CAPÍTULO 3: LA AMENAZA
[LONDRES]
El demonio-carnero posó hábilmente su mano tras la nuca de Crowley para amortiguar la caída mientras este lo recibía en un abrazo. Se revolcaron por el departamento un breve tiempo para sorpresa de las plantas que se miraron extrañadas.
— ¡Ouch! ¡Odio cuando llegas y me saltas encima, Moe! — replicó con falsa molestia, el dueño de casa.
El atractivo infernal encima del pelirrojo se sentó sobre sus caderas con una sonrisa amplia y alegre. Chasqueó sus dedos e hizo aparecer un cigarrillo encendido.
— Vamos, cariño. ¿A qué no me extrañaste en todos estos años?
Crowley se incorporó levemente del suelo, sin sacarse de encima al intruso, apoyándose sobre sus codos, esbozando una leve sonrisa.
— ¿Te envió el infierno? — preguntó con la lengua bífida asomándose.
— Ay, cariño. Sabes que no soy un lamesuelas burocrático, hace décadas que no bajo a ese antro de explotación laboral. ¿Por qué vendría en su nombre? — fumó una larga calada antes de soplarle el humo encima —. ¿Sabes? Esta posición me trae recuerdos — rió logrando enrojecer al anfitrión.
— No sé de qué hablas — se desentendió intentando sacarse de encima a Asmoedus.
— Vamos, Crow. Ninguna serpiente puede haber estado TAN borracha como para no recordarlo — se levantó con una media sonrisa coqueta.
El pelirrojo se sacudió la ropa y ordenó su cabello.
— ¿Cómo llegaste hasta aquí entonces?
— Solo tuve que seguir tu exquisito olor.
— Eres el carnero más sabueso que conozco.
— Soy el único carnero que conoces, bello — se acercó a paso rápido para acariciarle el pelo, haciéndolo crecer en el acto —. Así te ves mucho mejor — comentó tragando más humo.
— Vamos, ¿Qué te trae por aquí? — Crowley hablaba con voz seca y cortante, mas no hostil. Inspeccionó su ahora largo y ondulado cabello para luego amarrarlo sobre sí mismo.
— Con un demonio, vine a verte. ¿O acaso crees que esta relación solo se trata de recogerte del piso cuando tu ángel te basurea? Eres un pésimo amigo, ¿sabes? Yo también necesito este roce social de vez en cuando, sabes que no me agradan el resto de los demonios — bufó molesto comenzando a caminar hacia la cocina.
— Lo siento, Moe.
El carnero abrió los ojos como platos, sorprendido. Sin disimularlo volvió a su apariencia humana, deteniendo sus pasos a medio camino.
— Oh, vaya. Si que has cambiado. Nunca me esperé una disculpa de tus labios.
— Obviamente no soy el mismo, tonto. El jodido infierno me echó, ¿lo olvidas? Además, no puedo evitar desconfiar de ti, eres un demonio, uno no confía en otros demonios, y te la pasas tentando a medio mundo… incluyéndome.
— Tranquilo, lo pasado pisado — se encogió de hombros, alegre —. Y siempre has sabido dónde encontrarme por si quieres "evadirte" — la serpiente enrojeció nuevamente, logrando una risita triunfal de parte del no binario —. Aunque nunca vas a visitarme, así que tuve que venir a cobrarte el café que me debes.
Crowley suspiró algo más relajado, pasó caminando por el lado del peliblanco y le indicó con la cabeza que lo siguiera a la cocina.
— ¿Realmente vienes solo a verme? — obviamente seguía sin confiar.
— La verdad, me preocupó mucho saber que te iban a juzgar. Intenté ayudarte, no iba a dejar que te desaparecieran así como así, eres lo más cercano a un amigo que he tenido, pero el hijo de perra de Hastur logró que Dagon me encerrara en uno de los malditos ascensores. Para cuando logré salir de esa mierda… — al llegar a la cocina, Crowley comenzó a llenar de agua la cafetera y Asmoedus se sentó animado en uno de los largos pisos que estaban frente a la mesa —. Ya te habías ido. Imagina mi cara al enterarme de que el agua bendita no te había eliminado. Fuiste el centro de cada conversación demoníaca por meses. Sin embargo, no me quitó la preocupación de saber si estabas "bien".
