Capítulo 12

Las circunstancias habían continuado normales en Industrias Parker. El resto de la mañana había verificado los progresos en investigaciones importantes del campo de genética y Anna había sido su guía. Le enorgullecían demasiado los avances que había en esa área investigativa, sobre todo en la regeneración con células madre.

Al mediodía regresó a su departamento en taxi. Tuvo la curiosidad de ver televisión, pero su entusiasmo disminuyó cuando en la pantalla aparecía el simpático de J. Jonah Jameson. Después de toda la reputación que le confería a Spiderman, no se encontraba de buenos ánimos para escuchar los nuevos argumentos con los que culparía al enmascarado. Dejó el control del televisor en la mesilla y se recostó sobre el sofá.

Una brisa helada le despertó más tarde. No recordaba haber dejado la ventana abierta. La luz del anochecer se filtraba mientras el reloj digital marcaba las ocho y diez de la noche. ¿Cómo pudo haber dormido tanto?

—Qué buen descanso… —alguien bostezó.

—¿Quién anda ahí? —preguntó afligido. Maldecía su condición física tan débil que no le permitía estar en óptimas condiciones como para percibir a su alrededor. Se incorporó del sofá.

—¿No sabes quién soy? —escuchó una risita—. Pensé que ya lo habrías averiguado. Después de todo, tenías mi sangre.

—¡Tú!

Se acercó a Peter y, mientras lo hacía, dejaba expuesto su rostro donde su tez blanca y sus ojos azules la delataron. Era Gwen. Gwen Stacy estaba dentro del traje simbiótico.

Sin dudarlo, alcanzó lo más próximo que tenía junto a él y se lo aventó. El florero se estrelló en pedazos sobre sus brazos y todas las margaritas artificiales fueron a parar al suelo.

Peter soltó un quejido y presionó su hombro. Se encontraba vulnerable y en desventaja ante su rival. ¿Cómo podría hacer daño a Gwen?

—Necesito tu ayuda.

—Esto no puede estar pasando… —se dijo Peter.

—Sólo te pido que me escuches.

—¡Tú y yo no tenemos nada que hablar! Después de lo que casi hiciste —sentenció con desprecio.

—Son las voces en mi cabeza. Se apoderó de mí, me controla y me obliga a hacer cosas que no quiero.

—No me interesa —respondió cruzándose de brazos.

—Voy a morir, Peter.

—Para mí, tú ya estás muerta.

—No seas cruel —dijo, y luego añadió—: Sabes que tú y yo tenemos cuentas pendientes...

—No sé de qué estás hablando.

—Sé que todavía me quieres.

—Estás equivocada y puedo demostrarlo —contestó dándole la espalda—. Lárgate de aquí —pidió viéndola por encima del hombro.

Gwen sollozó y le dolió profundamente causarle daño, pero debía expresar con naturalidad aquellas palabras. No podía permitir que se adueñara de su corazón de nuevo. Él sabía cuánto le había costado olvidarla si es que alguna vez creyó haberlo hecho. Se concentró más en sus actos malignos influenciados por el simbionte que en lo que significaba para él, ya que sólo así podría mantenerse frío y distante.

Cuando se dio la vuelta, reconoció que había permanecido solo desde hacía varios minutos y la ventana estaba cerrada. Tan sólo esperaba haber hecho lo correcto.