CAPÍTULO 4
Si enciendes una luz para alguien, también iluminarás tu propio camino.
Proverbio Budista
ROAD TO SOMEWHERE
- Y ahora Candice White, ¿Cuál es el siguiente paso? Nosotros te podemos ayudar, Yo te quiero ayudar. Sólo es que tú quieras. -
"El siguiente paso". Qué profundo, ¿No? Yo a mis treinta años, no sabía en ese momento cuál era mi siguiente paso y le pedía a una joven de 19 años convertida en mujer por los golpes de la vida, que le ponga pies y cabeza a su futuro. Tal vez era hipócrita de mi parte, pero la realidad es que quería ayudarla en todo lo que se proponga.
Así que, "siguiente paso". A lo largo de mi vida siempre existía esta frase, terminas el curso de idiomas y qué es lo que sigue. Cierras un negocio y qué es lo que sigue. Tienes novia y qué es lo que sigue.
Supongo que siempre tener un siguiente paso, hizo que le rehúya a la idea de continuar con lo que todos esperaban. Decidí mi propio camino, explorar, volverme un bohemio y vagabundo, huir de ciertas responsabilidades, de la presión y expectativas puestas en mí. No puedo decir que me arrepiento, ya que todas esas experiencias también me hacen ser la persona que soy hoy en día. Pero creo que tampoco valoré mi vida desde la perspectiva de que siempre tenía la posibilidad de tener con certeza un siguiente paso.
Mi padre a pesar de nuestras diferencias, siempre estuvo de una u otra manera a mi lado, ayudando a mi siguiente aventura. Sea este tirarme de paracaídas en la península rusa de Kamchatka, o perderme un par de semanas en la selva Amazónica con las tribus Awá, o en ese momento de mi vida, ayudarme con Candy. Y sabes, a diferencia de las veces anteriores, en esta última ocasión pude comprender los privilegios de mi propia existencia, y no sólo hablo de esas cosas banales del dinero, lujos y el confort. Me refiero a esas cosas más profundas cómo familia, refugio, comprensión, amor.
Esa mañana Candy y yo estuvimos hablando un largo rato más, me contó más por menores de su vida y puede comprenderla mejor; aunque también supe que no era ni de cerca la persona adecuada para realmente ayudarla. Primero, porque me vi a mi mismo cómo una persona rota, con muchas fallas por reparar, muchas virtudes por explotar, muchas disculpas por dar empezando conmigo mismo. Segundo y más importante, porque el cariño, el amor y la amistad no lo es todo para salir de esos baches tan grandes en los que a veces caemos. A veces necesitamos ponernos en manos de alguien más y confiar, y pues ese era el caso de Candy.
- Bert, quiero estar bien. Me siento muy cansada y no sé cómo salir de este espiral -
- Primero Candy, tenemos que buscar especialistas que nos ayuden. Creo que tendrías que continuar tu tratamiento internada, no sé, mis padres están buscando lo mejor del país. Te reitero Candy, todo esto es, sólo si tú quieres -
- Si Albert, quiero estar bien. Creo que después de tantos años, lo necesito -
- Pues ya está, en un rato tenemos un par de citas con especialistas. A ponernos los zapatos para empezar este camino, vamos. Habrá más vida y más tiempo para caminar en la playa descalzos, pero hoy la vida nos va llevar por un sendero diferente -
Y pues efectivamente, así fue. Los siguientes días pasamos con una psicóloga magnífica con la cual Candy se sintió aceptada y protegida, también empezó un tratamiento con medicamentos para regular su ansiedad, comidas y sueños, obvio bajo la supervisión de un psiquiatra altamente recomendado de Chicago.
En todo momento estuve a su lado, dándole valor a cada paso que iba dando. Traté en la medida de mis propios demonios, dejar que ella tome las decisiones para alcanzar su sanación, aunque más de una vez quise obligarla y casi darle ultimátum de tomar las riendas de sus acciones. Pero pues yo sé que nadie te puede obligar a nada, además, desde el principio acepte que yo sería una cobija de seguridad.
Al mes, entró a un centro de atención juvenil y por un lapso de tres semanas permaneció aislada de todo y de todos, está más que obvio que de mí también. Había visitas programadas, que puntualmente asistía a visitarla, su semblante cada vez era mejor. Tenía un hermoso color rosa en sus mejillas, las pequeñas ojeras debajo de sus ojos ya se estaban desvaneciendo, en nuestras conversaciones salían más y más capas de ella que me dejaban deslumbrado.
