CAPÍTULO 5
Cinco días. Fueron cinco días de ausencia. La vida en la escuela había seguido su ritmo normal, quizá con un poco más de carga de trabajo procedente de la rama masculina de Ban Ard que durante aquellos días había estado bajo su responsabilidad.
Mientras reordenaba algunas plantas medicinales en el invernadero, Tissaia escuchó que alguien se acercaba y entraba en la estancia. El olor a cuero y cardamomo inundó la habitación y el corazón de Tissaia, instintivamente, se aceleró sin previo aviso.
-Ya pensaba que no volvería – se adelantó Tissaia sin darse la vuelta.
-¿Eso creía? – intervino Finrod acercándose más hacia ella.
-Dijo que estaría fuera tres días, cuatro como mucho.
-Sólo me he retrasado un día… ¿tanto me ha echado de menos?
En ese momento, Tissaia se giró, encontrándose con él bastante más cerca de lo que pensaba. Apenas les separaba un metro.
-No es tan imprescindible como cree.
-Eso pensaba…
Del bolsillo de su cazadora de cuero negra y marrón sacó un pequeño paquete envuelto y se lo tendió hacia ella.
-Espero que le guste…me dijeron que era lo mejor que tenían desde hacía tiempo.
-No tenía que haberse molestado – contestó Tissaia cogiendo el paquete mientras empezaba a desenvolverlo con cuidado.
-No es molestia…solo quería tener un detalle con usted.
Olió con cuidado aquellas hojas de tabaco desmenuzadas y comprobó que seguramente fuera lo mejor que había probado en su vida. Y esa apreciación la molestó. La molestó porque no tenía que haber sido así. Él no tendría por qué haberla regalado nada, ni siquiera tendría que haberse enterado de que ella fumaba. No tendrían que estar hablando como si fueran amigos de toda la vida, ni intercambiando regalos cada vez que alguno se iba de viaje.
Él no tenía derecho a mirarla como lo estaba haciendo en ese preciso momento y ella no tendría que notar cómo se ruborizaba y perdía el control cada vez que estaba con él en la misma habitación, redactando informes, organizando la educación de sus alumnos o sujetando un paquete de tabaco.
Y, sin embargo, era lo que pasaba. Y todo a su alrededor y dentro de ella le decían que no podía hacer nada para controlar el caos que la invadía y la destrozaba.
-Gracias, supongo – Y se dirigió hacía el lado opuesto del invernadero dejando a Finrod apoyado en las estanterías donde antes estaba trabajando.
Metió el paquete en uno de los cajones del escritorio y cogió las llaves con la intención de abandonar la sala cuanto antes. Finrod se percató de ese detalle y se dirigió hacia la puerta, quedándose parado en el umbral hasta que Tissaia cerró y echó la llave. Entonces tomó de nuevo la palabra antes de que ella se escabullera de nuevo:
-Tengo que irme otra vez.
Tissaia, que ya había comenzado a caminar por el pasillo dejándole atrás, se paró en seco y volvió a girarse.
-Solo he venido para comprobar que todo en la escuela seguía en orden. Sin embargo, el Rey sigue requiriendo mi presencia en Cintra.
-Pues ya ve que todo sigue igual…podría haberse ahorrado el viaje.
-Pero entonces no habría tenido la oportunidad de verla…
Con el valor que Tissaia creía perdido, acortó la distancia que los separaba y mirándole fijamente preguntó:
-¿Está coqueteando conmigo?
-¿Le gustaría que lo hiciera?
-Le he hecho una pregunta…
-¿Alguna vez han coqueteado con usted, Rectora? ¿O su frialdad les ha paralizado antes de que se atrevieran a hacerlo? – La cercanía con su rostro comenzaba a ser para Tissaia un verdadero infierno, un imán del que no podía apartarse y al mismo tiempo una herida abierta que sangraba sin parar – Es importante que sepa que a mí no me detiene nada: ni el frío, ni el calor, ni el dolor.
Apenas quedaban unos centímetros entre ambos. Tissaia podía sentir su aliento sobre ella, la respiración ansiosa que se abalanzaba sobre ella, la mano fuerte que pretendía ahuecarse en su mejilla…
-¿Rectora?
Un paso hacia atrás por parte de los dos, una inclinación de cabeza y un giro rápido hacia el sentido contrario dejaron a Tissaia frente a una de sus alumnas que la miraba de hito en hito.
-¿Querías algo?
-No…nada, yo… - balbuceó – Yo…solo quería coger del invernadero raíces de jengibre que la señorita Merigold me ha pedido que buscara para la clase…
-Te abro, espera.
Al girarse con la intención de dirigirse una vez más hacia el invernadero, comprobó que Finrod ya había desaparecido.
Ya no había marcha atrás. Sin pretenderlo, le había desvelado con unas cuantas palabras y aquel acercamiento que no le resultaba tan indiferente como quería que creyese. Tissaia se encaminó hacia el edificio de Ban Ard para encontrarle o al menos para enterarse de la inminente partida de su Rector.
Al cruzar el umbral, se acercó a dos muchachos que charlaban apartados en una esquina del edificio.
-¿Sabéis dónde está el Rector?
-Eh…creo que ha vuelto, pero se va ahora otra vez.
-¿Le habéis visto por aquí o sabéis se ha ido ya?
-Ha cruzado hace un momento e iba hacia el patio. Seguramente esté a punto de salir.
-Gracias…
Con pasos rápidos, pero sin llegar a correr, Tissaia se dirigió hacia el patio central. Hace cinco días se negaba a despedirle formalmente y ahora temía perder la oportunidad de verle partir. Todo había cambiado vertiginosamente…pero no quería pararse a pensar. No quería pensar para no descubrir el vacío que se abría a sus pies y hacia el que se precipitaba.
Y allí estaba, terminando de ensillar su caballo, sin percatarse de cómo ella se acercaba por su espalda. Los muchachos que le acompañaban, al verla, se retiraron un poco para dejarles algo de intimidad. Ante este movimiento inesperado, Finrod se giró lo bastante como para ver la figura que se aproximaba a su caballo y le comenzaba a acariciar el lomo.
-No me ha dicho cuando vuelve esta vez.
-En una semana.
"¿Tanto tiempo?", pensó Tissaia sin llegar a verbalizarlo. Prefirió desviar la mirada y centrarse en jugar con las correas de la silla de montar. Como él seguía sin añadir nada más, lanzó una pregunta que al instante se arrepintió de formular.
-¿Hay alguna mujer?
Una carcajada sonora rompió el aire que les rodeaba…
-¿Las putas de Cintra entran en su definición de mujer?
-Sabe perfectamente a qué me refiero – contestó Tissaia un poco avergonzada ante la pregunta.
-No… - dio un paso más hacia ella y elevó el brazo por encima de la montura dejando que los dedos rozaran la mano que jugaba con las riendas – ninguna.
Otra vez el miedo, la confusión, recordar quién era y cuál era su papel…el vacío que ascendía dejándola sin respiración. Se apartó lo suficiente para anular cualquier tipo de contacto entre ambos.
-Que tenga un buen viaje…de nuevo.
-¿Me echará de menos? – gritó para hacerse audible en el espacio que ya los separaba cuando Tissaia comenzó a caminar hacia los arcos que delimitaban el patio con el edificio.
Parándose en seco, se dio la vuelta despacio, le miró y, aunque sabía que no estaban solos, contestó:
-Puede que un poco.