— Eso fue hace años — bufó de manera tosca.
— Nunca dije que iba a perseguirte corriendo para saber de ti. Tenía orgías que organizar y celebridades que atender. Eres lo más parecido a un amigo que tengo, pero no mi prioridad, primor.
Crowley entornó los ojos algo hastiado, mas al girarse y darle la espalda se permitió una ligera sonrisa.
— Ahora, lo importante.
— ¿Y qué mierda sería eso, Moe?
— ¿Cómo te ha ido con tu angelito elusivo? — el ambiguo demonio apoyó ambos codos en la mesa y su barbilla en sus manos cruzadas, balanceando los pies de manera jovial.
La serpiente dejó escapar una exhalación cargada de frustración mientras alzaba sus ojos cerrados al cielo.
— Uy, ¿así de mal, eh? — Asmoedus torció el gesto algo arrepentido de preguntar.
— Es que… es que… ¡Es un maldito cabezota! ¡Pareciera que me ignora apropósito!
— Ups, aquí vamos — susurró el carnero antes de soltar un silbido corto que hizo aparecer una caja llena de bombones y otra rellena de galletas azucaradas.
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[SOHO]
Aziraphale suspiró pesado al cerrar la puerta que hizo conectar al departamento de Crowley. Una mala sensación lo recorrió. ¿Por qué aún conservaba la dichosa tarjeta? No era su asunto. Sin saber por qué, un ligero enojo se posó sobre su rostro y molesto se giró a buscar un chocolate caliente a la cocina cuando al pasar por el centro de la librería se topó con nada más ni nada menos que los ELLOS junto a Anathema y Newt.
Borró de inmediato su cara de pocos amigos y con una sonrisa se les acercó.
— ¡Oh, amigos! Bienvenidos, bienvenidos — saludó cálidamente —. A menos que quieran un libro — se plantó serio a un metro, preocupado.
— Oh, no. Tranquilo, se-señor(?) Azi… ? — comenzó Newt.
— Aziraphale, necesitamos tu ayuda — terminó Anathema.
— ¿Qué sucedió? — preguntó suavemente mirando a Adam, su rostro era el más afectado del grupo. Y como ángel que era, podía sentir toda esa desolación que lo envolvía, algo malo le había pasado al pobre chico.
— Perro… — comenzó a decir, furibundo —. ¡Perro a sido secuestrado por un demonio! — dejó salir distorsionando su voz al tiempo que hacía crujir toda la librería.
— ¡Oh, válgame Dios! — se cubrió la cara —. Ah, cuéntamelo todo.
Chasqueó sus dedos y un montón de sillones aparecieron desplazando a los libreros que rápidamente se acomodaron, al centro creció una delicada mesa de vidrio cubierta con dulces y pasteles, a cada invitado (y anfitrión) les apareció una taza llena de chocolate caliente con malvaviscos.
Una vez cómodos, Adam; El Anticristo, Destructor de Reyes, Ángel del Pozo sin Fondo, Gran Bestia, Príncipe de este Mundo, Padre de las Mentiras, Vástago de Satán y Señor de las Tinieblas; habló del suceso, de la desaparición, de la búsqueda, de Tiberious y su completa falta de cordura, el chantaje y el teléfono. Le mostró el móvil con seis fotos de Perro amordazado, rodeado de galletas baratas e insípidas y un cuenco con agua que obviamente estaba estancada, y Adam SIEMPRE le cambiaba el agua a su amigo canino.
— Oh, cariño. Yo soy un ángel, no sé cómo podría ayudarte a recuperarlo.
— ¿Pero no hay alguna forma, Señor Aziraphale? — intentó persuadirlo, Newton.
— ¿No que los ángeles pelean contra los demonios? — cuestionó molesta, Pepper.
— No es como si conociera a todos los demonios, eso es algo racista — se defendió el rubio algo ofendido.