Durante este tiempo, para estar cerca de ella y de su tratamiento, me mudé a un bastante decente departamento estilo urbano, ecléctico e industrial o algo así según mencionó la agente de bienes raíces. A mí me gustó la vista y la ubicación así que acepté, al estar en el corazón del centro de Chicago, estaba lo suficientemente cerca de las empresas familiares para incorporarme a esa nueva vida que decidí asumir y, aquí entre nos, lo suficientemente lejos de la mansión Andrew que me permita la distancia con mi familia cuándo me sintiera abrumado.
Fui encontrando una nueva motivación de la vida, sería injusto decir que no empecé a disfrutar ser el jefe empoderado, mis ideas para renovar y actualizar el negocio familiar fueron aceptadas con gran entusiasmo por mi padre. Fui hallando placer en esas cosas de la que tanto me alejé.
También descubrí en ese momento que necesitaba más de la vida, no estoy seguro sí una estabilidad familiar, esposa, hijos y todo eso. Pero definitivamente ya estaba cuestionándome a otro nivel qué quisiera hacer de esta nueva etapa. Los negocios, pues, honestamente me estaban saliendo bien para haber estado varios años fuera del rubro, y pues día a día la dinámica familiar Andrew iba mejorando. Estuve balanceando mis nuevas responsabilidades, con mi ímpetu aventurero y desafiante y con Candy.
- ¡Albert! - Corrió a mis brazos en una de las visitas al centro dónde ella vivía. Se quedó un par de minutos con el costado de su cara en mi pecho, aproveché a absorber ese olor a agua de rosas que emanaba su pelo. Vestían tan tranquila con unos joggers grises, una camiseta blanca, una jacket de mezclilla y unos sneakers blanco, su pelo suelto en caída libre brillando a la luz de sol cómo pequeños hilos de oro. Su hermosa cara se veía radiante, llena de determinación, un aspecto muy diferente a aquella noche que la conocí, pero a la vez algo tan familiar. No sé, ya sabes, locuras mías con mis descripciones.
- ¡Hola pequeña! ¿Cómo estás? Ya está terminando tu última semana del tratamiento, ya podrías llevarlo sin estar internada. -
- Si, eso he estado platicando con la Dra. Bennet. Te soy honesta Albert -
- Siempre -
- No sé si estoy lista, cada día descubro algo nuevo en mí y muchas veces son cosas o recuerdos buenos, pero otros me resultan demasiado abrumadores. La doctora cree que con las citas regulares podré seguir mi tratamiento sin la vigilancia diaria. Pero tengo miedo y no sé aún a donde ir -
- Pues eso tiene solución, sabes que puedes contar conmigo y el nuevo departamento está lo suficientemente grande para los dos y podemos vivir juntos como rommies. Jajajaja -
- Pues a mí Sr. Andrew me pareces muy atractivo cómo para poder vivir contigo sin un poco de picardía en nuestro andar, "if you know what I mean" jajajaja -
- Ay Candy, sigo creyendo que eres una joven malcriada a la cuál sigo sin verle nada atractivo. Jajajaja sabré comportarme como todo un caballero -
Para estas alturas, nuestra camaradería era más natural y sencilla, así como también se hacía más notorio nuestro coqueteo. Algo que nunca había experimentado con nadie más, porque siempre había sido algo así como un playboy.
