El tiempo pasaba veloz, pero no se cansaba de vivir cada momento como si fuera el último. La noche había llegado y, con ella, una gran luna llena era visible y acaparaba casi toda la atención en el horizonte.
Desde lo alto de un puente colgante una figura femenina se balanceó hasta la cúspide de un edificio. Gwen trepó hasta la cima y se sentó abrazando sus rodillas. Se movía inquieta y se sintió perturbada por lo que podría haber cometido de no ser por la intervención de Spiderman.
—¿Por qué no destruiste a Parkeeerrr? Lo tenías prácticamente a tu merced —la regañaron aquellas voces que surgían desde lo más profundo de su mente.
—Iba a hacerlo, sólo que no pude —se repitió a sí misma susurrante.
—Fuiste débil. Eso es lo que fuiste —declaró el simbionte—. Pero, por alguna extraña razón, eres fuerte. Impones resistencia a nuestros deseos.
—Iban a hacerme cometer una locura, a matar a muchas personas…
—No lo olvides, Gwen. Si nos desobedeces, morirás como Flash.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó alarmada.
—Durante todo este tiempo que pasamos con Flash, él utilizando nuestro poder para su beneficio personal, fuimos generando una toxina muy potente que iba hospedándose en sus células. Así, cuando nos cansamos de él, decidimos abandonar su cuerpo dejando esas toxinas en él. Las toxinas eran tan dependientes de nosotros que nuestra sola ausencia producía graves daños a nivel celular además de que sus lisosomas comenzaran a degradar organelas de vital importancia. Flash dependía exclusivamente de nosotros.
—Eso fue demasiado cruel.
—¡Nos perteneces, Gwen! Si no destruyes a Parkeeerrr, te abandonaremos —sentenció aquella voz.
Por más que clamó para que regresaran, las voces se fueron dejando a Gwen en un absoluto silencio. Se sentía mortificada y confundida ya que, por una parte, quería lastimar a Peter, pero por otra, no quería causarle tanto daño y sufrimiento.
Llevó las manos hasta su cabeza intentando arrancarse inútilmente la adherencia simbiótica que la recubría.
—¿Qué está pasándome? —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Voy a volverme loca! —exclamó cuando la fibra oscura volvió a envolverla completamente—. Si no mato a Peter, moriré. ¿Qué debo hacer?
Con esa pregunta en mente se lanzó al vacío. No dejaba de preguntarse qué podría hacer. Su instinto básico de supervivencia multiplicaba una detrás de otra las posibilidades que tenía de infiltrarse en Industrias Parker sin ser descubierta.
Conocía el lugar gracias a los recuerdos que le proporcionaba el simbionte. Quizá podría ingresar a hurtadillas y elaborar alguna fórmula a partir de su sangre, estudiar las toxinas que seguramente ya estarían viajando por su sistema y encontrar el modo de arreglar esta situación. Después de todo, también tenía elevados conocimientos en ciencia como Peter.
Sonrió cuando visualizó desde lejos el cartel de Industrias Parker. Ese era su destino: continuar buscando la manera de sobrevivir.
