Bueno, aquí os traigo por fin el tercer capítulo de este fanfic. Espero que os guste mucho. Cualquier duda que tengáis no dudéis en dejar un comentario al respecto. Estaré encantada de saber que es lo que pensáis.
Disclaimer:Jojo's Bizarre Adventure no me pertenece.
Koichi suspiraba aburrido, sentía que sus amigas llevaban, al menos, una semana pasando de él, era consciente de que no lo hacían queriendo, pero comenzaba a dudar de aquello, ¿habría hecho algo que les hubiera sentado mal?
Ya no estaba seguro, además. Volvió a suspirar y miró el libro que estaba intentando leer para la clase de literatura, tenía eso de deberes, y al día siguiente comentarían el primer capítulo en clase. Volvió a suspirar.
Se planteó dejar aquella tarea por imposible, suspiró por tercera vez, quizá debería hablar con ellas al respecto, pero, ¿qué les decía? No estaba seguro de cómo expresar lo que sentía. Cerró el libro, aprovecharía a sacar a su perro, Police, a dar un paseo, así podría intentar dejar de darle vueltas a todo eso.
Se arregló un poco para salir y fue hasta el salón a avisar a su madre de que iba a salir con el perro. La mujer notó enseguida el estado anímico bajo de su hijo, aunque tampoco era que Koichi disimulase demasiado aquello.
-Koichi, ¿ha pasado algo?-preguntó la mujer parando la película que su hija, Ayana, y ella habían estado viendo.
-No, no es nada-respondió el chico, no quería preocupar a su familia con aquello, suficiente tenían ya en esos momentos, pensó, pues el puesto de trabajo de su padre peligraba.
-¿Seguro?-intervino Ayana, levantándose-Pareces preocupado y hoy es viernes, ¿no deberían haber venido Yukako y Joriko a estudiar aquí?-preguntó, con cierta extrañeza, pues esa era una costumbre de los tres.
-No...hoy no podían venir-improvisó deprisa una excusa Koichi. Cogió la correa y fue a buscar en el jardín al perro.
Las dos mujeres se miraron, más preocupadas que antes tras la reacción del chico.
Joriko removía la cena con pocas ganas, a su madre no se le había ocurrido otra cosa que invitar a Jotaro y a los otros tres ese día para que cenasen con ellos. No le molestaba el acto en sí, pero no comprendía esa insistencia de su madre en que pasasen tiempo con ellos.
-Está todo riquísimo-comentó Holly sonriendo un poco.
-Muchas gracias-contestó al momento Tomoko, contenta. La conversación que pronto entablaron las dos mujeres se mantuvo por un buen rato y ninguno de los demás hizo esfuerzo por meterse.
La joven deseaba preguntar qué hacían ellos ahí, no entendía aún el motivo y, aunque no quería parecer descortés, no veía otra opción más que preguntarlo. Aunque su madre fue más rápida que ella, quizá, notando su incomodidad.
-Hay algo que me gustaría decirte, Joriko, nos habría gustado hablarlo con calma la otra vez que vinieron, pero no fue posible-dijo Tomoko y a la joven no se le escapó que el ambiente cambiaba y se tornaba algo tenso.
-¿De qué se trata?-quiso saber la muchacha, aunque tenía la sensación de que no iba a gustarle para nada lo que estaba a punto de escuchar.
-Te he contado varias veces ya todo lo referente a tu nacimiento-comenzó a explicar Tomoko-Pero nunca te he llegado a revelar el nombre de tu padre.
A Joriko no le hizo falta mucho más para unir los puntos y su mirada fue pasando por los tres invitados varones, hasta detenerse en el único que podía ser, el anciano, el abuelo de Jotaro.
-Es una broma, ¿no?-murmuró, la voz le temblaba y le resultaba imposible mantener la compostura en esos momentos. Se levantó de la mesa, viendo que nadie decía lo contrario, clavó la mirada en su madre y luego en el anciano.
-Joriko, por favor, siéntate-pidió su madre empleando un tono firme, aún no había terminado de hablar. Pero la chica no hizo caso y se retiró deprisa a su habitación, poniendo como excusa que tenía deberes que hacer.
Joseph parecía bastante triste por aquella reacción, notó su hija preocupada, le miró, insegura de qué decir al respecto, pero Jotaro parecía tenerlo más claro que ella pues se levantó de la mesa y miró a Tomoko.