— Sería especista, ¿no? Ya que, no eres humano — dejó salir Brian logrando que todos pensaran en el asunto unos segundos.
La lógica de Brian era incuestionable, pero era más urgente resolver el asunto del can secuestrado. Todos aprovecharon de beber un par de sorbos de chocolate antes de seguir.
— ¡Algo debes hacer! — exigió Adam volviendo a hacer crujir el lugar con su voz distorsionada.
— Me temo que no hay nada que pueda hacer, mi querido Anticristo — el rubio cruzó las manos sobre su regazo dando un suspiro.
Entonces, la pregunta que temía escuchar fue formulada por la brillante bruja, si la muchacha no fuera tan maravillosa, el ángel estaría molesto.
— ¿Y qué me dices de tu amigo, el demonio con ojos de serpiente?
— ¡Sí! ¡Él! — exclamaron al unisono el resto de la comitiva.
— Como demonio que es debe saber cómo ayudarnos — reflexionó Wensleydale.
— Y por muy especista que suene, no perdemos nada con preguntarle — se sumó Brian.
— Apuesto a que podría bajar al infierno por él — prosiguió Pepper.
— ¡E-esperen un momento! — interrumpió el celestial, levantándose preocupado de su asiento, dejando caer medio bizcocho más sus pequeñas migajas al suelo —. Para Crowley es muy arriesgado volver al infierno, además… — todos los presentes lo miraban atento, con el chocolate a medio tomar y una que otra galleta a medio comer en la otra mano —. Él está durmiendo — sentenció firmemente.
— ¿Qué? — no hubo rostro alguno que no mostrara confusión.
— ¿Y qué mierda tiene que ver? — preguntó Pepper terminándose su galleta glaseada. Desde que en la escuela la habían reprendido por usar un lenguaje "demasiado vulgar para una señorita", que la joven y empoderada muchacha no dejaba pasar la oportunidad de maldecir o insultar. Crowley estaría orgulloso.
— Que no vamos a ir e interrumpirlo. Eso sería muy descortés de nuestra parte.
— Estás de Joda, ¿cierto? ¡Pues que se tome un buen café!
— ¿Podría llamarlo a su casa, señor Aziraphale? — preguntó Wensleydale para suavizar las palabras de Pepper.
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[LONDRES]
— ¿Puedes creerlo? Después de todo este tiempo.
Asmoedus le daba la razón a su amigo. Ya habían bebido un par de tazas de café y Crowley nuevamente estaba en la cocina llenándolas.
— ¿Tres de azúcar, Moe?
— Sí, por favor. Pero más colmadas, me gusta bien dulce — se llevó un bombón de licor a la boca.
El demonio carnero miraba atento a su anfitrión, aquella serpiente estaba bastante cambiada, su actitud era más terrenal y la hostilidad que el infierno impregnaba en todo, se estaba diluyendo. "Quizás todo esto es un plan más de Ella" pensó (correctamente) el hedonista no binario.
— Como decía, aquella maldita vez ni siquiera recibí un gracias. Solo un escuálido "hasta pronto", ¿puedes creerlo? ¡Un "hasta pronto"! ¡Y yo partiéndome la espalda por rescatar esos estúpidos papiros de la jodida biblioteca en llamas! ¿Y para qué? Para "iluminar" a un par de científicos como mil años después.
Crowley sacó la lengua bífida molesto. Su amigo, compasivo, se levantó a ofrecerle unas palmadas en la espalda, sin embargo, se detuvo a medio camino. El dueño de casa se giró con ambos tazones de café humeando, entonces también notó lo que el carnero había sentido.
— Oh. Nos vemos, querido — sonrió sorprendido antes de emitir un corto silbido, desapareciendo al tiempo que unos lentes de sol se posaban sobre los ojos del pelirrojo.
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[SOHO]
— Claro que podría llamarlo, mas me temo que no contestaría — tomó una ligera y nerviosa pausa frotándose las manos —. Porque está durmiendo.
Adam se levantó de su sillón levitando a un palmo del suelo, el pelo meneándose como bajo el agua, los ojos brillando rojos y la voz completamente innatural.
