CAPÍTULO 1
"Afortunadamente siempre existe otro día.
Y otros sueños.
Y otras risas.
Y otras personas.
Y otras cosas."
Clarice Lispector
JOURNEY
Dependiendo de a quién le preguntes te dirán una versión diferente de mí; y cuándo la conocí probablemente todas las versiones tenían algo de verdad en ella. Era un joven pisando los treintas, dicen atractivo, alto, atlético y esas cosas que realmente tienen poca importancia y mucho menos me interesan, pero que en general a la gente le son relevantes; estaba en un trabajo bastante mediocre que sólo servía para las cosas esenciales, eso repetían una y otra vez mis padres, así que llevaba casi un año sin verlos.
¿Novias? ¡Uy, un tema bastante complicado! La verdad que es que le huía a todo lo que implique responsabilidad y compromiso. Cuando se acercaban a esa delgada línea de intimidad, abandonaba el barco y visitaba nuevas tierras. Una que otra vez llegué a despertar con alguna chica hermosa de la cuál ni me acuerdo de su nombre ni me despedía en la mañana siguiente. Talvez mi vida "estable" podría describirse cómo un caos, pero crecí bajo el lema de hijo problema que no entraba en las grandes expectativas de mi padre ni los estándares sociales de mi madre. Egoísta, también era algo que escuchaba bastante seguido, "tu forma de vivir nos afecta". Pero la realidad es que no vivía del todo mal y probablemente no afectaba a tantos cómo sentía, en retrospectiva creo que sólo no había encontrado una motivación suficiente para entrar a ese roll que se llama vida.
Sin darnos cuenta, la mañana siguiente habían sido un par de semanas o tal vez hasta un poco más. La acogí sin saber bien que hacer o porqué lo hice, simplemente pasó. Normalmente, sólo tenía que estar pendiente de abrir mis ojos y respirar diario. Una noche después, inexplicablemente empecé a ver por alguien más. Alguien que cuándo abría los ojos y respiraba, extrañamente dependía de mí o puede ser que yo de ella, de eso me percaté tiempo después.
A diario surgía algo nuevo, zapatos, por ejemplo. No sé cómo dos personas sin estructura lograron hacer que la dinámica funcione, pero en pocos días, teníamos cierto sistema que permitió que la convivencia fuera bastante cómoda. Su negativa a usar teléfono móvil hizo que llegara al departamento sin tantas escalas previas, procuraba terminar mi día a tiempo para llegar a cenar o para realizar alguna que otra compra que se necesitaba. Empezando por un par de jeans, algunas blusas y calcetines, un abrigo, una bufanda a juego con gorro y guantes de lana. Sabía que Candy necesitaba muchas cosas más, y podía sin mucho problema dárselas, pero ella siempre se rehusaba.
- Calma Albert, enserio, muchas gracias por todo, pero no es necesario toda esta ropa -
- El invierno está a la vuelta Candy, y son cosas que simplemente se necesitan -
- No tengo cómo pagártelas y cómo te rehúsas a un par de horas de buen sexo, todo te lo debo -
- ¡Candice White, porque así te llamas! Que te quede bien claro, si quisiera sexo lo tendría sin mucho contratiempo, contigo o sin ti. Créeme cuándo te digo que no veo nada atractivo a tu cuerpo de joven malcriada. Y no, por una vez más, no me debes absolutamente nada -
- Perdona mi admirable, bondadoso y altruista señor William Albert Andrew -
- Calla ya… jajajajaja ese señor que describes sólo es mi padre -
En la privacidad del departamento la camaradería e intimidad día a día iba creciendo, me sentía cómodo simplemente siendo yo. Un sentimiento bastante raro, porque aparentemente no entregaba más que un piso y techo seguro a una joven con la que en otro momento no tendría absolutamente nada en común. Hoy te puedo decir que estaba totalmente errado, claro que me parecía muy atractiva tanto física como intelectualmente y obviamente la convivencia bajaba mis muros de piedra, y algo dentro de mí quiere pensar que los de ella también.
Noviembre llegó sin darme tiempo de escapar de él y de todo lo que implicaba en mi vida.
Para estas fechas, podía describir sin problemas ese pequeño gesto que hacía cuando disfrutaba la comida y también quería descifrar el miedo que había dentro de sus largos silencios antes de dormir. Me intrigaba que podría estar escondiendo mi pequeña inquilina, de qué o quién huía. Notaba pequeñas señales del gran sufrimiento que llevaba a cuestas, así como notaba también que, a pesar de deleitarse con grandes manjares de cocina fácil de diez minutos, dejaba lo suficiente en el plato cómo para no levantar sospechas. O que después de cenar y bañarse, dejaba correr un par de minutos de más la regadera en lo que sutiles sonidos de arcadas sonaban.
También notaba que siempre prefería ropa holgada que cubriera gran parte de su piel, fue hasta que una vez, talvez descuido, talvez no, que descubrí una pequeña cicatriz sobre su muñeca izquierda, honestamente, así como ella no preguntaba sobre mi vida yo tampoco hacía sobre la de ella. Al final, te soy honesto, creo que gran parte de los dos, sabía que eso era lo que nos tenía a flote, la ignorancia. El no penetrar en el mundo del otro; probablemente porque ninguno de los dos tenía las respuestas correctas para las preguntas que surgían a nuestro alrededor.