-Muchas gracias por la cena, estaba deliciosa-dijo el moreno-Pero creo que nosotros deberíamos retirarnos ya, antes de que se haga muy tarde.
Los otros asintieron y se fueron levantando también, agradecidos de tener aquella excusa para irse de ahí. Tomoko asintió y les acompañó hasta la puerta para despedirse de ellos.
-Lamento que haya ocurrido esto-se disculpó-Hablaré con ella-les prometió seria.
-No te preocupes, Tomoko-dijo enseguida Holly-Es normal.
Los cuatro terminaron de ponerse el calzado y salieron tras despedirse de la mujer. Tomoko cerró la puerta y suspiró un poco. Ahora hablaría con su hija con tranquilidad, quizá debería haberlo hecho antes, pero Joseph había estado tan insistente en estar presente…
Miró los platos de comida a medio acabar, la reacción de su hija había puesto fin a aquella cena, se encaminó hacia las escaleras y subió. Fue hasta la habitación de Joriko y se detuvo ante la puerta cerrada.
-Joriko, soy mamá, ¿puedo pasar?-preguntó algo nerviosa-Deberíamos hablar.
-¡Déjame en paz!-gritó la menor enseguida.
-Cariño, por favor-pidió Tomoko, temía que si dejaba todo así en ese momento, la situación se complicaría aún más. Quizá fue por el tono que empleó, la mujer no estaba segura, pero la puerta se abrió, permitiéndole entrar.
Joriko estaba tumbada en la cama, Tomoko se acercó a ella en silencio, su hija la miró seria.
-Debería haberte avisado antes-empezó la adulta, arrepentida por aquello, había creído que su hija aceptaría aquello.
-¿De verdad es ese hombre mi padre?-preguntó Joriko tratando de no llorar. Tomoko asintió y la abrazó con fuerza.
-Si no quieres saber nada de él sería entendible-murmuró la mujer-Pero me gustaría que le dieras al menos una oportunidad.
Joriko la miró. No podía prometer nada en esos momentos, no entendía por qué su madre le estaba pidiendo aquello. Tomoko suspiró un poco y se limitó a seguir abrazando a su hija.
Anne miraba callada a su jefe, este le estaba llamando la atención, de nuevo, por su comportamiento en el trabajo.
-Quiero hacer algo más que quedarme aquí-dijo ella-No sé nada de mi padre desde hace tiempo.
-Srta. Polnareff, le recuerdo que usted, al igual que muchos de aquí, carece de Stand-le recordó el hombre.
-Pero tenemos la Flecha-respondió enseguida la joven mujer, no dispuesta a quedarse sin hacer nada. Le estaba haciendo recordar aquella época cuando era niña-Puedo intentarlo, sé que podré soportarlo.
-No, es demasiado peligroso-zanjó el asunto con firmeza el hombre de tez morena-Conoce tan bien como yo los riesgos.
-¡Estoy dispuesta a correrlos!-insistió Anne, no pensaba ceder en aquello, quería ayudar, había pensado que estando en esa organización podría hacer algo más que antaño.
-Yo no, no pienso arriesgar a la gente que trabaja para mí-dijo su jefe, serio mientras se cruzaba de brazos-Y no se hable más. No cambiaré de opinión, ¿queda claro?
Anne desvió la mirada y apretó los puños-Sí, me ha quedado claro…
Por mucho que quisiera no podía desobedecer a su superior, y eso, sumado al hecho de que otra vez sería una mera espectadora, le dolía.
-Soy consciente de que no te pido algo fácil-siguió hablando el hombre-Pero el riesgo es demasiado y no pienso permitir que uno de mis trabajadores muera por ser imprudente. Piensa con calma qué pasaría si no lo consigues.
Ella asintió, no demasiado convencida, quería de corazón hacer algo, aunque no fuera teniendo Stand, pero necesitaba saber que era de alguna forma útil a su padre y a sus amigos.
Podía pedir ahora días libres, pero hacerlo en ese momento sería demasiado sospechoso y no dudaba que su jefe, Dimitri Durand, sabría enseguida las razones tras eso.
-Cambiando de tema, Anne, hay documentos que necesito que revises, son para mandarlos a la sucursal de Egipto.
-¿Hay noticias de los sirvientes de DIO?-preguntó ella seria al acordarse de esas personas.
-Hemos conseguido monitorizar sus actividades hasta el momento, pero es evidente que algo de rencor guardan-explicó Dimitri, serio, estaban más pendientes por esa misma razón.