— ¡Y una mierda! — gritó furioso haciendo crujir el lugar un breve momento entre ráfagas intensas antes de trasladarlos a todos con sillones y tazas al living-cocina del demonio pelirrojo.
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[LONDRES]
Crowley se quedó completamente estático en la cocina, tragando saliva aliviado de que nadie (en especial cierto ángel frente a él) lo viera en compañía de Asmoedus, pero completamente cabreado del montón de visitas sin avisar.
Por otro lado, Newton sentía que en cualquier momento iba a vomitar del viaje y Brian no alcanzó a coger bien su taza antes de que se hiciera pedazos sobre el reluciente piso, salpicando chocolate por todos lados. La mesa llena de dulces y pasteles llegó tambaleándose peligrosamente hasta que cedió arrojando su contenido por el piso, ensuciando todo a su alrededor, y de puro milagro no se quebró en mil pedazos. Si las plantas tuvieran cara se habrían cubierto la boca de la sorpresa. En vez de eso se quedaron quietas mirando la escena. Todos guardaban silencio absoluto menos una caja metálica de galletas que seguía girando sobre el suelo.
Adam sudaba en frío, cansado se dejó caer sobre uno de los sillones llevándose la mano a la cabeza que comenzaba a dolerle demasiado. Ahora el único en pie era Aziraphale que tenía la mirada avergonzada fija en un rincón.
— Vaya, lo pillamos despierto — comentó mareada, Anathema.
La serpiente pelirroja seguía como una escultura sosteniendo las dos tazas de café, los lentes de sol mal ajustados le daban una apariencia más confundida aún.
— Ho-hola, Crowley — saludó tímidamente, el ángel.
— ¿¡Qué mierda hacen en mi casa!? — soltó al fin. Molesto.
— ¿Por qué tienes dos tazas de café? — preguntó curioso, Brian.
— Uy, ¿interrumpimos algo? — Pepper alzaba una ceja mientras se acomodaba en su sillón.
— Oh, ¿tenías visitas? — agregó Wensleydale.
Aziraphale sintió de pronto que la molestia volvía de golpe.
— ¿Qué? ¿De qué mierda hablan? — Crowley intentaba huir de las preguntas.
— Te queda bien el pelo largo — dijo Brian cogiendo un bizcocho que no estaba directamente sobre el suelo.
"No tenía ese cabello recién" pensaba inquieto, el ángel. "Pero la verdad es que se ve muy bien así" prosiguió.
— ¿¡Qué hacen aquí!? — les gritó caminando hacia ellos, sin soltar aún los cafés.
— ¿Y tu visita? — volvió al ataque Pepper.
— ¿Qué visita? ¿De dónde sacas eso? — tanta gente en su nido le estaba colmando la paciencia.
— ¿Entonces por qué dos cafés?
— ¡Por qué me gusta tomar dos tazas de café cuando despierto!
Todos se quedaron en silencio.
— ¿Sabes que puedes usar la misma taza dos veces, cierto? — cuestionó extrañado y cruzándose de brazos, Wensleydale.
Otro incómodo silencio.
— Ángel, ¿qué diablos hacen todos estos idiotas en mi casa y por qué carajos los trajiste? — se giró a pedirle explicaciones al rubio.
— Yo no los tra-
— Yo nos traje hasta aquí — habló, o mejor dicho, gruñó, Adam.
— ¿Y para qué? — escupió la pregunta, cabreado.
— Es Perro, Crowley — comenzó a explicar el celestial —. Ha sido secuestrado.
— ¿Y eso qué tiene que ver con que vengan a mi departamento a interrumpirme el café?
Antes de darle más vueltas al asunto, Adam volvió a contar todos los detalles de lo ocurrido. Al igual que con el ángel. Hasta le mostró el móvil. El demonio dejó los cafés sobre una mesa pequeña junto a una lámpara de noche, luego cogió el móvil y al olisquearlo pudo confirmar que efectivamente un demonio había hecho aquella tamaña estupidez, apestaba a azufre y a pólvora.
— Alguien quiere desesperadamente un ascenso — concluyó.
