plantado, con esa media sonrisa tan característica pintada en la cara.
- No nos hemos visto mucho estos días y venía a preguntar cómo estaba.
Tras un breve silencio y bajando la mirada de nuevo hacia los papeles, como queriendo mostrar una total indiferencia, Tissaia contestó:
- Si hubiera necesitado algo de usted ya se lo habría pedido, ¿no le parece?
Notó cómo se acercaba lentamente al otro extremo del escritorio y apoyaba las manos en él.
- Tengo que irme durante unos días y no me gustaría que necesitara algo mientras estoy fuera…Así que ahora es el momento de pedir.
- Ya le he dicho que no necesito nada, gracias – dijo Tissaia sin levantar aún la mirada.
- ¡De acuerdo! – masculló Finrod alejando sus manos del escritorio y dirigiéndose hacia la puerta.
Tissaia sabía que él estaba siendo amable y ella demasiado fría…pero las cosas debían seguir así, aunque ofreciera aquella imagen de bruja despiadada que todo el mundo veía en ella. Fría y calculadora para seguir siendo poderosa…
- ¿Necesita tabaco? He oído que en un pueblo cerca de Cintra venden las mejores variedades del Continente.
Aquella pregunta volvió a descolocarla. ¿Cómo sabía él que ella fumaba tabaco? ¿La habría visto alguna vez? ¿Habría preguntado a Triss o a Yennefer sobre sus gustos? ¿Por qué se lo ofrecía? ¿Por qué tantas molestias?
Esta vez levantó la vista, sorprendida, aunque intentando con mucho esfuerzo mantener la compostura: la mirada felina, la postura erguida, el mentón hacia arriba.
Él la observaba desde la puerta y al cruzar de nuevo sus miradas volvió hacia el borde del escritorio, más cerca de ella, ganando terreno, haciendo presión.
-¿Y bien? – insistió Finrod ante el silencio de Tissaia - ¿Cómo le gusta? ¿Muy seco? ¿Cítrico? ¿Curado?
-Especiado – sentenció ella.
De nuevo aquella sonrisa socarrona que la debilitaba por dentro y la confundía…
-No ha sido tan difícil, ¿verdad? - preguntó mientras se alejaba de nuevo hacia la puerta-Volveré dentro de tres o cuatro días, aún no lo tengo claro. Toda la escuela está a su cargo. Ya les he dicho a mis chicos que para cualquier cosa le pregunten a usted.
Tissaia asintió con la cabeza, deseando que la conversación terminara de una vez.
- Salgo del patio central con otros tres hombres, dentro de una hora más o menos.
- Que tenga un buen viaje entonces.
Con una inclinación de cabeza y una última mirada, Finrod salió de la habitación.
Tissaia lo había comprendido. Él deseaba que ella bajara a despedirle, aunque el motivo se le escapaba. ¿Sería para alardear delante de sus compañeros? ¿Para demostrar su superioridad frente a ella? ¿O realmente quería verla de nuevo?
Aquella hora se esfumó enseguida, perdida como estaba en elucubraciones y pensamientos…No bajaría. No podía permitir darle aquella satisfacción. Tenía que seguir en su papel, por su bien, por Aretuza.
Sin embargo, como la ventana de su despacho daba al patio, no pudo reprimir el impulso de asomarse entre las cortinas.
Allí estaba, rodeado de sus chicos, como siempre. A uno le daba instrucciones, con otros se reía, a los más pequeños les daba palmaditas en la espalda…y de vez en cuando miraba hacia la puerta, como si esperase a alguien que aún no había llegado, y se le ensombrecía el rostro. La buscaba a ella…
Justo cuando Tissaia iba a correr de nuevo la cortina y volver a su escritorio, él alzó la vista. Tissaia notó como su piel se erizaba desde la nuca hasta la punta del dedo gordo del pie.
Esta vez no apareció en su rostro aquella sonrisa que le caracterizaba…era otro tipo de mirada, otra expresión que dejó a Tissaia completamente paralizada, sin saber qué debía hacer o cómo tenía que actuar.
Y delante de todos comenzó a hacer una reverencia sin apartar la mirada de la ventana. Tissaia se vio obligada a inclinar la cabeza como respuesta y rápidamente, tras un último encuentro de pupilas, se alejó del ventanal.
El corazón le latía con fuerza…y supo que era deseo. Un deseo fuera de control.
