CAPÍTULO 2: DUDAS

[DEVUELTA A LA LIBRERÍA EN SOHO]

— No tengo idea de quién hablas, ahora, si me disculpas, retírese de mi tienda — habló fuerte y claro. Crowley no tenía amigos, mucho menos "viejos amigos", solo él era SU amigo. Esa persona obviamente mentía... ¿cierto?

El intruso alzó una ceja, más fascinado que otra cosa. Se alejó en dirección a la puerta con un caminar que resultó incómodamente similar a cierto demonio que conocían ambos. La boca se le secó al regordete librero y un escalofrío le recorrió cuando su interlocutor se detuvo girándose con la cara llena de sorpresa.

— ¿Eres tú? — preguntó apoyándose en una estantería baja.

— ¿De qué hablas?

— ¡Eres tú! — asintió resuelto.

— ¿Yo, qué?

— ¡El ángel! — exclamó fascinado, como si hubiera dado con una celebridad.

— ¿Qu-qué ángel? ¿De qué hablas? — se escudó apretándose contra un librero alto y atiborrado. Se sentía expuesto.

— El ángel que no para de ignorarlo. Ese ángel. ¿Cuál era tu nombre? Mmh...

"¿De qué diantres hablaba? Crowley no tenía amigos. Solo él era su amigo" pensaba el de ojos azules con cierta molestia oprimiéndole el pecho.

— ¡Aziraphale! Ese es tu nombre, ¿no? — "¿¡Y sabe mi nombre!?" gritó en su interior, el ángel —. Vamos, eres tú.

— ¿C-cómo... ?

— ¿Cómo sé tu nombre? ¡Ay! Madre nuestra. Llevo siglos escuchándolo sufrir por ti. Dime que al menos ya son amigos de verdad, no quiero tener que recogerlo del suelo porque nuevamente fuiste un total insensible con él — rió suavemente, disfrutando cada palabra.

— Mi nombre es Aziraphale, pero no sé de qué hablas — le interrumpió intentando disimular su notorio enfado.

— Bueno, supe que ya lo exiliaron del infierno, y a ti también. Aunque por lo poco que hueles a él, no se han visto en meses. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo? Me urge saber cómo está — entonces, el atlético y bello ser bajó ligeramente los lentes de sol para mostrarle al ángel los ojos de demonio que poseía. Aziraphale sintió una alarma de pánico encenderse, e instintivamente abrió sus alas intentando intimidar al demonio frente a él.

— Vaya, muy bellas — habló el infernal aún apoyado en la estantería baja —. Falta algo de cuidados, pero en general ustedes los ángeles y sus normas anti-vanidad no tienen el concepto de embellecer sus alas. ¿Has visto las de Crowley? Son preciosas — los ojos de carnero con iris en tonos púrpura fulguraron un momento. Aziraphale permaneció en silencio, a la defensiva, preocupado —. Sí, debes de haberlas visto. Bueno, dulce ángel. Ya que entramos en confianza... — sin previo aviso extendió sus alas purpúreas adornadas con tonos dorados por un instante antes de guardarlas. Eran el doble de largas y el triple de hermosas que las de cualquier ángel —. ¿Serías tan amable de decirle a mi bella serpiente que su viejo amigo Asmoedus lo busca?

La hostilidad de Aziraphale bajó de golpe. ¿Asmoedus? ¿No había sido ese el nombre con el cuál lo había llamado él hace ya tantos siglos? (Un spoiler, pequeño ángel, sí, tú llamaste a Crowley así)

— ¿Viejo amigo? — la voz le salió mucho más lastimera de lo que hubiera querido.

— Bueno, "amigo-amigo" quizás no tanto — rió picaramente, logrando que la molestia alojada en el pecho del ángel aumentara —. ¿Podrías decirle que aún lo extraño mucho? — comentó extendiendo su brazo para hacer aparecer una tarjeta en la punta de sus dedos cruzados.

El intimidado y bajo ángel le miró desconfiado recibiendo la tarjeta casi por inercia.

— Muchas gracias, bello.

— No tengo idea de dónde se encuentra — "probablemente le envió el infierno para dañar a Crowley" pensaba furibundo.

— Pero eso no importa, puedes entregarle mi tarjeta cuando lo veas, puedo esperar un par de años más. O a qué tú lo humilles de nuevo — rió alegremente, risa que Aziraphale sintió como una burla —. Chao, ángel.