— Lo sabemos, genio — espetó molesta, Pepper.
— Tienes que ayudarnos a recuperarlo.
— Mira niño, no pienso bajar al infierno por tu perro. No conozco a ningún Tiberious, obviamente es un demonio que está cubriendo su identidad, nadie tiene ese nombre allá abajo. Y la verdad, no es mi asunto.
Se cruzó de piernas sobre su silla (más parecida a un trono) para luego echarse hacia atrás, resuelto.
— No hay nada que pueda hacer — concluyó —. Si bajas, tu padre logrará drenarte los poderes y reiniciar el apocalipsis. Lo siento, buscate otro perro. Quizás uno menos secuestrable.
Los presentes contuvieron la respiración, extremadamente preocupados, ante las frías palabras del demonio. Por su lado, para Crowley era la mejor solución, que el chiquillo fuera a recoger un perro cualquiera y se dejara de joder.
Pobre y torpe demonio.
Se cruzó de brazos sobre su silla esperando que se largaran del lugar, mas nadie movió un músculo. La joven bruja miró de reojo a Adam preguntándose en qué momento tendrían que cubrir sus oídos.
— No puedo ayudar, ahora fuera de mi departamento.
— Crowley, cariño… — intentó suavizar el momento, el rubio.
Tarde.
Con eso ya estaba. Una pizca de insensibilidad era todo lo que el volcán en ebullición "Adam Young" necesitaba para hacer erupción.
— ¡¿Qué me busque otro perro?! — Crowley se arrepintió por completo de sus palabras al ver al Anticristo convertir las sombras a su alrededor en tentáculos de oscuridad, mientras las ráfagas volvían —. ¡¿OTRO PERRO?!
La serpiente se apretó en su silla cuando el chico comenzó a flotar con voz metálica a metro y medio del suelo.
— Adam, lo que Crowley quiso decir… — intentó intervenir nuevamente, Aziraphale.
— ¡Silencio! — ordenó el hijo del Adversario, y nadie excepto el demonio pudo volver a emitir un sonido.
— L-lo siento. No tengo conexiones con el infierno, las perdí todas cuando me expulsaron… no puedo llegar y volver…
— ¡No me importa, Serpiente del Conocimiento! ¡Me devolverás a mi perro así tenga que yo mismo bajarte al infierno por él!
Aziraphale y Anathema intentaban hablar desesperadamente, pero sus labios no se separaban, el ángel intentó acercarse, pero las ráfagas no se lo permitieron. El resto miraban la escena entre fascinados y asustados. Las plantas por otro lado disfrutaban felices de ver a alguien poniendo en su lugar a la serpiente maltratadora, algunas habrían comido palomitas de maíz aunque supusiera canibalismo. Una orquídea en un rincón hasta sintió que se le apetecía un buen vino.
— ¡ME DEVOLVERÁS A MI PERRO, ANTHONY J. CROWLEY ANTES DE ESTE SÁBADO O PERDERÁS TUS ALAS!
La amenaza fue más que real, fue una sentencia.
Un rápido y fuerte dolor atravesó el quebrado halo del demonio. La ventisca se detuvo y en un parpadeo Adam había desaparecido junto con sus acompañantes, solo Aziraphale seguía con él en el living-comedor. El dolor entonces se detuvo. Ya estaba marcado.
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[TADFIELD]
— ¡Adam Young! — comenzó a reprenderlo la hermosa bruja —. ¡No puedes andar obligando y amenazando a la gente!
Se giró molesta a verle a la cara, no obstante la molestia sobre su rostro se esfumó, Adam estaba pálido, algo no iba bien.
— Cariño… — se le acercó Newton, desanimado.
— Ahora no, amor.
— P-pero tu auto…
El joven dueño de casa apretó los labios bajando sus hombros, entonces la bruja miró a su alrededor notando que estaban todos devuelta en Tadfield… todos excepto el carro. El pobre vehículo seguía estacionado frente a la librería del ángel.