-¿Cree que darán problemas a futuro?-quiso saber la joven mujer bastante preocupada ante ese escenario.
-No, no lo creo, a estas alturas ya habrían hecho algo-dijo él, quería creer eso, le extrañaría que habiendo pasado once años ya hicieran algo en ese momento.
-Espero que tengas razón-murmuró Anne, deseando que su jefe no se equivocase en aquello. Suspiró un poco y se despidió de él y fue a hacer lo que le había pedido antes.
Yukako escuchaba callada a la profesora, al ser la delegada de la clase tenía que tener una reunión durante las primeras semanas del curso con ella. No era el primer año que tenía que hacer algo así, sobre todo cuando al resto de sus compañeros no les apetecía. No quería encargarse de eso, pero le faltaba valor para decir que no y dimitir.
Quizá eso la convertía en una cobarde, aunque no quería ganarse aún más la antipatía de los demás. No le había dicho nada de eso a sus amigos, temía parecer desagradecida o que lo malinterpretasen.
-Bueno, como te iba diciendo-comentó la profesora mientras sacaba una hoja de papel de un cajón-Necesito que rellenes este papel con tus datos y lo firmes.
La joven revisó aquel papel y cogió un bolígrafo, ya sabía que era eso, así que lo rellenó deprisa y firmó donde correspondía. Sonrió de manera forzada y se lo devolvió a su profesora.
-Muchas gracias-dijo la mujer-Entregaré este papel al equipo directivo. Ya te iré diciendo cuáles serán tus tareas este año como delegada, serán más que años anteriores.
Yukako asintió, seria, era algo que se había esperado a esas alturas. No podía entretenerse demasiado o llegaría tarde a la primera reunión de su club escolar.
-Bueno, no te entretengo más-dijo la mujer, notando que tenía prisa-¿Estás este año otra vez en el club de arreglos florales?
-Sí, me gusta bastante-reconoció la joven, esta vez con una alegría sincera, que se reflejó en su sonrisa.
-El año pasado los arreglos que presentaste durante el festival cultural fueron hermosos-la felicitó la docente-Me alegra saber que seguirás ahí.
Yukako asintió deprisa. El curso anterior había organizado su club una exposición con una decoración floral hecha por cada una de las integrantes-Muchas gracias-respondió y miró la hora-Tengo que irme ya o llegaré tarde-murmuró a modo de disculpa.
-Tranquila, no te preocupes-la profesora le restó importancia con un gesto, Yukako aprovechó para despedirse y salir del aula deprisa.
Fue andando deprisa hasta la sala dónde estaba su club, llegó casi cinco minutos, casi sin aliento, pero parecía haber llegado a tiempo, pues sólo estaba la presidenta del club.
-Ah, hola Yamagishi-saludó Hikari, contenta de verla-Has llegado la primera, las demás no creo que tarden demasiado.
-Hola, Yoshida-respondió la chica de cabellos negros-¿Qué tal las vacaciones?-preguntó por educación.
-Bien, fuimos a ver a unos parientes-dijo la otra chica, de cabellos rubios-¿Y tú?
-No me apetece hablar de eso-respondió Yukako enseguida a la defensiva, recordar las vacaciones le hacía pensar en sus padres y, por ende, en la venganza que deseaba llevar a cabo.
-Escuché lo ocurrido, lo siento mucho-se disculpó al momento la presidenta y trató de cambiar de tema enseguida, pero no sabía qué decir.
Yukako la miró seria-¿Tendremos nuevas integrantes en el club?
La rubia negó- A pocas les interesa este club, ya lo sabes, tenemos las personas justas para seguir funcionando.
-Es una pena-reconoció la morena, no tenía mucho más que decir sobre eso.
-Tampoco pasa nada, mientras no se vaya ninguna no nos cerrarán el club.-Hikari se acercó a uno de los armarios y sacó algo para picar las dos mientras el resto llegaba.
Joriko entró en la sala de su club, el de literatura, y se acercó a la librería. Pronto tendría que elegir un libro para leer y luego lo tendría que comentar con el resto de integrantes del club.
Tomaba parte en las actividades de ese club desde que había entrado en la secundaria. La lectura siempre había sido una de sus actividades favoritas desde que era niña y su madre le había inculcado la costumbre de leer todas las noches.