Volvió a calzarse los lentes oscuros intentando ocultar sus ojos, salió por la puerta de la tienda de libros y al andar un par de pasos, desapareció en un breve remolino morado.

El regordete anfitrión suspiró pesado un par de veces antes de buscar una silla para sentarse, todo aquello había sido demasiado intenso. Ojeó la tarjeta, por un lado tenía un sigil infernal que no sabía leer y por el otro un breve mensaje:

"Para cuando me necesites, ya sabes cómo ubicarme, primor"

El ángel torció el gesto y molesto se guardó la tarjeta en un bolsillo.

Pobre ser celestial, tantos años sobre la tierra y aún no terminaba de comprender las emociones y sentimientos que tantas veces vuelven locos a los humanos. La extraña visita había aguado su día, por alguna razón que desconocía estaba molesto, es más, MUY molesto. Sacaba la tarjeta de su bolsillo una y otra vez y se preguntaba qué había sido todo eso. ¿Crowley tenía más amigos que él? ¿Qué fue toda esa risita sardónica y desagradable? ¿Por qué el intruso era tan condenadamente belle? Y lo más importante, ¿qué recorcholis estaba pasando? ¿Y si era una trampa del infierno? ¿Y si su demonio favorito estaba en peligro?

Sin pensarlo dos veces más, nuestro ángel bonachón respiró profundo y con un chasquear de dedos conectó su puerta con la puerta del armario del departamento de su serpiente querida.

. . . . . .

[LONDRES]

Sigiloso, Aziraphale salió del clóset dentro del departamento, ojeó curioso a su alrededor y notó que las plantas descansaban alegres. "Mal indicio", supuso. Evitando hacer el menor ruido llamó a media voz a su amigo, nadie se dignó a responder, ni siquiera las plantas. Avanzó hasta el dormitorio de la serpiente y lo halló durmiendo profundamente envuelto entre sábanas de fina seda y cobertores de lino. Al verlo tan tranquilo logró relajarse, estaba bien. Y sin que nadie se lo pidiera, decidió hacer un par de quehaceres. Limpió un poco por aquí y por allá, le platicó a la bella vegetación y milagreó un par de nutrientes de más en los maceteros para salvar a aquellas plantas de cualquier mal. Ninguna quiso hablar de que obviamente aquel ángel traía desganado a su amo, esos temas se los dejaban a esos poderosos y a la vez incompetentes seres.

Mientras nuestro buen celestial lavaba un par de platos recordó vagamente aquella oportunidad en que ambos habían compartido bus de vuelta a Londres, recordaba aquella tomada de mano que tanto calor le traía al pecho... mas rememoró también cómo huyó de ese calor, cómo rechazó una vez más la cercanía del demonio. ¿Y si aquel desagradable y carismático demonio-carnero tenía razón? ¿Tantas veces había sido un insensible con el pobre pelirrojo? ¿De verdad lo hería tanto sin darse cuenta? Toda su existencia, Aziraphale había creído que era todo empatía, pero ahora lo dudaba. ¡Arg! Estar lejos de la gracia divina solo lo llenaba de dudas (algo que como Dios que soy, no negaré, aveces hay que alejarse del camino para verlo con claridad, ya saben, yo sabré porqué obro en formas TAN misteriosas). Una y otra vez su mente lo traicionó con fragmentos del pasado, todas las veces en las cuales afortunadamente estaba Crowley dispuesto a salvarlo y cuidarlo, todas las veces que sintió que se le vaciaba el estómago y el rubor le subía a la cara, todas esas situaciones en que su demonio y su heroísmo le probaban que no todo lo condenado realmente lo estaba. La vez que salvó a un montón de niños del diluvio, la vez que desvió un tren lleno de prisioneras en la Segunda Gran Guerra, o lo destruido que se veía en aquel bar cuando creyó que el cielo se lo había llevado para siempre. ¿Y qué había hecho él por su adorado demonio? Huir, solo eso sabía hacer. Vaya ángel cobarde que era, ni siquiera quería analizar bien qué estaba pasando con él. No quería darse cuenta, no quería ponerle un nombre. No. Solo eran amigos y así estaban bien. Pero ese condenado carnero volvía a su mente una y otra vez: "¡Eres tú!" "El ángel que no para de ignorarlo". Arg, él no ignoraba a Crowley... ¿O sí?