— Oh — la dama dejó escapar un suspiro antes de buscar en su cartera dinero en efectivo, porque JAMÁS se le puede entregar una tarjeta de crédito a alguien que no se lleva con las máquinas, no querrán verlo pagar en cuotas mientras hay una larga fila esperando al tiempo que la señal de internet misteriosamente no funcionaba únicamente con Newt —. Toma, amor. Compra un pasaje y ve por él.
— ¿Sin ti? — el pobre parecía descorazonado.
— Vamos, cariño. Tengo un anticristo que encaminar.
La bruja besó tiernamente a Newt en los labios y este pareció recobrar el ánimo. Tendría que correr si no quería tener que pagar una multa muy alta, más que mal, estacionó donde solo se permitía estar una hora.
De pronto, el grito preocupado de los ELLOS los hicieron girarse de golpe. Adam se había desmayado sin contemplaciones y no parecía reaccionar.
— ¡Ve por el carro ahora y trae a ese par! — ordenó la mujer. Newt se puso a la altura de golpe y salió corriendo a toda prisa en dirección a la estación de buses —. ¡Adam! — intentó hacerlo reaccionar con un par de palmadas, pero nada.
Pepper se llevó ambas manos a la cabeza y Brian se cubrió la cara preocupado al tiempo que Wensleydale se mordía las uñas.
— Ayúdenme a llevarlo a casa — pidió la bruja y los ELLOS respondieron en el acto. Quizás la mujer tendría la solución a mano dentro de una botella o en algún símbolo entre sus muchos libros.
A lo lejos, el viejo cascarrabias de siempre bufaba en desaprobación tomando la sombra con su perro, esos mocosos y esa loca siempre metidos en cosas raras.
— Cada día más raros — espetó molesto.
— Ya está comenzando — rió a su lado, Tiberious, a medio esconder tras un árbol.
— ¿Y quién carajos le estaba hablando a usted, mequetrefe raro? — se indignó el anciano antes de alejarse a paso rápido.
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[LONDRES]
Aziraphale recogía parte del desastre que había quedado en el departamento de Crowley, este estaba echado sobre su silla favorita con una actitud derrotada, tenía los ojos cubiertos por una de sus manos, preocupado.
— ¿Y ahora cómo demonios se supone que le traeré a su maldito perro? — murmuraba rabioso —. ¡Es solo un jodido perro! ¡No tenía por qué molestarse tanto!
— Mi querido, Crowley. Para el joven Adam no es solo "un perro", es SU perro. Es como si me pasara algo a mí, ¿te conformarías con cualquier ángel?
— Tú eres irreemplazable, ángel — lo dijo con total sinceridad sin siquiera analizar el impacto de sus palabras sobre el rubio que acababa de ponerse rojo como un tomate.
Algo cansado de limpiar, el ángel chasqueó los dedos y el departamento volvió a estar tan reluciente como siempre.
— ¿De dónde mierda voy a sacar un contacto con el infierno a estas alturas? Si tan solo… — Crowley exhaló frustrado.
En ese momento, Aziraphale recordó la tarjeta. Crowley necesitaba ayuda, y no cualquier ayuda, necesitaba ayuda infernal. Quizás había sido cosa del destino que aquel carismático y seductor demonio-carnero se presentara en su librería aquel día. Quizás era parte del inefable plan de Dios (pues sí, mi querido y torpe ángel).
El de ojos de serpiente se masajeaba la cabeza con una migraña que poco a poco aumentaba, su celestial amigo estaba parado detrás de él y su silla, con la tarjeta en las manos, dudando.
"Crowley necesita ayuda" pensó, "necesita la ayuda de ESE demonio. Él podría ayudarnos, dijo que era su amigo, después de todo". Un dolor emocional le golpeó el pecho. Avanzó los pasos que le quedaban con la tarjeta sujeta en la punta de sus dedos. Se asomó por un costado de la silla y suavemente posó su mano sobre el hombro de Crowley, este lo miró directamente por sobre las gafas oscuras.
— Todo saldrá bien, querido. Encontraremos la solución — sonrió el ángel cálidamente, escondiendo la tarjeta en el último momento. Empalmándola como un real y asombroso mago.
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Continuará…