- Jajajaja fuera de bromas Candy, creo que estás en lo correcto de querer seguir tu tratamiento sin muchas presiones -
- No estoy diciendo que tenerte en mi vida sea una presión, sólo que tengo tanto por descubrir que no quisiera fallar. Esta vez quiero hacer todo bien -
- Lo sé preciosa, te lo mereces. Toma el tiempo que quieras y el espacio que necesites para lograr tu objetivo de vida, por dios, tienes 19 años tienes todo el tiempo a tu disposición -
- Si decido irme lejos, ¿Te olvidarás de mí? -
- No creo que pueda borrar nada de lo que hemos vivido estos meses Candy. Pero soy un adulto, y día a día más responsable a diferencia de cuándo nos conocimos esa fría noche de septiembre; y sé que tu proceso puede llevarte lejos, puede llevarte a tomar caminos diferentes que poco tienen para cruzarse con un adulto de 30 años… -
- Quisiera terminar mis estudios de high school, hay un programa en California de estudio y trabajo dentro de un centro de rehabilitación y estoy pensando continuar ahí -
- Pues eso deberías hacer, la realidad es que para tu corta edad has vivido muchas cosas mi niña hermosa, pero no te has permitido vivir una vida normal, disfrutar tu prom night, viajar con amigas, conquistar a buenos chicos… ya sabes, simplemente vivir -
- ¿Me esperarás? Porque Albert, yo estoy seguir de que te quiero y mucho… -
- No Candy, no te puedo ni quiero prometer nada. Yo también te quiero, pero no vivas pensando estar atado a alguien. Tienes todo un mundo por recorrer -
- Pero Albert, yo… -
- Nada Candy, no le debes nada a nadie, te debes tu vida y es momento de que la empieces a vivir. Yo no te olvidaré y espero que tu tampoco me olvides. Pero, por favor, no vivas pensando en alguien más, aunque ese alguien pueda ser yo -
Para alguien que siempre fue catalogado como egoísta, la verdad es que no sé cómo la dejé ir, pero cada palabra que pronuncié en ese momento la dije con total convicción y no me arrepiento. Cómo dije empezando este relato, no puedo decir que mi vida cambió por completo, pero definitivamente no es la misma, ella entró cómo una ráfaga de viento helado en pleno verano, sin pedir permiso, sin explicaciones y desde el principio sabíamos que de la misma manera sería el final.
- Albert, escúchame bien, te quiero en mi vida. Yo haré todo por ser mejor y estar bien, por favor espera a que crezca, espera a que pueda ser la persona de tu vida, porque yo estoy segura que tú eres la de la mía -
- Candy, mi amor - Agarré su rostro entre mis manos, sus ojos cubiertos de una capa delgada de lágrimas, recuerdo cómo ante todos mis instintos, resistí decirle que se quede que yo haré todo porque ella esté bien. Besé la punta de su coronilla, sabía que sí probaba esos tiernos labios color cereza, no podía desprenderme de ellos y no era justo para ella.
A los pocos días, ella tomaba un vuelo a California para continuar su camino y yo continuaba el mío en esta hermosa ciudad que me vio nacer. Te tengo que admitir que no hay un solo día que no piense en ella y en todo lo que la vida nos permitió vivir ese par de meses.
Pues sí, no puedo sacar de mi cabeza los recuerdos de aquellos días, las imágenes vienen a mi mente cómo pequeños polaroids juntos con los cálidos colores e intensos olores de ese pequeño instante de mi vida; su imagen viene sin pedir permiso y se queda acompañándome por horas.
- Disculpa joven, ya está empezando a repetir la historia y ya no falta mucho para que llegue el siguiente metro -
- Una disculpa señora, hoy me desperté particularmente pensando más en ella. Espero no haberla aburrido -
- Para nada muchacho, sólo me queda una duda -
- Claro, a estas alturas ya no hay secretos para usted, jajajaja -
- ¿La has buscado? -
- Todos los días, pero sólo en mi memoria -
Y así, llegó el metro a la estación, me subí y me senté perdido en mis pensamientos, mis recuerdos, mis anhelos. Ya han pasado poco más de un año desde esa primera vez que nos vimos, por ratos pienso que ha sido más tiempo y por otros pienso que fue ayer. Fue tan real, que pienso que estoy idealizando toda esa etapa y a la vez fue todo un rollercoaster que creo que sólo fue producto de mi imaginación.
Estaba tan absorto en mí, que poco me di cuenta que al abrirse las puertas del metro y salir a la estación, encuentro una hermosa mujer con su pelo suelto cayendo a su espalda, con un vestido ligero de verano en color blanco con un hermoso y sencillo suéter abierto color plumbago, talvez aprovechando el calor de la temporada iba descalza con sus sandalias bajas en las manos.
La gente pasaba a su lado, subiendo y bajando del metro, casi sin notar su hermosa presencia, talvez en otro momento yo hubiera hecho lo mismo, por estar tan ensimismado pero ese olor a agua de rosas me invadió de repente y simplemente la vi.
Corrí a su lado, la alcé y giré como loco a la mitad de la estación, su melodiosa risa invadió cada esquina de la misma. No podía creer tenerla a mi lado, la bajé con cuidado y tomé su rostro entre mis manos y la besé con calma e impaciencia, desenfrenado y comedido, perfecto.
- Te extrañé - Le dije con los labios pegados a los suyos.
- No más que yo, te amo -