Tantos siglos tranquilo y ahora venía un demonio que ni conocía y le implantaba dudas.

Derrotado y confundido, el rubio ser celestial se sentó en una de las portentosas sillas en el living. Suspiró con el corazón latiendo fuerte sobre sus oídos. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Y por qué ahora su demonio lo confundía como aquella vez que salvó a todos sus pobres libros del Blitz?

Al ángel le encantaba sobrepensar las cosas, pero justamente esta no (un triste desperfecto de fabrica, temo decir. A todos los ángeles les pasa, están hechos de amor, pero cuando tiene que ver con ellos, es como si fueran ciegos... debería actualizarlos para estas alturas).

. . . . .

[TADFIELD]

Adam; El Anticristo, Destructor de Reyes, Ángel del Pozo sin Fondo, Gran Bestia, Príncipe de este Mundo, Padre de las Mentiras, Vástago de Satán y Señor de las Tinieblas; lucía enfermo y afiebrado, sin embargo, se negaba a descansar. Estaba desesperado buscando a Perro, llevaban desde el sábado haciéndolo y aunque la señora y el señor Young consideraban que "ya volvería", Adam sabía que algo no pintaba bien. Algo sobrenatural evitaba que pudiera contactar a su pequeño sabueso. Aquel lunes, y luego de visitar a Anathema y a Newt con la esperanza de que la poderosa bruja pudiera dar con alguna pista, el chico caminaba desganado, había escapado de clases gracias a Pepper y un cansancio extremo caía sobre él, como si su energía se drenara.

Al pasar por la pequeña plaza de Tadfield, compró un helado y se sentó a la sombra de un gran árbol. Entonces, un extraño hombre (de esos que si ves con sotana sabes muy bien que si eres menor de edad debes correr) se aproximó invadiendo su espacio. El Anticristo se puso a la defensiva de inmediato, no por nada era el más astuto de su clase. Estaba a segundos de trasladar al flacucho tipo a las islas Canarias cuando el muy desgraciado alzó la mano con un teléfono celular en alto, el fondo de pantalla era nada más ni nada menos que Perro, amordazado y con croquetas de mala calidad a su alrededor. Pobrecito, ¡secuestrado y torturado con galletas insípidas!

— ¡Perro! — chilló Adam soltando su helado. Acto seguido, comenzó a levitar a veintiséis centímetros del suelo con el cabello flotando y los ojos brillando como tizones ardientes —. ¡Devuélveme a mi perro, AHORA! — ordenó con la voz profunda que solo un niño poseído o un hijo de Satán tendrían.

— Ah, ah, ah — masculló nervioso pero decidido, el hombre, con su dedo índice haciendo la pantomima de una negación —. Tranquilo, señorito. Su Sabueso Infernal está en buenas manos...

— ¿¡Buenas manos, demonio!? ¡Le estás dando galletas baratas! ¡Eso no es tenerlo en buenas manos!

Una extraña tormenta de mediodía comenzó a formarse sobre la plaza y desde la vieja escuela Brian, Wensleydale y Pepper sintieron que su amigo y líder los necesitaba, sin embargo, la señora Sproud no estaba dispuesta a tener ninguna interrupción más en su clase de geografía. Obviamente la pobre mujer no tenía por qué saber que para algunos niños la geografía no es tan importante si son amigos del creador de realidades Adam "hijo de El Adversario" Young.

Devuelta en la plaza, el verano parecía haber huido a toda prisa, una fuerte ventisca comenzaba a soltar sus primeros copos de nieve.

— ¡Devuélveme a mi perro!

— Claro que sí, señorito. Pero primero tendrás que bajar por él.

Tiberious, el flacucho y olvidable demonio, sudaba en frío, no quería enfrentarse al Anticristo luego de saber lo fácil que fue para él arruinar el apocalipsis. Pero necesitaba urgentemente un ascenso.

Las palabras lograron afectar a Adam. La rabieta se suavizó, el clima lo evidenció en el acto.

— ¿Bajar? — lucía confundido y preocupado.