Y estando ahí había tenido la oportunidad de leer varios clásicos, tanto orientales como occidentales. Hacía poco un escritor estadounidense que escribía novelas de terror psicológico había captado su atención y ya había leído algunas de sus obras.
Sonrió ligeramente y comenzó a elegir uno para leer, pero se sobresaltó al escuchar que la puerta se abría, se giró para ver quién era. Aiko y su hermana melliza Yuna llevaban formando parte del club desde el curso anterior.
-Hola-saludó Joriko, apartándose del mueble y acercándose algo a las dos recién llegadas-¿Qué tal?
-Bien, ¿y tú?-preguntó Yuna, mientras su hermana y ella se sentaban en unas sillas. La morena aprovechó eso para sentarse en la silla que estaba frente a ellas.
Suzie miraba dudosa el teléfono, desde que su marido se había ido a Japón no había vuelto a saber nada de él. Cuando todo eso había salido a la luz habían tenido una fuerte discusión, la primera pelea grave que tenían en sus cincuenta años de matrimonio y a la mujer le resultaba extraño pasar tanto tiempo sin noticias suyas, seguía enfadada con él por aquella aventura por supuesto.
-Señora-la llamó Roses, el mayordomo de la familia entrando-La cena ya está lista.
La anciana desvió la mirada del aparato y la fijó en él-Roses, ¿qué debería hacer?-le preguntó.
Roses se removió, visiblemente incómodo por la pregunta,era algo bastante personal y él, aunque llevaba cuarenta años trabajando para ellos, sentía que no debía interferir-No lo sé, señora-terminó por responder, considerando que era lo único que podía contestar.
-Entiendo…-murmuró la mujer, comprendiendo enseguida lo que pasaba-Lo siento si te he incomodado con la pregunta, no era mi intención.
Roses negó y los dos fueron hacia el comedor, la mujer se quedó mirando el asiento que solía ocupar su marido y suspiró un poco, haciendo que el mayordomo la mirase preocupado. No le gustaba verla así, esperaba que esa brecha pudieran solucionarla pronto y que no fuera a desembocar en algo peor.
-¿Qué has preparado?-preguntó Suzie mientras se sentaba en su sitio, mirando el plato que estaba colocado en la mesa ante ella, Roses lo tenía tapado para que no se enfriase.
-Vitello tonnato-dijo el hombre, retirando la campana y revelando el contenido del plato. Sabía que era un plato muy típico de la zona de Piamonte, región italiana de la que procedía ella.
-Es uno de mis platos favoritos-declaró ella-Muchas gracias, Roses, de verdad.
-No es nada,señora-respondió el mayordomo, aliviado de notarla algo más animada-Espero que le guste.
-No digas tonterías-pidió ella, cogiendo el tenedor y el cuchillo para empezar a comer-Tu cocina siempre ha sido impecable.
El hombre se quedó en una zona apartada del comedor, esperando a que la mujer terminase el plato y así recogerlo y llevarle el postre.
Suzie sonrió un poco, tal y como esperaba aquello estaba delicioso, pero tenía la mente en otro sitio, aunque no quisiera seguía dando vueltas a todo aquello, estaba enfadada con su marido pero con respecto a la hija ilegítima no sabía cómo sentirse. Era muy consciente de que ella no tenía culpa de nada, pero no era fácil de asimilar.
-¿Sabes cuándo volverá de Japón?-preguntó la mujer, antes de llevarse un poco de comida a la boca. Volvía a estar seria.
-No, no me dijo nada-confesó Roses, enseguida, tratando de disimular su malestar por aquella pregunta.
-Ya veo-murmuró Suzie y prosiguió comiendo, no tenía nada más que preguntarle, estaba claro que no sabía gran cosa.
Roses aprovechó que la anciana terminaba el plato-Iré a por el postre-dijo mientras se encaminaba deprisa a la cocina.
La mujer suspiró un poco y esperó, su mirada volvió a pararse en el sitio de Joseph, le echaba de menos, sus bodas de oro habían sido hacía poco y le habría gustado irse a algún sitio especial, como hacían en esas ocasiones especiales.
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas cuando Roses entró de nuevo, cargando con el postre, otro plato muy típico de Piamonte, la panna cotta.
Polnareff escuchaba con bastante recelo a los miembros de aquel escuadrón. Continuaban sin agradarle, pero al menos habían cumplido con su palabra, algo de honor sí debían tener, por sorprendente que pudiera parecer.