Lamentablemente para esta triste historia, noviembre, los compromisos, la realidad y la boda de mi hermano Anthony llegaba. Y mi madre insistía por el móvil hasta tres veces al día, de mi presencia en el evento. La excusa de exceso de trabajo, imposibilidad de vuelos en tiempo récord o no tener el traje adecuado eran tan absurdos como un elefante nadando en medio del mar atlántico.
Hora de la verdad, creo que así se dice, ¿No? La realidad es que sólo eran 72 horas en casa de mis padres, yo poco quería decir del tema Candy así que la presenté como mi acompañante, sin entrar a mucho detalle. Días previos, sin su compañía compré algunas prendas necesarias para ella, hice los arreglos necesarios para el viaje, y le proporcioné muy poca información para no abrumarla demasiado. Sólo la convencí que me acompañara para poder funcionar bien en la presencia de mis padres y le rogué para que lo que sea que vea o escuche hiciera caso omiso.
Viajamos vuelo directo a la ciudad de Chicago, todavía recuerdo claramente la cara de ingenuidad al ver los tickets de clase premier. Puedo describirte cada facción en su rostro al verme vestido como un gran ejecutivo y, pero lo que simplemente no se me olvida es lo hermosa que se veía con unos jeans entubados unas botas color negro hasta la rodilla, una blusa blanca de manga larga a medida y un abrigo rojo de enormes botones en la solapa. Su piel completamente desnuda sin maquillaje, radiante que hacían ver sus labios suaves. Sus enormes ojos verdes llenos de vida y chispa. Simplemente hermosa.
En el trayecto un par de dudas ya rondaban entre nosotros.
- Es la primera vez que agarro un vuelo -
- Tranquila, agarra mi mano y relájate. Cuando te des cuenta ya estaremos aterrizando -
- A ver, nadie dijo que estoy nerviosa -
- Jajajajaja, claro que lo estás. Lo noto por ese interminable movimiento de tu pie -
- Bueno, pues señor Andrew vamos a ponerte un poco nervioso también, ¿No crees? -
- Mmmjuuumm -
- ¿Cómo se llaman tus padres? ¿Cómo debo actuar o qué decir? No entiendo porque pagaste vuelos clase premier si con mucho trabajo sobrevives el fin de mes. ¿Debo explicar que vivo contigo? ¿Qué somos, amantes? Jajajajaja -
- Woo, woo, woo… muchas preguntas. ¡Y no somos amantes Candy! Simplemente dirás que nos estamos conociendo y te invité a la boda, ni una sola palabra de que vivimos juntos. No lo entenderían, más bien ni yo lo entiendo -
- Ok, ok. Pocas respuestas, muy bien señorito seré la acompañante perfecta, no te preocupes -
Así, con chofer en la puerta y más dudas que no quería resolver, llegamos a la casa de mis padres. La imponente, histórica y ancestral mansión Andrew. Lugar de mis complicados y rebeldes años de adolescencia, llegamos entrada la noche así que sólo tuvimos que presentarnos rápidamente con mi hermana y un par de mucamas.
- Albert, ¡Cada día más guapo! Hola princesa, soy Rosemary, cómo verás el parecido soy su hermana, pero mucho más bonita. A ver, a ver, pasen, sus habitaciones ya están listas. -
- Buenas noches Rosemary, soy Candice, pero si gusta, me puede decir Candy. Muy amable por la invitación y recibirme -
- ¡Ay por dios Albert! De dónde sacaste tan delicada y bella joven, ¡Nada que ver con el espanto de la vez pasada! Por favor, háblame de tu -
- ¡ROSE!
- Ay nada, nada, cálmate pequeño Bert -
- Jajajajaja… gracias por el alago y aquí entre nos, sé de esos espantos que hablas! Jajajajaja -
- Ay hermano, a mí ya me ganó… espera a mañana que conozcas al resto de la familia -
Recuerdo como caminé en silencio detrás de ellas, mientras compartían una conversación muy animada e intrascendente. De repente el ánimo cambio y lo recuerdo pesado y abrumador, debió ser presagio de lo que nos esperaba ese fin de semana. Su rostro impávido pero que yo sabía del terror que sentía me miró directo a los ojos, cuándo entendió que ella dormiría en otra habitación, a mí, desde el principio me quedaba muy claro las normas de etiqueta de la tía Elroy, pero por lo visto a Candy le afecto más de lo que podría pensar.
Rosemary probablemente ni se dio cuenta y entre risas, le susurró que bien se puede escapar a mi habitación en la noche. Pero los dos sabíamos, que lejos de alguna picardía de media noche la preocupación de Candy era tan sencilla como estar sola.
Cómo era de esperarse, no había pasado ni una hora y ya la tenía en la habitación, el problema era que ahí no había sofá cómo en mi departamento. Así que, entre un pequeño llanto de angustia, acepté que compartiéramos la cama. Esa noche recuerdo bien cómo escuchar que su respiración iba siendo más y más tranquila, me trajo una paz increíble. Te puedo decir que ha sido por mucho una de las mejores noches de mi vida.
Claro, ese fin de semana como he mencionado, fue un trágico momento en mi vida y en menos de veinticuatro horas en medio de una crisis de ansiedad y llanto, entre mis brazos, con la respiración entrecortada, con sus puños apretados y clavando sus uñas en mi saco, sólo logré escuchar:
- Albert, por favor, quiero ir a casa -