— ¡No tienes idea lo que es ser el tipo de las copias durante tantos siglos, mocoso! ¡Tienes hasta este sábado para bajar al infierno a recobrar a tu Sabueso Infernal! — Tiberious se sentía por primera vez imponente y todopoderoso, estaba chantajeando al hijo del Señor de la Oscuridad y una macabra sonrisa nació en su rostro —. Te doy hasta el sábado, niño. O le entregaré tu perro a tu padre para que se desquite con él.

Rió malignamente hasta que un desafortunado insecto entró en su garganta a causa de la ventisca. Luego de eso tosió su buen rato mientras le lanzaba el celular al pobre chico.

— Recu- ¡cof, cof! Recuerda, hasta... ¡cof, Cof! ¡Hasta...! ¡COF, COF! ¡Hasta el sábado! — tuvo que tomar una pausa carente de toda dignidad intentando coger aire —. Estaremos en con- ¡COF, COF! ¡Con un carajo! ¡Cof, Cof! ¡EstaremosEnContacto! — gritó todo junto y sin respirar antes de salir corriendo por el medio de la calle como un loco.

. . . . .

[LONDRES]

Ya no quedaban muchos quehaceres que hacer, Crowley era una serpiente decente y bastante ordenada, y aunque a nuestro ángel le interesaba la idea de quedarse un poco más y husmear por los alrededores, decidió que no era algo muy digno de hacer, mas si su amigo dormía como una princesa Disney en su habitación. Lavó entonces la última taza y se dirigió a paso lento al clóset, entrar en él siempre tendía a deprimirlo, todo sería tan ameno si tan solo permaneciera fuera de él. Suspirando guardó las manos en sus bolsillos y entonces dio con la tarjeta de Asmoedus. Sus sospechas de que el Infierno quería hacerle algo a Crowley a través del hermoso demonio-carnero no parecían muy justificadas ahora que había comprobado lo bien que estaba su pelirrojo. Miró un momento más la condenada tarjetita y la posó sobre la mesa de centro baja que adornaba el living. La molestia sobre su pecho se agravó, sintió un mal calor subirle a la cabeza. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué le molestaba tanto la idea de que Crowley tuviera más amigos? Eso era algo bueno. Pero ese ser no parecía muy amigo, parecía... "Un amante" soltó una voz interior. Nuestro querido ángel bufó enojado y su cara se enrojeció. ¿Pero qué tenía de malo? No era algo de su asunto, ¿o sí? ¿Qué era lo que sentía realmente por Crowley?

Cogió nuevamente la tarjeta y se la guardó en el bolsillo. Ya se la entregaría a su adorado demonio cuando despertara.

Celoso (aunque lo negara) caminó directo al clóset y cerrando de un portazo volvió a Soho.

— Vaya, vaya — susurró Asmoedus personificándose en medio de la sala.

Verán, el torpe y rubio celestial no notó cómo cierto demonio con cuernos de carnero lo siguió de cerca para dar con el departamento de cierta serpiente dormilona. Y a diferencia de nuestro ángel, Asmoedus jamás volvería a entrar en el clóset.

Con una sonrisa coqueta, el ser no binario pasó sus dedos por los muebles, se quitó las gafas de sol relamiendo sus dientes con una lengua larga y bífida. Al caminar cerca de las plantas, estas temblaron preocupadas. Un intruso las acariciaba con una media sonrisa demasiado confiada. Entonces, y sin razón aparente, abrió sus ojos fascinado, las pupilas de carnero brillaron entusiasmadas.

— No tienes idea de lo difícil que fue dar contigo, Crowley.

La voz sensual y la sonrisa pícara no se desvanecieron incluso al girarse para ver al pelirrojo con sus ojos de serpiente fijos en él, el rostro entre molesto y nervioso, notoriamente no a gusto. Crowley cogió una postura más baja, extendió sus brazos al tiempo que sus uñas daban paso a largas y afiladas garras, los colmillos se alargaron desafiantes y la lengua de serpiente amenazaba con salir de su boca. Sin pudor gruñó mostrando los afilados dientes. De inmediato, el intruso meneó la cabeza dejando crecer rápidamente sus cuernos, los ojos purpura brillaron metálicos y sus uñas también dieron paso a garras.

— Tanto tiempo sin verte, mi querida serpiente — moduló coqueto antes de saltar sobre el dueño de casa.

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[Continuará...]

Hasta el próximo jueves, people!