Lo que más le preocupaba era lo cómodo que estaba Hol Horse con aquello. Y, con lo veleta que podía ser, le inquietaba que decidiera cambiarse de bando. Aunque parecía que, desde que trabajaba para la Speedwagon, había abandonado esa costumbre, el francés no quería dar aquello por supuesto, sería una insensatez por su parte.
Aún no habían tenido oportunidad de ponerse en contacto con Jotaro y los demás, pero no parecía que la fuesen a tener pronto, el jefe del escuadrón les había dicho ya que era demasiado arriesgado hacer aquello, además que estaban en un momento en el que no les interesaba atraer, de nuevo, la atención del jefe de Passione. Y esa vez podrían no salir tan bien parados, habían tenido suerte que sólo matasen a dos del escuadrón.
Uno de esos hombres se sentó cerca suyo entonces. El italiano le observó varios segundos con curiosidad hasta que se decidió a hablar.
-Siempre pensé que la única forma de conseguir un Stand era con esa flecha-comentó Melone y Polnareff le miró, serio y negó.
-Por lo que he podido descubrir hay, al menos, tres formas de obtener uno-respondió, sin profundizar demasiado en eso.
-Ya veo-murmuró el italiano, que todavía deseaba hacer más preguntas al respecto-Doy por hecho que hay más casos como el vuestro-añadió con evidente interés.
-Así es-el francés no tenía ganas de hablar sobre eso, no se sentía cómodo con ese hombre y no le gustaba el rumbo de la conversación, pero Melone no dio muestras de darse por enterado de aquello.
-Me pregunto cuál será la diferencia-murmuró Melone, pensativo, si los dos tenían fuerza de voluntad suficiente, ¿por qué unos sí y otros no?
-No lo sé-respondió Jean Pierre, encogiéndose de hombros y, viendo entrar a Mohammed en la habitación, se levantó y fue hacia él.
Joriko llegó a su casa agotada, abrió la puerta y se quitó el calzado para ponerse las zapatillas de andar por casa.
No le sorprendió demasiado que no hubiera nadie. Subió a su habitación y tras dejar todo y ponerse ropa más cómoda, bajó de nuevo y se fue al salón, como no tenía deberes quería aprovechar para jugar un poco con su consola.
Encendió la televisión y se dispuso a poner el canal que usaba para jugar, pero se quedó paralizada al escuchar una cosa.
-Joriko Higashikata, ¿cierto?-eso acababa de decirlo uno de los personajes que aparecía en ese momento en la televisión. La joven se levantó enseguida y miró a su alrededor, inquieta, no comprendía qué ocurría-Soy Red Hot Chilli Pepper-siguió hablando aquel personaje.
-¿Dónde estás?-preguntó la muchacha, pues seguía sin ver a nadie, pero todo parecía indicar que se trataba de un Stand, no tendría otro sentido.
-Eso no importa ahora mismo-contestó el otro enseguida-Hay algo que tengo que hablar contigo.
-¿El qué?-quiso saber ella tensa, pero dispuesta a escuchar aquello.
-Quiero que Jotaro Kujo y aquellos que han venido con él se marchen-le explicó y Joriko frunció algo el ceño, no es que ella estuviera precisamente contenta de que estuvieran ahí, pero…
-No creo que se vayan hasta encontrar lo que buscan-confesó seria, parecían bastante interesados en encontrar esa flecha.
-¿Qué buscan?-preguntó con interés Chilli Pepper.
Joriko estuvo a nada de decirlo pero se contuvo a tiempo-¿Por qué habría de decirte eso?-preguntó en cambio, con desconfianza.
-Quiero vivir con tranquilidad, pero mientras estén aquí no podré hacerlo-confesó el otro.
-No eres el único…-murmuró Joriko en voz baja, comprendía cómo era aquello.
Chilli Pepper sonrió un poco, quería continuar con aquella conversación, pero no podía excederse y, al menos, la semilla ya estaba plantada. Se marchó de ahí, satisfecho de su buen trabajo.
Joriko se relajó cuando se quedó sola de nuevo. Se le habían quitado por completo las ganas de jugar con la consola, así que apagó la televisión y miró el reloj que estaba colgado de la pared.
Aún tenía algo de tiempo libre, pero tras esa conversación no tenía ganas de hacer algo.
¡Nos vemos en el siguiente capítulo! ¡Hasta la próxima!
