09.

¿Cuántos días han pasado desde que se encontraron? Ninguno los cuenta, porque es irrelevante.

Hay cosas mejores qué hacer.

Como entrenar y lograr dominar la respiración de la Flor o como seguir matando demonios para evitar su propagación y muertes innecesarias. Y como seguir sirviendo al Rey de las Maldiciones, sea ayudándolo a masacrar otro pueblo o cocinándole.

Así que, Uraume y Kanao tienen mejores cosas que hacer que no son pensar en el encuentro que tuvieron. Y en la extraña persona con la que se toparon.

10.

Pero…

Otra vez, un encuentro similar volvió a suscitarse.

Nuevamente la nieve cubre todo a su alrededor, y lo pinta de blanco inmaculado. Excepto por las gotas carmín que caen de las manos de Uraume.

Y de nuevo, Kanao debería sentir miedo. Ahora que aquel foráneo con el que se encontró una vez, está casi teñido de sangre que no es suya, y posiblemente, se trate de personas que fueron víctimas de él.

Entonces…

¿Por qué aun sabiendo esto no siente miedo? ¿Por qué no lo detecta como una presunta amenaza?

11.

- ¿Me temes? – pregunta firme y con ligera petulancia en su voz, mientras con una de sus manos limpia la sangre de su rostro. Sin apartar su mirada de la de ella.

Esta vez, ella debería tenerle miedo. Esta vez, ella debería huir despavorida de él si es que no quiere morir.

Aunque en sí, ella no le ha hecho algo como para merecer la muerte. Es sólo que, le frustra un poco que… Ella sea como una estúpida muñeca.

Que sólo sonríe tenuemente y no cambia de expresión nunca. Incluso los cadáveres que su ha visto tienen más expresiones que esa niña tonta y hueca.

Ah, como le desespera que ella no quite esa estúpida cara.

Pero lo que más odia es escuchar el sonidito metálico de la moneda que ella saca, la cual lanza al aire y cuando cae en su mano, es únicamente en ese momento donde ella habla.

Y le saca de quicio.

12.

Cara: Atacar.

Cruz: Responder.

Cayó Cara esta vez.

Sin titubear y con rapidez desenvaina su katana, precipitándose hacia Uraume. Quien esquiva su primer ataque, así como el segundo y el tercero.

Y es el su cuarto intento que él logra derribarla sin esfuerzo contra la nieve, lanzando lejos de ambos su katana y apretando la región suprahiodea de su cuello, inmovilizándola.

Porque si se moviera, lo más probable es que él aplique más fuerza que podría quitarle el aire (aunque pudiera usar la técnica de respiración de concentración total). Aparte de que, tiene la sensación de algo frío y filoso contra su piel, que se parece un poco, a la hoja de una katana.

Está… Un poco confundida, posiblemente hasta aturdida.

- Quieres morirte, ¿Cierto?

13.

- Eres, la Yuki-onna de la otra vez.

Uraume levanta una ceja, confundido y ofendido.

Que sus facciones no estén completamente desarrolladas dándole una apariencia femenina, no significa que él sea una mujer y el hecho de poder controlar la nieve y el hielo a voluntad propia, no lo hace ser una Yuki-onna.

- No soy una Yuki-onna, tampoco soy mujer.

Kanao abre un poco más los ojos, con sorpresa. O eso le pareció ver a Uraume.

-… Oh.

No hay ni una disculpa después de eso, lo cual sólo lo indigna más.

14.

Debe castigarla por tal falta de respeto, porque esto no puede quedarse así.

Por lo que, sonriéndole con molestia y soberbia, mientras le aprieta más el cuello se inclina sobre ella. Y sin vergüenza –pero aguantándose el asco–, la besa.

No por amor o libido, sino con el deseo de humillarla.

(Y tal vez, para que le muestre algo más que ese rostro sereno sempiterno).

No cierra los ojos, y le mira a los ojos púrpura que parecen todavía sorprendidos. Pero no hay reacción, no hay forcejeo, no hay quejidos, no hay nada.

Y… Es patético y una pérdida de tiempo.

Entonces Uraume con tal de desquitar su frustración, le muerde con fiereza el labio inferior –y cree sentirla sobresaltarse– hasta que el sabor metálico le inunda el paladar y con descaro, introduce la lengua en su boca.

Porque quiere ver a la niña gritar, patalear, quejarse, lloriquear, sollozar, algo. Quiere algo de la niña (rota) bajo él.

Pero no hay nada, nada de nada. Y como ya se cansó de buscar algo de ella, que parece en trance, separa con rudeza sus labios y liberando su cuello de su agarre. Yéndose de ahí, bufando fastidiado.

Que ser tan más aburrido.

15.

Kanao parpadea minutos –casi horas– después tras los acontecimientos de hace un instante.

Sentándose en la nieve, ignorando que su cuerpo se está entumeciendo debido al frío y tiene el labio inferior lastimado, que probablemente se enferme o le dé hipotermia, que podría salir un demonio de la nada y atacarla porque no tiene a la katana a la mano y que su maestra y las demás en casa se van a preocupar de que no ha regresado.

Todo eso está en segundo plano, porque lo que abarca e inunda su mente es…

Que sus labios están congelados.

Que sus labios son demasiado fríos.

Que los labios de aquel ser desconocido son tan frígidos, que la nieve a su alrededor, se queda corta en cuanto a temperatura hablamos.

Y que también… Él no es una Yuki-onna como creyó.

¿…Entonces qué? ¿Qué es él?

(Serán preguntas sin respuestas por lo que le reste de vida).